Doña Isabel de Portugal tiene la fama de ser una de las reinas más bellas de la historia de España. Tiziano no tuvo la oportunidad de conocerla, ya que falleció el 1 de mayo de 1539. Para realizar este retrato utilizó como modelo un cuadro de la emperatriz pintado por un artista de segunda fila, con un gran parecido físico. Cuando el maestro presentó el retrato en 1545 en la corte de Carlos V, se vio que presentaba una ligera falta en la nariz. Al trasladarse Tiziano a Augsburgo en 1548 tuvo la oportunidad de retocarlo. Curiosamente las radiografías han revelado que debajo de la ventana de la derecha se pintó primero una cabeza juvenil femenina, lo que indica que el maestro reutilizó el lienzo. Tiziano ha sabido captar a la perfección el carácter inteligente y la personalidad de la emperatriz, mujer capaz de gobernar España como regente durante los largos viajes de su marido. Los detalles del vestido, con brocados, pedrería y encajes, son de altísima calidad. El colorido es muy característico del pintor, empleando tonos rojizos y pardos muy destacados por la luz, que junto al color serán muestras indudables de la genialidad de su obra.
Busqueda de contenidos
Personaje
Político
Los enlaces entre miembros de las familias reales de España y Portugal serán muy frecuentes a lo largo de la historia. Uno de los más exitosos será el llevado a cabo por Carlos I e Isabel de Portugal. Isabel era hija de María, hija de los Reyes Católicos, y Manuel I el Afortunado de Portugal; por lo tanto, los cónyuges eran primos hermanos por parte de madre. Nació doña Isabel en Lisboa, el 23 de octubre de 1503. Su infancia la pasó junto a su madre, dedicada ésta al cuidado de su amplia prole ya que engendró siete hijos. Tras el fallecimiento de su madre en 1517, Isabel ocupará el papel materno hacia sus hermanos. En estos años nos la describen como esbelta y hermosa, de ojos grises y cabellos rubios. Tras quedar don Manuel viudo por segunda vez, volvió a contraer matrimonio en 1519, eligiendo a una sobrina: doña Leonor, hija de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Será esta mujer una de las máximas valedoras que llevará al enlace de Isabel y Carlos, años más adelante. En las Cortes de Toledo de 1525, doña Leonor propondrá un doble matrimonio que estrechará aún más la intensa relación entre las casa de Portugal y España: el rey Juan III de Portugal casaría con doña Catalina, hija también de Juana, y el rey Carlos I de España casaría con Isabel de Portugal. La dote de Isabel era muy atractiva para las maltrechas arcas hispánicas: 900.000 doblas de oro mientras que Carlos otorgaba a su futura esposa en calidad de arras 300.000 doblas. Para ello tuvo que hipotecar las villas jienenses de Ubeda, Baeza y Andújar, signo evidente del deterioro de la economía. La entrega de la futura esposa se produjo en la frontera castellano-portuguesa el 7 de enero de 1526. La boda se celebró en Sevilla el 11 de marzo de ese mismo año. Parece que los cónyuges quedaron rápidamente prendados y decidieron pasar una romántica luna de miel en Granada, donde Carlos ordenó plantar unas flores persas que se convertirán en uno de los símbolos peninsulares: los claveles. En esta estancia granadina Isabel quedó embarazada. El parto tuvo lugar en Valladolid, el 21 de mayo de 1507, naciendo un niño que sería bautizado con el nombre de Felipe. Deseosa de guardar la compostura, Isabel ordenó que apagaran todos los candelabros de la sala, tapándose el rostro con un ligero paño para evitar que los asistentes apreciaran el dolor en su rostro. La reina contenía como podía los gritos y la comadre que la asistía recomendó que soltara toda la tensión del momento gritando, a lo que Isabel contestó: "No me digas tal, comadre mía, que me moriré pero no gritaré". Al año siguiente existen noticias de un segundo nacimiento, un nuevo varón que fue bautizado con el nombre de Juan y murió al poco tiempo. El 27 de junio de 1529 hallamos un nuevo alumbramiento, en esta ocasión una niña de nombre María. Pasado el tiempo casará con el emperador Maximiliano II y tendrá 14 hijos, entre ellos la reina Anna de Austria, cuarta esposa de Felipe II. Doña Isabel sufrió calenturas después del parto que se curaron, según las crónicas, bebiendo el agua de la fuente de San Isidro. En 1529 Isabel queda por primera vez como regente de España tras la marcha de su esposo. Cinco serán las veces que la Emperatriz desempeñe tal cargo, siempre con acierto y en permanente contacto con Carlos. Este acierto en el gobierno motivará el cariño de los súbditos hacia la Regente. El 24 de junio de 1535 Isabel dará a luz a su cuarto vástago: una niña que recibió el nombre de Juana en honor a la festividad del día y a su abuela paterna. Juana casará con el príncipe don Juan Manuel de Portugal y será madre del rey don Sebastián, fundando el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid al quedarse viuda. Asentada casi definitivamente en Toledo, doña Isabel se rodeó de una pequeña corte de poetas e intelectuales entre los que encontramos a Garcilaso de la Vega. En esta corte también estaba don Francisco de Borja, el duque de Gandia, enamorado platónicamente de la Emperatriz. En el verano de 1539 se esperaba un nuevo parte de doña Isabel. El alumbramiento se adelantó a finales de abril, presentándose con una gran hemorragia. El niño que nació apenas vivió unas horas y la madre falleció con las primeras luces del día 1 de mayo de 1539 en el toledano palacio de los condes de Fuensalida. Carlos se retirará al monasterio de Santa María de la Sisla y encargará a su hijo Felipe la presidencia de la comitiva que trasladará el cadáver de la Emperatriz desde Toledo a Granada. También dirige la comitiva don Francisco de Borja como caballerizo de la Emperatriz. A la llegada a Granada, donde se debía depositar el cadáver, don Francisco debía abrir el féretro para dar fe del hecho al entregarlo a los monjes que debían enterrarlo. En ese momento y al contemplar el descompuesto cuerpo de Isabel, Borja pronunció la frase "No puedo jurar que ésta sea la Emperatriz, pero sí juro que fue su cadáver el que aquí se puso".
Personaje
Político
Contrajo matrimonio con Juan II de Castilla y León en 1447. De este matrimonio nacieron Isabel la Católica y Alfonso. Isabel de Portugal actuó en contra del favorito del rey, Don Alvaro de Luna, junto con parte de la nobleza castellana, el príncipe heredero -Enrique- y Juan Pacheco, favorito de éste. Cuando el monarca falleció Isabel de Portugal casi se vuelve loca. El resto de sus días transcurrieron en Arévalo.
obra
En 1603 el duque de Mantua envía a Rubens a España en misión diplomática. A su llegada a la Península Ibérica entró en contacto con el duque de Lerma -para el que realizará un espectacular retrato ecuestre- y posiblemente copió algunos de los retratos pintados en el siglo XVI por Sánchez Coello o Pantoja de la Cruz entre los que encontraríamos el de la tercera esposa del rey Felipe II, madre de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, fallecida en 1568.La reina aparece vestida siguiendo la moda de la época, de un austero color negro adornado por lazos rojos. Su figura se recorta ante una balaustrada -que permite contemplar un amplio celaje- y un pesado cortinaje, apoyando su brazo izquierdo en una butaca con un fino tapizado. La mirada de la soberana será uno de los centros de atención del cuadro. El estilo detallista y minucioso es de clara inspiración flamenca, recordando las obras de Antonio Moro.
obra
Hija de Odoardo II Farnesio, duque de Parma, y de Dorotea de Baviera, Isabel de Farnesio nació el 25 de octubre de 1692, contrajo nupcias con el rey de España Felipe V el 24 de diciembre de 1714 y falleció en Aranjuez el 11 de julio de 1766. En este retrato contemplamos a la reina hasta las rodillas, vistiendo traje de terciopelo carmesí guarnecido con armiño, en sintonía con el manto que porta. En la zona de la derecha se abre un cortinaje azul. Como podemos observar, en los trabajos de Ranc se encarna el retrato de aparato, ostentoso y mayestático en la línea de Rigaud o Larguillière.
obra
La retratada es doña Isabel Fernando Francisca Josefina de Borbón, hija del infante don Francisco de Paula y de la infanta doña Luisa Carlota de Borbón. La dama viste un traje de fiesta confeccionado en raso rojo y adornado con negros encajes, formada la falda con tres amplios volantes rematados en visón de color natural. El escote que luce la dama lleva lazos bordados con perlas, haciendo juego con el tocado de la cabeza. También de perlas son el collar, los pendientes y la pulsera. Doña Isabel apoya su mano derecha en el respaldo de una butaca, apreciándose al fondo una ventana adornada con una cortinas, creando el efecto de situarse en el interior de un palacio.
Personaje
Político
Isabel I ocupará un relevante hueco en la historia europea del siglo XVI. Hija de Enrique VIII y Ana Bolena, su papel en el reinado de su hermana María Tudor fue bastante complicado, suavizado por la intervención de su cuñado Felipe II, de quien se rumorea que estaba enamorada. Tras ser coronada reina de Inglaterra a finales del año 1558, la corte española inicia gestiones para casar a Felipe con Isabel, enlace que fortalecería el papel de ambos países en el conjunto europeo. Según los informes presentados al rey católico, Isabel "tenía algo que la incapacitaba para el matrimonio", posiblemente una malformación genital lo que motivó el rechazo español a la candidatura inglesa. Posiblemente ese rechazo de Felipe inclinó a Isabel hacia la adopción del anglicanismo como religión oficial, iniciando en ese momento una contundente persecución a los disidentes católicos y calvinistas. Esta actitud provocó la excomunión del papa Pío V en 1570. La disidencia religiosa que se estaba produciendo en Europa animó a Isabel a apoyar las minorías protestantes, tanto en los Países Bajos como Francia, involucrándose de lleno en las guerras de religión que asolaban ambos territorios. En esta línea se produce uno de los episodios más significativos de su reinado: el intento de invasión española a través de la Gran Armada debido a su incondicional apoyo a los holandeses liderados por Guillermo y Mauricio de Nassau. Lentamente Inglaterra iba manifestando su apogeo en los mares, gracias a la labor de los corsarios Drake y Hawkins, enfrentándose abiertamente con España. Este auge internacional se acompaña de la creciente popularidad de la soberana entre los miembros de la aristocracia y del estado llano, a pesar de la subida generalizada de los precios. La prosperidad económica del reinado de Isabel I fue general, aunque serán la nobleza y la burguesía mercantil las más beneficiadas gracias a los monopolios y concesiones otorgados por la Monarquía. Junto al desarrollo económico debemos advertir la prosperidad cultural del momento cuyo máximo representante será William Shakespeare, recogiendo en sus escritos la sociedad de la época.