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acepcion
Lengua semítica que se comenzó a utilizar en Mesopotamia desde el III milenio a.C. De ésta se derivaron los dialectos asirio y babilónico.
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contexto
El relato de los autores antiguos es ingenuo por más que tenga un trasfondo real: nos presentan a unos pretorianos, cómplices del asesinato de Calígula, quienes mientras recorrían el palacio se encontraron a Claudio atemorizado, oculto tras unas cortinas; lo reconocieron y lo condujeron al pretorio donde lo proclamaron emperador para, acto seguido, con la presión de las armas conseguir del Senado el reconocimiento de tal decisión y la concesión de los títulos imperiales a Claudio. Sin duda, el asesinato de Calígula fue el resultado de la decisión de un amplio grupo de conjurados, entre los que estaban implicados los pretorianos; en el programa de los conjurados se habría incluido a Claudio como sustituto. Sin ser imposible, resulta muy aventurado sostener, como se ha hecho, que el propio Claudio formara parte de la conjura. En todo caso, la forma de sucesión revela que nadie intentó volver a la República ni dudó sobre la continuidad del gobierno en manos de una persona vinculada familiarmente a Germánico y a los emperadores anteriores. La práctica de gobierno instaurada por Augusto había resaltado la solidez del sistema burocrático, cuyo dinamismo interno tenía tanta fuerza que no exigía que a su frente estuviera una persona dotada de gran experiencia de gobierno ni de dotes carismáticas. Se había comprobado que ni las extravagancias de Calígula habían introducido cambios sustanciales en el sistema. Pero, a su vez, el grupo militar de elite de los pretorianos reclutados en Italia había hecho una segunda demostración de fuerza: pretorianos y Senado se habían convertido por propia iniciativa en los electores de los nuevos emperadores y en los portadores del consenso del Imperio sobre la obra política de cada emperador. La elección de Claudio vino acompañada de la promesa de una paga extraordinaria, donativum, de 15.000 sestercios para cada soldado pretoriano y de una cantidad equivalente para los miembros de las cohortes urbanas. A pesar de esos condicionantes, el nuevo emperador elegido gozaba aún de un amplio margen de decisión. Así, Claudio impidió que fuera condenado el recuerdo de Calígula y aplicó penas capitales a los responsables directos de la muerte de éste. Las primeras decisiones de Claudio iban dirigidas a restableces las buenas relaciones con el Senado: amnistió a todos los perseguidos políticos, permitió volver a los desterrados, contó con él para la toma de decisiones políticas y renovó las reglas de Augusto para conseguir una estrecha colaboración con la Cámara. Ahora bien, la buena disposición ante los senadores iba acompañada del lastre de sus dependencias familiares y también de su particular política administrativa. Cuando Claudio llegó al gobierno, ya estaba casado en terceras nupcias con Mesalina, mujer que mantenía otros amores exhibidos públicamente; su cuarta mujer, Agripina, sobrina suya, manifestó una enorme capacidad de intriga. Los juegos personales y políticos de sus mujeres, aliadas con libertos de su confianza, hicieron de la corte de Claudio un entramado de intrigas políticas antes desconocido, como consecuencia de las cuales sufrieron severas condenas algunos senadores que se interpusieron a las mismas. Pero las innovaciones de Claudio en la gestión administrativa condujeron a un distanciamiento mayor de los senadores. Augusto ya se había servicio de sus libertos para cargos menores de la administración. Bajo Claudio, los libertos ocuparon todos los cargos de mayor responsabilidad en las oficinas centrales de Roma. Por otra parte, la inclusión de provinciales en el Senado no fue del agrado de muchos senadores. Según nos consta por la tabula Lugdunensis, el propio emperador tuvo que defender la necesidad de incorporar a personajes distinguidos de las Galias en el Senado romano. Con tales medidas, Italia perdía el privilegio de ser la cantera de los responsables del Imperio; y en tal sentido se expresa también Tácito (Ann., XI,24) al reflejar el discurso de Claudio en defensa de los notables de la Galia Comata.
obra
En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1936 Ponce de León presenta su obra más conocida: Autorretrato (Accidente), en parte premonitorio de su inmediato futuro ya que el 20 de septiembre de 1936 era detenido en la puerta de su domicilio y trasladado a la "checa de Fomento" donde sería asesinado, siendo su cadáver encontrado en una cuneta de Vicálvaro .Respecto a esta obra, Luis García de Carpi alude a su fluctuación "entre el realismo mágico y el surrealismo", vinculándose con el grupo alemán Nueva Objetividad, buscando la vuelta al objeto de una forma renovadora, huyendo de la explosión del color y del dinamismo futurista.
contexto
En 1931, un oficial japonés fue hecho prisionero por soldados chinos en Manchuria, y ejecutado sumariamente como espía; después, mientras se realizaron conversaciones, una bomba puesta por los chinos destrozó la vía del ferrocarril surmanchuriano, de propiedad japonesa. Fue la oportunidad esperada por los militares, que tenían preparado el dispositivo de invasión desde tiempo atrás. Ocuparon rápidamente Mukden, Changchun, Yingkov y Liaoyang con las tropas que custodiaban la línea férrea, desarmaron a las guarniciones chinas y, en pocos meses, tomaron toda Manchuria. En 1911, la revolución china había derrocado al emperador niño Pu-Yi, que fue recogido y amparado por los japoneses en espera de utilizarlo. En 1927 ya decía la prensa nipona: "Manchuria no es territorio chino. Esa zona pertenecía en épocas antiguas a los manchúes y no a los chinos". Tokio se presentaba como defensor de los dos millones de coreanos que vivían en Manchuria "tiranizados" por los chinos, aunque lo cierto era que muchos habían abandonado Corea para escapar de los japoneses. Manchuria fue organizada como Estado independiente, Manchukuo, y Pu-yi, entronizado emperador según el antiguo rito manchú, con el nombre de Kang-te. La eminencia gris del régimen era el conde Uchida, presidente del ferrocarril surmanchuriano, pero los militares impusieron su protectorado y explotaron el nuevo Estado en beneficio del Ejército, a pesar de las protestas de los civiles en Tokio. Manchukuo no fue reconocido por la Sociedad de Naciones, que los japoneses abandonaron en 1933. Después de Manchuria, ocuparon Mongolia interior y unieron los dos países y Corea con el nombre de Man-Mong, mientras los países colonialistas, agitados por la crisis económica, se desentendían de los asuntos asiáticos. En 1934, Japón anunció que su Marina de guerra no se ajustaría a las limitaciones del Tratado de Washington. Otro incidente, en 1937, fue el pretexto para invadir China y ocupar Pekín, Nankín y buena parte de la costa. El Gobierno chino de Chiang Kai-Chek se retiró a Chungking y organizó la resistencia dificultosamente, porque carecía de un ejército eficaz, aunque recibió algunas ayudas de Inglaterra, a través de Birmania; de Francia, por Indochina, y de la URSS, por el Turquestán.
contexto
Aunque cada caso tuvo su particularidad hay que señalar que las escritoras, valiéndose de las nuevas formas de proyección del trabajo literario de la modernidad -la prensa escrita, por ejemplo-, llegaron a establecerse en el mercado literario, con ambición intelectual y necesidad de expresarse. La producción de la cultura escrita femenina fue mucho más intensa, variada y cercana a la experiencia cultural de otros países occidentales de lo que se suele pensar, por lo menos a principios de la Edad Moderna, aunque luego las revoluciones liberales tuvieron una más rápida repercusión en la Europa transpirenaica. Aún así, el siglo XVIII fue un momento propicio para las mujeres de letras, que paulatinamente fueron conquistando parcelas de la prensa escrita, viendo crecer su influencia y la de sus ensayos. Gráfico A la luz de los estudios más recientes, es posible trazar un retrato colectivo de las escritoras, en el que se advierten, junto a las notables diferencias individuales y sociales entre ellas, algunos rasgos comunes, pero faltan por conocer datos tan básicos como el número y naturaleza de la mayoría de los escritos femeninos publicados en el siglo XVIII. En cualquier caso, no es sorprendente, dados los modestos parámetros del mercado editorial y las graves carencias de la educación femenina en España, que la comparación con otros países europeos, en particular en los casos de Inglaterra y Francia, resulte poco halagüeña, tanto en el número de escritoras como en volumen e importancia de su producción escrita y su posterior difusión.