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obra
La obra de Gordillo, según palabras de Aurora García, se encuentra en la encrucijada de la imaginación formal y la imaginación material, es decir, allí donde lo que surge del subconsciente y del cúmulo de la experiencia aspira a plasmarse en un mundo figurado cuya realización parece no contar nunca con perfiles definitivos, sino que, a su vez, tiende a disolverse en el magma del mundo. Su trabajo, de una contundencia extrema, participa de los distintos soportes, tanto papel, como collage o lienzos.
termino
Gu
acepcion
En época neosumeria, inspector de bueyes.
Personaje Pintor
Es el primer pintor chino del que se conoce su nombre y su producción. En su obra destaca tanto el carácter narrativo de sus composiciones, como el predominio de la línea. Dentro de su producción es posible citar escenas como "Consejos a las damas de la corte" y "La ninfa del río Luo", conocidas gracias a las copias que se conservan de tiempos de la dinastía Tang y Jin.
Personaje Militar Político
Durante el primer viaje de Colón, contactó con el cacique Guacanagarí a su llegada a La Española, encomendándole la protección del fuerte Navidad. Al regreso de Colón a España, el fuerte es destruido por la el ataque indígena dirigido por Caonabó. Vuelto Colón, recibe nuevamente obediencia de Guacanagarí, colaborando en el sometimiento de los indígenas sublevados. Posteriormente, él mismo se alza contra los españoles y se refugia en las sierras, donde fallece.
Personaje
La existencia de Guacolda solamente consta por La Araucana de Alonso de Ercilla, poema épico de la Guerra de Arauco. Por eso es probable que sea un personaje creado por el poeta para ejemplificar las características de la mujer mapuche. Profundamente enamorada de Lautaro, sentimiento que era correspondido, le habría acompañado en sus últimos momentos antes de ser derrotado por Francisco de Villagrá. Según la tradición, éste, vencedor tras la muerte de Lautaro la llevó consigo; la mujer habría muerto de pena al poco tiempo. En la sociedad mapuche, las mujeres trabajaban en el campo. Antes de formalizarse alguna unión matrimonial, el novio debía recompensar a su futuro suegro con algunos animales. La vida de las mujeres mapuches transcurría entre la crianza de los hijos y las labores económicas; formaba parte de un grupo de varias esposas, que vivían en la misma ruca o vivienda mapuche, junto a sus hijos.
contexto
Ciudad de origen ibérico, en tiempos de los romanos adquirió importancia por estar situada en la calzada que unía Emerita Augusta con Caesaraugusta. Entonces era llamada Arriaca. Durante la etapa musulmana de la Península Ibérica pasó a depender el reino de Toledo, con el nombre de Wad-al-Hayara -Río de piedras-. En 1081, durante el reinado de Alfonso VI, fue conquistada por Alvar Fáñez, lugarteniente del Cid. De este periodo aun quedan restos arquitectónicos, como los torreones del Alamín o el de Alvar Fañez de Minaya. Después de ser conquistada por los cristianos del reino de Castilla, la ciudad pasó a ser de realengo, siéndole otorgados fueros en 1133 por Alfonso VII, en 1219 por Fernando III El Santo y en 1260 por el hijo de éste, Alfonso X El Sabio. Mediante este último fuero, se otorga que todos los habitantes de la ciudad sean caballeros. También Guadalajara tiene el privilegio de ser representada en las Cortes de Castilla, que se reúnen aquí en dos ocasiones: 1.390 y 1.408. Estos privilegios reales se completaron durante el reinado de Enrique IV, quien le concedió el título de Muy Leal y Noble. Pero la historia de Guadalajara está ligada íntimamente a la del linaje de los Mendoza, verdaderos señores de la ciudad. Aunque villa de realengo, es decir, de propiedad real, Juan II le ofrece el señorío de la ciudad a Iñigo López de Mendoza, primer Marqués de Santillana, con lo que inaugura el dominio de este linaje sobre esta población. Los Mendoza ejercieron de auténtico mecenas artísticos, introduciendo el Renacimiento y logrando dar a la ciudad un gran esplendor, hasta su marcha en el siglo XVII. Una de las joyas de Guadalajara será el Palacio de los Duques del Infantado, construido entre 1480 y 1483 por Juan Guas. También a este período pertenecen el palacio de don Antonio de Mendoza, la capilla de la Piedad, obra de Covarrubias, o la de Luis de Lucena, con un interesante mudéjar, así como las iglesias de San Ginés o Los Remedios. Durante el reinado de Carlos I la ciudad se ve envuelta en la rebelión de los Comuneros, siendo aplastada la protesta por el tercer duque del Infantado. Durante la Guerra de Sucesión española, que enfrenta a los partidarios del primer borbón, Felipe V, con los del pretendiente al trono, el archiduque Carlos, Guadalajara será saqueada en dos ocasiones por las tropas de éste, en 1706 y 1710. Lo mismo ocurrirá un siglo después, cuando será asaltada por las tropas de Napoleón establecidas en España. La Guadalajara de la Edad Moderna es una población pequeña y, en cierto sentido, deprimida. La marcha a Madrid de los Mendoza deja la ciudad desvalida, apartada de los centros de poder y con apenas 2.000 habitantes. La situación comienza a mejorar cuando, en 1719, se instala allí la Real Fábrica de Paños, y la ciudad experimenta un nuevo impulso con la llegada del ferrocarril, en 1859, y la instalación de la Academia Militar de Ingenieros, llegando por esas fechas a duplicar su población al pasar de 6.000 a 12.000 habitantes. La Guadalajara contemporánea está marcada por su situación geográfica, entre Madrid y Barcelona, viéndose beneficiada especialmente por su cercanía a la primera, que aporta población recursos. Durante la Guerra Civil nuevamente Guadalajara es golpeada con saña, aunque, pasada esta, comienza a experimentar un lento pero constante incremento poblacional y económico, que afecta en mucha mayor medida a la ciudad que a la provincia. De su largo pasado histórico quedan monumentos como, aparte de los citados, la concatedral de Santa María, de estilo mudéjar, las iglesias de Santiago y San Francisco, con cripta panteón de la casa del Infantado, y la barroca de San Nicolás.
lugar
Ciudad de origen ibérico, en tiempos de los romanos adquirió importancia por estar situada en la calzada que unía Emerita Augusta con Caesaraugusta. Entonces era llamada Arriaca. Durante la etapa musulmana de la Península Ibérica pasó a depender el reino de Toledo, con el nombre de Wad-al-Hayara -Río de piedras-. En 1081, durante el reinado de Alfonso VI, fue conquistada por Alvar Fáñez, lugarteniente del Cid. De este periodo aun quedan restos arquitectónicos, como los torreones del Alamín o el de Alvar Fañez de Minaya. Después de ser conquistada por los cristianos del reino de Castilla, la ciudad pasó a ser de realengo, siéndole otorgados fueros en 1133 por Alfonso VII, en 1219 por Fernando III El Santo y en 1260 por el hijo de éste, Alfonso X El Sabio. Mediante este último fuero, se otorga que todos los habitantes de la ciudad sean caballeros. También Guadalajara tiene el privilegio de ser representada en las Cortes de Castilla, que se reúnen aquí en dos ocasiones: 1.390 y 1.408. Estos privilegios reales se completaron durante el reinado de Enrique IV, quien le concedió el título de Muy Leal y Noble. Pero la historia de Guadalajara está ligada íntimamente a la del linaje de los Mendoza, verdaderos señores de la ciudad. Aunque villa de realengo, es decir, de propiedad real, Juan II le ofrece el señorío de la ciudad a Iñigo López de Mendoza, primer Marqués de Santillana, con lo que inaugura el dominio de este linaje sobre esta población. Los Mendoza ejercieron de auténtico mecenas artísticos, introduciendo el Renacimiento y logrando dar a la ciudad un gran esplendor, hasta su marcha en el siglo XVII. Una de las joyas de Guadalajara será el Palacio de los Duques del Infantado, construido entre 1480 y 1483 por Juan Guas. También a este período pertenecen el palacio de don Antonio de Mendoza, la capilla de la Piedad, obra de Covarrubias, o la de Luis de Lucena, con un interesante mudéjar, así como las iglesias de San Ginés o Los Remedios. Durante el reinado de Carlos I la ciudad se ve envuelta en la rebelión de los Comuneros, siendo aplastada la protesta por el tercer duque del Infantado. Durante la Guerra de Sucesión española, que enfrenta a los partidarios del primer borbón, Felipe V, con los del pretendiente al trono, el archiduque Carlos, Guadalajara será saqueada en dos ocasiones por las tropas de éste, en 1706 y 1710. Lo mismo ocurrirá un siglo después, cuando será asaltada por las tropas de Napoleón establecidas en España. La Guadalajara de la Edad Moderna es una población pequeña y, en cierto sentido, deprimida. La marcha a Madrid de los Mendoza deja la ciudad desvalida, apartada de los centros de poder y con apenas 2.000 habitantes. La situación comienza a mejorar cuando, en 1719, se instala allí la Real Fábrica de Paños, y la ciudad experimenta un nuevo impulso con la llegada del ferrocarril, en 1859, y la instalación de la Academia Militar de Ingenieros, llegando por esas fechas a duplicar su población al pasar de 6.000 a 12.000 habitantes. La Guadalajara contemporánea está marcada por su situación geográfica, entre Madrid y Barcelona, viéndose beneficiada especialmente por su cercanía a la primera, que aporta población recursos. Durante la Guerra Civil nuevamente Guadalajara es golpeada con saña, aunque, pasada esta, comienza a experimentar un lento pero constante incremento poblacional y económico, que afecta en mucha mayor medida a la ciudad que a la provincia. De su largo pasado histórico quedan monumentos como, aparte de los citados, la concatedral de Santa María, de estilo mudéjar, las iglesias de Santiago y San Francisco, con cripta panteón de la casa del Infantado, y la barroca de San Nicolás.
contexto
"Lamento haber llevado a la muerte a tantos soldados y tan inútilmente para el resultado obtenido. No debemos subestimar la potencia del fuego. Cuando disponen de ella, las tropas son activas y valientes; pero decaen cuando no la tienen. El espíritu existe eternamente. Tengo sueño debido al cansancio de los últimos días. Sin darle importancia entregaré hoy la vida que se me dio provisionalmente". El coronel japonés de la 2.? D. I. Sendai plegó cuidadosamente el papel. En la noche de Guadalcanal, plagada de mosquitos de mortal picadura, aún sonaban disparos dispersos. De vez en cuando se oía la llamada de un silbato y, casi matemáticamente, seguía un tiro. Imposible saber si el soldado japonés había sorprendido al norteamericano o si éste le había localizado en lo alto de una palmera, abatiéndole como aun pájaro. A esas horas de la noche estaría a punto de llegar el expreso de Tokio, que descargaría en las playas más carne de cañón o, quizá, se estaría preparando una batalla naval más, que aumentaría el increíble cementerio de chatarra acumulado bajo aquellas aguas... El coronel, parsimoniosamente, siguió realizando la ceremonia previa, al harakiri. Finalmente, tomó un puñal y se abrió el vientre de izquierda a derecha, casi sin un gesto de dolor, mientras hacía votos por la gloria eterna del Japón, que en aquellos momentos comenzaba a saborear la amargura de la derrota. Para los japoneses, al principio de la tragedia, Gadarukanaru (así deformaban en su lengua el claro nombre español de Guadalcanal) era sólo el punto más extremo alcanzado hacia el sudoeste por la expansión militar en el Pacífico, el lugar más alejado a que había llegado en esa dirección el célebre Golpe de Sable hacia el Sur de los teóricos militares del Imperio (11). Guadalcanal iba a ser también -y quizá algunos militares japoneses lo presintieron ya entonces más o menos confusamente- la primera punta de la que tiraría MacArthur para desenmarañar el complejo ovillo de la expansión japonesa. La isla de Guadalcanal, 6.500 kilómetros cuadrados, aunque plenamente en los mares del sur, no tenía nada de paraíso de ensueño. En su jungla húmeda y pegajosa parecían haberse concentrado todos los horrores que el trópico sucio puede ofrecer. La isla, empapada en un ardiente y sofocante hedor de podredumbre, estaba infectada de arañas y escorpiones venenosos, avispas enormes, hormigas, mosquitos transmisores de paludismo, numerosas especies de lagartos, ciempiés, ratas, moscas -todas las del Pacífico, según los soldados norteamericanos-, cocodrilos gigantescos y agresivos y, como decían los japoneses, el espacio que podía quedar libre de tan molesto o peligroso enemigo lo ocupaban las sanguijuelas, especialmente feroces y empecinadas en ese perdido lugar. La desesperante lluvia, torrencial y casi continua, convertía la isla en una asfixiante jungla inundada y malsana, plena de barrizales intransitables propios del fin del mundo (12). Y era, también, una tierra triste, ya atormentada desde antiguo por la naturaleza, como lo atestiguaba la alta cadena de volcanes extinguidos que constituía su espinazo. El valor estratégico de Guadalcanal, considerado en sí mismo, parecía bastante discutible. En realidad las ambiciones japonesas se habían orientado o más al norte (hacia Midway y Hawai) o más al sur (hacia Australia, cuya conquista o por lo menos, amenaza de conquista, era en ese momento comienzos del verano de 1942, el proyecto lejano y principal del Estado Mayor de Tokio). Con vistas a este proyecto, que pasaba inicialmente por la conclusión de la conquista de Nueva Guinea, Japón comenzó a construir en Guadalcanal un gran aeropuerto, que hubiera dificultado mucho las comunicaciones norteamericanas con Australia. La alarma en el bando aliado estaba plenamente justificada y rápidamente se tomó la resolución de atacar la isla, con una operación de gran estilo que, en parte, iba a retrasar -con gran disgusto de Churchill y Stalin- el asalto anglo-norteamericano a la Europa continental. Esta operación tenía para Washington el aliciente militar de constituir la isla un saliente en el dispositivo defensivo japonés. Esto es: podía ser objeto de ataques concéntricos de los que Guadalcanal sólo podía ser defendida y pertrechada por un difícil pasillo marítimo que partía de la gran base japonesa de Rabaul, en las islas Bismarck. Por otro lado, la operación significaba para el mando aliado asestar un golpe en el dispositivo japonés, amenazando su flanco izquierdo que, lentamente, seguía ganando terreno en Nueva Guinea y, adicionalmente, si la operación terminaba con éxito, se lograría la primera victoria terrestre contra el Japón, abandonando la lucha a la defensiva que ya duraba nueve meses.