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La técnica de figuras negras se deriva de la corriente miniaturista de la cerámica corintia, aunque sea en el Ática donde adquiere esplendor. Su influjo se reconoce claramente en torno al año 560. En primer lugar se preparaba la superficie del vaso, cuya tonalidad anaranjada cobraba fuerza. Luego se trazaban los contornos de las figuras y una vez definidas y delimitadas, se aplicaba en el interior una especie de barniz parduzco-negro, de modo que se obtenían siluetas. Por último, la bicromía era enriquecida con detalles incisos y con leves toques de color blanco. En esta vasija se representa a Dionisos con dos ménades.
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La tumba 98 de la necrópolis púnica de Villaricos (Almería), una fosa simple con una inhumación, tenía como ajuar funerario un huevo de avestruz, junto a la cabeza del difunto, y un ánfora del siglo III a.C., a los pies. Ese tipo de ánfora fue especialmente fabricado para contener las salazones del atún capturado en la zona del Estrecho y su presencia en una tumba púnica supone el depósito de una ofrenda para el desarrollo de la vida del difunto en el más allá.
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El ánfora fue el contenedor más utilizado para el transporte marítimo de mercancías, el predominante en un imperio que basó su unidad precisamente en el dominio del mar. Su forma está especialmente diseñada para la estiba en las bodegas de los barcos, encajándose unas entre las otras hasta formar varios pisos de altura. Su capacidad fue aumentando a lo largo de los siglos, llegando a contener algunas de ellas hasta cien litros. Los alfares estaban situados en los centros de producción de alimentos, tales como cereales, vino, aceite y salazones de pescado, mercancías que se transportaban en ánforas. Pieza conservada en el Museo Arqueológico Nacional.
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Una categoría especial y particular de vasijas de figuras negras son las llamadas ánforas panatenaicas, que eran ofrecidas como premio, llenas de aceite de los olivos sagrados del Ática, a los vencedores en los Juegos Panatenaicos que se celebraban en Atenas cada cuatro años. La técnica de figuras negras se deriva de la corriente miniaturista de la cerámica corintia, aunque sea en el Atica donde adquiere esplendor. Su influjo se reconoce claramente en torno al año 560. En primer lugar se preparaba la superficie del vaso, cuya tonalidad anaranjada cobraba fuerza. Luego se trazaban los contornos de las figuras y una vez definidas y delimitadas, se aplicaba en el interior una especie de barniz parduzco-negro, de modo que se obtenían siluetas. Por último, la bicromía era enriquecida con detalles incisos y con leves toques de color blanco.