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termino
acepcion
Tribu guerrera del Atlas, que fundó un vasto imperio en el occidente de Africa y llegó a dominar toda la España árabe desde 1093 hasta 1148.
contexto
El Islam de Occidente vivió un tiempo histórico relativamente homogéneo entre el triunfo de los almoravides y la extinción de los almohades, desde el ultimo tercio del siglo XI hasta el último del XIII, no obstante las diferencias profundas que separaron a ambos movimientos religioso-políticos. A pesar de sus victorias frente a Alfonso VI de León y Castilla, Yusuf ibn Tasfin no pudo recuperar Toledo, aunque sí unificar paulatinamente al-Andalus bajo su dominio, deponiendo a los diversos reyes taifas. El apogeo almoravide se alcanzo en época de Ali ibn Yusuf (1107-1124), aunque no consiguió evitar la conquista de Zaragoza por Alfonso I de Aragón, ni la consolidación cristiana en Toledo, asediada por ultima vez en 1139, ni una primera revuelta en Córdoba, en 1120, que anunciaba el descontento de muchos andalusíes ante los nuevos dueños del país. Con todo, la amenaza mayor provenía del Magreb, donde el mahdí Ibn Tumart difundía desde 1124 un nuevo movimiento religioso, el de los almohades o al-Muwahhidun (Confesores del Uno), cuyas consecuencias políticas no tardarían en dejarse sentir. El Imperio almoravide se fundamentó a la vez en factores militares y religiosos. Su ejército incorporó novedades de armamento y táctica en las batallas, y añadió al núcleo sahariano originario, tropas de Marruecos y mercenarios turcos, y algunos cristianos, pero las guarniciones nunca se mezclaron con la población local y, sobre todo en al-Andalus, los almoravides mantuvieron su superioridad, aunque utilizaban andalusíes en la administración, incluso en el Magreb. El prestigio religioso procedía de su afán de retorno a la pureza primitiva del Islam: los emires se rodean de un consejo de faquíes que llevan a cabo un esfuerzo de reforma moral y de mejora en la práctica jurídica; tras la conquista de al-Andalus, justificada con dictámenes o fatwa de sabios como Gazali, Yusuf ibn Tasfin tomó un titulo nuevo, no califal, el de Amir al-Muslimin, que expresaba el deseo de reforzar los lazos de la umma y el deseo de inspirarse en las prácticas gubernamentales malikíes del califato de Bagdad, tal como aparecían sintetizadas en la obra de Mawardi. No obstante, las buenas intenciones de los almoravides tropezaron también con el escollo fiscal. Una vez concluidas las conquistas, el producto del zakat, del quinto del botín y del jaray y la yizya no bastaron. A Ali ibn Yusuf se debe la creación, que perduraría, de una sisa o derecho de mercado (qabalat) muy rentable debido a la potenciación del comercio en al-Andalus y el Magreb gracias a la unión política y al dominio de las rutas saharianas. El tráfico de cereales, aceite, cuero, oro del Sudan, cobre, hierro y madera atrajo la atención de las repúblicas mercantiles italianas -Pisa, Génova, Venecia- desde mediados del siglo XII, y de Cataluña algo después, y comenzaron a tejerse unos lazos mercantiles característicos del Mediterráneo occidental durante varios siglos. El movimiento almohade tuvo una fuerza doctrinal mucho mayor. Ibn Tumart había conocido a Gazali, "ideólogo del estado selyucida" (Laroui), y recibió su influencia, así como la de Ibn Hazm de Córdoba y la de algunas ramas esotéricas del si´ismo, del que toma la figura del mahdí, útil para agrupar voluntades en torno a una teología rica en matices pues incorpora incluso algunos de raíz mu'tazilí en orden a la "elaboración racional de una definición de Dios y de sus atributos, uso del razonamiento silogístico y de la interpretación alegórica del Corán" (Laroui), pero que es, además, compatible con expresiones piadosas de tipo sufí capaces de movilizar la religiosidad colectiva y de dar mayor profundidad a la fe islámica. Los comienzos almohades fueron modestos, e incluso conocieron la derrota en su refugio montañoso de Tinmall. El mahdí murió en 1130 y dos años después su sucesor, Abd al-Mu'min (m. 1163) tomaba el título si´i de Amir al-Mu´minin, para acentuar sus distancias con respecto a los almoravides, y comenzaba una cadena de conquistas y adhesiones políticas: el Este de Marruecos hasta 1139, luego, Tremecén (1144), Fez (1145), Marrakech (1146), el Magreb central (Bugía, 1152) y, en fin, Túnez e Ifriqiya en 1159, desplazando a los poderes locales ziríes e hilalíes. Había conseguido dominar todo el Magreb excepto sus bordes saharianos sureños, que fueron el punto de partida de los almoravides, y, desde 1151, recibía peticiones para intervenir en al-Andalus, donde habían resurgido diversos reinos de taifas, pero fue su sucesor Abu Ya'qub Yusuf (1163-1184) quien intervino en la península desde 1171, unificó el territorio musulmán, fijó su capitalidad en Sevilla e inició una época de reconstrucción interior y de difícil equilibrio militar que tuvo sus momentos culminantes en la victoria de Alarcos sobre Alfonso VIII de Castilla (1195), obtenida por Abu Yusuf Ya'qub (1184-1199) y en la tremenda derrota de Las Navas de Tolosa o al-Uqab (1212), padecida por Muhammad al-Nasir (1199-1213) frente al rey castellano y sus aliados, tremenda porque el sultán había movilizado unas 600.000 personas, procedentes en su mayoría del Magreb. Después de sus primeros tiempos como "democracia teocrática", el movimiento almohade había pasado a sustentar una monarquía hereditaria que chocaba con frecuentes revueltas internas -siete principales entre 1147 y 1213- y también con resistencias exteriores como las de los almoravides Ibn Ghaniya, dueños de Baleares e incluso de Túnez en 1203, hasta que al-Nasir recuperó Ifriqiya y conquistó las Baleares en 1206-1207. En 1195, por ejemplo, Ya'qub había tenido que regresar al Magreb para hacer frente a una crisis interna y perdió la oportunidad de aprovechar las posibilidades abiertas por la victoria de Alarcos. Pero los sultanes almohades consiguieron ejercer un poder estable y bien organizado gracias a la adopción de modelos políticos árabes y a la integración en ellos de andalusíes y, sobre todo, de beréberes, mientras que se producía un proceso de islamización en el Magreb de intensidad desconocida hasta entonces. Los restos arquitectónicos de la época almohade en Tremecén, Marrakech, Fez, Rabat o Sevilla, son testimonio tanto de una potencia política y militar como de una época en la que aumentó mucho el influjo cultural andalusí en el Magreb. A los motivos, ya expuestos, que permiten comprender mejor el porque del poder almohade, añadamos ahora otros dos: sus medios financieros y militares. La fiscalidad de los sultanes potenció los medios tradicionales, reorganizó el jaray, considerando propiedad del sultán incluso las viviendas en algunas ciudades, como Túnez, y continuó con la practica de los impuestos sobre el comercio interior, además de regular las aduanas en los tráficos exteriores dominados cada vez más por los mercaderes genoveses a través de tratados comerciales. Expresión de la estabilidad fue la moneda de oro, la dobla o dinar Yusufí, acuñada por el segundo sultán, que sería imitada en la España cristiana, y el característico dirhem de plata cuadrado. Los almohades dispusieron todavía de una marina potente: para la proyectada expedición a al-Andalus en 1163 se reunieron unos 400 barcos. Y de un ejercito heterogéneo de árabes, beréberes y mercenarios en el que predominaba la caballería. Aquel imperio se disgregó entre 1223 y 1269, y ninguno de los poderes que le sucedieron en el Magreb pudo alcanzar ni sus dimensiones ni su importancia política. Cuando murió Yusuf al-Muntasir (1213-1223), estallaron rivalidades en el seno de la familia reinante, y los sultanes renunciaron a sus apoyos tradicionales para fiarse cada vez más de mercenarios hilalíes, meriníes y cristianos de Castilla. En Ifriqiya, donde continuó hasta 1233 la revuelta del último de los almoravides Ibn Ghaniya, su vencedor, Abu Zakariya, estableció su propia dinastía, la de los hafsíes, y proclamó la plena independencia desde 1236. En al-Andalus no se reconoció al nuevo sultán en 1223, el poder almohade desapareció desde 1230, y se desencadenó un complejo proceso de disgregación interna acelerado por las decisivas conquistas cristianas (Córdoba, 1236, Valencia, 1238, Sevilla, 1248) que produjeron, como efecto secundario y residual, el nacimiento del emirato nasrí en Granada. En el Magreb central se instaló la nueva dinastía de los Zayyaníes o Abdalwadíes, en Tremecén, libre de cualquier obediencia a los almohades desde 1248. Y en el oeste, la ruina de su poder benefició a los meriníes, que tomaron la capital almohade, Marrakech, en 1269, y se proclamaron sus sucesores legítimos. El gran imperio había desaparecido pero "nada muestra mejor la importancia de la epopeya almohade que la fascinación que ejerció sobre los soberanos magrebíes posteriores. Todos quisieron recoger y hacer que fructificara su herencia..." Con los almohades, probablemente, el Magreb incorporó "un modelo de estado, una cultura y una fe que le permitieron desde entonces permanecer reconociéndose en una tradición" (Laroui).
termino
acepcion
Persona que se encargaba oficialmente de contrastar las pesas y medidas.
obra
Los temas orientales serán fundamentales en la producción de Fortuny, mostrando siempre aspectos cotidianos de la vida marroquí como este almuédano llamando a la oración o el Marroquí ahogado en la playa. En ambas escenas ocupan un papel primordial la luz y las tonalidades azules y blancas, produciendo un atractivo contraste. El color ha sido aplicado de manera rápida y contundente, olvidando la minuciosidad de otras escenas como el Coleccionista de grabados ya que el pintor se interesa por captar el ambiente, incluyendo tipos anecdóticos elaborados con rápidos y firmes trazos.
termino
acepcion
En la religión musulmana, persona que llama a los fieles a la oración desde el minarete. Cuenta la leyenda que el primer almuédano fue un negro llamado Bilal.
obra
Renoir será un especialista en escenas de la vida cotidiana. De sus pinceles salieron estampas tan impactantes como Le Moulin de la Galette, Los paraguas, Después del almuerzo o esta composición que contemplamos, protagonizada por remeros. Para la figura de la izquierda posó monsieur de Lauradour. Algunos especialistas consideran esta composición como una réplica no muy feliz del Almuerzo de remeros, mientras que otros piensan que estamos ante un claro antecedente. Independientemente de este debate, nos encontramos ante una escena cargada de cotidianeidad al mostrarnos a los remeros después del almuerzo, acompañados por una joven de espaldas, cuyo vestido negro-azulado contrasta con los blancos de los manteles o de la indumentaria de los hombres. Al fondo podemos observar a una mujer remando en el río, quedando esa zona fuertemente iluminada, de manera que la luz se come los colores y las formas, acercándose así a la abstracción. Las sombras coloreadas que bañan el primer plano son habituales de la pintura impresionista, al igual que la pincelada rápida y empastada, la renuncia al detallismo o la sensación atmosférica que se crea en las escenas. La composición se organiza a través de una acentuada diagonal en profundidad formada por la mesa, siguiendo los esquemas de Rubens, el gran maestro barroco que será profundamente admirado por Renoir. La pérdida de forma en beneficio del color será el detonante que provocará la crisis del impresionismo y la inmediata reacción de algunos artistas como Cézanne o el propio Renoir, recurriendo éste a las figuras desnudas para retomar el volumen.