En la década de 1780 Juan de Villanueva estuvo empleado en diversos edificios de Madrid, trabajando en los diseños de la reforma del Convento de San Francisco, reforma que no se llevó a cabo. En los dibujos de la fachada principal encontramos las líneas clasicistas tan del gusto del arquitecto, disponiendo los volúmenes del edificio en altura, resaltando las líneas rectas en contraste con el movimiento del Barroco.
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La gran cúpula sobre el crucero define la sección del proyecto de reforma del madrileño Convento de San Francisco, reforma no ejecutada por Villanueva.
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El edificio presenta una sola nave rectangular cubierta con techumbre de madera apeada sobre arcos transversales y reforzada por grandes contrafuertes.
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El interior de la iglesia sí responde al planteamiento del arquitecto, dominando el juego volumétrico de los placados de piedra, el vuelo de las cornisas o la presencia de puertas y marcos de retablos decorados con estos mismos motivos.
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En el camino que conduce a Horta, a tres kilómetros de Corullón, se encuentran los restos de este monasterio franciscano que tiene su origen en una ermita dedicada a la Virgen existente en el lugar. En 1441 don Pedro de Osorio, señor de la zona, obtuvo una bula papal que le permitió fundar el monasterio para religiosos observantes dedicado a Nuestra Señora de Cabeza de Alba. En la actualidad es propiedad particular.
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San Francisco de Lima, en la capital peruana, es un conjunto colonial de gran renombre. Posee tres bloques principales, la iglesia, el convento y las catacumbas. Estas catacumbas constituyen un tremendo foco de atracción turística, porque se conservan allí los restos de nada menos que 70.000 personas. Aparte de las importantes obras de arte que adornan las paredes de la iglesia y el convento, el conjunto de San Francisco posee una interesante biblioteca con miles de manuscritos e incunables, casi todos de la época de la conquista española y la ocupación colonial. El valor de sus fondos hizo que se creara en los últimos años un Museo de Arte Religioso en su interior, poco conocido, pero con lienzos de Zurbarán y otros artistas barrocos españoles que eran importados a las Américas.
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En Navarra el impulso de la arquitectura mendicante se debe a la dinastía Champagne y en concreto a uno de sus más ilustres miembros, Teobaldo II, que financió muchos conventos de la zona, entre ellos éste de Sangüesa. El edificio, fundado en 1266, según avala una inscripción, presenta una sola nave rectangular cubierta can techumbre de madera apeada sobre arcos transversales y reforzada por grandes contrafuertes. La cabecera, de igual anchura que la nave, termina en testero recto. El modelo es el mismo que se observa en la vecina iglesia de Santo Domingo de Estella, obra fundada y financiada por el mismo monarca.
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Ubicado dentro del monasterio o convento de San Francisco, el interesantísimo Museo de Tierra Santa ofrece un recorrido por las diversas etapas históricas y culturales de Israel. Sus fondos, provenientes en su totalidad de Tierra Santa, acercan al visitante al pasado cultural de la ciudad de Jerusalén y su entorno, estableciendo un puente entre esta ciudad y Santiago, ambos centros principales de peregrinación de la Cristiandad. Cerámicas, vidrios, monedas, bronces, maquetas, etc. forman su colección, estando representados los principales pueblos que han tenido o tienen que ver con Jerusalén, desde el Paleolítico hasta la actualidad, incluyendo a romanos, bizantinos, árabes o turcos. Las diversas culturas y religiones presentes en la Jerusalén actual están también representadas, incidiendo en el carácter multicultural de la ciudad.
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El Convento de San Francisco está fechado en el siglo XIII. En la actualidad, alberga el Museo de Astorga. La leyenda narra cómo San Francisco de Asís (1182-1226), peregrino a Santiago de Compostela, hizo noche en la ciudad sin ser reconocido, salvo por el obispo de Astorga, quien le ofreció fundar un convento; poco después se inició su construcción (1272), en la que habitó la comunidad franciscana hasta la desamortización de Mendizábal en 1835. En 1883, el obispo de Astorga ofreció a los misioneros Redentoristas fundar una comunidad, lo que llevó a la restauración del antiguo Convento de San Francisco, pasando a ser un centro misionero. A principios del siglo XIX se le añadió al edificio una capilla, llamada de la Santa Vera Cruz, que en su interior exhibe notables esculturas relativas a la pasión de Cristo: atado a la columna, Cristo crucificado y, por último, yacente. En la actualidad, es una casa de enfermería de los Redentoristas ancianos, un Colegio-Seminario y un Museo.