Anteriormente vimos cómo la formulación del nuevo lenguaje pictórico se planteó más que por el redescubrimiento o recuperación del modelo de la Antigüedad por el desarrollo experimental de un nuevo sistema de representación perspectivo. Dado que la recuperación del modelo clásico de la Antigüedad no suministró un sistema y unos repertorios para imitar, era lógico que la experimentación en el campo de la representación permaneciese abierto. A lo largo del Quattrocento se aprecia el desarrollo de distintas investigaciones especializadas en torno a los diferentes problemas de la representación: el volumen y la luz en la pintura de Piero della Francesca, los problemas de la perspectiva y valor plástico del objeto en Paolo Ucello, nuevas experiencias en torno a la figura y el espacio en la pintura de Andrea del Castagno. Todas estas investigaciones discurrieron en torno a la interrelación de la práctica, como método de experimentación, y la teoría como fundamento ideológico y científico del problema de la representación. En el campo de la arquitectura fue donde esta correlación se planteó de forma más evidente; entre la concepción teórica que surge en el proyecto y el resultado final, mediaron siempre importantes correcciones que lo alteraron con el fin de lograr determinados resultados imposibles de plantearse desde la pura teoría. La necesidad de desarrollar en la práctica el nuevo sistema y la carencia inicial de una teoría que lo codificase fue una de las razones que explican que, hasta 1460, las investigaciones de la pintura florentina se orientasen hacia la resolución de problemas concretos más que a una formulación total del problema de representación. Por ello, la labor de renovación acometida por los artistas durante estos años se ofrece como un corolario de actitudes y alternativas especializadas. Esta especialización fue un planteamiento lógico, debido a que el nuevo lenguaje no aparece desde un primer momento como algo formado y resuelto. Lo cual explica que el nuevo lenguaje, entendido como una totalidad capaz de ser codificada y transmitida y definidora de una cierta idea de clasicismo, no llegase a plantearse hasta bastante después con la pintura de Leonardo. Masaccio, aunque fue el iniciador de la nueva pintura, no fue el artista que crea los fundamentos definitivos, desde un punto de vista teórico y práctico de un lenguaje. Por el contrario, la obra de Masaccio fue la sugerencia y el manifiesto de una serie de posibilidades, que había que desarrollar, definir y experimentar. Por ello la obra de Uccello, Piero della Francesca o Andrea del Castagno aparecen sin conexión estilística y con una gran independencia plástica entre ellas.
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A lo largo del II milenio se manifiesta una sistemática consolidación de la desigualdad social apreciable en el estudio de los ajuares y enterramientos. Esta consolidación se aprecia tanto en la Europa templada como en el Mediterráneo occidental.
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Como se ha expuesto anteriormente, desde mediados del V milenio se produce la consolidación de las nuevas formas socioeconómicas que representan al Neolítico. Dos factores enmarcan este horizonte, el primero es la intensificación de los asentamientos bien con la colonización de áreas más marginales o bien con la propia intensificación del hábitat en las zonas de mayor fertilidad ocupadas anteriormente. En segundo lugar, el registro arqueológico proporciona evidencias de cambios significativos como la estabilización de los grupos con una rápida regionalización de los mismos, la mayor estructuración del espacio doméstico y la existencia de los primeros trabajos colectivos destinados a la defensa de los grupos, la aparición de una progresiva diferenciación funcional del trabajo, con los indicios de trabajos artesanales y un incremento de los intercambios; en fin, una serie de características que indican la creciente desigualdad social y que desemboca en su institucionalización a finales del IV y a lo largo del tercer milenio.
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Hacia el 4000-3000 a.C. (inicios de la franja cronológica también conocida, en general, como el Neolítico Medio) se siguen ocupando las áreas anteriormente escogidas, pero se produce una expansión significativa de población que afectará a una variedad territorial muy amplia; se diversifican los tamaños y la importancia de los asentamientos, que ahora ocupan nuevos territorios, más allá del loess, en áreas más elevadas y en las zonas interfluviales de las tierras altas e, incluso, en algunas partes bajas de las llanuras aluviales. No obstante, también se producen discontinuidades en el hábitat, como, por ejemplo, sucede con los pocos yacimientos del grupo de Rossen en la antiplanicie de Aldenhoven. De todas formas, la fijación en el territorio es mayor, y quizás un reflejo de esta nueva situación sea la aparición de una mayor cantidad de cementerios (los de Orville, de la cultura de Cerny, Montélimar-Gournier, del Chassey de la zona del Ródano, etc.), o incluso una estructuración del espacio doméstico muy desarrollada; un ejemplo excepcional son las casas amuebladas, con estructuras de pizarra, de Skara Brae, en las islas Orcadas, uno de los puntos de máxima expansión geográfica del Neolítico del IV milenio a. C. La complejidad de estos nuevos asentamientos queda reflejada en la construcción de zanjas y empalizadas que circundan los poblados, como, por ejemplo, los de Inden-Lamersdorf (Alemania) y los asentamientos del horizonte Chassey-Michelsberg-TRB, del IV milenio, que se localizan en valles y en los bordes interfluviales. Aparece un conjunto tipológico que puede diversificarse bastante: por ejemplo, en el Bassin parisiense se documentan asentamientos de llanura con numerosas estructuras de habitación y domésticas, sin fortificación o con sólo algunas estructuras y débil potencia ocupacional, establecimientos delimitados por empalizadas y uno o varios fosos y/o taludes, y, en último lugar, promontorios protegidos por murallas, empalizadas o barrancos naturales. La aparición de estos primeros núcleos fortificados se relaciona con una fase que algunos autores consideran de belicismo in crescendo (quizás demasiado exagerado) y que culmina en el Neolítico Final/Edad del Bronce. Una prueba que puede servir de ejemplo, aunque de carácter muy específico, son los hallazgos de puntas de flecha de sílex entre los restos de una empalizada quemada en Crickley Hill (Costwolds ingleses, en Gales). De todas maneras, la interpretación de estos efectivos no siempre se relaciona con los conflictos armados (elementos rituales, funerarios...). Lo cierto es que se conocen precedentes de asentamientos fortificados en algunas aldeas del grupo Groosbartach (finales de la cultura de la Cerámica de Bandas): en Langwiler 3 (meseta de Aldenhoven, Alemania) y en Minnerville (Vallée-de-l'Aisne, Francia). También para este tipo de asentamientos se observan diversos modelos, según los estudios efectuados en la cuenca parisiense: recintos monumentales (ocupación no durable, elementos arqueológicos rituales, pocos datos domésticos), normales (ocupación esporádica), recintos de habitación o poblados (establecimiento importante, actividades productivas y domésticas) y establecimientos de altura en la cima de las colinas o promontorios, en los cuales se puede documentar actividad económica o ritual-ideológica. Su contemporaneidad podría interpretarse como la existencia de una jerarquización/complementación socioeconómica entre los distintos asentamientos: por encima, los lugares supralocales o microrregionales, con funciones sociales y económicas de centralización, a continuación recintos locales fortificados, de reunión temporal, y en la base los núcleos o poblados abiertos. Los recintos fortificados de altura podrían entrar en la primera o segunda categoría. La expansión hacia nuevos territorios conlleva la elección ecléctica de los suelos, hecho que aunque parezca extraño debemos entender en el sentido que se desarrollan distintas estrategias de subsistencia y, por tanto, patrones de implantación ajustados a necesidades muy específicas. Así, en Dinamarca se evitan los suelos más pobres de Jutlandia occidental y central; en Irlanda se ocupan las tierras altas (Ballynagilly, Co. Tyrone); extensión hacia las islas septentrionales de Escocia y Escandinavia y la costa báltica, con una economía basada en la pesca, la caza de focas, caza con trampas y una actividad cerealística sin duda secundaria. Es en la región alpina, al noroeste de Suiza, donde podemos observar mejor estos aspectos de interrelación entre los patrones locacionales y las estrategias económicas de explotación territorial. La neolitización en el sur del Rin se inicia hacia finales del V milenio y se desarrolla rápidamente. Destacan tres áreas de asentamiento: el hinterland del Rin y a lo largo del afluente Aare, los lagos mayores glaciares y los terrenos morrénicos, también en contextos lacustres y pantanosos. Las diferencias entre los diversos tipos de asentamiento a veces son perceptibles en el tamaño (por ejemplo, los del segundo grupo parecen más pequeños que los del primero), o bien en las diferencias constructivas y en la estructuración misma de los poblados (hileras de casas agrupadas en terrazas y dentro de una sólida empalizada en Nierderwil, hinterland del Rin, y las consistentes hileras de casas en Seeberg Burtgäschisee-Süd o Egolzwil 5, regiones más altas), o quizás en el tiempo que dura la ocupación. En todo caso, lo que resulta importante de subrayar es que seguramente estos asentamientos estaban interrelacionados entre sí de alguna forma, quizás en relación con la movilidad del ganado y su importancia económica (explotación de los bóvidos, cerdos y ovicaprinos, junto con la caza importante de especies salvajes, especialmente el ciervo). En este marco debemos mencionar la ocupación de las cavidades naturales en las zonas montañosas. En algunas regiones se establecen hábitats de carácter permanente, como, por ejemplo, en la Grotte des Planches-prés-Arbois (Jura), con materiales del Neolítico Medio contemporáneos a la extensión de los grupos de Rossen, o bien campamentos/refugios esporádicos (intrusiones posteriores, en la misma cueva, del Neolítico Final tipo Ferrieres). Según A. Beeching, también este tipo de ocupaciones pueden obedecer a un modelo de implantación territorial complejo e interdependiente de los asentamientos al aire libre: se refiere, para el Chassey del valle del Ródano, a un modelo de jerarquización entre asentamientos de tipo radial, donde los grandes poblados subcontemporáneos de la llanura fértil controlan sitios secundarios con funciones especializadas de explotación de los recursos, como, por ejemplo, ocurriría con el sistema ganadero de trashumancia circular y el papel de las cuevas-establo (por ejemplo, la Baume-du-Ronze, en el Ardêche francés). Debemos, pues, tener una visión más amplia de una ocupación más bien continuada de una zona más que de cada uno de los asentamientos en concreto; además, se documenta una deforestación intensiva que serviría de indicador a una fijación territorial bastante importante, aunque se observen discontinuidades en detalle. En suma, se observan dos momentos evolutivos de estas primeras implantaciones campesinas en Europa central y septentrional: una primera fase de adaptaciones postglaciares (6000-4000 a.C.) y un segundo proceso de estas mismas adaptaciones, de estabilización y cambios importantes, hacia el 3000 a.C. En este segundo periodo, se acentúa la degradación de los suelos y del entorno boscoso (erosión, empobrecimiento...). Como ejemplo tenemos que en Holanda, alrededor del 3000 a.C., se pasa de los suelos arenosos cultivables a la extensión de brezos y, en el caso del sur de Inglaterra, del paso de los suelos margosos a terrenos mucho más degradados, por lo que explotan grandes extensiones de pastos y bosques secundarios. En este contexto de cambios se desarrollan, hacia el 3200-3000 a.C. muchos tipos de evolución, producto de un desarrollo desigual (por ejemplo, el final del horizonte Chassey/Michelsberg/TRB).
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El superbombardero Consolidated B-24 Liberator nació para mejorar a las Fortalezas Volantes B-17, un proyecto norteamericano algo anterior. Y lo cierto es que lo consiguieron sin grandes méritos perceptibles. Este avión no era más rápido, ni más sólido, ni mejor armado, ni más capaz para misiones de bombardeo... más aún, sus tripulaciones no lo estimaban demasiado por la fragilidad de sus alas. Y, sin embargo, triunfó sobre todos los aviones de bombardeo fabricados durante la II Guerra Mundial: de las cadenas de montaje salieron 18.188 aparatos. El Liberator fue el avión norteamericano más fabricado de toda la guerra, basando su éxito en su tremenda autonomía, superior a cualquier aparato de 1942. Ese mismo año era capaz de volar 4.585 km. cargado con casi 4 toneladas de bombas. El prototipo XB 24 realizó su primer vuelo en diciembre de 1939, siguiéndole otras 7 unidades de prueba Yb-24 y nueve más de la serie B-24?, a las que se incrementó el armamento defensivo. Del prototipo XB-24 surgió el Xb-24B, modelo que sirvió de base para el bombardero B-24C y, más tarde, de las primeras variantes realizadas en serie, la B-24D, con 2.738 unidades, la B-24E, con 791, y la B-24G -antecedente de otra versión exitosa, la B-24J-, 430 unidades con una torreta en el morro impulsada a motor. Se trataba en definitiva de un cuatrimotor de ala alta, con 20,22 m. de longitud y una gran envergadura de 33,52 m., proporcionalmente una de las mayores entre los grandes bombarderos. De ahí provenía un tanto la fragilidad de sus alas y, también, una de sus mayores virtudes, la maniobrabilidad: prácticamente se podía quedar parado en el aire. Para su época y su tamaño la velocidad era aceptable: 488 km/h. y, con ella y su maniobrabilidad, más sus 10 ametralladoras de armamento, se distinguió en la guerra del Pacífico con 4.189 derribos y docenas de miles de misiones de largo radio de acción. Cuando llegó a Europa, nada mejor se vio para la lucha antisubmarina. Era capaz de cubrir con sus vuelos los convoyes hasta mitad del Atlántico, donde se iniciaba la vigilancia de otro aparato similar del otro continente. Su gran capacidad de bombardeo y maniobrabilidad le hacían, simultáneamente, mortal para los submarinos que, sorprendidos en la superficie, deberían incluso rendirse ante el ataque de sus 10 ametralladoras. A partir de 1943, cuando existieron en abundancia para la lucha antisubmarina y la protección de los convoyes, tuvieron base en las islas británicas, Terranova, Islandia, Las Azores... de modo que apenas quedó un rincón del Atlántico sin controlar por este omnipresente aparato.
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Este modelo, que se distinguía por llevar una torreta en el morro, fue el precedente de versiones posteriores como el B-24H y el B-24J. De estos prototipos, la Consolidated, Douglas, Ford y North American, fabricaron miles de unidades. Finalmente se diseñó el B-24M, que representaba un paso adelante respecto a B-24J. De este aparato se realizaron además versiones destinadas al transporte, entrenamiento, reconocimiento fotográfico, etc.
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Los británicos y los miembros de la Commonwealth fueron quienes más emplearon en sus operaciones estos aparatos. El Liberator había sido transferido por Estados Unidos en cumplimiento con la ley de préstamo y arriendo. De este modelo se fabricaron varias versiones como el B-24J, B-24L y B-24M. Los primeros eran bombarderos. Cada uno de estos prototipos prestó servicio como bombarderos o aviones de reconocimiento de largo alcance. El sudeste asiático fue uno de los principales puntos donde actuó. Su presencia también quedó patente en gran parte de las intervenciones protagonizadas por la Commonwelth y el gobierno británico.
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Inicialmente el Liberator se utilizó como avión de transporte, pero inmediatamente surgieron nuevos prototipos con armamento -Liberator MK I-, que fueron empleados para trabajos de reconocimiento marítimo. Del Liberator MK II se fabricaron 139 unidades, que también participaron en este tipo de misiones.
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Hidroavión de patrulla marítima bimotor, fue el más fabricado de todos los hidroaviones de la II Guerra Mundial, lo que da cuenta de su eficacia y operatividad. Para construir la serie PBY, que los ingleses llamaron Catalina, incluso se utilizaron seis líneas de montaje distintas. En marzo de 1934 realizó su primer vuelo el prototipo XP 3Y-1. Aprobada su fabricación en serie, el primer modelo fue el PBY-1, del que se construyeron 60 unidades. Le siguieron el PBY-2, con 50 unidades, el PBY-3, con un incremento en la potencia del motor, del que se fabricaron 66 unidades, y el PBY-4, también con mayor potencia de motor y del que salieron de fábrica 33 aparatos. El modelo definitivo fue el PBY-5, con gran potencia en los motores, fue el más fabricado, siendo construidos 1.024 aparatos. Esta variante llevaba, además, una burbuja central en sustitución de las escotillas características de los anteriores. El PBY-5 Catalina fue el primer aparato estadounidense en abrir fuego en el Pacífico, pues una unidad del escuadron patrulla 14 en vuelo de rutina descubrió y lanzó una bomba y cargas de profundidad sobre un submarino japonés que se ocultó al verle. Entre este aparato y el USSS Ward lograron hundir al submarino muy cerca de la entrada al puerto de Pearl Harbor. Del PBY-5 se construyeron 290 unidades en Canadá con la denominación Boeing PB2B. También se fabricaron en la URSS en cantidad superior a los 400.
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El PYB-5A responde a una versión más avanzada del PBY, gracias a las mejoras que se introducen en el tren de aterrizaje. De este modelo se realizaron 794 aparatos que fueron a parar a manos de la Marina estadounidense. El PBY-5B fue una variante de este hidroavión anfibio, al igual que el PBY-6A, una versión con cambios que afectaban al armamento y la estructura y de la que se fabricaron 235 unidades. De este prototipo también surgió el PBY-1 Nomad de la Naval Aircraft Factory, modelo del que entraron en servicio 156 unidades.