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Lengua española practicada por los judíos sefardíes.
contexto
Aunque el ambiente, favorable al renacimiento monástico era general en Occidente, la importancia histórica de Cluny reside en su originalidad institucional. Su acierto consistió, en efecto, no tanto en potenciar o encabezar el retorno a los ideales benedictinos en una serie de monasterios, cuanto en ligar a todos ellos a una misma estructura orgánica. La fundación de una orden superadora del aislamiento, hasta entonces crónico, entre las distintas casas, permitió así sentar las bases de una nueva unidad del mundo cristiano, que encontraría en la centralización pontificia su otro pilar básico. De forma paralela, aunque sin presentar la uniformidad institucional cluniacense, se desarrollaría en Alemania un movimiento de renovación monástico de importancia equiparable en el que, a diferencia del modelo francés, la vinculación a determinados linajes aristocráticos resultaría altamente beneficiosa. Ambos movimientos junto a otros de rango menor localizados en Flandes e Italia, constituyen la primera gran oleada de renovación monástica del tronco benedictino que se plasmaría, con el tiempo, en el nacimiento de nuevas órdenes. El 11 de septiembre de 909 Guillermo III de Aquitania concedía al monje Bernon un solar en la región de Maçon (Borgoña) para que edificara un monasterio. El hecho en si, equiparable a otros muchos coetáneos, ofrecía sin embargo la peculiaridad de que, desde un principio, Bernon y sus compañeros se acogían a la "inalienable propiedad de los Santos Pedro y Pablo", o lo que es lo mismo, a la directa protección de la sede de Roma. Esta directa ligazón -libertas romana-confirmada en 932 por Juan XI mediante un solemne privilegio, implicaba la independencia del monasterio respecto de cualquier poder laico o eclesiástico, lo que unido a la indudable valía de los primeros abades, iba a permitir a Cluny convertirse en el principal de los monasterios europeos hasta bien entrado el siglo XII. La importancia del privilegio de exención resulta difícil de exagerar y superaba con mucho la simple inmunidad al estilo carolingio. Gracias a la exención el monasterio se sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey de Francia, sentando así las bases de una verdadera supranacionalidad. La idea de ligar a toda una serie de monasterios mediante la formación de una orden o familia monástica no era nueva en absoluto, y así puede encontrarse en los proyectos reformistas de san Benito de Aniano (muerto en 821), pero sólo el privilegio cluniacense iba a facilitar su realización práctica. Desde el punto de vista organizativo Cluny tuvo además la suerte de contar durante sus periodos fundacional y de madurez, entre 909-1109, con la presencia de una serie de abades de excepcional valía y extraordinaria longevidad, lo que no hizo sino favorecer el desarrollo de la orden. Más en concreto, durante todo el siglo XI, considerado con razón el del apogeo de Cluny, la figura de sus dos abades, Odilón (994-1049) y Hugo (1049-1109) permitió acentuar la estabilidad del movimiento. Durante el gobierno de Hugo el Grande, calificado por sus adversarios como verdadero "rey de Cluny", se sistematizaron definitivamente los aspectos organizativos de la orden. La abadía de Cluny, que en su máximo apogeo llegó a contar entre 400 y 700 monjes, era el centro de la federación y poseía una autoridad indiscutida sobre los monasterios dependientes. A fines del siglo XI se calcula que la orden contaba con 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar el innumerable personal subalterno. A su vez, los monasterios se dividían en prioratos -la mayoría- cuyo prior era designado por el abad de Cluny, y que debían pagar un importante censo anual (modelo del que Cluny enviaba a su vez a Roma) como signo de sumisión; abadías subordinadas, con poderes de elección del abad aunque de limitada autonomía; y abadías afiliadas, con poderes mayores. Predominaba en cualquier caso la estructura piramidal, similar en todo a la del tipo vasallático, por la que las casas dependían de manera idéntica, e independientemente de su concreto origen (fundación o centro asociado) de la abadía madre. Este verdadero imperio monástico era regido con mano de hierro por los abades de Cluny, elegidos por cooptación, y cuyas frecuentes visitas a cada uno de sus monasterios recuerdan grandemente la actitud de los señores feudales contemporáneos. Sus viajes, igualmente frecuentes a Roma y el hecho de que numerosos Pontífices salieran de las filas de la Orden, demuestra hasta que punto esta justificada la consideración de los abades de Cluny como segundos jefes de la Cristiandad. Mas Cluny era también un genero de vida y, a la postre, una peculiar forma de entender la espiritualidad. Desde un principio el objetivo originario, que no era otro que el de volver al espíritu y a la letra de la regla benedictina, caracterizada por la castidad, la obediencia y la estabilidad, potenció el rezo litúrgico por encima de cualquier otra consideración. El "opus Dei" u oficio divino monástico, centrado en la celebración coral de la eucaristía se convirtió pronto en la principal, por no decir única, actividad del monje. Esta predilección por lo litúrgico, que no hacía sino subrayar el sesgo fundamentalmente cenobítico dado a la regla benedictina, tenía en los rezos y cantos de los oficios horarios su plasmación práctica, si bien encontraba en la misa conventual de la hora de tercia (mediodía) su verdadero cenit. A tales rezos se añadían los denominados "psalmi familiares", o preces por los protectores laicos, vivos o difuntos, pertenecientes a los principales linajes aristocráticos europeos. El importante papel concedido en concreto a las preces por los patronos desaparecidos no hacía sino favorecer por lo demás las donaciones y otras continuas muestras de favor por parte de los poderosos del siglo, muchos de cuyos segundones formaban parte además de la orden. Esta dedicación litúrgica orientó además el género de vida de los cluniacenses. Las "consuetudines" de la orden, adaptación de la primitiva regla, apostaban por una moderna ascesis que se plasmaba tanto en el régimen alimenticio como en la práctica ausencia de trabajos físicos. Para evitar el cansancio y permitir el necesario decoro en las celebraciones colectivas, la alimentación de los monjes era abundante y variada: pescado, leche, huevos, legumbres, carne (en caso de enfermedad) e incluso una medida de vino diaria. En cuanto al trabajo manual estaba prácticamente pospuesto, y era efectuado tan sólo por los "conversi", personal subalterno que no tomaba parte en el oficio divino y que a su vez era auxiliado por siervos y aparceros. Se ha dicho con razón que, por todas esas causas, unidas a la especial atención a la calidad de los vestidos y a las normas de higiene, cualquier personaje de origen aristocrático podía encontrarse a gusto en Cluny, como en efecto así fue. La especialización litúrgica impidió sin embargo un verdadero desarrollo intelectual, por más que los "scriptoria" de la orden realizasen una permanente y febril actividad de copia de manuscritos. Aunque Cluny llegó a disputar, con Montecassino, la primacía de las bibliotecas de Occidente entre los siglos X-XII, su escuela monástica jamás alcanzó un puesto de relevancia. Ello no obsta para que se reconozca a Cluny su importante tarea en la difusión del arte románico y como foco inspirador de intelectuales tan destacados como Abdón de Fleury, Raul Glaber, Orderico Vital, Walter de Coincy, Guillermo de Dijon, etc. Un último aspecto a destacar en relación con la actividad litúrgica de los cluniacenses fue su apoyo, sin duda inconsciente, a la definitiva clericalización del monacato. Frente a la figura antigua y altomedieval del monje como laico, asistido por uno o dos sacerdotes por comunidad, Cluny multiplicó el numero de sacerdotes entre sus miembros. El decisivo papel otorgado a la misa en la espiritualidad cluniacense, hasta el punto de que tras la celebración conventual numerosos monjes solían celebrar misas privadas, explica por que el cluniacense, más que un penitente ya, "tiende a ser un clérigo regular que oficia" (Chelini). Más difícil resulta en cambio valorar la concreta relación que la orden de Cluny mantuvo con la nobleza, el clero secular y, en general, el movimiento de la reforma gregoriana. Respecto a sus contactos con la nobleza, evidenciados incluso en el gran número de personajes de origen aristocrático que profesaron en la orden, hay que reconocer que Cluny, lejos de enfrentarse al orden feudal, apoyó su legitimación. Esto no impide, antes al contrario, aceptar la extraordinaria habilidad de la orden en reforzar su propia autonomía partiendo del acuerdo con la nobleza. Tampoco sería correcto presentar el privilegio de exención de Cluny como una continua fuente de, enfrentamientos con la estructura diocesana. Por lo general la orden mantuvo relaciones más que cordiales con los obispos y a menudo se ejerció desde los monasterios una positiva labor catequética sobre el medio rural, lo que no podía sino favorecer los intereses de los prelados. En su función supletoria de una estructura parroquial todavía incipiente y como propagadores de la "paz y tregua de Dios" los monasterios favorecieron la cristalización de la autoridad episcopal. Finalmente, respecto a la contribución de Cluny a la reforma general de la Iglesia, parece indudable que aunque se bate de fenómenos distintos, gregorianismo y reforma cluniacense coincidieron en su objetivo fundamental de devolver a la Iglesia su libertad frente a los poderes laicos. Lo cual no impide reconocer, en el plano concreto, la existencia de importantes diferencias entre ambos movimientos. Ante todo, Cluny jamás rechazó per se el sistema de la iglesia propia, sino que lo utilizó en su favor mediante la cesión a la orden de los derechos de los propietarios. De hecho "el sistema de la iglesia privada es la base jurídica de la orden de Cluny" (Paul). Tampoco ésta actuó como tal en la querella de las investiduras apoyando al Papado, ni intervino en el espinoso asunto de las relaciones monarquía-episcopado. Sin embargo, por la simple reforma impuesta en sus monasterios, por el papel de los intelectuales vinculados directa o indirectamente a la orden, acervos contrincantes del nicolaísmo y la simonía, por su positiva acción educadora de la capa dirigente y en suma , por su directa vinculación a Roma, cuyo primado moral siempre defendieron, los cluniacenses constituyeron globalmente un elemento fundamental en la consolidación de la reforma gregoriana. Desde luego a largo plazo, el Papado no dudó en utilizar siempre que tuvo ocasión a la orden de Cluny como punta de lanza de su política de centralización, como fue el caso de la Península Ibérica, en donde la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica estuvieron unidas íntimamente. A pesar de sus grandes realizaciones, Cluny empezó a demostrar graves síntomas de agotamiento desde principios del siglo XII. Tras el negativo gobierno de Pons de Melqueil (1109-1132), el encabezado por su último gran abad, Pedro el Venerable (1132-1156), no pudo detener la crisis que tras su muerte se apoderó de la orden. Son varias las causas que parecen explicar el agotamiento del modelo de Cluny, pero sin duda la más importante parece estar en la rigidez de su propia estructura. La excesiva centralización orgánica de la orden, que hacía descansar todo en la figura del abad del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas, paralizando así a toda la orden. Otro elemento a destacar fue el de la ordenación, imparable desde fines del siglo XI, de gran numero de monjes atraídos más por el prestigio y la seguridad que la orden ofrecía que por una verdadera vocación. Este hecho, puesto de manifiesto por un autor como Serlon de Bayeux, que denunciaba la entrada en el claustro de caballeros arruinados, con el único objetivo de salir de su pobreza, intentó ya ser atajado sin éxito por Pedro el Venerable. Sus medidas, tendentes a detener la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por san Bernardo en su polémica con el abad borgoñón, llegaron demasiado tarde como para poder hacerse efectivas. Sería injusto, sin embargo, presentar la aparición de fenómenos como el Cister o la Cartuja como el simple producto de la decadencia de Cluny. Por el contrario, fue el cambio general de orientación del monaquismo occidental, más favorable desde principios del siglo XII a los aspectos eremíticos y ascéticos, el que permitió el nacimiento de las nuevas órdenes. La especialización de la vida monástica en sus distintas vertientes militar, asistencial y ascética obedeció no tanto a la supuesta corrupción del espíritu de Cluny cuanto a su superación histórica.
lugar
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Centro de la civilización minoica, los orígenes de Cnosos (Creta) se remontan hacia el 6000 a.C., en pleno Neolítico. Hacia el 1900 a.C., durante el Bronce Antiguo, fue construido un palacio que, destruido por un terremoto 200 años más tarde, fue después levantado de nuevo. Excavado por Evans (1903-31), el palacio de Cnosos, como el de Festo, es la sede de un poder absoluto a cuya cabeza existe un soberano que une en su persona poderes políticos y religiosos, el minos. Los palacios cretenses reflejan la transformación de una cultura agropastoral a una auténtica talasocracia, un dominio territorial militar y comercial que regula los intercambios con el Egipto faraónico y los reinos del Próximo y Medio Oriente. La proyección del palacio-ciudad -pues son cientos las habitaciones que se aglomeran en torno a un patio, con usos políticos, residencial o como almacenes- llegó a expandirse más allá de la isla, extendiéndose sobre las demás islas griegas. Por causas aún poco conocidas, probablemente un terremoto, hacia el 1700 a.C. el palacio de Cnosos, como otros, resulta destruido y poco más tarde reedificado, con formas aún más amplias. Ahora, a las anteriores funciones residenciales, administrativas, comerciales y productivas se unen amplias explanadas con una escalinata, posible escenario para celebrar espectáculos o ceremonias públicas. También en este periodo se levantan carreteras enlosadas, como la llamada Carretera Real de Cnosos. Hacia el 1450 a.C. la explosión del volcán de Théra (actual Santorini) provocó un gran cataclismo regional que está en el origen del declive de la civilización minoica y, con ella, de Cnosos. La decadencia de los palacios y la crisis económica provocada por las alteraciones climáticas facilitó la entrada de elementos exteriores, los micénicos, que sustituyen la cultura minoica por la propia. La época minoica significa una reactivación de la vida económica y cultural de Cnosos, adaptándose la escritura minoica Lineal A a la lengua griega de los micénicos, el Lineal B, que se difunde por la Grecia continental.
contexto
En la arquitectura palacial, Cnosós es el mejor y más conocido ejemplo para estudiar los logros minoicos en este campo. Su historia y descripción constituyen el mejor modelo para comprender el apogeo de la primera civilización europea y su pervivencia en la memoria colectiva posterior. La colina de Cnosós está situada a unos 5 kilómetros de la costa, sobre la vía natural hacia el interior de la parte central de Creta. Su población fue continua desde el Neolítico hasta prácticamente nuestros días, y su historia arqueológica comenzó, de hecho, con los intentos de excavación por parte de Schliemann tras sus trabajos en Troya (1870) y Micenas (1876). Después de estos éxitos, el arqueólogo alemán quiso probar suerte con Cnosós, que ya había sido objeto de la atención de otros arqueólogos y, a consecuencia de un conocido incidente comercial (las alteraciones de los límites de la finca que iba a comprar y la consiguiente anulación del contrato), sus deseos no pudieron verse cumplidos. El 23 de marzo de 1900, una vez adquirida la colina de Cnosós por Sir Arthur Evans, comenzaron las excavaciones con treinta obreros. Aún hoy sorprende el ritmo de los trabajos: en la primera campaña, toda la parte oeste estaba al descubierto; al año siguiente lo era el ala este. En dos años, el salón del trono, el patio central, la gran escalera, los almacenes y la residencia real quedaron a la vista. Al final de la tercera campaña, casi todo el palacio se hallaba excavado, continuándose en los años siguientes con la excavación de otros edificios exteriores, tales como la Vía Procesional, el Pequeño Palacio, la Tumba de Isópata, etcétera, además de la consolidación y la discutida reconstrucción del palacio que, todo sea dicho, permite hacernos una idea muy aproximada del aspecto original del conjunto. Cnosós, con sus 17.400 metros cuadrados construidos y unas 1500 habitaciones, constituye el principal de los palacios cretenses y en el que Evans vio la sede del mítico rey Minos. De él tomará el nombre para toda la cultura de la isla y para las divisiones cronológicas, consagrado en su monumental trabajo "El palacio de Minos". Todo el complejo se aglutina en torno al patio central y dividido en dos grandes conjuntos, oriental y occidental, separados por sendos accesos al norte y al sur. Debido a la forma de construir de los minoicos, añadiendo habitaciones progresivamente, estos corredores no guardan una disposición rectilínea, sino que están acodados varias veces, siguiendo un recorrido tortuoso. Esta característica es compartida por la disposición de las habitaciones en varios pisos, unidos por escaleras y pozos de luz, cuyas intrincadas ruinas serán percibidas por los griegos clásicos como un lugar de horror, en el cual Minotauro daba rienda suelta a su instinto animal. El acceso al palacio desde el patio oeste se efectuaba a través de una habitación cubierta, el porche occidental, donde existía un fresco en relieve con el tema del juego del toro. El camino proseguía por el corredor de las procesiones, un largo pasillo en ángulo y así llamado por estar decorado con un fresco en el que jóvenes de ambos sexos y de tamaño natural portaban ofrendas valiosas. A mitad de camino del segundo tramo, el corredor permitía el acceso a una monumental entrada con escalera hacia el piso superior; es el llamado propíleo sur, al ser su estructura la misma que permite el acceso a través de las murallas de ciertas ciudades, tal como ocurre en el caso de Troya. En este caso, el propíleo está concebido como una estructura interior, novedad en la arquitectura minoica, y en sus paredes continuaba el friso de las procesiones, del que tan sólo ha quedado en aceptables condiciones el copero real, una de las pinturas más conocidas de Cnosós. El corredor proseguía su camino hacia el este y luego hacia el norte, tras un nuevo quiebro, hasta desembocar en el patio central, coincidiendo con el acceso sur del palacio, éste porticado y hecho con enormes bloques de piedra, salvando con tramos escalonados el brusco desnivel de la colina. Por el norte, la Vía Procesional conducía a la llamada área teatral y desde allí se penetraba en el palacio por medio de otro corredor, una vez traspasado el propileo norte y sala de los pilares, una habitación hipóstila de gran tamaño de la que partía un pasillo hacia el patio, con galerías porticadas a ambos lados. En estos pórticos, los frescos de estuco en relieve representaban diversas escenas de toros, de las que ha pervivido una enorme cabeza de un toro rojo, visible a lo largo de toda la antigüedad y responsable, con toda probabilidad, de la asociación del mito de Minotauro con estas ruinas. El patio central, de 50 por 28 metros y orientado de norte a sur, divide el palacio en dos grandes sectores, con fachadas prácticamente regulares. En conjunto, en la distribución de las habitaciones, el ala oeste corresponde a la zona oficial y de almacenes, mientras el ala este se hallaba ocupada por los talleres de los artesanos y la residencia particular de la jerarquía nobiliaria del palacio. Desde el patio central y hacia el oeste se accedía al recinto más conocido de Cnosós, el salón del trono, una habitación pequeña de indudable importancia. Un banco corrido a todo lo largo de sus muros se interrumpe en un punto en el que deja lugar a un trono de alto respaldo y asiento anatómico, hecho en alabastro y con evidente cuidado, imitando un prototipo de carpintería. En las paredes, la decoración pictórica recalca la trascendencia de la habitación, al representar grifos, animales fantásticos utilizados como símbolos de la divinidad y la realeza. Muy próximo al salón del trono, al otro lado de una enorme escalera que da acceso al piso superior, resalta una capillita con una fachada de tres cuerpos, el central sobreelevado y todos con columnas; es el llamado santuario del palacio (shrine), con habitaciones anejas, las cámaras del tesoro, en las que aparecieron las ofrendas del santuario, entre las cuales sobresalen las célebres sacerdotisas de las serpientes. La fachada del santuario estaba rematada por representaciones esquemáticas de lo que Evans denominó los cuernos de la consagración (consecration horns), como símbolos parlantes del culto minoico, en el cual el toro desempeñó un papel fundamental. En la parte posterior de las habitaciones oficiales, toda una serie de estrechas y largas habitaciones paralelas cobijan los recipientes de almacenamiento de los productos agrícolas cosechados en la región dominada por el palacio. La capacidad máxima de los almacenes de Cnosós se ha calculado en torno a los 250.000 litros, a partir de las tinajas (píthoi) que pudieran albergar, con una media de 586 litros por cada pithos. A estos almacenes hay que sumar los silos (koulouras) del patio occidental, de gran capacidad. Encima de los almacenes se prolongaba el piso superior de las habitaciones oficiales, el llamado piso noble, entre cuyos restos Evans pudo rescatar el fresco de la Parisina, otra de las pinturas más conocidas y atractivas de Cnosós. Todas estas habitaciones daban al patio central en una fachada de varios pisos, cuya reconstrucción es tan sólo supuesta a partir de los restos hallados y algunas representaciones en pinturas, joyas y sellos. En el ala este, los restos conservados permiten una visión mejor de un edificio minoico. La parte principal de esta ala la constituyen las habitaciones residenciales, distribuidas en varios pisos y dispuestas escalonadamente colina abajo, con terrazas y galerías abiertas hacia el este y el sur. Desde el patio central, una imponente estructura arquitectónica daba acceso a cinco pisos, la Gran Escalera, conservada en buena parte de sus zócalos y jambas. Fue reconstruida por Evans al levantar los elementos caídos y colocar columnas de piedra y vigas de hormigón, allí donde las basas y huecos dejados por la madera carbonizada indicaban su antigua existencia. Se han conservado cuatro niveles de la Gran Escalera y el principio del quinto. Las habitaciones residenciales son estancias pequeñas reunidas en conjuntos mayores, en torno a un pozo de luz, y unidas a otros grupos de habitaciones por corredores y escaleras. De trecho en trecho, excusados y salas de baño con un perfecto drenaje, guardan una sorprendente similitud con instalaciones sanitarias actuales. El agua era conducida por tuberías de barro cocido, y el drenaje se efectuaba por una red de canales; el principal de ellos contaba con una sección oval de la altura de un hombre. Entre estas habitaciones destacan las llamadas por Evans, el mégaron del rey y la sala de las dobles hachas; en esta última, unos pilares con grabados de dobles hachas o bipennes ha dado lugar a la sugestiva teoría sobre el origen de la palabra laberinto, existente ya en las tablillas del Lineal B. En efecto la doble hacha se denominaba labrys y era utilizada como símbolo parlante sagrado; laberinto sería, sencillamente, la casa de la doble hacha. Las habitaciones del ala este son de tamaño más reducido que las salas oficiales, aunque su altura es uniforme, de 3,5 metros y su disposición interior, de muros ciegos, sólo permite su iluminación a través de los numerosos patinillos o pozos de luz. Las paredes se hallaban profusamente decoradas con frescos, la mayoría casi completamente perdidos. De una sala de esta parte del palacio, colindante con el pequeño patio oriental, procede el famoso fresco de los acróbatas sobre el toro. La parte norte del ala oriental estaba ocupada por una serie de dependencias dedicadas a tareas artesanales, deducibles del material encontrado: alfarería, orfebrería, grabado de sellos, talla de vasijas de piedra, trabajo de marfil, perfumería, etc. El plano general del palacio incluye también ciertas casas señoriales, dispuestas aquí y allá, en íntima relación con el conjunto y sin límites claramente señalados. En resumen, el palacio de Cnosós revela de un modo preciso el concepto de construcción y el estilo de vida minoicos, caracterizado básicamente por la integración de distintos cuerpos de edificios en torno al elemento principal, el patio, con ambientes diversos pero no tajantemente separados. El resultado en el exterior es un complejo de habitaciones, terrazas, galerías y escaleras de enorme plasticidad, muy bien adaptado al contorno de la colina e integrado en el paisaje de forma natural. El gusto por la decoración refinada y los motivos decorativos elegidos para ello indican, asimismo, el talante vitalista y pacífico de sus moradores, dotados de una personalidad artística muy peculiar. Al este de Creta se halla el menor de los cuatro grandes palacios minoicos y el excavado más recientemente. Desde 1960, los trabajos de N. Platon han puesto al descubierto un complejo de unos 4.250 metros cuadrados, con las mismas características de los restantes palacios, además de conocerse una mayor extensión de casas nobiliarias anejas al conjunto central, con calles pavimentadas entre ellas. Muy relacionado con Cnosós y sin un territorio bajo su dominio, Zakros constituía en realidad un puerto comercial, la última escala en Creta hacia los puertos orientales o de Egipto y adonde llegaban los productos procedentes de estas tierras, básicamente marfil, oro, piedras semipreciosas, cobre, etc., cuyos depósitos se han encontrado en las excavaciones del palacio. Del mismo período de los Nuevos Palacios data el conjunto de Hagia Tríada, a unos 3 kilómetros de Faistós y de menor extensión. Se le supone una función de residencia estacional de los gobernantes de Faistós en las cercanías del mar, con un trazado más irregular, en forma de una gran L; uno de cuyos brazos eran los aposentos del palacio y el otro, un conjunto de almacenes y talleres. De una habitación situada en la confluencia de los dos brazos procede un grupo de tablillas con escritura de Lineal A, la forma más antigua de la escritura lineal cretense. Las paredes de los aposentos estaban revestidas de estuco de buena factura y se han podido recuperar numerosos fragmentos de decoración pictórica.
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CNR
La necesidad de coordinar a los diferentes grupos de la resistencia en Francia impulsa la creación de un organismo, el CNR - Conseil National de la Résistence, Consejo Nacional de la Resistencia-. En este Consejo, cada uno de los principales grupos resistentes estaba representado por un emisario. También estaban representados los partidos políticos opuestos al Régimen de Pétain y las dos centrales sindicales, CGT y CFTC. Su primera reunión tuvo lugar bajo la dirección del lider resistente Jean Moulin, sucediéndole más tarde Georges Bidault y Louis Saillant.
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Dios egipcio que se representa con cabeza de carnera y simboliza la creación de la vida y de los seres vivos. Se le consideraba protector de Elefantina y de la región de la primera catarata.
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Coa
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Coa