El mundo de la brujería vuelve a hacer acto de presencia en una estampa de los Caprichos. Los difuntos sujetan una enorme losa, posible referencia como apunta Pérez Sánchez a la presencia agobiante de los muertos que nunca terminan de irse del recuerdo y atenazan la acción de los vivos y les encadenan con su herencia.
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Debido a su delicado estado de salud, en 1901 Gauguin trabaja poco. Esa enfermedad no impide que su genio continúe creando, resultando ésta una de sus escenas más llamativas. En ella aparecen dos tahitianas desnudas, con la mirada fija hacia el espectador, en una actitud muy provocativa. Tras ellas vemos un paisaje esquemático y sin profundidad que da la sensación de un decorado teatral. Resulta interesante destacar cómo el pintor está iniciando una esquematización de las figuras que anticipa quizás el cubismo de Picasso, como observamos en el brazo de la muchacha de la derecha o en la mano de la de la izquierda. El colorido es algo más oscuro que en obras anteriores.
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La huida iniciada en Yo lo vi se continua en esta estampa, en la que Goya destaca el esfuerzo y la fatiga de las mujeres en su escapada obligada, portando niños, animales domésticos y enseres, recordando a las deportaciones masivas que nos exhiben las televisiones en nuestro tiempo. Por eso, desgraciadamente, los Desastres son intemporales.
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Los fusilamientos a los españoles que se resitían a las autoridades francesas fueron numerosos durante la Guerra de la Independencia. Goya nos muestra un ejemplo que se anticipa claramente a los Fusilamientos de la Moncloa del Museo del Prado. Los fusiles de la derecha no muestran a quienes disparan , como si de una máquina de matar se tratase, igual que el pelotón del fondo. El hombre atado a un poste y con los ojos vendados asume su destino, agachando la cabeza y esperando la muerte, que ya ha llegado para el compañero que yace a sus pies. La iluminación hace que la figura del próximo fusilado sea aun más heróica, observándose la influencia de Rembrandt, uno de los pintores preferidos del aragonés.
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Publicista y profesor de joyería, tipografía y diseño industrial en el Institute of Contemporary Art, Richard Hamilton realiza este cartel, bajo la pregunta ¿Qué es lo que hace nuestros hogares hoy tan diferentes, tan atractivos? que es una pintura, pero ofrece todo un repertorio de novedades, todo lo que va a constituir el tema del arte durante unos años: el confort, los electrodomésticos, el magnetofón, la comida enlatada, los medios de comunicación, la televisión, el cine, los comics, los automóviles, los chicos musculosos y las chicas estupendas. El cartel es un manifiesto del pop.
contexto
La revolución en las costumbres -no del 68 sino de esos años "largos años sesenta"- fue mucho más decisiva y duradera. Antes que nada supuso una creciente influencia de las actitudes de la gente joven que llegó a tener su propia subcultura propia. Ya Alfred Sauvy había escrito en 1959 un libro titulado La montée des jeunes. Una constatación obvia de cualquier analista es que en los años sesenta había más gente joven y con más dinero que gastar porque el "baby boom" precedente alcanzó su máximo en 1947, con lo que en 1960 esos niños habían cumplido 13 años. Además, esos jóvenes eran más acomodados que sus mayores. En 1957 un tan Eugene Gilbert publicó un libro dedicado tan sólo a la publicidad dirigida a la gente joven. Ese mismo año se estrenó Look Back in anger de Osborne en donde por vez primera se hablaba de los "young angry men" dispuestos a discrepar a fondo de la generación precedente. Lo hicieron, ante todo, en expresiones subculturales aunque no se debe olvidar que la ampliación de la mayoría de edad y el derecho de voto a los 18 años se consiguieron en este momento. Los años centrales de los sesenta fueron fundamentalmente "los años ingleses" porque este país dio la sensación de establecer la pauta fundamental en cultura juvenil no sólo en Europa sino en todo el mundo. Así se percibe en la música. Sólo en Gran Bretaña hubiera sido posible que, por ejemplo, el jefe del "shadow cabinet", el laborista Harold Wilson se fotografiara con los "Beatles" o que recibieran con posterioridad la condecoración que les convertía en "Members of British Empire" (1965). Incluso su forma de vestir -a veces con recuerdos eduardianos- era una especie de ironía con respecto a la tradición británica. A fines de 1963 ocho de las veinte canciones más vendidas en Gran Bretaña procedían de discos de "The Beatles" y en 1964 con el tour de los Beatles en Norteamérica se hizo patente esta hegemonía. Hubo un momento en que llegaron a tener cinco canciones en la lista de éxitos norteamericana. Lo característico de "The Beatles" fue ser un producto de la clase obrera británica pero "The Rolling Stones" procedían de una clase social superior (su cantante, Mick Jagger, estudiaba en la London School of Economics).
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Existen dos hipótesis sobre la interpretación de esta estampa: los efectos del alcohol provocan que el hombre ebrio no se percate del incendio que acabará con la casa o la lascivia de los ancianos al aceptar el fuego y el calor como símbolos de la lujuria. El aspecto desarreglado del hombre invita a dudar sobre la autenticidad de ambas lecturas, aunque el título hace pensar más bien en la primera.
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Continuación de Las mugeres dan valor, aquí exhibe Goya el papel fiero de la mujer motivado por las circunstancias; las majas que poblaban el mundo de los cartones se han convertido en auténticos soldados que no dudan en atravesar franceses con su garrocha como la que aquí contemplamos. No deja el artista cuestionar la irracionalidad de la guerra.