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XXVI Cómo Taríacuri mandó matar su hijo Curátame, a Hirípan y Tangáxoan, porque se emborrachaba: y le mataron después de borracho Como andoviesen haciendo entradas, enviolos a llamar su tío Taríacuri y fueron a él y díjoles: "Vení acá, hijos; ¿qué haremos? Id, pasá la laguna, y haréis un rancho para Curátame, apartado de los vuestros, y cercalde alrededor con hierba, y buscad vino, que esto que se ha de hacer, yo lo ordenaré y mías serán las palabras que yo le enviaré a decir a Curátame, que vaya allá a vosotros; esperadle y dareisle de comer, y él os dirá: "Hermanos, ¿cómo no tenéis un poco de vino?" Y vosotros le diréis: "Sí hay, señor." Y dareisle a beber, y después que esté borracho le mataréis." Y fuéronse todos tres y pasaron la laguna y hicieron un rancho, y envióle Taríacuri a decir a su hijo Curátame, con Chupítani, que le dijese que venieron sus sobrinos a él con mucha pena: que le dijeron que hay dos escuadrones, uno de los isleños de Pacandan, y otro de la isla de Xaráquaro, y dice que no bastan para ellos, quél tiene muchos criados, que deje si quisiere el vino, y que se bañe, y entre una noche en la casa de los papas, y a la mañana, que se parta y pase la laguna, y que al tercero día, vaya a ayudalles. Esto le diréis a Curátame: Dijo Taríacuri: "Porque tiene muchos criados" Y como oyó Curátame lo que le enviaba a decir su padre, dijo que era razón, que le placía de ir ayudalles. Y bañóse, y fue a la casa de los papas aquella noche a tener su vela, y luego en amanesciendo, se vino a su casa y se atavió, y púsose su carcax a las espaldas, y su cuero de tigre como guirnalda en la cabeza, y muchos cascabeles de culebras de las colas, que colgaban por las sienes y un collar de huesos de pescado de la mar ricos, y pasó la laguna con sus criados, que iban con él, que le acompañaban, y embarcóse en un lugar llamado Ahterio y iban todos dando grita remando. Y pusiéronse los chichimecas a la descendencia de la cuesta donde estaban. Y como le vieron venir Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare dijeron: "Ya viene, ya viene, hermanos. ¿Quién de nosotros le ha de matar? Mira que tienen los señores dos paresceres, que aunque nos mandó que le matásemos, después se puede arrepentir y castigarnos. ¿Dónde se le halló a Curátame? Cómo, ¿no es su hijo natural? Tornaron a decir por que no le matara alguno de nosotros: peleen Hiquíngare y él; él le matará." Dijo Hiquíngare: "¿Por qué le tengo yo de matar? Mátelo Tangáxoan ques valiente hombre." Y dijo Hirípan: "¿Qué decís, hermanos? Vosotros le mataréis." Y llegaba ya cerca para tomar puerto y fuéronle todos a rescebir, todos tiznados con sus insinias de valientes hombres. Y venía Curátame asentado en una silla en la canoa, con una manta de pluma de patos puesta, y como llegasen a la ribera sus criados, pusiéronse a su lado y así llegó al puerto, y saltó de la canoa y saludolos, y al salir rescibiole Hirípan, y iba delante dél Tangáxoan y iban hablando él y Hiquíngare, y llegaron donde estaba hecho el rancho para él, y pusiéronle en medio, y quitáronle el carcax, y pusiéronle en otro rancho, y él estaba asentado en su rancho, y trujeron de comer, y pusiéronselo delante, y él dió a Hirípan y a los otros de aquella comida, y comieron todos. Y díjoles Curátame: "Qué haremos, hermanos, ¿no habrá un poco de vino que bebiésemos en regocijo?" Y dijeron ellos: "Por qué no, señor, sí hay; aquí tenemos vino que se ha hecho en las mismas cepas de maguey." Y diéronle a beber. Y dábale a beber Tangáxoan. Diole cuatro tazas, y después otras cuatro, y emborrachose y llamó a Hirípan y vino, y asentose a la entrada del rancho. Y estaban platicando entrambos. Tornole a dar más a beber Tangáxoan, y púsose a la puerta, y tenía puesta una porra metida entre la paja del rancho. Y estando bebiendo, dióle otra traza Tangáxoan, y teníala en la mano. Y estaba hablando y llegó la taza a la boca para beber. Entonces sacó de presto Tangáxoan la porra de la paja y diole en el pescuezo un golpe, y acogotole, y hízole caer de bruces, y tornóle a dar otra vez, y saltó la sangre muy colorada de una parte, y de otra que corría dél. Y viendo esto sus criados, levantáronse y huyeron todos, y todos los que estaban allí se levantaron y querían huir. Y levantose Hirípian y díjoles: "¿Dónde queréis huir? ¿Quién os hace mal? Entre nosotros lo habemos los señores, porque no consentimos los males. Sosegó todos, y trae leña para los cúes de Curicaueri, y hacé vuestras ofrendas de leña." Y quedó tendido Curátame, un brazo a una parte y otro a otra, y todos los penachos, que tenía en la cabeza, estaban ensangrentados, y dijeron: "Id, hacérselo saber a nuestro tío, cómo reñimos e le matamos, a ver qué dirá." Y pasaron la laguna los mensajeros y dijeron a Taríacuri: "Tus sobrinos nos envían a ti, que te hiciésemos saber que riñeron con Curátame." Díjoles Taríacuri: "¿Matáronle?" Dijeron ellos: "Sí, señor." Díjoles Taríacuri: "¿Quién le mató?" Dijeron ellos: "Tangáxoan le mató." Dijo Taríacuri: "Valiente hombre es. Muera el bellaco lujurioso. Bien le hecieron. Echadle en la laguna." Y echáronle en la laguna, y tornaron a traer leña para los cúes, y vínose Taríacuri a su primer asiento de Pátzquaro donde estaba su hijo Curátame por señor. XXVII Cómo aparescieron entre sueños el dios Curicaueri a Hirípan, y la diosa Xaratanga a Tangáxoan y les dijeron que habían de ser señores Como estuviesen juntos Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare en aquel dicho lugar donde tenían el cu, llegose Hirípan a su hermano Tangáxoan y díjole: "Señor Tangáxoan." Respondió él: "¿Qué es, hermano?" Y díjole: "Quedaos aquí y peleá con los de Curínguaro, y yo llegaré al monte, llamado Tariacaherio, que está aquí en Michuacán, que dicen que aun lado tienen puerto un batallón de gente los de las islas de Pacandan, y Xaráquaro, y que se van a favorescer con los de Curíngaro que entran a su pueblo, y tomareles aquel batallón." Respondió Tangáxoan: "Hermano, ve que no es lejos donde dices, que aquí cerca es, e yo iré a estotro monte llamado Pureperio que allí también tienen su batallón los del pueblo de Cumachén que se van a meter en el pueblo de Tetepeo, y yo les tendré allí el camino y Hiquíngare pelee con los de Curíngaro." Y fuéronse. Hirípan hizo grandes fuegos y grandes ahumandas en el monte llamado Tariacaherio en la cumbre del monte, y Tangáxoan hizo también sus ahumadas en el monte llamado Pureperio en lo alto, que son dos montes de Michuacán, y Hiquíngare hizo sus ahumadas donde tenía el cu nuevo en Querétaro. Y como pasasen algunos días, envioles a llamar Taríacuri y fueron a él y díjoles: "Venid acá, hijos; qué pena me dais, ¿dónde vais ya? y dónde hacéis ahumadas. ¿Quién hace fuegos y ahumadas, aquí en la cumbre del monte Tariacaherio?" Dijo Hirípan: "Padre, yo las hago." ¿Y en el monte Pureperio, quién hace ahumadas y fuegos?" Dijo Hirípan: "Mi hermano Tangáxoan y Hiquíngare en Querétaro en el cu nuevo, que pelea con los de Curínguaro." Díjoles Taríacuri: "¿Qué será, si os llevan a todos?" Dijeron ellos: "No llevarán, que todo está sosegado." Díjoles Taríacuri: "¿Pues por qué sobís a la cumbre de los montes? Qué, ¿vienen allí los dioses del cielo y tocan aquel lugar? ¿Pues habéis tenido algunos sueños, poniendo en aquellos lugares la leña?" Dijeron ellos: "No padre." Dijo él: "¿Por qué no habíades de tener sueños? Decí la verdad, que si habéis tenido, contá lo que habéis soñado." Dijo Hirípan: "No habernos soñado nada, mi hermano Tangáxoan no sé lo que se dice." Díjole Taríacuri: "¿Es la verdad, señor Tarigáxoan?" Díjole, Taugáxoan: "Así es la verdad, padre." Díjole Taríacuri: "Dilo, a ver, señor." Dijo Tangáxoan: "Que me place, padre; yo puse leña en los fuegos y escombré al lado de una encina. Y estaba al pie de aquella encina, y quitéme el carcax de flechas de las espaldas, y púsele allí cerca de mí, y mi guirnalda de cuero de tigre también, y traspúseme un poco durmiendo, y ansí de improviso vi venir una persona, una vieja que no sé quién era, la cabeza cana a trechos, y unas naguas de yerbas de una manta basta puestas, y otra manta de lo mismo, que traía cubierta, y llegóse a mí y empujóme y díjome: "Despierta, Tangáxoan, ¿cómo dices que eres huérfano y duermes? Despierta un poco. Mira que yo soy Xarátanga. Ve por mí, y limpia el camino por donde tengo de venir: yo estoy en el pueblo de Taríaran: limpia a donde tengo de estar, y ve a mirar aquí bajo de este monte, donde está cerrado con zarzas, y verás el asiento de mi cu. Allí es mi casa, donde se llama la casa de las plumas de papagayos, y la casa de las plumas de gallina, y mira a la mano derecha, donde ha de estar el juego de la pelota. Allí tengo de dar de comer a los dioses, a medio día, y verás allí el asiento de mis baños que se llama Paqui hurínguequa, que está en medio donde algunas veces tengo de sacrificar a los dioses de la mano izquierda llamados Uirambanecha, dioses de tierra caliente. Limpia todo aquel lugar, donde yo estuve otra vez, y tórname a traer a Michoacán, que ya no saca provecho de mi madre, que no me temen. Ya no hay quien hable ni haga traer leña para mis cúes. Hazme esta merced y mira mis espaldas los plumajes que tengo puestos en la espaldas y en la cabeza, y mira mis vestidos, y ten cuidado de renovar mis atavíos, y yo también te haré merced, que yo haré tu casa y tus troxes, y estarán mantenimientos en ellas, y haré que tengas mujeres en encerramiento en tu casa, y andarán viejos por tu casa, y será muy grande la población, y pondréis orejeras de oro en tus orejas, y brazaletes de oro en los brazos. Y díjole que le daría todas las insignias de los señores. Esto es lo que soñé, padre." Oyendo esto Taríacuri díjole: "Señor Tangáxoan, dichoso tú: ¿Dónde tomaste aquella leña para los fuegos? ¿Cómo no dejaste algún tronco, y yo viejo como soy, arrancaría las raíces de aquel troncón, por la vertud que tiene aquél árbol, pues que por él tuviste el sueño que tuviste? Todo lo que yo he trabajado en traer leña para los cúes, todo fue para ayudarte a ti. Aquella que dices no es vieja, mas es la diosa Xarátanga. ¿Cómo la podrás traer, que hay muchos peligros en el camino; cómo has de entrar allá, que es todo tierra de guerra, y hay infinidad de gente? Ve y escombra sus cúes y su asiento, y pon allí encienso y haz allí fuegos en aquel lugar y ahumadas, que ella los olerá cuando veniere." Díjole Tangáxoan: "Ya yo he limpiado todo aquel asiento." Y preguntó Taríacuri a Hirípan, qué había soñado y díjole: "Tú, señor Hirípan ¿qué has soñado?" Dijo él: "Yo también estaba al pie de una encina, y yo también puse mi carcax de flechas allí cerca, y estaba arrimado al pie de una encina, y no sé quién, uno que parescía señor, que estaba todo entiznado, el cual llegó a mí, y tenía un cuero blanco por guirnalda y un bezote pequeño, y díjome: "Despierta, Hirípan, ¿cómo dices que eres huérfano?, pues ¿cómo duermes? Despierta, yo soy Curicaueri; ponme plumajes en la cabeza y en las espaldas, plumajes de garzas blancas, háceme merced, y yo también te haré merced, y te haré tu casa y troxes, y estarán mantenimientos en tus troxes, y ensancharse ha tu casa, y tendrás esclavos en tu casa y viejos, y yo te haré merced que te pondré orejeras de oro en las orejas y plumajes en la cabeza y collares a la garganta. Esto será así, Hirípan. Esto es lo que soñé, padre." Oyendo esto Taríacuri le dijo: "Señor Hirípan, pues según esto, vosotros habéis de ser señores. Yo lo que he trabajado de traer leña a los cúes, para ayudaros la he traído. ¿Dónde cortastes aquella leña para los cúes, hijos? ¿Cómo no dejastes algunas raíces, que yo las arrancaría y yo las quitaría? Id, hijos y torná a pasar la laguna." Y fuéronse y tornáronse donde estaban primero y hacían sus fuegos y ahumadas como de primero. XXVIII Cómo los del pueblo de Itziparamucu pidieron ayuda a los de Curínguaro y del agüero que tuvieron los de ltziparámucu Estaba una población llamada Itzi parámucu que era de los de Curínguaro, cerca donde estaba Tangáxoan, y vían los fuegos y ahumadas que hacían en Pureperio, y estaba un señor en el dicho pueblo, llamado Tzintzuni y temió los fuegos, y llamó sus viejos y díjoles: "Id a mis sobrinos Candó y Huresqua, señores de Curínguaro, que pues somos tanto gente, que nosotros somos solos, ¿que no sería bueno que tomásemos algunos de nosotros y se pusiesen en un lugar alto llamado Xaripitío, y fuesen allí a morar, y harían allí un cu y harían allí también fuegos y ahumadas, y también harían otro cu en otro lugar, llamado Acumba paratzicuyo y casas de los papas y allí también habría fuegos y ahumadas y así nos entenderíamos y viviríamos? ¿Por qué está aquí Hrípan y hace ahumadas en lo alto del monte, y Tangáxoan aquí cerca en el monte Preperio y que miren los fuegos de Hiquíngare, y ahumadas que dónde quiere ir? Que ellos no lo hacen sino por ir a otras partes, y que quieren venir contra nosotros. Esto diréis a mis sobrinos, y que si no lo quisieren creer, que se abra la puerta por mi pueblo de Itziparámucu, que yo con gente estábamos hechos una cerca y pared muy gruesa, con que está atada la puerta, y que me abriré y me quitaré de ser puerta y me iré con mi gente, y pasando adelante de sus términos, haré mi asiento con mi gente. Si no creyeren esto que les digo, esto les diréis a la partida." Este señor en estas palabras toma semejanza de las puertas que ellos usan en sus casas hechas de tablas, atadas con cordeles. Dice que se quitará de ser puerta y cerradura del paso donde está, y que entrarán a ellos y los conquistarán. Y partiéronse los mensajeros, y llegaron donde estaban los dichos señores, y saludáronlos y dijéronles "Señores, ¿a qué venis, viejos?" Y contáronles su embajada y dijeron esto. "Dice nuestro tío: ¿por miedo de quién dice esto? ¿Quién nos ha de quis que aquello que dice no es humo, por miedo del cual dice esto mirando la humadas? Todos los que las hacen, pueden andar: si no veinte hombres en cada parte. Si fuésemos a ellos, habría para que tomásemos cada uno el suyo. Si fuésemos a ellos cada ciento de nosotros ¿no tomaría el suyo porque aquí falta o carestía de gente? Porque nosotros solos lo ocupamos todo y estamos hechos un piélago. ¿Dónde es de agora ser Curínguaro? Porque de todo en todo es población divina y tine canas de muy antigua población, y las piedras de los fogares han echado muy hondas raíces ¿Quién ha de venir a destruirnos? Esto es lo que diréis." Dijeron los mensajeros: "Sí señores, y por esto dice vuestro tío, que vayan cada cien hombres a tomar dos asientos, y harían fuegos y ahumadas a los dioses por vivir algún tiempo y que habría cúes en Acumbaparatzicuyo y que estuviesen allí cien hombres." Respondieron ellos: "Viejos, ¿qué provecho será quien viene aun a destruirnos?" Dijeron ellos: "Así es, señores; por eso dice vuestro tío que abra la puerta por su pueblo de ltziparámucu, que él estaba con su gente hecho puerta muy gorda, y que se abrirá, y que se irá, adelante de nuestro términos a tomar asiento con su gente." Dijeron ellos: "¿Qué dice nuestro tío? ¿A qué ha de ir, quien nos viene a destruir los pueblos?" Y tornáronse los mensajeros, y llegando al señor de Itziparámucu, saludoles y díjoles: "¿Pues qué dicen?" Dijeron los viejos: "Señor, no lo creen." Dijo Tzintzuni: "Basta lo que han hablado: ven acá, tabernero." Y veniendo, díjole: "Señor, ¿qué quieres?" Díjole Tzintzuni: "¿Hay algún vino?" Respondió el tabernero: "Por qué no, señor. Sí hay." Díjole Tzintzuni: "Traedlo y beberemos." Y hizo llamar lo dos los principales y los que tenían en cargo la gente, y toda la gente común, y mujeres y mochachos y díjoles desta manera: "Oídme, gente: moradores de Itzi parámucu, matá los perros y las gallinas y papagayos grandes y comeoslo toda. ¿Cómo lo podréis llevar huyendo con ello? Qué, ¿no habemos de estar aquí, yo y vosotros, más de cinco días? Tomá todos masa o harina y secadla, y otros quien quisiere hacer otro matalotaje, hágalo. ¿Cómo habéis de llevar con vosotros nada desto? Mirá que me tengo de ir con vosotros, y mudar a otra parte y hacer nuestro asiento." Y fuese la gente a sus casas, y empenzaron a emborracharse todos, el señor llamó su mayordomo, y díjole: "Ven acá, daca los plumajes verdes de las plumas largas que trujeron de Pátzquaro por rescate de Tamapu checa, hijo de Taríacuri, que cativamos." Y bajaron de una trox una arca de aquellas plumas verdes, y tomábanlas todos en manojos, y compúsose él y todos los principales, con brazaletes de oro y orejeras de oro, y collares de turquesas, y plumajes ricos, y díjoles: "Señores que estáis aquí, moradores de Izti parámucu, gran deleite es emborracharse y beber. Pongámonos un poco los plumajes que han de ser de Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare. Esto que tenemos aquí, todo ha de ser suyo; traigámoslo un poco de tiempo." Y empezaron todos a llorar y hacer gran ruido llorando, y empezaron a traer vino y emborracharse todos. Y dijeron: "Emborrachémonos para consolarnos." Y vino una vieja, que no se sabía quién era con unas naguas de manta basta de hierbas, y otra manta de lo mismo, echada por el cuello, y las orejas colgando muy largas, y entró en casa de un hijo de Tzintzuni, que tenía un hijo que criaba su mujer y como la vio su Mujer, díjole: "Entrá agüela", que ansí dicen a las viejas. Dijo la vieja: "Señora, ¿queréis comprar un ratón?" Díjole la señora: "¿Qué raton es aquél?" Dijo la vieja: "Señora un topo es, o tuza." Dijo la señora: "Dale acá, agüela." Y tomósele de la mano, y era todo bermejo, muy grande y largo. Díjole la señora "¿Qué demandáis, agüela?" Dijo la vieja: "Señora de hambre vengo ansí: dame algunas mazorcas de maíz." Dijo la señora: "Agüela, tráigasle en buen hora yo te le compraré, que mi marido se está emborrachando, y yo se le coceré para que coma; asiéntate, entretanto." Y diéronle de comer, y una cesta de maiz, y despidiose la vieja y dijo: "Ya me voy, señora," Y fuese y chamuscó la señora aquel topo y lavole, y echole en un puchero, y púsole al fuego, y coció su hijo en aquel puchero, que había engendrado su marido Hopótacu, y estaba la cuna con las mantillas liadas que parescía que estaba allí el hijo. Y a la tarde fuese a su casa su marido Hopótacu y entrando en su casa, llamó a su mujer y díjole: "Señora, tengo hambre, ¿qué tengo de comer?" Dijo ella: "Señor, allí tengo que comas, que te compré un ratón o tuza." Y lavó de presto una sical y púsole allí en ella tamales, y tomó el puchero y echó el caldo en otro xical, y como quisiese echar el topo cocido, paresció ver su hijo y dio gritos, llorando, y dio en el suelo con el puchero. Y estaba todo blanco de cocido el niño, y saltó encima la cama y desató la cuna que estaba liada, y estaba vacía, y como no halló el niño, turbose y empienza a dar gritos la madre y díjole el marido: "¿Qué has?". Y como viese el niño díjole: "¡Oh bellaca, mala mujer!" Y como era valiente hombre, tomó su arco y flechas, y puso una flecha en el arco, y tiró la cuerda y flechó a la mujer por las espaldas y matóla. Y era de noche. En amanesciendo, fueron todos los principales en casa del señor, y recontaban todos lo que les había acontecido, estando borrachos, y díjoles Tzintzuni, el señor: "¿Quién ha hecho mal en esta borrachera?" Y uno decía: "Yo", y otro, "yo he hecho mal." Y cada uno contaba lo que le había acontecido. Y dijo el señor: "Mucho nos emborrachamos. ¿Cuál es más deleite, emborracharse o dormir con mujeres? ¿Por qué no hacen ansí en Curínguaro?" Y dijo al tabernero: "Haz más vino en los mayores maguéis, que será perdido que los chichimecas los gocen o hagan vino dellos." Y dijo Hopótacu: "Padre yo no sé que me ha acontecido: he flechado a la madre de mi hijo, Tzintziari." Dijo el señor: "¿Por qué la flechaste, hijo? ¿Qué te hizo?" Dijo Hopótacu: "Padre, cociome a mi hijo, el que tu pusiste nombre; que no sé qué vieja trujo a mi casa a vender un topo o tuza, que dicen que traía una naguas de una manta de hierbas basta, y otra mantilla de lo mismo cobijada, y traíele revuelto en la mano, y que de hambre, traía aquel topo a vender, y pensando que era así, le compró mi mujer y como no era topo, sino mi hijo, el que yo engendré, por esto la mate." Oyendo esto su padre, dijo: "Ah; aquélla no era vieja; mas es de las tías de los dioses del cielo. Aquélla se llama Auicanime, e ya los dioses de todo en todo, están muertos de hambre, y no tenemos con nosotros cabezas. Sea así, gente: Vámonos hacia alguna parte." Y emborracháronse cinco días y fuéronse del pueblo. Acostumbraba esta gente, cuando tenían alguna aflicción, decir: "No tenemos cabezas con nosotros": diciendo que sus enemigos los tomarían e cativarían a todos, y los sacrificarían, y que sus cabezas pondrían en varales. Y hacían cuenta que los habían tomado. Por eso dice aquí el señor de Itzi parámucu, que no tenían cabezas consigo. XXIX Cómo Taríacuri envió sus sobrinos amonestar y avisar un cuñado suyo, que no se emborrachase, y cómo los rescibió mal, y a la vuelta lo que le aconteció a Hirípan con un árbol en el monte Envió a llamar Taríacuri a sus sobrinos e hijo Hiquíngare, y venidos, díjoles: "Hijos, que haremos; ¿cómo no iríades al señor llamado Hiuacha, hijo de mi tío Zurumban, que cada día se emborracha muy malamente, y dicen que no come pan, mas el vino sólo tiene por comida? Id a él, y llevadle este pescado: decidle que coma primero y que después empezará a beber, y [tomará una taza, y luego comerá tras ella pan, porque no se muera, que le matarán estando borracho. Id a él y amonestadle, que yo hablé con su padre desta manera." Partiéronse sus sobrinos e hijo, todos tres juntos, y llegaron donde estaba Hiuacha, que había salido del baño, y se había bañado, y estaba asentado a un lado y saludolos y díjoles: "Bien seáis venidos, chichimecas." Y pusieron ellí el pescado delante dél, y antes que hablasen, ni le dijesen lo que les había dicho Taríacuri, anticipose Hiuacha y díjoles: "¿Qué venís a decir? ¿Cómo no venís a hablar de guerra? Esperad, contaremos los días: el día de la caña y el día del agua, y el día de la mona y de la navaja, que yo Hiuacha no peleo más con mantas: compro los esclavos." Acostumbran los mexicanos contar sus meses e días, por unas figuras que tenían pintadas en unos papeles, una caña y agua, y una mona, y una navaja. Así hay veinte figuras, un perro y un venado. Y contando por allí los días, tomaban sus agüeros para pelear, y para ver el nascimiento de cada uno. Y esta cuenta paresce que la tenía este señor Hiuacha, y no los chichimecas, y por esto dice que contarán el día de la caña y del agua. Oyendo lo que habló Hiuacha, Tangáxoan no se pudo contener, y dijo: "¿Quién te dijo que cuentes los días? Nosotros no peleamos contando desa manera los días: mas traemos leña para los cúes, y el sacerdote llamado Curi y el sacrificador toman olores para la oración de los dioses. Dos noches estamos en nuestra vela para mirar cómo va la gente y para despedillos, y con esto peleamos." Y tomaron sus arcos y asentáronse todos en el patio y sacaron de comer, y no les dieron a ellos, mas pasáronse de largo los que daban la comida, y dieron a los suyos, y sacaron mantas y camisetas y hizo merced Hiuacha no más de a los suyos, y a ellos no les dieron nada, y como no hacían caso dellos, dijeron: "Vámonos a nuestro pueblo." Y tomaron todos sus arcos, y íbanse, y un viejo que era mayordomo de Hiuacha entró en una troj, y sacó un cañuto muy gordo de cañaheja, que estaba lleno de plumajes, y se fue tras ellos y íbalos llamando y decía: "Señores chichimecas, esperaos ahí, que os quiero decir un poco." Y dijo Tangáxoan a su hermano: "Señor Hirípan, ¿qué viene deciendo aquel viejo?" Dijo Hirípan: "Dice que esperemos aquí, que nos quiere decir un poco. Venga a ver qué quiere." Y llegó a ellos y saludáronle y dijéronle: "Bien seas venido, agüelo", que ansí decían a los viejos y a los sacerdotes. Y él también los saludó y quebrantó el cañuto de cañaheja y sacó dél muchos plumajes y púsoselos en la mano a Hirípan y díjoles: "Hijos, llevad estas plumas a Curicaueri vuestro dios, que destas plumas hace sus atavíos: ochocientas son. Estas trujeron de las islas de la laguna en rescate de xicales, y ruégoos que sean para apartarme a mí y a mis parientes: que los libertéis, que no acertó en lo que dijo Hiuacha, que ya no tenemos cabezas con nosotros, porque muy fuertemente conquistará la tierra vuestro dios Curicaueri. Ruégoos que me libertéis y apartéis de los cativos." Díjole Hirípan: "¿Cómo te llamas, agüelo?." Dijo el viejo: "Señor, llámome Parangua, y un hermano mío menor, se llama Tzipaqui." Díjole Hirípan: "Bien, bien, habla a todos los tuyos y escoge todos tus parientes; que así será como dices." Y fuéronse su camino y llegaron a Pátzquaro y no hablaron a Taríacuri; mas fuéronse todos enojados de largo al cu nuevo, a Querétaro, donde tenían su asiento en Michuacán. Y como llegaron, fuéronse al monte a cortar leña para los cúes, ellos y los isleños que andaban juntos. Y Hirípan subió en un árbol que no era gordo y abrazose con las ramas y y doblegolas y aquel árbol estaba comido de carcoma o gusanos y quebrantose y vino abrazado con las ramas, y cayó con ellas tendido en el suelo boca abajo y amorteciose, y como le vio su hermano Tangáxoan, dijo: "¡Ay, ay, que es muerto mi hermano." Y llamó a Hiquíngare, y vinieron allí todos los isleños, y cercáronle todos en rededor, y aun no se levantaba, questaba todavía tendido, y llegose a él Tangáxoan y tomole de un brazo y Hiquíngare de otro y levantáronle, y estaba asentado y teníanle por las espaldas Tangáxoan y Hiquíngare. Y levantose en pie Hirípan, y dijo muy enojado de sí: "¡Oh Hirípan: aunque soy de tal estatura y tan pequeño, y aunque tengo la cabeza redonda, que no es de valientes hombres, nunca me tengo de olvidar de aquella injuria de Hiuacha!" Y dijo a su hermano Tangáxoan. "¿Cómo tiene las manos Hiuacha de quebrar ramas para los fuegos de los cúes? Mírame las manos, qué de callos tengo: Si las tiene así Hiuacha; ¡que tanta leña cuesta, y que tantos olores ha de costar, y cuán alta ha de ser la leña que ha de cortar! Nunca olvidaré esta injuria." Acostumbraba esta gente de traer leña para los cúes, y echar olores los sacerdotes, llamados andúmucua en el fuego, porque los dioses les diesen vencimiento contra sus enemigos, y allí en la oración que hacían al dios del fuego, nombraban todos aquellos señores, contra quien hacían aquellos hechizos de aquellos olores. Por eso dice aquí Hirípan, que ha trabajado tanto en traer leña para los cúes, que tiene callos en las manos, los cuales no tenía Hiuacha; y que ya él merescía que los dioses le diesen vencimiento contra él, por aquella leña que había traído para sus cúes, o que él trairía tanta pues que ya tenía callos hechos, que fuese bastante de vencer a Hiuacha, aunque era valiente hombre. Y era de pequeña estatura, y tenía la cabeza redonda. Que los que la tenían de tal manera, no los tenían por valientes hombres, y por eso a los señores les allanaban las cabezas, y se las asentaban y hacían como tortas. Y díjole Tangáxoan a Hirípan: "Hijo, tú no estás tan enojado como yo: yo estoy más enojado que tú: pues que soy de chicos pies y delgado de cuerpo. Vámoslo a hacer saber a nuestro tío, porque no diga que habemos de estar y vivir entrambos; pues que aun vive nuestro tío, verá nuestra muerte, que no tenemos gana de vivir vámosle a decir lo que nos dijo Hiuacha." Y partiéronse para ir donde estaba su tío Taríacuri, el cual era ya muy viejo y cansado y tenía unas orejeras de oro en las orejas y algunas turquesas al cuello y una guirnalda de trébol en la cabeza. Y estaban arrimadas a él sus mujeres que le tenían, y llegando sus sobrinos, dijo a las mujeres: "Madres, levantadme, que vienen mis sobrinos: que quieren hablar una cosa de importancia." Y levantáronle y asentáronle en una silla de espaldas y díjoles: "Entraos allá dentro." Y como llegasen sus sobrinos, saludoles y díjoles: "Seáis bien venidos, hijos." Y ellos a él así mesmo le saludaron, y quebrantaron aquella cañaheja y sacaron las plumas blancas y pusiéronselas en la mano, y díjoles Taríacuri: "¿Pues qué es esto, hijos?" Y contáronle lo que les dijo Hiuacha el señor de Taríaran, y díjoles Taríacuri: "Pues hijos, ¿qué decís? ¿Pensáis de pelar?" Dijeron ellos: "Sí, padre, que habemos de pelar; pues que estás vivo, vernos has, cómo vamos a morir: porque no digas que queremos estar y vivir, nosotros: Morir queremos, y verás nuestra muerte." Díjoles Taríacuri: "¿Qué decís, hijos? ¿Quién tenéis en vuestra compañía, para querer pelear y hacer guerra a los otros?" Dijeron ellos: "¿Por qué, padre, no habemos de tener compañía? Muchos somos. Ahí está un prencipal llamado Cuetze y Catzimato y Quiriqui y Quacángari y Anguaziqua y Cupauaxanzi, que son valientes hombres de los nuestros, y de los isleños; ahí están Zapiuátame y Tzanguata y Chapata y Atache húcane, que eran de los antepasados de don Pedro que es agora gobernador, que se hecieron amigos de los chichimecas. Paréscemos que somos hartos." Díjoles Taríacuri "¿Qué decís, hijos? Vosotros que tanto ha que entropezastes a querer hacer guerra, como quien dice mucho tiempo ha que empezastes y diestros estáis; no quiero quebrar vuestras palabras y estorbar vuestro parecer. Déjame primero hacérselo saber a Huresta señor de Cumanchén, que es muy creíble, como muchacho, quél será con nosotros y se juntará con vosotros, y si no bastare con esta ayuda levantarnos hemos todos y iremos todos a un señor llamado Thiuan, por tener favor y guarda en él, que es muy valiente hombre. Torna a pasar la laguna que yo os lo enviaré a hacer saber mañana, y esotro día llegarán y nos juntaremos aquí en un lugar llamado Thiuapu, en lo alto." Y respondieron ellos: "Sea así, padre." Y tornaron a pasar la laguna. XXX Cómo Taríacuri mostró a sus sobrinos y hijo la manera que habían de tener en la guerra y cómo les señaló tres señoríos y cómo destruyeron el pueblo a aquel señor llamado Hiuacha Como viniesen los mensajeros que había enviado Taríacuari al señor de Cumachén, al tercero día envió Taríacuri por sus sobrinos, haciéndoles saber cómo habían traído buenas nuevas los mensajeros que habían enviado al señor de Cumachén que los quería ayudar. Y vinieron sus sobrinos, y luego en rompiendo el alba, antes que heciese, claro, subió a un montecillo Taríacuri, llamado Thiuapu, y escombró allí aquel lugar un pedazo, y juntó tres montone de tierra, y puso encima de cada uno una piedra e una flecha y desviose, y apartose un poquito del camino, y estaba echado allí. Y sobieron sus sobrinos a aquel montecillo, y encumbraron y llegaron donde estaban los montones de tierra, y viéndolos dijeron: "¿Qué cosa es ésta? ¿Quién limpió y escombró este lugar?" Y dijeron: "No sabemos quién hizo esto, y esta tierra ¿quién la juntó aquí? Cómo ¿no la debía de ayuntar nuestro tío?" Dijeron: "Sí, mas para qué puso aquí esta tierra?" Y fingiendo Taríacuri que encumbraba el montecillo, llegó a ellos y díjoles: "¿Pues qué hay, hijos? ¿Qué habéis hecho aquí? Para qué posistes aquí estos montones de tierra?" Dijeron ellos: "Padre no los posimos nosotros; cómo ¿no los posistes tú?" Díjoles Taríacuari: "Sí hijos, discretos fuistes en no deshacellos; oídme hijos: mira Hirípan, ansí ha de haber tres señores. Tú estarás en este montón que está en medio, ques el pueblo de Cuyacan, y tú Tangáxoan estarás en este montón, que es el pueblo de Michuacán, y tú Hiquíngare estarás en este, que es el pueblo de Pátzquaro. Así serán tres señores." Y trazó allí el pueblo del señor llamado Hiuacha Tzirapen y díjoles: "Miró que os quiero mostrar el pueblo: esta raya que está aquí es el camino por donde habéis de ir; esta que está aquí, es una sierra: vosotros habéis de ir por aquí y los de Cumachén por aquí y los de Erongaríquaro y Uricho Pichátaro, irán por este camino que ya vienen, que yo les señalé que viniesen mañana, id, pues, hijos." Dijeron ellos: "Así será como dices, padres." Y partiéronse con toda la gente de guerra. Y en la tarde llegaron a un pueblo llamado Uiramu angaru, y en anocheciendo tomaron su dios Curicaueri, y iban los escuadrones partidos, y cercaron todo el pueblo para destruille y estuvieron en celada, y en rompiendo el alba, díjoles a todos Hirípan: "Levantaos todos." Y levantáronse todos y dieron gran grita y destruyeron y quemaron todas las casas y cativaron muchos enemigos, y haciendo todos gran ruido, daban voces cuando los tomaban. Y llevaron huyendo los suyos a Hiuacha asido de los brazos, y alcanzándole Tangáxoan, llegó a él y diole con una porra encima la cabeza, y tomaron todas sus mujeres, aquí una y allí otra, y trujéronlas al real. Y moraban unos naturales en un pueblo llamado Chemengo, y otros en otro pueblo llamado Tzitzupan, y en Acauato y fue mucha gente de los enemigos huyendo a los dichos pueblos y diéronlos grita, y no los recebieron, y dieron la vuelta otra vez, otra vez hacia su pueblo y cativáronlos y durmieron sobre ellos que los alcanzaron de noche, y todo un día estuvieron así cazando a los que se habían escondido, y dormieron allí una noche. Y a la mañana contáronlos todos, y enviaron a hacello saber a Taríacuri, cómo los habían conquistado y cativado, y vino a dar la nueva un prencipal llamado Zapiuátame y saludó a Taríacuri y díjole: "Señor, ya ha cativado Curicaueri." Díjole Taríacuri: "¿Hay algunos muertos de los nuestros con que me deis pena?" Dijo Zapiuátame: "Señor, no peleó el señor del pueblo: todo está ya sosegado, y dormimos allí una noche, y en un día los tomamos cazándolos, y así los cativó Curicaueri." Y holgose Taríacuri de las nuevas, y vino toda la gente de guerra con los cativos, que venían haciendo gran ruido, y anduvieron con ellos en procesión, y lleváronlos a la casa de Taríacuri, y diéronles a todos de comer, y escogeron los que habían de guardar en la cárcel para estos sacrificios, y desataron al viejo llamado Parangua, el mayordomo de Hiuacha, y fueron él y su hermano donde estaba Hirípan y díjoles: "Que es, ¿agüelo?" Y contáronle cómo él era el de los plumajes. Díjoles Hirípan: "Vamos y dirémoselo a nuestro tío." Y fueron delante de su tío y díjoles: "Pues qué hay, hijos?" Dijéronle: "Este es el que te dijimos, éste es el que trujo los plumajes, éste se llama Parangua y éste que viene con él dice que es su hermano, que se llama Tzipaqui: Díjoles Taríacuri: "¿Qué dice Hiuacha?" Dijéronle: "Qué ha de decir, señor?" Dijo Taríacuri: "Allí está. ¿Qué es lo que siente?, que desta manera castiga Curicaueri. Esto le dijeron sus padres del cielo, que conquistase la tierra. Id y escogedlos. ¿Qué decís?" Y fueron y escogéronlos y libertaron cuatrocientos y estuvieron componiendo los cativos dos días, y emplumaronlos y pusierónlos las mitras de plata, y unas tortas de plata al cuello, como soles: y unos cabellos largos a las espaldas, y al señor también dellos, llamado Hiuacha, y pusiéronles cascabeles en las piernas, y velaron con todos ellos en las casas de los papas una noche, y bailaron con ellos y a la media noche tañeron las trompetas para que descendiesen los dioses del cielo, y a la mañana echaron su harina a los pies de los cúes. Y subieron a los cúes, Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare, y los otros señores, todos compuestos. Y Taríacuri estaba asentado en una silla a la entrada de las casas de los papas. Y sacrificaron a todos aquellos cativos. Y un día entero, no hicieron sino sacrificar. Y tenían al cuello unos collares de huesos llamados tarepu uta, que eran colorados, y estaban todos ensangrentados de la sangre que saltaba de los sacrificados, y lleváronlos a lavar a un agua que está en la casa de don Pedro gobernador en Pátzquaro, y puso nombre Taríacuri, aquel lugar Caropu uta, el cual tiene hasta el presente día, y dice la gente común, que por eso aquel agua de allí no es sabrosa, porque se lavaron allí entonces aquellos huesos o conchas.
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XXVIII Cómo fue preso el cazonci y del oro y plata que dio a Nuño de Guzmán. Esta relación es de don Pedro Gobernador Después que vinieron a esta provincia españoles, estuvo el cazonci algunos años, y mandó la cibdad de Mechuacán, y todavía tenían reconoscimiento los señores de los pueblos que era su señor, y le sirvían secretamente. Invió el señor Marqués a la cibdad, un hombre de bien llamado Caicedo, que tuviese en cargo los indios de la cibdad. Y tenía consigo un intérprete, buena lengua, español, según dicen, y por mal tratamiento que hacía a los indios, estando el cazonci ausente, questaba en Pátzcuaro, emborracháronse aquellos prencipales, y tomaron sus arcos y flechas y fueron tras él, que huyó, y era gran corredor, y alcazáronle cuatro dellos y flecháronle, y él antes que le flechasen, dio de puñaladas a uno dellos, y matóle. Después súpolo la justicia, y vino a hacer justicia desde México el bachiller Ortega, y aporreó aquellos prencipales, que habían sido en la muerte de aquel mancebo intérpetre. Como vinieron los religiosos de San Francisco, bautizóse el cazonci y llamóse don Francisco y dio dos hijos que tenía, para que los enseñasen los religiosos. Ansí mismo los españoles no trataban bien los indios y desmandábanse, y mataron otro español en Xicalán, pueblo de Uruapan, y el bachiller Ortega hizo muchos dellos esclavos, y despoblóse casi aquel pueblo, y ansí mismo murieron más españoles en otros pueblos. Decían que lo mandaba el cazonci. El se excusaba, y decía que matasen a los indios que los habían muerto; que él no los había mandado matar. Por esto, y por el servicio que le hacían los indios de los pueblos, los españoles concibieron contra él ira, y quejáronse dél, que mandaba matar los españoles, y que bailaba con los pellejos de los españoles vestido: que robaba los pueblos; que había hecho gente de guerra contra los españoles: que la había inviado a un pueblo llamado Cuinao, que la tenía allí para matar los españoles. En este tiempo, vino por presidente desde Pánuco, Nuño de Guzmán. Aquí se contará la relación que don Pedro dio, ques agora gobernador, de la muerte del cazonci, que se halló en ella, y súpolo todo cómo pasó, y es esta siguiente: Vino Nuño de Guzmán a México por Presidente. Antes que llegase envió el Marqués a Andrés de Tapia, al cazonci, y díjole: "El Marqués me envía y dice que viene otro señor a la tierra, que ha de estar en México y ha de ser gobernador, que se lo haga saber de su venida, y que si le pidiere oro o plata, que no se lo dé, que envíe todo su tesoro de oro y plata donde yo estoy, que no se esconda nada ni que dé nada, que si se lo pidiere Nuño de Guzmán que le diga que ya me lo invió a mí, para llevar al Emperador". Pues como viniese Tapia y dijese esto al cazonci, díjole el cazonci: "Así debe ser la verdad: aun quedó un poco de oro y plata de lo pasado que nos dejaron; llévalo ¿para qué lo queremos nosotros? Del Emperador es." Y trujéronle por dos veces oro y plata en cantidad, que llevó al Marqués y fuese Tapia. Llegó Nuño de Guzmán a México. En llegando, invió por el cazonci, y vino a prendelle Godoy, ques agora alguacil mayor en esta cibdad, y prendió al cazonci y a don Pedro, y a otro señor llamado Tareca de Xanoato, pueblo de Oliver, diciendo que era muy prencipal y que era pariente del cazonci; y a otros muchos, y llevólos al pueblo de Cuyxeo, y decíales que no estuviesen tristes, que los llamaban el presidente Nuño de Guzmán. Dijo el cazonci: "Vamos, ¿por qué habemos de estar tristes? quizá nos quiere decir algo." Díjoles Godoy: "No os tardaréis allá mucho; se holgará con vuestra vista." Pues llegaron a México y holgóse mucho Nuño de Guzmán con el cazonci y con don Pedro y díjoles: "Seáis bien venidos; yo os hice llamar: mañana hablaremos, los a holgar y veníos aquí luego por la mañana." Luego por la mañana invió Nuño de Guzmán por ellos y fueron delante dél y díjoles: "¿Cómo venís desnudos? ¿qué me traéis? ¿Cómo, no sabéis que soy venido?" Dijeron ellos: "Señor, no te traemos nada, porque nos partimos luego." Díjoles Nuño de Guzmán: "¿Quién de vosotros verá a Mechuacán?, que tengo un negocio grande: Cómo, ¿no habéis oído dónde se llama Tehuculuacan tachado y otro pueblo llamado Ciuatlan donde hay mujeres solas?" Respondiéronle ellos: "No lo habemos oído." Díjoles Nuño de Guzmán: "¿No os lo dijeron los viejos vuestros antepasados?" Dijeron ellos: "No nos dijeron nada." Díjoles Nuño de Guzmán: "Pues allá habemos de ir, a aquellas tierras: hacé muchos jubones de algodón y muchas flechas y rodelas y veinte arcos con sus casquillos de cobre, e muchos alpargates e cotaras: encomendadlo a uno de vosotros que vaya a entender en ello." Díjole el cazonci: "Este irá, ques mi hermano, don Pedro." Díjole Nuño de Guzmán: "Quédate tu aquí y espérame y iremos juntos, que tengo de ir a la guerra. Envía por el oro que tienes allá en Mechuacán." Díjole el cazonci: "Señor, no tengo oro, ya lo trajo todo Tapia." Díjole Nuño de Guzmán: "¿Por qué se lo distes?" Díjole el cazonci: "Porque nos lo pidieron como agora tú." Díjole Nuño de Guzmán: "¿Por qué creístes a Tapia?" Díjole el cazonci: "También irá don Pedro y entenderá en buscar si ha quedado algo, para traerte." Díjole Nuño de Guzmán: "Aquí has de quedar tú, entre tanto, y un cristiano ha de estar contigo que te guarde; no tengas pena: cómo ¿no estás aquí en tu casa, estando en la mía?" Díjole el cazonci: "Mejor sería que fuese a otra parte a posar." Díjole Guzmán: "No quiero que vayas: bien estás aquí en mi casa. Si quisieres ir alguna parte, paséate por ese terrado." Díjole el cazonci: "Bien, basta lo que dices." Y metióle un español en un aposento y despidió a don Pedro y díjole: "Ve hermano allá a nuestra tierra: gran cosa es ésta: no lo quiere hacer con nosotros mansamente y despacio; busquemos un poco de oro que le demos. Pregunta allá quién tiene oro y envíalo aquí, para que le demos." Díjole don Pedro: "Señor, ¿dónde lo habemos de traer?" Díjole el cazonci: "Allá lo platicareis vosotros." Y dispidióse del cazonci y díjole: "Señor, quédate en buen hora: esfuérzate, come, que de nosotros es padecer, y que nos traten desta manera." Díjole el cazonci: "Ansí será; vete en buen hora." Y vino a Mechuacán, y hizo saber lo que pasaba a los prencipiantes y empezaron a llorar todos y buscaron oro y plata y llegaron seiscientas rodelas de oro y otras tantas de plata, y dábale priesa un intérpetre de Guzmán llamado Pilar, al cazonci, porque no traía el oro y díjole: "Cuando lo traigan, muestrámelo a mí primero." Y como llevaron todo aquel oro y plata a México, mostráronlo al nauatlato susodicho llamado Pilar, y tomó secretamente, sin sabello Nuño de Guzmán, doscientas rodelas de aquellas ciento de oro y ciento de plata y díjoles a los prencipales: "Seáis bien venidos: yo hablaré por el cazonci; no tengais miedo." Y mostraron el otro oro a Nuño de Guzmán, y dijo el cazonci: "¿Por qué traéis tan poco?; eres muchacho: envía por más." Y era de noche cuando se lo llevaron y dijo que lo metiesen dentro en su aposento, y no dejaban entrar ningún prencipal donde estaba el cazonci. Y estaba allí Abalos solo con él por nauatlato y nunca salía fuera el cazonci y el carcelero español o aquella guarda que tenía, pidíale oro al cazonci, y decía que le dejaría salir y pagábaselo. Cada vez que había de salir, le daba dos tazas de oro y otras dos de plata, y no le dejaba salir más de a la puerta a hablar con sus prencipales y después le hacía entrar dentro. Tornó a inviar el cazonci y dijo a los prencipales: "Id otra vez a mi hermano don Pedro y decidle: Qué, ¿te tengo de hermano? Cómo, ¿no soy hombre? questos me tienen ansí. Que traiga más oro." Y vinieron los mensajeros y hiciéronlo saber en Mechuacán cómo estaba el cazonci, y dijeron los prencipales: "¿Qué haremos? ¿Dónde lo habemos de haber? Busquémoslo por ahí." Y buscaron cuatrocientas rodelas de oro y otras tantas de plata y lleváronlo a México, y mostráronlo al nauatlato Pilar, como les tenía mandado, y tomó secretamente cien rodelas de oro y ciento de plata, y dijéronle los prencipales: "Señor, ¿qué haremos?: pues que tú tomas todo esto. Cómo ¿no hablarías por nosotros y iríamos con nuestro señor el cazonci a una casa fuera de aquí en la cibdad, donde nos habemos de ir? Díselo a Nuño de Guzmán." Díjoles el nauatlato: "Vamos, no tengais miedo, yo se lo diré." Y mostraron el otro oro y plata a Guzmán, y díjole el cazonci: "¿Por qué traéis tan poco? no tenéis vergüenza. Cómo, ¿no soy yo señor?" Díjole el cazonci: ".¿Dónde lo habemos de haber? ¿Es otra cosa de por ahí? Ya, ¿no lo han traído todo?" Díjole Guzmán: "Mucho hay, eres tu señor pequeño si no me lo traes, yo te trateré como mereces, que tú eres un bellaco y desuellas los cristianos. Pues sabiendo yo esto, ¿cómo te he tratado? ¿para qué quieres el oro? Tráelo todo, porque los cristianos todos están enojados contra ti, que dicen que les hurtas de los pueblos los tributos y les robas los pueblos y dicen que te mate por la pena que les das. Yo no los creo. ¿Por qué no me crees esto que te digo? ¿quieres morir?" Díjole el cazonci: "Pláceme de morir." Dijo Guzmán: "Bien está, metedle allá dentro, que quiere morir, y no salga fuera. ¿Por ventura reiste de lo que te digo, porque no te he maltratado?" Y metiéronle dentro en un aposento donde él estaba, y empezó a llorar y dijo: "¿Qué haremos? Id otra vez a don Pedro, mi hermano, que pida el oro questá en Uruapan, lo que ofresció a los dioses mi agüelo, y lo questá en Tzacapu y lo de pueblo de Naranxan y lo de Cumanchen, y lo questá en Uaniqueo porque aquello es mío y no se lo tomo a los caciques. Quizá los caciques desos pueblos no mirarán la miseria en que estoy y no lo darán sabiendo lo que dicen que robo los pueblos de los españoles, que aquí se han quejado a Guzmán." Y llegaron los mensajeros a Mechuacán y fueron por los pueblos susodichos y hicieron saber a los caciques lo que decía el cazonci, y dijeron los caciques: "¿Por qué no lo habemos de dar? De verdad, que suyo es lo que está aquí." Y trujéronlo todo a Mechuacán, doscientas rodelas de oro y doscientas de plata y lunetas de oro y orejeras y brazaletes y lleváronlo a México y el nauatlato Pilar tomó secretamente, sin que lo viese Guzmán, como solía, cien joyas de aquellas, entre brazaletes de oro y lunetas y orejeras; y llevaron lo otro a Guzmán, y como lo vio Guzmán, arrojólo en el suelo y dióle con el pie. Y era de noche cuando se lo llevaron. Y estuvo el cazonci en México preso nueve lunas. Cada luna es veinte días. XXIX Cómo vino Nuño de Guzmán a conquistar a Xalisco y ta chado hizo quemar el cazonci Pues vinieron mensajeros como Nuño de Guzmán venía a la conquista de Xalisco, con la gente de guerra, y antes que se partiese, vieron los indios en el cielo una gran cometa, y llegó a Mechuacán con toda su gente. Ya estaban hechos los jubones de algodón que mandó hacer, cuatrocientos dellos y cuatrocientos arcos, y doscientas flechas de casquillos de metal, hachas y mucho número de las otras de cobre. Y tenían recogidas cuatro mil cargas de maíz y infinidad de gallinas. Y saliéronle a rescibir los señores, y traía consigo el cazonci, y díjole Guzmán: "Ya has venido a tu casa. ¿Dónde quieres estar? ¿Quieres que estemos juntos en mi posada, o irte a tu casa?" Y díjole el cazonci: "Bien querría ir un poco a mi casa, y veré mis hijos." Y díjole Guzmán: "¿A qué has de ir? Ya no has venido a tu tierra, y estas casas no son tuyas donde estás agora. Haz llamar aquí a tus hijos e tu mujer, que ningún español entrará en tu aposento, y aquí te entoldarán una cama y estarás allí." Díjole el cazonci: "Sea ansí. ¿Cómo tengo que quebrar tus palabras? Sea como quieres. Bueno es eso que dices." Dijo el cazonci a sus criados: "ld a decir a los viejos y a mis mujeres que ya no me verán más: que las consuelen los viejos; que no siento bien de mi hecho: que pienso que tengo que morir: que miren por mis hijos y no los desamparen, que cómo me ha de ver aquí, y que se aparejen y den de comer a los españoles, porque no me echan a mí la culpa los españoles si hay alguna falta: que ahí están los prencipales que tienen en cargo la gente para lo que fuere menester." El siguiente día llevaron a Guzmán los jubones de algodón, y todo lo que había mandado hacer y enojóse y dijo: "¿Por qué traes tan pocos?" Y dijo al cazonci: "Todos los has llevado a Cuinao, y por eso traes tan poco." Y sacó la espada y dio despaldarazos con ella. a don Pedro, y hizo echar prisiones al cazonci y a don Pedro y hizo llevar al cazonci a las casas de don Pedro al nauatlato Pilar, y a Godoy, para que los amedrentasen y que dijese del tesoro que tenía. Y como le llevaron de noche, empezáronle a preguntar: "¿Es verdad que fueron ocho mil hombres de guerra a Cuynapan, y que llevaron allá todos los jubones de guerra y armas? Decí la verdad. ¿Cómo es aquella tierra? ¿Por que camino habemos de ir?" Respondió el cazonci y don Pedro y dijéronles: "No sabemos el camino." Dijéronles los españoles: "Cómo, ¿no sois amigos los de Cuynaho y vosotros y entráis a ellos?. Dijeron ellos: "No sabemos esa tierra." Dijéronle los españoles al cazonci: "Cómo has venido aquí. No tienes vergüenza, cómo estés. ¿Cuándo, pues, le has de demostrar el tesoro que tienes a Nuño de Guzmán, questá muy enojado, y tienen allí un brasero de ascuras?" Haciendo ademán que le querían quemar los pies, dijo el cazonci: "¿Dónde tengo de traer más oro?" Dijéronle los españoles: "Cómo, ¿quieres morir?" Y empezaronles a dar tormento y colgábanlos, y estaba allí un señor de la nauatlatos, llamado Juan de Ortega, y diéronle tormento en sus partes vergonzosas con una verdasca y súpolo el padre fray Martín, que era guardián en la dicha cibdad, que se lo hicieron saber los muchachos, y tomó un crucifijo y vino a la casa de don Pedro, y los españoles que les estaban dando tormento dejáronlos y echaron a huir. Y díjoles el padre: "¿Por que lo traéis desta manera?" Respondieron los españoles: "No nos quieren decir del camino que les preguntamos, y por eso los tratamos ansí." Díjoles el padre al cazonci y a don Pedro: "¿Pues sabéis el camino?" Respondieron ellos: "No lo sabemos ¿habemos de decir lo que no sabemos?" Díjoles el padre: "Pues ¿por qué los tratáis desta manera?, pues no saben el camino." Dijeron ellos: "Nosotros no les hacemos mal." Y tornóse el padre al monesterio, y dijeron los españoles al cazonci y a don Pedro: "Vamos donde está Nuño de Guzmán." Y hiciéronlos llevar a cuestas y lleváronlos donde se había aposentado Nuño de Guzmán y prendieron a Abalos y a don Alonso y estaba muy enojado Guzmán y díjoles: "Bellacos ¿quién lo dijo al padre? ¿tengoos de dejar de llevar a la guerra, aunque el padre vaya tras vosotros?" Y queríase partir Guzmán, y pidió al cazonci ocho mil hombres, y díjole al canzonci: "Envía por todos los pueblos; si no traes tantos como te digo, tu lo pagarás." Dijo el cazonci: "Señor, envié vosotros por los pueblos, pues son de vosotros." Díjole Guzmán: "Tú solo has de inviar ¿cómo, no eres señor?" Entonces invió el cazonci por todos los pueblos sus prencipales, y díjoles también Guzmán: "Haz traer todo el oro de los pueblos." Díjole el cazonci: "No lo querrán dar, aunque envíe ¿por qué tengo de inviar?" Díjole Guzmán: "Si no tuvieren oro, dales tú una trox a los caciques, para que me traigan." Y trujeron ocho mil hombres de los pueblos y contáronlos y mostráronselos a Guzmán: "Basta; bien está. Mira que no se huya nadie: que no han de hacer más de llevarme hasta donde voy y se volverán; de aquí a tres días me partiré. Ya no tengo de hablar más en esto." Y empezaron a tomar los españoles los ocho mil hombres que habían traído, y repartillos entre sí, quien más podía, sin contallos, y huyóse mucha gente, y echaron presos los señores, y al cazonci llevaronle en una hamaca con unos grillos. Y partiéronse todos los españoles y llegaron a un río de los chichimecas, doce leguas de la cibdad, y asentaron allí cabe aquel río. Ya el cazonci estaba descolorido, y no quería comer nada y estaba como negro el rostro. Y mostráronle los prencipales las cargas cómo venían todas, que no habían dejado los tamemes ninguna en el camino, y elijo: "Bien, está, bien está, guardadlas bien." Y Ileváronlos a la posada del mayordomo de Nuño de Guzman, y echaron también prisiones a los nauatlatos y a Abalos echáronle unos grillos dos días y llevaron unos españoles al cazonci apartado, donde no andaban españoles, a unos herbazales, a la ribera del río y empezáronle a preguntar y decir: "Muestra los pellejos de los cristianos que tienes; si no los haces traer aquí, aquí te tenemos de matar. Si los hicieres traer iráste a tu casa, y serás señor como lo eras, y también has de decir la verdad si fueron ocho mil hombres a Cuynao, si llevaron los jubones de guerra y arcos y flechas y si verdad que habéis hecho allí hoyos, donde caigan los caballos." Díjoles el cazonci: "Señores, no es verdad nada deso." Dijéronle los españoles: "Di la verdad." Y atáronle las manos y echábanle agua por las narices y empezaron a preguntarlle por el tesoro que tenía y un ídolo de oro grande y decíanle: "Es verdad que tienes un ídolo grande oro." Díjoles el cazonci: "No tengo, señores." Dijeron: "Cómo: ¿no tienes más oro?" Díjoles el cazonci. "Yo lo preguntaré a ver si hay más." Dijéronle los españoles: "Nosotros iremos por ello: ¿dónde está?" Díjoles el cazonci: "No se si hay algún pozo en Pátzcuaro." Y llevaron los indios cuatrocientas lunetas de oro y rodetas y ochenta tenacetas de oro al cazonci, y dijo que no diesen a Guzmán más de doscientas de aquellas joyas y hizo a los indios que volviesen lo otro. Y enojóse Guzmán de ver tan poco y dieron tormento también a don Pedro, que muestra hoy en día los cordeles en sus brazos. Ansí mismo dieron tormento a don Alonso y a Abalos y pídianles el ídolo de oro, y de los hoyos, y dijeron: "Nosotros, no sabemos nada desto." Dijéronles: "Ya ha dicho la verdad de todo el cazonci, y de aquí a tres días se ha de volver a su casa; si vosotros decís la verdad también os iréis vosotros a vuestras casas. Decí qué tanto oro tiene el cazonci." Dijeron ellos: "Nosotros no lo habemos visto, ni sabemos nada desto que preguntáis" Dijéronles los españoles: "Dicen que tiene mucho oro." Dijeron ellos: "Quizá sí tiene: nosotros no se lo habemos visto." Dijeron los españoles: "Cómo, ¿no tiene oro? y él os ha dicho que no digáis dello." Dijeron ellos: "Nunca se lo habemos visto." Y dejáronles de preguntar Guzmán y los alguaciles y un nauatlato desta lengua corcobado; y hizo llevar los viejos y los sacerdotes antiguos y preguntóles también Guzmán sobre el oro, y dijeron ellos: "¿Qué habemos de hablar nosotros que somos viejos? ¿Cómo habemos de saber nada desto? ¿No somos una cosa por ahí sin provecho?" Y no les preguntaron más y dio sentencia Guzmán contra el cazonci, que fuese arrastrado vivo a la cola de un caballo y que fuese quemado. Y atáronle en un petate o estera e atáronle a la cola de un caballo y que fuese quemado, y iba un español encima, y iba un pregonero diciendo a voces: "Mira, mira gente, éste que era bellaco, que nos quería matar: ya le preguntamos y por eso dieron esta sentencia contra él, que sea arrastrado. Miralde y tomá ejemplo. Mira gente baja, que todos sois bellacos." Y desatáronle del petate o estera, que aún no estaba muerto, y atáronle a un palo y dijéronle: "Di si fueron otros contigo en este maleficio: ¿cuántos érades? ¿has de morir tú solo?" Díjoles el cazonci: "¿Qué os tengo de decir? No sé nada." Y diéronle garrote y ahogáronle, y ansí murió y pusieron en rededor dél mucha leña y quemáronle. Y sus criados andaban cogiendo por allí las cenizas y hízolas echar Guzmán en el río. Y echó a huir la gente por su muerte de miedo. Todavía algunos criados suyos trujeron de aquellas cenizas y las enterraron en dos partes: en Pátzcuaro y en otra parte, y con las que enterraron en Pátzcuro pusieron una rodela de oro y bezotes y orejeras, según su costumbre, y todas las uñas y cabellos que se había cortado desde chiquito, y cotaras y camisetas que había tenido cuando pequeño porque esta costumbre era entrellos, y en otra parte dicen también que enterraron de aquellas cenizas, y que mataron una mujer no se sabe dónde. Después de la muerte del cazonci, echaron prisiones a la gente porque se huía, y don Pedro faltó poco que no se diese sentencia contra él de muerte. Decía, quel contador Albornoz escribió una carta a Nuño de Guzmán, que le requería que se perdiría Mechuacán si mataba a don Pedro. Y partióse para Xalisco, y con el ejército, y llegó al pueblo de Cuinao, donde decían que tenía el cazonci los ocho mil hombres, y miraron el asiento del pueblo, y dieron una grita los del pueblo, y dijo Guzmán y los españoles: "Cierto es que tenía aquí el cazonci gente de guerra." Y prendieron los señores; echáronles prisiones y quitaron a toda la gente de los tamemes los arcos que llevaban para la guerra y flechas, y guardábanlos los españoles, y partiéronse de mañana y huyeron todos los de Cuinao. Fuéronse y no hallaron ninguna gente en el pueblo, y decíanles a los señores de Mechuacán Guzmán: "¿Por qué no queréis decir la verdad? Cómo, ¿vosotros no se lo inviastes a decir que se huyesen, y por eso se fueron todos?" Y díjoles: "Busca entre vosotros los más valientes hombres, y id a buscar el señor del pueblo." Dijéronle los señores: "¿Dónde habemos de ir?; que no sabemos la tierra." Díjoles Guzmán: "Ir tenéis, ¿cómo, no os conocéis unos a otros?" Y fueron veinte prencipales, y llegaron a un pueblo donde se había huído la gente del pueblo de Cuinao y habíanlos sacrificado allí a todos los de Cuinao, en aquel pueblo donde huyeron, y volviéronse los prencipales y hiciéronlo saber a Guzmán y partióse para allá con su ejército y vieron allí los cuerpos de los sacrificados, y destruyó aquel pueblo y allí creyó quel cazonci no había puesto gente de guerra, ni hallaron los hoyos que le habían dicho. Fue más adelante con su ejército a otro pueblo llamado Acuyzeo y ansí iban conquistando. Y como halló adelante un nauatlato de la lengua de Mechuacán, recelóse y pensó que había gente de Michuacán allí de guerra. Y venía don Pedro atrás preso, y hizo que le llevasen donde él estaba preso, y no halló nadie llegando al pueblo. Y llevóle hasta Xalisco, conquistando, donde le tuvo allá y a don Alonso y a otros prencipales, hasta que fueron allá unos religiosos San Francisco a ver aquella tierra de Xalisco, fray Jacobo de Testera y fray Francisco de Bolonia, y ellos le rogaron a Guzmán que dejase venir aquellos señores a Mechuacán, y así volvieron donde están agora, y don Pedro por gobernador de la cibdad.
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XXXI Cómo Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare conquistaron toda la provincia con los isleños, y cómo la repartieron entre sí y de lo que ordenaron Después que conquistaron el pueblo de Hiuacha, fueron a conquistar a los de Curínguaro, y destruyéronlos, y a Tetepeo y Turipitío, y todos estos pueblos conquistaron en una mañana. Conquistaron los pueblos siguientes: Hetúquaro, Hóporo, y Tangáxoan y Hirípan conquistaron a Xaso-Chucándiro, Teremendo y llegaron a Uaniqueo, y los de Uaniqueo eran valientes hombres, y no los pudieron vencer, y apartáronse a medio día, y viendo esto Hirípan y Tangáxoan, sacrificáronse las orejas, y toda la gente, por podellos vencer. Y avergonzábanse unos a otros, porque no eran más esforzados. Y comieron todos, y tornaron a dalles combate y durmieron allí y tornaron a la mañana a pelear y entráronles a medio día. Conquistaron a Cumachén, Naranjan, Tzacapu, Cherán, Siuinan, y a la vuelta a Huriapa y los pueblos de los nauatlatos llamados Hacauato, Tzitzupan, Chemendo, Uacapu y otros pueblos llamados Taríaran Yuriri, Hapacutio, Condénbaro. Y huía toda la gente de los pueblos a los montes y dijeron Hirípan y Tangáxoan: "Vamos aquí a Hurecho", y fueron y conquistáronle y descansaron. Y cuando ellos andaban conquistando estos dichos pueblos, murió Taríacuri y fue enterrado en su lugar de Pátzquaro, donde le sacó después un español, digo sus cenizas, con no mucho oro, porque era en el prencipio de la conquista. Y llamó Hirípan a Tangáxoan y a Hiquíngare y díjoles: "Hermanos, ya e muerto Taríacuri, nuestro tío: tú, Tangáxoan, vete a Michuacán, y yo me iré a Cuyacán y Hiquíngare estará aquí en Pátzquaro, que aquí es su casa y asiento. Y hicieron una casa a Hirípan en Cuyacán, y a Tangáxoan otra en Michuacán, y tomó cada uno su señorío, y fueron tres señoríos, y tornó a llamar Hirípan desde algunos días a Tangáxoan y a Hiquíngare, y díjoles: "Hermanos vamos a conquistar a Huriparao." Y conquistaron entonces los pueblos siguientes: Huriparao, Charo chutiro, Tupátaro, Uarirásquaro, Xéroco, Cuitzeo, y volviéronse y tornaron otra vez y conquistaron a Peuendao, Zinzimeo, Araró, y volvieronse y dijo Hirípan a Tangáxoan y Hiquíngare: "Hermanos ¿qué liaremos? que la gente de los pueblos se llevan huyendo los plumajes y joyas, con lo que fueron señores en los pueblos que conquistamos. ¿Dónde los llevan? Id a retenellos, que se vengan los dioses a sus pueblos." Y venieron todos los que anclaban huyendo con las joyas, y plumajes, y oro, y plata y presentáronselo todo, y pusiéronlo todo en orden, y viendo aquel oro amarillo y la plata blanca, dijo Hirípan: "Miró, hermanos, que esto amarillo debe ser estiércol del sol que echa de sí; y aquel metal blanco estiércol de la luna, que echa de sí, y todos estos plumajes que están aquí verdes y penachos blancos, y plumajes colorados ¿cómo conoscemos esto? Como quien dice, no lo conoscemos, ni sabemos qué es esto. Es lo que la gente llevaba huyendo y hanlo han traído a Curicaueri. Esto es lo que le dijeron sus padres en el cielo, que él quitase a todos, todas las joyas, y que las tuviese él solo. La piedra recia, que es la padra, y las piedras preciosas y mantas, que todo esto él solo lo ha de tener; llevadlo todo. Helo aquí dónde os lo he puesto. More todo esto con Curicaueeri y Xarátanga: yo solamente, llevaré plumajes colorados y verdes y no dividamos estas joyas; mas esté todo en un lugar, donde lo vean los dioses del cielo, y la madre Cuerauáperi, y los dioses de las cuatro partes del mundo, y el dios del infierno; llévelo Hiquíngare." Dijo Hiquíngare: "Yo no lo tengo de llevar, yo no quiero más de los plumajes blancos; esté todo en un lugar y en ana casa y guárdese allí y allí mirarán los dioses este tesoro" que entonces ayuntaron de toda la provincia. Como no lo quisiese llevar ninguno consigo, hicieron una casa en Cuyacán, y allí lo pusieron todo en unas arcas, y pusieron sus guardas, y las guardas hacían sementeras para ponelle sus ofrendas de pan y vino. Todo este tesoro llevó Cristóbal de Olid cuando vino a conquistar esta provincia, como más largo se dirá adelante. Y ayuntáronse todos los que habían quedado de los pueblos y díjoles Hirípan: "Id, tomad vuestro pueblos, morá en ellos como antes y torna a tomar vuestros árboles de fruta, y vuestras tierras y sementeras: basta, ya vuestro dios Curicaueri ha usado de liberalidad y os lo torna: Traed leña para sus cúes, y cavá sus sementeras para la guerra y estad a las espaldas dél en sus escuadrones, y acrecentá sus arcos y flechas, y libradle cuando se viere en necesidad." Y todos respondieron que así lo harían, y lloraban todas las viejas y viejos y muchachos y fuéronse todos a sus pueblos, y no hacían asiento los pueblos como no tenían regidores y cabezas, que se meneaban los pueblos y no estaban fijos, y de contino estaban temiendo y alterados. Y entraron en su consejo Hirípan y Tagáxoan y Hiquíngare y dijeron "Hagamos señores y caciques por los pueblos, que placerá a los dioses que sosiegue la gente." Y fueron por todos los pueblos y hicieron caciques, y los isleños tomaron una parte en la tierra caliente, y los chichimecas, otras parte a la mano derecha, en Xénguaro, Cherani, Cumaché y sí sosegaron todos. Y se hizo un reino. Conquistaron así mesmo a Tacámbaro, Urapan, Paracho, Charo, Hetúquaro, Curupuhucatzio, y a daban también las mujeres con los que iban a conquistar, todas sus alhajas. Y hicieron su asiento Hirípan, y Tangáxoan y Hiquíngare no iban a conquistar más de los chichimecas y isleños. Y repartieron los pueblos aquellos señores de los chichimecas y isleños. Estos prencipales siguientes, tomaron asiento en Carupuhucatzio, Tiachucaqua, Chaquaco, Tzingüita, Tiuítani, Itzirimenga uaricha, Tauachacu, Acume, Uaricha tereco y los isleños en el pueblo de Urapan. Otro principal, llamado Cupauaxanzi, asentó en la Guacanan; Zapiuátame tzanguata asentó en Paracho; Chapata y Atache húcane asentó en Chupingo parapeo, que era valiente hombre; Utume y Catuquma, en Chupingo parapeo, y iban todos estos prencipales conquistando por su parte y conquistaron a Casindaangapeo, Perechu hoato, Cauingan, Tucumeo, Maritaangapeo, Hetúquaro, Harapendan, Zacango, Cuseo, que todos son pueblos de tierra caliente: Xanoato angapeo, Quayameo, y otro prencipal, llamado Tzanguata, de los isleños, conquistó Aparhoato. Conquistaron así mesmo a Uamúquaro, Acuitzapeo, Papazio hoata, Tetengueo, Puruarán, Cutzian, Mazani, Patacio, Camuqua hoato, Yuréquaro, Sirándaro, y iban poniendo caciques en todos los dichos pueblos; hasta las mujeres mandaban los pueblos, y conquistaron a Cupuan, Cuxaran y Cupauaxanzi, que estaba por cacique en la Guacanan, iba conquistando por su parte, y conquistó los pueblos siguientes: Cazuruyo, Sicuítaro, Tarinbo harzaquarán, Sicuitarán, Pumucha cupeo, Yacuho, Ayaquenda, Zinagua, Churumucu, Cutzaru. Y otro prencipal, llamado Utucuma, conquistó, por su parte, los pueblos siguientes: Paranzio, Zinapan, Zirapitío, Taziran, Turuquarán, Hurecho ambaquetío y un pueblo de los nauatlatos llamados Cupuan, y cinquistó a Euaquarán, Charapichu, Paráquaro, Páquaro hoato, Euaquarán, Tiristarán, Puco hoato, Tancítaro, Eroxio, Ziramaratiro, y iban desta manera conquistando los chichimecas y isleños, y conquistaron más los siguientes pueblos: Uisindan, Hauiri hoato, Zinapan, Zirapitío, Aparhoato Cuyucán, Apatzingani, Pungari hoato, que son pueblos de tierra caliente; Ambezio, Tauengo hoato, Tiringueo, Characharando, Tzacapu hoato, Peranchéquaro, Uatsi hoato, Uhcumu, Ahcandiquao, Haroyo, Xungapeo, Chapato hoato, Haziro auanio, Taximaroa, que era de otomíes; Pucuriequatacuyo, Marauatío, Hucario, Hirechu hoato, Acámbaro, Hiracumuyo, Puendaho, Mayao, Eménguaro, Cazaquarán, Yurir apúndaro, Cuipu hoato, Uangao, Tauéquaro, Puruándiro, Ziranpéquaro, Quaruno, Inchatzo, Hutaseo, Acausto, Zanzani, Uerecan, y otro señor hijo de Hirípan conquistó otro pueblo llamado Carapan, y el padre y agüelo de este cazonci muerto, conquistaron a Tamazula y Caputlan y los pueblos Dábalos y lo demás. XXXII De la plática y razonamiento que hacía el sacerdote mayor a todos los señores y gente de la provincia, acabando esta historia pasada, diciendo la vida que habían tenido sus antepasados Vosotros chichimecas que estáis aquí del apellido del Eneani y Tzacupahireti y de los señores Uanacace, que no en una parte sola están ayuntados los chichimecas, mas de en todo en todo, son chichimecas los que están en los caminos de esta provincia, para las necesidades de Curicaueri, oíd, esto os digo: vosotros qué decís, que sois de Michuacán, ¿cómo no sois advenedizos?, ¿dónde han de venir mis chichimecas? Todos fueron a conquistar las fronteras, y así sois advenedizos; de una parte, eres de Tangachuran un dios de los isleños, vosotros que decís que sois de Michuacán, y sois de los pueblos conquistados, que dejaron de conquistar ningún pueblo soenencensados, que así hacían a los cativos, y os dejamos por relevar de nuestra boca, que no os sacrificamos, ni comimos, y mira que prometistes gran cosa, que haríades las sementeras, a nuestro dios Curicaueri, y prometiste el cincho y hacha, que fue, que trairías leña para sus cúes, y que estaréis a las espaldas de sus batallones, y que le ayudaréis en las batallas y que llevaréis sus relleves tras él, que es que llevaréis su matalotaje a la guerra detrás dél, y que acrecentaréis sus arcos y flechas, con el ayuda que le daréis, y le defenderéis en tiempo de necesidad: todo esto prometiste. Así ya eres ingrato, eres ya hecho rey; tu gente baja de Michuacán: todos sois señores, y os traen vuestros asientos y sillas detrás de vosotros, todos os parece que sois reys, aun hasta lo que tienen cargo de contar la gente, llamados ocámbecha: todos sois señores: mirá que Curicaueri os ha hecho reys y señores. ¿Por qué no miráis a las espaldas, al tiempo pasado, cuando érades esclavos?; ¿por qué os conquistaron? Ahora no guardáis lo que prometistes, que quebráis los batallones; ques que os venís de las capitanías de la guerra; y quebráis la leña de los cúes, ques que faltáis de la cuenta de la leña que se tray de común para sus cúes; y dejáis por todas partes sus sementeras; hacer herbazales, que no desherbáis sus sementeras para las guerras. Para esto érades tíos que es para esto érades siervos y esclavos. Esto prometistes de hacer cuando os dejaron de sacrificar: esto pasa así; vosotros, gente de los pueblos: Ahora Curicaueri ha lástima de sí en este año presente en que estamos, por eso os tiene aquí para hacer de vosotros justicias, los que habéis sido delincuentes; vosotros que tenéis dos naturalezas de hombre, hechiceros y médicos; vosotros que vais a poner hechizos y los lleváis en la mano. Por esto tiene lástima de sí, él, que tiene a todos en cargo, ques el rey y cazonci. Y vosotros, caciques de las cuatro partes de la provincia y de los términos de los reinos; vosotros estáis en las fronteras y tenéis sus capitanías. Mirá caciques, que con mucha miseria se criaron los que fueron señores de los chichimecas, que no probaban en su boca un pedazo de pan, y los cinchos donde los habían de traer, y hachas para cortar leña: de hierbas hacían cinchos para traer la leña para los cúes y por hachas traían unas piedras agudas en las manos, y comían hierbas los señores chichimecas Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare y traían puestas unas mantas de en blanco muy bastas y gordas. ¿Dónde habían de haber mantas blandas? Y la insignia de honra que son los bezotes? ¿Dónde los habían de haber ricos? Porque traían unos palos puestos por bezotes, por ser señores, y las mujeres sus madres dicen que traían zarcillos de las raíces de maguey, diciendo que eran zarcillos, y ansí dicen que vivían aquellos señores y señoras sus hermanas. Ay, ay, mirá que comían hierbas las que se llaman hapúputa xaqua yacaba, patoqua caroche zimbico ¿qué hierbas dejaron de comer? Aun hasta otra hierba llamada sirumuta, comían. Con esto ensancharon los pueblos y moradas y ellos quitaron para mí, a los enemigos, las mantas, y los mantenimientos, y ahora sois caciques con grandes bezotes, que extendéis los bezos para que parezcan mayores. Mejor sería que os pusiéredes máscaras, pues que os contentáis con tan grandes bezotes, traéis todos vestidos pellejos y nunca los dejáis ni os los desnudáis, mas andáis empellejados. ¿Cómo habéis de tomar los cativos siendo valientes hombres como lo sois; no os los quitaríades y os pondríades unas mantas por los lomos desnudos para el trabajo? Y tomaríades vuestro arco y flechas y os pondríades vuestros jubones de guerra, que así anda nuestro dios Curicaueri, y así iríades a la guerra a defendelle en las batallas. ¿Cómo habéis de ser valientes hombres? Ya os habéis tornado todos ingratos, porque sois ya caciques y señores; y amáis vuestros cuerpos por no trabajallos, y yendo a la guerra, os tornáis del camino, y venís mintiendo al cazonci, y le decís: señor desta y desta manera está el pueblo que conquistaste, y con lo que vinienesmentiendo, engañas al rey, que te repartió la gente y te hizo cacique. ¡Ay ay!; esto es así; vosotras gentes que estáis aquí. Ya yo he cumplido por el cazonci, en lo que os había de decir, que suyas son estas palabras. Tomad los malhechores y mataldos, que yo lo mando así." Y respondían todos que era bien hecho. Y mandaba aquel susodicho sacerdote que llevasen a la cárcel los que se llamaban uázcata, que eran de los malhechores, y algunos cativos, para sacrificar en la fiesta general de Cuingo, y los otros que condenaba a muerte, los achocaban con una porra y arrastrábanlos después de muertos, y llevábanlos a los herbazales donde los comían los adives y auras y buitres. Y eran dedicados aquéllos al dios del infierno. Y llegando la fiesta de Cuingo, bañaban aquellos encarcelarlos, y dábanles a cada uno una manta blanca que se cubriesen y otra camiseta colorada, que se vestiese cada uno, y dos brazaletes de cobre, y unos collares de cobre, que les ponían y unas guirnaldas de trébol con sus flores en la cabeza y dábanles a beber y a comer, y emborrachábamos, y tañen sus atabales con ellos los sacerdotes del dios del finar, llamarlos Tupiecha, y después que los chocarreros habían pelearlo con ellos con sus rodelas y porras, como se dijo en la fiesta de Cuingo, los sacrificaban y se vestían sus pellejos y bailaban con ellos. Después que se habían hecho en este dicho día la justicia general de aquellos que habían muerto con las porras, íbase aquel sacerdote mayor a la casa del cazonci le salía a recebir y le daba las gracias, y hacía la salva a los dioses. Y después le daba de comer a él y a todos los que estaban allí con él. XXXIII De un hijo de Taríacuri llamado Tamapu checa que cativaron y cómo lo mandó matar su padre Tenía un hijo Taríacuri, llamado Tamapu checa, el cual se nombra en esta historia pasada, que cativaron en un pueblo llamado Itziparámucu y rescatáronle las amas que lo criaron, por un plumaje muy rico. Este dicho Tamapu checa yendo en una entrada a este dicho pueblo, le cativaron sus enemigos, y lleváronle al patio de los cúes, y trujéronle en procesión como solían hacer a los cativos, y sahumáronle como a cativo, con harina, y trujeron las nuevas de su prisión a Taríacuri, su padre, y holgóse mucho y dijo: "Sí, sí, mucho placer tengo; ya he dado yo de comer al sol y a los dioses del cielo. Yo engendré aquella cabeza que cortaron; yo engendré aquel corazón que le sacaron. Mi hijo era como un pan muy delicado, y era pan de bledos. Ya he dado de comer de todo en todo a las cuatro partes del mundo; esto ha sido muy bueno, ¿qué cosa podía ser mejor? Porque estando aquí conmigo, le arrastraran por alguna mujer." Y los de Itzi parámucu no le osaron sacrificar, por miedo de Taríacuri su padre, y dijo el señor llamado Tzintzuni: "Váyase a su casa: Id y tornalde, porques hijo de gran señor." Y empezáronle a enviar y decíanle: "Señor, vete a tu casa; llévente tus criados." Díjoles Tamapu checa: "¿Qué decís?" No me tengo que ir, porque ya me dio del pie nuestro dios Curicaueri: ya saben los dioses del cielo cómo estoy preso, y ya me han comido: dame vino, que me quiero emborrachar." Y no quisieron dárselo. Y dijéronle: "¿Por qué dices esto, señor? Irte tienes a tu casa." Dijo él: "No me tengo de ir, ¿por qué me tengo de ir? ¿Qué dirá mi padre cuando lo sepa que me vuelvo? Que ya le han llevado las nuevas: Trae los atavíos que ponen a los cativos y cantaré a los dioses del cielo." Acostumbraba esta gente cuando eran cativados algunos en la guerra, de no sar volver a sus pueblos, porque los mataban, si se volvían, porque decían que los dioses los habían tomado para comer de los suyos y también, porque no diesen aviso a sus enemigos, volviendo a sus pueblos. Y como no se quesiese ir a su pueblo Tamapu checa, trujéronle los atavíos de que se componían los que se habían de sacrificar, y pusiéronle una mitra de plata en la cabeza, y diéronle una banderilla de papel en la mano, y una rodela de plata al cuello, y empezó a emborracharse todo un día entero, y en anocheciendo, fueron de Pátzquaro sus amas que le criaron, sin hacello saber a nadie, y llevaron consigo un plumaje muy grande de unas plumas grandes verdes, y llevaron el plumaje unos viejos al señor de Itzi parámucu y dijéronle: "Danos a Tamapu-checa, he aquí este plumaje." Y plúgole al señor aquello y díjoles: "De verdad que le llevaréis." Y pusiéronle en una hamaca, así borracho como estaba y trujéronle a un barrio de Pátzquaro llamado Cutu. Y estaba durmiendo hasta que amanesció, y tornó en sí Tamapucheca y dijo: "¿Donde estoy?" Dijéronle: "Señor, en Pátzquaro estás." Dijo él: "¿Qué es lo que decis? ¿Por que me trujistes?" Y heciéronle saber cómo fueron por él y le trujeron. Dijo: "¿Qué hará mi padre, desque lo sepa?" Y súpolo su padre y empenzó a reñir, porque le habían traído y dijo qué soberbia les tomó a los que le trujeron: "Id y matalde: y a sus amas, y a los viejos que lo trujeron; lleven consigo la taza con que bebían, pues que por beber le trujeron: Mataldos a todos, que ellos me lo hecieron malo. ¿Cómo ha de regir la gente, pues que se emborrachaba?" Y matáronlos a todos con una porra. XXXIV De cómo fue muerto un señor de Curínguaro por una hija de Taríacuri Contome un sacerdote de Curicaueri, que siendo él pequeño iba con un agüelo suyo muy viejo al pueblo de Curínguaro, y llegando a cierta parte, le dijo: "Aquí fue muerto un señor de Curínguaro por una mujer, que fue desta manera: Taríacuri, señor de Pátzquaro, como tenía guerra con los señores de Curínguaro, cerca de Pátzquaro, tenía una hija, o una de sus mujeres, y ataviola muy bien, y llamola y díjole: "Oyeme: ve a Curínguaro: mátente allá, porque si fueras varón ¿no murieras en alguna guerra y estuvieras echado en alguna parte muerto? Y era por la fiesta de Unihizperánsquaro, cuando velaban con los huesos de los cativos de las casas de los papas, y dioles sus atavíos, que se pusiese una saya con unas nauas muy buenas y díjole: "Vete y si te tomaren en alguna parte, no se te dé nada; ve a Parexaripitío, llega a la casa de los papas, donde están las mujeres, y entrará el sacrificador a decir la historia de los huesos, y empenzarán a cantar. Entonces entrarán las mujeres, y empenzarán a bailar con ellas los valientes hombres, asidos todos de las manos. Júntate con quien pudieres. Allí están los señores llamados Huresqua y Candó, Sica, Zinaquaui, Quama, Quata maripe, Equándira, Changue. Mita tú alguno dellos con quien te juntas a bailar." Y diole unas navajas de piedra envueltas en una manta para que degollase alguno de aquellos señores, y mantas y cotaras de cuero para que le diese al que se juntase a bailar con ella. Y dijo la mujer: "Señor, yo quiero morir, y ir delante de ti; porque si yo fuera varón ¿no muriere en alguna batalla?" Y díjole Taríacuri: "Ve, y llegarás allá esta noche y quizá placerá a los dioses, que te tome alguno de aquellos señores, y si te tomare, empezarte ha a preguntar de dónde eres; entonces, no señales que eres de aquí, de Pátzquaro, mas di que eres de Tupátaro, pueblo sujeto a Curínguaro, y dirás: "Señor, un hermano mío trujo aquí un cativo para bailar con él, para hacelle que vaya al cielo presto, y llorar por él, y no le hallé aquí, no sé dónde es ido." Y si dijere: "Señora, aquí estaba, o lo que te dijere, o si te dijeres que fue por leña para los cúes, dirás: ."Ay Señor, cierto es que debe ser ido." Y en amanesciendo, vete tras él, y dale estas mantas que te he liado aquí, y dirasle: "Señor, toma estas mantas, y estas cotaras, y este plumaje para la cabeza, y esta camiseta que te pongas y este cincho y petate que le traía a mi hermano." Y él te dirá: "Señora, ¿que se ha de poner tu hermano?" Dirasle: "Señor, allí tengo más que se pondrá; yo no tengo de tornar esto a casa, quizá es ido muy lejos al monte por leña para los cúes", y vente como pudieres. Y vendréis hasta el monte y dirate: "Señora ¿has de venir esta noche?" Dirás tú: "Por qué no señor? Cómo, señor, ¿no estamos aquí para bailar cinco días?" Y dirate: "Oh, señora, ¿no te habías de ir a tu casa?" Y dirás: "Señor, ¿por qué no me tengo de ir? Mañana volveré, que aquí dormiré." Esto es lo que le dirás. Y cuando saliere fuera contigo, apártale del camino, y allí dormiréis, y estando durmiendo, córtale la cabeza, con una navaja destas que llevas. Y partiose la mujer, y llevó liadas las mantas puestas a las espaldas y llegó a Curíngaro, y cuando llegó era ya media noche, y echose allí a las puertas de los papas, y entró el sacrificador a hacer su sermón acostumbrado, y empezaron a cantar con los esclavos, y entraron las mujeres y empenzaron a bailar asidos de las manos, mujeres y hombres. Y llegada la fiesta de Uni hizperánsquaro, púsose una manta blanca. Candó y todos los señores pusiéronse todos en orden para bailar, y guiaba la danza un señor dellos llamado Huresqua, y siguíale otro señor llamado Candó, de los más prencipales, y todos tenían guirnaldas de trébol en las cabezas. Y Ilegose la mujer de Candó a bailar con su marido, y dieron una vuelta, y asentáronse donde estaba la mujer de Pátzquaro. Entonces ataviose muy bien. Púsose un collar de turquesas al cuello y otros sartales a las muñecas, y unas nauas de encarnado, y púsose los cabellos entrenzados alrededor de la cabeza, y púsose de negro los dientes, y puso las mantas que llevaba allí dentro, y juntose a bailar con aquel señor llamado Candó. Entrose en medio dél y su mujer y apartó a su mujer. Y como la vio Candó, tomole la mano y apretósela y empenzaron todos a bailar. Y apretábanse las manos y dejola, y apartose a una parte, y parose a mirar aquella mujer, cómo era hermosa, y tornó a la danza y tornó a tomar la mujer de la mano y empenzaron a bailar. Y cesando la danza asentáronse todos, y tornaron otra vez, y díjole su hermano Huresqua: "Hermano, ¿quién es aquella con quien bailas?" Díjole Candó: "Señor, hermana es de mi mujer." Dijo Huresqua: "Muy hermosa es." Y bailaban todos, y tornó su mujer a llegarse a su marido, y la mujer de Pátzquaro, de contino se llegaba a Candó, y se metía entrambos, y dejaba Candó a su mujer, y tomaba la otra y bailaba siempre con ella. Bailó cuatro vueltas con ella, y tomaron todos un brebaje o bebida, llamada puzqua, y asió entre tanto de la mano Candó aquella mujer, y sacola al portal de las casas de los papas y asentáronse allí entrambos y díjole Candó: "Señora, ¿de dónde eres?" Dijo la mujer: "Señor, de Tupátaro, una estancia sujeta de aquí." Díjole Candó: "Señora, ¿a qué veniste aquí?" Dijo ella: "Señor, vine porque un hermano, mío puso aquí un esclavo, y venimos aquí entrambos, para llorar por él y hacelle que vaya presto al cielo." Según la costumbre que solían tener cuando tomaban algún cativo que habían de sacrificar, bailaban con él, y decían que aquel baile era para dolerse dél y hacelle ir presto al cielo. Díjole Candó: "¿Y tu hermano, no está casado?" Díjole la mujer: "Aún no es casado, señor." Díjole Candó: "¿Baila aquí entrambos?" Dijo ella: "Sí, señor." Díjole Candó: "Aquí estaba y fue por leña para los cúes." Dijo la mujer: "Así debe ser, señor, yo me iré a mi casa." Díjole Candó: "Es media noche. ¿Cómo, no habrás miedo?" Dijo ella: "No, señor, mas ireme, ¿qué tengo de hacer aquí?" Díjole Candó: "Yo quiero ir contigo." Dijo ella: "Señor, a qué propósito has de ir?" Díjole Candó: "Vamos que yo iré contigo un poco, y iré por leña para los cúes." Dijo la mujer: "Vamos señor." Y fueron y fue la mujer por sus mantas que traía para dalle, y él por su camiseta, que bailaban desnudos, no más de una manta por los lomos, y salió la mujer, y vino Candó detrás della y díjole: "Pues ¿qué hay, señora? Quiero ir contigo" Y bebía toda la gente un brebaje o bebida llamada puzqua. Y asiola de la mano, y salieron del patio de los cúes de la cerca que estaba allí de leña, y salieron allí al camino, y entraron en unos herbazales y díjole Candó: "Anda acá, señora y estenderémonos un poco." Y apartáronse del camino y dijo ella: "Señor es aquí cerca, quizá saldrán; vamos allá bajo, por apartalle del camino. Y anduvieron un ratillo, y dijo ella: "Señor, aquí estaremos." Y estaba allí un peñasco grande, y conociola allí y dormiose Candó y estaba boca arriba y levantose muy paso la mujer, y apretose las nauas, y cortolas hasta la rodilla por poder aguijar, y desató sus navajas, que llevaba envueltas en la manta y con una mano tomó la navaja y con otra le trastornó la cabeza: para extendelle más el cuello. Y puso la navaja por la garganta y corriola y cortole la cabeza y hízolo tan depriesa, que no pudo dar voces. Y púsole la una mano en el pecho, y tomándole como quien desuella, cortole de todo la cabeza y quedó solo el cuerpo hecho tronco. Y tomó la cabeza por los cabellos, y vínose a su pueblo, y llegando a los términos del pueblo, estaba allí un altar donde ponían los cativos o los traían alrededor cuando los traían de la guerra. Puso allí la cabeza en un lugar llamado Piruen, y vínose a su casa a Taríacuri y contole lo que le había acontecido, y hicieron todos gran regocijo. Y díjole Taríacuri: "Ya has dado de comer a los dioses; echen la culpa a quien quisieren; no se nos dé nada; atrebúyanlo a quien quisieren." Esto dice esta gente que aconteció en Curínguaro, pueblo de sus enemigos. Y así lo puse aquí según su relación y manera que me lo contaron. Media página borrada o casi en blanco. XXXV De los señores que hubo después de muertos Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare Dicho se ha cómo Taríacuri repartió en tres señoríos a Michuacán: Hirípan fue señor de Cuyacán, y allí fue la cabecera porque estaba allí su dios Curicaueri, que era aquella piedra que decían que era el mismo Curicaueri. Tuvo un hijo llamado Ticátame, fue señor en Cuyacán después del padre. En Pátzquaro fue señor Hiquíngare; tuvo muchos hijos, y por ser malos y que se emborrachaban y mataban a la gente con unas navajas y se las metían por los lomos, los mandó matar. Hiquíngare tuvo un hijo de su mismo nombre, que dicen que le dio un rayo y matole, y embalsamáronle, y teníanle como a dios en la laguna, hasta el tiempo que venieron a esta provincia los españoles, que le quitaron donde estaba. Hirípan tuvo otro hijo llamado Ticátame, que fue señor en Cuyacán, y aquel Ticátame, otro llamado Tucuruan, y el Tucuruan, otro llamado Paquingata, que fue padre de doña María la que está casada con un español. Tangáxoan tuvo hijos, entre los cuales tuvo uno llamado Tzitzispandáquare, que fue señor en Mechuacán. En tiempo de Ticátame, señor de Cuyacán pasose la cabecera a Michuacán que llevó Tzitzispandáquare a Curicaueri a Michuacán y todo el tesoro. Parte puso en la laguna, en unas islas, y parte en su casa. Tzitzispandáquare tuvo otro hijo llamado Zuangua que fue señor en Michuacán en tiempo del cual venieron los españoles a Taxcala y murió antes que veniesen a esta provincia de Michuacán. Dejó Zuangua los hijos siguientes: Tangáxoan, por otro nombre Zincicha padre de don Francisco y don Antonio: Trimarasco, Cuini, Sirangua Aconsti, Timaje, Taquani, Patamu, Chuizico, y muchas hijas. Después que los españoles vinieron a la tierra, alzaron por señor a Tangáxoan, por otro nombre llamado Zincicha, y mató cuatro hermanos suyos, por persuasión de un hermano suyo llamado Timaje, que decían que se le alzaban con el señorío, como se dirá en otra parte. No hubo más señorío en Pátzquaro después que murió Hiquíngare, porque sus hijos mandó matar Hirípan. En Cuyacán fue enterrado Hirípan y después le sacó de allí un español y tomó el oro que había allí con él. En Michuacán fueron enterrados Tangáxoan y Tzitzispandáquare y Zuangua. Tzitzispandáquare hizo algunas entradas hacia Tuluca y Xocotitlan y le mataron en dos veces diez e seis mil hombres. Otras veces traía cativos; otra vez venieron los mejicanos a Taximaroa y la destruyeron en tiempo del padre de Motezuma llamado Hacángari, y Tzitzispandáquare la tornó a poblar, y tuvo su conquista hacia Colima y Zacatula y otros pueblos, y fue gran señor, y después dél su hijo Zuangua ensanchó mucho su señorío.
fuente
En el lenguaje militar griego se traduce como lanza.
termino
acepcion
En el lenguaje militar griego se traduce como lanza.