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La zona arqueológica de Xochicalco se ubica al suroeste del estado mexicano de Morelos, a 38 Km. de Cuernavaca. La palabra Xochicalco quiere decir "en el lugar de la casa de las flores" y se localiza sobre un conjunto de cerros de baja altura (La Bodega, La Malinche y Xochicalco). Éste último fue nivelado para construir los edificios más importantes, llevándose a cabo la modificación de la ladera para permitir la construcción de casas y conformar una sucesión de terrazas. El apogeo de Xochicalco tuvo lugar en el periodo Clásico tardío, es decir, entre el 650 - 900 d.C., etapa en la cual se llevó a cabo la construcción de la mayor parte de la arquitectura monumental, visible hoy día. Su surgimiento y desarrollo está en estrecho contacto con Teotihuacan, el asentamiento dominante en Mesoamérica a lo largo del periodo Clásico, y de su posterior caída. De hecho, cuando se produjo su colapso económico y político, Xochicalco se convirtió en el principal centro mercantil de la región, por hallarse en la vía comercial (algodón, cacao, piedras preciosas, plumas, obsidiana) que unía el altiplano mexicano con regiones distantes. Algunos investigadores han planteado la posibilidad de que la población de Teotihuacan se trasladase a la ciudad para ocupar el vacío político y económico que sufrió la región tras el abandono de la capital. Una segunda teoría planteada por el arqueólogo Jaime Litvak propone que Xochicalco, junto con El Tajín, Veracruz, Cholula y Puebla habrían contribuido al declive de Teotihuacan al obstaculizar el libre paso de los productos provenientes de distintas regiones de Mesoamérica, necesarios para el sustento de la población teotihuacana. Los contactos comerciales y culturales se extendieron hasta las regiones mayas, concretamente, hasta Oaxaca y la región de Veracruz. Un tercer planteamiento es el del investigador Enrique Nalda, quien postula que un proceso de militarización de esta sociedad a finales del Clásico dio lugar al acoso de regiones cercanas con el propósito de obtener de ellas los recursos que anteriormente conseguía en su dominio inmediato. Esto explicaría la fortificación de Xochicalco y su corta ocupación como gran centro urbano pues, una vez que Teotihuacan dejó de ser un peligro potencial, el sitio perdió su función principal. Para el arqueólogo Román Piña Chan la ciudad sería la mítica Tamoanchan de los relatos prehispánicos, lugar en el que los sabios o amoxoaque arreglaban los calendarios religiosos y civiles y donde surgió el mito de Quetzalcoatl. Para ello se basa en la existencia de la Pirámide de la Serpiente Emplumada y de las tres estelas que representan distintos aspectos de Quetzalcoatl. Lo que sí es cierto es que los habitantes consiguieron sobresalir notablemente en la región, desde el punto de vista económico e intelectual. Se cree que la ciudad fue abandonada definitivamente hacia el 900. El centro ceremonial de Xochicalco está edificado en una posición elevada, con signos de haber estado fortificada, por los motivos citados anteriormente. Los basamentos de los templos, los pórticos y los juegos de pelota son de los más antiguos de México y todos ellos se reúnen alrededor de una gran Plaza Central. Algunos arqueólogos la han definido como un híbrido entre Teotihuacan y Monte Albán. En el 650 la ciudad fue sede de un congreso donde los sabios provenientes de lugares lejanos buscaban una unificación calendárica. La zona es conocida principalmente por su monumento dedicado al culto de Quetzalcoatl o serpiente emplumada, cuya belleza e importancia radican en los relieves labrados alrededor del talud del basamento, que representan ocho enormes serpientes emplumadas adornadas con grandes penachos y caracoles. Al norte de la plaza principal, y dos niveles más abajo, se encuentran una gran cantidad de cuevas intercomunicadas, hechas seguramente para obtener piedra. Una de ellas es conocida como el Observatorio, pues desde ella se observa el paso del Sol. Varios son los Juegos de Pelota en la ciudad; el de la parte norte tiene la particularidad de carecer de banquetas laterales. En el centro de la cancha se encontraron derrumbados los dos aros y en la terraza superior se halló un temazcal, seguramente para realizar ritos de purificación del juego.
contexto
Xochicalco es un lugar instalado sobre pequeñas colinas que hacia el 650 d.C. construyó una fortaleza mediante diversos trabajos de aterrazamiento. Cada colina tuvo zonas de acceso muy privado, como aquella en que se levantó la pirámide de la Serpiente Emplumada, la cual estaba asociada a construcciones palaciegas que sirvieron de residencia a los gobernantes. La pirámide y las estelas encontradas en los espacios abiertos manifiestan una conjunción de elementos de Teotihuacan -el talud y tablero-, de El Tajín -las representaciones de Quetzalcoatl-, y del área maya -mediante la talla de diversos dirigentes sentados a la oriental similares a los existentes en las tierras bajas. A un nivel inferior de las plataformas donde se asentaron los edificios públicos, fueron practicadas terrazas que sostuvieron conjuntos residenciales y pequeños jardines para las labores agrícolas. Todo ello estuvo rodeado por una pared defensiva, formando una ciudad que hacia el 800 d.C. tuvo unos 5.000 habitantes. Poco después, hacia el 900 d.C., fue abandonada. También Cacaxtla fue un sitio fortificado levantado sobre colinas, que hacia el 650 d.C. se transformó en la capital de los Olmeca-Xicallanca, un grupo procedente de la región maya chontal de Xicalango. Las colinas sobre las que se asienta fueron modificadas para colocar inmensas plataformas sobre las que se levantaron los edificios públicos, los cuales estuvieron rodeados por paredes defensivas. Debajo de estas inmensas terrazas se planificaron otras en las que habitó la gente común. Cacaxtla, al igual que Xochicalco, tiene un arte ecléctico que documenta su posición estratégica en relación con varias culturas de finales del Clásico. En su arte mural se combina un estilo procedente del centro de México, que comparte también con Xochicalco, con rasgos mayas muy similares a los existentes en las pinturas de Bonampak; y junto a ellos algunos jeroglíficos de origen teotihuacano. Caballeros jaguar y caballeros águila, dos de las órdenes militares de más importancia durante el Postclásico, se enfrentan en una batalla presidida por serpientes emplumadas, jaguares y animales marinos, tal vez por el control de este territorio de Puebla. La ciudad cae poco antes del año 1.000 d.C. y es abandonada definitivamente.
contexto
XOCHICUÍCATL: CANTOS FLORIDOS Y DE AMISTAD Comienza, cantor. Tañe tu tambor florido. Con él deleita a los príncipes, los águilas y los ocelotes. Sólo por un breve tiempo estamos prestados unos a otros. Ya el corazón del Dador de la vida quiere quebrar allí collares y plumajes de quetzal... Los ha de terminar, ha de avasallar a los águilas y los ocelotes. Sólo por un breve tiempo estamos prestados unos a otros. Cuanto collar hay, cuanto plumaje de quetzal es destruido; aun cuando fuera esmeralda, aun cuando fuera oro... Por eso, gozad ahora: que se amortigüe con ello nuestra tristeza, oh príncipes. Y esos nuestros cantos y esas nuestras flores, ya son nuestra mortaja... Gozad, con ellos se teje el gremio de águilas y ocelotes, con ellos nos iremos hacia allá igualmente. Solamente aquí en la tierra nos hacemos amigos; sólo por breve tiempo nos conocemos mutuamente; solamente estamos aquí como prestados unos a otros. Que ahora se alegren nuestros corazones en la tierra... sólo por breve tiempo nos conocemos mutuamente; solamente estamos aquí como prestados unos a otros. No os entristezcáis, príncipes... ¡Nadie, nadie ha de ir quedando en la tierra! ¡Ay, sólo por breve tiempo estamos al lado del que hace vivir a todo: sólo prestados tenemos sus flores de escudo los que vivimos en la llanura...3 DOLOR Y AMISTAD No hago más que buscar, no hago más que recordar a nuestros amigos. ¿Vendrán otra vez aquí?, ¿han de volver a vivir? ¡Una sola vez nos perdemos, una sola vez estamos en la tierra! No por eso se entristezca el corazón de alguno: al lado del que está dando la vida. Pero yo con esto lloro, me pongo triste; he quedado huérfano en la tierra. ¿Qué dispone tu corazón, autor de la vida? ¡Que se vaya la amargura de tu pecho, que se vaya el hastío del desamparo! ¡Que se puede alcanzar gloria a tu lado, oh dios... pero tú quieres darme muerte! Puede ser que no vivamos alegres en la tierra, pero tus amigos con eso tenemos gozo en la tierra. Y todos de igual modo padecemos y todos andamos con angustia unidos aquí. Dentro del cielo tú forjas tu designio. Lo decretarás: ¿acaso te hastíes y aquí nos escondas tu fama y tu gloria en la tierra? ¿Qué es lo que decretas? ¡Nadie es amigo del que da la vida, oh amigos míos, Águilas y Tigres! ¿A dónde iremos por fin los que aquí estamos sufriendo, oh príncipes? Que no haya infortunio: Él nos atormenta, él es quien nos mata: Sed esforzados: todos nos iremos al Lugar del Misterio. Que no te desdeñe aunque ande doliente ante el Dador de la vida: él nos va quitando, él nos va arrebatando su fama y su gloria en la tierra. Tenedlo entendido: tendré que dejaros, oh amigos, oh príncipes. Nadie vale nada ante el Dador de la vida, él nos va quitando, etcétera (como arriba). Lo has oído, corazón mío, tú que estás sufriendo: atiende a nosotros, míranos bien: Así vivimos aquí ante el Dador de vida. No por eso mueras, antes vive siempre en la tierra.4 EL ÁRBOL FLORIDO DE LA AMISTAD Ya abre sus corolas el Árbol Florido de la amistad. Su raíz está formada por la nobleza que aquí dura. Veo Águilas y Tigres, veo la gloria: pero me pongo triste: tengo que dejar la amistad que persevera aquí. --Eres ave con espada, eres ave con dardos, tú, que volando vienes, oh Dador de la vida. Te vienes a parar en tu adoratorio, en donde está tu templo. Te limpias, te remeces entre los atabales. Cae en lluvia la tiza, cae en lluvia la pluma: tú, cual preciosa garza, te limpias, te remeces entre los atabales. Con esto queda pintado al fuego el solio de los Águilas, el trono de los Tigres: y vosotros estáis en primaveral casa, tú, Motecuzomatzin, y tú, Toquiquihuatzin. ¿Cómo el dios lo dispone? ¡Ya no por largo tiempo en el solio. Allí os deja solos el rey Nezahualpilli! --Flores de guerra se matizan: unas abren corolas, otras se secan. ¡Son Águilas, son Tigres! ¡Cuántas se han ido, cuántas volverán a la vida, a tu lado, oh tú, que eres dueño del ámbito! --Hubo marcha general a la región del misterio. Se fue el príncipe Tlacahuepantzin, se fue el señor Ixtlicuechahuac. ¡En breve brevísimo tiempo vinieron a vivir ante el rostro del dios! Y ahora, sin embargo, están en la inmensa llanura... (de los muertos).5 PONTE EN PIE Ponte en pie, percute tu atabal: dese a conocer la amistad. Tomados sean sus corazones: solamente aquí tal vez tenemos prestados nuestros cañutos de tabaco, nuestras flores. Ponte en pie, amigo mío, toma tus flores junto al atabal. Huya tu amargura: órnate con ellas: han venido a ser enhiestas las flores, se están repartiendo las flores de oro preciosas. Bellamente canta aquí el ave azul, el quetzal, el zorzal: preside el canto el quechol (guacamaya): le responden todos, sonajas y tambores Bebo cacao: con ello me alegro: mi corazón goza, mi corazón es feliz. ¡Llore yo o cante, en el rincón del interior de su casa pase yo mi vida! ¡Oh, ya bebí florido cacao con maíz: mi corazón llora, está doliente sólo sufro en la tierra! ¡Todo lo recuerdo: no tengo placer, no tengo dicha: sólo sufro en la tierra!6
Personaje
Personaje Religioso
Inició su formación en la ciudad de Chang'an. A partir de este momento expresa su deseo de iniciar un largo peregrinaje hacia la India con la intención de estudiar el budismo y localizar sus fuentes originales. Sin embargo, debe enfrentarse a la prohibición expresa del emperador de realizar este viaje por motivos de seguridad. Xuanzang logró burlar este veto y se disfrazó de comerciante. Recorrió Asia Central y la India. A lo largo de los dieciséis años que duró este viaje, estudió en distintos centros y conoció reinos hasta entonces inaccesibles. En estos años acumuló una vasta experiencia, convirtiéndose en uno de los hombres más sabios de su tiempo. Cuando en el año 645 regresó al que había sido su punto de partida, lo hizo a través del mar. Consiguió el perdón del emperador y a partir de entonces se dedicó a la vida contemplativa. Tradujo los fundamentos del budismo del sánscrito al chino. Testimonio de su periplo es su obra "Crónica de la peregrinación al oeste, realizada en tiempos de la dinastía Tang". Xuanzang también ha pasado a la historia como el fundador de la escuela Faxian. Con el paso de los años sus peripecias y su legado literario inspiró a Wu Cheng para escribir "Viaje al Oeste", una obra en la que le identifica con el monje Santsang o Tripitaka.
contexto
XVI
XVI Cómo venieron los amigos desta mujer y cómo se emborracharon con ella y de la falsedad que levantaron a Taríacuri Pasándose algunos días por una fiesta de Phurécutaquaro, fue Taríacuri con los suyos al sacrificio de las orejas que se hacía por aquel tiempo, queriendo ir no sé a qué parte a holgar. Sacaron de las troxes su dios Curicaueri y otro dios de la guerra llamado Pungarancha, y pusiéronlos al pie de la trox, para componerse los sacerdotes con ellos, y a Pungarancha pusieron en el patio. Ya que se partía Taríacuri con su gente, venían atrás dando voces dos hombres, y Taríacuri llamó a un viejo de aquellos que andaban con él, llamado Chupítani, y díjole: "¿Quién son aquellos que vienen dando voces?" Y díjole Chupítani: "No sé, señor." Y enviolos Taríacuri a rescibir, y como los encontrasen en el camino, saludaron los viejos y dijéronles: "Señores, seáis bien venidos." Y éstos se llamaban Xorópeti y TarequeZinguata borrado y dijeron a los viejos: "¿Está aquí nuestro cuñado?" Y los viejos les dijeron: "Señores, allí está." Y dijeron Xorópeti y otro Tareque Zinguata: "Nosotros íbamos a sacrificarnos las orejas, en esta fiesta, al monte llamado Hoataro pexo, y dijeron los viejos que lo querían hacer saber a Taríacuri. Y como llegasen donde estaba Taríacuri dijéronle cómo venían estos dos principales susodichos, de un pueblo llamado ltzi parámucu y que si iban a sacrificar las orejas. Y díjoles Tariacuri: "Poné en las troxes a Curicaueri y a Pungarancha, porque quizá no les demos aquí alguna pena si aconteciere alguna cosa." Y tomó su arco y flechas y salió a rescibir los dichos prencipales y saludoles Taríacuri diciéndoles: "Seáis, señores bien venidos." Y ellos le dijeron: "¿Pues qué hay, cuñado? Nosotros venímonos a sacrificar a esta fiesta, al monte llamado Hoataro pexo." Y díjoles Taríacuri: "Seáis, señores, bien venidos" Y dijo a los suyos: "Aquí hicimos denantes la salva a Curicaueri. ¿Cómo no sobró algo de vino?" Iban hablando hacia casa, y como lo supo su mujer de Taríacuri ataviose muy bien, y andaba a una parte y a otra, saliéndolos a rescibir. Púsose una buena saya y otros vestidos, y saludó a aquellos prencipales y díjoles: "Hermanos, seáis bien venido. Y ellos así mesmo la saludaron y sacáronles de comer y comieron y trujeron vino y echáronles en las tazas y lavose las manos Tariácuri, y dioles a beber cada cuatro veces y convidáronle a él y dijéronle: "Señor cuñado ¿no habéis de beber?" Y díjoles Taríacuri: "Después beberé, hermanos, porque cuando me tomo del vino, desconciértome mucho, y quizá si me emborracho, caereme aquí sobre vosotros, por el mucho desconcierto que tengo en bebello. Bebé, que yo os escanciaré." Y dabales a beber, y secretamente hizo liar las hachas para ir al monte, y secretamente las sacaron de casa. A la tarde despedíase dellos y díjoles: "Queda en buen hora, cuñados, que quiero ir por unas matas de trébol que aquí hay delante deste monte, para resfriar las cabezas que no tenemos nada en la cabeza." Dijéronle los cuñados: "¿Qué dices, señor? ¿Por qué has de ir tú mismo? Vayan tus criados." Díjoles Taríacuri: "No saben dónde están mis criados. Yo sé, allá. Yo quiero ir, que no tardaré, y entre tanto bebé, que harto vino hay." "Dice que hay harto y beberemos hasta la mañana." "Ya me voy, que aquí cerca es." Y dijéronle ellos: "Pues anda en buen hora." Y tomó su arco y flechas, y salió de casa, y fuese. Y fué por el monte llamado Hoata custio, y empezó a escombrar allí y adrezar leña, que había de traer para los cúes, y puníala en orden las rajas que habían de llevar, e hicieron un montón redondo de rajas para quemar. Y era ya hacia la media noche: levantose una gran llama y llegaban las pavesas muy altas en el cielo y Taríacuri estaba echado al pie de una encina. Y como se hubo salido de casa Taríacuri, ataviase muy bien su mujer, después dél ido, y dijo aquellos mancebos: "Váyase Taríacuri; no rescibáis pena, que en esta casa no mora Taríacuri, sino yo, questa es su costumbre, de ir por leña y no se emborracha. Yo os escanciaré." Y empezó a escanciar, y era un poco noche cuando se llegó cerca dellos. Enfrente dellos les escanciaba, y ellos empezaron a retozalla, y estuvo con ellos aquella noche, diciéndole: "Hermana acá, y hermana acullá." Y como estaban ellos entiznados, entiznáronla toda la cara, y los vestidos. Y a la mañana fuéronse a su pueblo, y entróse la mujer en su casa, y ya traía Taríacuri su leña para los cúes, y venía toda la gente dando grita, y venía delante de todos Taríacuri, y llevaron la leña a los fogones, y echáronla allí, y hicieron un gran fuego, que se alzó la llama muy alta y humo, y aquellos buenos hombres iban dando voces, Xorópeti y TarequeZinguata, a su pueblo, Itzipa rámucu. Y fuese a su casa Tariácuri, y estaba el vino derramado y bosado por allí en su casa, y estaba todo hediendo a vino, y dijo Taríacuri: "¿Por qué no habéis barrido aquí?" Y entrase de largo en casa y saliole a rescebir su tía y saludole y díjole que fuese bien venido, y díjole Taríacuri: "¿Qué de la señora?" Díjole su tía: "Ay señor, que está enferma. Allí está en aquel aposento; allí detras donde duermes." Díjole Tariácuri: "¿Qué dices, tía? ¿A qué hora empezó a estar mala?" Díjale su tía: "Ay señor, que luego como te partiste de casa." Díjole Taríacuri: "¿Está muy enferma?." Díjole su tía: "Señor, toda esta noche no ha hecho sino rebesar. Quizá tiene una enfermedad llamada senguero". Y dijo Taríacuri: "Quiero ir allá." Díjole su tía: "Espera, señor, no vayas; come primero, que yo la levantaré y bañare, y tú estarás allí un poquito." Y Tariácuri no curó más, entrose derecho donde estaba durmiendo, y estaba una mochacha asentada a su lado; tenía cobierto el rostro con una manta delgada, y habló a la mochacha, y ella le saludó diciéndole: "Seáis bien venido, señor." Díjole Taríacuri: "Dicen que está enferma la señora" Dijo la mochacha: "Así es la verdad, señora." Y llevaba el arco en la mano, y alzó la manta del rostro con el arco, y vio que estaba toda entiznada, y la saya mal compuesta, y los pechos todos entiznados y el vino por los labios, y dijo entonces Taríacuri: Sí, sí, cierto que está enferma. Tórnala a cubrir." Y tórnose a salir, y fuese derecho al monte por leña en ella, por amor de su padre de ella, que no veniese contra él, y le heciese guerra, que estaba cerca y con más poder que no él. Pues los adúlteros, yéndose a su casa, por el camino sacrificáronse las orejas, que se hecieron grandes aberturas en ellas, y hendiéronselas como solían hacer a los que tomaban en adulterio, y iban corriendo, sangre de ellas y dando gritos. Y tenían un tío de parte de su madre, llamado Tzintzuni, señor de Itxiparámucu, y oyendo los gritos que iban dando dijo: "¿Quién son aquellos que vienen dando voces, y hacen tanto ruido?" Y dijo a unos viejos de su casa: "ld y salidlos al encuentro." Y como saliesen, saludáronlos, diciéndoles: "Señores, seáis bien venidos. ¿Dónde fuistes?" Y respondieron ellos a los viejos que los salieron a rescibir: "Fuimos al monte llamado Hoataro-pexo, y allí nos hendió las orejas Taríacuri, levantándonos que nos habíamos echado con su mujer." Dijeron ellos: "Allá vamos, a decillo a vuestro tío Tzintzumi." Y como llegasen los viejos, díjoles: "¿Pues qué hay?" Respondieron ellos: "Señor, tus sobrinos son que vienen; que fueron al monte llamado Hoataro pexo a sacrificarse las orejas, y Taríacuri les hendió las orejas por una mujer que les levanta." Respondió el señor de Itziparámucu enojado, diciendo: "Mira qué dicen, ¿para qué fueron ellos al monte llamado Hoataropexo a sacrificarse? ¿Han oído ellos que beba vino Tariácuri, que todo el día trae leña y toda la noche? Muy liberalmente lo hizo en lo que hizo, de hendelles las orejas, por qué no los mató y consumió del todo. Váyanse donde quisieren: no vengan aca." Y como se lo dijesen, fuéronse derechos al señor de Curínguaro llamado Chánshori, y él como los vió, díjoles: "¿A qué venís, hijos?" Dijeron ellos: "Señor, nosotros fuimos al monte llamado Hoataro pexo a sacrificarnos, y allí nos hendió las orejas Taríacuri levantándonos, que tenemos parte con nuestra parienta. ¿Cómo, no es nuestra hermana, su mujer?" Entonces ellos por agraviar más la cosa, dijéronle lo que su hija le había dicho cuando se huyó, diciendo que los había de matar a todos: que aquellas palabras fingieron ellos antes y le dijeron a ella que las dijese a su padre para revolvellos. Pues dijéronle al señor de Curínguaro: "Taríacuri también dice que somos unos cobardes, que nos ha de matar y consumir a todos." Y todo lo demás que su hija le había dicho antes, y de la misma manera se lo contaron, y por eso lo creyó el señor de Curínguaro, por lo que le había dicho su hija. Y dijo: "Verdad es que Taríacuri, habló esto, porque la pobre de mi hija de la misma manera lo contó que vosotros lo habéis contado: unas mismas palabras son." XVII Cómo Taríacuri sintió mucho, cómo no le guardaba lealtad su mujer, y cómo se casó con otra por consejo de una su tía Como conosció Taríacuri, que su mujer le hacía ruindad, sintiólo mucho, y no quería comer, y de contino no hacía otra cosa, sino traer leña para los cúes, y no iba a su casa, mas ?base a las casas de los papas y traía arreo veinte días leña, y después otros veinte, y no quería comer nada, que estaba ya flaco y perdida la color, todo blanquisco. Tenía la cinta que se ceñía, metida muy allá en las tripas, y no se podía tener en los pies, y su tía, como vio esto, que se moría si no comía dijo: "Mancilla tengo, del que es la causa, que quiere así dejarse morir de hambre." Hízole unas poleadas, y fuele a rescebir y púsose a la entrada de la cerca de leña, de que estaba cercado el patio de los cúes, que era de tablas. Andábase cayendo y abajáronle de los brazos los suyos: uno de una mano y otro de otra, y así le sacaron del patio y saliole al encuentro su tía y saludole y díjole que fuese bien venido, y él le dijo: "¿Pues qué hay, señora tía?" Respondió ella: "Hay señor, que han venido de la laguna los isleños, que no sé qué quieren, y yo siendo vieja, ¿qué les había de decir? Que no sé qué te quieren decir señor, ¿no sería bueno que fueses a casa a saber lo que quieren?" Y levantose de presto Taríacuri, porque venían de la isla donde él había nascido, y dijo: "Vamos allá, señora tía." Y fuese a su casa. Y llegando a su casa, díjole: "¿Dónde están?" Y díjole su tía: "Señor, allí están, a las espaldas de casa. Allí les saqué de comer. ¿No sería bueno, señor, que te asentases y comerías un poco? ¿Cómo tendrás fuerza para respondellos?, que no sé lo que te quieren decir." Díjole Taríacuri: "Así es la verdad, señora tía." Y hízole de comer unas poleadas, y trujóselo, y pusóselo delante, y tomó las poleadas y bibióselas de presto y comió. Entre tanto, su tía, cruzando las manos de miedo, decía entre sí: "Ay, ¿qué le diré? No sé que me haga como es verdad que venieron de la isla de la laguna. ¿Cómo no me flechará toda en este mismo lugar? Ay, pobre de mí, ¿qué le diré? Y tomó un jarro de agua en la mano, y lavose las manos Taríacuri, y levantose, y tomó su arco y flechas y salió del portal donde comía y llamó a su tía, y respondió ella: "¿Qué es, señor?" Dijo: "¿Dónde están los isleños? Vamos allá." Entonces díjole su tía: "Ay señor, pobre de ti: ¿quién había de venir? ¿A qué propósito habían de venir? Pobre de ti, que has dejado el comer, ques una mala mujer. Es de ahora de juntarse con ella varones, por la que tú has dejado el comer, que es una bellaca, que no quiere sino andar de contino lujuriosa con varones cada noche. ¿Quién no te conosce a ti, señor Taríacuri, que has florescido en fama, en este monte llamado Hoataro pexo, y eres rey, y llegas ya al cielo por fama, donde están los dioses, y al infierno, y a las cuatro partes del mundo? ¿Quién te deja de conoscer que te llamas Taríacuri? ¿Por qué causa has dejado el comer y beber? Mejor sería, señor, que comieses, porque tuvieses fuerzas para traer leña para los cúes, para que vinieses algunos días, porque eres señor. No te cures de aquella mujer, porque no te faltará otra que tengas por compañera, para que seas señor, y quizá no es nacida con la que has de estar y ser señor, o ya es nacida. Ve a Zurumban, señor de Taríaran. Tú y él, seréis señores." Respondióle Taríacuri: "Así es la verdad, señora tía." Y dijo a los suyos: "Vamos a Zurumban, señor de Taríaran." Y partiéronse, y antes que llegasen allá Taríacuri, supo de su venida Zurumban, y saliole a rescebir todo amarillado la cara, que había hecho una fiesta, y saludole e dijo: "Señor, seáis bien venido." Y tomole de la mano, y así iban platicando hasta su casa. Y estaba un pajarilo, llamado Zenzenbo colgado de una flor, y estaba chupando la miel, y viéndolo Zurumban díjole a Taríacuri: "¡Oh, qué hermoso pajarito; señor, fléchale; ¿Cómo?, ¿no eres chichimeca?, tírale." Respondió Taríacuri: "Que me place; yo le tiraré, hermano." Y puso una jara en el arco, y ya que le quería tirar, dijo Zurumban. "Mírame a la mano, y ve por él, y trai hacia acá la flecha". Y como soltase acertole, y dijo a Zurumban: "Hermano, ya le acerté; ve por él." Y iba Zurumban por un herbazal, y alzó la jara, y el pájaro traíale en la mano, y llegando a Taríacuri le dijo: "Cierto que eres chichimeca, que este pájaro no es tan grande, que era cosa de flechar por ser tan chiquito. ¿Cómo ninguno te ha de alcanzar? No faltas ni yerras tiro, y no hay quien te alcance en tirar." Y ansí iban platicando, hacia su casa, y el pajarillo no sé cómo no murió. Llevábale en la mano vivo y llegando a su casa, halló a sus mujeres que estaban todas juntas. Díjoles Zurumban: "Madres, mirá que no yerra golpe Taríacuri, que ya veis este pajarillo, qué tamaño es, que no era cosa que se puede flechar; mirá quán hermoso es." Y traíenle aquellas señoras de una en otra, en la mano, y trujeron de comer, y comieron todos, y después de comer dijo Zurumban a Taríacuri: "Hijo, ¿no beberás una taza de lo que yo bebo?" Respondióle Taríacuri: "¿Por qué no, hermano?" Y diéronle a beber, y entrose a otro aposento de dentro Zurumban, y tomó de un color amarillo, y traíalo en la mano y llegó a Taríacuri y díjole: "Señor, ¿cómo no te pondrás un poco desta color?" Respondiole Taríacuri: "¿Qué dices, hermano? ¿Cómo me tengo de poner este color, que ya yo tengo este color negro, que es de mi dios Curicaueri? ¿Qué es esta tizne? Póntela tú." Solían los señores entiznarse todos, en honra de Curicaueri su dios. Por eso dice Taríacuri que tenía aquella color por amor de su dios. Díjole Zurumban: "¿Qué dices señor? Ponértela tienes; yo te la pondré." Y púsosela por las narices, hacia bajo y por las uñas de las manos y de los pies, y díjole: "Así te lo has de poner. ¡Oh qué hermoso estás! Y yo todo me tengo de poner desta color amarilla el cuerpo y la cara." Y dijole Taríacuri: "Póntelo, hermano." Y díjole Zurumban: "Póngome ahora este color, porque sacrifiqué unos malhechores llamados Uázcata, para que vayan sus ánimas con las ofrendas a la madre Cuerauáperi." Y paráronse todos amarillos. Y entrose dentro Zurumban y fue por dos mujeres, eran sus hijas, o sus mujeres y hizo que las bañasen y que la ataviasen. Púsoles unos zarzillos en las orejas de tortugas, y sartales a las muñecas, y collares de turquesas al cuello, y tomolas de la mano, y entró donde estaba Taríacuri, y díjole: "Señor Taríacuri" Díjole Taríacuri: "¿Qué es, hermano?" Díjole Zurumban: "Ves aquí tus madres, para cuando te dieren a beber vino, porque hace quitar el sentido, y desatienta que hace andar como loco el vino a quien lo bebe, y aquí es lugar despeñadero, porque no cayas, y te despeñes; éstas, te guardarán y mirarán dónde vas, y serán tus camareras cuando dormieres porque saca de seso el vino." Y respondió Taríacuri: "Estense, aquí, señor." Y púsolas allí entrambas, y dijo Taríacuri: "Dad de beber a estas señoras." Y diéronles a beber. Y siendo ya de noche, que ya era escuro, díjole Zurumban a Taríacuri: "Señor." Respondiole Taríacuri: "¿Qué es, padre?" Díjole Zurumban: "Yo estoy ya borracho; quiérome entrar a dormir, porque no me caya aquí, encima de vosotros. Echate a dormir." Y dijo a las mujeres: "Hijas, echaos a su lado, porque no se despeñe por aquí, que es todo por aquí despeñaderos, y si le acontece algo, echarnos han a nosotros la culpa.." Díjole Taríacuri: "Ve hermano en buen hora." Y éntrose dento de su aposento Zurumban y llamó Taríacuri a sus viejos que traía consigo, llamados Chupítani, Tecaqua, Nuriuan, y respondieron ellos: "¿Qué es, señor?" Díjoles Taríacuri: "Poned allí a aquel rincón unas esteras, y llevad allí esas señoras, y allí dormirán, y cubrildas, porque quieran casallas con algunos, y no sea ruido hechizo de traellas aquí por argüirnos después de alguna cosa, viéndonos desfavorescidos." Y llevaron las señoras a un rincón, y allí se echaron a dormir y las cobrieron y dijo Taríacuri a sus viejos: "Llegaos acá, y platicaremos en algo." Y empezaron a razonar, y no dormieron toda la noche, y estaba sobre aviso, porque no le tomasen descuidado. Pues como amanesció, dijo Taríacuri a sus viejos: "Vamos, y tomemos el calor de los braseros." Acostumbraban los señores, como arriba dije, de tiznarse todos por amor de su dios Curicaueri, y teníanlo por gran honra andar así tiznados, y para estar más lucios, y que se les pegase mejor aquel color negro, echaban unas teas en unos braseros, y poníanlas debajo de las camisetas que usa esta gente, como maredillos, y aquel humo con el calor, pegábaseles en el cuerpo, y después estregábanse y parábanse muy lucios. Este se llamaba Uiriquareni, y por eso les dijo Taríacuri a sus viejos que trujesen aquellos braserillos para tomar aquel humo. Y salió Taríacuri, y asentose a la entrada de la puerta a tomar aquel humo, y levantose Zurumban, y ya habían salido las mozas fuera, y como las vio Zurumban preguntoles: "Pues, ¿juntose con vosotras Taríacuri? ¿Cómo dormistes?" Respondieron ellas: "No señor, es loco y no tiene seso. Después, señor, que te entraste a dormir, llamó a sus viejos y díjoles: "Poné unos petates a esas mujeres; y pusiéronnos a un rincón, y dijo: "Quizá es ruido hechizo por argüirnos de alguna cosa por vernos desfavorescidos. Llegaos acá, y razonaremos un poco, y él no sabe dormir. Hase tornado loco." Díjoles Zurumban: "Ciertamente es, señor." E hizo traer muchos cántaros de agua y dos grandes xicales de jabón que traían en las manos, con dos grandes hachos de ocote que traían delante, que no era bien amanescido, y como llegó a Taríacuri, díjole: "Pues: Señor Taríacuri, despierta, despierta, que es ya amanescido y bañarte has un poco, y beberemos." Y respondiole Taríacuri: "Señor, entra de largo: ya rato ha que estoy despierto y estoy tomando el humo". Y dijo Zurumban: "Bien está, ¿a qué hora despertaste? ¿Qué tienes vestido? ¿Con qué tomas ese humo?" Y díjole Taríacuri: "Con una camiseta gorda." Y díjole Zurumban: "¿Por qué con esa tomas el humo?" Y echole encima una manta rica doblada o enforrada en otra, y entrose en su aposento, y metieron el agua, para bañarse Taríacuri. Y ya era bien amanescido y tornose a salir Zurumban y traía mucho vino consigo, y hizo echar de ello en las tazas, y dijo: "Señor, quiérote dar un poco a beber." Y díjole Taríacuri: "Zurumban, no; iremos primero entrambos, cabe la trox, donde se guardan los dioses, que traigo un poco que decirte". Díjole Zurumban: "Vamos, señor." Y fueron y llegaron a donde guardaban la diosa Xarátanga, y díjole desta manera Taríacuri: "Oyeme señor, Zurumban: tú no haces, sino cada día emborracharte muy mal, ¿no sería bueno, que dejases el vino, y fueses por leña para los cúes? Y harías tus fiestas grandes y beberéis diez dias, siendo gran fiesta, y si fuese pequeña beberéis cinco días, y después te bañarías, y entrarías en los cúes a hacer tu oración, y después llevarías tus estrumentos para bailar, tortugas y atabales, y tu vino concertado, y el sacerdote, llamado Curiti, echaría los olores, y el sacrificador, para hacer oración a los dioses, para tomar cativos en la guerra y velarías siquiera dos noches, y tomarías a tu diosa Xarátanga y irías a la guerra cerca de los términos de tus enemigos a Hurecho y Cacángueo y a la Guacana y a Cuerapan, porque andan por allí pájaros colorados, de los cuales hacen atavíos de pluma para tu diosa Xarátanga. Y allí hay un río, que dos veces se hacen cosas de comer en el año de la fruta llamada tomates, y axí y melones, y algodón y ciruelas que trairéis aquí a tu pueblo: que trayéndolo sería tu pueblo como uno de los otros, donde nascen todas estas cosas. Lleva allí tu gente de guerra, y tomarás allí algunos cativos, y a veces harías tus entradas, y tus enemigos, si se quejasen de ti, diríasles: "Yo no soy, sino Taríacuri, que viene aquí de noche a hacer salto en vuestros pueblos, y dame a mí cativos para el sacrificio, y por eso toco mis atabales, haciendo fiesta, que oís vosotros, y ansi no te echarían a ti la culpa tus enemigos, sino a mí, y no te harían guerra. Verás, Zurumban, que te hago señor, si haces esto, porque no eres señor, más de baja suerte y mendigo, y agora te hago señor, y haz mercedes." Oyendo esto Zurumban, empezó a llorar muy fuertemente, y dijo: "Ay, señor yerno, estas palabras trujiste contigo, de rey; todo lo cumpliré, lo que me dices. Vamos a casa, y comerás." Y fuéronse a su casa, y trujéronles de comer, y después de comer llamó Zurumban un mayordomo suyo llamado Huyaria, y dijo que buscase cacaxtles y que hiciese cargas de mantas para que llevase Taríacuri. Y entrose en un aposento y compuso dos señoras con sus buenas sayas y collares de turquesas al cuello y sus zarcillos de tortugas y otras mantas, y tomólas de la mano a entrambas, y sacolas donde estaba Taríacuri y dijole: "Señor, vete a tu casa y lleva estas dos, para que te den agua a manos, y sean tus camareras." Y respondió Taríacuri: "Así será, señor, como dices." Y aderezáronse para se partir, y dioles muchas mujeres Zurumban a sus hijas que las acompañasen e serviesen. Y sacaron todo el ajuar de las señoras, de muchas petacas y alhajas de mujeres, y así se partió Taríacuri para su casa, despediéndose primero de su suegro Zurumban. Y como llegó a su casa, salióle a rescibir su tía y díjole: "Seas bien venido." Y pusieron allí todo lo que Zurumban había dado a Taríacuri, que era mucha cosa, y viéndolo su tía, holgose mucho y díjole: "Pues verás, señor Taríacuri, cómo es señor Zurumban. Mira lo que han traído, y esto no es nada para lo que enviará para la con que has de ser señor." Y Taríacuri, como solía iba por leña para los cúes, y su mujer primera, hija del señor de Curínguaro, viendo las otras mujeres en casa, moríase de celos y fuese a su pueblo de Curínguaro y nunca más tornó. XVIII Cómo se sintió afrentado el suegro primero de Tariacuri porque dejó su hija, y le tomó un cu y fueron sacrificados los enemigos de Taríacuri Era fiesta de Sicuíndiro cuando renovaban los cúes de Curicaueri, y tomó Taríacuri algunos esclavos, y metiolos en las casas de los papas, para velar con ellos en la vigilia de la fiesta. Y estaba Taríacuri a la puerta de las casas de los papas, y el viejo Chánshori, suegro primero de Taríacuri, enojose porque había tomado otras mujeres, y había dejado su hija y dijo: "¿Qué soberbia es esta de Taríacuri? Qué afrenta nos ha hecho tan grande." Y dijo a su gente: "Taríacuri, la tierra que tiene no es suya." Y ezió sacerdotes, y tomó algunas mantas de los atavíos de su dios Hurendequauécara, y compusiéronse los sacerdotes, y tomaron su dios a cuestas y iban tocando sus trompetas, y vinieron así al asiento que tenía Taríacuri, llamado Hoataro pexo, donde tenía a Curicaueri su dios, en un cu, que le habían hecho allí. Solía esta gente, a su tiempo, cuando los enviaba al cazonci a otro señor, a morar a otra parte, los que iban llevaban alguna piedra, que estaba con su dios, o parte dél, y donde asentaban, punían nombre del dios que llevaban de sus pueblos, y le decían las mismas fábulas y hacían las mismas fiestas que en sus pueblos propios. Y como llegaron los de Curínguaro, tomaron el bulto de Curicaueri, y echáronle a un rincón, y dijeron: "Este cu no es de Curicaeuri, más de nuestro dios Hurendequauécara. Y pintáronle blanquebol, como solían pintar los cúes de Hurendequauécara, y la casa de los papas enalmagraron. Y tomaron los esclavos que tenían para el sacrifio de Curicaueri, y sacrificáronlos a Huredequauécara, y levantáronse de allí todos los chichimecas, y fuéronse a un monte llamado Upapohoato, donde hicieron otros cúes. Y llamó Taríacuri, a sus viejos, llamados Chupítani, Tecaqua, Nuriuan, y díjoles: "Tomad una carga de hachas de cobre bañado muy amarillo, y llevadlo a Urendequauécara, dios de Curíguaro, para que destas hachas le haga cascabeles para sus atavíos, y decid al viejo Chánshori, que le ruego yo, que me preste o venda un pedazo de tierra para poner a mi dios Curicaueri, pues que sabe ques todo pedregales, donde estoy." Y fueron los viejos a Chánshori, y llegando allá, saludolos, y dijéronle su embajada, y respondió Chánshori: "Decid a Taríacuri, que esté en el lugar que está, que aunque sea pedregales, que todo es buena tierra: que allí primero se hace y granan los maizales, que en otra parte, y los melones, y las semillas de bledos, y que no llegue a Cuinuzeo ni a Tepame caraho, porque hago una sementera para hacer vino a mi dios Hurendequeauécara: esto le diréis y que beba del arroyo llamado Curingue." Y vinieron los viejos con el mensaje a Taríacuri, y dijo Taríacuri: "Pues estémonos aquí, pues es tan mezquino y ingrato Chánshori." Y estuvo allí algunos días, y no se sabe por qué, tomó Taríacuri a Curicaueri, y fue de allí con toda su gente a un lugar llamado Urexo. Allí hizo hacer un cu de céspedes, y tornaron los de Curínguaro a querer destruir a Taríacuri, y llevaron su gente de guerra y cercaron a Taríacuri y allí dió Curicaueri, a sus enemigos, camorras y embriaguez, y estropezamiento. Y empezaron a andar desatinados los enemigos, y cayeron todos en el suelo, y abrazábanse unos con otros, y ansí iban al pie del cu, donde unas viejas los subían al cu, que no los tomaban hombres, y allí los sacrificaban los sacerdotes de Curicaueri que estuvieron todo un día sacrificando, y llegaba la sangre al pie del cu, y después iba un arroyo de sangre por el patio, y pusieron en unos varales las cabezas de los sacrificados, que hacía gran sombra, y dijo Taríacuri: "Vení acá, viejos." Y díjoles: "Si mi mujer, la hija del señor de Curínguaro, fuera varón, muy valiente hombre fuera, que ahora, con ser mujer, ha hecho matar de sus hermanos y tíos y su agüelo. Ha dado en este día de comer a los dioses y les ha aplacado los estómagos. ¡Valiente hombre ha sido mi mujer!" Quiso decir Taríacuri, en estas palabras, que por su mujer había empezado aquella guerra, en la cual su dios Curicaueri había desatinado a sus enemigos, y que ella había sido la causa, y que si fuera varón como era mujer, que hubiera más muertos. Y levantóse de aquel lugar Taríacuri, y fuese a un lugar llamado Querenda angangueo y no fue con él su tía, y dijeron los de Curínguaro: "¿Qué es esto que ha hecho hoy Taríacuri en nuestra gente? Nunca olvidaremos esta injuria." Entonces enviaron espías, diciendo que estaba en lugares muy fragosos, y vinieron las espías y no podían llegar, y tornáronse y contrahicieron los adives y leones y lechuzas, y otros pájaros llamados purucuzi. Y venían ansí escuchando hasta el lado de las casas, y venía por espía el hijo de Zurumban, y no dijo nada desto, aunque lo vio, y entraba en casa de Taríacuri, por lo que Taríacuri y su padre habían hablado que eran amigos. Y comían juntos, él y Taríacuri, y enborracháronse entrambos, y como hobiese bebido salió de casa y iba por los herbazales para espiar por donde había de venir la gente. Y la tía de Taríacuri no sé dónde lo supo, y entró dentro en casa, y como la vió Taríacuri, saludóla y díjole: "¿Pues qué hay, señora tía?" Y estaba Taríacuri arrimado a una parte de la puerta, y el hijo de Zurumban llamado Tzintzuni, a otra parte, y teníanles puesto de comer a cada uno, por sí, a su parte, y el vino estaba junto a ellos, y tornóle a decir Taríacuri: "¿Pues qué es, señora tía?" Entonces díjole su tía: "Una cosa he sabido, que se dice, que los de Curínguaro nos han de destruir, y dicen que han venido a poner espías, y que se tornan leones y adives, sabiendo en los lugares fragosos que estamos, y que dicen que no se le da nada dello al hijo de Zurumban, y él entra en tu casa y coméis en uno y bebéis juntos, y que sale fuera en achaque de orinar, y va por los herbazales, donde están las espías, a ver cómo viene la gente de guerra." Oyendo esto Taríacuri, enojose y reprendió a su tía, diciendo: "Mirá qué dice esta vieja, ¿quién ha de andar espiando? Este señor que está aquí comiendo conmigo, se llama Tzintzuni, hijo de Zurumban: aquí estamos juntos; vete de ahí con lo que vienes." Respondió su tía: "Así es la verdad señor, que estáis juntos; quedaos en buen hora." Y salióse enojada y oyendo esto el hijo de Zurumban, sintiose mucho y díjole Taríacuri, que no rescebiese pena, que aquella vieja no sabía lo que se decía que eran nuevas que había oído por ahí. Y dijo el hijo de Zurumban: "Señor, ¿cómo no tengo de tener pena de oír lo que he oído? Ya no podré sosegar." Y salió fuera Taríacuri, y trújole cinco cargas de pescado y díjole: "Señor, pues vete a tu casa, no tengas pena; lleva este pescado para dar a tus hijos, llegando a tu casa." Y respondió el hijo de Zurumban y dijo: "Sea así, señor." Y fuese a su casa, y tomó Taríacuri su dios Curicaueri, y su gente y fuese tras él. Y supo de su venida Zurumban su suegro, y saliole a rescebir al camino, y saludáronse, y Zurumban fingiendo que lloraba de compasión de su yerno, untose la cara con saliva y díjole que viniese en buen hora. Y llegando a su casa le dijo: "Aquí en este lugar no hay leña, para que traigas para los cúes; la cual tú todo el día traes y toda la noche. Ya ves tú que aquí no hay monte; vete a un lugar llamado Uacapu, donde es señor Anachurichezi, y allí trairás leña para los cúes." Y fuese con su gente Taríacuri, al susodicho pueblo llamado Uacapu, y rescibióle el señor de allí, y estuvo allí algunos días, y tomando de allí a Curicaueri, fuese a otro pueblo llamado Zurumu hucápeo, a un señor llamado Atapetzi, y aquel también le rescibió, y estuvo allí algunos días. Y tomando de allí a Curicaueri, se fue con su gente a un lugar llamado Santángel, a un señor llamado Hapariya que de verdad le rescibió y le hizo un cu y las casas de los papas y una casa, y allí traía leña Taríacuri para los cúes con su gente y hizo allí su asiento. XIX Cómo los cuñados de Taríacuri de la mujer primera de Curínguaro le enviaron a pedir plumajes ricos, y oro, plata, y otras cosas, y de la respuesta que dio a los mensajeros Supieron los de Curínguaro que tenía asiento Taríacuri, y ya había salido de señor Chánshori, por ser muy viejo, y un hijo suyo llamado Huresqua, era señor de Curínguaro. Era costumbre en esta gente, que en siendo muy viejo el señor del pueblo, elegían a su hijo, y hacíanle señor antes que muriese el padre, y él mandaba el pueblo, como paresce aquí en este pueblo susodicho de Curínguaro. Por ser muy viejo Chánshori, hizo señor a su hijo antes de su muerte. Pues llamó Huresquea sus viejos y enviólos a Taríacuri, con un mensaje, y díjoles: "Id a Taríacuri y decidle que habemos oído que hizo una entrada hacia Occidente, y trujo muchos plumajes verdes largos, y penachos blancos y plumas de papagayos y otras plumas ricas de aves y color amarilla de la buena, y collares de turquesas, y otras piedras preciosas, y oro y plata de lo bueno, y collares de pescados del mar y otras muchas cosas: que lo traigan aquí todo, para nuestro dios Urendequauécara, que aquellos no son atavíos de su dios Curicaueri, mas de Urendequauécara." Y partiéronse los viejos, y llegaron donde estaban Taríacuri y díjoles: "¿A qués vuestra venida?" Respondieron ellos: "Señor, tus cuñados nos envían a ti." Y relatáronle toda su embajada, y respondió Taríacuri: "Así es la verdad, que fuí donde dicen y así es la verdad, que truje todo lo que dicen; asentaos y comeréis y yo os despediré." Y diéronles de comer, y después de haber comido, pidieron licencia para tornarse. Y díjoles Taríacuri: "Esperaos un poco." Y hizo traer unas arcas, y empezó de abrillas, las cuales estaban llenas de muchas maneras de flechas, y tomó muchas dellas, y pidió una manta de algodón, y envolviolas con ella, y llamó los viejos que habían venido con el mensaje, y díjoles: "Tomá este envoltorio y llevásele a vuestros señores, que esto es lo que piden. ¿Qué otra cosa piden sino esto?" Y dijeron los viejos: "Señor, no nos dijeron que habíamos de llevar flechas, mas plumajes verdes de los largos." Díjoles Taríacuri: "¿Qué decís, viejos? Mirá que esto es lo que dicen." Respondieron ellos: "No señor: Cómo, ¿no conoscemos lo que es esto?" Tornolos a decir Taríacuri: "Mira que esto es: que no lo entendisteis vosotros bien." Dijeron ellos: "Señor, no nos dijeron sino plumajes verdes." Y díjoles Taríacuri: "Llevá esto." Y desató las flechas y sacó dellas y díjoles: "Llegaos acá, y oiréis lo que os dijere: Mirá esta flecha que está pintada de verde, se llama Tecoecha xungada, y éstas son los plumajes verdes que piden." Y mostróles otra y díjoles: "Esta son los collares de turquesas que dicen, y ésta destas plumas blancas es la plata que piden, y ésta destas plumas amarillas es el oro que piden, y éstas de las plumas coloradas son penachos colorados, y éstas son las plumas ricas, y estos pedernales, que tienen puestos, son mantas, y éstas de cuatro colores de pedernales blancos y negros y amarillos y colorados, éstos son mantenimiento, maíz y frísoles y otras semillas. Esto es lo que ellos piden, lleváselo." Y tomaron aquellas flechas los viejos, y lleváronlas a sus señores y dijéronles la respuesta de Taríacuri, y rióse mucho de oíllo Huresqua señor de Curínguaro y dijo: "Mirá qué dice: Id y llamá a nuestra hermana; ella que estuvo algún tiempo en su compañía, ella quizá sabrá si tienen estas flechas estos nombres que dice Taríacuri. Si es así verdad." Y vino su hermana, y dijéronle lo que había respondido Taríacuri, y dijo ella: "Es un viejo loco el que dice esto. Cómo, ¿estas flechas no son unas cañas y unas varillas puestas en ellas? Y estas piedras ¿no se les halló por ahí? y los que dicen que son plumajes verdes ¿son sino plumas de colas de águila, y de halcones que hendió y puso en estas flechas? Todo lo que dice que son plumajes ricos y éstas pinturas son y no oro ni plata. Dice locuras en lo que dice, y yo nunca le oí decir tales cosas, haciendo flechas, ni les ponía tales nombres." Y dijeron sus hermanos: "Así debe ser." Y tomaron las flechas, y hízolas pedazos todas, y echáronlas en el fuego y quemáronse, y como era muy viejo su padre, llamado Chánshori, traíanle de los brazos, y entró donde estaban sus hijos, y díjoles: "¿Pues qué hay, hijos? ¿Qué habéis hecho?" Y habían traído estas flechas. Mejor fuera que no las quemárades, sino que buscáramos un cuero o carcax, y las pusiéramos en él, y se las pusiéramos a nuestro dios Hurendequauécara, porque deben tener alguna deidad estas flechas, y viniera nuestro dios algunos días con ellas. Pues que ya es hecho, hijos, sea así. Yo, que soy viejo, he oído esto ya: ahora me huelgo de no haber muerto por oír esto." Y respondiéronle sus hijos y dijeron: "Mirá con qué viene este viejo medroso. ¿Por qué nos ha de flechar Taríacuri? ¿Quién nos ha de hacer guerra? ¿Nosotros estamos solos aquí?, que somos tantos, que no hay quien ose venir contra nosotros." Pasándose algunos días, los de la isla de Pacandan fueron a Taríacuri, y él les preguntó a qué venían, y dijéronle: "Señor, enviannos los isleños que tuvieses por bien de tornarte a tu casa de Pátzquaro porque te toman todo aquel asiento y no hacen sino reñir unos y otros sobre aquel asiento, porque venieron de una parte los de Curínguaro, y los isleños fueron de otra, y los de Taríaran de otra: Dicen los isleños que tornes a tu asiento." Y rióse Taríacuri y díjoles: "¿Qué quieren de mí los isleños? Cómo, ¿ellos no son los que me han maltratado? ¿Qué ayuda quieren de mí? ¿Había yo de matar a sus enemigos" Id, haceos guerra y destruíos los pueblos." Y como traían guerra una isla con otra, los de Pacandan, destruyeron el pueblo a los isleños llamados hurendetiechan, y como se vieron destruidos enviaron otros mensajeros a Taríacuri, cómo habían peleado, que qué harían, que tuviese respeto, que había nascido en aquella isla y que les favorescía. Que los señores tienen dos paresceres. Y respondió Taríacuri: "Así es la verdad, como me tratan". Id y compraos unos a otros, y rescataos, y pedí las piedras de moler y las ollas y todas las alhajas, y escojed los viejos y viejas y sacrificadlos para hacello saber a los dioses." Y rescatáronse, y escojeron los viejos e viejas, y sacrificáronlos para aplacar los dioses. Pues vino Taríacuri con su gente al monte llamado Arizizinda, monte de Pátzcuaro, y a la media noche empieza a tocar su silbatillo encima del monte, que contrahacía las águilas, y oyeron aquellos silbos a la media noche los de Curínguaro que tenían el asiento de Pátzcuaro, y levantáronse todos, y fuéronse a su pueblo con gran polvareda que iban levantado, y los isleños se entraron en la laguna que hacían espumas al entrar, y los de Taríaran se fueron también, a su pueblo y iban haciendo polvareda huyendo, y volviose Taríacuri a su asiento de Pátzquaro, con su gente. XX Cómo Taríacurí buscaba sus sobrinos Hirípan y Tangáxoan que se habían ido a otra parte, y de la pobreza que tenía su madre con ellos Dicho se ha arriba, cómo Taríacuri tenía dos primos, hijos de hermano el uno llamado Zétaco y el otro Aramem Estos tuvieron dos hijos, el uno llamado Hirípan y el otro Tangáxoan, destos dos primos hermanos de Taríacuri, no se hace más mención, donde paresce ser muertos, porque sus hijos quedaron huérfanos, y fuéronse con su madre a otro lugar, durante la persecución de Taríacuri, que sus enemigos le hacían; pues dice agora la historia: Llegando Taríacuri a Pátzcuaro, nunca hacía, sino preguntar por sus sobrinos, hijos de Zétaco y Aramen. Y llamó sus viejos y díjoles: "Chupítani, Tecacua, Nuriuan, sábeme y pregunta dónde se fueron mis sobrinos Hirípan y Tangáxoan." Y llamó a su hijo llamado Curátame, que había habido en la señora de Curínguaro, y díjole: "Hijo, yo te quiero casar; vete a tu pueblo de Curínguaro, donde nasciste, y allí está el dios Urendequauécara; trae leña para sus cúes, y verás que todos se emborrachan en Curínguaro. No tomes ejemplo para hacer tú lo mesmo, y, ya has visto mi vida, cómo voy por la leña para los cúes, y cómo traigo leña todo el día y toda la noche, y echo encienso en los braseros de los dioses. Ya lo sabes todo. Trae leña para Urendequauécara y no te emborraches." Y después que su padre le hubo avisado, envióle acompañado a Curínguaro y como hizo su asiento, empezó a emborracharse, y súpulo su padre, y tenía mucha pena por ello, y dejóle. Y nunca hacía sino preguntar por sus sobrinos Hirípan y Tangáxoan. Dejemos ahora a Taríacuri, y contemos lo que les sucedió, después que dél se partieron. Como eran muchachos fuéronse con su madre a un lugar llamado Pechátaro, y de allí llegaron a los pueblos siguientes: a Siuinan, y Cherán, y a Sipíato y a Matoxeo y a Záueto, donde había un mercado, y había allí unos pocos de chichimecas que estaban en el monte, y fuéronse allá a vellos, y como no tuviesen qué comer, fuéronse los muchachos al mercado, y siendo hijos de señores, andaban huérfanos y comían lo que hallaban caído por el mercado, de raíces medio mascadas que se hallaban, y de algarrobas que estaban medio pisadas, que traía la gente entre los pies, y aquello comían. Si estaban comiendo en el mercado, en alguna parte, llegábanse allí entre medias, y cogían de las migajas que dejaban los otros, y ruciábanlos con caldo los que estaban comiendo, y dábanles de papirotes. Y su madre, con otra hija suya, andaba por otra parte así pobremente mendigando. Y acaso llegose una mujer de uno llamado Niníquaran a ellos y paróselos a mirar, y díjoles: "Hijos, no comáis eso que coméis, que lo train entre los pies, y se ensucian por allí." Y díjoles: "¿De dónde sois, hijos?" Respondieron ellos enojados: "Hermana, no sabemos de dónde somos; ¿por qué nos lo preguntas?" "¿Cómo os llamáis?" Respondieron ellos: "Hermana, no sabemos cómo nos llamamos. ¿Por qué nos lo preguntáis?" Dijo ella: "No lo digo sino por preguntar. Cómo, ¿no tenéis madre? ¿Ella no os dice vuestros nombres?" Respondieron ellos: "Sí hermana, madre tenemos, y ella nos dice nuestros nombres." Dijo ella: "Hijos, no habléis así enojados, que no lo digo sino por preguntar." Entonces dijo Tangáxoan: "Sí hermana, ¿qué es lo que dice mi hermano? Yo me llamo Tangáxoan y él se llama Hirípan." Y la mujer oyendo esto les dijo: "¿Qué es lo que decís, hijos? Que vosotros sois mis sobrinos, yo soy sobrina de vuestro padre, que eran hermanos de vuestro padre y el mío." Respondieron ellos: "Así es, hermana: el uno dicen que se llamaba Zétaco y el otro Aramen, los que nos engendraron." Y dijo ella: "Ay, señores, yo os quiero llevar a mi casa; vamos allá." Dijeron ellos: "Vamos, hermana." Y dijo ella: "Allí tengo un maizal que están las mazorcas verdes que me comen los tordos: allí los oxearéis y comeréis allí cañas verdes de maíz". Y llevolos a su casa, y, guardábanle aquel maizal y daban voces a los tordos oxeándolos: Y como estuviesen allí algunos días, oyó decir dellos un señor de Hetúquaro, llamado Chapa y envió unos viejos y díjoles: "Id por dos chichimecas, que dicen que están en un lugar llamado Hucaríquaro, que están con la mujer de Niníquaran, que dicen que son muy hermosos, y tienen una hermana muy hermosa. Traedlos aquí, y el uno será sacerdote y el otro sacrificador y su hermana hará ofrendas para Curicaueri." Y como fueron allá los viejos, escondiólos su tía y ansí fueron cuatro veces, y tantas los escondió y díjoles su tía: "Ios a vuestra tierra, hijos, lléveos vuestra madre: Tomad mazorcas de maíz verde, y hazé alguna comida para el camino." Y hiciéronles comida para el camino, y dijo a su madre: "Torna a llevar a tus hijos, como los truxiste, que ya dicen que es venido Taríacuri a Pátzquaro, porque no venga aquí Taríacuri a poner señales de guerra, y los maten a vueltas. Llévatelos, y yo luego me iré tras vosotros." Y vínose la madre con sus hijos y trújolos a un lugar llamado Sipiaxo, y de allí a otro llamado Matoxeo, y de allí los trujo a otro lugar llamado Timban, y dijeron a su madre: "Madre, ¿dónde vamos?." Y dijo ella: "Hijos, bien tenemos de ir aquí: Iremos a un lugar llamado Erongaríquaro. Allí está uno llamado Cuinba, un hermano mío, que es vuestro tío." Dijeron ellos: "Vamos, madre." Y llegaron a Erongaríquaro, y entraron en casa de Guinba dijéronle: "Señor, aquí te asaremos la caza que tomares, y te traeremos leña del monte para quemar en casa, y haremos tus sementeras, y traeremos tus hijos a cuestas, si quiere, que estemos aquí en tu casa." Dijo él: "Seáis bien venidos, hijos." Y envió que les barriesen un aposento, y aposentolos allí, y los mancebos no entendían en ninguna cosa de las que habían prometido, porque cada día iban al monte a traer leña para los cúes, todo el día e la noche, y andaban todas las tierras, buscando leña. Y dormían en el monte perdió la esperanza del servicio que le habían de hacer Cuinba, su tío, y dijo: "¿Dónde se han ido mis sobrinos? ¿Cómo cumplen lo que me dijeron? Son unos locos y por eso andan todos ellos por los montes, que no tienen casas los chichimecas. Y mandó que echasen la madre de su casa y que se fuese donde quisiese. Y echaron la madre de los mancebos de su casa, y la pobre había tornado a hilar, y había molido harina, y habíanle dado un poco de maíz, que tenía en unas ollas, y echáronselo todo de casa. Y tenía allí unas mantillas viejas, y echáronlos de casa, a ella y a su hija, y las ollas de maíz, que estaba todo derramado por el patio, y cogiolo con unas mantas viejas, y púsolo al pie de un cerezo, y allí puso sus alhajuelas pobres, y abrazábase con su hija, y lloraban la madre y la hija, y vinieron los hijos que traían las espaldas desolladas de la leña que habían traído para los cúes, que se les entraban los ganchos de la leña por las espaldas, y traían las cintas muy metidas en las tripas, con la hambre que habían pasado, y traían unas piedras en las manos, con que cortaban la leña, que no tenían herramienta. Y entraron en casa, y hallaron desamparado el aposento donde estaba su madre con su hermana, y dijeron: "¿Dónde será ida nuestra madre? Ve, hermano Tangáxoan, pregúntalo." Y topó con una moza de casa, y díjole: "Hermana, quiérote preguntar un poco." Respondió ella: "¿Qué quieres, señor, que te diga?" Dijo él: "¿Viste ir una vieja que estaba aquí? ¿Dónde fue?" Respondió ella: "¡Ay señor, muy desagradecidos sois! ¿Cuándo habíades de hacer lumbre en casa? ¿Y cuándo habíades de traer los niños a cuestas, según que prometistes cuando entrastes en esta casa? Dicen que por eso andáis todos, como andáis los chichimecas, por los montes que no tenéis casas." Esto le dijeron a vuestra madre y hermana, y por eso las echaron de casa. Allí están entrambas, al pie de un cerezo." Y dijo Tangóxoan: "Sea así, hermana; ya nos vamos." Y fueron por unos herbazales, y empezó a llorar muy recio su madre, cuando los vido que traían todas las espaldas desolladas y los ganchos de la leña que les habían entrado por las espaldas, que no tenían qué ponerse a las espaldas, ni tenían cincho, que ataban unas raíces unas con otras, para atar la leña, y entrabánseles aquellos ñudos en las espaldas. Y abrazose su madre con todos ellos y empezó a llorar con ellos, y dijeron ellos: "Calla madre, que nos haces saltar las lágrimas. ¿Cómo dejiste, madre, que aquél era nuestro tío?" Dijo ella: "Así es la verdad, hijos, mas de mezquino y ingrato lo hace." Dijéronle los hijos: "Pues ¿dónde iremos madre?" Dijo ella:"Aquí tenéis otro tío, en Urichu, que se llama Ambaua. Allí iremos." Y llegaron al pueblo de Urichu y prometieron allí lo que antes habían prometido en casa del otro su pariente, que harían fuego en casa, y le harían sus sementeras. Y mandoles barrer un aposento, y entró allí su madre, y ellos fuéronse al monte, y de continuo traían leña para los cúes. Y mandólos echar de casa también aquel su tío, que se fuesen donde quisiesen, y vinieron sus hijos con las espaldas desolladas como primero, y hallaron a la madre fuera de casa y dijeron: "¿Qué trabajo es éste, madre? Cómo ¿no dejiste que era nuestro tío?" Dijo ella: "Así es la verdad, hijos, mas de mezquino lo hace." Dijeron ellos: "Vámonos de aquí. ¿Dónde iremos?" Dijo la madre: "Vamos aquí, a otro lugar, llamado Pareo, que aquí tenéis otro tío llamado Zirútame." Y fueron a casa de aquel su tío, pariente de su madre, y prometieron lo mesmo que en las otras partes, y oyéndolo aquel su pariente, lloró muy fuertemente, y abrazóse con ellos y díjoles: "¡Ay señores Hirípan y Tangáxoan, seáis muy bien venidos: Trae leña para los cúes. ¿Cuándo los señores se suelen alquilar y ir al monte por leña? Yo os trairé leña del monte a vosotros, y haré vuestras sementeras, y traeré vuestros hijos a cuestas y seré vuestro esclavo y os buscaré hachas y cinchos para que traigáis leña para los cúes." Este los recibió de verdad y díjoles: "Ahí está nuestro dios Curicaueri, en Pátzcuaro, y los señores chichimecas sus hermanos. Id, llevadles leña a sus cúes." Y empezaron de traer leña del monte, y llevábanlo a los cúes de Curicaueri a Pátzcuaro. Y como preguntase de comino Taríacuri por sus sobrinos Hirípan y Tangáxoan, y como trujesen leña a los cúes de Pátzcuaro, ponían la leña a la puerta donde estaba el sacrificador, el cual dormía a la sazón, y tomaron unos cañutos de sahumerios, y fuéronse a su casa. El siguiente día trujeron también leña a los cúes, y así otras dos noches. A la tercera noche que traían su leña, cuando la trujeron, no dormían los sacerdotes viejos, llamados Chupítani, Tecacua y Nuriuan, y dijeron entre sí: "Mirá aquellos mancebos, cuán hermosos son." Y como a la media noche trujesen su leña, pusiéronla allí, y empezaron a tomar sus sahumerios como era de costumbre en las casas de los papas. Y levantóse Chupítani con un cañuto de aquellos en la mano, y fuese para ellos y díjoles: "Bien seáis venidos, hijos." Y ellos le saludaron así mesmo. Y díjoles: "¿Dónde venís? ¿Dónde sois?" Y dijéronle: "De un lugar llamado Pareo." Y preguntoles: "¿Cómo os llaman, hijos?" Dijo Hirípan: "¿Por qué nos lo preguntas, agüelo? No sé cómo nos llaman, que así llamaban a los sacerdotes." Y dijo él: "No lo digo, sino por preguntar." Díjoles Chupítani: "No respondáis con enojo, hijos: ¿Cómo os llamáis? ¿No tenéis alguna vieja que os lo diga?" Respondió Tangáxoan: "¿Por qué no, agüelo? Madre tenemos. ¿Por qué responde con enojo mi hermano? Yo me llamo Tangáxoan, y mi hermano se llama Hirípan, y mi padre se llama Aramen, y Zétaco se llamaba el padre de mi primo." Dijo el viejo: "¿Qué decís, hijos? He allí donde está vuestro tío: aquel es vuestro padre, y cada día pregunta por vosotros." Respondieron ellos: "Así debe de ser, agüelo." Dijo el viejo: "Quiéroselo ir a decir." Dijeron ellos: "Ve, agüelo, y díselo." Y dijo Tangáxoan a su primo hermano: "Vámonos, que, quizá se lo dirá, y nos tomarán aquí." Y fuéronse. Estaba Taríacuri en la casa de la vela, a un rincón, velando en la oración con unas orejeras de oro en las orejas, y unas cotaras en los pies, de cuero colorado. Y llegó atentando Chupítani al rincón, y como lo sintió Taríacuri, dijo: "¿Quién anda ahí?" Díjole Chupítani: "Señor, despierta un poco, que han venido tus sobrinos Hirípan y Tangáxoan." Y dijo Taríacuri: "¿Pues qués dellos?" Dijo Chupítani: "Señor, allí están asentados a la puerta." Díjole Taríacuri: "A ver, llámalos." Y fuélos a llamar, y ya se habían ido, que no había nadie a la puerta. Y dijo Taríacuri: "Pues ¿qué hay?" Dijo Chupítani: "Señor, no hay nadie aquí: ya son idos." Enojose Taríacuri, y dijo: "¿Qué es lo que dicen éstos? ¿Por qué los dejastes ir? ¿Dónde dicen que partieron?" Dijo Chupítani: "Señor, dicen que de Pareo." Díjoles Taríacuri: "Id en riendo el alba, por ellos." Y antes que amanesciese, fueron por ellos, y llevaron mantas y tomáronlos en los brazos a ellos y a su madre y hermana, y trujéronlos a Taríacuri y él desque los vió, lloró muy fuertemente, y echolos los brazos encima y díjoles: "Ay, señores: seáis bien venidos." Y abrazándolos lloraba con ellos, y ellos le saludaron, y díjoles Taríacuri: "Señor Hirípan y señor Tangáxoan: ¿por dónde fuistes?" Y contáronle todo su camino y toda su vida, que habían tenido, por dónde andovieron, y cómo habían vuelto. Y díjoles Taríacuri: "Seáis bien venidos, señores." Y contoles él todos sus trabajos y persecuciones de sus enemigos, y su vuelta, y dijo de sí: "¿Qué he hecho yo, Taríacuri? ¿Por qué no me dejan de perseguir? Ya me han dejado de perseguir mis enemigos, los de Curínguaro, y ahora tengo persecuciones de mis parientes, los chichimecas, los que se llaman Cuetzeecha, y el otro llamado Simato y otro llamado Quirique, y otro Quacángari y otro Angáriqua, y otros muchos parientes que tenemos, que nos persiguen, por vernos desfavorescidos: que os persiguen a vosotros y a mí. Seáis bien venidos, hijos. Todos seremos a una, y muramos todos juntos." Dijéronle ellos: "No estés triste, señor; venga quien viniere, nosotros seremos espías de la guerra." Y trujéronles de comer, y comieron, y fuéronse a sus casas que les habían mandado hacer su tío, días había en Yauacuitiro, y casas de los papas, para que velasen. Y allí traían leña para los cúes, y avisábalos su tío Taríacuri.
contexto
XVI
XVI Cómo muría el cazonci y las cirimonias con que le enterraban Siendo muy viejo el que era cazonci, en su vida empezaba a mandar algún hijo suyo, que le había de subceder en el reino, y no dejaba de ser del todo rey el viejo, mas tenían esta costumbre; pues estaba enfermo el cazonci viejo, y llegábanse a curalle todos sus médicos, que eran muchos, entonces enviaba por médicos de toda la provincia y venían a curalle, y trabajaban mucho por curalle, y como vían questaba peligroso y de muerte, inviaban a llamar todos los caciques de la provincia, y todos los señores y valientes hombres, y todos los gobernadores, y los que tenían cargos del cazonci y venían todos a visitalle, el que no venía teníanle por traidor; y saludábanle todos, y dábanle sus presentes, si estaba muy al cabo. Ya que era de muerte, no dejaban entrar allá a nadie, donde él estaba, aunque fuesen señores, y estaban todos en el patio, delante sus casas, y los presentes que traían, cuando no se los rescibían, poníanlos en un portal, donde estaba su silla y insignias de señor. Pues moría el cazonci, sabiéndolo los señores questaban en el patio, alzaban grandes voces llorando por él, y abrían las puertas de su casa, y entraban donde estaba, y ataviábanle. Primeramente bañábanle todos los señores que andaban allí, muy diligentes y los viejos sus continuos y bañaban todos aquellos que había de llevar consigo y ataviábanle desta manera; puníanles junto a las carnes, una camiseta de las que usaban los señores, muy delgada, y una cotaras de cuero, y poníanle al cuello unos huesos de pescados blancos muy preciados entre ellos, y cascabeles de oro en las piernas y en las muñecas piedras de turquesas, y un tranzado de plumas, y unos collares de turquesas al cuello, y unas orejeras grandes de oro en las orejas, y dos brazaletes de oro en los brazos, y un bezote grande de turquesas, y hacíanle una cama de muchas mantas de colores muy alta, y ponían aquellas mantas en unas tablas anchas, y a él poníanle encima y atábanle con unas trenzas, y cobríanle con muchas mantas encima, como que estuviese en su cama, y atravesaban por debajo unos palos, y hacían otro bulto encima dél, de mantas con su cabeza, y ponían en aquel bulto un gran plumaje de muchas plumas muy largas verdes, muy ricas, y unas orejeras de oro, y sus collares de turquesas, y sus brazaletes de oro, y su tranzado muy bueno, y poníanle sus cotaras de cuero y su arco y flechas y su carcax de cuero de tigre, y todas sus mujeres daban gritos y lloraban por él. Componían así mismo, toda la gente de hombres y mujeres que había de llevar consigo, los cuales su hijo había señalado para que matasen con él. Llevaba siete señoras: una llevaba todos sus bezotes de oro y de turquesas, atados en un paño, y puestos al pescuezo; otra su camarera; otra que guardaba sus collares de turquesas; otra que era su cocinera; otra que le servía del vino; otra que le daba agua a manos, y le tenía la taza mientras bebía; otra que le daba el orinal, con otras mujeres que servían destos oficios. De los varones llevaba uno que llevaba sus mantas a cuestas; otro que tenía cargo de hacelle guirnaldas de trébol; otro que le entranzaba y otro que llevaba su silla; otro que llevaba a cuestas sus mantas delgadas; otro que llevaba sus hachas de cobre para hacer leña; otro que llevaba un aventadero grande para sombra; otro que llevaba su calzado y cotaras; otro que llevaba sus canutos de olores; un remero, un barrendero de su casa, y otro que bruñía sus aposentos; un portero; otro portero de las mujeres; un plumajero, de los que le hacían sus plumajes, un platero de los que hacían sus bezotes; uno de los que le hacían sus flechas; otro de los que le hacían sus arcos; dos o tres monteros, algunos de aquellos médicos que le curaban y no le pudieron sanar; uno de aquellos que le decían novelas; un chocarrero; un tabernero, que entre todos serían más de cuarenta, y ataviábanlos y componíamos a todos, y dábanles mantas blancas, y llevaban todos estos consigo, todo aquello de sus oficios de que servían al cazonci muerto. Y llevaban ansímismo un bailador y un tañedor de sus atabales, y un carpintero de sus atambores, y querían ir otros sus criados y no los dejaban ir. Decían que habían comido su pan, y que quizá no los trataría como él el señor que había de ser. Poníanse todos guirnaldas en la cabeza de trébol, y amarillábanse las caras y iban tañendo delante, uno, unos huesos de caimanes; otros unas tortugas, y tomábanle en los hombros solos los señores y sus hijos y venían todos sus parientes del apellido de Eneani y Tzacapu hireti y Uanacace. Iban cantando con él, un cantar suyo que empieza de esta manera: "Utayne uze yoca zinatayo maco, etc.", ques ininteligible, por eso no le declaro, y todos llevaban sus insignias de valientes hombres, y sacábanle a la media noche. Iban delante del alumbrando unos hachos grandes de teas. Iban tañendo dos trompetas. Iban delante toda aquella gente que llevaba consigo para matar, y iban barriendo delante del el camino, y decían: "Señor, por aquí has de ir; mira no pierdas el camino." Y poníanse en procesión todos los señores de la provincia, y gran número de gente, y ansí le llevaban hasta el patio de los cúes grandes, donde ya habían puesto una gran hacina de leña seca, concertada una sobre otra, de rajas de pino, y dábanle cuatro vueltas al derredor de aquel lugar donde le habían de quemar, tañendo sus trompetas, y después poníanle encima de aquella leña, así como le traían, y tornaban aquellos sus parientes a cantar su cantar, y ponían fuego al derredor, y ardía toda aquellas leña, y luego achocaban con porras toda aquella gente que los habían emborrachado primero y enterrábanlos detrás del cu de Curicaueri, a las espaldas, con todas aquellas joyas que llevaban, de tres en tres, y de cuatro en cuatro; y como amanecía estaba ya quemado el cazonci hecho ceniza. Y mientras se quemaba estaban allí todos aquellos señores que habían venido con él; y atizaban el fuego, y juntaban toda aquella ceniza, donde había caído el cuerpo quemado, y algunos hosecitos si habían quedado, y todo el oro que estaba derretido y plata y llevábanlo todo a la entrada de la casa de los papas y echábanlo en una manta y hacían un bulto de mantas con todas aquellas cenizas y oro y plata derretido, y ponían a aquel bulto una máscara de turquesas y sus orejeras de oro y su tranzado de pluma y un gran plumaje de muchas plumas verdes muy ricas en la cabeza, y sus brazaletes de oro y sus collares de turquesas y unas conchas del mar, y una rodela de oro a las espaldas y poníanle al lado su arco y flechas y su cuero de tigre en la muñeza y sus cotaras de cuero y cascabeles de oro en las piernas, y hacían, al pie del cu de Curicaueri, al prencipio de las gradas, debajo, una sepultura de más de dos brazas y media en ancho, algo honda, y cercábanla de petates nuevos por de dentro, y en el suelo, y ponían allí una cama de madera dentro, y tomaban aquellas cenizas, con aquel bulto ansí compuesto, un sacerdote de los que llevaban los dioses a cuestas y poníansele a las espaldas, y ansí le llevaban a la sepoltura donde, antes que le pusiesen, habían cercado aquel lugar de rodelas de oro y plata, por de dentro, y a los rincones ponían muchas flechas, y ponían allí muchas olla y jarros y vino y comida, y metían allí una tinaja, donde aquel sacerdote ponía aquel bulto dentro de la tinaja, encima de la cama de madera, que mirase hacia Oriente, y ponían allí encima de la tinaja y cama muchas mantas, y echaban allí petacas y muchos plumajes, con que él bailaba, y rodelas de oro y plata, y otras muchas cosas, y ponían unas vigas atravesadas encima la sepultura y unas tablas y envarábanlo todo por encima, y la otra gente que llevaban consigo, como los habían echado en sus sepulturas, echábanles tierra encima y íbanse todos a bañar, todos los que habían llevado al cazonci muerto y toda la gente, porque no se les pegase la enfermedad. Y iban todos los señores y toda la gente, al patio del cazonci muerto delante de sus casas y sacábanles allí mucha comida, que era del cazonci muerto, que la habían hecho para entonces, maíz cocido blanco, y dábanles a todos un poco de algodón blanco con que se limpiasen los rostros, y comían todos y después de comer poníanse todos cada uno por sí, asentados cabiscachos, tristes, y en cinco días ninguno de la cibdad molía maíz en piedras ni hacían lumbre en sus hogares; ninguno hacía tiánguez aquellos días; ni mercadeaba, ni andaba nadie por la cibdad; mas toda la gente estaban tristes por sus casas, y iban todos los caciques de la provincia y los señores, una noche, a las casas de los papas, donde tenían su oración y vela. XVII Cómo hacían otro señor y los parlamentos que hacían Muerto pues el cazonci, y sepultado, como se ha dicho, luego el día siguiente, se juntaban todos los caciques de la provincia en el patio del cazonci muerto, y juntábanse todos los señores más prencipales, el de Cuyuacán y todos los viejos y valientes hombres y los señores que estaban en las cuatro fronteras de la provincia, parientes del cazonci, y entraban en su acuerdo y decían: "¿Qué haremos, señores?, ¿cómo ha de quedar desierta esta casa? ¿ha de quedar escura, y de niebla, que no ha de ser frecuentada? Cuando escondimos a nuestro señor y venimos aquí, si así nos volvemos a nuestras casas, ¿qué sentido llevaremos?" "Pues a coyuntura y sazón venistes aquí, señores, ¿cómo no será bueno que probase a ser señor el que está aquí presente?, ¿cómo ha de quedar desamparada esta casa?" Entonces daba sus causas el hijo del señor, por qué no lo había de ser, y decía: "Séalo mi tío que tiene más experiencia, que yo soy muchacho." Respondía el hermano del señor muerto: "Yo ya soy viejo, prueba tú a ser, señor." Y decíale: "Señor, ¿por qué no quieres acetar de ser señor? ¿cómo ha de quedar desamparada esta casa? ¿quién ha de hablar en la leña de la madre Cuerauáperi, y de los dioses engendradores del cielo y de los dioses de las cuatro partes del mundo, y del dios del infierno y de los dioses que se juntan de todas partes, y de nuestro dios Curicaueri y de la diosa Xarátanga, y de los dioses primogénitos? ¿y la pobre de la gente? ¿quién la tendrá en cargo? Señor, prueba a sello, que ya eres de edad y tienes discreción." Y estaban cinco días hablando sobre esto, importunado que lo acetase, y aceptaba, y decía el que había de ser cazonci y señor: "Caciques y señores, que estáis aquí, que habéis deliberado que acete yo este cargo mira no os apartéis de mí ni seáis rebeldes: yo probaré a tener este cargo. Si no os supiere regir, ruégoos que no me matéis con alguna cosa, mas pacíficamente apartáme del oficio, y quitáme el tramado ques insinia de señor. Si no fuere el que debo ser, si no rigiere bien la gente, si anduviere haciendo mal después de borracho, si hiciese mal a alguno echáme desta casa mansamente: esta costumbre suele ser, y plega a los dioses que yo pueda regir la gente y tenellos a todos. Ya yo os he oído, y hecho lo que habéis querido. Mirá caciques, que no os apartéis de mí, porque si os apartáredes y fuéredes rebeldes, no libraré a ninguno de vosotros de la muerte, si quebráis la cuenta de la leña que se trae para los cúes, y si quebráis los escuadrones y capitanías de las guerras." Y deshacíase aquella consulta, y íbanse todos a sus posadas, y desde a cindo días iban por él a su casa, donde moraba primero, y iba el sacerdote mayor, y todos los señores mayores y caciques, y llegando a su casa, saludábanle y decíanle quanga, que es valiente hombre, esforzado, y él tornábales saludes y decíale el sacerdote mayor: "Señor, por ti venimos, para que entres en la casa de tu padre." Respondía él: "Pláceme de ir, agüelo", que ansí decían a los sacerdotes, y componíase. Poníase una guirnalda de cuero de tigre en la cabeza, y un carcax de cuero de tigre con sus flechas, o de otros animales, de colores, y un cuero de cuatro dedos en la muñeca, y unas manillas de cuero de venado con el pelo y unas uñas de venados en las piernas, que eran insinias de señor, y todos los señores se ponían de aquella manera, y partíanse de su casa, y iban delante del el sacerdote mayor con diez obispos o mayores sobre los otros sacerdotes, compuestos como ellos se solían componer, con sus calabazas y lanzas al hombro. Después iba tras ellos el que había de ser rey, y detrás todos los caciques y señores de la provincia que habían venido por él. Y ya estaban en el patio toda la gente de la cibdad y de fuera, ayuntada, con todas las espías de la guerra, y todos los correos y mensajeros, todos entiznados. Estaban todos por su orden, y estaban todos los sacerdotes en sus procesiones, y las espías y oficiales de los cúes, y llegando el cazonci al patio, saludábanle primero los sacerdotes, y llamábanle quanguapagua, que es majestad, y pasaba por medio de aquellas procesiones dellos, saludando a unos y a otros, a una parte y a otra y traíanle una silla nueva en el portal, que solía estar su padre y asentábase en ella, y como él se asentaba, ayuntábanse en derredor dél todos los señores y caciques y toda la gente concurría allí y levantábase el sacerdote mayor en pie, y decíales desta manera: XVIII Razonamiento del Papa y sacerdote mayor y del presente que traían al cazonci nuevo "Caciques e señores que estáis aquí, ya habemos traído y metido en su casa al rey. ¿Cómo había de estar desamparada esta casa y oscura como niebla o anublada? Perdimos a nuestro señor fulano que murió; agora habemos metido en su casa al que dejó ques su hijo. Esta costumbre nos vino de muchos tiempos ha, de los reyes, que hubiese aquí mucho humo" que es, según su manera de decir y quiere decir, que estando los señores en casa, ponen mucha leña en los hogares y se levanta mucho humo, lo cual no es ansí muriendo, que todo está desierto y oscuro como niebla, por eso decía que era costumbre que hobiese mucho humo, que ansí tienen ellos sus casas humosas, porque no se les pudra la paja. Decía más en su razonamiento aquel sacerdote: "Pues vosotros caciques que estáis aquí de todas las partes, no nos apartemos dél, ayudémosle en los cargos que tenemos a tener y esperar sus mandamientos en vuestros pueblos para la leña que os mandare traer para los cúes de la madre Cuerauáperi y de los dioses celestes engendradores, y los dioses de las cuatro partes del mundo, y los dioses de la mano derecha y de la mano izquierda, con todos los demás, con el dios del infierno; que él ha de tener cargo en nombre de Curicaueri y sus hermanos, y la diosa Xarátanga, de hablar sobre esta leña. Mirá caciques que no le quebréis nada desto, mas estad apercibidos cuando os lo hiciere saber, porque el rey ha de despedir la gente de guerra con la leña que se pondrá en los fuegos, para oración y rogativa a los dioses que nos ayuden en las guerras, y no solamente para esto es el rey que agora tenemos, mas para otras muchas cosas: para todos los trabajos que mandare en que entendamos y los tinientes y gobernadores de los caciques, cuando ellos no estuvieren en los pueblos, atiendan y esperen lo que les inviare a mudar el rey, y que no será una sola cosa, sino muchas. Sea esto ansí, como se os ha dicho, caciques, y no os apartéis del rey, mas sed obidientes, y vosotros, señores de Mechuacán y de Cuyacan y de Pátzcuaro, y caciques del medio de la provincia, estad todos aparejados para obedecer y ahora íos todos, señores, a vuestras casas. Ya habéis visto cómo nos queda rey, que yo le he metido en esta casa; id alegres y contentos a vuestros pueblos." Acabado su razonamiento asentábase, y levantábase en pie otro señor muy principal, que debía de ser su gobernador, y tornaba amonestar a todos los señores y caciques que obedeciesen al cazonci, y que estuviesen apercibidos para lo que les inviase a mandar, y que no le traspasase ninguno, que por eso era rey y estaba en lugar de su dios Curicaueri y asentábase y estaban todo un día los señores haciendo sus razonamientos a la gente que obedeciesen al cazonci nuevo, todos aquellos señores que estaban puestos en las fronteras para pelear y retener sus enemigos, que avisasen y amonestasen a su gente por los pueblos, que fuesen obidientes al cazonci. Después que habían hablado todos aquellos señores, levantábase el cazonci nuevo y decía: "Ya, señores y caciques, habéis oído a nuestro agüelo, que era aquel sacerdote, sobre todos, ya le habéis oído, lo que yo le mandé decir: plega a los dioses que lo digáis de verdad, que seréis obidientes, y que no sea aquí no más. Ya me habéis traído aquí, y os obedecí en esto: Mira que no quebréis la cuenta de la leña de los cúes: íos pues a vuestras casas y junta vuestra gente en los pueblos y estando allá oiréis lo que os mandare: mira que no quebréis nada desto, y que no sea ahora no más decir de sí, porque no libraré a ninguno de la muerte. Aparejaos a sufrir si fuéredes rebeldes; hacéme a mí merced en esto que os digo; mira que tenemos los escuadrones de guerra; si me quebráis alguno dellos, aparejaos a sufrir y vosotros, señores, que estáis en las fronteras, que tenéis gente de guerra, no quebréis ni traspaséis nada de lo que se os ha dicho; pues íos todos a vuestras casas." Y desta manea quedaba por rey y hacía un convite general a toda la gente, y a la noche iba a su vela a la casa de los papas de Curicaueri y todos los caciques y señores y hacían la cerimonia de la guerra, echando encienso los sacerdotes a la media noche, con sus cirimonias. En amanesciendo, iba el mismo cazonci por leña para los cúes, y todos los señores y las espías de la guerra, y los sacerdotes que echaban encienso en los braseros, y los correos y los otros sacerdotes llamados curitiecha, y los alférez, que llevaban las banderas en las guerras y traían toda aquella leña a los fogones, y poníase el cazonci en un portal que estaba delante su casa, y asentábase en una silla, y tornaban todos los señores y caciques, y toda la otra gente, y tornaba hacelles otro convite general. Entonces toda la gente y caciques y señores, le llevaban sus presentes: mantas de Tierra Caliente, y algodón; otros hachas de cobre y esteras para las espaldas y frutas de Taximaroa, arcos, y ansí según tenía cada uno y despidíanse todos del cazonci, y íbanse a sus pueblos, donde habían venido, y juntaban su gente, y hacíanles saber del nuevo rey y amonestábanles que fueran obidientes. Y después, desde a poco, invivaba el cazonci los sacerdotes llamados curitiecha, para hacer traer leña para los cúes, y traían toda aquella leña la gente de los pueblos en diez días, y alzábanla en el patio grande de los cués, y el sacerdote llamado hirípati entraba en la casa de vela a su oración con los olores, como se contó hablando de la guerra y hacía su sermón sobre aquella leña, como su dios Curicaueri lo había sido ordenado, y entraba ansí mismo el cazonci a su vela, y hacían la cirimonia de la guerra y al tercero día mandaba que fuesen a la guerra, y llamaba todos los señores de su linaje llamados uacúsecha, que son águilas, y juntábanse todos en la casa dicha del águila, dedicada a su dios Curicaueri, y decíales el cazonci nuevo: "¿Cómo habemos de tener con nosotros esta leña de los cúes, y las rajas que se han cortado y los olores que han echado los sacerdotes en los fuegos para las oraciones, y los sacrificadores? ¿hanse de perder todo esto? Pues han llamado la diosa Cuerauáperi y los dioses celestes y los dioses de las cuatro partes del mundo y el dios del infierno, y también lo he hecho saber a Curicaueri y a los señores sus hermanos, y a la diosa Xarátanga y a los dioses primogénitos, y a los dioses llamados Uirauanecha.". Y mandábales que fuesen a la guerra y deshacíase todo aquel ayuntamiento, y íbanse a sus casas y inviaba sus correos y mensajeros por todos los pueblos, que fuesen a la guerra, a todas las fronteras de sus enemigos. Y estaba dos días al cazonci en la cibdad y después decía que quería ir a casa, y ansí lo pensaban todos, que quería ir a alguna montería, y era que quería ir a alguna entrada. Iban con él, los sacerdotes que ponían el encienso en los braseros, y de la otra gente que habían quedado en la cibdad, y llevaba consigo las trompetas, diciendo que iba a montería y íbase derecho a una frontera que estaba cerca de sus enemigos, llamada Cuinao, y hacía allí una entrada de presto, y tomaba cien cativos o ciento y veinte y tornaba antes que viniese la gente que había inviado a la guerra, y después venían todos los señores y traían muchos cativos para sus sacrificios. Este era el principio de su reinado y quedaba entonces por señor asentado ,y rey, en lugar de su dios Curicaueri, y hacía sacrificio a sus dioses de aquellos cativos que habían traído de las entradas. Y hacía mercedes a todos aquellos que habían cativado esclavos, y casábase con todas aquellas mujeres que habián sido de su padre, y andando el tiempo, le metían en su casa otras hijas de caciques y señores. XIX De los agüeros que tuvo esta gente y sueños, antes que viniesen los españoles a esta provincia Dice esta gente que antes que viniesen los españoles a la tierra, cuatro años continuos, se les hendían sus cúes, desde lo alto hasta bajo, y que los tornaban a cerrar, y luego se tornaban a hender, y caían piedras como estaban hechos de laxas sus cúes, y no sabían la causa de esto, mas de que lo tenían por agüero. Ansí mismo dicen que vieron dos grandes cometas en el cielo, y pensaban que sus dioses habían de conquistar o destruir algún pueblo, y que ellos habían de ir a destruille, y miraba esta gente mucho en sueños. Decían que sus dioses les aparescian en sueños, y hacían todo lo que soñaban, y hacíanlo saber al sacerdote mayor, y aquél se lo hacía saber al cazonci. Decía, que a los pobres que habían traído leña y se habían sacrificado las orejas, les aparescían en sueños sus dioses, y les decían qué habían dicho, que les darían de comer, y que se casasen con tal o tal persona y si era alguna cosa de agüero, no la osaban decir al cazonci. Díjome un sacerdote, que había soñado, antes que viniesen los españoles, que venían una gente y que traían bestias, que eran los caballos que él no conocía, y que entraban en las casas de los papas, y que dormían allí con sus caballos, y que traían muchas gallinas que se ensuciaban en sus cúes, y que soñó esto dos o tres veces, con mucho miedo, que no sabía qué era, hasta que vinieron a esta provincia los españoles y llegando a la cibdad posaron en las casas de los papas con sus caballos, donde ellos hacían su oración y tenían su vela, y antes que viniesen [los españoles, tuvieron todos ellos viruelas y sarampión, de que murió infinidad de gente y muchos señores, y cámaras de sangre de las viruelas y sarampión. Todos los españoles lo dicen a una voz, los de aquel tiempo, y fue general esta enfermedad en toda la Nueva España, por eso les es de dar crédito desto que dicen del sarampión y viruela. Dicen que nunca habían tenido estas enfermedades y que los españoles las trujeron a la tierra. Ansí mismo el sacerdote susodicho me dijo, que habían venido al padre del cazonci muerto, los sacerdotes de la madre Cuerauáperi questaba en un pueblo llamado Zinapéquaro, y que le habían contado este sueño o revelación siguiente, del destruimiento y caída de sus dioses, que aconteció en Ucareo. El señor de aquel pueblo de Ucareo llamado Uiquixo tenía una manceba entre las otras mujeres que tenía, y vino la diosa Cuerauáperi, madre de todos los dioses terrestres, y que tomó aquella mujer de su misma casa. Decía esta gente, que todos sus dioses entraban muchas veces en sus casas, y tornaban la gente para sus sacrificios. Pues llevó esta diosa a aquella mujer, un rato hacia el camino de México allí en el dicho pueblo, y tornó la a traer hacia el camino de Araró. Entonces púsola allí y desató se una xicala como escudilla, que tenía atada en sus naguas, y tomó agua, y lavó aquella xical, y echó un poco de agua en ella y echó dentro de la xical una como simiente blanca e hizo un brebaje, y dióselo a beber a aquella dicha mujer, y mudóle el sentido y díjole: "Vete, que yo no te tengo de llevar; allí está quien te ha de llevar; aquél que está allí compuesto; yo no te tengo de hacer mal ni sacrificar, ni tampoco aquél que te lleva te ha de hacer mal, y oirás muy bien lo que se dijere donde te llevare, que ha de haber allí concilio, y haráslo saber al rey que nos tiene a todos en cargo, Zuangua. Y fuese por el camino aquella mujer, y luego se encontró en el camino con una águila que era blanca, y tenía una berruga grande en la frente, y empezó el águila a silbar, y a enherizar las plumas, y con unos ojos grandes que decían ser el dios Curicaueri, y saludóla el águila, y díjole que fuese bien venida, y ella también le saludó, y díjole: "Señor, estés en buen hora." Díjole el águila: "Sube aquí, encima de mis alas, y no tengas miedo de caer." Y como subiese la mujer, levantóse el águila con ella, y empieza a silbar, y llevóla a un monte, donde está una fuente caliente, que hay en ella piedra zufre, y llevóla por aquel monte volando con ella, y era ya quebrada el alba, cuando la llevó al pie de un monte muy alto, que está allí cerca, llamado Xanoato hucatzio, y levantóla en alto, y vió aquella mujer que estaban asentados todos los dioses de las provincia, todos entiznados: unos tenían guirnaldas de hilos de colores en la cabeza: otros estaban tocados; otros tenían guirnaldas de trébol; otros tenían unas entradas en las molleras y otros de muchas maneras, y tenían consigo muchas maneras de vino tinto e blanco de maguey y de ciruelas y de miel, y llevaban todos sus presentes y muchas maneras de frutas a otro dios, llamado Curita caheri, que era mensajero de los dioses y llamábanle todos agüelo, y parescíale aquella mujer que estaban todos en una casa muy grande, y díjole aquel águila: "Asiéntate aquí, y de aquí oirás lo que se dijere." Y era salido el sol, y aquel dios Curita caheri se lavaba la cabeza con jabón y no tenía el tranzado que solía tener. Tenía una guirnalda de colores en la cabeza y unas orejeras de palo en las orejas, y una tinazuelas pequeñas al cuello y una manta delgada cubierta, y vino su hermano llamado Tirípemequarencha con él: estaban todos muy hermosos y saludáronle todos los otros dioses y decíanles: "Señores, seáis bien venidos" y respondía Curita caheri: "Pues habéis venido todos: mira no se haya quedado alguno por olvido que no hayáis llamado" y respondían: "Señor, todos habemos venido." Tornaba también a preguntar: "¿Han venido también los dioses de la mano izquierda?" Decíanle: "Todos han venido, señor." Tornó a decir: "Mirá no se os haya olvidado de llamar alguno." Respondieron ellos: "Todos hemos venido, señor." Dijo: "Pues dígalo mi hermano lo que se ha de decir y yo me quiero entrar en casa." Y díjoles Tirípemequarencha: "Acercaos acá dioses de la mano izquierda y de la mano derecha; el pobre de mi hermano dice lo que yo diré. El fue a Oriente do está la madre Cuerauáperi y estuvo algunos días con la diosa Cuerauáperi y estaba allá Curicaueri nuestro nieto y Xarátanga y Hurendequauécara y Querenda angápeti: todos estaban allá los dioses, y probaron de contradecir los pobres a la madre Cuerauáperi, y no fueron creídos los que querían hablar, y fueron rechazadas sus palabras, y no les quisieron recibir lo que querían decir: "Ya son criados otros hombres nuevamente y otra vez de nuevo han de venir a las tierras"; esto es lo quellos querían contradecir que no se hiciese, y no fueron oídos, y dijéronles: "Dioses primogénitos, esforzaos para sufrir, y vosotros, dioses de la mano izquierda: sea ansí como está determinado de los dioses, ¿cómo podemos contradecir esto questá ansí determinado? no sabemos ques esto: a la verdad no fué esta determinación al principio, questaba ordenado que no anduviésemos dos dioses juntos antes que viniese la luz, porque no nos matásemos, y perdiésemos la deidad, y estaba ordenado entonces, que de una vez sosegase la tierra que no se volviese dos veces, y que para siempre se habían de estar ansí, que no se había de mudar. Esto teníamos concertado todos los dioses antes que viniese la luz, y agora no sabemos que qué palabras son éstas: los dioses probaron de contradecir esta mutación, y en ninguna manera los consintieron hablar: "Sea ansí, como quieren los dioses, vosotros los dioses primogénitos y de la mano izquierda, íos todos a vuestras casas, no traigáis con vosotros ese vino que traís, quebrá todos esos cántaros, que ya no será de aquí adelante como hasta aquí, cuando estábamos muy prósperos: quebrá por todas partes las tinajas de vino: dejá los sacrificios de hombres, y no traigáis más con vosotros ofrendas, que de aquí adelante no ha de ser ansí: no han de sonar más atabales: rajaldos todos, no han de parescer más cúes, ni fogones, ni se levantarán más humos. Todo ha de quedar desierto, porque ya vienen otros hombres a la tierra; que de todo en todo han de ir por todos los fines de la tierra, a la mano derecha y a la mano izquierda, y de todo en todo, irán hasta la ribera del mar y pasarán adelante, y el cantar será todo uno, y que no habrá muchos cantares como teníamos: mas uno solo por todos los términos de la tierra. Y tú, mujer, que estás aquí, que nos oyes, publica esto, y háganselo saber al rey, que nos tiene a todos en cargo, Zuangua." Respondieron todos los dioses del concilio, y dijeron que ansí sería, y empezaron a limpiarse las lágrimas, y deshízose el concilio: y no paresció más aquella visión. Y hallóse aquella mujer puesta al pie de una encina, y no vió en aquel lugar ninguna cosa cuando tornó en sí mas de un peñasco que estaba allí, y vínose a su casa por el monte y llegó a la media noche y venía cantando, y oyóla venir un sacristán de la diosa Cuerauáperi, que abrió la puerta, y despertó los sacerdotes y decíales: "Señores, levantaos, que viene la diosa Cuerauáperi, que ya ha abierto la puerta." Decía esta gente, que cuando aquella diosa Cuerauáperi tomaba alguna persona, que entraba en ella y que comía sangre; por eso dice este sacristán, o guarda, que había venido la diosa Cuerauáperi, y estaban todos desnudos los sacerdotes, y asentados con sus guirnaldas de trébol en las cabezas y todos entiznados, y entróse aquella mujer de largo en la casa de los papas, y dió cuatro vueltas y levantóse y paso el fuego y tendióse de la otra parte del fuego, y los sacerdotes empezaron a sacrificarse de las orejas y decía la mujer: "Padres, padres, hambre tengo", y empezaron a dalle sangre, y tenía la boca abierta y tragaba aquella sangre que le daban que sentían ellos que la pasaba por la garganta, y tenía todos los bezos ensangrentados de la sangre que le daban. Y empezaron a tañer sus trompetas y atabales y echaron encienso en los braseros, y trujéronla en una procesión cuatro vueltas cantando con ella y bañáronla y ataviáronla. Pusiéronle unas naguas muy buenas y otra camiseta encima, y pusiéronle una guirnalda de trébol en la cabeza, y pusiéronle un pájaro contrahecho en la cabeza y unos cascables en las piernas, y trujeron mucho vino, y empezáronle a dar de beber, y fuéronselo a decir a su marido, que era el señor de Ucareo, questaba haciendo la cirimonia de la guerra, echando encienso en los braseros, y díjoles. "¿Pues qué hay, viejos?"; dijéronle ellos: "La señora es venida". Dijo él: "Ay, ay, ¿a qué hora vino?" Dijéronle ellos: "Señor, ahora poco ha vino." Dijo él: "Bien está, hacéselo saber al sacerdote de Araró, llamado Uaricha y al de Tzinapéquaro: id y calentá los baños." Y era de noche, y fuese a su casa, y bañóse en un baño caliente, y salió luego por la mañana y vinieron los sacerdotes que fueron a llamar y díjoles: "Agüelo, dicen que es venida la señora, ya la tornamos a ver a la diosa Cuerauáperi; vámosla a saludar." Y vistióse, que se había bañado, y fueron los sacerdotes a llevalle ofrenda y mantas y vino y encienso, y ofreciéronselo todo a aquella mujer y desnudáronla y vistiéronle otros vestidos nuevos, y saludáronla diciendo: "Señora, seas bien venida", y ella les tornaba a saludar y preguntáronle: "Señora, ¿cómo te halló la diosa?" Dijo la señora: "En casa estaba y allí me vió." Dijéronle: "¿Qué te dijo? cuéntalo aquí ¿qué habemos de decir al rey?" Respondió ella: "¿Qué me había de decir, agüelos? Como me vió allí, no me hizo mal, mas un águila me llevó y oí en lo alto del monte donde había un concilio de los dioses, dicen que otra vez han de venir hombres de nuevo a la tierra." Y contóles todo lo que había oído en el monte llamado Xanoato hucatzio, y apartáronse todos los sacerdotes en el patio y abajaron las cabezas en corrillos y dijo el señor de Ucareo: "Agüelos, ¿cómo esta mujer no lo dice de mala ques?, dice que han de venir otra vez hombres a la tierra: ¿dónde han de ir, los señores questán? ¿quiénes nos han de conquistar? ¿han de venir los mexicanos o los otomíes a conquistarnos, o los chichimecas? Dice que todo el reino ha de estar solo y desierto; idlo a decir al rey; no pienso que le placerá dello ¿cómo no os descuartizará vivos? ¿cómo no os sacrificará? Aparejaos a sufrir; yo no quiero ir por agora a la guerra mas estarme aquí, porque no me maten en la guerra. Mátenme aquí los que vinieren, sacrifiquenme aquí y cómame la diosa Cuerauáperi. Id por que reñirá el rey." Y partiéronse aquellos sacerdotes, y vinieron en tres días a la cibdad de Mechuacán, y el cazonci llamado Zuangua, estaba a la sazón cerca de su casa, en un lugar llamado Aratáquaro, y estaba borracho, y saludó a los sacerdotes y díjoles: "Madres, seáis bien venidas": porque desta manera decían a los sacerdotes de la madre Cuerauáperi, y ellos ansí mismo le saludaron. Díjoles: "¿Pues qué hay, viejos? ¿cómo venístes?", y contáronle todo lo que habían visto y oído a aquella susodicha mujer, y respondió Zuangua, y díjoles: "Por qué dijo eso el pobre de Uiquixo. ¿Es él rey? ¿por qué se turba? Cómo, ¿no es de baja suerte, y huérfano? ¿por qué os había de descuartizar, viejos? ¿Dónde vino? ¿es el rey?; cómo, ¿no es esclavo de los cativos?; y vosotros, ¿quién sois? Que de nosotros es la pérdida del señorío, que somos señores, y no de nosotros solos, mas empero de todas las provincias; yo no lo oíre, que primero moriré y no será luego, porque aun estaré algunos días y seré rey. Aquí están mis hijos, que les partiré el señorío y serán señores. Ahí está mi hijo Tzintzicha, que es el mayor y Tirimarasco, Cuini, Sirangua, Chacinisti, Timas, Taquiani, Patamu, Chuycico: todos estos hijos tengo, y no sé quién será el que señalare por rey, nuestro dios Curicaueri. Aquél oirá todo esto, y el pobre no será mucho tiempo señor, porque será maltratado, pobre de la gente baja: cuatro años será maltratado, después de los cuales sosegará el señorío, y yo no lo oiré, que primero moriré. ¿Esto es a lo que venís, viejos? Quiero os dar a beber y buscaros algunas mantas." Y sacáronles naguas de mujer, y otros atavíos y guirnaldas de oro para la diosa y plumajes, y diéronselo y díjoles: "Yo os quiero también contar a vosotros otra cosa, viejos; estas mismas palabras que vosotros habéis traído, trujeron de Tierra Caliente, y dicen que andaba un pescador en su balsa pescando por el río con anzuelo, y pico un bagre muy grande, y no le podía sacar, y vino un caimán, no sé de donde, de los aquel río, y trajo aquel pescador, y arrebatóle de la balsa en que andaba y, sumióse en el agua, muy honda, y abrazóse con el caimán, y llevóle a su casa aquel dios-caimán, que era muy buen lugar, y saludó aquel pescador y díjole aquel caimán: "Verás que yo soy dios: ve a la cibdad de Mechuacán, y di al rey que nos tiene a todos en cargo, que se llama Zuangua, que ya se ha dado sentencia, que ya son hombres, y ya son engendrados los que han de morir en la tierra por todos los términos: esto le dirás al rey. Esto es, agüelos, lo que acontenció allá en Tierra Caliente, que me hicieron saber, y todo es uno lo de Tierra Caliente y lo que vosotros traéis." Y despidiéronse los sacerdotes y tornáronse al señor de Ucareo, y contáronselo lo que decía Zuangua padre del cazonci muerto. XX De la venida de los españoles a esta provincia, según me lo contó don Pedro, que es agora gobernador, y se halló en todo, y como Montezuma, señor de México, invió a pedir socorro al cazonci Zuangua, padre del que murió agora Envió Moctezuma diez mensajeros de México y llegaron a Taximaroa, que vinían con una embajada al cazonci llamado Zuangua, padre del que agora murió, que era muy viejo, y el señor de Taximaroa, preguntóles que qué querían. Dijeron ellos, que venían al cazonci con una embajada que los enviaba Moctezuma, que habían de ir delante dél, y que a él solo se lo habían de decir. Y envió el señor de Taximaroa a hacello saber al cazonci, el cual mandó que no les hiciesen mal, mas que los dejasen venir de largo. Y llegaron los mensajeros aquí a la cibdad de Mechuacán, y fueron delante del dicho señor Zuangua, y diéronle un presente de turquesas y charchuis, y plumajes verdes, y diez rodelas que tenían unos cercos de oro, mantas ricas y mástiles, y espejos grandes; y todos los señores e hijos del cazonci se disfrazaron y se pusieron unas mantas viejas, por no ser conoscidos, que habían oído decir que venían por ellos los mexicanos. Y asentáronse los mexicanos y el cazonci hizo llamar un intérprete de la lengua de México, llamado Nuritan que era su nauatlato intérprete, y díjole el cazonci: "Oye, ¿qué es lo que dicen estos mexicanos?, ¿a ver qué quieren?, pues que han venido aquí." Y el cazonci estaba compuesto y tenía una flecha en la mano que estaba dando con ella en el suelo, y los mexicanos dijeron: "El señor de México llamado Moctezuma nos envía, y otros señores, y dijéronnos: "Id a nuestro hermano el cazonci, que no sé qué gente es una que ha venido aquí y nos tomaron de repente: habemos habido batalla con ellos, y matamos de los que venían en unos venados, caballeros docientos, y de los que no traían venados, otros docientos, y aquellos venados traen calzados cotaras de hierro, y traen una cosa que suena como las nubes y da un gran tronido, y todos los que topa mata, que no quedan ningunos y nos desbaratan y hannos muerto muchos de nosotros, y vienen los de Taxcala con ellos, como había días que teníamos rencor unos con otros, y los de Tezcuco, y ya los hobiéramos muerto, si no fuera por los que los ayudan, y tienennos cercados, aislados en esta ciudad. ¿Cómo no vendrían sus hijos a ayudarnos, el que se llama Tirimarasco, y otro Cuini y otro Azinchi, y trairían su gente y nos defenderían. Nosotros proveeremos de comida a toda la gente, que aquella gente que ha venido está en Taxcala, allí moriríamos todos." Oida la embajada, Zuangua respondió: "Bien está, bien seáis venidos, ya habéis hecho saber vuestra embajada a nuestros dioses Curicaueri y Xarátanga, yo no puedo por agorar inviar gente, porque tengo nescesidad desos que habéis nombrado; ellos no están aquí, questán con gente en cuatro partes conquistando. Descansá aquí algún día, y irán estos mis intérpretes con vosotros, Nuritan y Piyo y otros dos: ellos irán a ver esa gente que decís entre tanto que viene toda la gente de las conquistas." Y salieron fuera los mensajeros y pusiéronlos en un aposento y diéronles de comer y hizo dalles mástiles y mantas y cotaras de cuero y guirnaldas de trébol y llamó el cazonci a sus consejeros y díjoles: "¿Qué haremos?, gran trabajo es éste de la embajada que me han traído. ¿Qué haremos? ¿Qués lo que nos ha acontecido, que el sol estos dos reinos solía mirar, el de México y éste. No habemos oído en otra parte que haya otra gente; aquí sirvíamos a los dioses. Aquí propósito tengo de inviar la gente a México, porque de continuo andamos en guerras, y nos acercamos unos a otros, los mexicanos y nosotros y tenemos rencores entre nosotros. Mirá que son muy astutos los mexicanos en hablar, y son muy arteros a la verdad: yo no tengo nescesidad, según les dije; mira no sea alguna cautela. Como no han podido conquistar algunos pueblos, quiérense vengar en nosotros y llevarnos por traición a matar y nos quieren destruir; vayan estos nauatlatos y intérpretes que les he dicho que irán, que no son muchachos para hacello como mochachos, y éstos sabrán lo que es." Respondiéronle sus consejeros: "Señor, mándalo tú que eres rey y señor, ¿cómo podremos contradecir?, y vayan estos que dices." Primero mandó traer muchas mantas ricas y xicales, y cotaras de cuero, y de las naguas, y mantas de sus dioses ensangrentadas, como las que habían traído de México para sus dioses y de todo lo que había en Mechuacán, y diéronselo a los mensajeros que lo diesen a Moctezuma, y fueron con ellos los nautlatos para ver si era verdad. Y envió el cazonci gente de guerra por otro camino y tomaron tres otomies y preguntáronles: "¿No sabéis algunas nuevas de México?", y dijeron los otomíes: "Los mexicanos son conquistados, no sabemos quién son los que los conquistaron: todo México está hediendo de cuerpos muertos, y por eso van buscando ayudadores que los libren y defiendan; esto sabemos cómo han enviado por los pueblos por ayuda." Dijeron los de Mechuacán: "Ansí es la verdad, que han ido; nosotros lo sabemos." Dijeron los otomíes: "Vamos, vamos a Mechuacán; llevadnos allá, porque nos den mantas, que nos morimos de frío: queremos ser subjetos al cazonci." Y viniéronlo a hacer saber al cazonci cómo habían cativado aquellos tres otomíes, y lo que decían y dijeron: "Señor ansí es la verdad, que los mexicanos están destruídos y que hiede toda la cibdad con los cuerpos muertos y por eso van por los pueblos buscando socorro; esto es lo que dijeron en Taximaroa, que allí se lo preguntó el cacique llamado Capacapecho." Dijo el cazonci: "Seáis bien venidos, no sabemos cómo les subcederá a los pobres que inviamos a México, esperemos que vengan, sepamos la verdad."
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