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obra
Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo
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El sistema de abastecimiento de aguas de la ciudad de Norwich dependía de los molinos construidos en el siglo XVI, cuya parte posterior nos presenta John Crome en este sensacional paisaje urbano contemplados desde el río Wensum. El maestro de Norwich realizaba obras íntimas para sus clientes locales que estaban familiarizados con su entorno, realizando escenas con exquisito detallismo, enlazando con el naturalismo que Constable también desarrollará aunque no está exenta la vista de pintoresquismo. Crome se interesa por los árboles, las casas, el cielo o los reflejos en el agua, existiendo cierta sintonía con los trabajos de los pintores holandeses del Barroco.
contexto
Vista que dio Cortés a México Reposaron cuatro días, y después mandó Cortés a los maestros que armasen y clavasen los bergantines de prisa, y que se hiciese una zanja mientras tanto para echarlos por ella a la laguna sin peligro de romperse antes; y como traían grandes deseos de tropezar con los de México, salió con ellos y con veinticinco caballos y trescientos españoles, entre los que había cincuenta escopeteros y ballesteros; llevó también seis tiros. A cuatro leguas de allí tropezó con un gran escuadrón de enemigos, en el cual rompieron los de a caballo, acudieron luego los de a pie y lo desbarataron; fueron al alcance los tlaxcaltecas y mataron a cuantos pudieron. Los españoles, como era tarde, no fueron, sino que asentaron su real en el campo, y durmieron aquella noche con cuidado y aviso, porque había por allí muchos de Culúa. Cuando fue de día echaron camino de Xaltoca, y Cortés no dijo dónde iba, pues se recelaba de muchos de Tezcuco que venían con él avisasen a los enemigos. Llegaron a Xaltoca, lugar situado en la laguna, y que por la tierra tiene muchas acequias anchas, hondas y llenas de agua, hasta el punto de no poder pasar los caballos. Los del pueblo les daban gritas, y se burlaban de verlos andar por aquellos arroyos, tirándoles flechas y piedras. Los españoles de a pie, saltando y como mejor pudieron, pasaron las acequias, combatieron el lugar, entraron, aunque con mucho trabajo, echaron fuera a los vecinos a cuchilladas, y quemaron buena parte de las casas. No pararon allí, sino que se fueron a dormir una legua adelante. Tiene Xaltoca por armas un sapo. Otra noche durmieron en Huatullan, lugar grande, mas despoblado de miedo. Pasaron otro día por Tenanioacan y Accapuzalco sin resistencia, y llegaron a Tlacopan, que estaba fuerte de gente y de fosos con agua; mas, aunque algo se defendió, entraron, mataron a muchos y lanzaron fuera a todos; y como sobrevino la noche, se recogieron con tiempo en una casa muy grande, y en amaneciendo se saqueó el lugar y se quemó casi todo, en pago del daño y muerte de algunos españoles que hicieron cuando salían huyendo de México. Seis días estuvieron los nuestros allí, de los cuales ninguno se pasó sin escaramuzar con los enemigos, y muchos con gran rebato, y con tal gritería, según lo tienen por costumbre, que espantaba oírlos. Los de Tlaxcallan, que se querían mejorar con los de Culúa, hacían maravillas peleando, y como los contrarios eran valientes, había que ver, especialmente cuando se desafiaban uno a uno o tantos a tantos. Cruzaban entre ellos grandes razonamientos, amenazas e injurias, que quien los entendía se moría de risa. Salían de México por la calzada a pelear, y, para coger en ella a los españoles, fingían huir. Otras veces los convidaban a la ciudad, diciendo: "Entrad, hombres, a divertiros". Unos decían: "Aquí moriréis como antaño"; otros: "Idos a vuestra tierra; que no hay otro Moctezuma que haga a vuestro sabor". Se llegó Cortés un día entre semejantes pláticas a un puente que estaba alzado; hizo señas de hablar, y dijo: "Si está ahí el señor, le quiero hablar". Respondieron: "Todos los que veis son señores; decid lo que queréis"; y como no estaba, calló, y ellos lo deshonraron. Tras esto, les dijo un español que los tenían cercados y se morirían de hambre; que se entregasen. Replicaron que no tenían falta de pan; pero que cuando la tuviesen, comerían de los españoles y tlaxcaltecas que matasen; y arrojaron luego algunas tortas de centli, diciendo: "Comed vosotros si tenéis hambre; que nosotros ninguna, gracias a nuestros dioses; y quitaos de ahí, si no, moriréis"; y luego comenzaron a gritar y a pelear. Cortés, como no pudo hablar con Cuahutimoccín, y porque todos los pueblos estaban sin gente, se volvió para Tezcuco casi por el camino que vino. Los enemigos, que le vieron volver así, creyeron que de miedo, y se juntaron una infinidad de ellos a darle carga y se la dieron muy cumplidamente. Él quiso un día castigar su locura, y envió delante todo el ejército y la infantería española, con cinco de a caballo; hizo a otros seis de a caballo ponerse emboscados a uno de los lados del camino y cinco al otro, y tres en otra parte, y él se escondió con los demás entre unos árboles. Los enemigos, como no vieron caballos, arremetieron desmandados a nuestro escuadrón. Salió Cortés, y pasó diciendo: "Santiago y a ellos; San Pedro y a ellos"; que era la señal para los de a caballo; y como los cogieron de través y por la espalda, los alancearon a placer. Los desbarataron a los primeros golpes, los siguieron dos leguas por un buen llano, y mataron muchísimos; y con tal victoria entraron y durmieron en Aycolman, a dos leguas de Tezcuco. Los enemigos quedaron tan hostigados de aquella emboscada, que no aparecieron en muchos días; y aquellos señores de Tlaxcallan obtuvieron licencia para volverse, y se fueron muy ufanos y victoriosos, y los suyos ricos, cargados de sal y ropa, que habían conseguido en la vuelta de la laguna.
obra
Como ya se dijo respecto a Panorama (de Rügen), Friedrich realizó diversas sepias a partir de sus numerosos dibujos sobre la isla de Rügen las cuales, como en la exposición de la Academia de Dresde de 1803, alcanzaron un gran éxito, del cual nos ha dejado testimonio P. O. Runge. El cabo Arkona, que aquí puede verse al fondo, era uno de sus lugares favoritos de la isla, junto con los acantilados del Stubbenkammer. Es uno de los mayores dibujos del artista pomerano. Como era su costumbre, ejecutó varias versiones en función de los momentos atmosféricos. Aunque formalmente apartado de los futuros impresionistas, su inquietud, como la de algunos de aquéllos, como Monet, era plasmar, desde un mismo punto de vista, un paisaje determinado variando las condiciones de luz y cielo. De las sepias originales han sobrevivido dos: una en Viena, que presenta el cabo de Arkona a la salida de la luna, y ésta de la Kunsthalle. Se ha referido a esta sepia como una obra simbólica, en la que la barca sería representación de la tumba y la vida tras la muerte y el sol sería la del Juicio Final y la Salvación, aunque es posible que las intenciones reales fueran más discretas. La composición separa de forma nítida el primer plano del fondo. El primero presenta la cala en la que se apoya la barca, al pie de una loma con algunos árboles. Al fondo queda el mar, y en el horizonte se vislumbra el promontorio de Arkona. Entre estos planos hay un fuerte contraste de luz. La barca recibe todo el efecto del contraluz, por lo que la mirada se ve atraída inconscientemente hacia ella. A partir de ella, la mirada se dirige hacia el fondo, el horizonte de luz, en el que se sitúa de manera misteriosa el cabo. Con estas sepias iniciaba Friedrich sus ciclos sobre los momentos del día, las estaciones y las etapas de la vida, concepción, aunque en un plano diferente, que compartirá con Runge. De estas obras se realizaron, hacia 1821, varias versiones al aguafuerte.