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contexto
Entre 1601 y 1606, la capital de España se estableció en Valladolid por la hábil política de beneficio personal que mantuvo el duque de Lerma. En estos años la ciudad se afianzó como centro de la nobleza y de encuentro de intelectuales y artistas. Aquí coincidieron Góngora, Cervantes, Quevedo y el arquitecto Juan Gómez de Mora. Quevedo, en un magnífico soneto, describió el inmoral despilfarro que se practicaba en Valladolid con el pretexto de entretener a los visitantes capaces de influir en la voluntad real. Gregorio Fernández, con Millán de Vimercato, quien había trabajado en El Escorial, realizó esculturas para el salón de fiestas del palacio de la Ribera, residencia del rey, donde trabajaba el más importante de los escultores, Pompeo Leoni. Varios meses de 1603 estuvo Pedro Pablo Rubens en la Corte, en este enrarecido ambiente de maquinaciones e intrigas. Todas las órdenes se habían volcado sobre la ciudad y las construcciones monásticas no se paralizaron por el retorno de la Corte a Madrid; hasta 1630 no estuvieron terminados el Carmen Calzado, el Carmen Descalzo, Porta Coeli, las Agustinas Recoletas, San Diego o los Mercedarios Descalzos. Los pintores de cámara Carducho y Pantoja de la Cruz siguieron al Rey en su vuelta a Madrid; lo mismo hizo Mora. Gregorio Fernández, pese a que Leoni murió en 1608, se quedó en Valladolid, ciudad que mantenía una actividad comercial muy importante y poseía instituciones arraigadas desde el siglo XVI, como la Real Chancillería y la Universidad, que continuaron en funcionamiento. La clientela, por tanto, que podía tener el escultor era muy adecuada y el nivel cultural, de primer orden. En Valladolid había importantes colecciones privadas. En el palacio Ribera había pinturas de Veronés y esculturas de Giambologna decorando los jardines, la de Sansón y el filisteo fue regalada en 1623 al príncipe de Gales, cuando acudió a Valladolid acompañado por el duque de Buckingham para concertar su matrimonio con la infanta María. Es decir, Gregorio Fernández estuvo en una situación de privilegio, pudo aprender mucho de las colecciones privadas y de estos notables artistas, los del arte oficial, llegados de Madrid. De esta influencia, donde imperaba el más exquisito gusto por la estética clasicista, nació una obra maravillosa: el Arcángel San Gabriel (Museo Diocesano de Valladolid), talla directamente inspirada en el Mercurio de Giambologna (1529-1608), un prodigio de acrobático equilibrio. San Gabriel es una delicadísima figura que se sostiene en la punta del pie; el cuerpo desnudo, una línea diagonal abierta por las proyecciones del brazo y la pierna. Las bellas proporciones y suave anatomía pertenecen a un modo de hacer sensual y ligero, como es el arte del clasicismo. En la parroquia de Tudela de Duero (Valladolid) tenían un retablo del siglo XVI, que fue completado por el joven Fernández, a quien, aparte, le compraron este famoso arcángel. En 1611 realizó el tabernáculo de Tudela de Duero (Valladolid), un mueble sagrado que en el clasicismo mantuvo una forma de templete -el de El Escorial impuso la moda-, ahora se transforma en una imitación de las custodias procesionales. El primer caso de la historia donde se reproduce la custodia en el tabernáculo del retablo es el de la catedral de Toledo (1500) y se hizo por una voluntad de resaltar que tamaño aparato ornamental se fundamentaba en el misterio de la Eucaristía. Hacer este tipo de tabernáculos fue una especialidad del taller de Gregorio Fernández; en la provincia de Valladolid están los de Villaverde de Medina y Velliza y hay otro en la localidad burgalesa de Villaveta. El coste de un nuevo retablo representaba toda una fortuna y muchas iglesias se conformaron con renovar el tabernáculo en el que, por su uso diario, puertas y cerrajes se deterioran fácilmente.
obra
Constable es un pintor de evolución lenta y hasta 1802 no se siente seguro como para enviar una obra a la Royal Academy. En estas fechas pintará diversas escenas del valle del Stour como esta imagen que contemplamos, una vista del valle con la ciudad de Dedham al fondo, presidida por la enorme silueta de la torre de la catedral. La escena está tomada desde un punto de vista alto, mostrando a la derecha unos elevado árboles que contrastan con el follaje más bajo de la izquierda, abriéndose el centro para mostrar la inmensidad del valle. Un amplio cielo preside la composición, una muestra de la admiración sentida hacia la pintura de paisaje holandesa del Barroco mientras que las líneas maestras de la composición están tomadas del Paisaje con Hagar y el ángel pintado en 1646 por Claudio de Lorena, obra que contempló el maestro británico en casa de sir George Beaumont. Del pintor francés también toma la forma de trabajar al utilizar como punto de partida un fondo marrón del que van destacando los diferentes elementos. La unidad cromática conseguida también es una clara referencia a Claude pero la pincelada es más deshecha, aplicando ligeros y fluidos toques de color como observamos en las hojas de los árboles. Sin embargo, la sensación de detallismo resulta bastante conseguida, creando Constable efectos tremendamente naturalistas.
obra
Sir George Beaumont, sexto duque de Dysart, era uno de los hombres más influyentes en la Royal Academy, importante mecenas y gran amigo de Constable. Beaumont fue quien le mostró por primera vez un trabajo de Claudio de Lorena y su encuentro fue vital para el joven artista. Beaumont falleció en 1827 y como homenaje Constable realizó esta pintura que contemplamos, presentada a la exposición de la Academia del año siguiente. La escena retoma una imagen realizada en 1802 para la que había usado un esquema inspirado en una obra de Claudio de Lorena que poseía el propio Beaumont y que en la actualidad se conserva en la National Gallery de Londres. En primer plano, junto a los árboles, observamos una mujer y su hijo calentándose al fuego acompañados de una vaca, detalles pintorescos tomados de Gainsborough, con los que pretendía atraerse al público. Al fondo contemplamos la amplia mole de la torre de la iglesia de Dedham, tomada desde un punto de vista bajo con el que presenta un mayor efecto de perspectiva. También resulta significativo el detallismo de algunas zonas -especialmente los árboles- así como las habituales nubes identificativas de su obra. Los colores se han hecho mucho más variados que en la obra inicial, especialmente los tonos verdes y amarillos repartidos por toda la composición. El romanticismo que envuelve a la composición estaría tomado de Turner por lo que buena parte de los especialistas consideran que con este trabajo, Constable quería optar a la dignidad académica que conseguiría al año siguiente.
Personaje Literato
Escribió sobre la situación del país. Activo a comienzos del siglo XVII, es autor de obras como "Tratado sobre los monjes de piedad" o "Avisos de estado y guerra".
lugar
Situado en la orilla occidental de la antigua Tebas (hoy Luxor), a 1 km de Medinet Habu, el Valle de las Reinas (Biban el-Harim, en árabe) fue un lugar casi olvidado por la mayoría de los viajeros y arqueólogos del siglo XVIII, hasta que, entre 1828 y 1829, Champollion y Wilkinson iniciaron su exploración. El Valle de las Reinas comprende más de un centenar de tumbas excavadas en la montaña, correspondientes a princesas y príncipes de sangre real de las dinastías XIX y XX, así como a las esposas del faraón, a partir de Ramsés I. El lugar fue llamado por los egipcios Ta set neferu, es decir, "el lugar de los hijos del rey", y fue elegido porque se consideraba un sitio sagrado, al estar cerca del monte el-Qurn, la cima tebana, montaña en forma de pirámide consagrada a la diosa cobra Mertseger, que también domina el Valle de los Reyes, así como por una gruta-cascada en el fondo del valle de posible significación religiosa. De entre todas las tumbas destaca por sus coloridas pinturas la de Nefertari, esposa de Ramsés II.
lugar
Situado en la orilla occidental de Tebas, tras Deir el-Bahari, alberga las tumbas de los reyes egipcios de las dinastías XVII-XX. Llamado en árabe Biban el-Moluk -"las puertas de los reyes", hasta la actualidad se han localizado 62 tumbas, aunque no todas pertenecieron a reyes e incluso de algunas no se ha localizado su propietario. El primer rey allí enterrado fue Tutmosis I, si bien su predecesor, Amenofis I, fue quien primero excavó su tumba en la roca de la montaña, probablemente junto a Deir el -Bahari. La construcción de la tumba correspondía a los artesanos que habitaban en el cercano poblado de Deir el-Medina. Las tumbas reales estaban separadas de su correspondiente templo funerario, construido en el límite del terreno cultivable, por una línea de montañas. En general, todas ellas responden a un mismo patrón: una abertura estrecha en la montaña que da paso a un largo corredor descendente, que cruza una o más salas con pilares, pozos y una cámara mortuoria final. Como las tumbas del Valle de las Reinas, las paredes y techos están decorados con frescos de vivos colores, algunos muy bien conservados gracias a la extraordinaria sequedad del terreno. Los motivos son básicamente religiosos, como pasajes del libro de los muertos o imágenes del rey junto a los dioses. El primer hallazgo moderno de la existencia de las tumbas reales y su rico contenido se produjo en 1870, cuando una familia local vendía piezas pertenecientes a un escondite realizado por sacerdotes de la XXI dinastía para poner a salvo el ajuar frente a los saqueadores. En 1898 se descubrió la tumba de Amenofis II, pero el más extraordinario hallazgo lo realizó Howard Carter en 1922, la tumba de Tutankamon. Ésta, a pesar de haber sido ya saqueada, contenía un extraordinario tesoro.