Hija de Diego Suárez Pacheco, segoviano, y María Marcayda, que era vasca. Tras vivir en Granada desde 1492 se fueron a América en el séquito de Diego Colón a la Española en 1509. Catalina y sus hermanos Francisco y Leonor llegaron a Indias un año después que sus padres, con la Virreina María de Toledo, en 1510. De Santo Domingo, marchó a Cuba como dama de compañía de María de Cuéllar, que iba a casarse con el gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. En Cuba, vivía en casa de su hermano Juan, en Baracoa, y no tenía dote. Estando allí debió conocer a Hernán Cortés, con quien se casó hacia 1515. Cuando su marido marchó a México traicionando al gobernador, Catalina sufrió el embargo de las propiedades de Cortés por Diego Velázquez. Al terminar el proceso armado de la conquista, Cortés la llamó a México. En 1522 llegó al Río de Ayagualuco, junto a Coatzacolacos, con su hermano Juan y la mujer de este, conocida como "La Zambrana", Elvira López y un hombre de apellido Diosdado. A su llegada a México fueron recibidos por Alonso de Sandoval y Bernal Díaz del Castillo, hombres de confianza de Cortés, que los condujeron hasta la ciudad. Catalina Suárez llegó cuando Malinalli acababa de dar a luz a Martín Cortés. Mujer de delicada salud, había tenido algunos episodios cardiovasculares serios. En todo caso, hablaba a las mujeres de su compañía de los malos tratos de su marido. La madrugada del 1 de noviembre de 1522 Hernán Cortés organizó una fiesta en su honor en su casa de Coyoacán, en la ciudad de México, Catalina se retiró pronto. A medianoche Don Hernán pidió ayuda, pero nada se pudo hacer. Catalina estaba muerta con el cuello lleno de moraduras.
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obra
Al final de 1883 Vincent se siente solo y decide regresar a su casa paterna en Nuenen, iniciándose un fecundo periodo artístico que durará hasta su marcha a París en 1886. En su deseo de mostrar la vida de los campesinos y trabajadores nos presenta una típica subasta de madera en dicha ciudad holandesa. Las figuras rodean al subastador, apareciendo de espaldas como en La lotería. Son personajes anónimos, tremendamente naturalistas, enlazando con las teorías de su apreciado Millet por cuya pintura sentía Vincent especial devoción. Las tonalidades empleadas por el joven artista son oscuras, abundando el marrón y el negro, dominando el color la composición y dejando en un segundo plano al dibujo. Vincent pretende expresar sus sentimientos con el color y hacer una crítica a las injusticias de la sociedad que le ha tocado vivir, enlazando con las teorías socialistas con las que el maestro comulgaba.