Para olvidar la muerte de Camille, su esposa, y superar de alguna manera la delicada situación económica por la que atravesaba, Monet se dedicó a pintar de manera frenética. El deshielo del Sena -se llegaron a alcanzar temperaturas de 25 grados bajo cero en Vétheuil- aportará un atractivo pictórico al artista, surgiendo una interesante serie en la que busca captar las diferentes tonalidades que producen los efectos lumínicos y atmosféricos. En esta ocasión nos presenta una puesta de sol que enrojece el río y el cielo, creando tonalidades apagadas en la ribera y la población del fondo que se identifican con la estación invernal. Las pinceladas son atrevidas, descomponiendo las formas y los volúmenes para acercarse a la abstracción, centrando el maestro toda su atención en la luz y el color. El abocetamiento de la escena y la sensación atmosférica creada recuerdan a las acuarelas de Turner, un pintor admirado por Monet cuyas obras pudo contemplar durante su estancia en Londres.
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La inundación de la casa de Poissy y el malestar que sentía Monet en este lugar llevó al pintor a trasladarse en enero de 1883 a Etrerat, localidad famosa por sus impactantes acantilados que limitaban las bellas playas. Allí ya habían trabajado Courbet, Corot y Boudin, cuyos obras Monet conocía. Una vez más el pintor se interesa por efectos de luz y de atmósfera, en esta ocasión una puesta de sol. Los acantilados quedan al fondo, en una zona de intensa penumbra, mientras que los últimos brillos del sol se reflejan en las serenas aguas, al igual que el movimiento de las plateadas nubes. La pincelada es rápida, aplicando el color a base de toques cortos que configuran la composición como si de un puzzle se tratara. En estos trabajos se aprecia una tendencia a la síntesis, prescindiendo de la impresión del conjunto, recordando a los grabados japoneses de Hokusai.
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En la década de 1810 Constable empieza a interesarse por las posibilidades pictóricas de la región de Suffolk, la zona entre Flatford y Dedham que se identifica con el "país de Constable". Sacará los pinceles y el caballete al aire libre -será uno de los pioneros- para captar la naturaleza en todo su esplendor, experimentando con colores brillantes y efectos de luz y atmósfera. Este acertado naturalismo definirá buena parte de sus trabajos, especialmente hasta la muerte de su esposa en 1828 cuando se inicia un estilo más expresionista. Curiosamente, buena parte de estos trabajos de la década de 1810 son pequeños bocetos, acuarelas y dibujos caracterizados por el abocetamiento y la amplia perspectiva, tomada de la pintura paisajística de los maestros holandeses del Barroco. Las referencias al pintoresquismo vienen motivadas por la aparición de las figurillas realizando sus labores. Los colores oscuros contrastan con el amarillo del cielo, anticipando de alguna manera la obra de Van Gogh, incluso en las gaviotas del fondo.