Al final de la fase Tzacualli (1-150 d. C.) se produce en el valle de México un fenómeno de singular importancia mediante el cual la población se concentra en la ciudad de Teotihuacan, dejando al resto de la cuenca casi despoblada. Los cálculos establecidos por R. Millon suponen que desde los inicios del Clásico la ciudad abarca unos 20 kilómetros cuadrados y acoge unos 80.000 habitantes, cerca de un 85 por 100 de la población del valle. Este acontecimiento obligó a la reglamentación de la metrópoli, que se estructuró en torno a dos ejes: la Calzada de los Muertos en dirección norte-sur y la Avenida Este en sentido este-oeste, implantándose un rígido plano en cuatro cuadrantes. En el Clásico, se continuó la construcción de la Pirámide del Sol que, junto a la Pirámide de la Luna y el Palacio de Quetzalpapalotl, define el recinto religioso-administrativo de la ciudad. Otros edificios de carácter ritual y político se levantan a lo largo de la Calzada de los Muertos considerada el eje básico de la ciudad. Hacia el sur, limitada por la Avenida Este, se construye la Ciudadela que, presidida por la Pirámide de Quetzalcoatl, constituye un recinto administrativo de singular importancia, sobre todo a partir del siglo V, en que se potencia la secularización y el mercantilismo como consecuencia del éxito alcanzado en sus relaciones con el exterior. Una amplia zona bien planificada al suroeste fue ocupada por el Gran Conjunto, una combinación de estructuras administrativas que servían como almacenes y para organizar el mercado central que abastecía a la metrópoli. La ciudad alcanzó su máxima expansión durante la fase Xolalpan (450 a 650 d.C.), cuando se distribuyó por unos 23,5 kilómetros cuadrados y llegó a tener cerca de 250.000 habitantes. Los gobernantes resolvieron la integración y el control de esta gran masa por medio del asentamiento reticular de conjuntos de apartamentos multifamiliares (unos 2.000 de los 2.600 edificios detectados). Los conjuntos estaban proyectados hacia el interior, dejando al exterior altas paredes con una sola entrada; a su vez se organizaban en barrios que albergaban grupos emparentados y con una especialización económica común. Cada barrio tenía, además, su propio templo y estructuras de carácter administrativo y político, de manera que la élite teotihuacana se aseguró el control de la ciudad conjuntando los recintos urbanos, la producción, el parentesco y el culto. Como es natural, existió una jerarquización de tales recintos desde el centro a la periferia, donde la élite se estableció en residencias complejas que combinaban habitaciones públicas y cuartos privados, ocupando más espacio y estando menos densamente pobladas que los conjuntos artesanales. La fase Metepec (650-700 d. C.) manifiesta la decadencia de la ciudad. La iconografía y la arquitectura monumental indican su fin, siendo frecuentes los retratos de guerreros, y construyéndose barreras defensivas por el sur. La presión de poblaciones seminómadas por el norte, la deforestación del área y requerimientos cada vez superiores de gasto de energía para construir grandes edificios administrativos y rituales, pudieron producir la decadencia de la urbe, donde se quemaron algunos de los templos y edificios más importantes, y su población pudo quedar reducida hasta los 25.000 habitantes. Los dirigentes emitieron un mensaje homogéneo a la sociedad a través de la arquitectura. Para ello recubrieron sus edificios con un talud y un tablero. La mayor parte de las estructuras públicas responde a este requerimiento del arte oficial. El estilo severo y geométrico manifestado en su planificación y en el revestimiento de sus edificios fue suavizado por relieves y murales que recubrían el talud-tablero. Por medio de ellos las construcciones neurálgicas de la ciudad se sacralizan, toda la capital teotihuacana fue concebida como espacio sagrado, como centro cósmico y lugar de la creación del Quinto Sol, de la humanidad que puebla ahora la tierra. Los edificios fueron decorados con colores vivos en el exterior, y con murales que contenían mensajes simbólicos en su interior. Taludes, tableros, paredes, muros e, incluso, pisos, recibieron una fina capa de arcilla a la que se superpuso otra de arena y barro pintada con fondo rojo. Sobre estas capas se perfilaron figuras y motivos en rojo oscuro y negro rellenándose con colores naranjas, rosas, azules, verdes y amarillos pálidos, para ser finalmente pulidas con piedras duras.
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contexto
La capital mexica, cuyo centro se encuentra hoy día cubierto por las principales dependencias políticas, administrativas y religiosas de la Colonia, se planificó en torno a una inmensa plaza que contenía 78 edificios de naturaleza pública. Este recinto se delimitó por un Coatepantli, y tenía cuatro puertas de acceso situadas a los cuatro puntos cardinales. De cada una de ellas partían tres inmensas calzadas sobre el nivel del agua que unían la isla con la tierra firme y que tenían un gran valor simbólico y estratégico: la de Ixtapalapa procedía del sur, y una bifurcación empalmaba con Coyoacan; la de Tabuca venía del oeste; y la de Tepeyac conectaba con el norte. Tenochtitlan era, así, el centro del Imperio mexica y, por consiguiente, el centro del mundo.En el interior de la Gran Plaza se construyó el complejo del Templo Mayor, que incluía los templos gemelos dedicados a Tlaloc y Huitzilopochtli colocados sobre un mismo edificio piramidal, dualidad que estaba ya expresada en la Gran Pirámide de Tenayuca construida a lo largo del siglo XIII.Los templos dedicados a Quetzalcoatl-Ehecatl, Tezcatlipoca y Xipe Totec, el juego de la pelota, y una sucesión de estructuras dedicadas a salas de guerreros y órdenes militares, altares, tzompantlis, el calmecac -en realidad un conjunto de palacios y templos que fueron en parte utilizados con funciones administrativas-, salas de iniciación y baños y otras estructuras menores, conforman esos 78 edificios que se instalan en la Gran Plaza.Fuera del coatepantli, la ciudad quedó organizada siguiendo un rígido patrón de parrilla impuesto por el sistema de calzadas. En él se emplazaban los suntuosos palacios de la nobleza, edificios de carácter público, administrativo y de culto organizados en torno a plazas y espacios abiertos atravesados por canales de abastecimiento que enlazaban plazas de mercado. En el exterior, los conjuntos residenciales de artesanos y campesinos organizados en barrios, completaban la jerarquización urbana de la ciudad, que llegó a tener cerca de 300.000 habitantes.Las construcciones se levantaron sobre una base de tierra, cascotes y restos de antiguos edificios, y fueron revestidas con bloques de piedra volcánica -tezontle- enlucidos con estuco, para ser decoradas más tarde con relieves y murales. Además de las edificaciones públicas y residenciales, los mexica realizaron grandes obras de ingeniería para sortear la dificultad de su emplazamiento isleño, como lo manifiestan las calzadas, los canales, puentes y trabajos de control de agua, siendo un ejemplo excelente el Acueducto de Chapultepec que aprovisionó de agua potable a la ciudad.En la Plaza Central, la arqueología se ha interesado por el Templo Mayor, un impresionante complejo que fue construido a lo largo de 200 años y que, en realidad, constituye una síntesis de la historia mexica. Levantado según un patrón claramente mesoamericano de superposiciones de basamentos y templos hasta un total de siete etapas, se terminó en 1487 y en su interior albergaba una ingente cantidad y variedad de ofrendas que identifican con claridad la expansión del Imperio mexica en Mesoamérica y que, en este sentido, sintetizan el arte mobiliar de esta zona de civilización durante el Postclásico Tardío.Los sitios de Calixtlahuaca, Tenayuca, Texcocingo, Teotenango, Malinalco y Cholula, documentan también la arquitectura mexica, incluyendo grandes plataformas coronadas por templos gemelos, templos circulares dedicados al dios del viento, tzompantlis, altares de cráneos y otras estructuras características de la arquitectura de finales de la etapa prehispánica.
obra
Leonardo trazó planos de las ciudades y regiones toscanas que a César Borgia le interesaban. Las tropas francesas tenían diseñado un plan de ataque y conquista de las posibles posesiones hispano-alemanas en Italia, plan que se vio frenada por la acción fulminante de Carlos V.El plano de Imola es uno de esos mapas que Leonardo facilitó a César Borgia. Está trazado sobre una pieza circular y dividido en sectores. Probablemente se basó en las medidas facilitadas por un astrolabio para realizarlo. Es un vista en planta de toda la ciudad y el artista utiliza una leyenda de cuatro colores para identificar los diferentes elementos de la población y facilitar la lectura: las casas son rosas, las plazas públicas son amarillas, las calles son blancas y las canalizaciones y el río azules. En el mapa podemos comprobar el típico diseño urbano medieval: ciudad amurallada, rodeada por el río, con bastiones defensivos cada pocos metros y el castillo en un lado con una triple línea de murallas.Este modelo hubo de abandonarse porque impedía la expansión de la ciudad y facilitaba los ciclos de epidemias por el hacinamiento interior y la falta de infraestructuras sanitarias (alcantarillado, abastecimiento de agua corriente, desagües...).