Por diversos motivos como guerras y accidentes, algunas obras de arte se pierden para siempre. En otras ocasiones pueden ser robados o perderse aunque quede alguna esperanza de recuperación. A pesar de que en algunos casos quedan copias o fotografías, con cada obra de arte perdida la humanidad se empobrece.
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obra
En la primavera de 1887 Julien "Père" Tanguy, propietario de una pequeña tienda de artículos de pintura, encarga dos retratos a Van Gogh. Vincent realizará el primero de ellos en el otoño y el segundo en el invierno, siendo este último el que contemplamos. Apenas existen diferencias entre ambos, mostrándose aquí Tanguy en colores más oscuros, con una pincelada más rápida y empastada. Las estampas japonesas tapizan el fondo, uniendo así Vincent el arte oriental y el occidental. El aspecto bonachón de Julien será el elemento más atractivo del lienzo, interesado el artista siempre en mostrar la personalidad de sus modelos.
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Tanguy era uno de los personajes emblemáticos entre los pintores que vivían en París. Regentaba una pequeña tienda de artículos de dibujo y pintura en Montmartre, suministrando material habitualmente a los artistas impresionistas y post-impresionistas. En muchas ocasiones, aceptaba un cuadro como pago de las deudas contraídas por los artistas, formando quizá la mejor colección de pintura contemporánea (entendiéndose decimonónica). Fue Tanguy uno de los promotores principales del "desembarco" de estampas japonesas, que vendía y exponía en su tiendecita. Esta afición por lo oriental provoca que Van Gogh sitúe tras su bonachona figura un buen número de estampas, dando la impresión de ser el propio Tanguy una estampa más. Los vivos colores han aparecido con fuerza, haciendo olvidar las tonalidades oscuras de la etapa de Nuenen que también marcaron sus primeras imágenes parisinas - Le Moulin de la Galette -. La pincelada empleada por Vincent tiende a ser cada vez más facetada, creando pequeñas manchas de color que organizan la composición. La figura de Tanguy es plana, pegándose a las estampas para marcar la influencia oriental, que también mostrará en Japonaiserie. Varias líneas de la chaqueta están perfiladas en negro para resaltarlas entre los tonos claros. No es muy habitual el retrato en la ingente producción de Vincent, pero cuando se interesó por él pone todo su empeño en mostrar la personalidad de su modelo, del carácter bonachón y amable del comerciante. Resulta curioso la presencia de la estampa del monte Fuji sobre su cabeza, como simbolizando la bonanza del retratado hacia los pintores, igual que el Fuji hacia el Japón.
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Una de las figuras más emblemáticas entre los jóvenes artistas de fines del siglo XIX en París será el comerciante de pinturas Julien "Père" Tanguy. Socialista convencido, participó en la Comuna de París que se vivió tras la Guerra Franco-Prusiana, siendo encarcelado por ello. Tras abandonar la cárcel, estableció una pequeña tienda de pinturas en Montmartre, convirtiendo la parte trasera en galería de exposición. Allí mostrarían por primera vez sus trabajos Cèzanne, Seurat, Van Gogh y Gauguin, siendo Tanguy de importante apoyo para ellos y otros muchos artistas que adquirían productos bajo fianza o los cambiaban por cuadros. Tanguy fue uno de los principales artífices de la expansión de las estampas japonesas, una de las influencias más importantes para Vincent, mostrándole ante un buen número de ellas en su retrato más famoso, encargado por el propio modelo. En esta ocasión, nos lo presenta en el invierno de 1886-1887, eliminando el aspecto exótico para mostrarlo lleno de elegancia y sabiduría. La expresión de los ojos y el gesto del rostro son los principales centros de atención, impactando un potente foco de luz en él. No en balde, Van Gogh había manifestado en aquellos momentos: "prefiero mil veces pintar los ojos de la gente que pintar catedrales".
Personaje
Literato
Dejó la carrera militar por la literatura. Fue uno de los principales representantes del costumbrismo y realismo. A través de sus artículos, realizó un exhaustivo análisis del tradicionalismo. Su forma de escribir se identifica con la de otros escritores de la época como Mesonero Romanos o Fernán Caballero. Seguidor de romanticismo, se acerca la naturalismo con un estilo tan personal que Emilia Pardo Bazán llegaría a definir como "perediano". En 1896 fue aceptado en la Real Academia Española y su discurso de entrada, basado en la novela regional, sería respondido por Benito Pérez Galdós. De su legado literario hay que destaca "Escenas montañesas", "Don Gonzalo González de la Gonzalera", una obra de fondo político que critica el liberalismo, "Sotileza" y "Pachín González", entre otras.
Personaje
Pintor
Su educación discurre en Madrid, donde ingresa en el taller de Pedro de las Cuevas. Entra en contacto con Juan Bautista Crescenzi, que se convierte en su protector y gracias al cual entra a trabajar al servicio de la corte. De las obras realizadas durante su juventud son dignas de mención las ejecutadas para el Salón de Reinos en el Palacio del Buen Retiro. En esta época su pintura manifiesta algunas repercusiones de Carducho. La pintura veneciana también supuso un claro referente en su obra, como muestran muchas de las escenas religiosas que ejecutó a partir de la década de los años cuarenta. Además sobresalió como un excelente pintor de bodegones. La maestría de su pincel quedó plasmada en obras como El desengaño de la vida y el Bodegón con ángel. Entre su prolífico catálogo de obras religiosas cabe destacar La Santísima Trinidad, El fraticidio de Caín, San Bartolomé y Los desposorios de la Virgen.
contexto
En Tierra Santa, y más concretamente en Jerusalén, "la tierra estaba más próxima al cielo" (Paul). Los lugares recorridos por la Virgen, los apóstoles y Jesucristo durante la pasión habían atraído a multitud de fieles desde tiempos constantinianos. Aunque la conquista islámica dificultó estos viajes jamás llegó a impedirlos, y con la cristianización de los magiares en torno al año 1000 y la apertura de la ruta danubiana, la peregrinación cobró nuevos bríos. Ya incluso antes de las cruzadas se alcanzó un máximo histórico en 1033 cuando, coincidiendo con el milenario de la Pasión, una gran multitud confluyó sobre la ciudad. La permanencia en Jerusalén, más que simplemente la peregrinación a ella, constituía para muchos un seguro práctico de alcanzar la salvación. Después de todo la cruzada, expresión violenta de este viaje sagrado, perseguía idénticos objetivos, hasta el punto de que sin los peregrinos la presencia de los "milites" encargados de protegerles y asegurar su regreso no hubiera tenido razón de ser. Peregrinación y cruzada eran las dos caras de un mismo fenómeno religioso.
contexto
Los fieles que acudían a Roma a visitar los sepulcros de los apóstoles san Pedro y san Pablo, aparte de las numerosas basílicas que albergaban los restos de infinidad de santos y mártires, estaban reafirmando consciente e inconscientemente el papel de la urbe como cabeza de la Cristiandad. Sin duda, la consolidación de la primacía pontificia debió mucho a estos viajes. Centro asimismo de la peregrinación expiatoria, por albergar al Papa y a la curia, el apogeo religioso de la ciudad se alcanzó sin duda en 1300, cuando Bonifacio VIII proclamó el año jubilar, concediendo a todos los peregrinos la tan deseada indulgencia plenaria.
contexto
Santiago de Compostela, cuya importancia como santuario regional alcanzó ya notables cotas apenas descubierto el supuesto sepulcro del apóstol Santiago el Mayor en el siglo IX, alcanzó a partir de fines del XI una enorme fama que le situó, junto a la Jerusalén y Roma, a nivel claramente internacional. Con el desplazamiento de la frontera con al-Andalus al Tajo, y gracias también al decidido apoyo que le prestaron la monarquía castellana y las instituciones eclesiásticas, la ruta jacobea comenzó a ser recorrida por infinidad de viajeros de todo Occidente. Una complicada red de calzadas en Francia, flanqueada por lo demás por multitud de santuarios menores, enlazaba por Roncesvalles con el denominado Camino francés hasta Compostela. Accesos secundarios como el marítimo (puerto de La Coruña) utilizado por ingleses y escandinavos o el portugués por tierra (Tuy-Pontevedra), atestiguan el auge alcanzado por este centro de peregrinación.
contexto
Las peregrinaciones a lugares considerados sagrados dentro del mundo cristiano tienen un claro componente económico, pues el desplazamiento de peregrinos hasta los lugares de destino hace necesario contar con una infraestructura de alojamientos y servicios para satisfacer sus necesidades. Así, ya desde época medieval, posaderos y dueños de establos ofrecían sus servicios en los caminos. Cerca del santuario, buhoneros y comerciantes vendían alimentos, recuerdos y amuletos, como placas de plomo para coser en los sombreros o frascos de metal con escenas de la vida de los santos, usadas para guardar agua de los manantiales sagrados o aceite de las lámparas que se encendían junto a la tumba del santo. La importancia económica de las peregrinaciones quedó clara ya desde muy antiguo. La monja Egeria, que visitó Tierra Santa a finales del siglo IV, refiere cómo existía en Egipto, Palestina y Siria un sistema de guías y 200 albergues para peregrinos. La peregrinación a Jerusalén resultaba muy peligrosa, dada la distancia y la diversidad de regiones que era preciso atravesar, pudiendo hacerse por tierra o por mar. En ambos casos, el peregrino necesitaba una ayuda que debía costear, bien haciéndose escoltar, bien embarcando en un navío. Las peregrinaciones de gran tamaño de los siglos XI y XII, como las de Roma, Santiago de Compostela o Canterbury, reflejaban la expansión de la economía europea, pues acabadas las invasiones de vikingos y sarracenos se pudieron roturar nuevos campos y comerciar con regiones más alejadas, creando una riqueza que permitió crecer a las ciudades y costear travesías peligrosas. Peregrinaciones y romerías siguen en la actualidad generando un gran volumen de negocio. La masiva afluencia de devotos y curiosos hacia sitios como Fátima, Lourdes, Czetochowa o Medjugorje hace de estos movimientos de población un factor económico de primer orden.