Busqueda de contenidos

Personaje Religioso
Su principal obra será la "Relación de la Provincia de Honduras" en la que realiza una brutal crítica de los conquistadores, defendiendo la labor evangelizadora que llevaba a cabo desde su obispado de Honduras. Cuando falleció en 1545 la sede episcopal sería traslada a Comayagua.
Personaje Músico
Comienza a estudiar música a los siete años, al pertenecer al coro de la Catedral de Tortosa. En estos años adquiere una sólida formación musical, especialmente en lo que se refiere a la antigua polifonía. En la década de los años setenta llega a Barcelona y presenta su primera composición en italiano, titulada "El último abencerraje". Luego llega a Madrid y es nombrado catedrático del Conservatorio. Mientras estuvo en la capital se percató de la indiferencia que mostraba la gente ante otras composiciones que no pertenecieran al género de la zarzuela. A pesar de su gran bagaje cultural y sus propuestas, como compositor no tuvo éxito. Wagner, junto con el folclore y la tradición culta española, son los elementos que más se repiten en su obra. En cualquier caso, Pedrell ejerció una notable influencia sobre sus discípulos, entre los que se encontraban Albéniz, Granados y Falla. Es autor de "Los Pirineos", "La Celestina" y "Compte L'Arnav", que forman una trilogía y de la ópera "Quasimodo", entre otras obras. De Pedrell es importante destacar su labor como musicólogo. En este sentido es autor de un "Diccionario técnico de la música", "Antología de organistas clásicos españoles" y "Escuela española de música sacra".
termino
acepcion
Conjunto de piedras preciosas.
Personaje Literato
Judío converso, es autor de obras como "Diálogos contra los judíos" o "Disciplina clericalis". Esta última es una de sus obras más importantes. Se compone de treinta y tres cuentos escritos en latín e inspirados en historias orientales. Todas estas narraciones constituyen una fuente de documentación esencial para conocer esta cultura. Además de su labor como escritor, tuvo una destacada actuación en el terreno científico. Convertido al cristianismo y conocido como Pedro Alfonso, fue médico personal de Enrique I de Inglaterra y es el primer difusor de la astronomía y de la matemática árabe; a su labor de difusión cultural se debe la llegada de numerosos europeos a la Península para ponerse en contacto con estas ciencias que otros hebreos divulgan entre las comunidades judías del sur de Francia.
contexto
Si durante el primer Renacimiento la escultura riojana alcanzó altas cotas de calidad, éstas se mantuvieron en el último tercio del siglo con dos personalidades de la tierra, que asimilaron como el mejor el manierismo romano: Pedro de Arbulo (1533-1608) y Juan Fernández de Vallejo (muerto en 1599). En 1509 declaraba así Diego Jiménez: "digo que por quanto yo soy escultor y tengo deseo e bolundad de aprender el dicho oficio... y no he hallado mejor aparejo ni he hallado en Castilla con quien yo aya de asentar e rresidir e aprendiendo que con bos, el señor Pedro de Arbulo". Certeras palabras de un escultor que quería asimilar los nuevos ideales. Arbulo tuvo buena escuela, el retablo de Astorga; datos recientes le sitúan avecindado en la ciudad leonesa en 1563, cuando recibe el encargo de "hacer el dicho retablo de Casoyo como e de la manera que el dicho Gaspar de Becerra estaba obligado a hacerlo". Un joven San Miguel alanceando al dragón, es la prueba de un Arbulo romanista al amparo de Becerra. El poder que da a Bartolomé Hernández y las relaciones con Bernal Gabadi y Cristóbal Umaña confirman su actividad en Valladolid y León en los inicios del Romanismo, posiblemente al lado de Anchieta, un joven de su misma edad. A su vuelta hará en Briones el retablo y bulto funerario de la capilla de los Ircio (1564), manifiesto del nuevo estilo en La Rioja. Tiene un solo cuerpo, dos columnas recubiertas de follamen, frontones con niños recostados y bucráneos en las ménsulas. Las referencias a Becerra continúan en los relieves de las Virtudes y la Inmaculada, bella imagen con ligero contraposto y manos cruzadas sobre el pecho. Si es que Arbulo no estuvo trabajando en Briviesca, es seguro que conoció el monumental retablo como lo demuestran obras posteriores y su estancia en Bardauri (1574) para tasar la obra de Gámiz. Asentado en la tierra, con prestigioso taller en Briones y con contactos esporádicos con Anchieta y Larrea, el panorama se presentaba halagüeño, máxime cuando junto a Fernández de Vallejo establecen compañía. Disuelta ésta en 1571, Arbulo dominará en la Rioja Alta y Vallejo en Logroño. Desde 1569 las obras se suceden, entre ellas sobresalen tallas y relieves del retablo de San Andrés de Eiba (1569), el retablo y sillería de San Asensio (h. 1570, desaparecido), los mayores de Desojo (1571), San Torcuato y Manjarrés (h. 1571) y el del Monasterio de la Estrella (1597, Museo de Logroño). Un robusto San Andrés barbado preside el retablo de Eibar y similar es el San Pablo de Manjarrés. El relieve de la Piedad de Desojo es réplica de Miguel Angel, mientras que el mismo tema en La Estrella recoge para la Virgen el modelo que Becerra realiza en la del Pentecostés. En 1568 Arbulo tasaba una obra en Fitero, denominándosele escultor y arquitecto y en Manjarrés confirma su calidad de tracista un ordenado retablo con un bello esquema serliano que cobija la Asunción. Si su obra y las relaciones profesionales nos hablan de su prestigio, más lo hace la llamada desde El Escorial para, en compañía de Jordán, tasar las imágenes del patio de los Evangelistas (1593) de Monegro. Nada sabemos de Juan Fernández de Vallejo hasta 1566 en que tasa el retablo de Barriobusto y un año después contrata el retablo de Lanciego. A partir de este momento podemos señalar la colaboración con Pedro de Arbulo, contactos con Gámiz y la amistad con Anchieta (tasa el retablo de Asteasu y colaboran en Sotes). Vallejo asumirá perfectamente los esquemas del Romanismo. La monumentalidad, las actitudes heroicas y la fuerza contenida, caracterizan sus imágenes como el San Andrés de Lagunilla. Desde Logroño, donde asienta su taller, se encargará de obras en Sorzano (h. 1571), Leza (h. 1571, hoy en Berganzo), Lagunilla (1576), Luezas (h. 1580), Sotes (1589), Muro de Cameros y Galilea. Sorprende por lo excepcional el retablo de Lanciego, de esbelta traza y con tramo palladiano. La calidad es alta en imágenes como la Asunción a la manera de Becerra y relieves como la Piedad del ático o los Evangelistas del banco, pero se advierten diferencias notables. El resto de la obra de Vallejo presenta más uniformidad estructural. En Lagunilla, Berganzo y Sorzano el esquema es el mismo, banco con los cuatro evangelistas y dos cuerpos. Un frontón triangular corona la caja del titular en el primero, mientras que un arco de medio punto inscrito en un tramo palladiano cobija la imagen de la Virgen en el segundo. Destacan en Lagunilla los relieves de la vida de San Andrés bien organizados a pesar de los muchos personajes y la talla de la Asunción recordándonos el esquema de Anchieta en Burgos. Como un joven ignudi miguelangelesco talló Vallejo el San Simón Celote de Berganzo, de canon alargado y línea serpentinata manierista. También en este mismo conjunto contemplamos la equilibrada escena de San Martín partiendo la capa. En el relieve de la Visitación de Sorzano llama la atención la digna apostura de San José y sobre todo el conseguido Zacarías, un calvo barbado con el dedo índice en la boca en actitud incrédula, gesto efectista que también se observa en la Visitación de Jaca. El relieve del ático de Santa Catalina de Sotes, con la escena de Cristo en majestad, nos vuelve a poner en relación con Miguel Angel. Seguidores de Arbulo y Vallejo en La Rioja son Hernando de Murillas, Antón de Zarraga y Lázaro de Leiva. Se relacionan con el Romanismo riojano y Juni escultores de El Burgo y Soria como Juan de Arteaga, Pedro del Cerro y Gabriel de Pinedo.
contexto
Pedro de Ursúa De familia beamontesa, debió nacer en Pamplona hacia 152632. Llegó muy joven a Cartagena de Indias, en compañía de su primo Miguel Díaz de Armendáriz. En esta ciudad pudo oír las historias acerca de El Dorado, en boca de algunos hombres que habían ido en su busca. Esto marcaría decisivamente su vida posterior. En 1548 se le encargó fundar una ciudad en la provincia de Chitareras, a la que llamó Pamplona. En 1551 recibió el nombramiento de Justicia Mayor de Santa Marta. Volvió a Santa Fe y recibió un nuevo encargo, esta vez pacificar a los indios Musos; poco después fundaría Tudela en 1553. De nuevo en Santa Fe, espera que se le autorice la empresa de El Dorado, pero el Emperador había prohibido las entradas al Valle de Nuestra Señora, que se suponía era su mejor ruta. A punto de ser residenciado, por la envidia de su lugarteniente, tuvo que huir, perseguido por el Oidor Montaño, y se refugió en Panamá en 1556; allí conoció al nuevo Virrey del Perú, marqués de Cañete, quien le encomendó la reducción de ciertos negros cimarrones, a cuyos cabecillas, una vez vencidos, trasladó a Nombre de Dios y más tarde a Lima, donde se hallaba en 1558. Estos últimos acontecimientos le valieron la confianza del Virrey, y de esta forma pudo organizar la tantas veces deseada campaña de El Dorado. Cuando preparaba la expedición se hallaba enamorado de una mestiza de gran belleza, Doña Inés de Atienza, a quien luego llevó en el viaje, contra la opinión de la mayoría de los expedicionarios, muchos de los cuales la culparon del trágico final de Ursúa, que moriría asesinado, por instigación de Aguirre, en los dominios de Machifaro, en la madrugada del día de Año Nuevo de 1561. Lope de Aguirre El carácter apasionado y novelesco que revistió la jornada de Omagua y Dorado ha sido motivo de interés literario para numerosos autores que, ya desde el siglo XVI, escribieron sobre la vida de algunas de las personas que intervinieron en ella. Y esto es especialmente evidente en lo que concierne a la figura de Lope de Aguirre. Recuérdese, por ejemplo, el romance recogido por Zúñiga en su relación, el tratamiento que otorgan al tirano algunos cronistas, especialmente Ortiguera, Vázquez y Custodio Hernández, y la visión que de este personaje hacen algunos historiadores, como el apasionado Segundo de Ispizúa, Emiliano Jos, autor de dos libros imprescindibles para entender la expedición y la figura de Aguirre33, o el interesantísimo ensayo de Julio Caro Baroja34. Incluso autores como Sender, Ciro Bayo, Ricardo Palma, Giovanni Papini, Uslar Pietri, Torrente Ballester, y un largo etcétera, se han sentido atraídos por esta figura, sin duda extraordinaria, del proceso histórico de la navegación del Amazonas. En todas estas obras pueden encontrarse muy diversas maneras de encarar al autor de la Carta a Felipe II. Por todo ello, aquí solamente vamos a trazar un sucinto esbozo de los acontecimientos de su vida que puedan ayudar a entender su conducta durante la navegación por el Marañón así como a su llegada a Tierra Firme, hasta que la muerte lo convirtió en símbolo de la traición. Lope de Aguirre nació en Oñate, Guipúzcoa, entre 1511 y 1516, ya que en 1561 se le atribuye una edad de cuarenta y cinco o cincuenta años. En 1536 debió embarcarse hacia Indias con el cargo de regidor. Todo parece indicar que llegó al Perú cuando la rivalidad entre Pizarro y Almagro estaba a punto de concluir en la batalla de las Salinas, en 1538. Su nombre aparece asociado a la fundación de la ciudad de La Plata en 1539. Participó en la guerra de Chupas y, más tarde, habría de recibir el grado de sargento, sin duda por la fidelidad que había mostrado al virrey Blasco Núñez Vela, destacado por su rigor en la aplicación de la legislación en favor de los indígenas, lo que le valió un violento enfrentamiento con los oidores y gran número de ciudadanos, a consecuencia del cual fue encarcelado. Aguirre formó parte de un intento organizado para liberarlo, pero descubierta la acción, tuvo que refugiarse en Cajamarca. En 1546 acompañó a Melchor Verdugo a Honduras y Panamá, y sus datos biográficos desaparecen hasta 1553, en que consta que tomó parte en la rebelión de Sebastián de Castilla, que, fracasada, condujo a Aguirre a prisión bajo pena de muerte, de la que pudo librarse mediante el perdón ofrecido a quienes se alistasen contra una nueva insurrección, esta vez la de Hernández Girón. Su vida desordenada y las expresiones de su carácter apasionado le valieron el apodo de Aguirre el loco, según afirma Vázquez en su relación. Estos antecedentes biográficos, en los que su nombre aparece siempre vinculado de alguna manera con actos de rebeldía o insurrección, cobrarán expresión más acusada cuando entre a formar parte de la expedición de Ursúa a El Dorado. A lo largo de la navegación su ruptura no se dirige solamente contra Ursúa, sino que llega más lejos y se rebela contra el propio Rey. Emprende previamente esa carrera desenfrenada a lo largo del Amazonas con la idea de regresar al Perú para sustraerlo del dominio de la Corona. Las muertes se suceden, la expedición asume el carácter de un ciclo de violencia que parece no tener fin, cualquier mínima sospecha de deserción es ahogada en sangre; la llegada a Margarita reviste el mismo tono de violencia, cuyo clímax se alcanza en Tierra Firme, cuando Aguirre llega a matar a su propia hija, y sólo concluye en Barquisimeto el 27 de octubre de 1561 con su propia muerte. Pedro Texeira Molato A diferencia de sus antecesores en la empresa del descubrimiento del Amazonas, la vida del capitán Pedro Texeira no ha despertado tanto interés para la literatura. Se sabe que nació en Castaneda, localidad portuguesa cercana a Coimbra. Se le ve más tarde acompañando la expedición de Caldeira de Castelo Branco para fundar Pará. A partir de 1616 sus acciones más notables se definen por el enfrentamiento con los holandeses, que comenzaban a interesarse por el comercio de los productos amazónicos, para lo cual intentaban establecer factorías en la costa y en la ribera fluvial. En 1625 desaloja a los holandeses de sus fuertes del río Xingú y expulsa algunos ingleses que se habían asentado a lo largo de la orilla izquierda del Amazonas. En 1626 remonta un buen trecho del Tapajos con el propósito de someter a los pobladores de sus orillas a la esclavitud. Tres años más tarde se apodera de la fortaleza de Tocujós, un asentamiento inglés, según Markham, y holandés, en opinión del P. Figueira. Por esta época se había producido alguna tentativa de remontar el curso del Amazonas, como la del capitán mayor del Pará, Benito Maciel Parente, que consiguió una licencia para tal fin, pero resultó una empresa fallida, de la misma manera que la iniciativa de Francisco Coelho de Carvalho, gobernador de Maranhão y Pará, que lo intentó en 1633. El ambiente que se había creado debió interesar a Texeira, y en este estado de cosas llegó al delta la expedición de los legos franciscanos, que aseguran haber descendido desde Quito. En poco tiempo se organizó la expedición que por primera vez conseguiría remontar el curso del Amazonas, al mando de Texeira, que partió de Maranhão el 25 de julio de 1637, pasando por Belén de Pará el 28 de octubre del mismo año. Llegado a Quito, Texeira realizará el viaje de regreso como piloto de la expedición de los padres Cristóbal de Acuña y José de Artieda, ambos jesuitas. Parece ser que el 28 de febrero de 1640 Texeira tomó posesión del cargo de Capitán Mayor y Gobernador del Pará, que ejercería hasta mayo de 1641. En ese momento su deseo era regresar a Portugal, por lo que, según cuenta Bernardo Pereira Barredo, dejó el gobierno de Pará a Francisco Cardovil Camacho. Cuando preparaba su viaje a Lisboa, una dolencia, contraída poco tiempo atrás, le quitó la vida. A su muerte, la empresa de penetración del Amazonas había comenzado, abriéndose otro período en el proceso descubridor. Rafael Díaz Maderuelo Navacerrada, verano de 1985