Ante la situación de crisis, la Dieta confió el poder en Juan Hunyadi en abril de 1445, pese a las presiones de un sector de la nobleza que pretendía erigir como rey a Ladislao el Póstumo. Nacido en 1406 en el seno de una familia de la nobleza transilvana, Hunyadi defendió, en calidad de regente, los intereses de la baja nobleza frente a las ambiciones de los barones húngaros. Prosiguió la lucha contra los turcos, realizando una campaña en Serbia (1448) y fortaleciendo las defensas húngaras del Sur y el Este entre 1448 y 1452. La Dieta eligió en 1452 a Ladislao como rey (1452-1457), quien siguió delegando la jefatura militar en la persona de Hunyadi. Este, tras conseguir levantar el cerco turco sobre Belgrado, murió a causa de las heridas recibidas durante el combate, en el que también falleció el legado del papa Calixto III, Juan Capistrano (1456). La facción contraria a los Hunyadi trató de apoderarse del gobierno al forzar la condena a muerte por traición del primogénito de Juan, Ladislao. Sin embargo, tras el fallecimiento del rey Ladislao, la Dieta ascendió al trono húngaro al segundogénito de Hunyadi, Matías, quien contó con la ayuda de la baja nobleza y el ejército y con la oposición del emperador Federico III (1458). Matías Corvino (1458-1490) contó en sus primeros años de reinado con numerosos adversarios, como el citado emperador y Jorge Podebrady de Bohemia, quienes apoyaron a los focos rebeldes del interior del país. Sus rivales esgrimían el argumento de que Corvino no había sido coronado con la corona de San Esteban; en 1463 el monarca recuperó la reliquia y así acalló a sus opositores, como anteriormente habían hecho algunos de sus predecesores como Carlos Roberto, Segismundo o el mismo Ladislao el Póstumo. Entre 1462 y 1467 Matías sometió a los grupos husitas que actuaban en la Alta Hungría con el apoyo del rey de Bohemia y a la nobleza rebelde de Transilvania. En estos primeros años también consiguió detener un complot palaciego ideado por dos de sus principales colaboradores, el arzobispo de Esztergom, Juan Vitez, y el obispo Iván Cesmicki. En un principio el rey mantuvo la actividad de la Dieta, en la que cobraron gran protagonismo los procuradores de las ciudades; no obstante, la creciente política autoritaria de Matías acabó con las reuniones de la asamblea en 1470. El monarca se rodeó de un consejo real en el que participaron importantes financieros como Clemente Ernuszt o Pedro Váradi. Reorganizó el ejército, al que se incorporaron mercenarios extranjeros (checos, polacos y alemanes), creando unas potentes tropas reales (ejército negro). Por último, en el capítulo interior, acabó con algunos privilegios nobiliarios relacionados con la Administración de Justicia. Su política exterior estuvo marcada por la idea de crear un gran Estado centroeuropeo, confirmada por sus apetencias sobre la corona imperial en los últimos años de su vida. Matías, aprovechando el entredicho lanzado por el papa Pablo III sobre Jorge Podebrady, fue elegido rey de Bohemia por los católicos checos en la Dieta de Brno (1469). El monarca prosiguió la guerra por sus derechos a la Corona bohemia, pese a la elección del católico Ladislao de Polonia como rey de Bohemia, iniciando una campaña militar sobre territorio polaco, que finalizó en 1478 con la firma de la Paz de Olomuc y la adhesión de Moravia y Silesia a los dominios húngaros. La contienda por la corona imperial comenzó con el sitio de Viena por parte de tropas húngaras, levantado gracias a la mediación del Papa entre Matías Corvino y Federico III. En 1485 una nueva ofensiva de los húngaros propició la conquista de Viena y de toda Carintia y Estiria, que permanecieron bajo dominio húngaro hasta 1490. Los éxitos militares de Corvino también salpicaron las campañas contra los turcos; dichos triunfos permitieron la recuperación temporal de Bosnia (1463), Moldavia y Valaquia (1467) y Serbia (1482). Desde el punto de vista cultural, Matías Corvino ha pasado a la historia como un príncipe humanista, comparable con los mecenas del Renacimiento italiano. A la corte de Buda afluyeron artistas como Bonfini, Galeotti, Ugoletti o Bartolomeo dell Fonte. En 1465 fundó la universidad de Buda y, a lo largo de su vida, reunió una espléndida colección de libros, conocida como Biblioteca Corvina, con más de 500 volúmenes de manuscritos griegos y latinos. Los sucesores de Corvino, Ladislao II Jaguellón (1490-1516) y su hijo Luis II (1516-1526), arruinaron las reformas institucionales de su predecesor. Los señores feudales recuperaron el mando del ejército y aumentaron la presión sobre el campesinado. En 1514 algunos campesinos reclutados para la Cruzada se rebelaron a las órdenes de Jorge Dózsa, quien saqueó numerosas fortalezas nobiliarias y se apoderó de la ciudad de Arad. La reacción señorial no se hizo esperar y, así, el voivoda de Transilvania, Juan Szapolyai, consiguió aniquilar al ejército de campesinos y capturar y ejecutar a su cabecilla. El monopolio del poder por parte de la nobleza llegó a limites insospechados, que llevaron al letrado Werböczi a identificar la nación política húngara con el rey, la Corona y la nobleza en su redacción de la colección de privilegios conocidos como "Tripartitum juris regni Hungariae" (1514). Ya desde 1444, los embajadores de las ciudades alemanas utilizaban en sus legaciones la palabra "orszag" (país) para referirse a la nobleza. Los turcos aprovecharon la debilidad de la Monarquía para controlar el valle del río Sava (1504) y apoderarse definitivamente de Belgrado, único baluarte húngaro en el frente oriental (1521). Luis II reclamó ayuda a las Monarquías europeas, pero ésta no llegó e incluso algunos de sus aliados nacionales como el voivoda Szapolyai abandonaron el ejército real. La batalla de Mohacs (1526) significó la derrota total para los húngaros, que perdieron a su rey en el combate. La Corona húngara quedó integrada en teoría en los dominios Habsburgo, debido al pacto sucesorio entre Ladislao II y Maximiliano. Juan Zapolya (muerto en 1541), candidato al trono y vasallo otomano, gobernó en la práctica sobre buena parte de Hungría. Durante la Baja Edad Media, la agricultura húngara vivió un momento de gran desarrollo, debido a la mejora de las técnicas agrícolas y a la ampliación de la superficie cultivada. Las explotaciones ganaderas acaparaban hacia 1480 el 55-65 por 100 de las exportaciones húngaras, al ser muy cotizado su ganado ovino en mercados alemanes como el de Colonia. Pero el sector económico que sufrió un incremento mayor fue la minería. Las villas mineras de la Alta Hungría y Transilvania (Beszterczebánya, Selmecbánya, Körmöczbánya y Nagybánya) extraían grandes cantidades de oro, plata y cobre, equivalentes a la tercera parte de la producción de oro y a la cuarta de plata en el mundo conocido durante el siglo XIV. A lo largo del XV las extracciones de oro y plata disminuyeron, mientras que crecieron las de cobre, beneficiadas por el nuevo proceso de refinado introducido por el emprendedor húngaro Juan Thurzó (1437-1508). Los intercambios comerciales, incentivados por la presencia de metales preciosos, aumentaron, siendo habitual la presencia en las ferias y mercados de comerciantes italianos, alemanes, checos y polacos. El crecimiento de la población urbana también fue notable, sobre todo en las ciudades de Pozsony, Kassa, Kolozsvaí y Eperjes. Buda, residencia real, llegó a contar con 20.000 habitantes en el siglo XV, para una población total de 3.500.000.
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Tras la muerte de Abu Yusuf, se desencadenó la irremediable decadencia del Imperio almohade. En primer lugar, le siguieron gobernantes de poca talla. Le sucedió su hijo, Abu Abd Allah Muhammad (1191-2130), quien demostró su incapacidad para resistir la oposición de dos frentes simultáneos, uno al norte de África y otro en al-Andalus. Aquí, Alfonso VIII había avanzado considerablemente en territorio musulmán y Muhammad marchó a la cabeza de un ejército cuya lealtad no era absoluta. En 1212, se enfrentó a las fuerzas de León, Castilla, Navarra y Aragón, sufriendo una aplastante derrota en Las Navas de Tolosa. Poco después se vio obligado a regresar a Fez, dejando al-Andalus en estas condiciones en manos de su hijo Abu Yaqub (II) de catorce años. Murió en Marrakech en 1213, en violentas circunstancias.La batalla de Las Navas de Tolosa marcó el declive irrecuperable de los musulmanes. Los últimos califas se sucedieron a un ritmo vertiginoso. Abu Yaqub II sólo gobernó nominalmente (1213-1224) y tras su muerte, en ese año, las rencillas internas de la familia gobernante aceleraron la desaparición de la administración central. Fue sucedido por su tío abuelo al-Majlu. Después, al-Adil se hizo proclamar en Murcia siendo reconocido posteriormente en el Magreb. En Sevilla, aprovechando la ausencia de este último, se proclamó califa al-Mamun, hasta entonces gobernador de la ciudad, quien marchó en 1228 al Norte de África. Este hecho marcó el fin de la vinculación andalusí con la dinastía almohade. Aunque aún quedaban algunas autoridades almohades aisladas en el territorio andalusí, el poder central ya no existía. Aparecieron nuevos reinos independientes, los denominados terceras taifas, en continua lucha entre sí y en constante relación con los cristianos, a los que solicitaban ayuda frecuentemente. Fernando III aprovechó la situación para adentrarse de lleno en el territorio.Durante el desmoronamiento del poder almohade en al-Andalus, Zayyan ibn Mardanis se hizo fuerte en Valencia desde 1229, así como en Denia y otras ciudades vecinas, aunque tuvo que rendir Valencia en 1238. Muhammad ibn Yusuf ibn Hud tomó Murcia en 1228 y, posteriormente, extendió su poder a Córdoba, Sevilla, Granada, Almería, Ceuta y Algeciras. En 1234, Ibn Mahfuz estableció un reino independiente que se extendía desde Niebla hasta el Algarve, manteniéndose como vasallo hasta 1262. Yusuf ibn Nasr, en 1232, se declaró señor de Arjona y construyó su reino tomando Jaén, Guadix, Baeza y otros lugares. Pervivió su dinastía en el reino nazarí de Granada.En 1236 cayó Córdoba en manos de Fernando III. A partir de 1238, año en que murió Ibn Hud, se aceleró la conquista del territorio. En 1246 los castellanos tomaron Jaén y Arjona y en 1248, Sevilla. Jaime I conquistó las Baleares en 1229-1237, Valencia en 1238, Denia en 1244, Játiva en 1246. Los portugueses tomaron Silves en 1242, Santarem y el resto del Algarve en 1250. Niebla fue conquistada por Alfonso X en 1262 y sólo Ibn Nasr permaneció como tributario en Granada.De esta manera concluía la etapa de presencia almohade en al-Andalus. Esta dinastía llenó un vacío de poder, aunque fue incapaz de resolver los problemas socio-políticos internos de los andalusíes, dificultades que venían arrastrándose desde mucho tiempo atrás. Los reinos cristianos hicieron aún más difícil la tarea, ya que eran más poderosos y estaban mejor organizados que los musulmanes. Además, al-Andalus se administraba desde Marrakech, cosa que facilitó la empresa conquistadora a unos ejércitos unidos por la idea aglutinadora de la cruzada.
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En 1181, a los dos años de la celebración del III Concilio de Letrán moría el "padre de la urbe y el orbe" Alejandro III. Su antiguo rival el emperador alemán habría de sobrevivirle aún nueve años a lo largo de los cuales se sucedieron cuatro pontífices de breve reinado. El primero, Lucio III (1181-1185) reunió un concilio en Verona con la asistencia del soberano germánico, en el que fueron condenados algunos errores (catarismo, arnaldismo, valdismo...) en la línea de lo establecido en Letrán III. Federico no perdió el tiempo a lo largo de estos años. En Alemania había procedido (1181) al despojo de Enrique el León a quien redujo a la posesión de los pequeños feudos de Brunswick y Luneburgo. En su sexto viaje a Italia firmó con las ciudades lombardas la paz de Constanza: las comunas veían satisfecha su autonomía a cambio del juramento de fidelidad al soberano por parte de sus magistrados libremente elegidos. El mayor éxito de la política imperial en Italia se lograba, sin embargo, en el Sur: Federico pactaba el matrimonio de su hijo y previsiblemente heredero Enrique con la princesa Constanza, heredera de Sicilia y Apulia. La diplomacia estaba logrando lo que la fuerza no había conseguido en los años anteriores. En 1187 una noticia venida de Tierra Santa conmocionó a Occidente: el desastre de los caballeros francos en Hattin. El vencedor, Saladino, pudo en rápida operación apoderarse de Jerusalén y de un importante conjunto de plazas fuertes. El Oriente latino se veía amenazado de extinción. Ante tal coyuntura, el papa Clemente III predicó una nueva cruzada a la que prometieron asistir los más importantes príncipes europeos. Federico, sexagenario ya, no quiso faltar a la cita. Al frente de un nutrido ejército hizo la ruta terrestre de los cruzados: Danubio, Bulgaria y Constantinopla para introducirse luego en el Asia Menor. La operación militar propiamente dicha comenzó con buenos augurios para el emperador con la toma de Iconio, pero concluyó dramáticamente al perecer ahogado en un riachuelo de Cilicia. Federico entró desde entonces en la leyenda. La posteridad forjó un mito: el monarca no había muerto sino que simplemente estaba dormido a la espera del día en que retornase para "liberar a Alemania de la esclavitud y darle el primer puesto en el mundo". El príncipe Enrique, a quien Federico había dejado como regente, procedió con extraordinaria rapidez a hacerse con el control de la situación. En tan sólo unos meses obtuvo la Corona real germánica y la imperial del papa Celestino III (abril de 1191). Las ambiciones italianas del joven Enrique VI no se vieron de momento colmadas ya que en el sur un señor normando, Tancredo de Lecce, disputaba a su esposa Constanza los derechos al trono siciliano. La muerte de Tancredo en 1194 trajo una nueva oportunidad para el emperador que, en esta ocasión y con métodos extraordinariamente violentos, logró hacerse con el control de Apulia, Calabria y Sicilia. La existencia de un único poder, desde el Báltico al golfo de Tarento podía resultar embarazoso para un pontificado que, tradicionalmente, había confiado en los normandos del Sur de Italia como contrapeso a las ambiciones imperiales. Sin embargo, cuando Enrique VI se aprestaba a organizar una magna operación contra los musulmanes de Oriente falleció de forma inesperada (septiembre de 1197) dejando un niño de tres años como heredero: el futuro Federico II. Tan sólo unos meses después ascendía al pontificado el que sin duda sería el Papa mas importante del Medievo: Inocencio III.
obra
En los últimos años de su vida Mantegna realizará una serie de obras caracterizadas por su similitud con los bajorrelieves romanos, mostrando su afición hacia la Antigüedad romana y su erudición arqueológica. Ésta que contemplamos fue realizada por la Escuela del maestro, creándose perfectamente la sensación ilusoria del mármol; las figuras tienen un destacado aspecto escultórico, pegando sus telas al cuerpo según la técnica de los paños mojados.
Personaje
Político
Tan sólo tenía 17 años cuando inició su incursión en la vida política. En esta época se alista en las filas de la Federación Juvenil comunista y el Partido Comunista de Italia. Unos años después accede a la secretaría nacional de la Federación juvenil, formando parte de la Dirección nacional del Partido Comunista. En la década de los años sesenta fue uno de los principales artífices de los movimientos estudiantiles. Poco después fue seleccionado como secretario regional del Partido en Sicilia. Allí permaneció durante ocho años y desde este cargo accedió a la Cámara italiana como diputado. Estando en este cargo logró que su movimiento cobrara una fuerza espectacular.
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Al observar en conjunto la historia de esta zona destaca claramente el hecho de la existencia de reinos como los de Dahomey, Oyo y Benin que recuerdan, por la importancia política y cultural que a lo largo de su historia han tenido, a los grandes reinos de los países interiores del Sudán. Los países cuya historia vamos a recorrer fueron la principal fuente de origen de los esclavos enviados a América, lo que debió de suponer una sangría constante y dolorosa en la demografía de estas regiones y, al mismo tiempo, el principal factor de su contacto intenso con los europeos y, por consiguiente, de la entrada de productos y también, en algunos aspectos, del influjo de costumbres. Para los itinerarios que iban del Sáhara a la sabana suponía una especie de fin del mundo; al ser de acceso difícil, prácticamente indesbrozable, la selva era sobre todo una zona de refugio, hacia la que se habían visto empujadas las poblaciones refractarias a la integración en los grandes imperios: pueblos fieles a sus estructuras tradicionales, acéfalas, es decir, sin Estado, que no reconocían más autoridad política que la de la comunidad patriarcal, de linaje, a lo sumo, aldeana. No obstante, conviene mencionar una notable excepción, el sur de la actual Nigeria. Poblaciones de estructura social tradicional, es decir, acéfalas, eran las de la costa de la actual Guinea Bissau, zona pantanosa formada por inmensos estuarios sinuosos e islas, batida por las mareas y rodeada de bosques de mangles, prolongación de la selva bajo un clima sudanés, más seco. Una situación semejante ofrecían los amplios espacios de la Guinea selvática y los actuales territorios de Liberia y Costa de Marfil, donde la selva alcanza su mayor extensión geográfica. No obstante, este espacio guineano no estaba sumido totalmente en el arcaísmo y la marginación. A la salida del valle del Níger y, sobre todo, del amplio corredor por el que discurre su afluente, el Benué, se desarrollaron, en territorio yoruba, las brillantes civilizaciones de Benin, caracterizadas por una elevada densidad de población, por una agricultura de plantaciones basada principalmente en los tubérculos, por la existencia de mercados y un notable desarrollo del comercio, así como por unas organizaciones estatales evolucionadas. Más al Oeste, entre las actuales Nigeria y Ghana, donde la selva vuelve a ensancharse, la zona guineana no fue totalmente ajena a las corrientes comerciales que recorrían la sabana y la ligaban al comercio transahariano. Esta zona contenía parte del oro que alimentaba los mercados del Norte y, sobre todo, proporcionaba la nuez de cola, fruto excitante que se mastica para vencer la fatiga. A cambio, la selva recibía la sal de las explotaciones sudanesas. Desde Gambia hasta la Sierra Leona se extiende una costa, sucesión de extensos estuarios a menudo rodeados de archipiélagos, que los navegantes franceses desde finales del siglo XVIII designaron con el nombre de las Rivières du Sud. Durante el Setecientos, el comercio de exportación de esclavos comenzó a tener efectos revolucionarios en África occidental, la pérdida de hombres en Guinea, que en el siglo XVIII probablemente sobrepasó los 100.000 hombres y mujeres jóvenes al año, no significó -como ya hemos señalado- una mutilación excesiva en relación a su población total. Además, desde el punto de vista pura y exclusivamente económico, parece que en parte esta pérdida fue compensada por el crecimiento de riqueza que ocasionó en las más avanzadas comunidades guineanas el comercio con Europa. El efecto general del comercio atlántico de esclavos fue, de hecho, desplazar los centros de riqueza y poder en África occidental desde el Sudán hacia la costa. Existía una comunidad de intereses que provocaba la alianza entre los europeos y sus vecinos africanos, cuando ambos se veían amenazados por los nuevos Estados que crecían en sus cercanías; razón ésta que explica en parte cómo pudo desarrollarse el germen del colonialismo. El acontecimiento más importante de los siglos XVII y XVIII fue el surgimiento de comunidades políticas justo al interior de las tierras costeras. El Imperio de Benin, que ya había alcanzado el mar cuando llegaron los europeos, no pudo resistir las tensiones provocadas por las constantes incursiones bélicas en busca de esclavos. En el siglo XVII algunos grupos evé, sin duda después de algunas escalas previas, se concentran en Nuatja, dirigidos por un cazador, Afoche. Muerto éste, a comienzos del siglo XVIII, toma el poder su hijo Agokoli quien, preocupado por la defensa del territorio en estos tiempos alterados por la trata, construye numerosas murallas. Pero su extrema crueldad sería la causa de una dispersión de clanes que irían a instalarse en la región de Palimé, de Atakpamé, de Keta (los anlo) y de Ho, en la Ghana actual y finalmente en la región de Anesho (los wachi). Los evé no desarrollaron una organización preestatal propiamente dicha, quizá traumatizados por la amarga experiencia bajo su soberano Agokoli. La realidad política es de base clánica, el poder pertenece a un jefe superior, fia, rodeado de sus jefes de cantón, que componen la asamblea deliberativa, fiohawa. En ciertos casos, en ocasiones importantes, la asamblea se amplía para permitir la inclusión de los notables de la familia gobernante, que gozan del derecho de veto en el nombramiento del candidato al trono real, presentado por los ancianos de la familia del soberano. Se trata, pues, de sociedades políticas con gran arraigo en la organización de linajes, que van ganando en democracia lo que pierden en poder de expansión. Los nuevos centros de poder se instalarán un poco más al interior. Uno de los primeros fue el Estado de Akán, en Akwamu, más allá del Volta, de corta duración que entre 1680 y 1730, aproximadamente, se extendió paralelamente a la Costa de Oro oriental y a la Costa de los Esclavos occidental con intención de acaparar todo el comercio de sus alrededores con el Sur. Akwamu, sin embargo, no llegó a encontrar un sistema de administración capaz de asegurar la fidelidad duradera de sus súbditos de Ga y Ewe y fue rápidamente reemplazado en su puesto de principal potencia en la Costa de Oro por Ashanti. A principios del siglo XVIII, Ashanti, basándose en la experiencia de Akwamu, comenzó a extenderse hacia el Norte, incorporando o haciendo tributarios a Estados como Bono, Banda, Gonja y Dagomba. Entonces, cuando el comercio con el interior estuvo seguro se dirigió hacia el Sur en busca de un contacto directo con los comerciantes europeos. Después del reinado de dos monarcas sin importancia, surge poderoso el reinado de Osei Kodcho (1765-1777), que reorganiza el Estado por medio de la centralización administrativa. Su sucesor, Osei Kwame (1777-1801), continúa las reformas, lo que permitirá a Osei Bonsu hacer realidad el expansionismo ashanti. Explotando las nuevas condiciones económicas y políticas del África negra, los ashanti crearon un imperio que se extendía desde el país de los gurunsi y de los gondcha hasta la costa, y desde el Gran Lahu, en la Costa de Marfil, hasta Petit-Popo, en Togo, abarcando entre tres y cinco millones de habitantes. Después de Waterloo y el Congreso de Viena será el momento escogido por los británicos para tratar de limitar sus pérdidas en la zona y luego tomar la iniciativa contra los ashanti. Las profundas reformas llevadas a cabo por Osei Kodcho, conocidas por el nombre de revolución kodchiana, condujeron a sustituir, en los puestos vacantes, a los príncipes herederos por lugartenientes seguros y devotos. El mismo sentido tenía una especie de guardia pretoriana, ankobra, que le era completamente fiel. En la nueva administración, creada para hacer frente a los asuntos no militares, el rey nombrará a los altos funcionarios, algunos de los cuales serán europeos. Pero esta nueva categoría social que en ocasiones se transmitía de padres a hijos, no pudo transformarse en una clase social como tal debido a que las herencias y la propiedad continuaron transmitiéndose por línea materna. Los países conquistados conservaban una autonomía local, pero ministros residentes del rey se encargaban de controlar in situ la fidelidad financiera y política de cada región vasalla, que se convertía, así, prácticamente, en una provincia. El principal obstáculo a la centralización total residía en la presencia de los ejércitos de los feudatarios. La autoridad se basaba en una fuerte centralización comparable a la de un jefe de Estado moderno. El monarca era elegido entre los miembros de una rama del clan matrilineal de los Oyoko; lo elegía la reina madre, hermana del rey, ohema, una vez consultados los consejos. La estatuaria ashanti es famosa: máscaras, colgantes de oro, pesas-proverbio, caracterizadas por un sentido de la observación lleno de fino humor, denotan una verdadera maestría en las artes plásticas. Más al Oriente, Oyo había comenzado su expansión hacia el Sur en el siglo XVII. Durante el siglo XVIII impusieron su supremacía sobre sus parientes yoruba, establecidos más al Sur, y gran parte del comercio de esclavos de Nigeria se trasladó desde Benin a puertos como Badagri y Lagos. Entre el Imperio Yoruba de Oyo y el gobierno Ashanti, surgió el nuevo Estado de Dahomey, favorecido inicialmente por la necesidad de resistir los ataques desde Oyo a quien de hecho pagaba tributo desde hacía tiempo. No obstante, Dahomey, atraída por el comercio con los europeos, se extendió hacia el Sur para establecer contacto con la costa. El reino de Porto Novo, quizá debido a que, al estar situado en la costa, se convirtió pronto en un juguete en manos de los europeos. Durante el reinado de De Misé (1752-1757) los portugueses rebautizan a Hognobu con el nombre de Porto Novo, dando a entender con ello que se había encontrado un nuevo filón de trata negrera. Desde este momento la afluencia de barcos aumenta y los portonoveses emplearán su tiempo en defenderse contra el empuje de los reinos del interior que presionaban sobre la costa, a veces con éxito como durante el reinado de De Gbeyón (1761-1775). El nombre del reino de Dahomé o Abomé hace referencia a un fuerte cuyo muro de cinta abarcaba un espacio que en ion se denomina agbomé, y que dio nombre a la ciudad de Abomé. Después de numerosas batallas sobre los pueblos vecinos, Aho había erigido un verdadero reino y, tras adoptar el nombre de Wegbadcha, demostró ser un eficiente organizador, creador de una estructura política en la que era predominante el elemento militar. Sucesor de Wegbadcha fue su hijo Akaba (1685-1708). Por haber alcanzado el poder muy tarde, adoptó, para recordar el hecho, la siguiente divisa, plena de filosofía: "Pese a su lentitud, el camaleón consigue llegar a la copa de bómbax". Con todo, dispuso del tiempo suficiente para lanzar vigorosos ataques contra los habitantes del Wemé. Murió de viruela durante una de estas campañas, y su sucesor, Agadcha (1708-1732), consigue para Dahomé soberanía internacional. Careciendo de suficientes efectivos masculinos, fue el creador de un cuerpo de tropas femeninas, las famosas amazonas, que debían ser vírgenes o al menos sometidas al celibato. El contacto con los comerciantes europeos dio a Agadcha el sobrenombre de Hwito, el que toma el camino de los barcos. Fugitivo de la corte, funda el reino de Uessé en tierra yoruba y desde allí comienza su expansión, luchando antes con los yoruba de Oyo que habían devastado Porto Novo, con los que tiene que pactar en vasallaje. El máximo esplendor de la dinastía coincide con este reinado, entre otras razones por abrirse en el comercio con los europeos a través de la costa. Por otra parte, la organización política y social va tomando un carácter institucional. Los antepasados del rey eran objeto de culto religioso con sacrificios humanos. El Estado, centralista y totalitario, controlaba minuciosamente la reproducción y el número de habitantes. La fuerza de la aparición de Abomé no podía menos que inquietar a Oyo. Y desde este momento una terrible competencia va a oponer a ambas potencias, que aspiraban a controlar el tráfico de la costa, es decir, la caza de esclavos. Además Oyo y Abomé van a competir brutalmente con Ashanti, que había conseguido asegurarse ese mismo papel en el Oeste, hasta el siglo XIX. Dahomé no se doblegará nunca del todo y proseguirá sus incursiones por toda la región entre el Volga y el Níger. El arte dahomeyano es estrictamente cortesano y en los palacios de Ghezo y de Glelé, en Abomé, puede verse todavía uno de los museos históricos más ricos de África negra: bajorrelieves extraordinarios que son como páginas de historia; tronos montados sobre cráneos humanos, tapicerías, alfombras, tintes que exaltan los símbolos regios en un estilo poderoso, en medio de los cuales destaca, como una fuerza de la naturaleza, el búfalo que simboliza a Ghezo. Se conservan tradiciones de una riqueza no frecuente. Y en lo referente a la religión, existe la creencia de un alma inmortal. Por encima del universo se halla la pareja creadora Lisa-Mahu, que representaba, respectivamente, al Sol y la Luna. Por debajo de ellos, y como vectores para su acción terrena, existen dioses especializados en distintos campos, llamados vodun. Dahomé y el resto de la costa de Benin tienen la particularidad de ser los únicos lugares de África que poseen conventos en los que hombres y mujeres se consagran al culto de los diferentes dioses. El monarca dahomeyano era, pues, un rey cuyo poder, que parece autocrático e incluso sanguinario, reflejaba la dureza de los tiempos. Pero la dictadura estaba lejos de ser absoluta: los ministros debían ser consultados, la tradición respetada y escuchados los dioses vodun. En la actual Costa de Marfil meridional no ha existido históricamente, en la práctica, organización política estatal alguna. En el Oeste, los más antiguos habitantes han sido, al parecer, los kru-beté, entre los ríos Sasandra y Cavally. En el siglo XVII se desplazarán hacia el Este y el Sureste, quizá obligados por los malinké. Luego, en el XVIII, se dirigen al Norte. Los mandé meridionales (gan, gagu, dan) se difundieron desde el noroeste de la Costa de Marfil y de Ghana hasta el borde del bosque, quizá con el fin de controlar las regiones productoras de cola. En la costa Este, en las tierras que rodean las lagunas, los habitantes están emparentados con la rama akan: provienen al parecer del centro del Ghana actual, de la confluencia de ambos Voltas, y emigraron hacia el Oeste. Como los demás pueblos akan, se hallan subdivididos en siete clanes de sucesión matrilineal; no existe la concepción de poder central y el individuo más importante es aquel que dispone de mayores posibilidades materiales, es decir, el mbrengbé. En general, los pueblos costeros de Costa de Marfil son pescadores expertos; hacia el interior, hacia la sabana, hallamos un grupo de pueblos akan. Hacia finales del siglo XVII, cuando los ashanti están imponiéndose, estallan querellas dinásticas; cuando éstas se multiplican, provocan la marcha de grupos de hombres o de príncipes que se consideran perjudicados. Los akan continuaron brillantemente sus actividades artesanales y estéticas, particularmente en los tejidos, la escultura en madera y el trabajo del latón. En la Costa de Oro la potencia dominante a partir del siglo XIV, en la zona septentrional, era Dagomba, que desde el siglo XVII disputó el poder y los beneficios del comercio con su vecino el reino de Gondcha; pero en el siglo XVIII ambos Estados norteños se convirtieron en vasallos de los ashanti, quien dominaba de forma total todas las rutas que conducían al mar y por las que entraban las armas de fuego. Sólo ateniéndose fielmente al tributo, los Estados del Norte podían ver llegar algunos convoyes con las mercancías deseadas, provenientes del Sur. Y esto significa que estaban obligados a llevar a cabo la caza del hombre por cuenta de Ashanti entre las sociedades segmentarias de lo que hoy es el norte de Ghana, la Costa de Marfil, Togo y Alto Volta meridional. Poblado por agricultores lorhon, sin llegar a constituir un verdadero Estado, el reino de Buna explotó las minas de oro y controló el tráfico de la cola. Alcanzó su auge económico en el siglo XVII, pero tras cuatro siglos y medio de existencia, fue invadido en 1740 por los ashanti e incorporado a su Imperio. La misma suerte corrió el pueblo Abron, establecido junto al río Pamu, que llegó a formar un reino poderoso y rico con una organización estricta, pero cuyo rey, Abo, fue muerto a manos de los ashanti en 1747. En el delta del Níger se constituyen pequeños feudos atraídos por los beneficios de la trata: Ibo, Edo, Efik, que se forman alrededor de un mercado de esclavos. Nos encontramos fRente a una multitud de pequeñas ciudades de constitución aparentemente monárquica o republicana, que utilizaban las instituciones tradicionales de las sociedades acéfalas, secretas, para mantener una apariencia de autoridad. El representante de la familia fundadora de la ciudad o aldea, que en la tradición africana gozaba de cierta preponderancia jerárquica, presidía la asamblea del pueblo; solfa tener a su cargo la representación de la comunidad frente a los extranjeros a cuyos ojos aparecía como un verdadero jefe, aunque la mayoría de las veces no ejercía en absoluto la correspondiente autoridad. En la práctica el poder estaba en manos de una oligarquía de la riqueza que se apoyaba en el juego de las citadas asociaciones de carácter religioso o militar. Los Igbo del interior servían de intermediarios comerciales con los pueblos del litoral, que les vendían sal y les compraban esclavos para venderlos a los europeos. Eran también una comunidad poco estructurada, aunque practicaron desde muy antiguo el comercio a larga distancia, como lo demuestra la utilización de minerales importados para la artesanía del bronce. Hacia finales del siglo XVIII, después de más de tres siglos de comercio europeo en las costas de África occidental, la influencia europea no se había dejado sentir demasiado y la de las misiones en Guinea había sido escasa; sólo los primeros portugueses se habían interesado en la expansión del Cristianismo. La permanente ocupación europea de la costa, como en la Costa de Oro y en la desembocadura del Senegal, tendió a formar una fina capa de africanos costeros que eran parcialmente europeos en su afecto y, a veces, en sus formas externas, pero la gran masa de África occidental y sus pueblos permanecieron ajenos a la influencia directa europea. La principal consecuencia de la llegada de comerciantes europeos a la costa, de su demanda de esclavos y de la introducción de nuevas mercancías, de las cuales las armas de fuego fueron las que tuvieron mayor influencia, fue el estimular en Guinea una nueva y potente manifestación de cara a las zonas costeras; de la arraigada civilización sudanesa.
contexto
La división de la Historia en grandes periodos supera en ocasiones su original objetivo didáctico y funcional para acabar creando épocas consideradas esencialmente diferentes. La historia política de la Europa de los siglos XVI y XVII no fue, evidentemente, la de los siglos XIV y XV, pero convertir 1453, 1492 o 1500 en rígidas líneas divisorias trace difícil comprender el por que de muchos acontecimientos sucedidos tras el ocaso del Medievo. Conviene pues recordar la raíz medieval de algunos acontecimientos propios de la Época Moderna. La Guerra de los Cien Años agotó a Inglaterra, que quedó en un segundo plano internacional hasta el último tercio del siglo XVI. El fin de su presencia en el continente permitió a una monarquía inglesa consolidada iniciar una fructífera etapa de recuperación y asumir con plenitud su dimensión insular, iniciando una dilatada política de proyección marítima a la larga mucho más rentable. Francia llegó al finales del Medievo como la monarquía más cohesionada, extensa y poderosa de Europa occidental y su política expansiva condicionó la política de las demás potencias europeas. Desde la segunda mitad del siglo XV, las líneas de proyección francesa respondieron a la dinámica de consolidación estatal de la monarquía, pero también a conflictos anteriores. Las Guerras de Italia libradas durante la primera mitad del XVI remontan su origen a la pugna de catalano-aragoneses y angevinos por el dominio del Mediterráneo occidental durante los siglos XIII, XIV y XV. También la presión francesa sobre Navarra hunde sus raíces en la influencia de nobles y reyes franceses desde el siglo XIII -el rey de Francia seguirá usando el titulo de rey de Navarra-, del mismo modo que la anexión por Castilla en 1512 puede intuirse ya desde el siglo XIV. La España de los Reyes Católicos fue, junto a Francia, la otra gran potencia europea surgida a finales del siglo XV. Como en el interior, la política exterior hispánica tampoco fue novedosa respecto a tiempos anteriores, aunque nuevas circunstancias -la entronizacidn de Carlos I y su acceso al Imperio, la proyección americana de Castilla, etcétera- dieron paso a nuevas orientaciones. Si bien Castilla dirigió la política exterior de la monarquía, lo hizo en gran medida para continuar las líneas trazadas por la Corona de Aragón. Lo más significativo fue que Castilla rompió su tradicional alianza con Francia (casi constante desde el siglo XIII) y adoptó la tradición antifrancesa de la Corona de Aragón al convertirse el reino galo en una peligrosa amenaza para los intereses castellanos. En este sentido, la lucha por la hegemonía en la Italia del siglo XVI fue una herencia catalano-aragonesa, aunque, de hecho, la orientación mediterránea de Castilla era más que evidente desde la segunda mitad del siglo XIV. La proyección hispana en el Norte de África tuvo también una inspiración similar, aún cuando en ella se observe una prolongación del ideal de cruzada-reconquista más allá del Estrecho con orígenes en proyectos castellanos del siglo XIII y, sobre todo, en la expansión norteafricana del Portugal bajomedieval. Con todo, la presión turca en el Mediterráneo oriental y el Magreb a lo largo del siglo XV también estimuló la intervención española en Italia y el Norte de África. En la Península, los Reyes Católicos y Alfonso V de Portugal iniciaron una nueva etapa de amistad que rompió la tradicional hostilidad luso-castellana. La consiguiente política matrimonial entre ambas monarquías y la posible unidad peninsular fracasó al morir el infante Miguel (1500) heredero de Castilla, Aragón y Portugal. Con todo, la incorporación de Portugal a la monarquía hispánica entre 1580 y 1640 seria el fruto tardío de esta política ibérica realizada a finales del siglo XV por los Reyes Católicos. Aunque a finales del siglo XV los reinos hispanos eran las potencias mejor preparadas para una expansión ultramarina, también resulta insuficiente plantear la empresa española en el Nuevo Mundo prescindiendo de las grandes exploraciones marítimas realizadas por Portugal desde 1415 u olvidando que la marina castellana -primero la cantábrica, después la andaluza- se había convertido ya hacia 1370 en una gran potencia comercial-militar en el Atlántico. Respecto a Europa, la Monarquía hispánica también siguió algunas pautas marcadas por la Corona catalano-aragonesa medieval. Su política antifrancesa, definida por Juan II mediante la alianza con Inglaterra, Borgoña y el Imperio, fue asumida por los Reyes Católicos, en cuya decisión también debe tenerse en cuenta la gran vinculación económica de Castilla respecto a Flandes desde mediados del siglo xlv y la amenaza francesa al predominio castellano en el Atlántico. En este sentido, la continuidad de la unión de Castilla y Aragón se debió en buena medida a la necesidad de contener la presión de Francia, algo que ambas Coronas no podían afrontar por separado. Estas alianzas entre potencias antifrancesas de finales del Medievo tuvo resultados inesperados: la formidable herencia de Carlos de Habsburgo (1516-1556), que modificó totalmente el equilibrio político de Europa durante los siglos XVI y XVII. Este panorama pertenece ya a una nueva época de la Historia europea, aunque sus orígenes se remontan en buena medida a los siglos medievales.
lugar
Ciudad de la tribu de los belos, que fue romanizada y adscrita a la Hispania romana, dentro de la provincia Tarraconensis. Se identifica con la actual localidad de Medinaceli, en la provincia de Soria. Del período prerromano quedan pocos restos. Apenas parte de la muralla, y algunas monedas y objetos de cerámica. Ya en época romana se conservan muchos más restos, que van desde monedas y cerámica hasta parte de la muralla y mosaicos. Gracias a la romanización, Occilis se convirtió en una ciudad importante. De entre los restos romanos, sin duda el más importante es el Arco levantado en época de Domiciano, aunque retocado en el período de Trajano. Su característica más destacable es el poseer tres vanos, lo que le hace único dentro de la península ibérica. Con las invasiones de los vándalos, suevos y alanos, Occilis fue abandonada a principios del siglo V. En el siglo VIII la ocupación árabe hizo que nuevamente se convirtiese en habitable.