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Con la caída de Smolensko el 16 de julio, dos tercios del camino hacia Moscú -530 kilómetros, a una media de 32 diarios- quedaba cubierto. Entonces Hitler impuso un alto y ordenó la transferencia de las poderosas unidades blindadas del centro a los flancos para eliminar fuerzas enemigas y evitar que se retiraran. Estas vez estalló la discusión entre Hitler y los generales. Durante un mes se paralizarían los avances y durante dos se evitaría avanzar sobre Moscú. A estas semanas perdidas en pleno verano y no al adelantado y crudo invierno se debe imputar el fracaso de Barbarroja, si es que hay que atribuirlo a una sola causa. En las directrices del 19 y 23 de julio, el Führer supeditaba la conquista de Ucrania, el Donetz, Crimea y el Cáucaso, por razones económicas, a la toma de Moscú. Esto daría lugar a la gran batalla y bolsa de Kiev (25 de agosto-26 de septiembre); pero antes de concluir, el grupo Panzer de Guderian iría al frente central para desencadenar seriamente la batalla por Moscú, según la directriz del 6 de septiembre. Iba a ser la Operación Tifón. Estaba claro que entre duda y duda, el dispositivo era cambiado reiteradamente. Más que de estrategia se trataba de dar palos de ciego avalados por grandes éxitos tácticos. Comenzó la ofensiva el día 30. Pese a sus precauciones, los rusos fueron sorprendidos. En diez días los alemanes recorrieron la mitad de camino hacia Moscú, embolsando a los rusos en las grandes batallas de Viazma y Briansk. Pero también los alemanes tuvieron que recobrarse. Ya con el invierno encima reanudaron la ofensiva el 16 de noviembre. La Wehrmacht daba signos de estar exhausta. Ahora los generales querían detener la marcha y prepararse para el invierno, Pero Hitler, que antes lo había frenado, insistía en el empuje. El conservador se transformaba en temerario. Nunca entró en sus cálculos una campaña invernal. Al final de Barbarroja creyó poder ocupar una línea de Arkángel a Astrakán, por detrás de Moscú, con un mínimo de efectivos y con equipo adecuado para sólo la quinta parte de las tropas. El número de congelados iba aumentando. Al empezar diciembre, alguna unidad llegó a una terminal del tranvía de la capital y divisó las torres del Kremlin. Pero la ofensiva iba cesando a pesar de las órdenes en contrarío: el Cuarto Ejército inició, por su cuenta, la retirada la noche del día 3. Mientras que, al invadir Francia, cuanto más avanzaban los alemanes más convergían sus fuerzas, en Rusia el mismo avance producía mayor dispersión. Ni siquiera cuando Moscú se convirtió en objetivo preferente se le subordinaron por entero los medios. La ofensiva seguía en Crimea y el sureste, donde Rostov fue tomado el 21 de noviembre y perdido una semana después, sin que sirviera de advertencia. ¡Incluso el 2 de diciembre Hitler ordenaba a un cuerpo aéreo que se trasladase al Mediterráneo! Al iniciarse la Operación Tifón, los rusos acumulaban para la defensa de Moscú el 40 por 100 de sus fuerzas combatientes de tierra, casi el 35 por 100 de sus tanques y aviones y alrededor del 40 por 100 de toda su artillería. Los alemanes empujaron con el 38 por 100 de toda su infantería y el 64 por 100 de todos sus tanques y fuerzas motorizadas del frente ruso. En los días 5 y 6, la contraofensiva rusa se desencadenó ante Moscú y pronto corrió por todo el frente. Del centenar de divisiones involucradas, las traídas de Siberia desde comienzos de noviembre (una veintena, con un millar largo de aviones y unos 1.700 tanques) fueron la clave. El frente retrocedió por doquier y de 100 a 230 kilómetros ante Moscú. Hitler impidió drásticamente la retirada y con ello alcanzó su apoteosis como líder bélico. Y aunque por su obstinación la campaña se hallaba al borde del desastre, esta misma obstinación la salvaría del hundimiento total. Su negativa a replegarse al oeste del Smolensko libró, indudablemente, a su ejército de una catástrofe mayor que la de 1812.
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El aislamiento de América del Viejo Mundo se rompió a fines del siglo XV, cuando los europeos pudieron llegar a él movidos por unos incentivos económicos (importar oro y especias y comerciar con el fabuloso mercado asiático), gracias al perfeccionamiento de su técnica de navegación y a unas naves (las carabelas) capaces de surcar el Atlántico. La Europa de principios del siglo XIV, época en la que se iniciaron las grandes exploraciones geográficas, tenía unos 60 a 70 millones de habitantes (se había cuadruplicado en el período comprendido entre el año mil y 1.350), que demandaban no sólo alimentos, vivienda y vestidos, sino también telas suntuarias y joyas costosas para su burguesía, oro y plata para hacer moneda, y especias para aliviar una monótona dieta compuesta básicamente de legumbres y cereales. Estas especias llegaban a través de intermediarios, que cobraban 40 veces su valor. Más grave era la carencia de oro, ya que se habían agotado las minas de dicho metal y habían aumentado, en cambio, las transacciones comerciales, hechas por lo regular con dinero contante y sonante. Estos incentivos lanzaron a sus aventureros hacia el Oriente y África. Primero por vía terrestre, como la familia Polo, y luego marítima, con objeto de importar el oro africano y circunnavegar el continente negro para conectar directamente con Asia. Pioneros de la aventura atlántica meridional fueron los genoveses. A partir del siglo XII trataron de asegurarse la ruta a los mercados de Inglaterra y Flandes y recalaron pronto en África: Salé (Marruecos) en 1162, Safi en 1253 y más al sur, en 1291, con los hermanos Vivaldi. En 1312 Lanceroto Mallocello, un genovés al servicio de Portugal, redescubrió las Islas Afortunadas, que habían conocido ya los romanos. Los portugueses tomaron entonces el relevo, contando con las naves apropiadas para la exploración africana. A fines del medievo Europa contaba con dos grandes escuelas de construcción naval, la mediterránea y la nórdica. El navío típico del Mediterráneo era la galera, una embarcación de guerra, adaptada al comercio. Era muy alargada, pues tenía una longitud o eslora que era siete veces su ancho o manga. Se impulsaba con el esfuerzo de unos 100 ó 200 remeros o galeotes. Si encontraba viento de popa utilizaba además una vela, que se envergaba en un palo abatible, situado en el centro de la nave. Como buque de guerra estaba dotado de un casco muy fuerte, hecho con unas cuadernas resistentes y perfectamente ensambladas entre sí, que permitían resistir los choques con otras naves para abordarlas. Su mayor inconveniente era su escasa autonomía, ya que era imposible hacer grandes viajes llevando a bordo los alimentos y el agua necesarios para el mantenimiento de los remeros que la impulsaban. De aquí que no se usara en el Atlántico. La embarcación típica de la escuela naval nórdica era la coca, inventada a fue s del siglo XII para el comercio de la Liga Hanseática. Tenía un casco redondo, una eslora de unos veinte metros y una manga de diez. Esto le permitía soportar bien el embate de las olas y almacenar una gran carga (hasta 200 toneladas). Se gobernaba mediante un timón central fijado al codaste (columna vertebral de la embarcación), lo que le daba una gran maniobrabilidad. En cuanto al aparejo, consistía en una gran vela cuadrada, colocada en el centro de la nave, que podía aumentar o disminuir de superficie gracias a la boneta (una vela auxiliar que se colgaba de la mayor) y a las bandas de rizos, unas hileras de cuerdas cosidas a la vela, que recogían parte de la misma. A estas velas se añadió otra llamada bolina, que iba desde la mayor hasta un pequeño palo (bauprés), colocado en la proa. Ayudaba a mantener la tensión de la vela cuando se navegaba contra el viento. A comienzos del siglo XIV la coca se readaptó para la navegación mediterránea, formándose la carraca. Tenía gran capacidad (hasta mil toneladas de arqueo) y estaba dotada de tres mástiles, con velas cuadradas en el trinquete y mayor, y latina en la mesana. La vela latina era una aportación árabe. La carraca llevaba además otra vela supletoria en la parte superior de la mayor, el mastelero, que aumentaba la fuerza eólica impulsora. Finalmente se le alargaron los mástiles, permitiendo envergar varias velas en los mismos. Los españoles, especialmente los vascos, usaron carracas de menor porte que las italianas a las que llamaban naos. Una de estas, la Santa María, sería utilizada por Colón en su primer viaje. A los estímulos impulsores y a los barcos apropiados se sumó el arte de navegar, que mejoró mucho desde el siglo XIII, cuando llegó al Mediterráneo la brújula, invento chino traído por los árabes. Los europeos empleaban también los portulanos o mapas en los que se dibujaban los puertos con sus rumbos hacia la estrella polar. El primer portulano conocido es del año 1310 y es la famosa Carta Pisana. Los portulanos ocasionaban muchos problemas de rumbo, ya que eran representaciones planas. Se corregían utilizando la brújula o tomando la altura del sol por medio del astrolabio. Para orientarse por la situación de las estrellas existían, además, unos almanaques y para medir la velocidad de las embarcaciones se usaban las correderas o cuerdas con nudos y un peso en su extremo, auxiliadas de ampolletas o relojes de arena.
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La proliferación del equipamiento molinar, la sustitución del arado de reja de madera por el de hierro y vertedera, con la multiplicación de rejas arrastradas por los nuevos sistemas de sujeción de yuntas y collerones, o la implantación progresiva del sistema de rotación trienal para aprovechar los cereales de verano, los de invierno y el barbecho -utilizado este último por el ganado, también en crecimiento- se han manejado como las manifestaciones más genuinas del progreso técnico de los siglos XI al XIII. Ninguno de estos "inventos" era desconocido anteriormente, ni el molino hidráulico, ni la carruca o arado múltiple, ni la división trifacial de la tierra en explotación; sin embargo, a partir del año 1000 se difundieron como nunca lo habían hecho en Occidente, el Norte y el Sur. Aún así, los contrastes entre el norte germánico y el sur romanizado se mantuvieron, y acaso la guadaña sea un elemento identificador de ambos, como símbolo de la extensión de la concurrencia de la economía pastoril germánica con el cultivo de cereales propio del Mediterráneo -como resume L. White Jr.-; economía pastoril del norte que desde mucho antes del siglo XI "había elaborado un sistema agrario que producía más carne, más productos lácteos, cueros y lanas y que, a su vez, incrementaba las cosechas de cereales". En el siglo XII llegaron a coincidir algunos de los nuevos sistemas con la evolución desarrollada de los antiguos. El arado múltiple, los campos abiertos, la integración de la agricultura con la ganadería, la rotación de los cultivos en tres áreas distintas, los arneses, las herraduras de clavos o el balancín, que permitió la construcción de grandes carros para el uso de los campesinos (entre otros), las llamadas "longae carretae", se combinaron en las nuevas explotaciones agrícolas desde el norte al sur, provocando una revolución técnica sin comparación con cualquier otro momento de la época medieval. La mecanización de las forjas, batanes, sierras y telares representa el punto más alto del desarrollo tecnológico, pero los nuevos sistemas señalados incidieron mucho más en el medio campesino y sirvieron para mejorar la producción, ampliar los cultivos y aclimatar al clima continental algunos productos venidos con los musulmanes del Oriente próximo o lejano; aunque muchos de estos nuevos recursos pronto fueron monopolio señorial, explotados en beneficio de los poderosos que vieron en ellos una rentabilidad y un medio de dominación, sobre todo el molino harinero.
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Las fuerzas armadas finlandesas que hacen frente a las soviéticas presentan el siguiente despliegue (Condon): Ejército del istmo de Carelia (Cuerpos de Ejército Il y III), con 6 divisiones; norte del Ladoga, IV Cuerpo de Ejército, 2 divisiones; y varias unidades menores (batallones y compañías) en el resto del territorio hasta el Ártico. Los soviéticos despliegan 30 divisiones y 6 brigadas acorazadas: en el istmo, el VII Ejército, con 13 divisiones y 5 brigadas acorazadas, destinado a la conquista de Viipuri; norte del Ladoga, VIII Ejército con 9 divisiones y artillería pesada, para atacar a la retaguardia siones, cuya misión es cortar en dos Finlandia e impedir la eventual ayuda sueca; Ártico, XIV Ejército, con 3 divisiones, contra Petsamo, cuya misión es además alcanzará el golfo de Botnia, e impedir la eventual ayuda noruega. Inicialmente, la guerra se va a librar en los cuatro frentes donde se hallan desplegados los soviéticos. Mientras en el istmo los soviéticos están empantanándose, en el Norte ocupan Petsamo, pero una división soviética que se dirige hacia el sur es detenida por un batallón de cazadores, y dos que tratan de penetrar hacia el golfo de Botnia retroceden ante un solo regimiento de la reserva... En enero este frente se estabiliza, pero los finlandeses atacan constantemente a los sorprendidos enemigos y lanzan incursiones y efectúan sabotajes en territorio soviético. En el Centro-Norte los soviéticos ocupan Salla y su zona el 10 de diciembre: los finlandeses la reconquistan el 21, para perderla de nuevo a comienzos de enero de 1940 y recuperarla definitivamente el 17. En la batalla de Salla los finlandeses serán muy inferiores en número, pero los soviéticos no podrán con ellos (algunas unidades soviéticas se disgregarán rápidamente y otras se desbandarán sin combatir). El 5 de diciembre los soviéticos inician el ataque en la zona de Suomussalmi, en el Centro, que prosigue el 11 y que les permite ocupar la ciudad, pero para hallar ante sí el vacío. El 13 comienza el contraataque finlandés, dirigido por el coronel H. J. Siilasvuo con profundas penetraciones e infiltraciones, que disgregan a las unidades enemigas. Entre fines de mes y el 5 de enero, los soviéticos se retiran, tras haber sufrido más de 13.000 bajas (aquí también varias retiradas desordenadas se convierten en verdaderas huidas), repartidas entre las dos divisiones soviéticas, la 44 y la 163, que son casi destruidas. El botín finlandés en material y prisioneros es abundante. En su avance, los finlandeses han llegado a penetrar incluso en territorio soviético. Al norte del Ladoga los soviéticos ocupan Tohinajärvi (8 de diciembre); los 11 batallones del coronel Talvela contraatacan, hacen retroceder al enemigo; una nueva división acude en ayuda de la primera, pero en combates nocturnos son diezmados y derrotados. En el istmo el frente se ha estabilizado, aunque los soviéticos lanzan terribles bombardeos de artillería (como los del 15 y 17 de diciembre). Entre enero y febrero las inclemencias climáticas reducen la actividad en los frentes. Y una nueva etapa va a comenzar, como veremos. Los soviéticos han sido derrotados en toda la línea. Han intentado repetir el éxito del Blitzkrieg alemán en Polonia, pero la aún mayor carencia de carreteras, los ríos y lagos, los bosques y la mayor decisión de los finlandeses ha echado por tierra el plan. Han sido incapaces, además, de coordinar infantería y carros, y sus oficiales y soldados han mostrado un adiestramiento deficiente, y han dispuesto de un equipo mediocre. Notable ha sido la desorganización y el mando ha sido incapaz de hacer frente a las tácticas guerrilleras. Los finlandeses han mezclado hábilmente las tácticas clásicas con las de guerrilla; han mostrado un adiestramiento bueno y un entusiasmo aún mejor, y una unanimidad ante el enemigo sorprendente, una gran compenetración soldados-oficiales, y una ubicuidad que desmoralizará al enemigo, pese a la inferioridad numérica y a la vetustez del materia. La victoria finlandesa asombrará al mundo, como la griega contra los italianos unos meses más tarde.
obra
Esta tabla es en realidad un cuadro doble. Por un lado está el retrato de un Hombre joven, y por otro esta vieja terrible, desdentada y llena de arrugas. Se la considera una imagen alegórica de la Avaricia, por el saco de monedas de oro que lleva. Al parecer, Durero la pintó en el reverso en venganza por la escasa remuneración que recibió por el retrato del joven.
fuente
Durante la Guerra de las Galias, en el año 52 a.C., César sostuvo un prolongado asedio sobre la ciudad de Avericum (Bourges), centro de la tribu de los bituriges, cuyos habitantes rehusaron abandonarla. Tras veintisiete días de asedio, la ciudad fue tomada al asalto y la mayoría de sus pobladores asesinados.
lugar
Actual Tell el-Daba, se trata de una antigua ciudad ubicada en el delta oriental del Nilo. La palabra Avaris significa "asentamiento de los huidos" y fue la capital de los hicsos que reinaron en Egipto entre 1663 - 1550 a.C. Las últimas excavaciones llevadas a cabo en la zona por el austriaco Bietak y su equipo han demostrado la existencia de objetos materiales sirios, palestinos e, incluso, frescos de tipo minoico.