Como su pareja, Esopo, el retrato de Menipo tenía como destino la Torre de la Parada, por lo que se suele fechar en torno al año 1640. Estamos ante la imagen de un filósofo griego del siglo III a. C. catalogado entre los cínicos por su rechazo hacia las apariencias y distinciones sociales. Velázquez le ha representado como un mendigo, posiblemente por su origen esclavo. Representar a filósofos como mendigos era algo típico en el Barroco, como se comprueba en los lienzos de Ribera o Rubens. La alegría con que Menipo aparece en el lienzo hace pensar que sea la imagen del típico mendigo altanero castellano que tanto gustará a los viajeros que vengan a España durante el Romanticismo. La obra es de altísima calidad y sorprende porque en un principio no llama la atención, pero atrapa a medida que se contempla, sobre todo por el rostro del personaje, realizado con una factura muy personal y avanzada mediante rápidas manchas de color que hacen olvidar el preciosismo de sus primeros años. Fortuny realizará una copia del busto de este filósofo en el siglo XIX, poniendo de manifiesto su admiración por Velázquez.
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obra
La primera vez que Fortuny tuvo la oportunidad de conocer el Museo del Prado fue en 1860, a su regreso de Marruecos, en compañía de su futuro suegro, el famoso retratista Federico de Madrazo. En la pinacoteca madrileña se interesó por Ribera, Goya y Velázquez, realizando algunas copias como este busto de Menipo donde el maestro de Reus ha sabido captar la misma intensidad expresiva que el sevillano en el rostro del filósofo; incluso las rápidas y acertadas pinceladas que aplicó el pintor barroco han sido interpretadas con exactitud por el catalán. La técnica de la acuarela empleada no exime a Fortuny de manifestar un sensacional dibujo y unos exquisitos detalles como observamos en los pliegues de la capa, la textura de la barba o la viveza de los ojos.
Personaje
Político
Menna fue un noble egipcio que vivió durante la XVIII dinastía, en los reinados de Tutmosis IV o de su sucesor, Amenofis III. Gracias a su tumba, la número 69 de Sheikh 'Abd el-Qurna, en la antigua ciudad de Tebas (hoy Luxor), y a las inscripciones que contiene, sabemos que recibió el título de "Escriba de las tierras del Señor o de las dos tierras", cargo que que estaba en relación con la agricultura y las labores del campo. Menna tuvo una esposa llamada Henuttawi, dos hijos y cuatro hijas, todos ellos retratados en su tumba.
acepcion
Candelabro judío de siete brazos. Este es uno de los objetos más simbólicos de esta religión.
contexto
Los intereses franceses en el Próximo Oriente evolucionaron de la mano de Georges Clemenceau, que había llegado a la jefatura del Gobierno en noviembre de 1917. Aunque casi octogenario, El Tigre intuía que los territorios incluidos en el acuerdo Sykes-Picot, podrían convertirse en un avispero para Francia y que para controlar una extensión tan amplia, poblada y compleja como los wilayatos otomanos de Siria, Alepo, sería imprescindible una compleja administración colonial respaldada por una fuerte presencia militar... Eso supondría cargas económicas y políticas muy gravosas para Francia. Por eso renunció a la Gran Siria, contentándose con la Siria útil, suficiente bocado para satisfacer el apetito colonialista francés. Clemenceau viajó a Londres el 11 de diciembre de 1920 y allí se entrevistó con el premier Lloyd George. Maurice Hankey, secretario del Gobierno británico, narró en su diario aquel encuentro, que tuvo lugar en la embajada de Francia: -Bien, ¿de qué tenemos que hablar?, dijo Clemenceau cuando estuvieron solos. - De Mesopotamia y Palestina, respondió Lloyd George. - ¿Qué es lo que quiere? - Quiero Mosul. - La tendrá. ¿Nada más? - Sí, también quiero Jerusalén. - La tendrá. (...) Clemenceau, que siempre ha sido inflexible, nunca se echó atrás..." (Henry Laurens, citando a S. Roskill). Las renuncias de Clemenceau no eran altruistas: se las cobraría en petróleo. Mientras Wilson y su política eran marginados por el aislacionismo norteamericano, en Europa se sucedían las conferencias manejadas por París y Londres. La de San Remo reconocía el dominio de Francia sobre los actuales territorios de Siria y Líbano, cuyos límites fueron fijados entre Gran Bretaña y Francia el 23 de diciembre de 1920, es decir, doce días después del paso de Clemenceau por Londres. Feisal, instalado en Damasco desde 1918, era derrotado y expulsado de Siria. La misma conferencia confirió a Gran Bretaña el control de Irak y la Sociedad de Naciones, en 1922, le entregó el mandato de Palestina.