El éxito de la fórmula canovista fue también consecuencia de la debilidad de los grupos políticos que, por sus principios, eran opuestos a la misma: republicanos y carlistas. Ambos colectivos, tras sus fracasos políticos y militares, bastante tuvieron con enfrentarse al problema de la supervivencia, en un sistema que comenzó por declararles fuera de la ley. Impotencia, sensación de derrota y situación de clandestinidad también eran compartidas por el movimiento obrero, de carácter anarquista, que había sobrevivido a la disolución de la I Internacional, y que había experimentado una fuerte represión durante todo el año 1874, a raíz del golpe de Estado de Pavía. Por otra parte, la organización obrera marxista era minúscula. El gran partido republicano del sexenio democrático, el Federal, comenzó a desintegrarse a raíz de la intervención del general Pavía en el Congreso, el 3 de enero de 1874. Castelar se apartó explícitamente del mismo, renegando del federalismo. Dentro del partido, Pi y Margall, Figueras y Salmerón se hallaban enfrentados por cuestiones tácticas, ideológicas y personales. Al margen del mismo, Ruiz Zorrilla, desde su regreso a España, trató inútilmente de recomponer la unidad sobre nuevas bases. Alejados del poder, los republicanos se encontraban seriamente debilitados cuando se produjo la Restauración. La represión sobre los derechos de reunión, asociación y libertad de expresión que, de forma selectiva, fue ejercida durante los primeros años del nuevo régimen, acentuó todavía más la debilidad de los republicanos. Ruiz Zorrilla fue expulsado de España, a comienzos de 1875, tras mantener una reunión con 25 generales, estableciendo su residencia en París. Igualmente Salmerón abandonó el país, después de ser apartado de su cátedra en la Universidad madrileña, como consecuencia de la política del ministro Orovio, fijando también su residencia en la capital francesa. Entre ambos se inició entonces una colaboración en favor de la república unitaria, que habría de durar diez años, que se concretó en la fundación de un efímero partido reformista. Entre quienes permanecieron en España, prevaleció la tesis del retraimiento en las primeras elecciones legislativas celebradas en 1876, con excepción de Castelar -que, con apoyo del gobierno, obtuvo una de las actas de Barcelona- y algunos más que se presentaron a título personal, llegando a reunir seis actas de diputado. A pesar de todo, todavía en 1877, Cánovas afirmaba que la monarquía pendía de un hilo y trató, infructuosamente, de suscribir un acuerdo con Alemania que fortaleciera la situación española frente a la amenaza revolucionaria, que consideraba gravísima si obtenía el suficiente apoyo de la Francia republicana. Desde el exilio, Ruiz Zorrilla pretendía derrocar la monarquía mediante un pronunciamiento militar. Confiaba en llegar a comprometer a un número importante de jefes militares en España y a contar con una ayuda sustancial de los republicanos franceses, pero ninguna de las dos cosas se produjo en la medida necesaria para obtener el triunfo. En la actividad revolucionaria de los republicanos durante la Restauración cabe distinguir dos períodos de contenido y significación diferente: 1) hasta 1878, en que, retraídos en su mayoría de la vida política legal, llevaron a cabo una intensa labor subversiva -de carácter civil, al mismo tiempo que de propaganda entre los militares-; dicha acción no llegó a cuajar en ninguna demostración importante de fuerza por falta de unidad en la dirección y, sobre todo, por falta de apoyo en los altos mandos del Ejército; 2) a partir de 1879, a pesar de que fue entonces cuando tuvieron lugar las sublevaciones más destacadas -las de agosto de 1883, con intervención de parte de las guarniciones de Badajoz, Santo Domingo de la Calzada y la Seo de Urgel, y la del brigadier Villacampa, en Madrid, en 1886- su importancia fue realmente mucho menor, porque carecían prácticamente de todo respaldo civil, en un sistema político estable. En círculos diplomáticos estas sublevaciones fueron consideradas empresas que perseguían objetivos particulares -de promoción militar, de política exterior o de enriquecimiento en la Bolsa- más que políticos. En efecto, conforme la monarquía alfonsina se fue asentando, vencidas las guerras carlista y colonial, los republicanos comenzaron a abandonar el retraimiento. En 1879, con ocasión de las segundas elecciones generales, Castelar y Martos, al frente de los partidos posibilista y progresista, firmaron una coalición electoral con el partido constitucional de Sagasta -lo que da idea, por otra parte, de que el régimen estaba lejos del amplio consenso que lograría más tarde- llegando a conseguir los republicanos 16 actas de diputado. En 1880, Cristino Martos -que, en febrero de 1873, había dirigido a los radicales que se integraron en la I República- fue el promotor del partido democrático progresista, al que pretendía convertir en la gran organización republicana unitaria.
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Mientras el frente islámico del siglo XIII se debatía en luchas internas de varias familias musulmanas por heredar y resucitar lo que quedaba de al-Andalus, dos potencias cristianas en la Península Ibérica se disputaban las influencias y los derechos de conquista sobre los reinos surgidos de la atomización musulmana, porque significaban cuantiosos ingresos generados por el pago de las parias y por el botín logrado en las razias. Por un lado, la Corona de Aragón, formada a finales del siglo XII por la unión del reino de Aragón y el condado de Barcelona y, por el otro, el reino castellano-leonés, unificado en la persona de Fernando III el Santo en el año 1230.La Corona de Aragón y el reino de Castilla -a éste le faltaban setenta y nueve años para unirse a León- se habían repartido las zonas de influencia en el tratado de Tudillén ya en el año 1151, que, aunque no fue respetado en todas sus cláusulas, mostraba una tendencia, confirmada en el tratado de Cazorla (1179), y que tomó cuerpo en el siglo XIII: catalanes y aragoneses se reservaban las tierras de los reinos musulmanes de Valencia, Denia y Murcia mientras que Castilla se quedaba con la posibilidad de expandirse hacia el sur, hacia la Andalucía Bética, con una salida hacia el Mediterráneo. Según el tratado de Cazorla, pactado entre Alfonso II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla, el primero renunciaba a sus derechos en la conquista de los territorios situados más allá del puerto de Biar, o sea al reino de Murcia, y conservaba sus derechos sobre Valencia, Játiva y Denia, mientras que Castilla se adjudicaba el derecho de controlar el reino murciano además de la Andalucía occidental. Hubo que esperar hasta el año 1244, para que Jaime I de Aragón y el infante Alfonso de Castilla (futuro Alfonso X el Sabio), en el tratado de Almizra, acordaran definitivamente los límites entre sus dos reinos.Los elementos que favorecieron el avance cristiano contra lo que quedaba de al-Andalus fueron varios y comenzaron a fraguarse a partir del siglo X. Por un lado, el crecimiento demográfico, en auge en toda Europa, permitió mantener los territorios conquistados por la fuerza de las armas gracias al asentamiento de nuevos pobladores, a quienes se les entregaban parcelas de pequeño tamaño (heredad) a cambio de la obligación de residir en ellas y pagar los correspondientes pechos. Como medida de atracción adicional, se concedían fueros a las diversas localidades.Por otro, el avance técnico que experimentaron las artes de la guerra puso en manos de los cristianos los medios adecuados para enfrentarse con las densas poblaciones andalusíes, protegidas por ciudades amuralladas que podían resistir largos asedios. Los ejércitos comenzaron a usar la caballería pesada en lugar de la ligera; se introdujeron los estribos, las espuelas y las herraduras; se modificó el sistema de tiro de los animales y se perfeccionaron las saetas, las ballestas y los castillos de madera para atacar las ciudades cercadas.El nacimiento de la ideología de la Reconquista jugó también un papel importante. La pugna con el Islam hizo surgir, primero desde más allá de los Pirineos (el concilio de Letrán de año 1215) y luego desde el interior la conciencia de que los monarcas cristianos de la Península Ibérica eran herederos de los visigodos y de que, como tales, tenían derecho a gobernar sobre el conjunto de las tierras de Hispania.Aparte de estos factores sociales, militares e ideológicos, las conquistas del siglo XIII tuvieron otro móvil fundamental a escala económica. El cobro de las parias de los pequeños reinos musulmanes, que minaba cada vez más a los musulmanes, reforzaba la economía cristiana y constituía un elemento básico en la financiación y movilización de toda la maquinaria bélica que se puso a disposición de los monarcas cristianos para desarrollar las campañas de conquista. Hay que señalar, además, que el nacimiento de las órdenes militares en la segunda mitad del siglo XII favoreció la acción bélica, el mantenimiento del espíritu de cruzada y la posterior repoblación de las tierras andalusíes. En la zona castellano-leonesa destacaron las órdenes de Calatrava, Santiago y Alcántara y en la Corona de Aragón, las del Hospital, del Temple y del Santo Sepulcro.Una movilización casi generalizada en la Península Ibérica anunciaba, en el primer tercio del siglo XIII, el gran avance cristiano: Sancho II de Portugal había ocupado Elvas en 1226; Alfonso IX de León había conquistado Cáceres (1227) y Badajoz (1230) y las tropas de Pedro II de Aragón habían ocupado Ademuz y Castielfabib (al norte de la actual Valencia) en 1210 y Ubeda (1212) antes de su derrota y muerte en la batalla de Muret. Así que, con las zonas de influencia establecidas -Valencia y las islas Baleares por un lado y Andalucía Occidental y Murcia por otro- y un ambiente de entendimiento raramente conseguido antes, los reyes de las dos grandes potencias peninsulares, Fernando III de Castilla y León y Jaime I de Aragón se dispusieron a preparar las dos grandes oleadas conquistadoras cristianas, cada una con distintas motivaciones de arranque, y simultanearon sus acciones bélicas frente a un mismo enemigo. A finales del siglo XIII, sus empresas bélicas pondrán término a seis siglos de extensa presencia islámica en la Península Ibérica, reduciéndola al reino nazarí de Granada.
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La cuantificación de fuerzas militares enfrentadas es relativamente problemática, y mucho más evaluar su verdadero alcance al tener que conjugarlo con la calidad del personal y del material. Es normal que cada bando trate de aminorar su aportación y exagerar la del enemigo para realizar su victoria o disculpar su derrota. Argumento que también es aplicable a las pérdidas, cuando se disminuyen las propias y se engrandecen las contrarias. Los datos aplicables ahora pueden variar según las fuentes. Los que vamos a utilizar son los comúnmente aceptados. Las fuerzas acumuladas para la invasión eran 154 divisiones que sumaban en conjunto 3.350 tanques y 2.000 aviones. A estas fuerzas germanas hay que añadir las tropas aliadas: 29 divisiones (16 finlandesas, 13 rumanas) y 16 brigadas (tres finlandesas, nueve rumanas y cuatro húngaras). Los ejércitos de invasión incluían 19 divisiones blindadas y 13 motorizadas. Enfrente disponían los soviéticos del 54 por 100 de su potencial militar humano, con 170 divisiones alineadas en tres escalones: el primero comprendía 56 divisiones y dos brigadas en una profundidad de 50 kilómetros; el segundo, ente 50 y 100 kilómetros de frontera, albergaba la totalidad de las divisiones blindadas, el tercero distante entre 150 y 400 kilómetros, concentraba las reservas. Era un frente de 3.375 kilómetros, del Ártico al mar Negro. La historiografía soviética sigue insistiendo en la superioridad numérica de los alemanes, especialmente en material pesado, exagerando la contribución de los satélites. Esto es desmentido por los estudios occidentales, que adjudican al Ejército Rojo una fuerza equivalente, si no superior, en infantería y decisivamente superior en tanques y aviones. El erudito John Erickson, comparando fuentes de ambos lados, estima la superioridad rusa en el frente de siete a uno en tanques y de cinco a uno en aviones, contraste que pierde todo significado comprobando lo anticuado del Ejercito soviético, sobrecogedor a veces. Aparte la experiencia y la calidad, los alemanes iban a mostrase físicamente superiores a lo largo de los ejes de su ataque, a lo que hay que añadir la sorpresa. Dato curioso es que Hitler dejó 46 divisiones para cubrir la costa atlántica (además de dos en Libia y siete en los Balcanes) ante unos ingleses que apenas podían llevar a cabo acciones de comando, a diferencia de las campañas de Polonia y Francia, en las que dejó un mínimo de cobertura en la retaguardia. Por su parte la URSS, como consecuencia de su pacto con el III Reich y su ulterior desarrollo, adelantó sus fronteras entre 200 y 350 kilómetros, incorporando 463.000 kilómetros cuadrados y 23 millones de habitantes. Luego, en vez de mantener la vieja línea defensiva, línea Stalin, procedió a desmantelarla sin llegar a acabar la nueva por razones de tiempo.
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La pared estrecha de la sala que albergaba el Friso Beethoven estaba ocupada por Las fuerzas hostiles contra las que debía luchar el caballero armado del Anhelo de felicidad. El catálogo de la XIV Exposición de la Secession describe así la escena: "El gigante Tifeo, contra el que hasta los dioses lucharon siempre en vano; sus hijas, las tres gorgonas. La enfermedad, la locura, la muerte. La sensualidad y la lascivia, la incontinencia. La tristeza lacerante. Los anhelos y las esperanzas de la humanidad vuelan sobre ellos". En efecto, el gigante Tifeo con rasgos de simio ocupa buena parte de la composición. Es la única figura "masculina" de la escena; a su lado observamos a las tres gorgonas desnudas y cubiertos sus cabellos con serpientes. Sobre ellas se situarían la Enfermedad, la Locura y la Muerte, simbolizadas como caras femeninas deformadas. En la zona de la derecha encontramos a la Lujuria -interpretada como una "femme fatale" que dirige su sensual mirada al espectador-, la Impudicia y la Incontinencia, representada ésta como una obesa mujer, con el torso desnudo, cubriéndose las caderas y las piernas con una rica falda de color azul y adornos dorados. Un poco apartada se sitúa la figura de la tristeza lacerante, una mujer de largo cabello negro, cubierta con velos del mismo color.Será esta parte del Friso la que coseche más críticas por parte de la prensa y del público. Un periódico de Viena calificó la pintura de pornográfica y consideró que este trabajo era "apropiado para algunos locales subterráneos en los que se celebran orgías paganas, pero no para salas a las que los artistas se atreven a invitar a señoras honorables y a inocentes jovencitas". Las figuras femeninas desnudas provocaron diversas reacciones, recuperando el ambiente de enfrentamiento que se vivió con Medicina. Como bien dice Mariam Bisanz-Prakken "la visión utópica que Beethoven proclamaba en su Novena Sinfonía, la confraternidad universal de la humanidad liberada de sus sufrimientos, se oponía al caos y la perversidad de la moderna civilización y a las obligaciones impuestas desde arriba (Estado, Iglesia)... Con las fuerzas enemigas, Klimt pensaba también en aquellas fuerzas que entorpecían su propio desarrollo como artista".Estilísticamente, nos encontramos con una significativa renuncia de Klimt a la pintura naturalista, haciendo uso de un estilo gráfico tendente a la bidimensionalidad. Las líneas sinuosas, tan habituales en el Art-Nouveau, se adueñan del conjunto mientras que el decorativismo habitual en la pintura del maestro vienés -presente en este caso a través del oro- también es otro elemento digno de mención. El anhelo de felicidad encuentra su culminación en la poesía supone el momento definitivo de la temática que encierra el Friso.
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La política de César en Hispania se caracterizó por la creación y promoción de ciudades, en particular, de la provincia Ulterior. Fundó nueve colonias, cuatro municipios de derecho romano, siete de derecho latino y cinco núcleos llevan el título de oppidum civium romanorum. Se documentan así mismo 26 ciudades denominadas con un cognomen indicativo de la concesión de derecho de ciudadanía, aunque se desconoce el tipo de estatus alcanzado. Son apelativos relacionados con la gens Iulia o cognomina propios de ciudadanos de colonias cesarianas. De la mayoría de estos enclaves, para cuya relación concreta remitimos al estudio reciente de A. Marín Díaz, apenas se puede decir nada sobre su urbanismo fundacional, si bien casi todos ellos llegan posteriormente a definirse como ciudades romanas integrales entre Augusto y los Flavios. Tal sería el caso de las colonias de Cartago Nova, Hispalis (Sevilla), Tarraco, Itálica, Urso (Osuna), etc. Estudios recientes de J. M. Campos sobre Híspalis permiten hoy día vislumbrar los rasgos urbanísticos de este asentamiento en época republicana. La ciudad se configuró al estilo romano en la segunda mitad del siglo II a. C. Presentaba planta rectangular circundada de muralla, con dos calles principales (cardo y decumanus maximus) de las que se originaban otras secundarias. El Foro se ubicaba en el cruce de las calles principales donde se han localizado los restos de un templo en la calle Mármoles (que fue reconstruido más adelante en tiempos de Adriano) y otras edificaciones datadas en el siglo II a. C. que perduraron hasta el siglo I a. C. y quizá alguna podría corresponder a una basílica. La ciudad republicana quedó enmascarada por la de época imperial, momento éste en que se levanta otro foro en la zona de la Alfalfa. También se ha podido documentar el trazado de Baetulo (Badalona). Las investigaciones de Guitart indican que, en torno al año 100 a. C., se fundó una ciudad de planta rectangular y traza ortogonal, con manzanas cuadradas separadas por calles de unos 5 m de ancho y con el foro situado en la parte central del hábitat. No obstante y como sucede en la mayoría de los casos, los restos más relevantes coresponden ya a la fase imperial de Baetulo hasta época flavia. De las colonias triunvirales, es decir, posteriores a los idus de marzo del año 44 a. C., cabe citar la Colonia Victris Iulia Lepida (Velilla del Ebro, Zaragoza) fundada por Lépido sobre un oppidum ilergete, y Norba Caesarina (Cáceres) fundada por Norbano Flaco. Las excavaciones de M. Beltrán en la Colonia Lépida, que adoptó después el topónimo indígena de Celsa, ponen de relieve la enorme importancia de este enclave tardorrepublicano que entrará en recesión al fundar Caesaraugusta y se abandonará en época claudia. De su urbanismo se han documentado una serie de calles con varias insulae pero nada sabemos de la estructura de las áreas públicas de la ciudad. Antonio Marín Díaz considera plausible que otras ciudades romanas, como Calagurris (Calahorra) y Saguntum (Sagunto), adquirieran en este periodo triunviral el carácter de "municipium civium romanorum". Excavaciones recientes en Saguntum dirigidas por C. Aranegui, permiten comprender en la actualidad la reordenación urbana que sufrió la ibérica Arse, aliada de Roma. La fase antigua de la ciudad, ubicada en la Plaza de Armas del Castell saguntino, presentaba un foro presidido por un templo capitolino de triple cella, que será respetado en el momento de la reestructuración augustea.
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Ya se indicó en su momento cómo los intradoses acogían las genealogías de Jesús según Mateo y Lucas en un orden que, respectivamente, iba de norte a sur y de sur a norte de la sala capitular, hasta encontrarse las dos. La voluntad de representar las dos versiones es clara por parte del autor, por cuanto los setenta espacios reservados bien se cubrirían con Lucas y aún sobrarían cinco ascendientes. La justificación se encuentra en el distinto significado que se dio a una y otra versión que, además, está reflejado en las características formales de los representados. En este sentido, cabe recordar que Mateo comienza por Abraham, el viejo patriarca que primero recibió las promesas mesiánicas, siendo incontestable la disparidad de criterio con Lucas hasta llegar a David en lectura inversa. Siempre se ha justificado esta falta de acuerdo en el hecho de que la genealogía de Mateo representaba la profética, la real, es decir, la legal y dinástica. De ahí que los reyes reflejados en esta serie de Sijena, como David y Salomón, lo hagan como tales y con todos los atributos de su condición. La genealogía de Lucas, por el contrario, representa la que va de hijos a padres en una sucesión natural hasta el mismo Adán, lo que viene a significar toda la humanidad bajo esta condición, de ahí que David en esta serie se muestre como un personaje veterotestamentario, cubierto con una túnica y despojado de su condición de monarca para resaltar la de hombre al margen de cualquier valor dinástico. Así pues, de este modo se justifica la presencia de las dos genealogías a través de las cuales se abarca lo legal y natural abrazando las dos versiones del Nuevo Testamento, hecho que no resulta frecuente, pues se opta por una u otra serie. En este sentido cabe recordar, entre otros, un manuscrito del Trinity College (53, fol. 7 v.°) de hacia 1140 y procedente de la abadía de Winchcombe, en cuya inicial L se deja ver a Mateo escribiendo y rodeado por una serie de retratos bajo arcos en los que los reyes aparecen como tales. Es significativo, por otro lado, cómo la fórmula de representación de bustos en Sijena no es inhabitual, pues el códice anterior es básicamente lo mismo, como también la Biblia Merseburg (Domstiftsbib. Cod. 1, fol. 9 v°) de hacia 1200 y procedencia centroeuropea, siendo infrecuentes sin embargo las figuras de los hijos acompañando a los padres.
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Ya quedó señalado que en los intradoses de los cinco arcos se representan los bustos de setenta antepasados de Cristo y que significan en toda la narración de la sala el punto de unión entre el Antiguo y Nuevo Testamentos. En el primer arco del norte se inician las genealogías según el evangelista Mateo (1, 1-17), que parte de Abraham y que alcanza hasta 40 el número de predecesores, si bien en Sijena son 28 los acompañados de sus hijos y el término "autem genuit" de acuerdo con el texto evangélico. En el primer arco del muro sur se inicia la genealogía de Jesús según Lucas (3, 23-38), que ya en el Evangelio parte del mismo Cristo y alcanza a Adán, es decir, a la inversa que Mateo y hasta el primer hombre. De los 75 del texto bíblico se pintan 33 en solitario y con el término "qui fuit" junto a su nombre. Como ya se apuntó, una serie y otra corren desde el norte y el sur hasta confluir en las arcadas centrales.
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Adolf Hitler lo ordenaba todo, lo vigilaba todo, lo controlaba todo y allí donde no entendía nada, improvisaba y su intuición era mantenida por encima de cualquier opinión por sensata y razonada que fuera. Mientras el Führer seguía con inquietud la marcha de las operaciones en Francia y las difíciles negociaciones con Finlandia, se ocupaba de labrar la ruina de su Grupo de Ejércitos Centro, que a las órdenes del general Busch -sustituto cinco meses antes de von Kluge- guarnecía un amplio frente de más de 700 kilómetros que comenzaba al norte de Vitebsk y descendía hasta Kovel. Las líneas de Busch entre Vitebsk y Mozyr, defendidas por los ejércitos III Panzer (Reinhardt), IV (Heinrici) y IX (Jordan), componían un saliente sobre Bielorrusia, residuo de los embates sufridos por el frente alemán en la última primavera. Según todas las informaciones recogidas por el servicio de espionaje (Gehlen) y según delataban las observaciones aéreas, los soviéticos se aprestaban a atacar justamente sobre ese gran saliente. Hitler, sin embargo tuvo la intuición de que era un simple amago para caer más al sur, sobre el Grupo de Ejércitos de Ucrania Norte (Model), con objeto de penetrar en Europa Central por Hungría y de ocupar los Balcanes... Nada ni nadie pudo hacerle cambiar de opinión, ni siquiera cuando la ofensiva llevaba 4 días en marcha y parte de los ejércitos alemanes de Busch habían sido arrollados... pero no adelantemos acontecimientos. Las disposiciones tomadas por los soviéticos para este ataque debieron ser bastante visibles por la cantidad de fuerzas que tomaron parte. El Ejército de Stalin, nuevamente reorganizado, tenía frente a las líneas del Grupo de Ejércitos Centro al Primer Frente del Báltico (Bagramyan), Tercer Frente de Rusia Blanca (Cherniakovsky), Segundo Frente de Rusia Blanca (Shakarov) y Primer Frente de Rusia Blanca (Rokossovsky), los dos primeros bajo la coordinación general del mariscal Vassilevsky y los otros dos bajo el control de mariscal Zhukov. Sus efectivos eran impresionantes: 166 divisiones de infantería, mas de 30.000 cañones morteros o lanzadores de cohetes, 6.000 tanques o cañones de asalto, cerca de 6.000 aviones. La infantería sumaba cerca de dos millones de hombres. La embestida de esa formidable fuerza iba a caer sobre 4 ejércitos alemanes: los tres ya mencionados y el II (Weiss), situado en el sur de este frente, entre Mozyr y Kovel. Hasta bien poco antes del ataque contaba el general Busch con 45 divisiones (39 de infantería y 6 panzer), pero la intuición de Hitler le obligó a ceder 6 divisiones de infantería y dos blindadas a Model. En resumidas cuentas, cuando el 22 de junio rompieron el fuego más de 5.000 cañones en la zona de Vitebsk, Busch contaba con 37 divisiones de infantería y 6 de carros, debiendo batirse en una inmensa inferioridad de 1-3 en hombres, de 1 a 7 en carros y de 1 a 50 aviones (7). Los temores de los generales alemanes en esta zona estaban, pues, bien justificados cuando pedían una rápida retirada de Vitebsk y un repliegue hacia los ríos Dnieper y Beretsina, que hubiera acortado mucho su frente y dejado sin objeto al poderoso y evidente despliegue soviético. Berlín no quiso escucharles. Vitebsk se conservaría como una ciudad fortaleza, debiendo resistir hasta el último hombre (8) y de retirada a zonas más seguras, ni hablar. El general Jordan tuvo que escuchar de Hitler: "otro general que mira siempre hacia atrás". La situación era muy inquietante en la enorme zona geográfica cubierta por el Grupo de Ejércitos Centro. A los evidentes preparativos que detectaban en las líneas soviéticas se unía la ofensiva guerrillera (9) que les había martirizado durante todo el año, pero que se volvió terrible a partir del día 19 de junio. En la retaguardia de los 700 kilómetros que cubrían los ejércitos de Busch, se notificaron en 3 días cerca de nueve mil sabotajes, ataques, cortes de carreteras, voladuras etc. Los alemanes no podían pegar el ojo durante la noche pensando en lo que tenían enfrente y temiendo a lo que se movía detrás... Efectivamente, la intensificación de las acciones guerrilleras preludiaba la gran ofensiva soviética de verano, cumplida revancha justo en el tercer aniversario de la Operación Barbarroja, el ataque alemán a la URSS. El 22 de junio abrieron las operaciones los ejércitos de Bagramian y Cherniakovsky, que rompieron el frente alemán en 48 horas de durísimos combates y comenzaron a montar el cerco de Vitebsk. Hitler se negó a permitir el repliegue y cuando, convencido por la evidencia de su disparate, dio la orden de retirada, ya era tarde. Así perdió las cinco divisiones del 53.° Cuerpo de Ejército, cuyo jefe, Gollwitzer se rindió en compañía de dos centenares de hombres, heridos en su mayor parte. La pérdida de esas tropas abrió un agujero de más de 40 kilómetros en el dispositivo de Busch, permitiendo que Bagramian y Cherniakovsky se dirigieran como flechas hacia Minsk, la antigua ciudad lituana, en las fronteras con Polonia. Todo lo que tenían enfrente eran los restos del III Ejército acorazado de Reinhardt: tres divisiones con menos de cien tanques y 70 cañones. Pero el desastre alcanzaba otros puntos de la zona central alemana. Rokossovsky atacó al IX Ejército por el norte y el sur, cercándole en dos días de lucha. El 29 de junio reducían los soviéticos la zona principal de la bolsa, capturando 16.000 prisioneros y enterrando 18.000 cadáveres. Este mismo día -muestra evidente de que eran completamente inútiles las "ciudades fortaleza"- las vanguardias acorazadas de Rokossovsky alcanzaban Ossipovich, a más de 100 kilómetros del punto de partida, y formaban la pinza izquierda de la gran operación de cerco que se cernía sobre Minsk. En medio, Shakarov, rompió el frente entre Orsha y Mogilev -otras dos ciudades fortaleza- y cercó ambas, convirtiendo a sus guarniciones en bolsas móviles, mientras se lanzaba también hacia Minsk, donde convergieron 4 ejércitos soviéticos el 3 de julio... pero ya para entonces Hitler había relevado del mando a todos sus generales derrotados. Busch era sustituido por Model, de nuevo utilizado como apaga-fuegos, que se hacía cargo de dos grupos de ejércitos. Tippelkirch se ponía al frente del IV Ejército (10), von Vormann, del IX... Model pidió inmediatamente una serie de retiradas para acortar las líneas y reunir una masa de maniobra capaz de parar la cuña soviética que progresaba hacia el oeste a partir de Minsk y cubrir el enorme hueco de casi 300 kilómetros que se había producido en el centro de sus líneas. Hitler no cedió. El 6 de julio, en la reunión que denegó las retiradas propuestas por Model, pidió al general Heusinger detalles sobre las pérdidas en esas dos semanas de lucha. Respondió el general: "entre 12 y 15 divisiones están cercadas, pero las pérdidas totales rebasarán las 28 divisiones". Eso equivalía a 350.000 hombres, a los que hay que añadir gran cantidad de material: 215 carros de combate y 1.300 cañones. No se desplomó Hitler ante las aterradoras noticias, ni nadie le oyó jamás una disculpa o la más leve alusión a sus tremendos errores. Ese mismo día ordenó la formación urgente de 15 nuevas divisiones de infantería, para lo cual la Marina, la Luftwaffe, las SS y la industria deberían entregar efectivos. El ministro de Armamento, Speer, debía ceder 50.000 hombres jóvenes de sus fábricas, aunque fueran especialistas, y ordenar un plan de emergencia a las industrias de armamento para que construyeran el necesario equipo. Deberían formarse inmediatamente, también, una docena de brigadas, con unos 50 carros cada una... Ante el inminente peligro que se cernía sobre Prusia Oriental, Hitler ordenó que se movilizara a la población para levantar defensas que impidieran el paso al Ejército Rojo y se encuadrara a las milicias para que contribuyeran a la defensa... Y mientras en "La Guarida del Lobo" se adoptaban esas desesperadas medidas, cuatro Grupos de Ejércitos soviéticos seguían moviéndose hacia el oeste, penetrando por el enorme boquete abierto en el dispositivo alemán. Bagramian giró hacia el noroeste, amenazando al Grupo de Ejércitos Norte, con la clara intención de llegar al Báltico (11); Cherniakovsky penetró en Lituania y avanzó hacia las fronteras de Prusia Oriental; Shakarov acompañaba ese movimiento más a la izquierda, en dirección Grodno-Bialystok, con el propósito de caer sobre Varsovia por el norte; Rokossovsky se dirigió en línea recta hacia la capital polaca, pasando previamente por Brest-Litovsk... A un ritmo superior a los 15 kilómetros de avance medio diario, los soviéticos alcanzaban los arrabales de Varsovia y la frontera de Prusia en los primeros días de agosto, habiendo cubierto en algunos puntos hasta 600 kilómetros en 7 semanas de lucha. (12)
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En 1925, el asiriólogo checo B. Hrozny descubrió junto a la aldea y colina de Kültepe, en la Anatolia Central, una antigua ciudad cabeza de un pequeño Estado, Kanis, donde a comienzos del II milenio, gentes de Asiria habían instalado la sede central de una verdadera y amplia red de colonias y delegaciones comerciales que llamaban "karu". Gracias a sus archivos conocemos hoy no poco de la historia y la sociedad anatólica del momento. Por ejemplo, por medio de las cartas del Karum sabemos que la región estaba dividida en múltiples y pequeños Estados, 46 de los cuales aparecen citados con frecuencia. Mas si políticamente no todos eran iguales -los asirios distinguían entre los monarcas indígenas a unos pocos grandes príncipes (ruba'um) y reyes (sarrum)-, en su cultura material y en sus modos de vida eran muy semejantes, dueños también de unas formas artísticas, propias fruto de la herencia y la prosperidad general. Porque nada avala que los comerciantes asirios jugaran papel alguno en el nuevo arte. De hecho y como dice K. Bittel, las gentes de Assur vivían sólo por y para los negocios. Incluso habitaban en casas del país y utilizaban objetos puramente anatolios. El arte de Kanis y de las otras ciudades-estado de entonces tiene para nosotros un significado: el del instante de la madurez. Desde el comienzo hemos ido siguiendo el hilo continuo demandado por H. Frankfort, una tradición ininterrumpida en mi opinión y que en Kanis, puesto de manifiesto en la cerámica o la arquitectura, anuncia -como sentencia E. Akurgal- el arte de los hititas presentes ya en la misma ciudad. La arquitectura de Kanis -formada por la ciudadela, la ciudad fortificada y la ciudad baja, sede del karum y dotada de murallas también- presenta un plano entre ovalado y circular, con un dédalo intrincado de callejuelas de las que algunas convergerían en la ciudadela, semejante en todo a lo que sabemos de otras ciudades de relieve como Alisar o Acemhöyük. A una ya vieja tradición pertenecían las ciudades, que luego veremos en el mundo hitita o luvio-arameo. Y en un continuum sin ruptura se inscriben las técnicas de construcción de la época, con el empleo de la piedra, el adobe y la madera. Los resultados de las excavaciones practicadas por B. Hrozny y los arqueólogos turcos encabezados por N. Özgüc, en Kanis atribuyeron a la época del karum cuatro niveles en la colina y otros tantos en la ciudad baja. Todos ellos nos han proporcionado la imagen de una arquitectura que, en lo doméstico, resulta plenamente anatolia incluso en la sede comercial asiria. Pero como en tantas ocasiones, las edificaciones palaciales resultan más orientativas del gran arte. Así, el llamado palacio de Warsama, rey de Kanis en torno a la segunda mitad del siglo XVIII, cuya distribución de salas y patios recuerda, en opinión de K. Bittel, a la posterior arquitectura monumental hitita. Sobre la colina también sería descubierto un curioso edificio de tres salas pavimentadas con losas de piedra, y cuyas cuatro esquinas exteriores estaban formadas por otras tantas torres. Considerado inicialmente como un edificio religioso u oficial, la verdad es que ni su estado ni los hallazgos habidos permiten asegurar su función. Pero donde el espíritu de la época se hace más perceptible es en el campo mejor conservado de las artes figurativas. En el museo de Ankara, que posee la más rica colección de cerámicas usadas en el Kanis del karum, podemos estudiar las tradicionales cerámicas pintadas, las llamadas capadocias -realizadas a mano, con engobe rojizo pulimentado y decoración pintada geométrica en negro- y las más bellas y finas realizadas a torno y decoradas con un simple y excelente engobe rojo pulimentado, cuyas formas sofisticadas -jarras de pico peculiar, teteras, grandes recipientes con pie y asas múltiples, trípodes- y calidad técnica, las hacen de improbable empleo cotidiano. Dentro de una tradición ya conocida y como anuncio de lo que sería común en época hitita, debernos situar los bellos "rytha" sobre cabezas de toros, cameros y otros animales, muy populares en la meseta pero cuyos mejores ejemplos se hallarían en Kanis. Son destacables también los recipientes teriomorfos, verdaderas estatuillas huecas de animales echados o afirmados sobre sus cuatro patas, pintados, con las fauces abiertas y la lengua colgante -como los leones del futuro luvio-arameo- y un gollete sobre el lomo. Según E. Akurgal, estos vasos servían para realizar libaciones religiosas, y sus formas son tan cuidadas y peculiares que en el mismo Kanis podría identificarse la obra de un artista. Entre los habitantes de la ciudad tuvieron gran aceptación unas figuritas de dioses protectores realizadas en plomo fundido con ayuda de moldes. Las pequeñas imágenes son muy sumarias, planas, de pequeño tamaño -entre 4 y 6 cm tan sólo- y acaso sus moldes tallados en piedras duras resultan a veces más atractivos que las figuritas mismas, pues aquellos los suponemos trabajados en los talleres de los primeros artesanos de la glíptica anatolia que en Kanis comenzó a desarrollar un estilo local -estudiado por N. Özgüc-, que suele llenar todo el campo disponible con figuras o símbolos del más variado tipo. La estatuaria de pequeño tamaño dejó algunas figuritas de marfil, como la célebre diosa de la fecundidad cuya anatomía y postura entronca con la tradición anatolia. Según K. Bittel, los marfiles anatolios son tributarios de modelos sirios y, de hecho, en no pocos resulta evidente, como en los hallados en Acemhöyük y Alaca, por ejemplo. Pero la estatuilla de la diosa de Kanis, con un tocado conocido después en el mundo hitita, se me antoja más dentro del mundo cultural de Anatolia.
contexto
Mientras estaba ocurriendo en el marco castellano la rebelión comunera, se desarrollaba paralelamente la revuelta de los agermanados valencianos. La protesta de los artesanos de los gremios de Valencia contra los elementos aristocráticos (nobleza y grandes mercaderes) que dirigían el gobierno local y controlaban las principales actividades de los intercambios, influida la queja por el mal gobierno y la escasa representatividad del organismo municipal, propiciada además por la difícil coyuntura económica del momento (inflación, crisis de subsistencias), tuvo sin embargo una dimensión social muy particular, con características propias, y una evolución bien distinta al movimiento de las Comunidades. En principio la cronología que se le puede aplicar es muy imprecisa en cuanto a sus límites, ya que surgen serias dudas a la hora de establecer con fechas concretas su comienzo y su final, no por desconocimiento de cuándo transcurrieron los acontecimientos sino porque éstos se desarrollaron inicialmente dentro de la legalidad, contando incluso con la aprobación real (ratificación por el monarca del permiso de armarse los gremios, en noviembre de 1519, ante el peligro de un ataque por mar de la piratería berberisca); continuaron con manifestaciones públicas del potencial de los descontentos (alarde militar de todos los gremios en febrero de 1520), consiguiéndose por lo demás sin apenas violencia algunos objetivos, a saber, una mayor presencia municipal, favorecida por la huida de la nobleza de la ciudad a raíz de conocerse, en el verano de 1519, la existencia de un brote de peste, y más representatividad, gracias sobre todo a las elecciones de jurados que por el nuevo sistema se celebraron en mayo de 1520, mediante las cuales salieron elegidos dos representantes gremiales, todo ello ocurrido sin que hubiera una declaración explícita de enfrentamiento bélico. A finales de mayo de 1520 la situación se radicalizó por los motines populares que se dieron, merced a los cuales se liberaron presos de las cárceles y se asaltaron las casas de las autoridades. La contestación artesanal, de las clases medias y populares fue tomando unos perfiles nítidos por las formulaciones programáticas de los líderes que habían ido surgiendo, especialmente del moderado Joan Llorens, uno de los cabecillas artesanos destacados. La reacción del rey, más interesado en su coronación imperial que se iba a producir en Aquisgrán que por los problemas internos del no muy extenso Reino valenciano, llegó en forma de prohibición a los gremios de que tuvieran y usaran armas, orden que lógicamente nadie iba a tener en cuenta, tanto más cuando se produjo la muerte de Llorens a finales de junio de 1520, pasando la revuelta a ser encabezada por otros dirigentes extremistas que la precipitaron hacia un mayor radicalismo revolucionario. Poco a poco el movimiento insurgente se fue extendiendo por la huerta valenciana, adquiriendo un claro matiz antinobiliario que se concretaba en el campo por el levantamiento campesino contra el régimen señorial. El año 1521 fue pródigo en sucesos relevantes, alcanzándose en su transcurso el momento álgido de la protesta, el estallido de la guerra propiamente dicha y la derrota primera de la causa agermanada. La dirección de los sectores radicales amotinados llegó a decretar la supresión del pago de los impuestos en el mes de febrero (medida que luego se revocaría), produciéndose meses después saqueos de propiedades de los caballeros y el incendio del arrabal de la morería. Precisamente iban a ser los moriscos víctimas inocentes de la lucha de los agermanados contra los señores territoriales, descargándose sobre ellos una violencia desmesurada acompañada del bautismo forzado a que se vieron sometidos tras ser acusados de infieles y aliados de la nobleza. En pleno conflicto bélico las fuerzas agermanadas, lideradas por el radical Vicenç Peris, obtuvieron algunos éxitos frente a las tropas del virrey, pero en septiembre de 1521 se produjo la derrota de Peris en Sagunto, que marcaba el principio del fin, aunque posteriormente en la primavera de 1522 se diera un rebrote de la subversión popular, esta vez gracias a la aparición de un extraño personaje, el Encubierto, que no tardaría en ser asesinado, acabándose definitivamente con su muerte la insurrección agermanada. La represión de las autoridades y de los grupos privilegiados no se hizo esperar, fomentándose una especie de terror blanco que se dejaría sentir de forma intermitente a lo largo de varios años. Sin embargo, las represalias oficiales tras el fracaso de la rebelión no produjeron un elevado número de penas de muerte ni de castigos físicos; fueron sobre todo de tipo económico, realizadas por medio de las confiscaciones de bienes a muchos agermanados, de multas a lugares que habían apoyado la revuelta y a todos los gremios que en ella habían intervenido, imponiéndose también bastantes a individuos concretos. Tras la pacificación, Germana de Foix fue nombrada virreina en marzo de 1523, dándose a comienzos de 1524 un nuevo pregón contra los agermanados, seguido por la continuidad de las persecuciones, prueba de que la revuelta no se daba aún por superada. Hasta mayo de 1528 no se obtuvo el perdón general del rey, fecha muy tardía si se tiene en cuenta lo lejos que quedaba ya la derrota de los amotinados. Al igual que había ocurrido en Castilla con los comuneros, las aspiraciones de los agermanados valencianos, que fueron en su gran mayoría maestros artesanos y labradores, no se vieron cumplidas, volviéndose al anterior estado de cosas. También en el Reino de Valencia quedó afirmada la autoridad real, esta vez por medio del virrey, y robustecido el poder de la nobleza. El levantamiento agermanado había traído consigo unos años de fuerte inestabilidad social y política, muchas muertes en los campos de batalla, una persecución de los moriscos y una represión intermitente y duradera, factores que causaron grandes perturbaciones en la organización social valenciana. Parecidas consecuencias se dejaron sentir en las vecinas islas Baleares al extenderse la rebelión antiseñorial y contra la oligarquía municipal por tierras mallorquinas. Las luchas sociales fueron allí todavía más intensas, al igual que lo fue la represión contra los sublevados una vez que se puso fin a la revuelta por las tropas reales y las fuerzas nobiliarias. Se terminaba así el período revolucionario que había sacudido a los reinos hispanos en los años iniciales del reinado de Carlos I. A continuación se abrió una nueva y larga etapa que se caracterizaría por la ausencia de conflictos significativos en el interior del territorio peninsular hispano. Asentada la Monarquía de tendencia absolutista, confirmado el predominio de la nobleza, encauzadas las reivindicaciones urbanas y de los grupos burgueses y sometido el campesinado, los años venideros contemplarían una situación de orden, paz y estabilidad que permitió volcar hacia el exterior todo el dinamismo de que era capaz la España de los primeros tiempos modernos.