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Rango

Restauración

Desarrollo


El éxito de la fórmula canovista fue también consecuencia de la debilidad de los grupos políticos que, por sus principios, eran opuestos a la misma: republicanos y carlistas. Ambos colectivos, tras sus fracasos políticos y militares, bastante tuvieron con enfrentarse al problema de la supervivencia, en un sistema que comenzó por declararles fuera de la ley. Impotencia, sensación de derrota y situación de clandestinidad también eran compartidas por el movimiento obrero, de carácter anarquista, que había sobrevivido a la disolución de la I Internacional, y que había experimentado una fuerte represión durante todo el año 1874, a raíz del golpe de Estado de Pavía. Por otra parte, la organización obrera marxista era minúscula. El gran partido republicano del sexenio democrático, el Federal, comenzó a desintegrarse a raíz de la intervención del general Pavía en el Congreso, el 3 de enero de 1874. Castelar se apartó explícitamente del mismo, renegando del federalismo. Dentro del partido, Pi y Margall, Figueras y Salmerón se hallaban enfrentados por cuestiones tácticas, ideológicas y personales. Al margen del mismo, Ruiz Zorrilla, desde su regreso a España, trató inútilmente de recomponer la unidad sobre nuevas bases. Alejados del poder, los republicanos se encontraban seriamente debilitados cuando se produjo la Restauración.

La represión sobre los derechos de reunión, asociación y libertad de expresión que, de forma selectiva, fue ejercida durante los primeros años del nuevo régimen, acentuó todavía más la debilidad de los republicanos. Ruiz Zorrilla fue expulsado de España, a comienzos de 1875, tras mantener una reunión con 25 generales, estableciendo su residencia en París. Igualmente Salmerón abandonó el país, después de ser apartado de su cátedra en la Universidad madrileña, como consecuencia de la política del ministro Orovio, fijando también su residencia en la capital francesa. Entre ambos se inició entonces una colaboración en favor de la república unitaria, que habría de durar diez años, que se concretó en la fundación de un efímero partido reformista. Entre quienes permanecieron en España, prevaleció la tesis del retraimiento en las primeras elecciones legislativas celebradas en 1876, con excepción de Castelar -que, con apoyo del gobierno, obtuvo una de las actas de Barcelona- y algunos más que se presentaron a título personal, llegando a reunir seis actas de diputado. A pesar de todo, todavía en 1877, Cánovas afirmaba que la monarquía pendía de un hilo y trató, infructuosamente, de suscribir un acuerdo con Alemania que fortaleciera la situación española frente a la amenaza revolucionaria, que consideraba gravísima si obtenía el suficiente apoyo de la Francia republicana.

Desde el exilio, Ruiz Zorrilla pretendía derrocar la monarquía mediante un pronunciamiento militar. Confiaba en llegar a comprometer a un número importante de jefes militares en España y a contar con una ayuda sustancial de los republicanos franceses, pero ninguna de las dos cosas se produjo en la medida necesaria para obtener el triunfo. En la actividad revolucionaria de los republicanos durante la Restauración cabe distinguir dos períodos de contenido y significación diferente: 1) hasta 1878, en que, retraídos en su mayoría de la vida política legal, llevaron a cabo una intensa labor subversiva -de carácter civil, al mismo tiempo que de propaganda entre los militares-; dicha acción no llegó a cuajar en ninguna demostración importante de fuerza por falta de unidad en la dirección y, sobre todo, por falta de apoyo en los altos mandos del Ejército; 2) a partir de 1879, a pesar de que fue entonces cuando tuvieron lugar las sublevaciones más destacadas -las de agosto de 1883, con intervención de parte de las guarniciones de Badajoz, Santo Domingo de la Calzada y la Seo de Urgel, y la del brigadier Villacampa, en Madrid, en 1886- su importancia fue realmente mucho menor, porque carecían prácticamente de todo respaldo civil, en un sistema político estable. En círculos diplomáticos estas sublevaciones fueron consideradas empresas que perseguían objetivos particulares -de promoción militar, de política exterior o de enriquecimiento en la Bolsa- más que políticos.

En efecto, conforme la monarquía alfonsina se fue asentando, vencidas las guerras carlista y colonial, los republicanos comenzaron a abandonar el retraimiento. En 1879, con ocasión de las segundas elecciones generales, Castelar y Martos, al frente de los partidos posibilista y progresista, firmaron una coalición electoral con el partido constitucional de Sagasta -lo que da idea, por otra parte, de que el régimen estaba lejos del amplio consenso que lograría más tarde- llegando a conseguir los republicanos 16 actas de diputado. En 1880, Cristino Martos -que, en febrero de 1873, había dirigido a los radicales que se integraron en la I República- fue el promotor del partido democrático progresista, al que pretendía convertir en la gran organización republicana unitaria.

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