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obra
Nos encontramos ante el primer cuadro de temática histórica de los realizados por Turner, teniendo el paisaje en todos ellos un papel determinante al seguir los dictados de Claudio de Lorena. Quizá la quinta plaga que sufrió Egipto, la peste, que aparece en el título del lienzo esté representada por los caballos muertos en primer plano mientras que en el fondo podemos apreciar la séptima de las plagas sufridas, la lluvia de granizo y fuego, cuyos versos del "Exodo" acompañaban a la escena en el momento de su presentación. Era habitual que Turner y los pintores que exhibían sus cuadros en la Royal Academy acompañaran sus trabajos con poesías, realizadas por ellos mismos o sacadas de los trabajos de los grandes poetas de la antigüedad o contemporáneos. Muy interesado por los fenómenos de la naturaleza, el maestro británico presenta el cielo amenazante, con unas nubes amarillentas y grises, iluminando la corte egipcia en la que destaca una pirámide para que identifiquemos el entorno con mayor facilidad. El efecto dramático que tanto gustaba a los primeros románticos está también presente en la composición, igual que esos colores oscuros que tanto eran del agrado de Turner en sus primeras obras -véase Claro de luna-. Las influencias en las que se inspira Turner para realizar esta obra habría que buscarlas en los paisajes de Poussin y Piranesi. Este lienzo fue colgado por su propietario, William Beckford, entre dos cuadros de Claudio de Lorena, poniéndose de moda el encargar cuadros a Turner para hacer juego con los trabajos de los maestros clásicos.
Personaje
Es difícil separar los límites entre la leyenda y la historia en el caso de "La Quintrala", nombre popular con el que es conocida Catalina de los Ríos y Lísperguer. En realidad su vida era casi desconocida hasta que el escritor Benjamín Mackenna Vicuña sacó su historia a la luz en 1877, con el libro "Los Lísperguer y la Quintrala". Desde entonces la imagen de La Quintrala es símbolo de mujer cruel, pero también para muchos su historia es la de una mujer rebelde, autónoma, que supo mantener su independencia en un mundo de hombres. Su familia era una de las más poderosas de Chile como consecuencia de la suma de muchas herencias, pues sus antepasados estaban entre los primeros conquistadores del Perú por ambas líneas. Los abuelos maternos de Catalina eran Pedro de Lísperguer, de origen bávaro, que había venido con las huestes de Pedro de Valdivia, y Águeda Flores, hija a su vez de Bartolomé Flores (según Vicuña Mackenna éste era también de ascendencia alemana) y de la cacica Elvira de Talagante, india araucana. La madre de Catalina, Catalina Lísperguer se casó con Gonzalo de los Ríos, un español emparentado también con los primeros conquistadores del Perú y pobladores de la provincia de Chile. Por tanto, la familia de los Ríos y Lísperguer poseía un gran número de tierras que recayeron sobre Catalina pues su única hermana, Águeda, murió joven. El carácter y personalidad de La Quintrala se forjaron en un ambiente tenso y violento. Su padre, antiguo alcalde de Santiago y poderoso propietario de haciendas, era muy odiado. Sobre su madre pendía la sospecha de haber intentado envenenar al gobernador Alonso de Ribera. Catalina se refugió en su abuela Águeda, quien según las leyendas la educó en las antiguas prácticas y hechicerías araucanas. Desde muy pronto se vertieron sobre ella numerosas acusaciones de las que siempre salió bien parada, favorecida por su fortuna y las influyentes relaciones familiares y sociales. Uno de los primeros crímenes que se le imputan, teniendo dieciocho años, es el asesinato de su propio padre, al envenenarlo con una cena preparada por ella misma. Alta, bella, de ojos verdes, se le atribuyen numerosos amantes a los que supuestamente asesinaba, haciendo recaer luego la culpa en sus criados o esclavos. Según estas mismas tradiciones, su abuela Águeda consiguió casarla en 1622 con un soldado de escasa fortuna, Alonso de Campofrío, con la esperanza de que el matrimonio la "domara". Sin embargo, su marido se hizo cómplice de sus crímenes. Por otra parte, Catalina prefirió vivir la mayor parte de su vida en el campo. Era habitual verla recorrer sus tierras a caballo junto a su marido, dirigiendo personalmente los trabajos agrícolas. Haciéndose eco de los innumerables rumores y sospechas sobre sus supuestos crímenes, la Real Audiencia inició una investigación secreta que tuvo como resultado el apresamiento de Catalina para ser juzgada en Santiago. El proceso tuvo lugar en 1660, pero como ya había ocurrido con su madre, finalmente quedó libre de cargos. Según opinión de muchos la sentencia favorable fue consecuencia de su fortuna y de las influencias familiares. En 1654 murió su marido y ella se retiró definitivamente a su hacienda. Murió allí en 1665 a la edad de 61 años, completamente sola. Fue enterrada con gran fasto en la catedral de Santiago de Chile, aunque no se sabe dónde está su tumba. En su testamento dejó una importante cantidad de dinero para que se ofrecieran 20.000 misas por la salvación de su alma, otra suma importante para celebrar misas por las almas de los esclavos muertos en sus propiedades, además de una fundación para el Cristo de Mayo con el objeto de que nunca dejara de celebrarse la procesión expiatoria cada 13 de mayo.