Con lo que ya se lleva sugerido se preguntará al lector en qué medida la Alhambra que hoy se visita coincide con la Alhambra de los sultanes nazaríes, o, lo que es lo mismo, si el estado actual de la Alhambra responde auténticamente a la Alhambra nazarí. La respuesta a esta cuestión inquietante no es sencilla, pero puede adelan tarse que la Alhambra, como cualquier otro conjunto monumental histórico, ha sufrido a lo largo del tiempo una transformación permanente, por lo que una breve alusión a la historia del monumento y su crítica de autenticidad resulta asimismo imprescindible para una correcta comprensión. Para comenzar es necesario anticipar que durante el período nazarí (1238-1492) el aspecto de la Alhambra varió considerablemente y ello no sólo porque los diferentes sultanes constructores iban modificando su apariencia con demoliciones y nuevas edificaciones, sino porque se pueden diferenciar tres conceptos distintos de edilicia a lo largo del período nazarí, que evolucionan progresivamente desde la arquitectura militar a la arquitectura palatina, como resultado de la evolución histórica del sultanato. Por ello se sistematiza esta aproximación a la comprensión de la Alhambra en tres epígrafes: la Alhambra del siglo XIII, sobria y fortificada, de carácter puramente defensivo y militar, edificada por el sultán fundador Muhammad I, que se localiza en la alcazaba y en el recinto amurallado; la Alhambra ambivalente del sultán Yusuf I, que respeta externamente el carácter de fortaleza en sus edificaciones, pero transforma los interiores de las torres en palacios y moradas de lujo (torre de la Cautiva, torreón de Comares); y finalmente la Alhambra del sultán Muhammad V, en la que se apuesta abiertamente por una arquitectura palatina y de representación. A la etapa nazarí de la Alhambra sucede a partir del 2 de enero de 1492 la etapa cristiana, que transformará profundamente el conjunto. Siguiendo el uso de la reconquista cristiana, los palacios nazaríes pasan a propiedad de la Corona, convirtiéndose en Casa Real (conocida como Casa Real Vieja a partir de la construcción del nuevo palacio renacentista del emperador Carlos V), la mezquita mayor se convierte en iglesia de Santa María, numerosos edificios se reparten entre la nobleza que había ayudado a la reconquista, nombrándose alcalde a don Iñigo López de Mendoza, conde de Tendilla y marqués de Mondéjar. No se trata, pues, sólo de los edificios de nueva planta mandados edificar por los reyes cristianos, en particular por el emperador Carlos V (la puerta de las Granadas, el pilar, el cuarto del Emperador, el palacio), a los que seguirán otros en el tiempo, sino de las numerosas transformaciones practicadas en los monumentos nazaríes, como es el caso de la galería occidental del patio de la acequia en el Generalife, ordenada por los Reyes Católicos, o toda la reforma del Baño Real, encargada por el emperador, que ha sido cuidadosamente analizada por Jesús Bermúdez. La Alhambra inicia, a la vez que un proceso de cambio, un no menos importante proceso de deterioro, ya denunciado en un informe del arquitecto Juan de Minjares, elevado al rey Felipe II hacia 1587, en el que se ponen de relieve los excesivos reparos que hay que realizar en los Cuartos de Comares y de Leones, causados por el abuso de las visitas que permiten la codicia de los alcaides. Pero con ser importantes estas modificaciones, que van detectando pacientemente los estudiosos con ayuda del valioso Archivo de la Alhambra, ha resultado más deformante para la comprensión del monumento, según ha denunciado el eminente arabista García Gómez, la costumbre cristiana de dividir el conjunto monumental, que tenía carácter unitario y global, en Cuartos o palacios (de ahí los palacios de Comares y de Leones), cuartelando lo que era uno en época nazarí. En definitiva, el uso cristiano de la Alhambra ha contribuido a deformar la comprensión del conjunto monumental, al considerar con carácter aislado e independiente lo que tenía una concepción unitaria. A todo este proceso de transformación del conjunto por los diversos usos a lo largo del tiempo hay que sumar las intervenciones restauracionistas y adornistas según la moda del siglo XIX, efectuadas por los Contreras, a las que ya se ha aludido anteriormente. El siglo XX, con la ayuda de los estudios históricos y filológicos efectuados, así como de las prospecciones, catas y excavaciones arqueológicas, intenta paulatinamente devolver al conjunto de la Alhambra y el Generalife una imagen más auténtica y más aproximada a la forma, función y significado primigenios. En este intento ha sido decisiva la actuación de Leopoldo Torres Balbás, no sólo por sus análisis y estudios sobre el conjunto, sino por su trabajo como arquitecto conservador entre los años 1923 y 1936. Torres Balbás frente a los criterios restauracionistas anteriores, ya muy suavizados en la actuación de Modesto Cendoya, se erige en defensor de la tesis conservacionista, es decir, de la teoría ecléctíca de la restauración conservadora y no mejoradora del monumento. Carlos Vilchez ha estudiado meticulosamente las obras y reparos realizadas por Torres Balbás; sus conclusiones le llevan a afirmar que gran parte de la Alhambra no se conservaría en pie sin el paso por ella de este arquitecto-investígador-pedagogo y que la Alhambra más auténtica desde el punto de vista histórico es la de Torres Balbás.
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El nombre de Alhambra deriva de al-Qala al-Hamra, el castillo rojo, sin duda por el color rojo de la arcilla del cerro de la Sabika en el que se asienta, arcilla utilizada en la construcción de sus muros. Aparece citada por vez primera en los textos árabes a fines del siglo IX, mencionada como una fortaleza en la que buscaron refugio los musulmanes perseguidos por los indígenas durante las revueltas del gobierno de Abd Allah (888-912), pero el castillo existiría ya con anterioridad. El siguiente paso en la vida de la Alhambra corresponde ya al siglo XI y de él tenemos noticias a través de las memorias de Abd Allah, el último rey de la dinastía zirí de Granada. Según la controvertida tesis defendida por Bargebuhr, durante el reinado de Badis Ibn Habbus, abuelo de Abd Allah, el visir judío José ibn Negrela, privado del rey Badis desde 1056 a 1066, ideó y construyó jardines y un palacio en la fortaleza de la Alhambra, frente al palacio de los reyes ziríes, emplazado al otro lado del Darro, en la alcazaba qadima del Albaicín. De esta Alhambra del siglo XI han llegado hasta nuestros días algunos cimientos y lienzos inferiores de muros y torres en la zona de la alcazaba, sobre los que se eleva la obra nazarí del siglo XIII. A ellos ya se refirió Torres Balbás en su estudio sobre la Alhambra antes del siglo XIII, y desde un punto de vista arqueológico se detectan estos restos por el uso del llamado aparejo zirí, una caja de mampostería de canto rodado encintada por doble fila de ladrillos. Las referencias a estas fortificaciones de la Alhambra en época zirí son inequívocas en las memorias de Abd Allah. Más problemática resulta la tesis de un palacio del visir judío José ibn Negrela en la Alhambra. Esta tesis, ya defendida por Dozy, y que fuera negada por Torres Balbás, ha sido retomada por Bargebuhr, con nuevos argumentos, teniendo en cuenta algunas fuentes literarias. Así el poeta antijudío Abú Ishaq de Elvira acusa a José ibn Negrela de haber desviado para su provecho el agua de una fuente y de haber recubierto de mármol su casa. Por otro lado, el poeta judío Salomón ibn Gabirol, el Avicebrón de los autores latinos medievales, de quien fueron mecenas literarios los ibn Negrela, describe un palacio con una Fuente de los Leones: "y la guarnición de los leones está junto a su borde/como si bramaran a la presa, leoncillos/en cuyo interior hay fuentes que derraman/por sus bocas torrentes como ríos". Todos los estudiosos coinciden en señalar que los doce leones de mármol -la taza es nazarí-, que rodean la Fuente de los Leones del palacio de Muhammad V, al que han dado nombre, han sido reutilizados de otro palacio anterior, ya que desde un punto de vista estilístico están dentro de la tradición artística cordobesa, es decir, pertenecen a los siglos X-XI, al igual que sucede con los actuales leones del Partal, procedentes del maristán de Granada. La tesis de Bargebuhr propone que los leones de la Fuente sean los descritos por ibn Gabirol y correspondan al palacio de José ibn Negrela en la Alhambra, posteriormente reutilizados por los sultanes nazaríes. Dejando atrás la época zirí, las crónicas siguen informándonos sobre la Alhambra en el siglo XII, que se convirtió en refugio y baluarte del partido andalusí en las numerosas luchas y revueltas tanto contra la ocupación almorávide, primero, como contra la dominación almohade, después. Resulta bastante probable que una vez sofocadas estas revueltas de carácter nacionalista, los almohades desmantelasen la fortaleza de la Alhambra, debido al papel de oposición que había jugado este emplazamiento.
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La Alhambra es una ciudad palatina fortificada que sirvió como residencia de la corte de los sultanes nazaríes. Se emplaza en la parte más elevada de una colina que se alza en la margen izquierda del río Darro, frente a la alcazaba del Albaycín en Granada. Se recomienda acceder a la Alhambra por la Puerta de la Justicia, emplazada en el lienzo sur de la muralla y realizada en el año 1348. Desde aquí se llega a la Puerta del Vino, hoy aislada, y frente a cuya fachada oriental se alza la alcazaba, obra de Muhammad I. La alcazaba tiene planta rectangular irregular y consta de dos recintos: uno exterior a modo de barbacana y otro interior, más elevado, fortificado por altas torres entre las que destacan la del Homenaje y la de la Vela. El interior de la alcazaba funcionaba como patio de armas. Adosada al lado norte de la alcazaba encontramos la Puerta de las Armas. La visita a la zona de palacios árabes se inicia por el mexuar, estancia donde se reunía el consejo de visires. Desde aquí se pasa al llamado Cuarto Dorado, palacio que fue muy reformado en época de Fernando el Católico. La siguiente estancia es el Palacio de Comares donde se ubica la famosa Torre de Comares y el patio de la Alberca o de los Arrayanes, espacio de planta rectangular con una gran alberca en el centro. En el pórtico norte encontramos la sala de la barca, adosada a la Torre. En el ángulo entre los palacios de Comares y Leones se halla el Baño Real, con tres partes claramente diferenciadas. El Palacio de Leones se dispone en dirección este-oeste, ordenándose sus dependencias en torno a un patio rectangular en cuyo centro se ubica la famosa fuente de los leones. El patio está rodeado por pórticos en todos sus lados, destacando los pabellones que avanzan hacia el jardín en sus lados cortos. En estos laterales encontramos la sala de los Mocárabes y la sala de los Reyes mientras que en los lados largos se hallan la sala de las Dos Hermanas y la sala de los Abencerrajes. Al salir de la casa Real Vieja encontramos el Partal, conjunto que corresponde al sultanato de Muhammad III junto a la desaparecida mezquita aljama, espacio hoy ocupado por la iglesia de Santa María de la Alhambra, diseñada por Juan de Herrera en el siglo XVI. Anexo a los palacios nazaríes encontramos el palacio de Carlos V, proyectado por Pedro Machuca. Eligió una planta cuadrangular con un patio circular, tomando como referentes las ideas renacentistas italianas de Alberti y Rafael.
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La Alhambra de Granada es uno de los monumentos más espectaculares que podemos contemplar hoy día. Su parte más antigua es la Alcazaba. Esta es un recinto militar, por lo que cuenta con diversas torres defensivas, como las de la Vela y la del Homenaje, entre otras. La Alcazaba, llamada Qa'lat al-Hamra, es decir, Castillo Rojo, dará nombre posteriormente a todo el conjunto, que será conocido como Madina al-Hamra, la ciudad de la Alhambra. Junto a la Alcazaba surge, posteriormente, una ciudad palaciega. El complejo de los Palacios Nazaríes, que pudieron ser siete, comienza por el Mexuar, en el que funcionaba el Tribunal Real. Anexo a éste se situaba el Palacio de Comares, articulado en torno al magnífico Patio de los Arrayanes. El Patio de los Arrayanes era el centro de la actividad diplomática y política de la Alhambra. En él se realizaban grandes recepciones y era el sitio en el que las personalidades aguardaban a ser recibidos por el sultán. En el Patio, el agua de la alberca conseguía maravillar a los visitantes con un espectacular efecto de espejo, que reflejaba los arcos y la Torre de Comares y hacía de la construcción un palacio flotante. El conjunto de los Palacios Nazaríes se completa con el complejo de edificios situados alrededor del Patio de los Leones, quizá el lugar más emblemático de la Alhambra. Éste era el núcleo de la residencia privada del sultán, en el que también había unas dependencias destinadas a las mujeres. Junto a los edificios citados, otras construcciones menores completaban la Alhambra. Entre ellas podemos citar, a modo de ejemplo, la Puerta del Vino, los jardines del Partal o las más de 30 torres que completaban la muralla, de las que hoy sólo quedan 22. La conquista cristiana de Granada marcó el comienzo de importantes modificaciones sobre el recinto de la Alhambra. Por encima de todas, destaca el Palacio de Carlos V, quien pretendió con este edificio construir el gran centro político y residencial del Imperio. Construcción cristiana fue también la iglesia de Santa María, edificada sobre las ruinas de la que fue gran mezquita real.
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Emplazada en la parte más alta de una colina que se alza en la margen izquierda del río Darro, encontramos la Alhambra, ciudad palatina fortificada que sirvió como residencia de la corte de los sultanes nazaríes. Es con Muhammad III, a principios del siglo XIV, cuando la Alhambra empieza a ser verdaderamente una ciudad. Con el sultán Ismail I y, sobre todo, con Yusuf I y su hijo Muhammad V se alcanzará el máximo esplendor de la Alhambra con la construcción del Palacio de Comares, la Torre de la Cautiva, la Puerta de Siete Suelos y el Palacio de los Leones. La Alcazaba tiene planta rectangular irregular y consta de dos recintos. Fortificado por altas torres, entre ellas destacan las del Homenaje y la de la Vela. La visita a la zona de palacios nazaríes se inicia por el mexuar, estancia donde se reunía el consejo de visires. Desde aquí se pasa al Cuarto Dorado, palacio que fue muy reformado posteriormente. La siguiente estancia es el Palacio de Comares, donde se ubica la famosa Torre de Comares y el patio de la Alberca o de los Arrayanes. En el Patio de los Arrayanes se realizaban grandes recepciones, siendo el lugar en el que las personalidades aguardaban a ser recibidas por el sultán. El agua de la alberca conseguía maravillar a los visitantes con un espectacular efecto de espejo, que reflejaba los arcos y la Torre de Comares, haciendo de la construcción un palacio flotante. En el ángulo entre los palacios de Comares y Leones se halla el Baño Real. El Palacio de los Leones se dispone en dirección este-oeste. Sus dependencias se ordenan en torno a un patio rectangular, rodeado por pórticos en todos sus lados. En su centro se ubica la famosa fuente de los leones, uno de los lugares más emblemáticos de la Alhambra. Junto a los edificios citados, otras construcciones menores completaban la Alhambra. Anexo a los palacios nazaríes encontramos el palacio de Carlos V, proyectado por Pedro Machuca. Eligió una planta cuadrangular con un patio circular. Construcción cristiana fue también la iglesia de Santa María, diseñada por Juan de Herrera en el siglo XVI sobre las ruinas de la que fue gran mezquita real.
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Emplazada en la parte más alta de una colina que se alza en la margen izquierda del río Darro, encontramos la Alhambra, ciudad palatina fortificada que sirvió como residencia de la corte de los sultanes nazaríes. La parte más antigua del recinto es la Alcazaba, obra de Muhammad I. Tiene planta rectangular irregular y consta de dos recintos: uno exterior a modo de barbacana y otro interior, más elevado, fortificado por altas torres entre las que destacan la del Homenaje y la de la Vela. El interior de la alcazaba funcionaba como patio de armas. La visita a la zona de palacios árabes se inicia por el mexuar, estancia donde se reunía el consejo de visires. Desde aquí se pasa al llamado Cuarto Dorado, palacio que fue muy reformado en época de Fernando el Católico. La siguiente estancia es el Palacio de Comares donde se ubica la famosa Torre de Comares y el patio de la Alberca o de los Arrayanes. El Patio de los Arrayanes es un espacio de planta rectangular con una gran alberca en el centro. En él se realizaban grandes recepciones y era el sitio en el que las personalidades aguardaban a ser recibidos por el sultán. En el Patio, el agua de la alberca conseguía maravillar a los visitantes con un espectacular efecto de espejo, que reflejaba los arcos y la Torre de Comares, haciendo de la construcción un palacio flotante. En el ángulo entre los palacios de Comares y Leones se halla el Baño Real, con tres partes claramente diferenciadas. El Palacio de los Leones se dispone en dirección este-oeste, ordenándose sus dependencias en torno a un patio rectangular en cuyo centro se ubica la famosa fuente de los leones. El patio está rodeado por pórticos en todos sus lados, destacando los pabellones que avanzan hacia el jardín en sus lados cortos. Junto a los edificios citados, otras construcciones menores completaban la Alhambra. Entre ellas podemos citar, a modo de ejemplo, la Puerta del Vino, los jardines del Partal o las más de 30 torres que completaban la muralla, de las que hoy sólo quedan 22. Anexo a los palacios nazaríes encontramos el palacio de Carlos V, proyectado por Pedro Machuca. Eligió una planta cuadrangular con un patio circular, tomando como referentes las ideas renacentistas italianas de Alberti y Rafael. Construcción cristiana fue también la iglesia de Santa María, diseñada por Juan de Herrera en el siglo XVI sobre las ruinas de la que fue gran mezquita real.
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El rey Muhammad V al acceder al trono de Granada en 1354, siguiendo la costumbre islámica, va a edificar de nuevo sus propias estancias palatinas. Esta costumbre es la causa de las transformaciones sufridas por la Alhambra ya en la propia época nazarí. El carácter efímero de la arquitectura islámica, más acentuado en la arquitectura granadina, es evidente. Esta circunstancia no se debe sólo a los materiales y a la estética de la arquitectura del Islam; para Granada, Prieto Vives ha hablado de palacios levantados con cuatro palitroques, mientras que Gómez Moreno se ha referido a materiales pobres convertidos en materia de arte. Se trata de una arquitectura perecedera, ya que sólo Allah permanece e intentar emular esta pervivencia a través de los monumentos implica un arrogante desafío a la divinidad. Esta estética musulmana nos conduce a la tarea edilicia de los califas y sultanes, que no construyen para la eternidad sino para su exclusivo reinado. Así Muhammad V destruyó el mexuar de su padre Yusuf I, quien a su vez había hecho lo mismo con el de Ismail; en realidad Muhammad V, en un frenesí constructivo que reflejan perfectamente los textos árabes, vació la zona palatina, respetando únicamente el Baño Real y el recinto defensivo con las torres, disponiéndose a levantar de nuevo la zona palatina que ha llegado hasta nuestros días, porque el agotamiento político de la dinastía nazarí no añadirá elementos sustanciales a lo largo del siglo XV. Hoy conocemos por el texto de Ibn al-Jatib del año 1362 que la fiebre edificadora de Muhammad V comenzó por la sala de las Dos Hermanas, realizada con seguridad para mexuar y trono del sultán durante la primera etapa de reinado, antes de su deposición y destierro a Africa, ya que en el mismo año 1362, apenas repuesto en el poder, no habría dado tiempo a su construcción. Los poemas epigráficos de Ibn al-Jatib que decoraban esta sala fueron sustituidos por los actuales de Ibn Zamrak en una especie de damnatio memoriae, tras la huida y muerte del primero. El resto de las dependencias del palacio de Leones fueron construidas a partir de 1363, ya que en diciembre del año anterior, cuando se celebra la fiesta conmemorativa del nacimiento del Profeta que describe el texto de Ibn al-Jatib, no existían. La sala de las Dos Hermanas presenta un espacio central de planta cuadrada, con función de mexuar o sala del consejo de visires, cubierto con cúpula de mocárabes sobre tambor octogonal, flanqueado por tres salas laterales, y al fondo se abre el mirador de Lindaraja, como sala del trono, desde el cual, porque los jardines con su fuente se hallaban abiertos sobre Granada antes de las reformas del emperador Carlos V, el sultán podía contemplar la capital del sultanato, como dice el poema: "Desde aquí contempla la capital del Califato,/ cuando espléndido aparece y brilla en el trono". A partir de 1363 Muhammad V construye las restantes dependencias palatinas, ordenándolas en torno a un patio de crucero, cuyo centro se halla ocupado por la fuente de los Leones, que le da nombre. Todo el patio queda rodeado de galerías, con pabellones sobre el mismo en los lados cortos. Ya se ha dicho, al hablar de la Alhambra antes de los nazaríes, que los doce leones de mármol, dispuestos en rueda, que soportan la taza, son reaprovechados de un palacio anterior y se adscriben artísticamente a la tradición cordobesa de los siglos X-XI. Pero la taza se labró de nuevo, al igual que la situada en suelo de la sala de Abencerrajes, y va decorada con uno de los poemas más bellos de Ibn Zamrak, en el que se explica el ingenioso mecanismo de funcionamiento de la fuente, sus valores estéticos en los que interviene el mármol y el agua, sin que se sepa cuál de los dos se desliza, y su significado simbólico, ya que el agua es un don del sultán que se derrama sobre sus fieles vasallos, los leones agazapados que se aprestan a defenderlo. De las restantes dependencias en torno al patio de los leones, la sala de los Mocárabes, en el lado occidental, con función de antesala, quedó muy dañada tras la explosión de un polvorín próximo en el año 1590, por lo que en época de Felipe IV se le dotó de la actual bóveda barroca de escayola. Al sur del patio de los Leones se alza la sala de Abencerrajes, que emula la disposición de la sala de Dos Hermanas, esta vez cubriendo el espacio central cuadrado con cúpula de mocárabes sobre un tambor estrellado. Su nombre actual responde a que en la misma el sultán Muhammad IX ordenó la decapitación del jefe de la casa de los Banu Sarrach, siendo él mismo también degollado en este lugar. Tanto la sala de Abencerrajes como la sala de los Reyes, esta última dispuesta en el lado oriental del patio, sirvieron para la celebración de fiestas y banquetes. Sorprende la sabia compartimentación espacial de la sala de los Reyes, particularmente la crujía que por medio de arcos atajos de mocárabes en pabellón queda dividida en siete tramos, alternando cuatro rectangulares en sombra con tres cuadrados abiertos al patio para iluminar las alcobas del fondo, que se cubren con las famosas pinturas. En las albanegas de estos arcos de mocárabes se aprecia ya la decoración floral naturalista del arte mudéjar toledado, lo que implica intercambio de mano de obra con la España cristiana. Las tres alcobas del fondo se cubren con techos de madera, en forma de bóveda, y recubiertos de piel de carnero, sobre el que se han pintado los temas con técnicas al huevo, dentro del estilo gótico lineal tardío, en torno a 1380. En el techo de la alcoba central se representa una reunión de diez personajes musulmanes, que se acostumbra identificar con los diez primeros sultanes de la dinastía nazarí, desde Muhammad I hasta Muhammad V, en donde se aprecia un magnífico estudio de la indumentaria. En las alcobas laterales se representa respectivamente la caza del jabalí por un caballero musulmán y la caza del oso por un caballero cristiano. Sorprende el hecho de encontrar esta decoración figurada en un palacio nazarí, lo que corrobora el profundo influjo de la España cristiana; el autor de las pinturas no se limitó a copiar temas de los repertorios europeos, sino que observó y representó con agudeza el entorno de la corte nazarí. Tras esta somera descripción de las salas que completan el conjunto ordenado por el patio de los Leones, hay que concluir que esta zona constituyó el núcleo palatino esencial de la Alhambra durante el reinado de Muhammad V, puesto que aquí se halla el mexuar-trono en la sala de las Dos Hermanas y las salas de fiestas y banquetes en las salas de Abencerrajes y de los Reyes, e incluso disponía de un baño desaparecido en el ángulo nordeste. Por ello debe abandonarse definitivamente la interpretación tradicional, que contraponía el palacio de Comares con carácter público y el de Leones con carácter privado. La actividad constructiva de Muhammad V tras la batalla de Algeciras (1369), en la que adopta el laqab de "al-Gani billah", va a adquirir un acento de exaltación triunfal y victoriosa. La referencia a Algeciras constituye un dato seguro para algunas construcciones de Muhammad V, entre las que se cuentan el patio de los Arrayanes, la reforna de la puerta del Vino, y la llamada puerta de Comares. El estudio reciente de García Gómez sobre la Alhambra (1988) ha defendido la tesis de que la llamada puerta de Comares fue trasladada por el emperador Carlos V en el año 1538 a su emplazamiento actual, con motivo de las obras de su nuevo palacio, pero su emplazamiento original estaría en eje con el patio de los Arrayanes, y constituiría una puerta de entrada no a Comares, inexistente como conjunto, salvo el torreón de Yusuf I, sino a toda la zona palatina de la Alhambra. Sería la puerta triunfal de Muhammad V. La inscripción poética de Ibn Zamrak en el arrocabe de la puerta ha sido asimismo objeto de controversias en la traducción. Según la versión ofrecida por García Gómez su gran alero funciona como corona para el sultán, al que la puerta se apresta a abrirse cuando pase bajo ella victorioso, constituyendo su trabajo artístico una envidia para el Islam de Oriente. Como conclusión puede afirmarse que las construcciones de Muhammad V en la Alhambra alcanzan el máximo esplendor del arte nazarí en su versión ornamental y a la vez constituyen el canto del cisne de la ciudad palatina. Muy lejos ya los difíciles tiempos guerreros del sultán fundador, se apuesta abiertamente por una arquitectura del ocio, integrada por palacios, salones dorados y jardines, mansiones para el placer de los sentidos, en las que arquitectura y naturaleza se entrelazan sutilmente. Esta Alhambra de Muhammad V, al ser la última, es la que ha llegado más entera hasta nuestros días; los patios de Leones y de Arrayanes se han convertido en paradigmas de la fascinante arquitectura nazarí.
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El arte nazarí, como todo el arte islámico en general, tiene un fuerte componente áulico, ya que está realizado por encargo del sultán y cumple la función de exaltar el poder y la fuerza de su dinastía, cuya legitimación corrobora. En ocasiones la edilicia adquiere carácter triunfal al exaltar las pequeñas victorias de la peripecia militar del sultanato nazarí. Por esta razón sociológica la capital política, en el caso concreto del arte nazarí la Alhambra, residencia del soberano, es a la vez el foco creador y difusor de las artes. Los tres grandes sultanes constructores de la Alhambra reinaron durante el siglo XIV y son, en orden cronológico, Ismail (1314-1325), Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V (1354-1359 y 1362-1391). Ya se ha visto la decisiva transformación del Generalife en época de Ismail, a quien puede corresponder probablemente la construcción del Baño Real, reformado luego por Yusuf I. Pero ahora nos interesa glosar el nuevo concepto de la edilicia de Yusuf I, como eslabón de enlace en la evolución de la arquitectura nazarí entre la Alhambra militar de Muhammad I y la Alhambra palatina de Muhammad V. Este nuevo concepto se desarrolla con pormenor en los cuatro poemas de Ibn alYayyab que decoran la torrepalacio llamada de la Cautiva, mandada edificar por Yusuf I. Hoy conocemos mejor la obra de Ibn al-Yayyab gracias a los estudios de María Jesús Rubiera. El tercer poema de la torre de la Cautiva se inicia con la explicitación de la función ambivalente de esta arquitectura, que por un lado conserva exteriormente el carácter militar del siglo XIII, mientras que por otro desarrolla ya en su interior todo el lujo y esplendor de la arquitectura palatina nazarí, que dará el paso siguiente con Muhammad V al prescindir del continente militar. Dice así: "Esta obra ha venido a engalanar la Alhambra; es morada para los pacíficos y los guerreros; Calahorra que contiene un palacio. ¡Di que es una fortaleza y a la vez una mansión para la alegría!". Pero el carácter descriptivo de la poesía de Ibn al-Yayyab no sólo nos proporciona la clave del doble juego exterior-interior de la arquitectura áulica de Yusuf I, sino que además enumera perfectamente las características materiales y estéticas de este nuevo espacio interior palatino, a diferencia de la arquitectura sobria y desornamentada de Muhammad I. Se trata de un espacio definido por las superficies de los muros, el suelo y el techo, tratados con un revestimiento de materiales canónicos: alicatado de azulejos, estuco y madera labrados. Continúa así el poema, desarrollando esta idea: "Es un palacio en el cual el esplendor está repartido entre su techo, su suelo y sus cuatro paredes; en el estuco y en los azulejos hay maravillas, pero las labradas maderas de su techo aún son más extraordinarias". Se contraponen, pues, los dos conceptos arquitectónicos que conviven en la Alhambra y se hallan ya plenamente definidos: de un lado la sólida Alhambra funcional, edificada a base de argamasa que consigue los muros fuertes y consistentes de sus torres y murallas, o a base de ladrillo para el volteo de los arcos y los abovedamientos constructivos; y de otro lado la Alhambra ornamental, que reviste los interiores de azulejos, estucos y maderas labradas, enmascarando toda la estructura y negándola, la Alhambra palatina y de representación. Interesa ahora apreciar cómo durante el sultanato de Yusuf I se mantiene un cuidadoso equilibrio entre estos dos conceptos de arquitectura nazarí, manteniendo el aspecto exterior de torres fuertes en el contexto de la Alhambra del siglo XIII, pero transformando los interiores en delicadas mansiones para el ocio. Esta ambivalencia arquitectónica adquiere su máxima expresión en la obra capital de Yusuf I, el torreón de Comares. Tradicionalmente el torreón de Comares se ha contemplado en relación con el conjunto del palacio de Comares, al que ha dado nombre, sin tener en cuenta que este concepto de palacio de Comares deriva del uso cristiano de estas estancias en el siglo XVI, como ha señalado García Gómez, pero sobre todo olvidando que en época de Yusuf I solamente existía el torreón, funcionando como unidad arquitectónica con sentido propio. Por ello resulta necesaria la contemplación aislada de este torreón de Comares y ahora se comprenderá que considerar en este epígrafe la Alhambra de la época de Yusuf I no responde a un prurito historicista y erudito, sino que es el único modo de aproximarse a una correcta comprensión del monumento. El fuerte aspecto militar del exterior del torreón de Comares, su carácter de donjón, ha sido siempre enfatizado y por sus volúmenes solamente es comparable a la torre de la Campana en la alcazaba. Este aspecto quedaría acentuado cuando era posible su contemplación aislada; pero aún con toda la envoltura que lo rodeó Muhammad V, en su disposición actual, su poderosa mole domina militarmente el conjunto. Todo ello se acentúa por su remate almenado y en terraza para la guardia. En la visita actual se accede al interior del torreón desde un ambiente palatino, conformado por el pórtico norte del patio de la Alberca o de Arrayanes y tras haber traspuesto la sala de la Barca, todo ello dependencias construidas por Muhammad V. Es decir, no se produce visualmente el tremendo contraste original entre el exterior militar y el lujoso interior del torreón. Se ha desnaturalizado en gran parte la ambivalencia de esta arquitectura. No existe unanimidad sobre la etimología del término Comares que da nombre al torreón; se ha hablado de que fue construido por habitantes de esta pequeña localidad y también de su posible procedencia del término oriental "qamriyya", que significa vidrieras de colores, que podría haber tenido originalmente este donjón-palacio de Yusuf I. Por lo que respecta al interior, conocido como salón de Embajadores, se sabe que ya en el siglo XV el sultán Muhammad IX, rodeado de su corte, recibió aquí a los embajadores del rey Juan II de Castilla, jurando sobre el Corán respetar las treguas firmadas. El enorme grosor de los muros del torreón de Comares permite que en la parte meridional de acceso se aloje un pasillo transversal, que a la derecha termina en un mihrab y a la izquierda en una escalera de subida a las dependencias superiores y a la terraza almenada; en los otros tres lados del torreón se disponen en el grosor de los muros tres alcobas en cada uno de ellos. Justamente la alcoba central del lado norte, es decir, la que queda en frente del arco de entrada al salón, con ornamentación más rica, albergaba el trono de sultán Yusuf I, según declara la inscripción poética: "Me revistió mi señor, el favorecido de Alá, Yusuf,/ con un traje de gloria y de favor./ Y me eligió para ser el solio del reino". El sistema del revestimiento mural del salón es el ya glosado en la torre de la Cautiva, con solerías, arrimadero de alicatados, paños de yeserías, y cubriendo toda la sala la gran techumbre de madera, que ha sido estudiada monográficamente por Darío Cabanelas. La techumbre está formada por un tablero cuadrado central, con cubo de mocárabes, mientras que los cuatro faldones van quebrados en tres planos inclinados, con apariencia de bóveda esquifada. En torno al tablero cuadrado central descienden siete círculos concéntricos, formados por estrellas de ocho y dieciséis puntas. Esta armadura de madera está, pues, concebida como una representación simbólica de los siete cielos del paraíso islámico, con el trono de Dios situado en el octavo cielo (el almizate central con el cubo de mocárabes), mientras que las limas moamares de los ángulos representan o simbolizan los cuatro ríos del Paraíso. Se trata de la cúpula excelsa, respecto de la cual las de las alcobas serían los signos del zodíaco, mientras que la de la alcoba del sultán simboliza al sol, todo expresado en imágenes astrales, tan queridas de la poesía islámica. La Alhambra de Yusuf I no se agota con lo comentado hasta el momento; a este sultán corresponde asimismo la dotación de puertas monumentales, como la puerta de las Armas y la puerta de la Justicia o de la Explanada. Ambas comparten la ambivalencia de tratamiento monumental en sus fachadas, junto con una disposición interior en recodo de gran funcionalidad militar. La puerta de las Armas, emplazada junto al lienzo norte de la alcazaba, abre el camino que desde el Darro, a través del puente de Cadí, ascendía por la ladera de la colina, y que siempre se ha considerado como el acceso tradicional a la ciudad palatina. Tiene una función distribuidora de circulación, por un lado hacia la alcazaba y por otra hacia el interior de la Alhambra. Por otra parte, la monumentalización de la puerta de la Justicia o de la Explanada, cuya fecha de 1348 está documentada epigráficamente, según se ha dicho, y para la que se ha sugerido una función de musallah o mezquita al aire libre, permite suponer que el actual acceso a través de la cuesta de los Gómerez y de la puerta de las Granadas, del emperador Carlos V, que conduce hasta aquí, pudo haber sido utilizado ya en época nazarí. Queda, finalmente, una referencia al Baño Real, construido con anterioridad y solamente reformado por Yusuf I, para servir al torreón de Comares. Hay que recordar que no constituyó el único baño de la Alhambra; ya se han mencionado los restos del baño de la alcazaba; otro baño fue destruido en el ángulo nordoriental del palacio de Leones, que sin duda sirvió a las nuevas dotaciones palatinas de Muhammad V. Jesús Bermúdez Pareja analizó cuidadosamente las transformaciones sufridas por el Baño Real, tanto en el período del emperador Carlos V como en las restauraciones de la sala de las Camas llevadas a cabo en el siglo XIX por Rafael Contreras. Gracias a su estudio hoy podemos restituir mejor el uso musulmán de este baño. Sigue en esencia la disposición del Bañuelo zirí del siglo XI junto al Darro, pudiendo dividirse en tres partes claramente diferenciadas: la sala de las Camas, con acceso por la zona superior, custodiada por la vivienda del guardián, desde la que se descendía a la planta inferior, que funcionaba como sala para desvestirse, recibir masajes y conversar, que adopta un tratamiento ornamental; a continuación las tres salas del baño, propiamente dichas, una templada y dos calientes, con tratamiento funcional, y con bóvedas dotadas de claraboyas estrelladas, practicables para sangrar el vapor; y totalmente separada la zona de la caldera, y las leñeras, con otro acceso distinto desde una calle en cuesta.
contexto
La descomposición del imperio almohade en al-Andalus va a provocar una nueva fragmentación política, conocida como el tercer período de reinos de taifas, de los que solamente va a salir consolidado el sultanato nazarí (1232-1492), gracias a una serie de circunstancias políticas. En 1232 los musulmanes de Arjona, localidad próxima a Jaén, proclaman sultán a Muhammad ibn Yusuf ibn Nasr ibn al-Ahmar, que da nombre a la dinastía nasrí o nazarí. Muhammad I extiende su poder a Jaén y en el año 1237 entra en Granada, convirtiendo la antigua ciudad zirí en capital del naciente sultanato nazarí; en 1238 se anexiona Almería y poco después Málaga, convirtiendo a toda la Andalucía montañosa, por su especial topografía, en el último reducto del Islam andalusí. Muhammad I puede consolidar el sultanato nazarí merced a una inteligente política de pactos; así tras la reconquista cristiana de Jaén por los castellanos en 1246 se reconoce su vasallo, retardando de este modo la toma de Granada durante dos siglos y medio, período durante el que va a tener lugar el esplendor del arte nazarí. A ello coadyuvó de momento la presencia de los mariníes, auténticos sucesores norteafricanos de los almohades, en la zona peninsular del estrecho de Gibraltar. En realidad, el débil sultanato nazarí, atrapado entre los emiratos africanos, de un lado, y los reinos cristianos peninsulares, de otro, juega en cada momento una política de alianzas para sobrevivir, variable en cada situación concreta. Unos meses más tarde de su entrada en Granada, que le abrió sus puertas, Muhammad I sube al cerro de la Alhambra en 1238 y tras su inspección, manda edificar la alcazaba, el recinto fortificado y la acequia para traída de aguas desde el río Darro. El recinto amurallado de la Alhambra cierra la parte alta de la colina de la Sabika, aprovechando la disposición del terreno que constituye una plataforma alargada en dirección este-oeste; con posterioridad y paulatinamente, según se verá, el recinto fortificado fue dotándose de puertas monumentales y torres-palacio. Como avanzada en la parte más occidental de la colina, a modo de proa de barco, Muhammad I manda construir la alcazaba, un recinto defensivo militar, donde establece su residencia en la torre del Homenaje. El recinto de la alcazaba es de planta rectangular irregular, dispuesto en dirección esteoeste, y estrechándose hacia occidente. Consta de dos recintos amurallados, uno exterior más bajo, a modo de antemuro o barbacana, y otro interior, fortificado por altas torres en sus lados menores; en la parte más occidental se eleva la torre de la Campana o de la Vela, cuya estructura ha sido relacionada con el donjón de Manar de la Qala de los Banu Hammad en Argelia. En la parte oriental se disponen las torres del Homenaje, la Torre Quebrada, con disposición de dos cuerpos laterales en avance y la desmochada torre del Adarguero. La torre del Homenaje, cuya disposición sigue la de la Torre del Trovador de la Aljafería de Zaragoza, ofrece en cuerpo más alto una sobria vivienda para el sultán. El recinto interior de la alcazaba constituye el patio de armas, que es un auténtico barrio castrense dotado de casas para la guardia, que se halla articulado por una larga calle longitudinal. Separadas por esta calle, en el sector norte del patio quedan las dependencias del baño, bastante arruinado, y las casas más acomodadas de los veteranos, mientras que el aljibe y las dependencias para la guardia joven ocupan el sector meridional. En suma, la Alhambra del sultán fundador de la dinastía nazarí se reduce a una arquitectura sobria y desornamentada, propia de la función defensiva y militar que tiene en este primer momento la nueva ciudad. Los altos muros de la Alhambra y las poderosas torres de su alcazaba conforman un recinto de paz y de seguridad, bases necesarias para la futura vida de la ciudad palatina. Por otra parte, la construcción de la acequia real garantiza la vida en la colina. La acequia real será objeto de sumo cuidado y atención por parte de los sultanes nazaríes, considerándose el agua como un don del sultán; el agua permitirá además el riego de las huertas del futuro Generalife, la dotación de los múltiples baños de la Alhambra, la existencia de los jardines. Pero en este momento el agua, al igual que la edilicia, responde exclusivamente a su función utilitaria; queda para mejores tiempos el desarrollo de sus posibilidades estéticas. Las actuaciones del primer sultán nazarí, en esencia, se circunscriben a fundamentar el futuro de la dinastía y de su ciudad residencial.