La alcazaba de la Alhambra tiene planta rectangular irregular y consta de dos recintos: uno exterior a modo de barbacana y otro interior, más elevado, fortificado por altas torres entre las que destacan la del Homenaje y la de la Vela. El interior de la alcazaba funcionaba como patio de armas. Adosada al lado norte de la alcazaba encontramos la Puerta de las Armas.
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Al lado de la Alhambra de carácter sobrio y desornamentado que supone la alcazaba se sitúa otra, que ha llamado más la atención por su belleza formal, la Alhambra ornamentada, revestida por completo de decoración, que niega incluso visualmente lo estructural.
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El sistema ornamental nazarí, cada vez de escala más menuda, compacta y densa, integra de forma perfecta los tres elementos esenciales dela decoración islámica: el ataurique vegetal, la decoración geométrica y las inscripciones epigráficas, tanto en caracteres cúficos como nesjíes.
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En la Alhambra decorativa hacen acto de presencia las más bellas formas del arte nazarí. Las columnas, de mármol, tienen plinto y basa formada por una larga escocia y un toro, con un fuste cilíndrico muy esbelto con varios anillos en su parte superior. El capitel nazarí ofrece dos versiones, pero en ambos casos el collarino se labra con la pieza del capitel. A la columna se le superpone un pilar, que cierra en dintel constructivo y en cuyo espacio abren los arcos.
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El taller toledano en su proyección hacia Andalucía nos ofrece uno de los ejemplos más singulares de la pintura gótica del siglo XV en las pinturas sobre cuero que cubren las tres falsas bóvedas de la Sala de los Reyes de la Alhambra de Granada. En ellas vemos una rica iconografía de carácter profano, de difícil interpretación, con inspiración caballeresca en la literatura de la época, sin olvidar contactos con las artes decorativas, en donde se combinan temas de amor cortés, caza y juego con elementos fantásticos y simbólicos, en los que se une la estética islámica con la cristiana. El estilo, con bastantes recuerdos del gótico lineal en el abundante empleo de la línea y el dorado, responde también a los caracteres del Trecento: en los rasgos de las figuras, la preocupación por el volumen, así como en algunas indumentarias que evidencian notas florentinas. El conjunto se debe sin duda a artistas cristianos conocedores del mundo musulmán, en donde se mezclan la estética italiana con la islámica, poniéndose de manifiesto la influencia del taller toledano como base de la amistad existente entre don Pedro I de Castilla y Muhammad V de Granada por esos años. No obstante, la obra ofrece toda una serie de interrogantes, tanto en relación con la identidad del artista y del cliente como en torno a la interpretación iconográfica. En la bóveda central, dispuestos simétricamente en torno a su espacio oval y conversando entre sí, se sitúan diez figuras de musulmanes, sentados sobre cojines, lujosamente ataviados, destacando sobre un fondo dorado, con una decoración de estrellas en su eje; en sus extremos se sitúan dos escudos de la Orden de la Banda con cabezas de sierpes y leones custodiándolos. La identificación de los diez personajes ofrece diferentes interpretaciones: para unos será la representación de los reyes de Granada (Gómez Moreno); otros piensan que se trata de un consejo árabe (Contreras); una tercera postura apunta hacia personajes de la aristocracia granadina o fantásticos guerreros, sorprendidos en el momento en que son investidos de la Orden de la Banda. La temática de las bóvedas laterales, de difícil interpretación por el momento, recoge un relato de signo caballeresco en el que un cristiano y un musulmán parecen disputarse el amor de una dama. La historia que comienza en la bóveda izquierda tiene su desenlace en la derecha.