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El estilo refinado y detallista de Gerrit Dou tendrá un importante éxito en la Holanda del siglo XVII e incluso fuera de sus fronteras, ya que su fama llegó a las cortes de Cristina de Suecia, el archiduque Leopoldo Guillermo o Carlos II de Inglaterra. Su gran aportación serán las tonalidades brillantes como los azules de la falda y el mantel de la anciana o el morado de su chal, además del interés por los minuciosos bodegones, entusiasmándose con la descripción de los objetos por lo que se aleja de Rembrandt. Sin embargo, la iluminación está inspirada en su maestro, siguiendo muy de cerca a Caravaggio. Un potente foco de luz atraviesa el ventanal e ilumina parte de la estancia donde se ubica la anciana - muy similar a la que aparece en Anciana con abrigo de pieles - llegando hasta el tonel, la escoba y la tinaja de la derecha, resaltando toda su belleza. El fondo queda en penumbra, aunque se intuye la escalera y la lámpara, creando un sensacional juego de contrastes. Gracias a estas obras de Gerrit Dou podemos conocer un poco mejor la vida de nuestros antepasados..
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Uno de los lienzos más grandes pintados por Gauguin. Continuando bajo la estela de Degas, Paul mezcla en esta escena una serie de temas al representar en primer plano una naturaleza muerta mientras al fondo observamos una escena de la vida cotidiana en la que se muestra a Mette, la esposa del pintor, tocando el piano junto al propio Gauguin, dando a entender que su posición económica es desahogada y que poseen una vivienda confortable y alegre. Resulta curioso observar cómo el artista ha utilizado una perspectiva descentrada al colocar el luminoso jarrón de flores sobre la mesa, un biombo y la escena principal, empleando diferentes gradaciones lumínicas con una mayor iluminación en primer plano. El colorido se ha hecho algo más apagado si comparamos este lienzo con La niña sueña o Susana cosiendo, debiendo advertir que es un interior sin tanta iluminación. La obra fue propiedad de Mette Gauguin hasta 1917; en ella veía reflejada la próspera vida familiar en París, que muy pronto desapareció.
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Se suele considerar la Maison Tassel, construida entre 1892 y 1893 por Victor Horta en la rue de Turín de Bruselas, como la primera obra de arte total en el continente. Supone una global revisión de la organización espacial y un diálogo continuo entre la flexibilidad del hierro y la dureza de la piedra, característica que se evidencia en toda su obra. Como diría Benévolo, no se trata sólo de un nuevo vocabulario, sino de una nueva sintaxis, aunque la casa repita una tipología de edificio tradicional en Bruselas. Victor Horta había usado el hierro colado para la Maison Tassel, que posibilitará la prolongación en el espacio de los motivos decorativos aprendidos por él en Inglaterra. El hierro se muestra y añade expresión a lo que sólo era estructura. Los soportes metálicos se dejan vistos. De este modo varía la espacialidad que se hace así más abierta, más fluida. Lo ingrávido triunfa sobre lo compacto: la delgadez de los fustes-tallo de las columnas, su posterior desarrollo-ramificación, sus incursiones por el techo, el descenso-enredadera por la barandilla. El hierro, casi como un filamento orgánico, actúa como contrapunto a la rigidez e inactividad de la piedra. Horta estaba muy interesado por el mundo vegetal y la estructura de las plantas y por su lógica constructiva. Esto lo traslada a su decoración pero nunca reproduciendo o representando explícitamente, de forma naturalista, el mundo vegetal, sino guiándose por alusiones, sugerencias y evocaciones. Se inspira también en los motivos decorativos de las encuadernaciones inglesas y de los papeles pintados. El origen vegetal de las formas abstractas se podría rastrear hasta la decoración inglesa del círculo de Mackmurdo y la Ondina de Summer. A diferencia del gusto que éstos mantenían por la identidad y la repetición, las formas se individualizan y se desarrollan en libertad. Estas continúan tanto por los azulejos, el papel pintado de los papeles o los mosaicos del suelo. La línea belga crecía imparable.
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En este lienzo podemos apreciar todas las características de la obra de Villaamil: pincelada rápida, sensacionales estudios lumínicos y atmosféricos, empleo vibrante del color,... El dibujo es magnífico, definiendo todos los detalles a pesar de la soltura de ejecución, destacando la zona de los arcos. Resulta interesante la gran cantidad de figuras que ocupan la parte inferior de la tela, destacando la inmensidad de la construcción gótica. Pero lo más llamativo es el estudio de la luz que atraviesa los ventanales con sus vidrieras de colores e incide en la zona del altar.
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Partiendo del paisajismo británico, Jenaro Pérez Villaamil inicia un género que tendrá en la segunda mitad del siglo una gran preponderancia en el territorio hispano. Su técnica es muy empastada, nerviosa, y el colorido cálido, brillante, con una atmósfera vaporosa, produciendo ambientes de ensoñación, con arquitecturas medievales y personajillos populares, históricos u orientales.
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En 1876 Monet se interesó por un nuevo motivo: el efecto del vapor y la luz en la estación de ferrocarril de Saint-Lazare. Para ello alquiló un estudio cercano al lugar y solicitó permiso al Director del Ferrocarril para retrasar la salida de los trenes y situar su caballete bajo la marquesina de la estación. No hubo ningún inconveniente para que los trenes fueran retenidos, los andenes cerrados o las locomotoras se cargaran para expulsar el mayor humo posible. Fruto de esta ardua labor es una docena de lienzos en los que el efecto de la luz sobre el humo de las locomotoras es el gran protagonista. Como casi siempre ocurre en las obras de Monet, las diferentes luces también se convierten en estrellas, según apreciamos en esta imagen si la comparamos con el Tren de Normandía. Bajo la estructura férrea de la estación, los trenes expulsan nubes de humo que adquieren una tonalidad malva por la luz del sol. Las siluetas de los edificios del fondo se diluyen y crean un conjunto de gran modernidad. La pincelada empleada por Monet es muy rápida, de modo que la forma va perdiendo importancia ante el color y la luz, pilares del Impresionismo.