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Posiblemente nos encontremos con una de las obras más impactantes de Carreño de Miranda, más conocido por su faceta como retratista. Fue realizada en el año 1666 para la iglesia del convento de los Trinitarios de Pamplona y cuando fue entregada nos cuenta Palomino que al ver el cuadro los religiosos de cerca "lo abominaron de suerte que no lo quisieron recibir; y si no hubiera sido por la aprobación de Vicente Berdusán no lo hubieran admitido". De esta manera se ponen de manifiesto las dificultades de los artistas en el siglo XVII cuando incorporaban alguna innovación en su estilo. Y es que gracias a su contacto con Rizi, Carreño maneja el pincel con mayor soltura, utilizando pequeños toques con los que produce efectos lumínicos sensacionales como se aprecia en este lienzo, en el que aun se muestra como un profundo admirador de Rubens. El francés Juan de Matha fundó la Orden de los Trinitarios a finales del siglo XII motivado por la visión que nos presenta el artista: en el momento de alzar la Sagrada Forma durante su primera misa, se le apareció un ángel cuyas cruzadas manos se apoyaban en las cabezas de dos prisioneros, uno musulmán y otro cristiano. San Juan comprendió que tenía que fundar una orden dedicada a la redención de los prisioneros cristianos. El diseño de la composición es de Rizi mientras que la ejecución es de Carreño. San Juan eleva la Hostia, centro de todas las miradas, acompañado de varios sacerdotes vestidos con casullas bordadas de oro y plata. La poderosa arquitectura del fondo nos permite ver un paisaje y una escena difícilmente identificable, mostrando un sensacional efecto de perspectiva. Sin embargo, la zona superior es la de mayor calidad; presidida por la Trinidad, un coro de ángeles músicos otorga un profundo dinamismo al situarse en marcados escorzos típicamente barrocos. El escenario se llena de colorido, resaltado por el empleo de una luz intensa que sitúa la zona de la izquierda en penumbra. Los rostros de los personajes están repletos de expresividad, mostrando su alta calidad como retratista. Con este tipo de composiciones podemos dar por cerrada la etapa naturalista del barroco, entrando de pleno en el barroco efectista que tanta fuerza tiene en la escuela madrileña.
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Fundación de Villarrica de la Veracruz A esta sazón estaban ya los navíos detrás del peñón; fue a verlos Cortés y llevó muchos indios de aquel pueblo rebelado y de otros de allí cerca, y los que traía consigo de Cempoallan, con los cuales se cortó mucha rama y madera, y se trajo, con alguna piedra, para hacer casas en el lugar que trazó; al que llamó Villarrica de la Veracruz, como habían acordado cuando se nombró el cabildo de San Juan de Ulúa. Se repartieron los solares a los vecinos y regimiento, y se señalaron la iglesia, la plaza, las casas de cabildo, cárcel, atarazanas, descargadero, carnicería, y otros lugares públicos y necesarios al buen gobierno y policía de la villa. Trazóse asimismo una fortaleza sobre el puerto, en sitio que pareció conveniente, y se comenzó en seguida, tanto ella como los demás edificios, a labrar de tapicería, pues la tierra de allí es buena para esto. Estando muy metidos en construir, vinieron de México dos mancebos, sobrinos de Moctezuma, con cuatro hombres ancianos, bien tratados, por consejeros, y muchos otros como criados y para servicio de sus personas. Llegaron a Cortés como embajadores, y le presentaron mucha ropa de algodón, bien llena y tejida, algunos plumajes agradables y raramente trabajados, algunas piezas de oro y plata bien labradas, y un casquete de oro menudo sin fundir, sino en grano, conforme lo sacan de la tierra. Pesó todo esto dos mil noventa castellanos, y le dijeron que Moctezuma, su señor, le enviaba el oro de aquel casco para su enfermedad, y que le diese noticia de ella. Le dieron las gracias por haber soltado a aquellos dos criados de su casa, y prohibido que matasen a los otros; que estuviese seguro que lo mismo haría él en cosas suyas, y que le rogaba hiciese soltar a los que aún estaban presos, y que perdonaba el castigo de aquel desacato y atrevimiento, porque le quería bien, y por los servicios y buena acogida que le habían hecho en su casa y pueblo; pero que ellos eran tales, que pronto harían otro exceso y delito, por donde lo pagasen, todo junto, como el perro los palos. En cuanto a lo demás, dijeron que como estaba malo, y ocupado en otras guerras y negocios importantísimos, no podía declararte al presente dónde o cómo se viesen; mas que andando el tiempo no faltaría manera. Cortés los recibió muy alegremente, y los aposentó lo mejor que pudo, en la ribera del río, en Chozas y en unas tiendecillas de campo, y envió luego a llamar al señor de aquel pueblo rebelado, llamado Chiauiztlan. Vino, y le dijo cuánta verdad le había dicho, y cómo Moctezuma no osaría enviar ejército ni causar enojo donde él estuviese. Por tanto, que él y todos los confederados podían de allí en adelante quedar libres y exentos de la servidumbre mexicana, y no acudir con los tributos que solían; mas que le rogaba no lo tuviese a mal si soltaba los presos y los daba a los embajadores. Él le respondió que hiciese conforme a su voluntad, que, puesto que de ella pendían, no excederían un punto de lo que mandase. Bien podía Cortés tener estos tratos entre gente que no entendía por dónde iba el hilo de la trama. Volvióse aquel señor a su pueblo, y los embajadores a México, y todos muy contentos; porque él esparció después aquellas noticias y el miedo que Moctezuma tenía a los españoles, por toda la sierra de los Totonaques, e hizo tomar armas a todos, y quitar a México los tributos y obediencia; y ellos tomaron sus presos y muchas cosas que les dio Cortés, de lino, lana, cuero, vidrio y hierro; y se fueron admirados de ver a los españoles y todas sus cosas.
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A comienzos del siglo XVI, la India estaba dividida en numerosos Estados, en su mayor parte regidos por príncipes musulmanes. El sultanato de Delhi era demasiado débil para poder imponer la unidad política, sobre territorios de hecho independientes: Cachemira (1315), Bengala (1348), Jaunpur (1394), Gujarat (1396), Khändesh (1399), Mälva (1401) y Multan (1444), y los sultanatos del Dekán, surgido de la división en cinco Estados, a finales del siglo XV, del sultanato de Bahmani: Bidar, Berar, Golkonda, Bijapur y Ahmadnagar. La mayoría de los príncipes eran conquistadores musulmanes, afganos o turquestanos, que mantenían sometida a la población hindú. En otras zonas la debilidad del sultanato de Delhi fue aprovechada por jefes hindúes para independizarse. Así ocurrió en el Rajastán, territorio ocupado por dos clanes, el del Marwar y el de Mewar, que eran de hecho agrupaciones de jefes de clanes independientes. A pesar de su enorme valor guerrero que los defendía de Delhi, eran incapaces de constituir una autoridad única. Al Sur, el poderoso Estado hindú de Vijayanagar, donde el sultanato de Delhi nunca había estado muy asentado, era el conservador de las tradiciones hindúes. A pesar de su fuerza militar y del aspecto deslumbrante que mostraban sus populosas ciudades, estaba debilitado por la autonomía creciente de los señores hindúes, que a mediados del siglo XVI eran incontrolables por los reyes. Esta situación dejaba a merced de una invasión victoriosa todo el territorio, y fue lo que ocurrió cuando el señor de Kabul, Babur el León (1483-1530), tras invadir el Punjab, decidió en 1526 apoderarse de Delhi. Babur, turco chatagai, era descendiente del gran conquistador mogol Tamerlán y de Gengis Khan. Tras ser despojado de su reino de Ferghana, en el Turquestán, por los uzbekos, y no poder reconquistarlo, volvió sus ojos hacia Afganistán y se apoderó de Kabul en 1504. Desde allí estableció relaciones con diversos reinos del sultanato de Delhi, hasta que decidió entrar en el Punjab y marchar sobre Delhi, a cuyo sultán venció en 1526. Tras apoderarse de las ciudades de Delhi y Agra, fue investido emperador del Indostán. Así comenzó el Imperio mogol en la India. De momento no dominaba más que la llanura del Indo y el Ganges, pero la derrota en 1527 de los príncipes rajputas y afganos le dio el control de la India septentrional. Sin embargo, cuando murió en 1530 no había realizado ninguna reforma administrativa en los territorios apresuradamente reunidos, aunque sí había adoptado medidas discriminatorias hacia los hindúes, a quienes despreciaba, como la imposición de una tributación sobre las peregrinaciones y de la jizya, gravamen suplementario que pagaban los no musulmanes. Al acceder al trono su hijo y sucesor Humayún (1530-1556) la presencia mogola no era apenas más que una ocupación militar mantenida por el prestigio personal de Babur. Pero Humayún, tan instruido como falto de energía, estuvo a punto de perder lo conquistado, entre conspiraciones de su familia, rebeliones de príncipes leales a la anterior dinastía y ataques exteriores. El peligro mayor vino de Shere Kan, gobernador afgano de Bihar, que sometió a los jefes afganos y se enfrentó y arrojó de Delhi a Humayún, convirtiéndose en emperador. Su breve reinado (1540-1545) fue fructífero en reformas centralizadoras de la Administración, en enorme mejora de las comunicaciones internas y en innovaciones en la recaudación de impuestos, más favorables al campesinado, que tendrán consecuencias beneficiosas en el futuro. En 1555, el exilado Humayún, con ayuda del rey de Persia, Thamasp, derrotó fácilmente al último de los varios e incapaces herederos de Shere Khan y se convirtió de nuevo en emperador. El reinado de Akbar el Grande (1556-1605) fue uno de los más brillantes de toda la historia india y del mundo de su tiempo. A su llegada al trono, el sultanato de Delhi no era más que uno de los reinos que existían en la península y sólo abarcaba el Punjab, la llanura indogangética y algunas zonas de la India central. La política de Akbar estuvo dedicada a la construcción de ese Estado grande, fuerte y brillante que llegó a ser la India mogol. Para ello llevó a cabo una campaña expansionista, tanto por vía militar como diplomática; organizó una Administración fuerte y centralizada que pudiese asumir las anexiones, y practicó en la medida de lo posible la tolerancia necesaria para mantener unidos territorios de religiones y culturas diferentes. La unificación de los diversos reinos bajo un mismo poder fuerte, y no nominal como había llegado a ser el sultanato de Delhi, supuso una guerra casi continua durante todo el reinado. La expansión comenzó en 1564 con la conquista del montañoso reino de Gondwana. Pero fue la anexión del Rajastán la que tuvo una importancia especial en su proyecto de unir a las dos comunidades religiosas del Indostán, musulmana e hindú, en un solo Estado, puesto que esta región representaba el auténtico espíritu de la India hindú, y sus príncipes se consideraban abanderados del hinduismo. La unión era además imprescindible si se quería seguir avanzando hacia el Sur sin dejar al lado un enclave especialmente hostil. Pese a su enemistad frontal hacia los soberanos musulmanes y a la dificultad añadida de que los príncipes rajastaníes fuesen considerados los más temibles guerreros de la India, Akbar consiguió la anexión por vía diplomática, desposando una princesa rajastaní en 1562 e involucrando a los príncipes rajastaníes en la gestión del Imperio. Durante el siglo siguiente, los ejércitos del Rajastán se hallarán al servicio de los mogoles, que aprovecharían además sus notables condiciones de gobernadores y administradores. A los príncipes que aceptaban pactar con él se les respetaba la autoridad política local y se les promocionaba en la política imperial, pero cuando se oponían, el castigo llegaba a ser ejemplar. Esto ocurrió con Mewar, que intentó resistirse al avance mogol desde su gran fortaleza de Chitor, cuyos defensores, tras un despliegue de valor extraordinario, decidieron morir en combate antes que entregarse, mientras sus mujeres siguieron la costumbre rajputana del "jauhar", consistente en arrojarse al fuego antes de que los hombres salgan para luchar hasta la muerte (1567-1569). Tras ese suicidio colectivo, unos 30.000 campesinos que habían ayudado a los sitiados fueron condenados a muerte como escarmiento general. De todas formas, la resistencia de los rajastaníes de Mewar continuó desde las montañas de Aravalli hasta fin de siglo. Abiertas las rutas del Sur, Akbar marchó sobre el Gujarat, reino musulmán, especialmente floreciente gracias al comercio entre sus puertos y el Oriente Medio. Tras la unión voluntaria de unos jefes y la victoria militar sobre otros, en 1573 el Gujarat fue definitivamente incorporado al Gobierno central. El control sobre la mitad norte de la India, de mar a mar, se ultima con la conquista de Bengala, en 1576. No significaba esto, sin embargo, que sobre todos estos nuevos territorios el poder de Akbar reinase sin trabas. Las rebeliones e insurrecciones son constantes y a los levantamientos de tipo político se sumaron los religiosos de líderes musulmanes integristas, descontentos con la creciente heterodoxia de Akbar, deseoso de encontrar una posible asimilación de todas las religiones. La unión se mantuvo gracias a la acción continua del ejército y un permanente estado de guerra. La actitud expansionista de los uzbekos y su amenaza sobre las fronteras del Noroeste, obligó a Akbar a asegurar la posesión de un territorio especialmente inestable. Las conquistas de Cachemira (1586), Multan (1591) y Qandahar y el Beluchistán (1595) le permitieron alejar el peligro por el Norte y volver de nuevo las miradas hacia el Sur. El intento de avance hacia el Sur ocupará los últimos años del reinado de Akbar, sin resultados positivos. Los sultanatos del Dekán, en la mitad sur de la península, eran regiones con un comercio floreciente con el Imperio otomano y la costa oriental de África y en contacto con las bases portuguesas asentadas en su costa occidental. En 1600 Akbar se anexionó los sultanatos de Ahmadnagar y Khandesh, y más tarde los de Berar, Bidar, Bijapun y Golkunda, todos ellos bajo un régimen autónomo, en el que los respectivos príncipes aceptaban la autoridad superior del emperador. Cuando Akbar murió en 1605 sólo quedaba independiente el gran reino hindú de Vijayanagar. Una de las tareas que causan más admiración del reinado de Akbar son las crónicas que encomendó a Abdul Fazli, su favorito y mano derecha, coautor de gran parte de las reformas establecidas en este reinado, sean económicas, administrativas o religiosas. En ellas se recoge todo lo que la tradición oral del momento recordaba de los antecesores mogoles del emperador y, sobre todo, de las acciones de éste, cuyos mínimos actos están reseñados para la posteridad, incluyéndose además minuciosos datos y estadísticas económicas referentes al Imperio. El conocimiento de la India de Akbar y, sobre todo, de su Corte, se redondea con una abundante colección pictórica, donde quedan reflejadas detalladamente las escenas cotidianas, con alto grado de veracidad, ya que los artistas tenían órdenes de cuidar en lo posible el parecido de las personas retratadas.
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Esta fundación privada dedicada a E.G. Bührle posee una colección de arte propia, que constituye otro atractivo más de la ciudad suiza de Zurich.
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La Fundación Gala-Salvador Dalí fue creada el 23 de diciembre de 1983 en el Castillo de Púbol por voluntad expresa de Salvador Dalí Domènech. Nació con la finalidad de promocionar, fomentar, divulgar, prestigiar, proteger y defender, en el territorio del Estado español y en el de cualquier otro Estado, la obra artística, cultural e intelectual del pintor, sus bienes y derechos de cualquier naturaleza; su experiencia vital, su pensamiento, sus proyectos e ideas y obras artísticas, intelectuales y culturales; su memoria y el reconocimiento universal de su genial aportación a las bellas artes, a la cultura y al pensamiento contemporáneo. Desde el comienzo, Salvador Dalí presidió y dirigió directamente la Fundación. Su muerte en 1989 abrió un período de transición hasta que en el año 1991, el Patronato de la Fundación Gala-Salvador Dalí nombró a Ramón Boixadós Malé como presidente de la entidad. Desde entonces, la Fundación ha ido actualizando su organigrama, dada la necesidad de crear una organización dinámica, eficaz y con capacidad para generar nuevos proyectos a fin de llevar a término la tarea encomendada por Salvador Dalí. Estructurados como en la mayoría de las fundaciones privadas del panorama internacional, los órganos de gobierno de la Fundación Gala-Salvador Dalí están organizados a partir de un Patronato actualmente formado por 21 miembros, que se distribuyen en dos grupos: uno de 12 patronos nombrados con carácter privado y vitalicio, y otro de 9 patronos, nombrados por las administraciones públicas (Estado español, Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento de Figueres y Ayuntamiento de Cadaqués). A su vez, estos 21 patronos se agrupan en tres comisiones de trabajo según tres ejes de gestión: la Comisión Económica, la Comisión Artística y la Comisión de Relaciones Externas. S. A. R. la Infanta Cristina es uno de los patronos vitalicios desde el 30 de noviembre de 1998. La organización de la Fundación incluye una Secretaría General y cinco áreas que trabajan en los diferentes ámbitos de investigación y de divulgación de todo aquello que es y hace referencia a la figura de Salvador Dalí como creador. Tres ámbitos museísticos constituyen el denominado "Centro Mundial del Surrealismo": el Teatro-Museo Dalí, la Casa-Museo Castillo Galí Dalí y la Casa-Museo Salvador Dalí El Teatro-Museo Dalí, inaugurado en 1974, fue construido sobre los restos del antiguo teatro de Figueres y contiene el más amplio abanico de obras que describen la trayectoria artística de Salvador Dalí (1904-1989), desde sus primeras experiencias artísticas y sus creaciones dentro del surrealismo hasta las obras de los últimos años de su vida. Algunas de las obras más remarcables que allí se exponen son: Port Alguer (1924), El espectro del Sex-appeal (1932), Autorretrato blando con beicon frito (1941), Poesía de América-Los atletas cósmicos (1943), Galarina (1944-45), La cesta de pan (1945), Leda atómica (1949) y Galatea de las esferas (1942). También cabe destacar el conjunto de obras realizadas por el artista expresamente para el Teatro-Museo, como la Sala Mae West, la Sala Palau del Vent, el Monumento a Francesc Pujols y el Cadillac lluvioso. También se muestran obras de otros artistas que Salvador Dalí quiso incluir: El Greco, Marià Fortuny, Modest Urgell, Ernest Meissonier, Marcel Duchamp, Wolf Wostell, Antoni Pitxot y Evarist Vallès, entre otros. El Teatro-Museo Dalí hay que verlo como un todo, como la gran obra de Salvador Dalí, ya que todo en él fue diseñado por el artista con la finalidad de ofrecer al visitante una verdadera experiencia y sumergirlo en su mundo cautivador y único. El castillo medieval de Púbol #que durante los años setenta fue la residencia de la esposa del pintor y a principio de los años ochenta la suya propia# es, desde 1996 la Casa-Museo Castillo Gala Dalí. En su interior se pueden ver las pinturas y los dibujos que Dalí regaló a Gala para ser expuestos en el castillo, además de las esculturas de elefantes que decoran el jardín, una colección de vestidos de alta costura de Gala, y el mobiliario y los numerosos objetos con que ellos decoraron el castillo En 1997 se abrió al público la Casa-Museo Salvador Dalí de Portlligat un lugar de visita indispensable para conocer bien el universo del pintor. La casa-museo está situada en la bahía de Portlligat, al norte de Cadaqués, el pueblo donde Dalí había pasado largas temporadas durante su infancia y juventud, y está rodeada del paisaje y la luz que lo inspiraron y que siempre reflejó en sus pinturas. La casa está formada por un conjunto de barracas de pescadores, compradas en diferentes etapas, que Gala y Dalí fueron estructurando dándole forma laberíntica, y que decoraron a lo largo de más de cuarenta años, desde 1930 hasta los años setenta. En la casa se pueden visitar el taller del pintor, la biblioteca, las habitaciones donde transcurría su vida privada y la zona del jardín y la piscina.
monumento
El edificio que acoge la Fundació Joan Miró, construido por Josep Lluis Sert, fue inaugurado en 1975. El núcleo central de la obra está formado por un patio cuadrado que sirve de nexo entre los dos cuerpos que conforman la estructura. El auditorio y la biblioteca están integrados en una curiosa torre octogonal. La claridad de formas, las acertadas proporciones empleadas, la iluminación natural indirecta y la correcta ordenación espacial -pensada para facilitar el recorrido expositivo y la contemplación de las obras en el museo- son las características de este singular edificio. En él se pueden apreciar ciertos elementos procedentes de la arquitectura popular catalana como la cerámica del solado, el color blanco, las bovedillas de los techos o los escalones. Jaume Freixa será el encargado en 1986 de realizar las obras de ampliación de la Fundació, siguiendo las pautas marcadas por Sert en la década de 1970.
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La Fundación Miró se sitúa sobre una colina de 213 metros de altitud que constituye el Parque de Montjuïc, en un marco formado por emblemáticos edificios y jardines construidos para la Exposición de 1929, un emplazamiento privilegiado dónde se divisa toda Barcelona Además de la Fundación Miró se sitúan otros relevantes edificios como el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo Arqueológico, el Castillo de Montjuïc del siglo XVIII. El edificio de la Fundación Miró fue construido por el arquitecto Josep Lluís Sert para albergar el trabajo del artista Joan Miró. Los fondos constituyen más de 10.000 piezas: 217 pinturas sobre tela, papel, madera y otros soportes que datan de 1917 hasta los años setenta; 153 esculturas; 9 textiles; la obra gráfica completa una colección de más de 7.000 dibujos incluidos los estudios preparatorios de pinturas hechos en 1981. Se trata de un centro dedicado al estudio y difusión de la obra de Joan Miró así como a divulgar e impulsar el Arte Contemporáneo.
museo
El muy rico y exquisito pintor José Rodríguez Acosta reunió a principios del siglo XX su estudio, sus lienzos y sus caprichosas colecciones en este fastuoso carmen granadino. El Carmen-Estudio de la Fundación Rodríguez Acosta, aunque contó con la ayuda de los arquitectos Anasagasti, J. Lacal y Modesto Cendoya, y el escultor P. Loizaga, fue auténticamente diseñado por el pintor José Mª Rodríguez Acosta. Se trata de una compleja obra de arquitectura y jardinería, donde se mezclan lo occidental -clásico- con lo oriental -árabe-, tanto en la arquitectura como en la decoración de jardines y edificio. Al interior se accede a través de una portada del siglo XVI que da paso a un vestíbulo, cuyas columnas semejan un atrio romano, hallándose en el centro una fuente con surtidor. Por una escalera de caracol elíptica se accede a la parte superior, donde se encuentra la Biblioteca-Museo, centrada por una gran fanal desde el que se ve el vestíbulo de entrada. La Biblioteca-Museo es un espacio formado por un interesante conjunto de obras, producto del interés coleccionista del pintor. Constituyen un variado conjunto de pinturas, esculturas, cerámica, etc., de las más variadas culturas: griega, romana, ibera, japonesa, china, egipcia,... De gran interés es también la Biblioteca, con obras de arte y literatura. Siguiendo los deseos del artista, el carmen-estudio se convirtió en la Fundación Rodríguez Acosta para fomento y protección de las Artes y las Ciencias. Se completa esta obra con la Residencia para Artistas destinada a becarios. Actualmente hay un convenio de colaboración con la Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía para actividades culturales. El edificio fue declarado Monumento Histórico Artístico por Real Decreto de 22/12/82. La actual legislación sobre el Patrimonio Histórico Español le confiere el título de B.I.C. (Bien de Interés Cultural).El muy rico y exquisito pintor José Rodríguez Acosta reunió a principios del siglo XX su estudio, sus lienzos y sus caprichosas colecciones en este fastuoso carmen granadino. El Carmen-Estudio de la Fundación Rodríguez Acosta, aunque contó con la ayuda de los arquitectos Anasagasti, J. Lacal y Modesto Cendoya, y el escultor P. Loizaga, fue auténticamente diseñado por el pintor José Mª Rodríguez Acosta. Se trata de una compleja obra de arquitectura y jardinería, donde se mezclan lo occidental -clásico- con lo oriental -árabe-, tanto en la arquitectura como en la decoración de jardines y edificio. Al interior se accede a través de una portada del siglo XVI que da paso a un vestíbulo, cuyas columnas semejan un atrio romano, hallándose en el centro una fuente con surtidor. Por una escalera de caracol elíptica se accede a la parte superior, donde se encuentra la Biblioteca-Museo, centrada por una gran fanal desde el que se ve el vestíbulo de entrada. La Biblioteca-Museo es un espacio formado por un interesante conjunto de obras, producto del interés coleccionista del pintor. Constituyen un variado conjunto de pinturas, esculturas, cerámica, etc., de las más variadas culturas: griega, romana, ibera, japonesa, china, egipcia,... De gran interés es también la Biblioteca, con obras de arte y literatura. Siguiendo los deseos del artista, el carmen-estudio se convirtió en la Fundación Rodríguez Acosta para fomento y protección de las Artes y las Ciencias. Se completa esta obra con la Residencia para Artistas destinada a becarios. Actualmente hay un convenio de colaboración con la Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía para actividades culturales. El edificio fue declarado Monumento Histórico Artístico por Real Decreto de 22/12/82. La actual legislación sobre el Patrimonio Histórico Español le confiere el título de B.I.C. (Bien de Interés Cultural).