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acepcion
También denominado caza de cabezas. Consiste en la creencia de una fuerza mágica en aquel que conserva los cráneos de sus enemigos, ya sea en la cabaña o portándolos con él. También los utilizaba el chamán como instrumento de percusión en los rituales.
contexto
La nueva estructuración del poder que implica la fundación del principado y la acentuación de sus características monárquicas en época posterior, tienen su proyección en la acentuación de la impronta sacra y sotereológica de la persona del emperador, que se materializa en el correspondiente culto al emperador mediante el que los provinciales expresan su lealtad al Imperio. En las provincias hispanas, la difusión del culto al emperador se ve facilitada por la existencia de prácticas sociales en las comunidades indígenas protourbanas, que permiten la consagración de los individuos a sus jefes (devotio), lo que en ocasiones se proyecta también en relación con la aristocracia romana, como parece constatarse en el templo de Cabezo de Alcalá (Azaila), erigido a fines de la República para honrar a Q. Iunius Hispanus y a la diosa Victoria. En consecuencia, el culto al emperador, que tiene amplios precedentes en los reinos helenísticos del Mediterráneo oriental, se difunde tempranamente en Hispania; concretamente, en el 26 a.C. se erige un altar en honor de Augusto en Tarraco, y en el 15 a.C. ocurre lo mismo en Emerita; pero será tras su muerte en el 14 d.C. cuando Tiberio autorice la erección de su templo en la capital de la Citerior Tarraconense. Su desarrollo posterior se ve condicionado por las vicisitudes de la política religiosa imperial, en la que se observa una coincidencia entre acentuación de las tendencias monárquicas y divinización del emperador viviente. En Hispania el impulso de época flavia tiene su proyección en los grandes conjuntos monumentales de las capitales de provincia y será durante el siglo II d.C. cuando adquiera mayor implantación. Los elementos propagandísticos, además de la lealtad política, propios del culto imperial se observan en su asociación a una serie de virtudes abstractas, que habían sido divinizadas en época helenística; tal ocurre con el culto que se tributa a la Aeternitas Augusta, a la Pietas Augusto, a la Salus Augusta, a la Fortuna Augusta, a la Virtus Augusta, a la Clementia Augusta y a la Iustitia Augusta, que encarnan los valores que debe revestir el emperador o los beneficios derivados de su actividad. El carácter oficial que reviste el culto a la Tríada Capitolina y al emperador se materializa en la existencia de las correspondientes magistraturas. Las leyes de las colonias y municipios establecen los colegios sacerdotales existentes en las ciudades y las condiciones requeridas para su ejercicio. Concretamente, la Lex Ursonensis regula la presencia en la colonia de dos colegios, el de los pontífices y el de los augures. El culto al emperador se organiza también mediante la existencia de magistrados (flamines) en los tres ámbitos administrativos que articulan el territorio peninsular, como son las provincias, los conventus y las ciudades, mientras que el desarrollo del culto a las emperatrices genera las correspondientes flaminicae. También la religión romana proyecta a las provincias hispanas la funcionalidad que posee en los distintos ámbitos que conforman la vida de las comunidades ciudadanas. La importancia que la agricultura posee en las ciudades tiene su reflejo en la presencia de los correspondientes dioses relacionados con el ciclo agrario; Ceres y Tellus se encuentran presentes en las zonas más romanizadas como dioses protectores de la producción agraria en esculturas e inscripciones que documentan, por ejemplo, a Ceres como patrona de determinadas asociaciones de agrimensores. Algo semejante se aprecia en la difusión del culto a Liber Pater, dios de la fertilidad, identificado con el Dioniso griego. La identificación de Diana con Artemis Efesia propicia su difusión como diosa protectora de la caza y, en general, como diosa de la fecundidad, como se constata concretamente en la cofradía que posee en Saguntum (cultores Dianae). La importancia de otros dioses relacionados con las actividades primarias, tales como la vinculación de Venus con la belleza y con los jardines, de Príapo con la fertilidad de los viñedos y jardines, de Silvano con los bosques, etc. tiene asimismo su correspondiente constatación. Las actividades artesanales y comerciales tienen en Mercurio a su dios protector, documentándose en Malaca en una asociación de pescadores; la inseguridad de las vías propician el culto a los Lares Viales especialmente difundidos en el noroeste Hispano. El culto a las aguas tiene su proyección en el de las ninfas, y la salud tiene en Esculapio al dios de la curación, como se documenta en Pax Julia y en Valentia.
termino
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Se trata del rito de adoración al fuego, muy extendido entre casi todas las religiones del mundo, desde la griega (Hestia), romana (Vesta), la India (Agni), etc. El fuego era visto como elemento purificador y revitalizador y, por ello, casi siempre quemaba fuera de los templos.
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Cuando a finales del siglo XVIII los europeos comenzaron a tomar contacto duradero con la isla de Pascua, sus habitantes profesaban un culto al hombre-pájaro, cuyo santuario estaba en Orongo, en los riscos entre el volcán Rau Kao y el mar. Allí se hallaron una serie de petroglifos grabados con unos signos parecidos a los grafismos incisos en las misteriosas tablillas de madera llamadas rongorongo, que quiere decir comentario. Los grafismos están dispuestos en líneas que se leen en boustrophedon, es decir, volviendo la tableta cada vez que se llega al final de una línea. En cuanto a su contenido, hace tiempo que se ha olvidado pero, al parecer, eran las normas por las que se regían ciertos ceremoniales. Las grandes esculturas se sustituyeron por pequeñas estatuillas de madera llamadas moai kavakaua. Las más conocidas están talladas en el siglo XIX con útiles metálicos: tienen ojos redondos con pupilas de obsidiana incrustada, arcos superciliares acentuados, mejillas macilentas, nariz aguileña y carnosa, boca prominente, de labios rectos y grandes orejas de lóbulos colgantes. La espina dorsal y las costillas se destacan penosamente a través de la piel; sin embargo, la parte inferior del cuerpo, de nalgas redondeadas, parece normal. No sabemos, exactamente, qué cambios dramáticos sufrieron la isla y su población entre 1722 y 1774. Las últimas investigaciones han puesto de manifiesto que, desde luego, esta isla constituye el caso de deforestación más radical que se ha conocido. El proceso de evolución propuesto es sólo una hipótesis, pero no parece nada desdeñable. La isla de Pascua era un pequeño microcosmos en medio del océano en el cual, el individuo que derribó la última palmera sabía que era la última, y así y todo blandió el hacha. Probablemente debió de pensar que sus dioses o sus antepasados proveerían para el futuro, al igual que nosotros pensamos que la tecnología proveerá para el futuro de este pequeño microcosmos que es la Tierra en el Universo.
termino
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Es el nombre que recibieron una serie de movimientos de carácter religioso surgidos en Nueva Guinea y Melanesia con el objetivo de contraponerse a la colonización. Dicho culto tenía como objetivo el derribo del orden social de la metrópoli e, incluso, planteaba la llegada del fin del mundo. En Melanesia se dan elementos de sincretismo religioso entre el cristianismo y las religiones propias y tienen una relación directa con la llegada de mercancías europeas y americanas en barcos y aviones, es decir "al cargo". Los participantes de este tipo de culto buscan nuevos valores y modelos de comportamiento en sus vidas.
contexto
Nunca existió en Grecia una casta sacerdotal que elaborara y ordenara los asuntos religiosos. Serán los poetas las máximas autoridades en materia religiosa. Cada ciudad rendía su homenaje a los dioses a través de los sacrificios, los himnos, las procesiones, los certámenes y los concursos gimnásticos. Algunas de estas fiestas revestían un carácter supranacional como las celebraciones y certámenes que se celebraban cada cuatro años en torno al santuario de Zeus en Olimpia o las llamadas Pitias, que tenían lugar en el santuario de Apolo en Delfos. Se decretaba una tregua durante el tiempo de las fiestas y los juegos que se desarrollaban, compitiendo los mejores atletas, músicos, poetas, etc. por obtener el triunfo. En Atenas se celebraban también cada cuatro años las Grandes Panateneas, que culminaba con la ofrenda del peplo nuevo a la diosa, tal y como se representan en los frisos del Partenón. Los dioses olímpicos viven lejos y no se ocupan demasiado de los asuntos humanos. Esa es la sensación que tendrán los griegos en un momento de crisis religiosa como lo fue el siglo IV a. C. y el posterior helenismo. Los dioses se hicieron más lejanos y resultaba más difícil encontrarlos y dialogar con ellos. Esa es la razón por la que en época helenística los hombres tuvieran la esperanza de encontrar dioses más cercanos a los olímpicos, dioses que bajaran a la tierra. Los nuevos monarcas helenísticos, inspirándose en el modelo oriental que adopta Alejandro, acabarán convirtiéndose en los nuevos dioses hechos de carne y hueso que el hombre anhelaba desde antiguo. Estas crisis religiosas motivaban el desarrollo de oráculos y presagios, siendo el más famoso el de Apolo en Delfos donde la Pitonisa servía de transmisión de las respuestas del dios que serían interpretadas por los sacerdotes del templo. La joven pitonisa mascaba laurel y algún alucinógeno que provocaba el éxtasis y el encuentro con Apolo.
contexto
El culto cristiano ortodoxo presenta algunos rasgos específicos. Los ortodoxos consideran una herejía la proposición cristiana de que el Espíritu Santo, además de proceder de Dios padre, lo haga también de Jesucristo. También se muestran en contra del dogma católico referente a la infalibilidad del Papa, pues para ellos, es sólo un hombre y, por tanto, no infalible, siendo la infalibilidad sólo exclusiva de los Concilios Ecuménicos de la Iglesia. El dogma católico de la Inmaculada Concepción es también rebatido por los ortodoxos, quienes niegan que la Virgen naciera libre del pecado original. Desmienten también la existencia del Purgatorio, postulando que no existen juicios particulares después de la muerte, por lo que no tienen sentido las indulgencias. En cuanto a los ritos, el culto ortodoxo establece que los niños deben ser bautizados sumergiéndose en la pila bautismal. Para la Iglesia ortodoxa no existe la Primera Comunión, mientras que la Comunión es realizada con pan y vino y en ella se evoca al Espíritu Santo. Los sacerdotes ortodoxos pueden contraer matrimonio, aunque, si lo hacen, no podrán llegar a ser obispos. La misa sólo puede ser celebrada una vez al día en el mismo altar. La lengua litúrgica es la llamada Arjaísusa, la lengua a la que se tradujeron los Evangelios -que estaban escritos en arameo- en el siglo I o II. En las iglesias no existen tallas ni estatuas, habiendo en su lugar iconos. Por último, los fieles ortodoxos se santiguan de derecha a izquierda.
contexto
Las transformaciones que se operan en la religiosidad antigua y el carácter antitético de la religión romana se aprecia en la difusión de los cultos mistéricos que, presentes en Roma parcialmente desde fines de la República, ofrecen un contenido distinto a la religión oficial, ya que por su carácter personal e iniciático llenan el vacío sotereológico y satisfacen las necesidades de un culto de salvación presentes en el Imperio; la totalidad de estas religiones proceden del Mediterráneo oriental y entre ellas destacan, por la importancia que adquiere su culto, el de Cibeles-Attis, el de Isis-Osiris y el de Mitra. El culto a Cibeles-Attis simboliza en su propio mito el ciclo de la muerte y resurrección de la naturaleza, en el sentido de que Attis, enamorado de Cibeles, asimilable a la madre tierra, es castrado por su infidelidad, por lo que muere y resucita. Su introducción en Roma se produce en el contexto de la Segunda Guerra Púnica y en Hispania se difunde desde inicios del siglo I d.C. Su calendario festivo tiene como fechas esenciales el 25 de diciembre, día de nacimiento de Attis, y el gran ritual de muerte y resurrección de Attis entre el 15 y el 27 de marzo. Su importancia en Hispania se constata en dos grandes santuarios ubicados en Carmo y en la Cueva Negra en Fortuna, en Murcia; el santuario subterráneo de Carmo se ubica en el contexto de la gran necrópolis de la ciudad y se encuentra excavado en la roca; su estancia fundamental está constituida por una pequeña cámara, donde se ubica el vetilo de la diosa constituido por un bloque redondo de piedra que simboliza a la madre tierra; en su lado opuesto se encuentra la fosa sanguinaria donde se produce la inmolación del toro (taurobolium) o del carnero (criobolium), que permite la realización del bautismo ritual por parte del sacerdote supremo (archigallus). Una vinculación similar al ciclo natural de la fertilidad, muerte y resurrección posee el culto a las divinidades egipcias Isis y Osiris, ligadas al ciclo que imponen las inundaciones del Nilo. En Italia su culto se había difundido a partir del siglo II a.C.; en Hispania su implantación se constata desde el siglo I d.C. con presencia en Emerita, Valentia, Saguntum y en Acci, donde una de sus devotas, Fabia Fabiana, le dedica una estatua con una impresionante colección de piedras preciosas. El culto mazdeísta a Mitra, que recoge las concepciones maniqueas de lucha del principio del bien y del mal, se difunde en Hispania a partir del siglo II d.C. Entre sus manifestaciones destaca la escultura de Mitra descubierta en Igabrum (Cabra), que representa al dios en actitud de sacrificar al toro. La proyección de la religión romana a las provincias hispanas se produce en un contexto de transformación interna de la que es manifestación la aceptación progresiva por el Imperio de los cultos orientales. Junto a las nuevas creencias, uno de los elementos que denota su evolución está constituido por el progresivo desarrollo de procesos sincretistas, que dan lugar a una modificación sustancial del carácter politeista de la religión tradicional en una perspectiva henoteista, que favorece el ulterior triunfo del monoteísmo. Al igual que se constata en otros planos de la realidad histórica, la implantación de la religiosidad romana no implica la completa desaparición de las prácticas religiosas existentes con anterioridad en Hispania. En algunos casos, la subsistencia se produce mediante la correspondiente interpretación romana de las divinidades fenicias, como ocurre en el caso de la relación Tanit-Juno, o griegas, constatada en la mencionada relación Artemis-Diana o Asclepios-Esculapio. Algo similar se constata en relación con las divinidades prerromanas, aunque con la peculiaridad de que su subsistencia o interpretación se efectúa fundamentalmente en contextos históricos donde la implantación del ordenamiento romano y especialmente de su epicentro, la ciudad, posee menor vigencia. En el mundo ibérico se observa la perduración del culto en los grandes santuarios naturales, donde se siguen depositando exvotos hasta la Tardía Antigüedad. Sin embargo, la subsistencia de los cultos indígenas se aprecia con mayor fuerza en el mundo lusitano y céltico del oeste y norte peninsular. Entre las divinidades lusitanas subsisten durante el Alto Imperio el dios Endobelicus, relacionado con la salud y asimilable a Esculapio, con un importante santuario en S. Miguel de la Mota (Ebora), y la diosa Ataecina, relacionada con las creencias de ultratumba y asimilable a Proserpina, cuyo culto irradia desde su ciudad de origen en Turobriga (Almorchón) a centros importantes de la Lusitania y zonas colindantes como el valle del Guadalquivir, donde recientemente se le documenta en epígrafe funerario procedente de Ubeda (Jaén). En el mundo celta del noroeste se aprecia la supervivencia de dioses tales como Anderoni, Candiedo y Lacídus asimilados a Júpiter, del dios de la guerra Coso, identificado con Marte, o del culto a la fertilidad personificado en las Matres.