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Schiele se siente encerrado en Viena y desea abandonar la ciudad, donde siente que "antiguos compañeros le miran con malos ojos". No duda en recorrer los alrededores de la capital y realizar sus primeras composiciones directamente en la naturaleza, como podemos apreciar en este trabajo, poniéndose de manifiesto también las limitaciones del artista. Tomando como referencia los trabajos de los Talleres de Viena y como si de un mosaico se tratara, Schiele aplica diferentes capas de color creando sensación de profundidad y de relieve hasta llegar a la colina, recortada su silueta ante el cielo cubierto de oscuras y amenazantes nubes. La amplitud de perspectiva y el despoblado del paisaje crean una angustiosa sensación, llegando a estremecer al espectador. De esta manera, podemos acercarnos a los sentimientos del artista, una de las características del expresionismo en el que Schiele militará.
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Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo
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Esta obra nos sitúa ante una engañosa vista de Dresde, pues la ciudad se halla tapada por la colina y los árboles, de manera que sólo son apreciables - de derecha a izquierda - las torres de la Frauenkirche o Nuestra Señora, la del Palacio, la de la Hofkirche o iglesia de la Corte y la de la Kreuzkirche o de la Cruz. Este tipo de vista casi oculta de Dresde reaparecerá diez años más tarde en La estrella vespertina, en una disposición similar. Como es frecuente en él, la composición se estructura en bandas horizontales, y de manera que la transición hacia el fondo queda inhabilitada mediante la supresión de planos intermedios. Esta disposición se traduce también a los colores, que van desde el marrón del campo, el verde de la colina, el azul grisáceo del valle de la ciudad y el cielo, iluminado al atardecer en una gradación desde el naranja hasta el azul claro. Para los cuervos que aparecen desde la derecha, avanzando hacia los campos, empleó Friedrich varios estudios de 1804. Simbólicamente, recoge una reflexión melancólica de la dificultad y lejanía en el paso al más allá, a la ciudad celestial.
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Entre los discípulos de Wen Zhenming, destaca Zhen Shun (1483-1544, poeta, calígrafo y pintor. El maestro le inculcó el gusto por los pintores del pasado, especialmente por aquellos relacionados con la pintura de letrados. A pesar de que ejerció una gran influencia sobre él, Zhen Shun supo crear un estilo propio, con unas pinceladas en las que utilizó los puntos o tien de Mi Fu, así como los juegos de tinta o mo-xi.
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Aparte de su valor como obra de ingeniería, el Coliseo era también una obra de arte: el pórtico del coronamiento del graderío, con sus columnatas de cipollino y de granito gris, desplegaba todo el boato que caracteriza a las grandes empresas de la dinastía burguesa de los Flavios. Relieves de mármol y de estuco, apenas conservados aquí y allá, abundaban entonces en la cávea y en la infinidad de logias y galerías. De todo ello queda en el interior una enorme carcasa, y sólo por fuera, donde las novedades eran de tono menor, tenemos el perímetro de la enorme elipse de más de medio kilómetro de envergadura y gran parte de su fachada curva original, con su circunferencia de ochenta arcos de medio punto. El diseño de la fachada no podía ser más conservador: tres arquerías sobre pilares con columnas adosadas en tres órdenes superpuestos, dórico-toscano, jónico y corintio, con áticos de poca altura intercalados entre los órdenes. Como coronamiento, un ático de gran altura que encerraba el último de los sectores del graderío, el maenianum ligneum, expuesto a los incendios como todas las construcciones de madera, pero añadido como un mal necesario para aumentar la capacidad del edificio y de sus 50.000 localidades.
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Abajo, en primer término, la infraestructura de la arena con el complejo dispositivo requerido por la organización y el funcionamiento del spectaculum o ludus. A nivel del suelo, a la derecha, la puerta principal del edificio (porta triumphalis) por oposición a la de enfrente, por donde se evacuaban las víctimas (porta libitinaria). Los muros radiales que sostenían, y sostienen ahora una parte del graderío, acreditan la capacidad de la ingeniería romana para resolver el problema de crear un gran espacio oval con visibilidad perfecta desde cualquier punto del mismo.
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El Anfiteatro Flavio -más conocido como Coliseo- fue el mayor edificio levantado por Roma y quizá el mayor también de toda la Antigüedad. Tenía tres arquerías sobre pilares con columnas adosadas en tres órdenes superpuestos, dórico-toscano, jónico y corintio, con áticos de poca altura intercalados entre los órdenes. Como coronamiento, un ático de gran altura que encerraba el último de los sectores del graderío.