Coliseo (Roma). Exterior
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Aparte de su valor como obra de ingeniería, el Coliseo era también una obra de arte: el pórtico del coronamiento del graderío, con sus columnatas de cipollino y de granito gris, desplegaba todo el boato que caracteriza a las grandes empresas de la dinastía burguesa de los Flavios. Relieves de mármol y de estuco, apenas conservados aquí y allá, abundaban entonces en la cávea y en la infinidad de logias y galerías. De todo ello queda en el interior una enorme carcasa, y sólo por fuera, donde las novedades eran de tono menor, tenemos el perímetro de la enorme elipse de más de medio kilómetro de envergadura y gran parte de su fachada curva original, con su circunferencia de ochenta arcos de medio punto. El diseño de la fachada no podía ser más conservador: tres arquerías sobre pilares con columnas adosadas en tres órdenes superpuestos, dórico-toscano, jónico y corintio, con áticos de poca altura intercalados entre los órdenes. Como coronamiento, un ático de gran altura que encerraba el último de los sectores del graderío, el maenianum ligneum, expuesto a los incendios como todas las construcciones de madera, pero añadido como un mal necesario para aumentar la capacidad del edificio y de sus 50.000 localidades.