Poco se innovó en materia de colegios, que siguieron en manos de religiosos. El vacío dejado por los jesuitas tras su expulsión intentaron llenarlo con menos éxito los franciscanos, dominicos y agustinos. A fines del siglo XVIII se advierte, no obstante, una preocupación de los cabildos de algunas capitales por la enseñanza primaria pública, nombrando maestros de primeras letras que enseñaban a niños procedentes de familias de muy diversos estratos sociales. La de Simón Rodríguez en Caracas, a la que asistió Bolívar, es buen ejemplo de ello. Sabido es que Rodríguez redactó un plan de reforma de la escuela primaria que presentó al Cabildo de Caracas en 1794. En el campo de la educación femenina destacaron las fundaciones de los colegios de Las Vizcaínas en México y de La Enseñanza en Bogotá, para hijas de buena familia. La educación superior se completó con la fundación de tres grandes universidades en La Habana (1728), Caracas (1721) y Santiago de Chile (1738). Hubo también universidad en Guadalajara de México (1792) y en León de Nicaragua. De menor importancia fueron las de Mérida de Venezuela (1810) y Oaxaca, creadas por sus seminarios, que otorgaron grados menores. También se fundó la de Buenos Aires, pero no llegó a funcionar en la colonia. Por privilegios de la Compañía de Jesús surgieron otras menores como las de Popayán, Panamá y Concepción (Chile). Tras la expulsión de los jesuitas, la Corona pretendió transformar sus universidades en reales, con nuevos planes de estudio. No lo logró y al cabo tuvo que entregar la mayor parte de ellas a las otras órdenes, como las de Santo Domingo y San Francisco (ésta se encargó de la Universidad de Córdoba, en 1767). En cuanto a los Colegios Mayores, entraron en decadencia, si bien continuaron funcionando. Las universidades fueron centros de gran agitación intelectual. Aparte del choque de ideas producido en Filosofía entre el escolasticismo, los jesuitas y los "novatores", introducidos de la mano de la escuela del Oratorio de San Felipe Neri, se produjo a fines de la colonia cierta aversión a la Escolástica, cuyo estudio sostenía el despotismo. El expurgo de obras jesuíticas de las bibliotecas, decretado por la Corona, motivó un nuevo interés por Suárez y Vitoria. También empezaron a leerse con interés los enciclopedistas franceses (Voltaire, Rousseau, D'Alambert, etc.), tan pronto como fueron prohibidos por la monarquía, a raíz de la ejecución de Luis XVI. Más indiferentes, por no estar prohibidos, eran Descartes y Leibnitz. Lugar importante en los estudios universitarios ocuparon los llamados saberes útiles, entre los que figuraban las Matemáticas (se estudiaban teorías copernicanas y de Newton) y la Medicina, de las que se dotaron cátedras y a veces las dos de prima y de vísperas (la Universidad de México tenía cuatro de Medicina). Mutis intentó fundar una Facultad de Medicina en Bogotá, con la anuencia del virrey. La Anatomía tenía una connotación inferior por haber sido ocupación de cirujanos y barberos, pero era practicada usualmente en los hospitales. En México, se creó en 1768 el Real Colegio de Cirugía con cinco cátedras, y en Lima, Unanúe fundó el Anfiteatro Anatómico. En el Río de la Plata sólo pudo fundarse el Protomedicato en 1798. Rezago de tiempos pasados eran las cátedras de lenguas indígenas, de las que había dos en la Universidad de México: una de Náhuatl y otra de Otomí. En cuanto a la enseñanza, era fundamentalmente memorística, vicio que se seguía hasta en la forma de acceso a las cátedras. Se intentó modificarla, pero sin éxito. La Corona proyectó otra enseñanza utilitaria al margen de la universidad como la realizada en los Colegios de Minería de México y Lima, en las Academias de Artes (las artes eran consideradas útiles) de San Carlos de México (1785), Guatemala (1797) y Santiago de Chile, en las que se estudiaba arquitectura, escultura, pintura y grabado, o en la Academia de Náutica de El Callao (1794), a la que siguió otra en Buenos Aires, fundada por el Consulado de dicha ciudad. En el Convictorio de San Carlos de Lima, creado por el virrey Amat para sustituir al antiguo colegio jesuita de San Martín, recibieron enseñanzas científicas los jóvenes que realizarían la transición al nuevo sistema republicano.
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contexto
Supervisado por la Iglesia o el Estado, el nivel educativo que sigue al aprendizaje de las primeras letras se encontraba más estructurado, su plan de estudios era más definido y la admisión de estudiantes más selectiva en razón del origen social y sexo del alumnado. En general puede decirse que era una etapa dominada por los jóvenes de los grupos intermedios y superiores, encontrándose ausentes de él las integrantes femeninas de la población. Su evolución durante el siglo XVIII va a ir en el sentido de hacerlo nacional, secularizado y con carácter práctico. Los colegios eran centros privados pertenecientes a órdenes religiosas o a corporaciones de profesores -Oxford y Cambridge-. Su enseñanza, heredera del Renacimiento, incluía: latín, religión, humanidades, gramática, retórica, lógica, metafísica y moral. Los estudios se dividían en dos ciclos: el primero, más concurrido y práctico, solfa ser el único que realizaban los primogénitos de familias nobles; el segundo, más teórico, incluía ya la controversia como método de enseñanza. Salvo excepciones -los benedictinos de San Mauro-, los programas están estrictamente definidos y se mantienen fieles a la tradición. El estudio de las lenguas vernáculas no se incluye hasta la segunda mitad del Setecientos, mientras que los nuevos saberes no conseguirán hacerse un lugar. Muchos de estos colegiales completaban después su formación con viajes al extranjero a fin de entrar en contacto con otras realidades. La costumbre estaba muy extendida entre los ingleses que, además, aconsejaban a los jóvenes escribir sus propios diarios con la imagen que percibían de las sociedades y los pueblos visitados. La relevancia de los colegios para el futuro de sus alumnos estribaba en que por el tipo de enseñanza impartida les preparaban tanto para ocupar un puesto dentro de la Iglesia, el Estado o la enseñanza como para integrar la elite cultural y participar en el mundo erudito internacional. Sin olvidarnos que los cualificaba para su ingreso en la universidad. Junto a los colegios encontramos las academias, centros educativos que pueden subdividirse en varios o constituir un todo único las grammar schools-. A veces abarcan estudios superiores también. Son centros elitistas cuya formación, por responder a las formas clásicas, queda desfasado durante la época ilustrada respecto al ritmo que siguen la ciencia y el pensamiento. Su resistencia al cambio deja un vacío cubierto por las academias disidentes y las academias militares. Aquéllas nacen en Inglaterra durante el tercer cuarto del siglo XVIII, destacando las de Daventry y Warrington, esta última llamada la Atenas del Norte. En su seno se da gran importancia a la experimentación y los estudios superiores que impartían hicieron pronto dura competencia a las universidades. Desde las tierras británicas, el movimiento académico pasó al Continente, consiguiendo un gran dinamismo en el Imperio donde también se hizo menos elitista. Las academias modernas aparecieron en Berlín -1747-, Hamburgo -1763- y Dessau, donde Basedow fundó en 1774 la más importante de todas: el Filanthropinum, reuniendo a los principales maestros del momento. Residencial y coeducativa, sus miembros vestían en ella ropas sencillas y cómodas, los programas de estudio eran modernos y los métodos, vivos, incluyendo la enseñanza directa de las lenguas modernas. No obstante los apoyos que recibe el movimiento académico disidente, las simpatías jacobinas de algunos centros y miembros dieron lugar a que se dudara de su lealtad y se extendiera la idea de que albergaban sentimientos revolucionarios, lo que unido a la pérdida de la original dedicación religiosa limitó mucho su implantación a este lado del Atlántico. Por contra, en Estados Unidos, las academias se dotaron tras la revolución de un programa realista, alejado de la tradición europea, que las convirtió en los antecedentes de las escuelas superiores estatales. Por lo que respecta a las academias militares, fueron centros especializados desarrollados a lo largo del Setecientos con el objetivo de formar a los oficiales y mandos superiores del Ejército en lenguas extranjeras, geometría, historia, etc. La clave de su fundación radica, en palabras de Cepeda Gómez, en que para "una mentalidad como la de los ilustrados la formación de las minorías rectoras, de los núcleos dirigentes... tiene una importancia decisiva; para un hombre del siglo XVIII los resultados y rendimientos de las tropas vienen más determinados por la, calidad y conocimientos de sus generales que por capacidad de los soldados". Siguiendo este principio, nacen las academias de Bruselas -1717-, Viena -1718-, la de Ingenieros de Barcelona, la de Artillería de Segovia, la de Guardiamarinas de Cádiz, las Navales de Vanues y Alais -1786-, en Francia, etc. Finalmente, dentro de este nivel educativo hemos de citar asimismo como centros de nuevas enseñanzas las escuelas técnicas o prácticas, según el modelo de la que Hecker fundase en Alemania en 1747 y que se multiplican con Federico II desde 1763. Los estudios en ellas comprendían dos grupos de asignaturas: obligatorias -religión, dibujo, lenguas vivas, historia, geografía, matemáticas, física- y de libre elección según especialidades -química, ciencias naturales, correspondencia comercial, contabilidad, cálculo de pesos y medidas, operaciones comerciales, cultivo, trabajo de taller-. Desde 1781 la cercana tierra francesa, por influjo germano, posee varias escuelas de comercio. También prolifera este tipo de centro en Holanda, donde imparten clases por la tarde, e Italia. Sin embargo, en la mayor parte de los países no surgen hasta finales del siglo ilustrado o en el siguiente.
Personaje
Literato
Poeta británico, es uno de los autores pertenecientes a la primera generación romántica. Formado en Londres y Cambridge, su fascinación por la Revolución Francesa le empujó a escribir el drama"The Fall of Robespierre", publicado en 1794, en colaboración con R. Southey. Intentó establecerse como periodista y conferenciante, si bien se instaló en el campo tras varias experiencias negativas. En su residencia de Somersetshire, cerca de W. Wordsworth, escribió "Lyrical ballads", escrita en colaboración con el anterior y publicada en 1798. También de esta época son "Christabel" y "Jubla Khan", si bien este último no vio la luz hasta 1816. En 1798 viajó a Alemania, de cuya experiencia resultó la traducción al inglés del Wallenstein de Séller. Destaca también como un teórico del movimiento romántico inglés, al que encamina hacia el idealismo. Su pensamiento nos lo legó en "Aids to reflection", publicada en 1825. Otros escritos suyos son "Biographia Litteraria", de 1817, y "Conffesions of an Enquiring Spirit", de 1840. Se le considera una las mejores plumas del romanticismo británico, junto a autores como Lord Byron, Percy B. Shelley o John Keats.
fuente
Prenda de vestir típica de los soldados del siglo XVI. De una sola pieza, era una especie de chaleco sin botonadura que solía estar confeccionado en piel de vaca muy curtida y endurecida. Se utilizaba como protección.
Personaje
Literato
Alentada por su esposo Henri Gauthiers-Villars, escritor de profesión, decide escribir su primera obra: "Claudine", que se publica por entregas. La separación de su marido la obliga a trabajar como cantante en un music hall, aunque por ello no abandona la literatura. En estos años escribe "Los zarzillos de la viña" y "La ingenua libertina". Contrae segundas nupcias y coincidiendo con el estallido de la Primera Guerra Mundial trabaja como reportera y sigue trabajando en sus novelas. En sus relatos enfrenta el bien y el mal, canta al amor y recuerda la belleza de la naturaleza. Una de sus obras más famosas que incluso fue llevada al cine fue "Gigi".
obra
Un capítulo importante del saber hacer artístico de los celtíberos y de sus notables avances en la técnica de producción de objetos suntuarios lo componen las artes industriales de metal, con dos grupos sobresalientes por su labor: el armamento y las joyas. El preciso diseño de éstas, componiendo motivos circulares, dentados, roleos, grecas, o líneas quebradas, convierten ciertos ejemplares en indiscutibles obras de arte. Algunos temas entrelazados, curviformes o radiales apuntan una relación con series ornamentales bien conocidas, por ejemplo, en la arquitectura castreña, o en ciertos grupos prerromanos centroeuropeos, asimismo de vieja cultura céltica. La recuperación de estas piezas, como de buena parte de la producción metálica celtibérica, se realiza en necrópolis. El colgante de Coca da la impresión de ofrecer la representación de una cabeza de animal con la boca abierta, destacando los dos grandes ojos abultados inscritos en un lazo en forma de ocho.