Capítulo nono De los metales Hay en esta tierra oro que se cría en minas. Hay señales donde hay minas de oro, porque la madre se parece sobre la tierra, y es esta señal que ello se cría debaxo de tierra. Especialmente se parece esta señal cuando llueve. En la letra está bien declarado esta señal. Quien quisiere saberla o entenderla pregunte por los vocablos en la misma lengua indiana, como están aquí en esta letra. Hay también plata y cobre y plomo. Críase en diversas partes, o en barrancas o en riscos. Ante que viniesen los españoles a esta tierra nadie se curava de la plata ni del plomo. Buscavan solamente el oro en los arroyos, porque de donde corre el agua sacávanlo con xícaras, lavando la arena, y ansí hallavan granos de oro: unos tan grandes como granos de maíz, otros menos, otros como arena. Después de haver tratado en los capítulos y libros pasados de las yervas medicinales, y de las piedras que tienen mucha virtud para la sustentación de nuestra salud, y también del oro que tiene propiedades muy favorables a nuestra salud, parecióme que sería poner aquí las propriedades de las gomas que en esta tierra hay, de que los naturales usan mucho para su salud, y yo tengo mucha experiencia de la virtud de ellas. La goma que se llama copal blanco y otra goma que se llama chapopotli que es como pez de Castilla, y otra goma que se llama ulli, que es negra y nervosa y muy liviana, estas tres gomas derretidas, juntamente hechas como brea, aplicadas a las piernas y al cuerpo, hazen gran bien a todos los miembros interiores exteriores. Es de saber, el copal y el chapopotli bien se puede derretir en una olla, puestas sobre las brasas, haviéndolo desmenuçado todo junto primero, tanto de uno como de otro. Pero el ulli hase derretir por sí, poniéndolo de un asador y encendiéndolo a la llama del fuego. Començando a arder, comiença a gotear un licor negro como tinta, el cual ha de gotear en una escudilla, y así queda hecho licor líquido. Y pueden así derretir la cantidad que quisieren, aunque no sea tanta como lo demás, aunque cuanto más fuere de esto, tanto será mejor la brea. Después de derretido este ulli por sí, hase de juntar con lo otro que está derretido, y no es menester que hierva, sino rebolviéndolo que se mezcle todo, por tres o cuatro días o más, rebolvello, puesto al sol por intervalo para que se mezcle bien, para que esta brea o ungüento aproveche para muchos días. Y se puede aplicar al cuerpo todas las vezes que quisieren. Corten unas calças de cuero de venado labrado que llegue desde los pies hasta los ingles, y no se han de coser. Puesto este ungüento por la parte interior de ellas, todo tendido, déxenlo embever por dos o tres días en el cuero; y después tornen a poner más hasta que ya el cuero no lo embeva, sino que quede por encima sobrado. Sobre este ungüento, así tendido, pongan dos lienços cortados al tamaño de la cabeça de cuero, y si no quedare bien pegado con el cuero, cósase por las orillas. Y puestas unas correas cosidas a las mismas calças del mismo cuero, la una se ponga a la garganta de la pierna para que se ate con aquella calça, y otra por baxo de la rodilla, y otra por encima de la rodilla, y otra por medio del muslo, y otra por encima a la estremidad del muslo. Atadas de esta manera a las piernas, puédenlas traer o tener de noche o de día los días que quisieren, y queriéndolas quitar, puédenlas guardar para ponerlas cuando quisieren, y turarán por muchos días. Aprovecha esto para cualquiera mala disposición que se ofreciere. Quien quisiere hazer un xubón de la misma manera para vestírsele a raíz de la camisa o de la túnica, sentirá también gran provecho para cualquiera mala disposición. Y si no quisiere hazer xubón, haga una faxa de anchura de un palmo, o poco más, del mismo cuero con los lienços dichos, tan larga que dé una buelta justa al cuerpo igual, traçando con el xubón. He también hallado por experiencia que molida la piedra de navajas de que arriba hezimos mención, deciendo que es esmeralda negra, y con una clara de huevo mezclada la arena, y hecho todo lodo, poniéndola sobre unas estopas y atado con un patio sobre la gota, la quita; y todas las vezes que bolviere, poniéndola, la quita. Y este emplastro aprovecha para muchos días y aun años, teniéndole guardado, aunque no se renueve más. Quien se hallare restreñido de la cámara, póngase una cala de enjundia de puerco y luego sentirá provecho; y si esta injundia fuere de puerco muerto en la menguante de deciembre o de enero, y serenada por treinta o cuarenta días, es muy mejor. Quien quisiere poner el ungüento arriba dicho en los pies, compre unas cuatro servillas de badana iguales, y derrame el ungüento por todo el envés de unas de ellas, y métalas en las otras dos, de manera que venga envés con envés, para que de fuera y de dentro quede todo limpio. Y puestas en los pies, traerlas ha cuando quisiere, o de día o de noche. Y sentirá gran provecho a todo el cuerpo. Y duran de esta manera hechas por muchos días sin que se renueve el ungüento. Esta es medicina para los pobres.
Busqueda de contenidos
contexto
Capítulo Noveno Del sexto signo, llamado ce miquiztli, y de su próspera fortuna. Dezían que este signo era de Tezcatlipuca, por cuya reverencia hazían en particular muchas ofrendas y sacrificos. Y hazían fiesta y regalos a los esclavos, cada uno a los suyos, en sus casas El sexto signo se llamava ce miquiztli. Dezían que éste era bueno y en parte malo, esto es, que algunas casas tenía buenas y otras malas, como parecerá abaxo; dezían que este signo era de Tezcatlipuca. Los señores y principales eran muy devotos de este signo; hazían ofrendas por su honra y derramavan sangre de codornizes, y hazían otras cerimonias cada uno en el oratorio de su casa y en los oratorios de los calpules; esto hazían por ser este signo de Tezcatlipuca, al cual tenían por criador universal. Todos en este día oravan con devoción y pedían serles hecha alguna misericordia, no solamente los señores, mas los hombres de guerra, y los mercaderes, y hombres ricos, y todos los que sabían que entonces reinava el signo de Tezcatlipuca. Y dezían que era malo porque aquellos a quien Tezcatlipuca havía dado riquezas, también entonces se las quitava por algún desagradecimiento o soberbia que por ellas havía tomado y dávalas a los que le rogavan humildemente, y suspiravan y lloravan por ellas. Y por esso en todo lugar le rogavan, porque dezían que sus dones no permanecían, sino que los mudava de uno en otro. Y dezían que los que nacían en este signo eran bien afortunados. Eran honrados si eran devotos a su signo y si hazían penitencia por él, y si esto no hazían, perdían su ventura. Y por esto el mismo día que nacían le baptizavan y le ponían nombre, y combidavan a los niños y les davan de comer para que supiessen el nombre del que havía nacido, y le divulgassen a bozes por las calles. Y si era varón el que nacía, poníanle por nombre Miquiz, o Yáutl, o Ceyáutl, o Nécoc Yáutl, o Chicoyáutl, o Yaumáuitl. Dávanle uno de estos nombres ya dichos, que eran todos de Tezcatlipuca, y dezían que al tal nadie le podía aborrecer, nadie le podía dessear la muerte. Y si alguno le desseava la muerte, él mismo moría reinante este signo. Nadie osava reñir ni maltratar a sus esclavos. Todos los que tenían esclavos, un día, antes que començasse a reinar este signo, les quitavan las prisiones o colleras con que estavan presos, y los xabonavan las cabeças, y los bañavan y regalavan como si fueran hijos muy amados de Titlacaoan. Y los dueños de los esclavos mandavan con gran rigor a todos los de su casa que no riñiessen ni diessen pena a ningún esclavo, y dezían que si alguno reñía a los esclavos en estos días, que él mismo se procurava pobreza y enfermedad y desventura, y merecía ser esclavo, pues que tratava mal al muy amado hijo de Tezcatlipuca. Porque dezían que de nadie era amigo fiel Tezcatlipuca, sino que buscava ocasiones para quitarle lo que le havía dado. Y algunos, cuando perdían su hazienda, con desesperación reñían a Tezcatlipuca y dezíanle: "Tú, Tezcatlipuca, eres un puto; ya hasme burlado y engañado" Y de la misma manera hazían cuando se les ausentava un esclavo o captivo. Y si acontecía que el esclavo se libertava y venía a prosperidad, y el que era señor de esclavos venía a ser esclavo, todo lo echavan a Tezcatlipuca, porque dezían que él que havía hecho misericordia al esclavo, porque se lo havía rogado y havía castigado al que era señor porque era duro con sus esclavos. Y el que de la servidumbre venía a prosperidad hazía banquetes y dava mantas a sus combidados, y dezían que esto le venía por haver nacido en este signo.
contexto
Capítulo nueue De la rrespuesta que truxo el mensajero Atenpanecatl al rrey Ytzcoatl y al senado mexicano y lo que determinaron de hazer de esto Llegado a Mexico Tenuchtitlan, el mensajero que abía ydo con enbaxada a los tepanecas azcapuçalcas, estando en prezençia del senado mexicano y delante del rrey Ytzcoatl, dixo Atenpanecatl Tlacaeleltzin que, después de auer dado su <en>baxada al rrey y a todos los tepanecas, rrespondió el rrey, "díxome: "Oydme, Atenpanecatl, prençipal mexicano, ya os tengo oydo u<uest>ra <en>baxada. ¿Qué queréis <que> haga?, que no seré poderoso para estorbar el propósito començado de los tepanecas de susçeder guerra con los mexicanos. Por eso bolueos, mexicano Atenpanecatl, dalde esta rrespuesta a Ytzcoatl, u<uest>ro rrey, y a u<uest>ro senado mexicano". Y esta es la rrespuesta <que> me dio". Hecho cabildo y junta, los mexicanos dixeron: "Señores mexicanos, ¿qué es la causa que bosotros no queréis <que> bamos 9v en poder y suxeçión y dominio de los tepanecas en Azcapuçalco? ¿No os da lástima, dolor, conpasión tanta criatura, niños, biexos, biexas que podrán por u<uest>ra causa padesçer si adelante ba este yntento de los tepanecas, pues sabéis <que> son muchos, sin número, que hasta <en> los montes están poblados de ellos? Nosotros para ellos es como dezir diez contra uno, alliende estar fortalesçidos <en> sus casas, tierras, montes y basallos. Pues bosotros, que en nosotros no tenemos alguna defensa de çerro, peñol o cueba a donde se metan estas pobres mugeres y niños y biexos, sino presentes a las manos de n<uest>ros enemigos los tepanecas". E a esto rrespondió el prençipal Atenpanecatl, mensajero que fue, les dixo y propuso: "Sea pues así, señores y hermanos mexicanos prençipales. ¿Qué es la rresoluçión de no querer bosotros <que> bamos Azcapuçalco? Sastifagamos con u<uest>ro último paresçer y determinada boluntad la pretençión u<uest>ra". Rrespondieron los prencipales balerosos adelantados de todos ellos en esta manera: "Señores y hermanos mexicanos, nosotros los prençipales dezimos que luego y cada y quando que fuere apellidado la guerra con nosotros, <que> nosotros començemos y tomemos n<uest>ras armas, arcos, flechas, rrodelas, dardos, y con esto dexaremos en manos de extraños n<uest>ra rrepública, y de esta manera no perderemos punto de n<uest>ro onor, sino haziendo todo lo que en nosotros es posible". Rrespondieron los otros mexicanos con baleroso ánymo: "Sea mucho de norabuena y sea de suerte que podamos con los tepanecas <que> tanta sunma son ellos". Los primeros mexicanos, abiendo oydo esto, rrespondieron, dixéronles a los mexicanos <que> se abenturauan a la guerra, diziendo: "Sea esta la manera, que, no pudiendo preualesçer ni defenderos todos de los tepanecas, y biniéremos a diminuçion y pérdida con daño de n<uest>ras mugeres, hijos y padres biexos, que <en> bengança de u<uest>ro atreuimyento y dexarnos en manos de n<uest>ros enemigos, estaréis a la cruel muerte que os mandaremos dar a todos por ello, y tal muerte que sea espantosa". Rrespondieron los mexicanos balerosos: "¿Qué es o quál será la muerte?, que emos de pasar por ella". Dixeron los biexos: "A de ser la muerte <que> seréis aspados los cuerpos con texas como de almohaças y luego de muertos os emos de comer u<uest>ras carnes, porque quando benimos y salimos de n<uest>ras tierras no trujimos deudos ni parientes, sino muy diferentes los unos de los otros". Rreplicando los mançebos balerosos mexicanos, hijos de prençipales, dixeron: "Sea norabuena, mexicanos. Dezimos que en no saliendo con n<uest>ro yntento y boluntad de abentajarnos en armas con los tepanecas, que nos abéis de texar con texas n<uest>ras carnes y comer n<ues>tras carnes, e que en nosotros no tenéis nengún parentezco, ny bosotros ayuda ninguna nos daréis para huirnos a otros partes deste 10r tribunal mexicano. Sea, pues, norabuena dada esa buestra sentençia contra nosotros. Asimismo dezimos que si tenemos tanta bentura y salimos con n<uest>ra enpresa y suxetamos a yugo a los tepanecas, <que> bosotros xamás seréis tenidos por prençipales, sino por maçehuales, basallos nuestros y de n<uest>ra rrepública mexicana". Tornaron a rreplicar los biexos en esta manera: "Mirá, hijos y sobrinos n<uest>ros, <que> si preualesçéis y suxetáis a los tepanecas, será y es n<uest>ra boluntad que el barón que más fuere y baliere <en> las guerras, en premio les conçedemos que de n<uest>ras hijas y nietas y sobrinas, al que meresçiere, conforme a su balor y balentía, tenga em su casa dos o tres o quatro mugeres suyas, y si mucho se abentajare y hiziere por su persona, este tal y los <que> fueren a ello tengan asimismo çinco, seys, ocho, diez mugeres suyas, como las pueda sustentar. Tanbién dezimos <que> los tales barones esforçados <en> batalla que preualesçieren con balerosos ánimos y ganaren <en> las guerras esclauos abidos en buena guerra, a estos tales los lleuaremos y cargaremos a los tales a cuestas en cacaxtles sus armas, y asimismo lleuaremos cargado u<uest>ros matalotaxes de bizcochos, frisol molido, pinol y lo demás pertenesçiente al sustento humano <en> las tales guerras. Y benidos a n<uest>ra rrepública mexicana, os resçibiremos con ponpas funerales de fiestas, rregozijos y os daremos aguamanos y seruiremos en buestras mesas en el comer, barreremos u<uest>ras casas, seremos u<uest>ros despenseros, mayordomos, y yremos a los mandados, y seremos u<uest>ros <en>baxadores en qualesquiera partes, lugares que nos <en>biáredes. Y esta promesa y partido proponemos a todas n<uest>ras fuerças posibles". Habló otra bez el Atenpanecatl, prençipal mensajero, díxoles: "Señores y hermanos mexicanos, todo lo tratado y rresolto aquí está muy bien d<ich>o. Tengo de boluer otra bez al pueblo de tepanecas en Azcapuçalco con esta <en>baxada. Aguardadme a lo que rresponden".
contexto
Capítulo ocho Trata como, después de muerto los tepanecas a Chimalpupuca, rrey de los mexicanos, y a su hijo Teuctlehuac, ordenaron los mexicanos de alçar por su rrey de ellos al segundo hermano de Chimalpupuca, Ytzcoatl, y fue rrey Después de aber muerto los tepanecas a su rrey Teçoçomoctli y muerto asimismo a su yerno y nieto Chimalpupuca y a Teuctlezehuac, hizieron junta y cauildo los mexicanos, diziendo: "Señores mexicanos chichimecos, ya abéis bisto la gran traiçión y crueldad que an usado estos tepanecas, y abernos muerto n<uest>ro rrey y su hijo y nieto de ellos. No a quedado sin rraíz del propio tromco del rrey Acamapichtli, que otros hermanos quedan. Por eso, mexicanos, determinemos de alçar nueuo rrey <en>tre nosotros a uno de ellos, y mirá lo que os paresçe, porque no quede esta rrepública mexicana sin cabeça ni gouierno, <que> será ocasión <que> los comarcanos nos bengan a conquistar, y para quitar esta ocasión pongamos por n<uest>ro rrey a Itzcoatl, su hermano". Y así, por este conçierto y acuerdo hecho, alçaron por rrey a Itzcoatl, segundo hermano de Chimalpupuca. Puesto y asentado <en> su trono y magestad conforme su usança y manera, puéstole en el lado derecho en el suelo su justiçia, un arco y flechas, le comiençan luego los mexicanos a hazer rreuerençia y prática, diziendo: "Nieto muy preçiado y querido n<uest>ro y de toda esta rrepublica mexicana, mirá que este cargo y trauajo que agora tomáiz le tubieron y trujeron u<uest>ros antepasados a cuestas, mirando, gobernando y haziendo justiçia y mirando, acreçentando la casa de Huitzilopuchtli abusión tetzauhteutl, mirando con prudençia, humildad a los biexos, biexas, niños, niñas; las adbersidades <que> sobre bos an de benir, como lo sufrieron los tales biejos y u<uest>ros antepasados, que ya la noche y aires los sometieron debaxo de la tierra, lo que susçederá por todos nosotros, porque, al fin, es obligaçión obligatoria abéis de morir por u<uest>ra patria, naçión y proximidad según n<uest>ra calidad, 8v rregla <que> tenemos nosotros u<uest>ros padres, abuelos que al presente somos". Y con esto quedó <en> su asiento, lugar de judicatura y audiençia. Y primeramente hizo su umillaçión y adoramiento al dios abusión (tetzauh) Huitzilopochtli. Y entendido por los tepanecas el nueuo rrey puesto y elegido, rresçibieron gran dolor y pesar todos ellos en sus coraçones, con malas yntinçiones y rrencor <que> tenían. E luego propusieron tener guerra contra los mexicanos y pusieron su rraya y término y juridiçión de guarda y segura, y de que nengún mexicano se les fuese y escapase de la bida. Pusieron su gente de guerra en la parte que llaman Nonohualco Xoconochpalyacac y en Maçatzintamalco y en Popotlam, en todas estas partes pusieron guardas y gente de guerra para este efecto. Biéndose los mexicanos començados de tomar armas y defenderse de los tepanecas, espeçialmente berse çercados de los tepanecas, rresçibieron gran dolor y coraje los mexicanos con esto, los hijos de Acamapichtli y Huitzilihuitl, que quedaron sin el mayor que mataron, y todos los prençipales y mayorales de los mexicanos, y dixeron: "Señores, nosotros somos pocos y estamos metidos en estrechura y en tierras agenas de los tepanecas. De mi albedrío digo <que> será bien que para conseguir libertad a las pobres mugeres, niños y biexos y tanbiém nosotros, que nos sometamos a los tepanecas y lleuemos el abusión ydolo de Huitzilopochtli allá, que, puestos y salidos de esta laguna, acordaremos lo que más nos conbengan a todos. Y hablo a todos en general, n<uest>ro rrey y señor y a todos prençipales que aquí estamos. Mirá bosotros lo que os paresçiere para que bien sea, y para conseguir libertad todos hablen y tómese el más sano conçejo". Y los que esto dixeron fueron Ecoçe? y Tecalle y Tlatzitzin. Rrespondieron los otros: "Será sano conçexo este de lo que dizen nuestros padres. Rrespondé lo que a bosotros os paresçe dexar en poder ajeno a n<uest>ro dios tetzauh Huitzilopochtli. Sobre ello no nos subçeda otro peor partido". Respondió de la otra parte Atenpanecatl Tlacaeleltzin: "¿Qué queréis hazer, mexicanos? ¿Cómo acobardáis agora? Esperá un poco. No os atemorizéis ni espantéis con aber bisto lo que hemos de presente". Dixo el rrey Ytzcoatl: "Oydme, señores y hermanos mexicanos. ¿Ase de hazer esto que determinan los mexicanos, que emos de entrar y someternos a los tepanecas? ¿Será lo que ellos dizen o no ser sujetos los mexicanos a los de Azcapuçalco y lleuar <en> su poder de ellos n<uest>ro ydolo Huitzilopochtli? Sepamos este conçejo y acuerdo. ¿Pensáis de pasar por ello? ¿Quién será el mensajero <que> yrá con tal enbaxada? Acordá bosotros en ello". Y con esto los mexicanos todos estauan atentos oyendo esta rrespuesta e nenguno habló en contra de ella. E rrespondió a esto Atenpanecatl Tlacaeleltzin, dixo: "Señor y rrey mío, ¿para qué soy en esta bida? ¿Para quándo me guardo de hazer serbiçio a mi rrey y patria? Yo quiero tomar la demanda de ser mensajero y si allá muriere, a la fin e de morir, con consentimy<ento> de estos n<uest>ros hermanos y deudos y parientes. Y les encargo a mi muger y hijos". A esto rrespondió Ytzcoatl, rrey, dixo: "Para siempre jamás abrá memoria de bos y tomo a mi cargo a u<uest>ra muger y hijos de mirar por ellos y sustentarlos comos a mis hermanos <que> son". 9r E luego se puso y adereçó Atenpanecatl, prençipal, a la mensajería de parte de los mexicanos, que por tener el rrenombre de Tlacaheletzin se atrebió, como dezir Gran barón de mucha cólera, prudencia y rrazón. Y así, partido, llegó a las guardas de Xoconochpalyacac, que allí estaua puesta una sola rrodela de señal de guerra y guarda de los de Azcapuçalco, e luego le llamaron por su propio nonbre, diziéndole: "Bení acá. ¿No soys bos Atenpanecatl?", porque lo conosçían. Rrespondió, díxoles: "Yo soi el que nonbráis". Dixéronle: "¿A dónde bais?" Respondió: "Soy mensajero". Dixeron los guardais: "No puede ser eso, bolueos que es por demás pasar de aquí, porque, si no os boluéis desde aquí, moriréis sin yr a donde queréis yr ni bolueros". Dixo a esto Atenpanecatl: "Sea así: "lo que queréis de mí hazer sea para la buelta quando buelua". Y así, con esto, le dexaron pasar al palaçio de tepanecas en Azcapuçalco, y luego el Atenpanecatl propuso una oraçión de su <en>baxada, diziendo: "Rrey y señor n<uest>ro, soi <en>biado de buestro basallo Ytzcoatl, el qual dize <que> se somete a basallaxe u<uest>ro y como a tal le deuéis de rresçibir por tal y condolesçeros de u<uest>ro pueblo mexicano; y se pasarán todos acá <en> u<uest>ro pueblo". E a esto rrespondió el rrey y senado tepaneca, dixéronle: "Mirá, Atenpanecatl" <que> muy bien le conosçían, "bien conozco la umillaçión y suxeçión de los mexicanos. Ya es por demás, porque están alborotados y corajudos todos los tepanecas. Prestad paçiençia y bolueos con esta rrespuesta a u<uest>ro rrey y herma<no>s y rrogaréis con rruegos a las guardas de buestra libertad y seguridad de tal <en>baxador". Y con esto se boluió Atenpanecatl por el camino de las guardas en Xoconochyacac, los quales, como le bieron: "¿Cómo benís, Atenpanecatl? Es por demás pasar sin que dexéis aquí la bida". Rrespondió el Atencanepatl, dixo: "Señores míos, yo soi mensajero que, pues e de boluer otra bes y bezes al senado tepaneca de la rresoluçión, y humildemente os rruego y suplico me dexéis con libertad". Rrespondieron las guardas: "Pues abéis de boluer, yd a la buena bentura y bolué presto, que aquí os aguardamos".
contexto
Capítulo octavo Del quinto signo, llamado ce ácatl, mal afortunado. Dezían que los que nacían en él, especial si nacían en la nona casa que llaman chicunaui cipactli, eran grandes murmuradores, nobeleros, malsines, testimuñeros, etc. Dezían ser éste el signo de Quetzalcóatl, donde la gente nobleza hazía muchos sacrificios y ofrendas a honra de este dios El quinto signo se llama ce ácatl. De este signo se dize que todo es mal afortunado. La segunda casa se llama ume océlotl; la tercera casa se llama ei cuauhtli; la cuarta casa naui cozcacuauhtli; la quinta macuilli olin; la sexta chicuacen técpatl. De todas estas casas dezían que eran mal afortunadas, porque eran de Quetzalcóatl, el cual era el dios de los vientos. Cuando començava a reinar este signo, los señores y principales hazían ofrendas en la casa de Quetzalcóatl, que se llamava calmécac, donde estava la estatua de Quetzalcóatl, a la cual estos días componían con ricos ornamentos; y delante de él ponían flores y cañas de humo y encienso, y comida y bevida; dezían que éste era el signo de Quetzalcóatl. Y dezían que los que en él nacían, ahora fuessen nobles, ahora fuessen populares, siempre vivían desventurados y todas sus cosas les llevava el aire. De esta misma manera dezían de las mugeres que nacían en este signo. Y para remediar el mal de los que nacían en estos días, los adivinos que entendían en esta arte mandavan que fuessen baptizados en la séptima casa de este signo, que se llama chiconquiáuitl. Baptizándose en esta casa, dezían que se remediava el mal del día en que havía nacido y cobravan la buena fortuna, porque dezían que esta casa de chiconquiáuitl era casa clemente; y los que nacían en esta casa, luego los baptizavan el mismo día. De la mesma calidad dezían ser la casa que se sigue, que es chicuei xúchitl. La octava casa de este signo se llama chicuei xúchitl. Dezían que eran bien acondicionados los que nacían en ella; luego se baptizavan el mismo día. La que era novena casa, que se llamava chicunaui cipactli, la tenían por mal afortunada. Los que en esta casa nacían dezían que eran mal acondicionados y reboltosos, y amigos de riñes y sembradores de discordias, y mentirosos, y que ningún secreto guardavan; y son pobres y malaventurados todos los días de su vida, etc. La décima casa de este signo se llama matlactli écatl. Dezían que era de buena fortuna con las otras tres que se siguen, que son matlactlioce calli y matlactliomome cuetzpali y matlactliomei cóatl; todas éstas eran de una misma condición. Dezían que los que nacían en estas casas serían honrados y ricos y reverenciados de todos, ahora fuesse muger, ahora fuesse hombre.
contexto
Capítulo octavo Del lenguaje y afectos que usavan cuando oravan al dios de la pluvia, llamado Tláloc, el cual tenían que era señor y rey del paraíso terrenal, con otros muchos dioses sus subjectos, que llamavan tlaloque, y su hermana, llamada Chicomecóatl, la diosa Ceres. Esta oración usavan los sátrapas en tiempo de seca para pedir agua a los arriba dichos. Contiene muy delicada materia. Están espresos en ella muchos de los errores que antiguamente tenían ¡Oh, señor nuestro humaníssimo y liberal dador, y señor de las verduras y frescuras, y señor del paraíso terrenal, oloroso y florido, y señor del encienso o copal! ¡Ay dolor, que los dioses del agua, vuestros subjectos, hanse recogido y ascondido en su recogimiento, los cuales suelen dar las cosas necessarias y son servidos con ulli y con yiauhtli y con copal, y dexaron ascondidos todos los mantenimientos necessarios a nuestra vida, que son como piedras preciosas, como esmeraldas y zafiros! Y lleváronse consigo a su hermana, la diosa de los mantenimientos, y también se llevaron consigo la diosa del chilli o axí. ¡Oh, señor nuestro, dolor de nosotros que bivimos, que las cosas de nuestro mantenimiento por tierra van! Todo se pierde y todo se seca. Parece que está empolvoriçado y rebuelto con telas de arañas por la falta de agua. ¡Oh, dolor de los tristes maceguales y gente baxa! Ya se pierden de hambre; todos andan dessemejados y desfigurados. Unas ojeras traen como de muertos; traen las bocas secas como esparto, y los cuerpos que se le pueden contar todos los huesos, bien como figura de muerte. Y los niños todos andan desfigurados y amarillos, de color de tierra; no solamente aquellos que ya comiençan a andar, pero aun también todos los que están en las cunas. No hay nadie a quien no llegue esta aflicción y tribulación de la hambre que agora hay, hasta los animales y aves padecen gran necessidad por razón de la sequedad que hay. Es gran angustia de ver las aves; unas de ellas traen las alas caídas y arrastrando de hambre, y otras que se van cayendo de su estado, que no pueden andar, y otras las bocas abiertas de sed y hambre. Y los animales, señor nuestro, es gran dolor de verlos que andan azcadillando y cayéndose de hambre, y andan lamiendo la tierra de hambre; andan las lenguas colgadas y las bocas abiertas, carleando de hambre y de sed. Y la gente toda pierde el seso y se mueren por la falta del agua; todos perecen sin quedar nadie. Es también, señor, gran dolor de ver toda la haz de la tierra seca. Ni puede criar ni producir las yervas ni los árboles ni cosa ninguna que pueda servir de mantenimiento. Solía como padre y madre criarnos y darnos leche con los mantenimientos, yervas y frutas que en ella se criavan, y agora todo está seco, todo está perdido. No parece sino que los dioses tlaloques lo llevaron todo consigo y lo escondieron donde ellos están recogidos en su casa, que es el paraíso terrenal. ¡Señor nuestro, todas las cosas que nos solíades dar por vuestra largueza con que bivíamos y nos alegrávarnos, y que son vida y alegría de todo el mundo, y que son preciosas como esmeraldas y como zafiros, todas estas cosas se nos han ausentado y se nos han ido! Señor nuestro, dios de los mantenimientos y dador de ellos, humaníssimo y piadosíssimo, ¿qué es lo que havéis determinado de hazer de nosotros? ¿Havéisnos, por ventura, desamparado del todo? ¿No se aplacará vuestra ira y indignación? ¿Havéis determinado que se pierdan todos vuestros siervos y vasallos, y que quede despoblado y desolado vuestro pueblo y reino o señorío? ¿Está ya determinado, por ventura, que esto se haga? ¿Determinóse en el cielo y en el infierno? ¡Oh, señor, siquiera cocededme esto, que los niños inocentes que aún no saben andar y los que están aún en las cunas sean proveídos de las cosas de comer, porque bivan y no perezcan en esta necesidad tan grande! ¿Qué han hecho los pobrezitos para que sean afligidos y muertos de hambre? Ningunas ofensas han hecho, ni saben qué cosa es pecar, ni han ofendido a los dioses del cielo ni a los del infierno. Y si nosotros hemos ofendido en muchas cosas y nuestra ofensas han llegado al cielo y al infierno, y lo hedores de nuestros pecados se han dilatado hasta los fines de la tierra, justo es que seamos destruidos y acabados. Ni tenemos qué dezir, ni con qué nos escusar, ni con qué resistir a lo que está determinado contra nosotros en el cielo y en el infierno. Hágase; perdámonos todos; y esto con brevedad, porque no suframos tan prolixa fatiga, que más grave es lo que padecemos que si estuviéremos en el fuego quemándonos. Cierto, es cosa espantable sufrir la hambre, que es assí como una culebra que con desseo de comer está tragando la saliva y está carleando demandando de comer, y está bozeando por que le den comida. Es cosa espantable ver el agonía que tiene, demandando de comer. Es esta hambre tan intensa como un fuego encendido que está echando de sí chispas o centellas. Hágase, señor, lo que muchos años ha que oímos dezir a los viejos y viejas que passaron: caya sobre nos el cielo y desciendan los demonios del aire llamados tzitzimites, los cuales han de venir a destruir la tierra con todos los que en ella habitan, y para que siempre sean tinieblas y escuridad en todo el mundo, y en ninguna parte haya habitación de gente. Esto los viejos lo supieron y ellos lo divulgaron, y de mano en mano ha venido hasta nosotros, que se ha de cumplir hazia la fin del mundo, después que ya la tierra estuviere harta de producir más criaturas. ¡Señor nuestro, por riquezas y passatiempos tendremos que esto venga sobre nosotros! ¡Oh, pobres de nosotros! Tuviérades ya por bien, señor, que veniera pestilencia que de presto nos acabara, la cual plaga suele venir del dios del infierno. En tal caso, por ventura, la diosa de los mantenimientos y el dios de las mieses hovieran proveído de algún refrigerio con que los que muriessen llevassen alguna mochila para andar el camino hazia el infierno. Oxalá esta tribulación fuera de guerra, que procede de la impresión del sol, la cual él despierta como fuerte y valeroso en la tierra, porque en este caso tuvieran los soldados y valientes hombres, fuertes y belicosos, gran regozijo y plazer en hallarse en ella, puesto que allí mueren muchos y se derrama mucha sangre y se hinche el campo de cuerpos muertos y de huesos y calaberas de los venzidos, y se hinche la haz de la tierra de cabellos de las cabeças que allí se pelan cuando se pudren. Y esto no se teme con tener entendido que sus almas van a la casa del sol, donde se haze aplauso al sol con bozes de alegría y se chupan las flores de diversas maneras con gran delectación, donde son glorificados y ensalçados todos los valientes y esforçados que murieron en la guerra. Y los niños chiquitos y tiernos que mueren en la guerra son presentados al sol muy limpios y polidos y resplandecientes como una piedra preciosa. Y para ir su camino a la casa del sol, vuestra hermana, la diosa de los mantenimientos, los provee de la mochila que han de llevar, porque esta provisión de las cosas necessarias es el esfuerço y ánimo y el bordón de toda la gente del mundo, y sin ella no hay bivir. Pero esta hambre con que nos afligís, ¡oh, señor nuestro humaníssimo! es tan aflictiva y tan intolerable que los tristes de los maceguales no lo pueden sufrir, ni soportar, y mueren muchas vezes estando bivos. Y no solamente este daño siente la gente toda, pero también todos los animales. ¡Oh, señor nuestro piadosíssimo, señor de las verduras y de las gomas y de las yervas olorosas y virtuosas! Suplícoos tengáis por bien de mirar con ojos de piedad a la gente de este vuestro pueblo, reino o señorío, que ya se pierde, ya peligra, ya se acaba, ya se destruye y perece todo el mundo; hasta las bestias y animales y aves se pierden y acaban sin remedio ninguno. Pues que esto passa ansí como digo, suplícoos os tengáis por bien de embiar a los dioses que dan los mantenimientos y dan las pluvias y temporales, y que son señores de las yervas y de los árboles, para que vengan a hazer sus oficios acá al mundo. Abrase la riqueza y la prosperidad de vuestros tesoros, y muévanse las sonajas de alegría, que son báculos de los señores dioses del agua, y tomen sus cotaras de ulli para caminar con ligereza. Ayudad, señor, a nuestro señor dios de la tierra, siquiera con una mollizna de agua, porque él nos cría y nos mantiene cuando hay agua. Tened por bien, señor, de consolar al maíz y a los etles, y a los otros mantenimientos muy desseados y muy necessarios que están sembrados y plantados en los camellones de la tierra y padecen gran necesidad y gran angustia por la falta de agua. Tened por bien, señor, que resciba la gente este favor y esta merced de vuestra mano, que merezcan ver y gozar de las verduras y frescuras que son como piedras preciosas, que es el fruto y la sustancia de los señores tlaloques, que son las nubes que traen consigo y siembran sobre nosotros la pluvia. Tened por bien, señor, que se alegren y regozijen los animales y la yervas, y tened, señor, por bien que las aves y pájaros de preciosas plumas, como son el quéchol y çacuan buelen y canten y chupen las yervas y flores. Y no sea esto con truenos y rayos significadores de vuestro enojo, porque si vienen nuestros señores tlaloques con truenos y rayos, como los maceguales están flacos y toda la gente muy dibilitada de la hambre, espantarlos han y atemorizarlos han. Y si algunos están ya señalados para que vayan al paraíso terrenal, heridos y muertos con rayos, sean solos éstos y no más, y no se haga fraude ni daño otro ninguno a la demás gente que andan derramados por los montes y por las cavañas, ni tampoco dañen a los árboles y magueyes y otras plantas que nacen de la tierra, que son necessarios para la vida y mantenimiento y sustento de la gente pobre y desamparada y desechada, que con dificultad pueden haver los mantenimientos para vivir y passar la vida, los cuales andan las tripas vazías y apegadas a las costillas. ¡Oh, señor humaníssimo, generosíssimo, dador de todos los mantenimientos! Tened, señor, por bien de consolar a la tierra y a todas las cosas que biven sobre la haz de la tierra. Con gran suspiro y angustia de mi coraçón llamo y ruego a todos los que sois dioses del agua, que estáis en las cuatro partes del mundo, oriente, occidente, setentrión y austro, y los que habitáis en las concavidades de la tierra, o en el aire, o en los montes altos, o en las cuevas profundas, que vengáis a consolar esta pobre gente y a regar la tierra, porque los ojos de los que habitan en la tierra, ansí hombres como animales y aves, están puestos, y su esperança, en vuestras personas. ¡Oh, señores nuestros, tened por bien de venir!
contexto
Capítulo octavo Del temor que tenían a la hambre cuando andava la cuenta de los años en ce tochtli, y de la provisión que hazían el año antes Antes que llegava ce tochtli, a quien temían mucho por la hambre, todos procuravan de juntar y esconder en sus casa muchos mantenimientos y todos los géneros de semillas que se podrían comer, aunque eran comidas muy baxas, cuales son las que se dizen en este capítulo: Polúcatl es una semilla de unas yervas que no se come sino con gran necessidad; este popóyotl es maíz aneblado; xilotzontli son los cabellos que las maçorcas tienen colgados cuando están en la caña; miyáoatl son aquellos penachos que tienen las cañas del maíz cuando ya están grandes las maçorcas; este metzolli son las raiduras o raspas del maguey cuando le abren para que mane; nochxúchitl es la flor de la tuna; mexcalli son las pencas de maguey cozidas; necutlatotonilli es la miel reziente que sale del maguey calentada al fuego; oauhtlipolocayo es la semilla de los cenizos sin limpiar, con todas sus inmundicias; los frixoles los guardavan con todas las ramas y hojas y vainas, porque de todo se aprovechavan en tiempo de hambre. Y cuando acontecía la dicha hambre, entonces se vendían por esclavos muchos pobres hombres y mugeres, y comprávanlos los ricos que tenían muchas provisiones allegadas. Y no solamente los dichos pobres se vendían a sí mesmos, sino que también vendían a sus hijos y a sus descendientes, y a todo su linaje, y ansí eran esclavos perpetuamente, porque dezían que esta servidumbre que se cobrava en tal tiempo no tenía remedio para acabarse en algún tiempo, porque sus padres se havían vendido por escapar de la muerte o por librar su vida de la última necessidad. Y dezían que por su culpa les acontecía tal desastre, porque ellos, sabiendo, que venía la dicha hambre, se havían descuidado y no havían curado de remedio. Y ansí dezían después que los tales esclavos havían cobrado la dicha servidumbre en el año de ce tochtli, y los descedientes que han heredado tal servidumbre de sus antepassados, la cual se dezía servidumbre perpetua. Passado el año de ce tochtli, luego bolvía la cuenta de los años al ume ácatl, que era de la parte de tlapcopa, que es donde nace el sol.
contexto
Capítulo octavo De los atavíos de los señores En este capítulo se ponen cincuenta y seis maneras de mantas que usavan los señores para su vestir. 1.? Usavan los señores una manera de mantas muy ricas que se llamavan coaxayacayo tilmatli. Era toda la manta leonada, y tenía una cara de monstruo o de diablo dentro de un círculo plateado, en un campo colorado. Estava toda ella llena de estos círculos y caras, y tenía una franja todo alrededor. De la parte dentro tenía la franja un labor de unas eses contrapuestas en unos campos cuadrados, y de estos campos unos van ocupados y otros vazíos; de la parte de fuera esta franja tenía unas esférulas maciças, no muy juntas. Estas mantas usavan los señores, y dávanla por librea a las personas notables y señaladas de guerra. 2.? Usavan también otras mantas que se llamavan tecucizyo tilmatli. Llamávanse de esta manera porque tenían texidos debuxos de caracoles mariscos de tochómitl colorado, y el campo era uno de unos remolinos de agua açules claros. Tenía un cuadro que la cercava toda de açul, la mitad escuro y la mitad claro, y otro cuadro después de éste, de pluma blanca, y luego una franxa de tochómitl colorado, no deshilada, sino texida y almenada. 3.? Otra manera de mantas usavan los señores, que se llaman temalacayo tilmatli tenixyo. Esta manera de mantas era leonado oscuro todo el campo, y en este campo estavan texidas unas figuras de rueda de molino. En la circunferencia tienen un círculo negro, y dentro de éste otro círculo blanco, más ancho, y el centro era un círculo pequeño leonado, rodeado con un círculo negro. Estas figuras eran doze, de tres en tres, en cuadro. Tenía esta manta una franja por todo alrededor, llena de ojos, en campo negro, y por esso se llaman tenixyo, porque tiene ojos por toda la orilla. 4.? Usavan también otras mantas que se llamavan itzcoayo tilmatli, que tenían seis sierras como hierros de asserrar, dos en el un lado y otras dos en el otro, y otras dos en el medio, todas contrapuestas en un campo leonado. Entre cada dos estavan unas esses sembradas con unas oes entrepuestas. Tenían dos vandas del campo leonado más desocupadas que lo demás; tenía una franja por todo el rededor, con unos lazos de pluma en unos campos negros. 5? Usavan también otras mantas que se llamavan ume tochtecomayo tilmatli. Estavan sembrados de unas xícaras muy hermosas que tenían tres pies y dos alas como de mariposa. El vaso era redondo, colorado y negro. Las alas verdes, bordadas de amarillo, con tres esférulas amarillas en cada una. El cuello de esta xícara era hecho con una marquesota de camisa, con cuatro cañas que salían arriba, labradas de pluma açul y colorado. Estavan sembradas estas xícaras en un campo blanco; tenían en las dos orillas delanteras dos vandas de colorado con unas vandas atravesadas de blanco, de dos en dos. No se explican más mantas que las dichas, porque comúnmente las demás las usan todos. Pero es de notar la habilidad de las mugeres que las texen, porque ellas pintan los labores en la tela cuando la van texiendo y ordenan los colores en la misma tela conforme al debuxo. Y assí la texen, como primero la han pintado, diferenciando colores de hilos, como lo demanda la pintura. 6.? Usavan otras mantas que se llamavan papaloyo tilmatli tenixo. Tiene el campo leonado, y en él sembradas unas mariposas texidas de pluma blanca con un ojo de persona en el medio de cada una. Estavan ordenadas en rencle de esquina en esquina; tiene esta manta una flocadura de ojos por todo al rededor, en campo negro, y depués una franxa colorada, almenada. 7.? Usavan también otras mantas de leonado, sembradas de unas flores que llaman ecacózcatl, puestas de tres en tres por todo el campo, y en medio de cada dos, dos trocitos de pluma blanca texidos. Tiene una franxa de pluma por todo el rededor, y después una flocadura de ojos por todo el rededor, y esta manta se llamava xahualcuauhyo tilmatli tenixyo. 8.? Usavan otras mantas que llamavan ocelotentlapalli ític ícac océlutl. Estava en el medio pintada como cuero de tigre, y tenía por flocadura de una parte y de otra unas fajas coloradas con unos troços de pluma blanca hazia la orilla. Todas estas mantas arriba dichas son sospechosas; la manta que se llamava ixnextlacuilolli, y otra manta que se llamava olin, que tenía pintada la figura del sol con diversos colores y labores.
contexto
Capítulo octavo De las cerimonias que hazía el que hazía el banquete cuando començavan los cantores el areito, y lo que hazían por toda la noche Al tiempo de començar el areito, ante todas cosas ofrecían flores y otras cosas al dios Uitzilopuchili en su oratorio, en un plato grande de madero pintado, y después ofrecían en otras capillas de los ídolos. Una se llamava Uitznáoac, otra Puchtlan, otra Yopico, otra Tlamatzinco. En los altares de estas capillas ponían flores, y a la postre ponían flores en el oratorio del que hazía la fiesta. Y delante del atambor y teponaztli, en un estrado de heno, que estava delante del atambor y teponaztli, ponían flores que se llaman xuchicózcati y icpacxúchitl, y ponían dos platos en que ponían dos cañas de perfumes ardiendo. Esto era a la medianoche. Haviendo ya ofrecido flores en las partes ya dichas, començavan el cantar. Lo primero era silvar, metiendo el dedo menor doblado en la boca. En oyendo estos silvos los de la casa, luego suspiravan y gustavan la tierra, tocando con el dedo en la tierra y en la boca. Oyendo los silvos, dezían: "Sonado ha nuestro señor." Y luego tomavan un incensario como caço y cogían brasas del fuego con él, y echavan en las brasas copal blanco que se llamava tzioaccopalli, muy limpio y muy oloroso. Dezían que era su suerte. Y luego salía al patio de la casa un sátrapa, y un sacristanejo llevávale unas codornizes. Y llegando adonde estava el atambor, luego ponían el incensario delante de él, y descabeçava luego una codorniz; echávala en el soelo; allí andava reboleando; y mirava a qué parte iva. Y si iva volateando hazia el norte, que es la mano derecha de la tierra, tomava mal agilero, y dezía: "Este era el dueño de casa: enfermará o murirá." Y si la codorniz, volateando, iva hazia el occidente o hazia la mano izquierda de la tierra, que es el mediodía, alegrávase, y dezía: "Pacífico está dios; no tiene enojo contra mí." después de haver hecho esto, tomava el incensario y poníase frontero del atabar, y levantava el incensario hazia el oriente. Luego se bolvia al occidente y incensava hazia aquella parte otras cuatro vezes, y luego se bolvia hazia el mediodía y incensava otras cuatro, vezes, luego se bolvía hazia el norte y incensava otras cuatro vezes. Haviendo hecho esto, echava las brasas del incensario en el hogar o fugón alto, y luego salían los que havían de hazer el areito y començavan a cantar y a bailar. Salía primero el tlacatéccatl, y tras él todos los soldados que llaman cuacuachicti, y los que llaman otómi, y los que llaman tequiuaque, que son como soldados viejos. Empero, los señores mercaderes ni los otros mercaderes no bailavan, sino estavan en sus aposentos mirando, porque ellos eran los autores del combite. Y los mercaderes viejos recebían a los que venían, y dávanles flores a cada uno, según su manera, con diversas maneras y hechuras de flores. Una se llaman amacázcatl; otra se llaman xiuhtezcayo; otra se llaman ichquequetzalli pepeyocyo metzcuitlatica. La primera cosa que se comía en el combite eran unos hunguillos negros que ellos llaman nanácatl; emborrachan y hazen ver visiones, y aun provocan a luxuria. Esto comían ante de amanecer, y también bebían cacao ante de amanecer. Aquellos hunguillos comían con miel. Y cuando ya se començavan a escalentar con ellos, començavan a bailar; y algunos cantavan, y algunos lloravan, porque ya estavan borrachos con los hunguillos. Y algunos no querían cantar, sino, sentávanse en sus aposentos. Estavan allí como pensativos. Y algunos vían en visión que se murían, y lloravan; otros vían en visión que los comía alguna bestia fiera; otros vían en visión que captivavan en la guerra; otros vían en visión que havían de ser ricos; otros vían en visión que havían de tener muchos esclavos; otros vían en visión que havían de adulterar, y les havían de hazer tortilla la cabeça por este caso; otros vían en visión que havían de hurtar algo, por lo cual le havían de hazer tortilla la cabeça; otros vían en visión que havían de matar a alguno, y por el caso havían de ser muertos; otros vían en visión que se ahogavan en el agua; otros vían en visión que vivirán y murirán en paz; otros vían en visión que caían de alto y murían de la caída. Todos los acontecimientos desastrados que suelen haverlos, vían en visión. Otros vían que se sumían en el agua en algún remolino. Desque havía passado la borrachera de los hunguillos, hablavan los unos con los otros cerca de las visiones que havían visto. Y también estos que se emborrachavan vían en visión lo que havía de acontecer a los que no comían los hunguillos, y dezíanselo. Y aun vían los maleficios en que andavan otros. Y también vían los que havían de captivar en la guerra y a los que havían de hazer capitanes por ello, y los que havían de murir en la guerra, y los que havían de ser ricos y tratantes de esclavos, y valerosos, y los que havían de adulterar, o se havían de ahorcar o murir en el agua, o havían de murir fuera de sus casas. Todo lo vían en aquella borrachera. Cuando llegava la medianoche, el dueño de la casa que hazía el combite ofrecía papeles goteados con ulli con aquellas cerimonias que arriba se dixo. Y también bevían cacao, andando bailando. Una o dos vezes ante que amaneciesse hasta la mañana cantavan algunos cantares: unos que se llaman tlamelauhcáyotl; otros que se llaman uexotzincáyotl; otros que se llaman chalcacuícatl. Y la ofrenda que hazía el dueño de la casa con las cerimonias arriba dichas, en acabándola de hazer, enterrava las ceniças y otras cosas en el medio del patio. Y dezían cuando las enterravan: "Aquí havemos plantado uitztli y yetl. De aquí nacerá la comida y bevida de nuestros hijos y nietos. No se perderá." Querían dezir que por virtud de aquella ofrenda sus hijos y nietos havían de ser prósperos en este mundo.
contexto
Capítulo octavo De otros oficiales, como son carpinteros y canteros El carpintero es de su oficio hazer lo siguiente: cortar con hacha, bender las vigas y hazer trocos y aserrar, cortar ramos de árboles y bender con cuilas cualquiera madera. El buen carpintero suele medir y compasar la madera con nivel, y labrarla con la juntera para que va derecha, y acepillar, emparejar y entarugar. y encaxar unas tablas con otras, y poner las vigas en concierto sobre las paredes; al fin, ser diestro en su oficio. El mal carpintero desparpaja lo que está bien acepillado, y es descuidado, tramposo y dañador de la obra que le dan para hazer; y en todo lo que él haze es torpe y en nada curioso. El cantero tiene fuerças y es recio, ligero, diestro en labrar y adereçar cualquier piedra. El buen cantero es buen oficial, entendido y hábil en labrar la piedra, en desbastar, esquinar y bender con la cuña, y hazer arcos, esculpir y labrar la piedra atificiosamente. También es su oficio traçar una casa, hazer buenos cimientos y poner esquinas, y hazer bortadas y ventanas bien hechas, y poner tabiques en su lugar. El mal cantero es floxo, labra mal y viesamente, y en el hazer de las paredes no las fragua, házelas torcidas o acostadas a una parte, y corcobadas. El albañil tiene por oficio hazer mezcla, mojándola bien, y echar tortas de cal, y emplanarla y brunilla o luzilla bien. El mal albañil, por ser inhábil, lo que encala es atolondrado, ni es liso, sino hoyoso, áspero y tuerto. El pintor es su oficio saber usar de colores y debuxar o señalar las imágenes con carbón, o hazer buena mezcla de colores y sabellas muy bien moler y mezclar. El buen pintor tiene buena mano y gracia en el pintar, e considera muy bien lo que ha de pintar, y matiza muy bien la pintura, y sabe hazer las sombras y los lexos, y pintar los follajes. El mal pintor es de malo y boto ingenio, y por esto es penoso y enojoso, y no responde a la esperança del que da la obra, ni da lustre en lo que pinta, y matiza mal; todo va confuso; ni lleva compás o proporción lo que pinta por pintallo de priesa. De los cantores: el cantor alça la voz y canta claro; levanta y baxa la voz, e compone cualquier canto de su ingenio. El buen cantor es de buena, clara y sana voz, de claro ingenio y de buena memoria y canta en teflor, y cantando baxa y sube y ablanda o tiempla la voz, entona a los otros, ocdpase en componer y en enseñar la música, y antes que cante en público primero se ensaya. El mal cantor tiene voz hueca o áspera o ronca; es indocto y bronco; más por otra parte es presumptuoso y jactancioso, e desvergonzado y imbidioso, molesto y enojoso a los demás por cantar mal, y muy olvidadizo y avariento en no querer comunicar a los otros lo que sabe del canto, y sobervio y muy loco. De los sabios: el sabio es como lumbre o hacha grande, y espejo luciente y pulido de ambas partes, y buen dechado de los otros, entendido y leido. También es como camino y guía para otros. El buen sabio, como buen médico, remedia bien las cosas; da buenos consejos y buena doctrina con que alumbra e guía a los demás, por ser él de confiança y de crédito, y por ser cabal y fiel en todo. Y para que se hagan bien las cosas, da orden y concierto, con lo cual satisfaze e contenta a todos, respondiendo al deseo y esperança de los que se llegan a él; a todos favorece y ayuda con su saber. El mal sabio es mal médico, tonto y perdido, amigo del nombre de sabio y de vanagloria; y por ser necio es causa de muchos males y de grandes errores, peligroso y despeñador y engañador o embaucador. De los médicos: el médico suele curar y remediar las enfermedades. El buen médico es entendido, buen conocedor de las propriedades de yervas, piedras, árboles y raíces, esperimentado en las curas, el cual también tiene por oficio saber concertar los huesos, purgar, sangrar y sajar, y dar puntos; al fin, librar de las puertas de la muerte. El mal médico es burlador, y por ser inhábil, en lugar de sanar empeora a los enfermos con el brevaje que les da; y aun a las vezes usa hechizerías o supersticiones por dar a entender que haze buenas curas.