COMIENÇA EL SEXTO LIBRO De las oraciones con que oravan a los dioses y de la retórica y philosophía moral y teología, en una misma contestura Capítulo primero Del lenguaje y afectos que usavan cuando oravan al principal dios, llamado Tezcatlipuca o Titlacaoa o Yáutl, en tiempo de pestilencia para que se la quitasse. Es oración de los sacerdotes, en la cual le confiessan por todopoderoso, no visible ni palpable. Usan de muy hermosas metáforas y maneras de hablar ¡Oh, valeroso señor nuestro, debaxo de cuyas alas nos amparamos y defendemos y hallamos abrigo! ¡Tú eres invisible y no palpable, bien ansí como la noche y el aire! ¡Oh, que yo baxo y de poco valor, me atrevo a parecer delante de vuestra magestad! Vengo a hablar como rústico y tartamudo. Será la manera de mi hablar como quien va saltando camellones o andando de lado, lo cual es cosa muy fea, por lo cual temo de provocar vuestra ira contra mí, y en lugar de aplacaros, temo de indignaros. Pero vuestra magestad hará lo que fuere servido de mi persona. ¡Oh, señor, que havéis tenido por bien de desampararnos en estos días, conforme al consejo que vos tenéis ansí en el cielo como en el infierno! ¡Ay dolor, que la ira y indignación de vuestra magestad ha descendido en estos días sobre nosotros! Porque las aflicciones grandes y muchas de vuestra indignación nos han anegado y sumido, bien ansí como piedras y langas y saetas que han descendido sobre los tristes que bivimos en este mundo. Y esto es la gran pestilencia con que somos afligidos y casi destruidos. ¡Oh señor, valeroso y todopoderoso! ¡Ay dolor, que ya la gente popular se va acabando y consumiendo! Gran destruición y gran estrago haze ya la pestilencia en toda la gente. Y lo que más es de doler, que los niños inocentes y sin culpa, que en ninguna otra cosa entendían, sino en jugar con las pedrezuelas y en hazer montonzillos de tierra, ya mueren como abarrajados y estrellados en las piedras y en las paredes -cosa de ver muy dolorosa y lastimosa- porque ni quedan los que aún no saben andar ni hablar, pero tampoco los que están en las cunas. ¡Oh señor, que todo va abarrisco: los menores, medianos y mayores, viejos y viejas, y la gente de mediana edad, hombres y mugeres. No queda piante ni mamante; ya se asuela y destruye vuestro pueblo y vuestra gente y vuestro caudal! ¡Oh señor nuestro, valerosíssimo y humanísimo y amparador de todos! ¿Qué es esto, que vuestra ira y indignación se gloria y se recrea en arrojar piedras, langas y saetas? El fuego de pestilencia muy encendido está en vuestro pueblo como el fuego en la savana que va ardiendo y humeando, que ninguna cosa dexa enhiesta ni sana. Exercitáis vuestros colmillos despedaçadores y vuestros açotes lastimeros sobre el miserable de vuestro pueblo, flaco y de poca sustancia, bien ansí como una cañahexa verde. Pues, ¿qué es agora, señor nuestro, valeroso, piadoso, invisible, impalpable, a cuya voluntad obedecen todas las cosas, de cuya disposición pende el regimiento de todo el orbe, a quien todo está subjecto, qué es lo que havéis determinado en vuestro divino pecho? ¿Por ventura havéis determinado de desamparar del todo a vuestro pueblo y a vuestra gente? ¿Es verdad que havéis determinado de que perezca totalmente, y no haya más memoria de él en el mundo, y que el sitio donde están poblados sea una montaña de árboles o un pedregal despoblado? ¿Por ventura los templos y oratorios y altares y lugares edificados a vuestro servicio havéis de permitir que se destruyan y asuelen y no haya más memoria de ellos? ¿Es posible que vuestra ira y vuestro castigo y la indignación de vuestro enojo es del todo inaplacable y que ha de proceder hasta llegar al cabo de nuestra destruición? ¿Está ya así determinado en el vuestro divino consejo que no se nos ha de hazer misericordia, ni havéis de haver piedad de nosotros, sino que se han de acabar las saetas de vuestro furor en nuestra total destruición y perdición? ¿Es posible que este açote y este castigo no se nos da para nuestra corrección y emienda, sino para total destruición y asolación, y que no ha más de resplandescer el sol sobre nosotros, sino que estemos en perpetuas tinieblas y en eterno silencio, y que nunca más nos havéis de mirar con ojos de misericordia, ni poco ni más? ¿De esta manera queréis destruir los tristes enfermos que no se pueden rebolver de una parte a otra, ni tienen un momento de descanso, y tienen la boca y dientes llenos de tierra y sarro? Es gran dolor de dezir que ya todos estamos en tinieblas y no hay seso ni sentido para ayudar el uno al otro, ni para mirar el uno por el otro. Todos están como borrachos y sin seso, sin esperança de ninguna ayuda. Ya los niños chiquitos perecen de hambre porque no hay quien los dé de comer ni de bever, ni quien les consuele ni regale, ni aun quien dé el pecho a los que aún mamavan. Esto a la verdad acontesce por sus padres y madres se haver muerto, y los dexaron huérfanos y desamparados, sin ningún abrigo; padecen por los pecados de sus padres. ¡Oh, señor nuestro, todo piadoso y misericordioso y nuestro amparo! Dado que vuestra ira y vuestra indignación y vuestras saetas y piedras han gravemente herido a esta pobre gente, sea esto castigo como de padre o madre que castigan a sus hijos, tirándolos de las orejas y pellizcándolos en los sobacos, açotándolos con orticas, y derramando sobre ellos agua muy fría, y todo esto se haze para que se emienden de sus mocedades y niñerías. Pues ya es ansí, que vuestro castigo y vuestra indignación se ha enseñoreado, y ha gloriosamente prevalecido sobre estos vuestros siervos, sobre esta pobre gente, bien así como las gotas del agua que después de haver llovido sobre los árboles y cañas verdes, tocándoles el aire, caen sobre los que están debaxo de los árboles o cañas. ¡Oh, señor humaníssimo!, bien sabéis que la gente popular son como niños, que después de haver sido açotados y castigados lloran y solloçan y se arrepienten de lo que han hecho. Por ventura ya esta gente pobre, por razón de vuestro castigo, lloran y sospiran y se reprehenden a sí mismos, y están murmurando de sí mismos; en vuestra presencia se acusan y tachan en sí sus malas obras, y se castigan por ellas. ¡Señor nuestro, humaníssimo, piadosíssimo, nobilíssimo, preciosíssimo, baste ya el castigo passado y séales dado término para se emendar! No sean acabados aquí, sino otra vez cuando ya no se emendaren. Perdonaldos y dissimulad sus culpas; cesse ya vuestra ira y vuestro enojo; recogelda ya dentro de vuestro pecho para que no haga más daño; descanse ya y recójase ya vuestro coraje y vuestro enojo, que a la verdad de la muerte no se pueden escapar ni huir para ninguna parte. Devemos tributo a la muerte, y sus vasallos somos cuantos bivimos en el mundo, y este tributo todos le pagan a la muerte. Nadie dexará de seguir a la muerte, que es vuestro mensajero, a la hora que fuere embiado, que esta muerte tiene hambre y sed de tragar a cuantos hay en el mundo, y es tan poderosa que nadie se le podrá escapar; entonce todos serán castigados conforme a sus obras. ¡Oh, señor piadosíssimo! A lo menos apiadaos y haved misericordia de los niños que están en las cunas y de los niños que aún no saben andar, ni tienen otro oficio, sino burlarse con las pedrezillas y hazer montonzillos de tierra. Haved también misericordia, señor, de los pobres misérrimos que no tienen qué comer ni con qué cubrirse ni en qué dormir, ni saben qué cosa es un día bueno; todos sus días passan con dolor y aflicción y tristeza. No convendría, señor, que os olvidássedes de haver misericordia de los soldados y hombres de guerra que en algún tiempo los havréis menester, y mejor será que muriendo en la guerra vayan a la casa del sol y allí sirvan de comida y bevida, que no que mueran de esta pestilencia y vayan al infierno. ¡Oh, señor valerosíssimo, amparador de todos, y señor de la tierra y governador del mundo y señor de todos! Baste ya el passatiempo y contento que havéis tomado en el castigo que está hecho. Acábese ya, señor, este humo y esta niebla de vuestro enojo; apáguese ya este fuego quemante y abrasante de vuestra ira; venga serenidad y claridad; comiençen ya las avezillas de vuestro pueblo a cantar y a escogollarse al sol; daldes tiempo sereno en que os llamen y que hagan oración a vuestra magestad, y os conozcan. ¡Oh, señor nuestro, valerosíssimo, piadosíssimo, nobilíssimo! Esto poquito he dicho delante de vuestra magestad y no tengo más que dezir, sino postrarme y arrojarme a vuestros pies, demandando perdón de las faltas que en mi oración he hecho. Por cierto no querría quedar en la desgracia de vuestra magestad, y no tengo más que dezir.
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En que se trata el descubrimiento de las Indias y de algunas cosas que en los principios de su descubrimiento se hicieron y de las que agora son Pasado habían mil y cuatrocientos y noventa y dos años que la princesa de la vida, gloriosa virgen María, Señora nuestra, parió el unigénito Hijo de Dios, cuando, reinando en España los católicos reyes don Fernando y doña Isabel, de gloriosa memoria, el memorable Cristóbal Colón salió de España con tres carabelas y noventa españoles, que los dichos reyes le mandaron dar. Y navegando mil y doscientas leguas por el ancho mar Océano la vía del poniente, descubrió la isla Española, donde agora es la ciudad de Santo Domingo. Y de allí se descubrió la isla de Cuba, San Juan de Puerto Rico, Yucatán, Tierra Firme y la Nueva España, y las provincias de Guatimala y Nicaragua, y otras muchas, hasta la Florida; y después el gran reino del Perú, Río de la Plata y estrecho de Magallanes; habiendo pasado tantos tiempos y años que en España de tan gran grandeza de tierra no se supo ni della se tuvo noticia. En cuya navegación y descubrimiento de tantas tierras, el prudente lector podrá considerar cuántos trabajos, hambre y sed, temores, peligros y muertes los españoles pasaron; cuánto derramamiento de sangre y vidas suyas costó. Lo cual todo, así los Reyes Católicos, como la real majestad del invictísimo césar don Carlos, quinto emperador deste nombre, rey y señor nuestro, han permitido y tenido por bien por que la doctrina de Jesucristo y la predicación de su santo Evangelio por todas partes del mundo se extienda y la santa fe nuestra sea ensalzada. Cuya voluntad, así a los ya dichos Reyes Católicos como de su majestad, ha sido y es que gran cuidado se tuviese de la conversión de las gentes de todas aquellas provincias y reinos, porque éste era su principal intento; y que los gobernadores, capitanes y descubridores, con celo de cristiandad, les hiciesen el tratamiento que como a prójimos se debía; y puesto que la voluntad de su majestad ésta es y fue, algunos de los gobernadores y capitanes lo miraron siniestramente, haciendo a los indios muchas vejaciones y males, y los indios, por defenderse, se ponían en armas y mataron a muchos cristianos y algunos capitanes. Lo cual fue causa que estos indios padecieran crueles tormentos, quemándolos y dándoles otras recias muertes. No dejo yo de tener que, como los juicios de Dios sean muy justos, permitió que estas gentes, estando tan apartadas de España, padeciesen de los españoles tantos males; pudo ser que su dicha justicia lo permitiese por sus pecados, y de sus pasados, que debían ser muchos, como aquellos que carecían de fe. Ni tampoco afirmo que estos males que en los indios se hacían eran por todos los cristianos; porque yo sé y vi muchas veces hacer a los indios buenos tratamientos por hombres templados y temerosos de Dios; porque si algunos enfermaban, los curaban y sangraban ellos mismos, y les hacían otras obras de caridad; y la bondad y misericordia de Dios, que no permite mal alguno de que no saque los bienes que tiene determinado, ha sacado destos males muchos y señalados bienes, por haber venido tanto número de gentes al conoscimiento de nuestra santa fe católica y estar en camino para poderse salvar. Pues sabiendo su majestad de los daños que los indios recibían, siendo informado dello y de lo que convenía al servicio de Dios y suyo y a la buena gobernación de aquestas partes, ha tenido por bien de poner visorreyes y audiencias, con presidentes y oidores; con lo cual los indios parece han resucitado y cesado sus males. De manera que ningún español, por muy alto que sea, les osa hacer agravio. Porque, demás de los obispos, religiosos, clérigos y frailes que con tino su majestad provee, muy suficientes para enseñar a los indios la doctrina de la santa fe y administración de los santos sacramentos, en estas audiencias hay varones doctos y de gran cristiandad que castigan a aquellos que a los indios hacen fuerza y maltratamiento y demasía alguna. Así que ya en este tiempo no hay quien ose hacerles enojo y son en la mayor parte de aquellos reinos señores de sus haciendas y personas, como los mismos españoles, y cada pueblo está tasado moderadamente lo que ha de dar de tributo. Acuérdome que estando yo en la provincia de Jauja pocos años ha, me dijeron los indios, con harto contento y alegría: "Este es tiempo alegre, bueno, semejable al de Topainga Yupangue". Este era un rey que ellos tuvieron antiguamente muy piadoso. Cierto, desto todos los que somos cristianos nos debemos alegrar y dar gracias a nuestro Señor Dios, que en tanta grandeza y tierra, y tan apartada de nuestra España y de toda Europa, haya tanta justicia y tan buena gobernación; y juntamente con esto, ver que en todas partes hay templos y casas de oración donde el todopoderoso Dios es alabado y servido y el demonio alanzado y vituperado y abatido; y derribados los lugares que para su culto estaban hechos tantos tiempos había, agora estar puestas cruces, insignias de nuestra salvación, y los ídolos y simulacros quebrados, y los demonios, con temor, huídos y atemorizados. Y que el sacro Evangelio es predicado y poderosamente va volando de levante en poniente y de septentrión al mediodía, para que todas naciones y gentes reconozcan y alaben un solo Dios y Señor.
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Capítulo primero Del sol El sol tiene propriedad de resplandecer y de alumbrar y de echar rayos de sí; es caliente y tuesta; haze sudar; para hosco o loro el cuerpo y la cara de la persona. Hacían fiesta al sol una vez cada año en el signo que se llama naui olin, y antes de la fiesta ayunaban cuatro días, como vigilia de la fiesta. Y en esta fiesta del sol ofrecían encienso y sangre de las orejas cuatro vezes: una en saliendo el sol, otra al mediodía, y a la hora de vísperas, y cuando se ponía. Y cuando a la mañana salía, dezían: "Ya comiença el sol su obra. ¿Qué será? ¿Qué acontecerá en este día?" Y a la puesta del sol dezían: "Acabó su obra o su tarea el sol." A las vezes cuando sale el sol parece color de sangre, y a las vezes parece blanquecino, y a las vezes sale de color enfermizo por razón de las tinieblas o de las nubes que se le antepone. Cuando se eclipsa el sol párase colorado; parece que se desasosiega o se turba el sol, o se remece o rebuelve, y amarillécese mucho. Cuando esto ve la gente, luego se alborota y tómales gran temor, y luego las mugeres lloran a vozes, y los hombres dan grita, hiriendo las bocas con la mano, y en todas partes se davan grandes vozes y gritos y alaridos. Y luego buscavan hombres de cabellos blancos y caras blancas y los sacrificavan al sol; y también sacrificavan captivos y se untavan con la sangre de las orejas; y también agujeravan las orejas con puntas de maguey, y passavan mimbres o cosa semejante por los agujeros que las puntas havían hecho. Y luego por todos los templos cantavan y tañían, haziendo gran ruido, y dezían: "Si del todo se acaba de eclipsar el sol, nunca más alumbrará. Ponerse han perpetuas tinieblas, y descenderán los demonios. Vendránnos a comer."
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LIBRO OCTAVO De los reyes y señores y de la manera que tenían en sus elecciones y en el govierno de sus reinos Capítulo primero De los señores y governadores que reinaron en México desde el principio del reino hasta el año de 1560 Acamápich fue el primer señor de México de Tenuchtitlan, el cual tuvo el señorío de México veinte y un años en paz y quietud, y no huvo guerras en su tiempo. Uitzilíuitl fue el segundo señor de Tenuchtitlan, el cual tuvo el señorió de México veinte e un años, y él començo las guerras y peleó con los de Culhoacan. Chimalpopoca fue el tercero señor de Tenuchtitlan, y lo fue diez años. Itzcoatzin fue el cuarto señor de Tenunchtitlan, y lo fue catorce años, el cual sojuzgó con guerras a los de Azcaputzalco y a los de Xuchimilco. Ueue Motecuçoma, el primer Motecuçoma, fue el quinto señor de Tenunchtitlan, el cual governó a los de México treinta años. Y él también hizo guerra a la provincia de Chalco y a los de Cuauhnáoac, y a todos los sujectos a la dicha cabecera, y a los de Maçaoacan. Y en su tiempo huvo muy grande hambre por espacio de cuatro años, y se dixo necetochuíloc, por lo cual los de México y los de Tepaneca y los de Aculhoacan se derramaron a otras partes para buscar su vida. Axayaca fue el sexto señor de México, y señoreó catorze años. Y en su tiempo huvo guerra entre los de Tenunchtitlan y los de Tlatelulco; y los de Tlatelulco perdieron el señorío por la victoria que tuvieron de ellos los de Tenuchtitlan; y por esto los de Tlatelulco no tuvieron señor por espacio de cuarenta y seis años. Y el que entonces era señor de Tlatelulco llamóse Moquiuixtli. Y el dicho Axayaca ganó o conquistó estos pueblos o provincias: Tlacotépec, Cozcacuauhtenco, Calimaya, Metépec, Calixtlaoaca, Hecatépec, Teutenanco, Malinaltenanco, Tzinacantépec, Coatépec, Cuitlapilco, Teuxaoalco, Tecualoya, Ocuillan. Tiçocicatzin fue el séptimo señor de Tenuchtitlan, y lo fue cuatro años, y no huvo guerra en su tiempo. Auítzotl fue el octavo señor de Tenuchtitlan por tiempo de diez y ocho años. Y en su tiempo se anegó la ciudad de México, porque él mandó que se abriessen cinco fuentes que están en los términos de los pueblos de Coyoacan y de Uitzilopuchco. Y las fuentes tienen estos nombres: Acuecuéxatl, Tlílatl, Uitzílatl, Xochcáatl, Cóatl. Y esto aconteció cuatro años ante de su muerte del dicho Auítzotl, y veinte y dos años ante de la venida de los españoles. Y también en su tiempo acaeció muy grande eclipse del sol, a mediodía, casi por espacio de cinco horas; huvo muy grande escuridad, porque aparecieron las estrellas; y las gentes tuvieron muy grande miedo, y dezían que havían de decendir del cielo unos monstruos que se dizen tzitzimis, que havían de comer a los hombres y mugeres. El dicho Auítzotl conquistó estas provincias: Tziuhcóac, Molanco, Tlapan, Chiapan, Xaltépec, Izoatlan, Xochtlan, Amaxtlan, Mapachtépec, Xoconochco, Ayutlan, Maçatlan, Coyoacan. El noveno rey de México fue Motecuçoma, segundo de este nombre. Y reinó dezinueve años. Y en su tiempo huvo muy grande hambre; por espacio de tres años no llovió, por lo cual los de México se derramaron a otras tierras. En su tiempo también aconteció una maravilla en México, en una casa grande donde se juntavan a cantar y a bailar, porque una viga grande que estava atravesada encima de las paredes cantó como una persona este cantar: ¡Ueya, noqueztepole! Uel xomitotía, atlantiuetztoce; quiere dezir: "¡Guay de ti, mi anca! Baila bien, que estarás echada en el agua", lo cual aconteció cuando la fama de los españoles ya sonava en esta tierra de México. En su tiempo del mismo Motecuçoma, el diablo que se nombrava Cioacóatl de noche andava llorando por las calles de México, y lo oían todos diziendo: "¡Oh, hijos míos! ¡Guay de mí, que yo os dexo a vosotros!" Acaeció otra señal en tiempo de Motecuçoma, porque una muger vezina de México Tenuchtitlan murió de una enfermedad y fue enterrada en el patio, y encima de su sepultura pusieron unas piedras, la cual resucitó depués de cuatro días de su muerte, de noche, con gran miedo y espanto de los que se hallaron presentes allí, porque se abrió la sepultura, y las piedras derramáronse lexos. Y la dicha muger que resucitó fue a casa de Motecuçoma y le contó todo lo que havía visto, y le dixo: "La causa porque soy resucitada es para dezirte que en tu tiempo se acabará el señorío de México, y tú eres último señor, porque vienen otras gentes, y ellas tomarán el señorío de la tierra, y poblarán a México." Y la dicha muger que resucitara, después bivió otros veinte y un años, y parió otro hijo. El dicho Motecuçoma conquistó estas provincias: Icpatépec, Cuezcomaixtlaoacan, Coçollan, Tecomaixtlaoacan, Çacatépec, Tlachquiauhco, Yolloxonecuillan, Atépec, Mictlan, Tloapan, Nopallan, Iztectlalocan, Cuextlan, Quetzaltépec, Chichioaltatacalan. En su tiempo también, ocho años antes de la venida de los españoles, veíase y espantávanse las gentes porque de noche se levantava un grande resplandor como una llama de fuego, y durava toda la noche, y nacía de la parte de oriente, y desaparecía cuando ya quería salir el sol. Y esto se vido cuatro años arreo, siempre de noche, y desapareció después cuatro años ante de la venida de los españoles. Y en tiempo de este señor vinieron a estas tierras los españoles que conquistaron a la ciudad de México, donde ellos están al presente, y a toda la Nueva España, la cual conquista fue en el año de mil e quinientos e dizinueve años. El décimo señor que fue de México se dezía Cuitlaoa y tuvo el señorío ochenta días, cuando ya los españoles estavan en México. Y en tiempo de éste acaeció una mortandad o pestilencia de viruelas en toda la tierra, la cual enfermedad nunca había acontecido en México ni en otra tierra de esta Nueva España, según dezían los viejos. Y a todos afeó las caras, porque hizo muchos hoyos en ellas, y eran tantos los difuntos que morían de aquella enfermedad, que no havía quien los enterrasse, por lo cual en México los echavan en las acequias, porque entonces havía muy grande copia de aguas; y era muy grande hedor el que salía de los cuerpos muertos. El onzeno señor de Tenunchtitlan se dixo Cuauhtémoc, y governó a los de México cuatro años, y en su tiempo los españoles conquistaron a la ciudad de México y a toda la comarca. Y también en su tiempo llegaron y vinieron a México los doze frailes de la orden del señor Sanct Francisco que han convertido a los naturales a la sancta fe católica, y ellos y los demás ministros han destruido a los ídolos y plantado la fe católica en esta Nueva España. El dozeno governador de Tenuchtitlan se dixo don Andrés Motélchiuh, y governó tres años en tiempo de los españoles, con los cuales se halló en las conquista de las provincias de Cuextlan y de Honduras y Anáoac. Después fue con Nuño de Guzmán a conquistar a las tierras de Culhoacan, y allí acabó su vida. El trezeno governador de Tenuchtitlan se dixo don Pablo Xochiquen, y governó a los de México tres años. El catorceno governador de Tenunchtitlan se llamó don Diego Uánitl, y fue governador cuatro años. El quinzeno governador de Tenunchtitlan se nombró don Diego Teuetzquiti, y gobernó treze años. Y en su tiempo de éste fue la mortandad y pestilencia muy grande en la Nueva España; y salía, como agua de las bocas de los hombres y mugeres naturales, grande copia de sangre, por lo cual moría y morió infinita gente. Y porque en cada casa no havía quien tuviesse cargo de los enfermos, muchos murieron de hambre, y cada día en cada pueblo se enterravan muchos muertos. Y también en tiempo del dicho don Diego fue la guerra con los chichimecas de Xuchipilla, que hizo don Antonio de Mendoça que fue primero visorrey de esta Nueva España. El deziséis governador de México se dixo don Cristóval Cecepátic, y gobernó cuatro años.
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De la patria,origen y nombre del Almirante Cristóbal Colón. Por cuanto una de las cosas principales que se requiere a la historia de todo hombre cuerdo, es que se sepa su patria y origen, porque suelen ser más estimados aquellos que proceden de grandes ciudades y de generosos ascendientes, algunos querían que yo me ocupase en declarar y decir cómo el Almirante procedió de sangre ilustre, aunque sus padres, por mala fortuna, hubiesen venido a grande necesidad y pobreza, y que hubiese mostrado cómo procedían de aquel Colón, de quien Cornelio Tácito, en el principio del duodécimo libro de su obra, dice que llevó preso a Roma al Rey Mitridates, por lo cual, dice que a Colón fueron dados, al pueblo, las dignidades Consulares y las Aguilas, y tribunal o tienda Consular; y querían que yo hiciese gran cuenta de aquellos dos ilustres Colones sus parientes, de quienes el Sabélico escribe una grande victoria contra vecenianos alcanzada, según en el quinto capítulo por nos se dirá; pero yo me retiré deste trabajo, creyendo que él hubiese sido elegido de Nuestro Señor para una cosa tan grande como la que hizo; y porque había de ser así verdadero Apóstol suyo, cuanto en efecto fue, quiso que en este caso imitase a los otros, los cuales, para publicar su nombre, los eligió Cristo del mar y de la ribera, y no ya de altezas y palacios, y que al mismo imitase, que siendo sus antecesores de la sangre Real de Jerasulán, tuvo por bien que sus padres fuesen menos conocidos. De manera que cuan apta fue su persona y dotada de todo aquello que para cosa tan grande convenía, tanto más quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos. Por lo cual, algunos, que en cierta manera piensan oscurecer su fama, dicen que fue de Nervi; otros, que de Cugureo, y otros de Buyasco, que todos son lugares pequeños, cerca de la ciudad de Génova y en su misma ribera; y otros, que quieren engrandecerle más, dicen que era de Savona, y otros que genovés; y aun los que más le suben a la cumbre, le hacen de Plasencia, en la cual ciudad hay algunas personas honradas de su familia, y sepulturas con armas y epitafios de Colombo, porque en efecto éste era ya el sobrenombre, o apellido de sus mayores, aunque él, conforme a la patria donde fue a morar y a comenzar nuevo estado, limóle evocablo para que se conformase con el antiguo, y distinguió aquellos que de él procedieron, de todos los otros que eran colaterales, y así se llamó Colón. Considerado esto, me moví a creer que así como la mayor parte de sus cosas fueron obradas por algún misterio, así aquello que toca a la variedad de tal nombre y apellido no fue sin misterio. Muchos nombres podríamos traer por ejemplo, que no sin causa oculta fueron puestos para indicio del efecto que había de suceder, como aquello que toca al que fue pronosticado, la maravilla y novedad de lo que hizo; porque si miramos al común apellido o sobrenombre de sus mayores, diremos que verdaderamente fue Colombo, o Palomo, en cuanto trajo la gracia del Espíritu Santo a aquel Nuevo Mundo que él descubrió, mostrando, según que en bautismo de San Juan Bautista el Espíritu Santo en figura de paloma mostró que era el hijo amado de Dios, que allí no se conocía; y porque sobre las aguas del Océano también llevó, como la paloma de Noé, oliva, y el óleo del Bautismo, por la unión y paz que aquellas gentes con la Iglesia habían de tener, pues estaban encerrados en el arca de las tinieblas y confusión; por consiguiente, le vino A propósito el sobrenombre de Colón, que él volvió a renovar, porque en griego quiere decir miembro, porque siendo su propio nombre Cristóbal, se supiese de auténtico, es a saber, de Cristo, por quien para la salud de aquellas gentes había de ser enviado; y luego, si queremos reducir su nombre a la pronunciación latina, que es Christophorus Colonus, diremos que así como se dice que San Cristóbal tuvo aquel nombre porque pasaba a Cristo por la profundidad de las aguas con tanto peligro, por lo cual fue llamado Cristóbal, y así como llevaba y traía a las gentes, las cuales otra persona no fuera bastante para pasarlos, así el Almirante, que fue Cristóbal Colón, pidiendo a Cristo su ayuda y que le favoreciese en aquel peligro de su pasaje, pasó él y sus ministros, para que fueran aquellas gentes indianas colonos y moradores de la Iglesia triunfante de los cielos; pues es bien de creer que muchas almas, las cuales Satanás esperaba haber de gozar, no habiendo quien las pasase por aquella agua del Bautismo, hayan sido hechas por él colonos o ciudadanos y moradores de la eterna gloria del Paraíso.
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Capítulo Primero En que se cuenta de dónde salieron los primeros conquistadores de este Reino, y quién los envió a su conquista, y origen de los gobernadores de Santa Marta Del descubrimiento que don Cristóbal Colón hizo del Nuevo Mundo, se originó el conocimiento de la india occidental, en cuyos descubrimientos y conquistas varones ilustres gastaron su valor, vida y haciendas, corno lo hizo don Fernando Cortés, marqués del Valle, en la Nueva España; el marqués don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro, su compañero en el Perú, Valdivia en Chile, y otros capitanes en otras partes, como se ve por sus historias, conquistas y descubrimientos, entre los cuales se hallan algunos rasguños o rastros de la conquista de este Nuevo Reino de Granada; de la cual no he podido alcanzar cuál haya sido la causa por la cual los historiadores que han escrito las demás conquistas han puesto silencio en ésta, y si acaso se les ofrece tratar alguna cosa de ella para sus fines, es tan de paso que casi la tocan como a cosa divina por no ofenderla, o quizá lo hacen porque como su conquista fue poco sangrienta y en ella no hallaron hechos que celebrar, lo pasan todo en silencio; y para que del todo no se pierda su memoria ni se sepulte en el olvido, quise, lo mejor que se pudiere, dar noticia de la conquista de este Nuevo Reino, y lo sucedido en él desde que sus pobladores y primeros conquistadores lo poblaron hasta la hora presente que esto se escribe, que corre el año de 1636 del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo; para cuya claridad y más entera noticia de lo pasado, será necesario tomar su origen de la ciudad de Santa Marta, cabeza que fue de este gobierno, y de donde salieron los capitanes y soldados que lo conquistaron; a todo lo cual se añadirá la fundación de esta Real Audiencia, presidentes y oidores de ella, con los visitadores que la han visitado, los arzobispos, prebendados de la santa iglesia catedral de la muy noble y leal ciudad de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada, cabeza de este arzobispado y silla de este gobierno, que habiendo estado sujeta a Santa Marta, hoy tiene por sufragáneo a su obispo con el de Cartagena y Popayán; y los tres gobernadores o gobernaciones por muchas partes tienen dependencia a esta Real Audiencia, y cuando falta gobernador en ellas por haber muerto, se provee en este tribunal hasta tanto que de Castilla se provea superior, o sucesor al muerto. Y con esto vengamos a la historia, que pasa así. GOBERNADORES DE SANTA MARTA Y ESTE NUEVO REINO El emperador Carlos V, de gloriosa memoria, nuestro Rey y señor natural, envió a la conquista de la provincia de Santa Marta, con título de gobernador, a don Rodrigo de Bastidas, dándole por jurisdicción desde el Cabo de la Vela hasta el Río Grande de la Magdalena, el cual pobló la dicha ciudad por julio de 1525 años; púsole el nombre que hoy conserva, ora fuese por haber descubierto la tierra el día de la gloriosa Santa, ora por haber fundado la dicha ciudad en su día. Los naturales de esta provincia y los primeros de ella, que fue donde el dicho gobernador pobló, cedieron de paz mostrándose amigables a los conquistadores, aunque el tiempo adelante con sus vecinos y otras naciones a ellos cercanas, hubo muy reñidos reencuentros y costaron muchas vidas sus conquistas, como lo cuenta el reverendo fray Pedro Simón en sus Noticias Historiales, y el padre Juan de Castellanos en sus Elegías y escritos, adonde el curioso lector lo podrá ver. Poco después de la conquista, murió el gobernador don Rodrigo de Bastidas, por cuya muerte proveyó la Audiencia de Santo Domingo por gobernador de Santa Marta al licenciado Pedro Badillo; que hoy, cuando falta el gobernador de la dicha ciudad, lo provee la Real Audiencia de este Reino, y lo propio hace en las de Cartagena y Popayán, hasta que de España viene gobernador. Sabida en Castilla la muerte del gobernador y su nueva del dicho don Rodrigo de Bastidas, el Emperador, nuestro señor, proveyó en el dicho gobierno a don García de Lerma, gentilhombre de su casa, el cual vino a Santa Marta el año de 1526, y por su muerte la dicha Audiencia nombró al licenciado infante, hasta que de Castilla viniese gobernador. El año adelante de 1535 dio el Emperador este gobierno por capitulación al Adelantado de Canarias, don Pedro Fernández de Lugo, y a don Alonso Luis de Lugo, su hijo, en sucesión; los cuales partieron de España al principio de dicho año, en siete navíos de armada, en que venían mil y cien españoles, con capitanes y oficiales y soldados. Llegados a Santa Marta, luego el gobernador en cumplimiento de lo que el Emperador le había ordenado, hicieron una entrada a las tierras de Bonda, Matubare, y a la Ramada y al Río del Hacha, con intento de hacer aquellas conquistas; y no hallaron la gente que buscaban por haberse retirado, con que se volvieron perdidos, muertos de hambre y con más de cien hombres menos de los que llevaban, y gastaron todo el año de 1536 en aquel viaje sin ningún fruto ni provecho. Como de la salida de los soldados no surtió efecto ninguno, el Adelantado, por cumplir con lo que el Emperador le había mandado, luego por cuaresma del año 1537, nombró por su teniente de gobernador al licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada, su asesor, que había venido con él y en su compañía, y era natural de Granada, para que descubriese nuevas tierras, con comisión que faltando él, quedase por teniente en el mismo cargo el capitán Juan del Junco, que era persona principal; el cual después de hecha la conquista de este Nuevo Reino y fundada la ciudad de Santa Fe, cabeza de él y la Corte y de la de Vélez, que fue la segunda, el dicho capitán Juan del junco pobló la ciudad de Tunja, que fue la tercera de este Nuevo Reino. Salieron de Santa Marta, en conformidad de lo proveído y ordenado, por la misma cuaresma del dicho año, ochocientos soldados, poco más o menos, con sus capitanes y oficiales, en cinco bergantines, por el río arriba de la Magdalena, con mucho trabajo y sin guías, a donde se murieron y ahogaron muchos soldados, hallándose en el río y en sus márgenes muchos indios caribes, con los cuales tuvieron muchas guazabaras, en que murieron muchos soldados flechados de hierba y ponzoña, y otros comidos de tigres y caimanes, que hay muchos en el río y montañas de aquel río; y otros picados de culebras, y los más del mal país y temple de la tierra; en cuya navegación gastaron más tiempo de un año, navegando siempre y caminando sin guías, hasta que hallaron en el dicho río, hacia los cuatro brazos, un arroyo pequeño, por donde entraron, y subiendo por él encontraron con un indio que llevaba don panes de sal, el cual los guió por el río arriba, y salidos de él por tierra los guió hasta las sierras de Opón, términos de Vélez, y hasta meterlos en este Nuevo Reino. Murieron en el camino hasta llegar al reino más de seiscientos soldados, y llegaron a este Reino ciento y sesenta y siete, entre capitanes y soldados; éstos reconocieron la gente que había en la comarca de Vélez, y lo propio hicieron de los de Tunja; y de allí se vinieron a esta de Santa Fe, de donde salieron a reconocer otras partes y tierras, de las cuales se volvieron a esta de Santa Fe a fundar la ciudad para que fuese cabeza de las demás que se fundasen en este Nuevo Reino, como se dirá en sus lugares; y por no dejar cosa atrás, y acabar de tratar de esta antigua gobernación y la mudanza que tuvo, trataré con brevedad de la de Cartagena y de su gobernador y conquistador, por cuanto todo esto se comprendía debajo de la gobernación de Santa Marta, en que se incluía, como tengo dicho, Santa Marta, el Río de la Hacha y este Nuevo Reino, que todo tenía su dependencia a la Audiencia Real de Santo Domingo en la isla Española, como se ha visto por lo que queda dicho; por cuanto en muriendo el gobernador, la real Audiencia dicha la proveía sucesor hasta que de España Su Majestad proveía el gobierno. Volviendo a la gobernación de Cartagena, pasa así: El año de 1532, el capitán don Pedro de Heredia, natural de Madrid, pobló la ciudad de Cartagena y conquistó toda su gobernación; por manera que cinco años antes que saliesen de Santa Marta los capitanes y soldados a la conquista de este Reino Nuevo, estaba ya poblada Cartagena y conquistada su gobernación, aunque no del todo. He querido apuntar esto para más claridad en lo de adelante, y que se entienda mejor la correspondencia que este Reino ha tenido siempre con la ciudad de Cartagena, por ser ella la puerta y escala por donde el Pirú y este Reino gozan de toda España, Italia, Roma, Francia y la India oriental, y todas las demás tierras y provincias del mundo adonde España tiene correspondencia, trato y comercio; pues siendo ella el almacén de todas, envía a Cartagena, que es escala de todos reinos, lo que de tan largas provincias le viene, y esto lo causa el oro y plata y piedras preciosas de este Nuevo Reino, que es la piedra imán que atrae a sí todo lo demás, y pues Cartagena tendrá algún hijo que se acuerde de ella para tratar sus cosas, quiero volver a la narración de lo sucedido en mi patria, como se verá en el siguiente capítulo.
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Capítulo Primero Teotlahtolli: Palabras divinas. Orígenes del mundo, el hombre y su cultura. Abarca este primer conjunto de textos algunos de los más antiguos testimonios de la tradición prehispánica mesoamericana. Son las palabras divinas y primordiales en las que se relata cómo comenzó a existir el mundo y fue luego destruido y restaurado varias veces consecutivas, hasta llegar a la quinta edad, el quinto sol, el de la época nuestra en que vivimos. Portentoso fue el origen de esta quinta edad. Ocurrió éste en un lugar sagrado, en un arquetípico Teotihuacán, donde uno se transforma en dios. Allí, con el sacrificio de los dioses, el sol y la luna volvieron a alumbrar. En contraste con este relato hay otro --henchido de simbolismo-- que habla del nacimiento de Huitzilopochtli, el dios tutelar de los aztecas o mexicas. Este dios era en realidad una manifestación del gran Tezcatlipoca, Espejo humeante, manifestación o hijo de la suprema pareja dual, Nuestra Madre-Nuestro Padre. El nacimiento de Huitzilopochtli en Coatepec, el Monte de la Serpiente, ha sido interpretado como el triunfo de la deidad Solar que, surgida de la Tierra, vence a la luna y a las cuatrocientas o innumerables estrellas. La diosa Coatlicue, la del faldellín de serpientes, es la madre de Huitzilopochtli. Coyolxauhqui, la de aderezo facial de cascabeles, hermana del dios solar, representa a la luna que se enfrenta al Sol e intenta darle muerte. Los cuatrocientos Huitznahuas, o guerreros del sur --las estrellas-- se alían a Coyolxauhqui en la lucha. Pero Huitzilopochtli, al nacer, aparece ya armado, radiante de fuerza, y vence a sus hermanos. A Coyolxauhqui, la diosa del aderezo facial de cascabeles, la decapita y desmembra. El simbolismo de este teotlahtlolli, palabra divina, ha quedado plásticamente representado en el Templo Mayor de los aztecas. Hoy puede verse al pie del mismo --en la zona arqueológica en el centro de la ciudad de México-- la efigie decapitada y desmembrada de la diosa Coyolxauhqui En lo más alto del templo estuvo la efigie victoriosa de Huitzilopochtli, el Sol, adorado por el pueblo mexica. Los antiguos relatos en lengua nahuatl hablan también del viaje que hizo el dios Quetzalcóatl, Serpiente de plumas de ave quetzal, símbolo de la sabiduría del supremo Dios dual --Nuestra Madre-Nuestro padre-- cuando descendió a los pisos inferiores del Mictlan, región de los muertos. Allí fue para rescatar los huesos preciosos de los hombres que en otras épocas habían existido. Con ellos y con su propia sangre divina, Quetzalcóatl daría origen a una nueva generación de seres humanos. Y también correspondió al dios Quetzalcóatl encontrar la semilla del maíz, el cereal americano que los nahuas llamaron tonacáyotl, nuestra carne, nuestro sustento. Para ello hubo de trasladarse al Monte de Nuestro Sustento y allí, con auxilio de la hormiga roja y de los dioses de la lluvia, obtuvo al fin el preciado maíz desgranado. Ciclo distinto de la palabra divina es el que versa sobre otro Quetzalcóatl, el sacerdote que hizo suyo el nombre del dios. Fue este Quetzalcóatl el guía espiritual de los toltecas, predecesores de los mexicas. En él encontramos al héroe cultural por excelencia del mundo precolombino. El cuadro del reinado de Quetzalcóatl es la descripción de una vida de abundancia y riqueza en todos los órdenes. Los toltecas habían recibido de él su sabiduría y el conjunto de las artes. Quetzalcóatl habitaba en sus palacios de diversos colores, orientados hacia los cuatro rumbos del universo. Vivía allí en abstinencia y castidad. Pero sobre todo estaba consagrado a la meditación y a la búsqueda de nuevas formas de concebir a la divinidad. Pero esa edad dorada de los toltecas tuvo también un término. El sabio sacerdote tuvo que huir hacia el oriente forzado por tres hechiceros que habían llegado a Tula para persuadirlo a introducir el rito de los sacrificios humanos. Los hechiceros le trastornaron el corazón y provocaron su ruina. Hablando con el gran sacerdote que aparece ya anciano y enfermo, los hechiceros le mostraron un espejo para que se contemplara a sí mismo cargado de años. En un largo diálogo trataron de persuadirlo a beber una bebida embriagante, que, según le dijeron, habían traído para sanarlo. Tras larga resistencia, Quetzalcóatl probó la bebida, la consumió y quedó al fin embriagado. Los hechiceros se dedicaron entonces a practicar maleficios en Tula. Cuando Quetzalcóatl tuvo conciencia de lo que había ocurrido, decidió marcharse hacia la región de la luz, al oriente, en donde está la Tierra del Color Negro y Rojo de la sabiduría. Llegado a la orilla del mar, en las costas del Golfo, allí desapareció Quetzalcóatl para siempre. Según una versión, se embarcó en una balsa mágica hecha de serpientes. Según otra, se arrojó a una hoguera para salir de ella convertido en astro. Muchos de estos mitos recuerdan, en su expresión rítmica, narraciones de otros pueblos y culturas. Esa forma de expresión que sigue un ritmo y que repite con frecuencia dos veces la misma idea, en forma de difrasismo paralelo, deja entrever que estos textos, memorizados desde tiempos antiguos, se repetían en los centros prehispánicos de educación y en las grandes fiestas religiosas. Desde un punto de vista estilístico saltará a la vista en estos textos el sentido del pormenor, que lleva a describir detalles, a repetir o tratar de expresar un hecho o idea por todos sus ángulos, desde los más distintos puntos de vista. Pero al lado de ese sentido indígena del pormenor, aparece también en los textos la concepción de conjunto, dentro de la cual los detalles adquieren significado. Tanto en los mitos, como en otras formas de expresión poética, podrá descubrirse la extraordinaria fantasía indígena que llega muchas veces a sutiles abstracciones, maravillosamente expresadas a base de elementos concretos, de flores y cantos, plumajes de quetzal, jades y piedras preciosas. Estas palabras divinas evocan, en su misma manera de expresión, el arte de Mesoamérica donde también se aúna lo abstracto y lo concreto, los detalles y la fantasía para dar expresión plástica al misterioso mundo de los dioses, a las doctrinas acerca del mundo, del hombre y de la existencia en general. CICLOS DE LOS MITOS COSMOGÓNICOS LOS SOLES O EDADES QUE HAN EXISTIDO Se refería, se decía que así hubo ya antes cuatro vidas, y que ésta era la quinta edad. Como lo sabían los viejos, en el año 1-Conejo se cimentó la tierra y el cielo. Y así lo sabían, que cuando se cimentó la tierra y el cielo, habían existido ya cuatro clases de hombres, cuatro clases de vidas. Sabían igualmente que cada una de ellas había existido en un Sol (una edad). Y decían que a los primeros hombres su dios los hizo, los forjó de ceniza. Esto lo atribuían a Quetzalcóatl, cuyo signo es 7-Viento, él los hizo, él los inventó. El primer Sol (edad) que fue cimentado, su signo fue 4-Agua, se llamó Sol de Agua. En él sucedió que todo se lo llevó el agua. Las gentes se convirtieron en peces. Se cimentó luego el segundo Sol (edad). Su signo era 4-Tigre. Se llamaba Sol de Tigre. En él sucedió que se oprimió el cielo, el Sol no seguía su camino. Al llegar el Sol al mediodía, luego se hacía de noche y cuando ya se oscurecía, los tigres se comían a las gentes. Y en este Sol vivían los gigantes. Decían los viejos, que los gigantes así se saludaban: "no se caiga usted", porque quien se caía, se caía para siempre. Se cimentó luego el tercer Sol. Su signo era 4-Lluvia. Se decía Sol de Lluvia (de fuego). Sucedió que durante él llovió fuego, los que en él vivían se quemaron. Y durante él llovió también arena. Y decían que en él llovieron las piedrezuelas que vemos, que hirvió la piedra tezontle y que entonces se enrojecieron los peñascos. Su signo era 4-Viento, se cimentó luego el cuarto Sol. Se decía Sol de Viento. Durante él todo fue llevado por el viento. Todos se volvieron monos. Por los montes se esparcieron, se fueron a vivir los hombres-monos. El quinto Sol: 4-Movimiento su signo. Se llama Sol de Movimiento, porque se mueve, sigue su camino. Y como andan diciendo los viejos, en él habrá movimientos de tierra, habrá hambre y así pereceremos. En el año 13-Caña, se dice que vino a existir, nació el Sol que ahora existe. Entonces fue cuando iluminó, cuando amaneció, el Sol de movimiento que ahora existe. 4-Movimiento es su signo. Es éste el quinto Sol que se cimentó, en él habrá movimientos de tierra, en él habrá hambres. EL NUEVO SOL EN TEOTIHUACÁN Se dice que cuando aún era de noche, cuando aún no había luz, cuando aún no amanecía, dicen que se juntaron, se llamaron unos a otros los dioses, allá en Teotihuacán. Dijeron, se dijeron entre sí: --¡Venid, oh dioses! ¿Quién tomará sobre sí, quién llevará a cuestas, quién alumbrará, quién hará amanecer? Y en seguida allí habló aquel, allí presentó su rostro Tecuciztécatl. Dijo: --¡Oh dioses, en verdad yo seré! Otra vez dijeron los dioses: --¿Quién otro más? En seguida unos y otros se miran entre sí, unos a otros se hacen ver, se dicen: --¿Cómo será? ¿Cómo habremos de hacerlo? Nadie se atrevía, ningún otro presentó su rostro. Todos, grandes señores, manifestaban su temor, retrocedían. Nadie se hizo allí visible. Nanahuatzin, uno de esos señores, allí estaba junto a ellos, permanecía escuchando cuanto se decía. Entonces los dioses se dirigieron a él, y le dijeron: --¡Tú, tú serás, oh Nanahuatzin! Él entonces se apresuró a recoger la palabra, la tomó de buena gana. Dijo: --Está bien, oh dioses, me habéis hecho un bien. En seguida empezaron, ya hacen penitencia. Cuatro días ayunaron los dos, Nanahuatzin y Tecuciztécatl. Entonces fue cuando también se encendió el fuego. Ya arde éste allá en el fogón. Nombraron al fogón roca divina. Y, todo aquello con que aquel Tecuciztécatl hacía penitencia era precioso: sus ramas de abeto eran plumas de quetzal, sus bolas de grama eran de oro, sus espinas de jade. Así las espinas ensangrentadas, sus sangramientos eran coral, y su incienso, muy genuino copal. Para Nanahuatzin, sus ramas de abeto todas eran solamente cañas verdes, cañas nuevas en manojos de tres, todas atadas en conjunto eran nueve. Y sus bolas de grama sólo eran genuinas barbas de ocote; y sus espinas, también eran sólo verdaderas espinas de maguey. Y lo que con ellas se sangraba era realmente su sangre. Su copal era por cierto aquello que se traía de sus llagas. A cada uno de éstos se le hizo su monte, donde quedaron haciendo penitencia cuatro noches. Se dice ahora que estos montes son las pirámides: la pirámide del sol y la pirámide de la luna. Y cuando terminaron de hacer penitencia cuatro noches, entonces vinieron a arrojar, a echar por tierra, sus ramas de abeto y todo aquello con lo que habían hecho penitencia. Esto se hizo. Ya es el levantamiento, cuando aún es de noche, para que cumplan su oficio, se conviertan en dioses. Y cuando ya se acerca la medianoche, entonces les ponen a cuestas su carga, los atavían, los adornan. A Tecuciztécatl le dieron su tocado redondo de plumas de garza, también su chalequillo. Y a Nanahuatzin sólo papel, con él ciñeron su cabeza, con él ciñeron su cabellera; se nombra su tocado de papel, y sus atavíos también de papel, su braguero de papel. Y hecho esto así, cuando se acercó la medianoche, todos los dioses vinieron a quedar alrededor del fogón, al que se nombra roca divina, donde por cuatro días había ardido el fuego. Por ambas partes se pusieron en fila los dioses. En el medio colocaron, dejaron de pie a los dos que se nombraban Tecuciztécatl y Nanahuatzin. Los pusieron con el rostro vuelto, los dejaron con el rostro hacia donde estaba el fogón. En seguida hablaron los dioses, dijeron a Tecuciztécatl: --¡Ten valor, oh Tecuciztécatl, lánzate, arrójate en el fuego! Sin tardanza fue éste a arrojarse al fuego. Pero cuando le alcanzó el ardor del fuego, no pudo resistirlo, no le fue soportable, no le fue tolerable. Excesivamente había estado ardiendo el fogón, se había hecho un fuego que abrasaba, bien había ardido y ardido el fuego. Por ello sólo vino a tener miedo, vino a quedarse parado, vino a volver hacia atrás, vino a retroceder. Una vez más fue a intentarlo, todas sus fuerzas tomó para arrojarse, para entregarse al fuego. Pero no pudo atreverse. Cuando ya se acercó al reverberante calor, sólo vino a salir de regreso, sólo vino a huir, no tuvo valor. Cuatro veces, cuatro veces de atrevimiento, así lo hizo, fue a intentarlo. Sólo que no pudo arrojarse en el fuego. El compromiso era sólo de intentarlo allí cuatro veces. Y cuando hubo intentado cuatro veces, entonces ya así exclamaron, dijeron los dioses a Nanahuatzin: --¡Ahora tú, ahora ya tú, Nanahuatzin, que sea ya! Y Nanahuatzin de una vez vino a tener valor, vino a concluir la cosa, hizo fuerte su corazón, cerró sus ojos para no tener miedo. No se detuvo una y otra vez, no vaciló, no se regresó. Pronto se arrojó a sí mismo, se lanzó el fuego, se fue a él de una vez. En seguida allí ardió su cuerpo, hizo ruido, chisporroteó al quemarse. Y cuando Tecuciztécatl vio que ya ardía, al momento se arrojó también en el fuego. Bien pronto él también ardió. Y según se dice, se refiere, entonces también remontó el vuelo un águila, los siguió, se arrojó súbitamente en el fuego, se lanzó al fogón cuando todavía seguía ardiendo. Por eso sus plumas son oscuras, están requemadas. Y también se lanzó el ocelote, vino a caer cuando ya no ardía muy bien el fuego. Por ello sólo se pintó, se manchó con el fuego, se requemó con el fuego. Ya no ardía éste mucho. Por eso sólo está manchado, sólo tiene manchas negras, sólo está salpicado de negro. Por esto dicen que allí estuvo, que allí se recogió la palabra; he aquí lo que se dice, lo que se refiere: aquél que es capitán, varón esforzado, se le nombra águila, tigre. Vino a ser primero el águila, según se dice, porque ella entró primero en el fuego. Y el ocelote vino después. Así se pronuncia conjuntamente, águila-ocelote, porque este último cayó después en el fuego. Y así sucedió: cuando los dos se arrojaron al fuego, se hubieron quemado, los dioses se sentaron para aguardar por dónde habría de salir Nanahuatzin, el primero que cayó en el fogón para que brillara la luz del sol, para que se hiciera el amanecer. Cuando ya pasó largo tiempo de que así estuvieron esperando los dioses, comenzó entonces a enrojecerse, a circundar por todas partes la aurora, la claridad de la luz. Y como se refiere, entonces los dioses se pusieron sobre sus rodillas para esperar por dónde habría de salir el sol. Sucedió que hacia todas partes miraron, sin rumbo fijo dirigían la vista, estuvieron dando vueltas. Sobre ningún lugar se puso de acuerdo su palabra, su conocimiento. Nada coherente pudieron decir. Algunos pensaron que habría de salir hacia el rumbo de los muertos, el norte, por eso hacia allá se quedaron mirando. Otros, del rumbo de las mujeres, el poniente. Otros más, de la región de las espinas, hacia allá se quedaron mirando. Por todas partes pensaron que saldría porque la claridad de la luz lo circundaba todo. Pero algunos hacia allá se quedaron mirando, hacia el rumbo del color rojo, el oriente. Dijeron: --En verdad de allá, de allá vendrá a salir el sol. Fue verdadera la palabra de éstos que hacia allá miraron, que hacia allá señalaron con el dedo. Como se dice, aquellos que hacia allá estuvieron viendo fueron Quetzalcóatl, el segundo nombrado Ehécatl y Tótec o sea el señor de Anáhuatl y Tezcatlipoca rojo. También aquellos que se llaman Mimixcoa y que no pueden contarse y las cuatro mujeres llamadas Tiacapan, Toicu, Tlacoiehua, Xocóiotl. Y cuando el sol vino a salir, cuando vino a presentarse, apareció como si estuviera pintado de rojo. No podía ser contemplado su rostro, hería los ojos de la gente, brillaba mucho, lanzaba ardientes rayos de luz, sus rayos llegaban a todas partes, la irradiación de su calor por todas partes se metía. Y después vino a salir a Tecuciztécatl, que lo iba siguiendo; también de allá vino, del rumbo del color rojo, el oriente, junto al sol vino a presentarse. Del mismo modo como cayeron en el fuego así vinieron a salir, uno siguiendo al otro. Y como se refiere, como se narra, como son las consejas, era igual su apariencia al iluminar a las cosas. Cuando los dioses los vieron, que era igual su apariencia, de nuevo, una vez más, se convocaron, dijeron: --¿Cómo habrán de ser, oh dioses? ¿Acaso los dos juntos seguirán su camino? ¿Acaso los dos juntos así habrán de iluminar a las cosas? Pero entonces todos los dioses tomaron una determinación, dijeron: --Así habrá de ser, así habrá de hacerse. Entonces uno de esos señores, de los dioses, salió corriendo. Con un conejo fue a herir el rostro de aquel, de Tecuciztécatl. Así oscureció su rostro, así le hirió el rostro, como hasta ahora se ve. Ahora bien, mientras ambos se seguían presentando juntos, tampoco podían moverse, ni seguir su camino. Sólo allí permanecían, se quedaban quietos. Por esto, una vez más, dijeron los dioses: --¿Cómo habremos de vivir? No se mueve el sol. ¿Acaso induciremos a una vida sin orden a los macehuales, a los seres humanos? ¡Que por nuestro medio se fortalezca el sol! ¡Muramos todos! Luego fue oficio de Ehécatl dar muerte a los dioses. Y como se refiere, Xólotl no quería morir. Dijo a los dioses: --¡Que no muera yo, oh dioses! Así mucho lloró, se le hincharon los ojos, se le hincharon los párpados. A él se acercaba ya la muerte, ante ella se levantó, huyó, se metió en la tierra del maíz verde, se le alargó el rostro, se transformó, se quedó en forma de doble caña de maíz, dividido, la que llaman los campesinos con el nombre de Xólotl. Pero allá en la sementera del maíz fue visto. Una vez más se levantó delante de ello se fue a meter en un campo de magueyes. También se convirtió en maguey, en maguey que dos veces permanece, el que se llama maguey de Xólotl. Pero una vez más también fue visto, y se metió en el agua, y vino a convertirse en ajolote, en axólotl. Pero allí vinieron a cogerlo, así le dieron muerte. Y dicen que, aunque todos los dioses murieron, en verdad no con esto se movió, no con esto pudo seguir su camino el dios Tonatiuh. Entonces fue oficio de Ehécatl poner de pie al viento, con él empujar mucho, hacer andar el viento. Así él pudo mover el sol, luego éste siguió su camino. Y cuando éste ya anduvo, solamente allí quedó la luna. Cuando al fin vino a entrar el sol al lugar por donde se mete, entonces también la luna comenzó a moverse. Así, allí se separaron, cada uno siguió su camino. Sale una vez el sol y cumple su oficio durante el día. Y la luna hace su oficio nocturno, pasa de noche, cumple su labor durante ella. De aquí se ve, lo que se dice, que aquél pudo haber sido el sol, Tecuciztécatl-la luna, si primero se hubiera arrojado al fuego. Porque el primero se presentó para hacer penitencia con todas sus cosas preciosas. Aquí acaba este relato, esta conseja; desde tiempos antiguos la referían una y otra vez los ancianos, los que tenían a su cargo conservarla.
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Capítulo primero De las calidades y condiciones de las personas conjuntas por parentesco El padre es la primera raíz y cepa del parentesco. La propriedad del padre es ser diligente, cuidadoso, que con perseverancia rija su casa y la sustente. El buen padre cría y mantiene a sus hijos, y dales buena criança y doctrina, y ríñelos y dales buenos exemplos y buenos consejos, y haze tesoro para ellos y guarda. Tiene cuenta con el gasto de su casa y regla a sus hijos en el gasto, y provee las cosas de adelante. La propriedad del mal padre es ser perezoso, descuidado, ocioso. No se cura de nadie; dexa por su floxura da hazer lo que es obligado; pierde el tiempo en balde. La propriedad de la madre es tener hijos y darles leche. La madre virtuosa es vigilante, ligera, no se para, diligente, veladora, solícita, congoxosa. Cría a sus hijos; tiene contino cuidado de ellos; tiene vigilancia en que no les falte nada; regálalos. Es como esclava de todos los de su casa; congóxase por la necesidad de cada uno; de ninguna cosa necesaria en casa se descuida; es guardadora; es laboriosa o trabajadora. La madre mala es boba, necia, dormilona, perezosa, desperdiciadora, persona de mal recaudo, descuidada de su casa; dexa perder las cosas por pereza o por enojo; no cura de las necesidades de los de su casa; no mira por las cosas de su casa; no corrige las culpas de los de su casa; y por esso cada día se empeora. Hay entre está gente hijos legítimos y hijos bastardos. hijo bien acondicionado o virtuoso: el hijo bien acondicionado es obediente, humilde, agradecido, reverente; imita a sus padres en las costumbres, y en . el cuerpo es semejante a su padre o a su madre. Hijos viciosos: el mal hijo es travieso, revelde o desobediente. loco, travieso, no acogido a buen consejo; echa a las espaldas la buena doctrina con desdén; es desasosegado, desbaratado fanfarrón, vanaglorioso, malcriado, bobarrón o tosco; no recibe ninguna buena doctrina; los buenos consejos de su padre y de su madre por una oreja le entran y por otra le salen; aunque le açoten y aunque le apaleen, no por esso se enmienda. Hija virtuosa. La moça o hija que se cría en casa de su padre estás propiedades buenas tiene: es virgen de verdad, nunca conocida de varón; es obediente, recatada, entendida, hábil, gentil muger, honrada, acatada, biencriada, doctrinada, enseñada de persona avisada, avisada, guardada. La hija viciosa. La hija mala o vellaca es mala de su cuerpo, disoluta, loçana, puta, polida; anda pompeándose; atavíase curiosamente; anda callejeando; dase al vicio de la carne; Andase a la flor del berro; su vida y su plazer es andar a la flor del heno; anda hecha loca. Hijo o hija regalados. Muchacho o muchacha que sale a los suyos de generación noble o generoso o generosa; hija delicada, regalada, tierna, hermosa. Hija mayor, primogénita; hija segunda; hija tercera; hija postrera. No se deve ofender el lector prudente en que se ponen solamente vocablos y no sentencias en lo arriba puesto y en otra partes adelante, porque principalmente se pretende en este tratado aplicar el lenguaje castellano al lenguaje indiano, para que se sepan hablar los vocablos propios de está materia de viciis et virtutibus. Muchacho o muchachas virtuosas. El muchacho o muchacha. de buena condición es diligente, bivo y agudo, ligero, y comedido, y discreto y obediente, que haze de buena gana lo que le mandan. Muchacho vicioso. El muchacho vellaco tiene estás propiedades: es perezoso, pesado, gordinflón, bobo, necio, tosco, indiscreto, que entiende las cosas al revés; haze las cosas al revés, inhábil, sisón, alocado, loco, que siempre anda de casa en casa, de lugar en lugar, vellaco fino, enfermo de todas enfermedades. Tío. El tío tenían por costumbres estos naturales de dexarle por curador o tutor de sus hijos y de su hazienda y de su muger y de toda la casa. El tío fiel tornava a su cargo la casa de su hermano y muger como la propria suya. Tío vil. La propiedad del mal tío es ser desperdiciador, desbaratado; es aborrescedor y despreciador. Tía. La tía suele ser sustentadora y vandeadora de sus sobrinos. La buena tía es piadosa; favoresce a los suyos; tiene contino cuidado de los suyos; tiene real condición; es congoxosa en buscar lo necesario para los suyos. Tía vil. La tía que es mala condicionada es brava, carienojada, rostrituerta; nadie se halla bien con ella; es desapegada; siempre mira con ojeriza; a todos estima en vasura; mira con desdén o menosprecio. Sobrino o sobrina. De una manera llaman los hombres a su sobrinos y de otra manera los llaman las mugeres. Los hombres dizen al sobrino nómach, y las mugeres dizen al sobrino nopilo, nopilotzin. La condición del buen sobrino es comedirse a hazer lo que conviene sin que nadie se lo mande. Lo que le mandan una vez no es menester dezírselo otra vez. Las condiciones de sobrino vicioso que se cría sin padre ni madre entre sus tíos y tías que no tienen cuidado de castigarle; entiéndese de todo muchacho vicioso o travieso. Entre estos naturales un vocablo usan los hombres para dezir sobrino, que es machtli, y otro vocablo usan las mugeres, que es tepilo o píloil. El sobrino tiene necesidad de ser doctrinado, enseñado, castigado y açotado. El buen sobrino tiene la condición del buen hijo. Véase allí. Haze los oficios humildes de casa; es paciente cuando lo reprenden. El sobrino mal acondicionado es huidor, perezoso y dormilón; escóndese, sisa, hurta de lo que le dan a guardar. Abuelo. El abuelo tiene las propiedades que se siguen. Tiene el cuerpo duro y correoso; tiene los cabellos canos, cabeça blanca; es impotente, inútil o infructuoso; es como niño; está ensaterido o hecho sancto. El buen abuelo tiene las propiedades del buen padre. Véanse allí. De más de esto, es caduco, de poco seso. Abuela. En está lengua para dezir abuela tiene vocablo particular que es citli o teci. La abuela tiene hijos, nietos y tartaranictos. La condición de la buena abuela: reprende a sus hijos y nietos; ríñelos, y doctrínalos y castígalos; enséñalos cómo han de bivir. Las condiciones de la mala abuela son estás: es vieja, boba o tocha, de mal concierto y de mal recaudo, desperdiciadora y de mal exemplo. Bisabuelo. El bisabuelo es decrépito, es otra vez niño. Pero bisabuelo que tiene buen seso es hombre de buen exemplo y de buena doctrina, de buena fama, de buena nombradía; dexa obras de buena memoria en vida, en hazienda, en generación, escritas como un libro. El bisabuelo malo es como muradal, como rincón, como escuridad, digno de ser menospreciado, digno de ser reprendido o reñido, digno de ser escarnecido, digno que los que biven le murmuren donde está en el infierno. Le escarnecen y escupen todos; da pena o enojo su memoria o su vista. Bisabuela. La bisabuela es de edad decrépita; es como niña en la condición. La bisabuela buena es digna de ser loada, digna que se le agradezca el bien que hizo a sus descendientes; glórianse los descendientes de nombrarla por su bisabuela. Es principio de generación o linage. La mala bisabuela es aborrescible; nadie oye de buena gana su nombre; su presencia o su memoria provoca a náusea o asco; da enojo. Tartarabuelo. Tartarabuelo, y tartarabuela. Tiémblale la cabeça y el cuerpo; anda siempre tosiendo; anda azcadillando de flaqueza; ya está en lo último de vejez. El buen tartarabuelo o tartarabuela es en lugar de padre y madre de sus descendientes; es como preciosa raíz o fundamento. El mal tartarabuelo o tartarabuela es vicio ruin, raíz ruin y desechada; hizo mala vida; dexa desabridos a los suyos. Nieto o nieta. El nieto o nieta es amado, es querido, es estimado; procede de sus antepasados como las espinas en que nascen, o como el ripio de la piedra que se labra, o como los hijos de la maçorca ahijada que se llama cacámatl, mendrugo bivo, preciado como piedra preciosa, como pluma rica, imitador de los suyos en gesto y en obras. El buen nieto sigue los buenos exemplos de los suyos; es imagen biva de los suyos; da honra a los suyos con su buena vida; brota como flor entre los suyos. El nieto travieso deshonra a los suyos; empulvoriza la honra de los suyos; es disoluto y absoluto; no toma parescer de nadie en lo que ha de dezir; rígese a sí mesmo corno quiere; júzgase como se le antoja; es fino, vellaco y grandíssimo.
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CAPÍTULO PRIMERO Presagios de la venida de los españoles Los documentos indígenas que se presentan en los trece primeros capítulos de este libro comprenden hechos acaecidos desde poco antes de la llegada de los españoles a las costas del Golfo de México, hasta el cuadro final, México-Tenochtitlan en poder de los conquistadores. Los dos últimos capítulos, el XIV y el XV ofrecen a manera de conclusión, la relación acerca de la Conquista, escrita en 1528 por varios informantes anónimos de Tlatelolco, así como unos cuantos ejemplos de célebres icnocuícatl "cantares tristes" de la Conquista. Ordenando los varios textos en función de la secuencia cronológica de los hechos y acciones de la Conquista, se dan en algunos casos testimonios que presentan ciertas variantes y divergencias. Sin pretender resolver aquí los problemas históricos que plantean tales variantes, fundamentalmente interesa el valor humano de los textos, que reflejan, más que los hechos históricos mismos, el modo como los vieron e interpretaron los indios nahuas de diversas ciudades y procedencias. En este primer capítulo transcribimos la versión directa del náhuatl preparada por el doctor Garibay, de los textos de los informantes indígenas de Sahagún contenidos al principio del libro XII del Códice Florentino, así como una breve sección tomada de la Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo, que como se indicó en la Introducción General, emparentado con la nobleza indígena de dicho señorío, refleja en sus escritos la opinión de los indios tlaxcaltecas, aliados de Cortés. Ambos documentos, que guardan estrecha semejanza, narran una serie de prodigios y presagios funestos que afirmaron ver los indios y de manera especial Motecuhzoma, desde unos diez años antes de la llegada de los españoles. Se transcribe primero el texto de los informantes de Sahagún, de acuerdo con el Códice Florentino y a continuación el testimonio del autor de la Historia de Tlaxcala. Los presagios, según los informantes de Sahagún Primer presagio funesto: Diez años antes de venir los españoles primeramente se mostró un funesto presagio en el cielo. Una como espiga de fuego, una como llama de fuego, una como aurora: se mostraba como si estuviere goteando, como si estuviera punzando en el cielo. Ancha de asiento, angosta de vértice. Bien al medio del cielo, bien al centro del cielo llegaba, bien al cielo estaba alcanzando. Y de este modo se veía: allá en el oriente se mostraba: de este modo llegaba a la medianoche. Se manifestaba: estaba aún en el amanecer; hasta entonces la hacía desaparecer el sol. Y en el tiempo en que estaba apareciendo: por un año venía a mostrarse. Comenzó en el año 12-Casa. Pues cuando se mostraba había alboroto general: se daban palmadas en los labios las gentes; había un gran azoro; hacían interminables comentarios. Segundo presagio funesto que sucedió aquí en México: por su propia cuenta se abrasó en llamas, se prendió en fuego: nadie tal vez le puso fuego, sino por su espontánea acción ardió la casa de Huitzilopochtli. Se llamaba su sitio divino, el sitio denominado "Tlacateccan" (casa de mando). Se mostró: ya arden las columnas. De adentro salen acá las llamas de fuego, las lenguas de fuego, las llamaradas de fuego. Rápidamente en extremo acabó el fuego todo el maderamen de la casa. Al momento hubo vocerío estruendoso; dicen: "¡Mexicanos, venid deprisa: se apagará! ¡Traed vuestros cántaros!#" Pero cuando le echaban agua, cuando intentaban apagarla, sólo se enardecía flameando más. No pudo apagarse: del todo ardió. Tercer presagio funesto: fue herido por un rayo un templo. Sólo de paja era: en donde se llama "Tzummulco". El templo de Xiuhtecuhtli. No llovía recio, sólo lloviznaba levemente. Así, se tuvo por presagio; decían de este modo: "No más fue golpe del Sol". Tampoco se oyó el trueno. Cuarto presagio funesto: cuando había aún sol, cayó un fuego. En tres partes dividido: salió de donde el sol se mete: iba derecho viendo a donde sale el sol: como si fuera una brasa, iba cayendo en lluvia de chispas. Larga se tendió su cauda; lejos llegó su cola. Y cuando visto fue, hubo alboroto: como si estuvieran tocando cascabeles. Quinto Presagio funesto: hirvió el agua: el viento la hizo alborotarse hirviendo. Como si hirviera en furia, como si en pedazos se rompiera al revolverse. Fue su impulso muy lejos, se levantó muy alto. Llegó a los fundamentos de las casas: y derruidas las casas, se anegaron en agua. Eso fue en la laguna que está junto a nosotros. Sexto presagio funesto: muchas veces se oía: una mujer lloraba, iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos: -¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y a veces decía: -Hijitos, ¿a dónde os llevaré?. Séptimo presagio funesto: muchas veces se atrapaba, se cogía algo en redes. Los que trabajaban en el agua cogieron cierto pájaro ceniciento, como si fuera grulla. Luego lo llevaron a mostrar a Motecuhzoma, en la Casa de lo Negro (casa de estudio mágico). Había llegado el sol a su apogeo: era el mediodía. Había uno como espejo en la mollera del pájaro, como rodaja de huso, en espiral y en rejuego: era como si estuviera perforado en su medianía. Allí se veía el cielo: las estrellas, el Mastelejo. Y Motecuhzoma lo tuvo a muy mal presagio, cuando vio las estrellas y el Mastelejo. Pero cuando vio por segunda vez la mollera del pájaro, nuevamente vio allá, en la lontananza; como si algunas personas vinieran deprisa; bien estiradas; dando empellones. Se hacían la guerra unos a otros, y los traían a cuestas unos como venados. Al momento llamó a sus magos, a sus sabios. Les dijo: -¿No sabéis: qué es lo que he visto? ¡Unas como personas que están en pie y agitándose!# Pero ellos, queriendo dar la respuesta, se pusieron a ver: desapareció (todo): nada vieron. Octavo presagio funesto: muchas veces se mostraban a la gente hombres deformes, personas monstruosas. De dos cabezas, pero un solo cuerpo. Las llevaban a la Casa de lo Negro; se las mostraban a Motecuhzoma. Cuando las había visto luego desaparecían. Testimonio de Muñoz Camargo (Historia de Tlaxcala, escrita en castellano por su autor). Diez años antes que los españoles viniesen a esta tierra, hubo una señal que se tuvo por mala abusión, agüero y extraño prodigio, y fue que apareció una columna de fuego muy flamígera, muy encendida, de mucha claridad y resplandor, con unas centellas que centelleaba en tanta espesura que parecía polvoreaba centellas, de tal manera, que la claridad que de ellas salía, hacía tan gran resplandor, que parecía la aurora de la mañana. La cual columna parecía estar clavada en el cielo, teniendo su principio desde el suelo de la tierra de do comenzaba de gran anchor, de suerte que desde el pie iba adelgazando, haciento punta que llegaba a tocar el cielo en figura piramidal. La cual aparecía a la parte del mediodía y de medianoche para abajo hasta que amanecía, y era de día claro que con la fuerza del sol y su resplandor y rayos era vencida. La cual señal duró un año, comenzando desde el principio del año que cuentan los naturales de doce casas, que verificada en nuestra cuenta castellana, acaeció el año de 1517. Y cuando esta abusión y prodigio se veían, hacían los naturales grandes extremos de dolor, dando grandes gritos, voces y alaridos en señal de gran espanto y dándose palmadas en las bocas, como lo suelen hacer. Todos estos llantos y tristeza iban acompañados de sacrificios de sangre y de cuerpos humanos como solían hacer en viéndose en alguna calamidad y tribulación, así como era el tiempo y la ocasión que se les ofrecía, así crecían los géneros de sacrificios y supersticiones. Con esta tan grande alteración y sobresalto, acuitados de tan gran temor y espanto, tenían un continuo cuidado e imaginación de lo que podría significar tan extraña novedad, procuraban saber por adivinos y encantadores qué podrá significar una señal tan extraña en el mundo jamás vista ni oída. Hase de considerar que diez años antes de la venida de los españoles, comenzaron a verse estas señales, mas la cuenta que dicen de doce casas fue el año de 1517, dos años antes que los españoles llegasen a esta tierra. El segundo prodigio, señal, agüero o abusión que los naturales de México tuvieron, fue que el templo del demonio se abrasó y quemó, el cual le llamaban el templo de Huitzilopuchtli, sin que persona alguna le pegase fuego, que está en el barrio de Tlacateco. Fue tan grande este incendio y tan repentino, que se salían por las puertas de dicho templo llamaradas de fuego que parecía llegaban al cielo, y en un instante se abrasó y ardió todo, sin poderse remediar cosa alguna "quedó deshecho", lo cual, cuando esto acaeció, no fue sin gran alboroto y alterna gritería, llamando y diciendo las gentes: "¡Ea Mexicanos! venid a gran prisa y con presteza con cántaros de agua a apagar el fuego", y así las más gentes que pudieron acudir al socorro vinieron. Y cuando se acercaban a echar el agua y querer apagar el fuego, que a esto llegó multitud de gentes, entonces se encendía más la llama con gran fuerza, y así, sin ningún remedio, se acabó de quemar todo. El tercer prodigio y señal fue que un rayo cayó en un templo idolátrico que tenía la techumbre paliza, que los naturales llamaban Xacal, el cual templo los naturales llamaban Tzonmolco, que era dedicado al ídolo Xiuhtecuhtli, lloviendo una agua menuda como una mullisma cayó del cielo sin trueno ni relámpago alguno sobre el dicho templo. Lo cual asimismo tuvieron por gran abusión, agüero y prodigio de muy mala señal, y se quemó y abrasó todo. El cuarto prodigio fue, que siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del cielo por el aire y de tres en tres por la parte de Occidente "que corrían hasta Oriente", con toda fuerza y violencia, que iban desechando y desapareciendo de sí brasas de fuego o centellas por donde corrían hasta el Oriente, y llevaban tan grandes colas, que tomaban muy gran distancia su largor y grandeza; y al tiempo que estas señales se vieron, hubo alboroto, y asimismo muy gran ruido y gritería y alarido de gentes. El quinto prodigio y señal fue que se alteró la laguna mexicana sin viento alguno, la cual hervía y rehervía y espumaba en tanta manera que se levantaba y alzaba en gran altura, de tal suerte, que el agua llegaba a bañar a más de la mitad de las casas de México, y muchas de ellas se cayeron y hundieron; y las cubrió y del todo se anegaron. El sexto prodigio y señal fue que muchas veces y muchas noches, se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros: ¡oh hijos míos! del todo nos vamos ya a perder# e otras veces decía: oh hijos míos, ¿a dónde os podré llevar y esconder?# El séptimo prodigio fue que los laguneros de la laguna mexicana, nautas y piratas o canoístas cazadores, cazaron una ave parda a manera de grulla, la cual Incontinente la llevaron a Motecuhzoma para que la viese, el cual estaba en los Palacios de la sala negra habiendo ya declinado el sol hacia el poniente, que era de día claro, la cual ave era tan extraña y de tan gran admiración, que no se puede imaginar ni encarecer su gran extrañeza, la cual tenía en la cabeza una diadema redonda de la forma de un espejo redondo muy diáfano, claro y transparente, por la que se veía el cielo y los mastelejos y estrellas que los astrólogos llaman el signo de Géminis; y cuando esto vio Motecuhzoma le tuvo gran extrañeza y maravilla por gran agüero, prodigio, abusión y mala señal en ver por aquella diadema de aquel pájaro estrellas del cielo. Y tornando segunda vez Motecuhzoma a ver y admirar por la diadema y cabeza del pájaro vio grande número de gentes, que venían marchando esparcidas y en escuadrones de mucha ordenanza, muy aderezados y a guisa de guerra, y batallando unos contra otros escaramuceando en figura de venados y otros animales, y entonces, como viese tantas visiones y tan disformes, mandó llamar a sus agoreros y adivinos que eran tenidos por sabios. Habiendo venido a su presencia, les dijo la causa de su admiración. Habéis de saber mis queridos sabios amigos, como yo he visto grandes y extrañas cosas por una diadema de un pájaro que me han traído por cosa nueva y extraña que jamás otra como ella se ha visto ni cazado, y por la misma diadema que es transparente como un espejo, he visto una manera de unas gentes que vienen en ordenanza, y porque los veáis, vedle vosotros y veréis lo propio que yo he visto. Y queriendo responder a su señor de lo que les había parecido cosa tan inaudita, para idear sus juicios, adivinanzas y conjeturas o pronósticos, luego de improviso se desapareció el pájaro, y así no pudieron dar ningún juicio ni pronóstico cierto y verdadero. El octavo prodigio y señal de México, fue que muchas veces se aparecían y veían dos hombres unidos en un cuerpo que los naturales los llaman Tlacaritzolli. Y otras veían cuerpos, con dos cabezas procedentes de un solo cuerpo, los cuales eran llevados al palacio de la sala negra del gran Motecuhzoma, en donde llegando a ella desaparecían y se hacían invisibles todas estas señales y otras que a los naturales les pronosticaban su fin y acabamiento, porque decían que había de venir el fin y que todo el mundo se había de acabar y consumir, e que habían de ser creadas otras nuevas gentes e venir otros nuevos habitantes del mundo. Y así andaban tan tristes y despavoridos que no sabían que juicio sobre esto habían de hacer sobre cosas tan raras, peregrinas, tan nuevas y nunca vistas y oídas. Los presagios y señales acaecidos en Tlaxcala Sin estas señales, hubo otras en esta provincia de Tlaxcala antes de la venida de los españoles, muy poco antes. La primera señal fue que cada mañana se veía una claridad que salía de las partes de oriente, tres horas antes que el sol saliese, la cual claridad era a manera de una niebla blanca muy clara, la cual subía hasta el cielo, y no sabiéndose qué pudiera ser ponía gran espanto y admiración. También veían otra señal maravillosa, y era que se levantaba un remolino de polvo a manera de una manga, la cual se levantaba desde encima de la Sierra Matlalcueye que llaman agora la Sierra de Tlaxcalla, la cual manga subía a tanta altura, que parecía llegaba al cielo. Esta señal se vio muchas y diversas veces más de un año continuo, que asimismo ponía espanto y admiración, tan contraria a su natural y nación. No pensaron ni entendieron sino que eran los dioses que habían bajado del cielo, y así con tan extraña novedad, voló la nueva por toda la tierra en poca o en mucha población. Como quiera que fuese, al fin se supo de la llegada de tan extraña y nueva gente, especialmente en México, donde era la cabeza de este imperio y monarquía.
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LIBRO UNDÉCIMO De las propiedades de los animales, aves, peces, árboles, yervas, flores, metales y piedras, y de las colores Capítulo primero De los animales Párrapho primero: de las bestias fieras El tigre anda y bive en las sierras y entre las peñas y riscos, y también en el agua. Es noble, y dizen es príncipe y señor de los otros animales. Y es avisado y recatado, y regálase como el gato, y no consiente trabajo ninguno; y tiene asco de ver cosas sucias y hediondas, y tiénese en mucho. Es baxo y corpulento, y tiene la cola larga, y las manos son gruessas y anchas, y tiene el pescueço gruesso. Tiene la cabeça grande; las orejas son pequeñas; el hocico gruesso y carnoso, y corto, y de color prieto; y la nariz tiene grasienta; y tiene la cara ancha, y los ojos relucientes como brasa; los colmillos son grandes y gruessos; los dientes menudos, chicos y agudos; las muelas anchas de arriba; y la boca muy ancha; y tiene uñas largas y agudas; tiene pescuños en los braços y en las piernas; y tiene el pecho blanco; tiene el pecho lezne. Y como crece se va manchando, y créscenle las uñas, y agarra; crécenle los dientes y las muelas y colmillos. Y regaña y muerde y arranca con los dientes, y corta; gruñe y brama, sonando como trompeta. El tigre blanco dizen que es capitán de los otros tigres, y es muy blanco. Hay otros que son blanquecinos, manchados de prieto. Hay otro tigre de pelo bermejo y manchado de negro. La propiedad del tigre es que come animales, como son ciervos y conejos, y otros semejantes. Es regalado, y no es para trabajo; tiene mucho cuidado de sí: báñase. Y de noche ve los animales que ha de caçar; tiene muy larga vista, aunque haga muy escuro, y aunque haga niebla, ve las cosas muy pequeñas. Cuando ve al caçador con su arco y saetas, no huye, sino siéntase mirando hazia él, sin ponerse detrás de alguna cosa ni arrimarse a nada. Luego comiença a hipar; y aquel aire enderéçale hazia el caçador a propósito de ponerle temor y miedo, y desmayarle el coraçón con el hipo. Y el caçador comiença luego de tirarle, y la primera saeta, que es de caña, tómala el tigre con la mano y házela pedaços con los dientes, y comiença a regañar y a gruñir, y echándole otra saeta, haze lo mismo. Los caçadores tenían cuenta con que no havían de tirar al tigre más de cuatro saetas; ésta era su costumbre o devoción. Y como no lo matase con las cuatro saetas, luego el caçador se dava por vencido; y el tigre luego comiença a espereçarse y a sacudirse y a relamerse. Hecho esto, recógese y da un salto como volando; se arroja sobre el caçador; aunque esté lexos diez o quince bracas, no da más de un salto. Va todo enerizado, como el gato contra el perro; luego mata al caçador y se le come. Los caçadores diestros, en echando la primera saeta, si el tigre la hizo pedaços, toma una hoja de un árbol de roble, o de otro árbol semejante, y híncala en la saeta y tira con ella al tigre. Y la hoja, así puesta, haze ruido, assí como cuando vola una langosta, y cáyese en el suelo al medio camino o acerca del tigre. Con esto se devierte el tigre a mirar la hoja que caye, y llega la saeta y pásale o hiérele. Y luego el tigre da un salto hazia arriba, y tornando a caer en tierra, tórnase a sentar como estava de antes. Y allí muere asentado sin cerrar los ojos; aunque está muerto, parece vivo. Cuando el tigre caça, primero hipa, y con aquel aire desmaya a lo que ha de caçar. La carne del tigre tiene mal sabor, requema. Una gente que eran como asisinos, los cuales se llamavan nonotzaleque, era gente usada y atrevida para matar. Traían consigo del pellejo del tigre, un pedaço de la frente y otro pedaço del pecho, y al cabo de la cola, y las uñas, y el coraçón, y los colmillos y los hocicos. Dezían que con esto eran fuertes y osados, y espantables a todos; y todos los temían, y a ninguno havían miedo por razón de tener consigo estas cosas del tigre. Estos se llaman también pixeque teyolpachoani. El gato cerval llámanle por este nombre, conviene a saber: tlacoocélutl, tlacomiztli, porque es pequeño, del tamaño de un gato. Es pardo; tiene uñas, manchas oscuras como el tigre pintado. Hay un animal en esta tierra que se llama tlacaxólotl. Es grande; es mayor que un gran boey; tiene gran cabeça; tiene largo el hocico, las orejas muy anchas; tiene los dientes y las muelas grandes, pero de la forma de la persona; tiene muy gruesso el pescueço y muy fornido; tiene los pies y las manos gruessos, las uñas como el boey, pero mayores; tiene las ancas grandes y anchas; la cola tiene gruessa y larga; es de color de boey roxo; tiene muy gruesso el cuero; su carne es de comer; dizen que tiene la carne y el sabor de ella de todos los animales y aves, y aun de hombres. Este animal es raro; bive en las provincias de Atzaccan y de Teputzontla y Tlanquilapan, que son hazia Honduras. Vive en las montañas y desiertos, entre las peñas. Come cacahuates monteses, y otros cacahuates que se llaman cuappatlachtli; come también maíz verde y maçorcas de maíz. Cuando topa con un maíz al, cómelo todo, sin dexar nada; cuando le falta la comida, come hojas de matas y árboles; cuando estercola, echa los cacaos enteros, casi una carga de ellos cada vez. Andan los habitadores de aquella tierra a buscar su estiércol para coger el cacao que echa este animal. No teme a la gente, ni muere con saeta; tómanle haziendo un hoyo grande y cubriéndolo con ramas y con yerba para que caya dentro. Allí le matan, y de allí le sacan con sogas; y comen su carne que tiene muy buen comer. Hay un animal que se llama tzoníztac. Críase hazia la mar del sur, en la provincia de Toztlan y Caxeapan, y llámase tzoníztac, porque tiene la cabeça muy blanca, tan solamente. Es del tamaño del tigre, o casi; es baxo de pies, y de gruesso cuerpo; come carne de las bestias silvestres. Cuando quiere caça, regaña como gato, y luego arrebata la caça. Tiene las manos y los pies como tigre; es muy negro todo el cuerpo, y tiene la cola larga. Este animal muy pocas vezes paresce, y si alguno encuentra con él y le ve la cabeça amarilla, es señal que morirá presto; y si alguno le encuentra y le paresce la cabeça blanca, es señal que bivirá mucho en pobreça, aunque mucho trabaje. Este agüero se tenía cerca de este animal; mátanle con saeta. Este animal cuitlachtli por la relación paresce que es oso, y si no es oso, no sé a qué animal se compare de los que conoscemos. Es animal belloso, de larga lana; tiene la cola muy bellosa, como la de la çorra, pero de color pardo escuro; tiene la lana vedixosa, cuando ya es viejo; tiene las orejas pequeñas y angustas; tiene la cara redonda y ancha, casi retrae a la cara de persona; tiene el hocico gruesso; tiene el anhélito ponçoñoso; echa el anhélito para empoçoñar a lo que topa; el vaho o aire que echa es de muchos colores, como el arco del cielo; es muy avisado, y pónese en acecho para matar o caçar. El león es del tamaño del tigre; no es manchado. Tiene el pelo también lezne, y en el cuerpo es de la manera del tigre, sino que tiene las uñas mayores y también pescuños muy largos; es roxo escuro. Hay leones bermejos y otros blanquezinos; éstos se llaman leones blancos. Este animal que se llama cuammiztli por las propriedades paresce ser onza, y si no lo es, no sé a qué otro animal sea semejante. Dizen que es semejante al león, sino que siempre anda en los árboles, saltando de unos a otros, y allí busca su comida; pocas vezes anda en el suelo. Hay un animal en estas partes que se llama maçamiztli; quiere dezir "ciervo león", el cual no sé si le hay en ninguna otra parte. Es del tamaño del ciervo y tiene la color del ciervo, y tiene sus uñas come, ciervo; y los machos tienen cuernos como el ciervo, pero tiene pescuños como el león, muy agudos, y los dientes y culmillos como león. No come yervas; anda entre los otros ciervos, y cuando quiere comer abráçase con un ciervo y con el pescuño ábrele por la barriga, començando desde las piernas hasta la garganta, y así le echa fuera todos los intestinos y le come. En ninguna cosa le conoscen los otros ciervos, sino en mal hedor que tiene. Hay otro animal en esta tierra que se llama cuitlamiztli; quiere dezir "león bastardo". Este, según lo que de él se dize, es lobo; come ciervos y gallinas y ovejas. En tomando un ciervo, hártase de él hasta no poder más, y échase a dormir dos o tres días; no cura de caçar más. Y por esto le llaman "león bastardo", porque es glotón. No tiene cueva como los leones, y de noche come las gallinas y las ovejas, y aunque esté harto, mata todas las gallinas y ovejas que puede. Hay otro animal, al cual llaman itzcuincuani; quiere dezir "comedor de perros", que es de la manera del que arriba se dixo. Llámanse por este nombre itzcuincuani o "comedor de perros", porque de noche llega hazia las poblaciones y desde cerca del lugar comiença aullar. Y todos los perros que le oyen le responden aullando, y van corriendo adonde él está. En estando juntos con él los perros, mata los que ha menester para comer, y cómelos, y los demás vanse. Su comer son los perros; hállalos muy sabrosos. Este animal, según esta relación, parece ser lobo. Párrapho segundo: de los animales como zorros, lobos y otros animales semejantes Hay en esta tierra un animal que se llama cóyotl, al cual algunos de los españoles le llaman zorro, y otros le llaman lobo. Y según sus propriedades, a mi ver, ni es lobo ni zorro, sino animal proprio de esta tierra. Es muy belloso, de larga lana; tiene la cola gruessa, muy lanuda; tiene las orejas pequeñas, agudas; el hocico largo y no muy gruesso, y prieto; tiene las piernas nerbosas; tiene las uñas corvadas y negras. Y siente mucho; es muy recatado. Para caçar agaçápase y ponse en acecho; mira todas partes para tomar su caça. Es muy sagaz en acechar su caça: caundo quiere arremeter a la caça, primero echa su baho contra ella para inficionarla y desanimarla con él. Es diabólico este animal: si alguno le quita la caça, nótale y aguárdale, y procura de vengarse de él, matándole sus gallinas o otros animales de su casa; y si no tiene cosa de éstas en que se vengue, aguarda al tal cuando va de camino y ponse delante, ladrando, como que le quiere comer, por amedrentarle. Y también algunas vezes se acompaña con otros tres o cuatro sus compañeros para espantarle; y esto hazen o de noche o de día. Este animal tiene condiciones esquisitas: es agradecido. Agora, en estos tiempos, aconteció una cosa harta de notar con uno de estos animalejos. Un caminante, yendo por su camino, vio uno de estos animales que le hazía señal con la mano, que se llegasse a él. Espantóse de esto el caminante, y fue hazia adonde estava. Y como llegó cerca de él, vio una culebra que estava rebuelta al pescueço de aquel animal, y tenía la cabeça por debajo del subaco de aquel animalejo; estava muy apretada con él. Esta culebra era de las que se llaman cincóatl. Y el caminante, como vio este negocio, pensó dentro de sí, diziendo: "¿A cuál de éstos ayudaré?" Y determinó ayudar aquel animal, y tomó una verdasca y començó de herir a la culebra, y luego la culebra se desenroscó y cayó en el suelo, y començó de irse y meterse entre la yerba, y también el animalejo se fue huyendo. Y de ahí a un rato tornóse a encontrar con el caminante entre unos maizales, y llevava dos gallos en la boca, por los pescueços, y púsolos delante el caminante que le havía librado de la culebra. Y hízole señal con el hocico que los tomase, y fuese tras el caminante, hasta que llegó a su casa. Y como vio donde entrava, fue a buscar una gallina, y llevóla a su casa. Y dende a dos días le llevó un gallo a su casa. Este animal come carne cruda, y también maçorcas de maíz secas y verdes, y cañas verdes, y gallinas, y pan y miel. Este animal tómanle con trampa, o con alçapié, o con laço, o fléchanle. Y también le arman en los magueyes cuando va a bever la miel. Otro animal de este especie hay en esta tierra que llaman cuitlachcóyotl. Y tiene las mesmas condiciones arriba dichas, salvo que en el pelo es semejante al oso o cuitlachtli. Y tiene cerviguillo gruesso y muy belloso, y en el pecho y en la cara tiene un recello de pelos grandes que le haze espantable. Hay otro animal de este especie, al cual llaman azcatlcóyotl. Tiene las mismas condiciones arriba dichas, salvo que se sienta sobre los hormigueros, y por esto se llaman azcatlcóyotl; y también cuando aulla de noche haze muchas vozes juntas, unas gruessas, otras delgadas, otras más delgadas. Hay otro animal de esta especie, al cual llaman tlalcóyotl. Tiene las condiciones arriba dichas, pero no se crían en las montañas como los otros, sino cerca de los pueblos. A éste llámanle algunos zorro o raposa. Come gallinas y fruta y maçorcas de maíz, y cosas muertas y sabandijas. Hay otro animal que se llama ocotochtli, que también habita entre las peñas y montes. Es del tamaño de un podenco, baxo y corpulento. Tiene el pelo pardo por el lomo y por la barriga blanquecino con unas manchas negras, ralas y pequeñas; tiene el pelo blando; tiene la cabeça redonda y las orejas pequeñas, como de gato; tiene la cara redonda, el hucico corto, la lengua áspera o espinosa; tiene el aullido delgado, como tiple. Es muy ligero y salta mucho, como que vuela. Este animal tiene una singular propriedad, que caça para dar de comer a otras bestias fieras: caça hombres, o ciervos, o otros animales. Caça de esta manera, que viendo que viene lo que quiere caçar, escóndese tras de un árbol, y en llegando la caça cabe él, arremete y pássale la lengua por los ojos; y es tan ponçoñosa que luego mata en tocando. Como caye el animal o hombre que mató, cúbrele con heno y súbese sobre un árbol, y comiença aullar, cuyo aullido se oye muy lexos, y luego las otras bestias fieras, como tigres, leones, etc., que oyen aquel aullido, luego entienden que son llamados para comer, y van luego a donde está el ocotochtli y ven la pressa, y luego lo primero beben la sangre, y después despedáçanle y cómenle. Y en todo esto el ocotochtli está mirando aparte cómo comen los otros; y después que ellos han comido, él come lo que sobre. Y dizen que haze esto porque tiene la lengua tan ponçoñosa que si comiesse emponçoñaría la carne y morirían las otras bestias comiendo de ella. Hay otro animalejo que llaman oxtooa. Llámanle este nombre porque siempre habita en cuevas y allí cría sus hijos. Es pequeñuelo; tiene el hucico como un porquezuelo; tiene el pelo lezne y un poco áspero; es de color buró. Y come ratones y ardillas, y también come conejos. Hay otro animalejo que llaman mapachitli, y también le llaman cioatlamacazqui, y también se llama ilamaton; quiere dezir "viejecilla". Tiene las manos y los pies como persona. Destrue los maizales cuando están verdes, comiéndolos. Sube a los árboles y come la fruta de ellos, y come la miel de los magueyes, y vive en cueva. Haze su habitación en las montañas y en los riscos, y entre las espadañas del agua. En el tiempo de invierno, cuando no hay frutas ni maíz, come ratones y otras sabandijas. Algunas vezes anda en dos pies como persona, y otras vezes a cuatro pies como animal. Hurta cuanto halla, por ser assí ladrona y por tener manos de persona; le llaman mapachitli. Es baxoelo y rollizo, y tiene larga lana. Tiene la cola larga, burá y pelosa, a manera de zorro, la cabeça grande, las orejas pequeñas, el hucico largo y delgado y prieto, el cuepo pardo y peloso. Otro animalejo que se llama peçotli es como el arriba dicho mapachitli, salvo que no tiene ni pies ni manos como persona, sino como animal. Es de color burá. Llámase peçotli, como si dixesse "glotón", porque de todas cosas come y siempre come, nunca se harta. Y de aquí se tiene costumbre de llamar peçotli al que come mucho y nunca se harta. Siempre anda comiendo, o donde ve alguna cosa de comer, luego arremete a comerla. Otro animalejo hay que se llama coyámetl o cuauhcoyámetl. Es muy semejante al puerco de Castilla, y aun algunos dizen que es puerco de Castilla. Tiene cerdas largas y ásperas, y también los pies tiene como puerco; y de las cerdas de éste hazen escubillas como de las cerdas del puerco de Castilla. Este animal come bellotas, que se llaman cuaucapulin; come también maíz y frixoles y raízes y frutas; come como puerco de Castilla, y por esto algunos llaman coyámetl al puerco de Castilla. Por la semejança que tiene con éste llaman también peçotli al puerco de Castilla, porque come como este animalejo a que llaman glotón o peçotli. Párrapho tercero: de otros animalejos pequeños, como ardillas y otros semejantes Hay muchas maneras de ardillas en esta tierra. Unas de ellas son grandezillas, larguillas, y son de color moreno. Tienen el pelo blanco, pequeñitas orejas delgadas, la cola espagañada, el pelo buró y en las puntas negro. Come cuanto hay: pan, y carne, y fruta; todo cuanto puede haver come; aunque se le defienden, no ha miedo, ni por esso lo dexa. Imperceptiblemente hurta, y come lo que está guardado. Y por esto llaman a los ladrones techálutl. El chillido de este animalejo es delgado y bivo. Otras ardillas hay que se crían en las montañas y en los árboles. Estas ardillas comen piñones y los grumos tiernos de los árboles, y los gusanos que se crían en los árboles. Descorteça los árboles por sacar los gusanos que están dentro. Hay otra manera de ardillas que llaman tlaltechálutl. Llámanse assí porque crían en los maizales y moran en cuevas y entre las piedras, y allí crían sus hijos como topos. Son muy dañinas para los maizales. Hay otro animalejo que se llama mototli. Es pequeñuelo y de color buró. Tiene la cola larga y blanquezina; tiene el pelo muy blando. Come todas las cosas que comen las ardillas. Hay otro animalejo que se llama motoyáuitl. Es semejante al de arriba dicho, de la misma especie. Es pardo escuro, de color de los ratones, y habita debaxo de la tierra como ellos. Párrapho cuarto: de aquel animalejo que se llama tlácuatl, que tiene una bolsa donde mete a sus hijuelos, cuya cola es muy medicinal Hay un animalejo que se llama tlácuatl o tlacuatzin, del tamaño de una gato, poco menos, y es pardillo escuro. Tiene el pelo largo y muy blando, y cuando son viejos, cáyensele los pelos; tiene el hucico largo y delgado; tiene la cara pintada, las orejas pequeñas, la cola larga y pelada, ningunos pelos tiene en ella. Vive entre los maízales; entre las piedras haze cueva, donde mora y donde cría sus hijos. Tiene una bolsa entre los pechos y la barriga, donde mete sus hijuelos, y allí los lleva a donde los quiere llevar, y allí maman. Este animalejo ni sabe morder ni sabe arañar, ni hazer ningún daño, aunque le toman, y cuando le toman, china y llora; sálenle las lágrimas de los ojos como a persona. Cuando le toman los hijos, llora mucho y china por ellos. Este animalejo come maíz y frixoles, y ralladuras de los magueyes que sacan de ellos cuando los agujeran para sacar la miel, y también come miel. Y la carne de éste es comestible, y sabrosa como la del conejo; y los huesos de este animalejo ni la cola no son de comer. Si alguno la come, aunque sea perro o gato, luego echa fuera todos los intestinos. Aconteció una vez que un perro rolloyó los huesos de uno de estos animalejos, y dentro a rato lo vieron que andava con las tripas arrastrando, que las havia echado de él por detrás. La cola de este animalejo es muy medicinal. Saca cualquiera cosa que se haya metido en la carne o en el hueso; lo saca poniéndolo muchas vezes. Y las mugeres que tienen mal parto, beviendo un poco de la cola de este animal, paren luego. Los que tienen cerrada la cámara, que no pueden bien purgar, biviendo un poco de la cola molida, purgan luego, porque abre y limpia los poros. Los que tienen tos, bibiendo lo mesmo, sanan; también para esto es bueno aquella especie que llaman ueinacaztli, y la otra que llaman tlilxóchitl, y la otra que llaman mecaxúchitl, molido todo y bevido con cacao; y esto también aprovecha para los que no pueden digerir y los que tienen estragado el estómago con opilaciones. Párrapho quinto: de las liebres, conejos, comadrejas, etc. La liebre tiene largos miembros y bien hechos, y pelos roxos; tiene uñas; tiene el cuerpo largo; tiene el pescueço larguillo; las orejas tiene agudas, largas y anchas, y cóncavas; tiene el hucico redondo y corto; tiene el pelo pardillo, las puntas de los pelos negrestinas; tiene pelo blando, ni es muy largo ni es muy corto, es medianamente liso. Este animal es muy ligero; corre mucho; cuélase como saeta. Tiene la cola corta, el pecho blanco. La freça echa redonda como maíz. La carne es comestible. El conejo es casi como la liebre, un poco menor. Haze cueva donde cría sus hijos, y haze nido para ponerlos. Escóndelos en partes secretas. Es comestible: tiene la carne sabrosa. La comadreja es delgadilla. Tiene la colilla larguilla; tiene la cara manchada, es bermejuela; tiene el pecho blanco. Come ratones y gusanos, especialmente los que llaman nextecuilin y tlalómitl; también come gallinas, chupándolas por el sienso. Tiene el estiércol muy hediondo. Es muy amiga de los pollos y de los huevos, cómelos mucho. Desea mucho topar con las gallinas que están echadas sobre huevos para comérselos. No es de comer. Hay un animal en esta tierra que echa gran hedor y por gran espacio hiede. Es del tamaño de un gato. Tiene los pelos largos. Es de color negro. Tiene la cola espagañada. El épatl es bajuelo; tiene las orejas agudas y pequeñas; tiene el hucico delgado. Habita entre las piedras y en las cuevas, y allí cría sus hijos. Su comer es escorobaxos y gusanos, y unos escorobajuelos que buelan. Mata las gallinas y come los huevos como la comadreja. Después de harto de comer, mata las gallinas y come las cabeças; y después de harto, déxalas por ahí, por el suelo, muertas. La urina de este animal o su freça es cosa espantable del hedor; paresce cosa infernal y pestilencial; espárcese por gran espacio. Y si alguno le quiere tomar, luego alça la cola y le rocía con la urina o con la freça. Donde toca esta suciedad en la ropa, párase una mancha amarilla que jamás se puede quitar. Esta freça, si a alguno toca en los ojos, ciégale; y si le comen los que tienen bubas, sanan; y la carne, si la comen los gotosos, sanan. Monas o micos hay munchas en esta tierra. Críanse en las partes que llaman Anáoac, que es hazia oriente en respecto de México. Son estos animales barrigudos; tienen larga la cola, enróscanla; tienen manos y pies como persona; tienen uñas largas. Gritan y silvan; cocan. Arrojan piedras y palos a los caminantes. Tienen cara casi como de persona. Son pelosos y bellosos. Tienen las ancas gruessas. Crían en los riscos, y no paren más de un hijo. Y comen maíz y frixoles y frutas y carne; comen como persona. También comen piñones y bellotas; también comen los grumos de los árboles verdes. Para tomarlas éstas usan de este embuste: hazen una gran hoguera donde andan estos animales y cércanla de maçorcas de maíz, y ponen en el medio del fuego una piedra que se llama cacalótetl, y los caçadores de esta caça escóndense o entiérranse, y como ven el fuego las monas y hoelen el humo, vienen luego a calentarse y a ver qué cosa es aquélla; y las hembras traen sus hijos a cuestas; y todos se asientan luego alrededor del fuego, calentándose. Y como la piedra se calentó, da un tronido grande, y derrama las brasas y la ceniça sobre las monas, y ellas, espantadas, dan a huir y dexan sus hijuelos por ahí; ni los ven, porque van ciegas con la ceniça. Entonces los caçadores levántanse de presto y tornan a manos los monicos, y críanlos, y amánsanlos. Estos animales fácilmente se amansan. Siéntase como persona. Cocan a las mugeres; búrlanse con ellas; y demandan de comer estendiendo la mano, y gritan. Párrapho sexto: de los ciervos y de diversas maneras de perros que estos naturales criavan Hay ciervos en esta tierra de muchas maneras. Viven en las montañas. Son altos de cuerpo; tienen las piernas largas y bien hechas; son de gran cuerpo y gruessos. Tienen barriga; tienen el pescueço largo y el hucico largo y delgado, y tienen las orejas largas y agudas y cóncavas. Tiene el hucico tierno y grasiento; tiene las uñas hendidas. Tienen pescuños. Son gruessos de la parte trasera. Tiene la cola corta, ancha. Son de comer; tiene carne sabrosa. Son de color ceniciento. En naciendo, luego se levanta y anda como los corderos y potricos; es muy ligero. Come maíz en yerva, y frixoles, y hoja de frixoles, y pace las yerbas y las hojas de los árboles, y come madero pudrido y los gusanos que nacen de los maderos; come heno y hojas de arbustos. Los ciervos muchos tienen cuernos de color de madero seco y blanquecino; tiene los cuernos llenos de gajos. Muda los cuernos metiéndolos en una horcada de árbol para despedirse de ellos; tira hazia atrás y déxalos en el árbol. De esta manera arranca los cuernos de su cabeça, y buélvese moço o muchacho. La cierva no tiene cuernos. Cuando es chiquillo el ciervo o cierva es pintado de unas pintas blancas, espessas, por todo el cuerpo. El temáçatl es cabra montesa. Hay ciervo blanco. Dizen que éste es rey de los ciervos. Raramente paresce. Júntanse a él los otros ciervos. El pelo no lo tiene del todo blanco, sino blanquezino escuro, y no muy blando. Hay otra manera de ciervos que llaman tlamacazcamáçatl. Es largo y alto, y la cara tiene manchada alrededor de los ojos, negro; y abaxo de los ojos tiene una veta de blanco que atraviesa por todo los hucicos. Los perros de esta tierra tienen cuatro nombres: llámanse chichi y itzcuintli, también xochcocóyotl, y también tetlamin, y también teuítzotl. Son de diversas colores: hay unos negros, otros blancos, otros cenicientos, otros burós, otros castaños escuros, otros morenos, otros pardos, otros manchados. Hay algunos de ellos grandes, otros medianos. Algunos hay de pelo lezne, otros de pelo largo. Tienen largos hucicos, los dientes agudos y grandes; tienen las orejas cóncavas y pelosas; cabeça grande. Son corpulentos. Tienen uñas agudas. Son mansos; son domésticos; acompañan o siguen a su dueño; son regocijados; menean la cola en señal de paz; gruñen y ladran; abaxan las orejas hazia el pescueço en señal de amor. Come pan y maçorcas de maíz verdes, y carne cruda y cocida, comen cuerpos muertos; comen carnes corrutas. Criavan en esta tierra unos perros sin pelo ninguno, lampiños; y si algunos pelos tenían, eran muy pocos. Otros perrillos criavan que llamavan xoloitzcuintli, que penitus ningún pelo tenían, y de noche abrigávanlos con mantas para dormir. Estos perros no nacen assí, sino que de pequeños los untan con resina, que se llama óxitl, y con esto se les caye el pelo, quedando el cuerpo muy liso. Otros dizen que nacen sin pelo en los pueblos que se llaman Teutlixco y Toztlan. Hay otros perros que se llaman tlalchichi, bajuelos, redondillos. Son muy buenos de comer. Hay otro animal, al cual llaman perro del agua, porque vive en el agua. Estos son los que nosotros llamamos notrias. Es del grandor de un podenco. Tiene el pelo hosco, escuro y muy blando. No le entra el agua; no se cala del agua; deslízase el agua de él como si estuviesse grassiento, y todo lo que hay en el agua. Los topos de esta tierra son grandes, como grandes ratas. Tienen el pelo bermejo. Son carnudos y gordos, de los pies bajos, casi que rastra la barriga. Tiene la cola no muy larga; tiene uñas largas y corvas; tiene dientes, dos de la parte baxos, largos, y otros dos de la parte alta, también largos, y otros pequeños de cada parte. Cerca de éstos tiene recios dientes, los cuatro grandes son algo corcovados. Tienen orejas pequeñitas y redondas. Este animal es de comer y sabroso, y muy gordo. Y a quien roe sus huesos entumécensele los dientes o házesele dentera. Tiene corta vista, y a la claridad no ve nada. Haze cuevas por debaxo de tierra, y siempre vive debaxo de tierra, y cuando sale sobre tierra, no acierta a tornar a su cueva; y luego haze un agujero donde se asconda. Come raíces de todas maneras de árboles y de yervas y de magueyes; come las raíces de las cañas de maíz y las mesmas cañas cuando ahí son tiernas, y también los elotes mete debaxo de tierra, y los frixoles en yerba, y el maíz en yerba, y allí lo roe y come; aunque sea caña grande de maíz, la mete debaxo de tierra; allá la come. Párrapho séptimo: de los ratones y otros animalejos semejantes Los ratones son de muchas maneras y tienen muchos nombres. Llámanse quimichi; quiere dezir "ratón". Y llámanse tepanchichi, que quiere dezir "perrillo de pared"; y llámanse tepanmámal, que quiere dezir "barreno de pared"; y llámanse cálxoch, que quiere dezir "cassero". Los ratones son de color cenicientos; tienen el pelo lezne; son pardos escuros en el lomo; son larguillos; tienen la cola larga, el hucico agudo. Comen nuestros mantenimientos: maíz , chile, calabaças, pepitas de calabaças y chían; comen cacao molido y las almendras; comen todo lo que comemos, todas maneras de frutas y toda manera de pan y carne, cruda y cocida, y pescado, y todo lo que se cría en el agua que comemos. Todo lo muelen y todo lo estragan. Hazen nido de pajuelas y otras cosas blandas. Roen las cosas de vestir y taçan las mantas y plumas ricas, y todo lo que se guarda en arcas y cofres. Todo lo roen y destruen; y hurtan las piedras preciosas y ascóndenlas en sus agujeros. No dexan cosa que no destruyan por muy guardado que esté. De aquí tomaron nombre los que espían y escuchan lo que se dize y haze en otras cosas para irlo a dezir en otra parte; a éstos llaman quimichin o "ratones". Y de aquí sale un adagio que dizen: niquimichti, que quiere dezir: "Ratonelos. Supe secretamente lo que hazían mis enemigos, embiando espías que viessen, oyessen sus palabras y obras". Los ratones se matan con gatos vivos y con gatos de madera, y con yerba que se llama quimichpatli. Hay ratones de agua que se crían en el agua, que se llaman aquimichtin o atonçanme. Saben nadar; passan el agua a nado. Son gruessos y carnosos. Tienen la cola larga, y son de la color de los otros ratones. Hay otros ratones que se crían en los montes; son gruessos. Hay otros ratones que se crían en los maizales. Los ratones que se crían en casa llámanlos calquimichti. Otros hay que también se crían en casa y tienen los ojos chiquitos; llámanse tecoconton o tecocon. Otros ratones hay que se llaman uiçácotl; tienen largas las colas y el cuerpo largo y delgado. Hay unos animalejos como ratas o como topos; no son ciegos. Críanse debaxo de la tierra, en los maizales. Comen el maíz y los frixoles; hurtan cuanto pueden, y después de hartos de ellos, escóndenlo en su cueva. Tienen unos papos como la mona en ambas partes. Hínchenlos de lo que hurtan y métenlo en su cueva en unos hoyos que haze para aquello, y después valo comiendo poco a poco.