París, la Ciudad de la Luz

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Desarrollo


Pocas ciudades del mundo tienen una relación tan especial con el río que las cruza como París. El Sena es el punto de referencia de la Ciudad de la Luz: define los números de las calles, las distancias se miden desde él y divide el entramado urbano en dos zonas limitadas por sus orillas. Y será el río quien nos sirva de enlace a lo largo de este recorrido. El núcleo originario de la ciudad los encontramos en la Ile-de la Cité, pequeña isla que fue habitada por primera vez hacia el año 200 a.C. por una tribu celta. En esta isla se encuentra la catedral de París, Nôtre-Dame. La primera piedra fue puesta en 1163, prolongándose durante dos siglos los trabajos. Su fachada oeste es una de las obras maestras de la arquitectura gótica, gracias a sus cuidadas proporciones. Las tres portadas exhiben una magnífica decoración escultórica, ejecutada a lo largo del siglo XIII. En su interior, de cinco naves, destacan sus rosetones, por los que la luz penetra para inundar el espacio sagrado. También aquí se alza la Sainte-Chapelle, cuyas vidrieras de la planta superior la convierten en "la puerta del cielo", según los devotos medievales. La iglesia de Saint Eustache fue construida a lo largo de más de 100 años. Se trata de una de las mejores muestras de la arquitectura renacentista. En el Centro Pompidou podemos contemplar una excelente colección de arte contemporáneo, con obras de los mejores artistas del siglo XX.

Pero hablar de museos en París es hablar del Louvre. El edificio ha sido ampliado a lo largo de casi cuatro siglos, para alojar en su interior una de las colecciones artísticas más importantes del mundo. En ella se incluye pintura, esculturas y antigüedades desde la época neolítica. El espectáculo es sublime a lo largo de todo su recorrido. La majestuosa avenida de los Campos Eliseos es una de las principales arterias de París. Tiene su punto final en la plaza de l'Étoile, donde se alza el excelso Arco de Triunfo. Su construcción fue iniciada en 1806, alcanzando 45 metros de anchura y 50 de altura. François Rude es al autor de la decoración escultórica, relacionada con la Revolución Francesa. Nuestros pasos se dirigen ahora a los Jardines del Trocadero. Un largo estanque rectangular, rodeado de estatuas de piedra y bronce dorado constituye su pieza central. El puente de Jena nos lleva a la Torre Eiffel, el símbolo parisino por excelencia. Fue construida para la Exposición Universal de 1889, conmemorando el centenario de la Revolución. Alcanza los 324 metros y desde tercer piso se contemplan espectaculares vistas de la ciudad. A sus pies encontramos un busto de su creador, Gustave Eiffel, denostado por algunos críticos cuando creó su obra maestra. Desde la Torre Eiffel y hasta la Escuela Militar se extienden los jardines del Campo de Marte, lugar elegido tradicionalmente para la celebración de masivas ceremonias.

En sus cercanías se alza Les Invalides. El imponente edificio fue construido por Mansart para alojar a los veteranos del Ejército, muchos de ellos heridos y sin hogar. En el centro se alza la iglesia del Dôme, con su espectacular cúpula sobredorada. La orilla izquierda del Sena está asociada desde siempre a artistas y pensadores radicales. Allí se encuentra el Quartier Latine. Vinculado a la Sorbona, en este bullicioso barrio se puede tomar el pulso a la vida urbana de París, con sus tiendas y restaurantes. Aquí también se halla el Museo d'Orsay. El edificio fue construido como estación término del ferrocarril procedente de Orleans. En 1846 era reinaugurado como museo, conservando obras de arte que cronológicamente se sitúan entre 1848 y 1914, destacando especialmente las pinturas de los impresionistas. El barrio de los pintores impresionistas por excelencia es Montmartre. La empinada colina de estrechas callejuelas está asociada al mundo de los artistas desde los primeros años del siglo XIX. Gran parte del barrio, que debe su nombre a los mártires asesinados aquí hacia el año 250 de nuestra era, conserva su ambiente original. El corazón de Montmartre es la Place du Tertre. Aquí empezaron a exponer sus obras los pintores decimonónicos, y hoy aún conserva ese aire de galería al aire libre. En el Museo de Montmartre se exhiben un buen puñado de obras de artistas que vivieron en el barrio.

Los cafés y restaurantes pueblan las calles, en las que se respira el ambiente bohemio y soñador que vivieron Van Gogh o Cézanne. El lugar donde el viajero mejor puede palpar este ambiente es, sin duda, el Moulin Rouge, convertido en salón de baile en 1900. Los pinceles de Toulouse-Lautrec inmortalizaron sus espectáculos, que todavía hoy siguen celebrándose. La colina se corona con la iglesia del Sacré-Coeur. Dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, fue construida como resultado de un voto religioso efectuado al estallar la Guerra Franco-Prusiana. Dos hombres prometieron financiar las obras del templo si Francia se salvaba de la invasión. Paul Abadie fue elegido responsable de los diseños y las obras empezaron en 1875, finalizando en 1914. Sus poderosos volúmenes neorrománicos la convierten en uno de los símbolos de la ciudad. A su lado se alza la iglesia de Saint Pierre, cuyo origen se remonta al siglo VI. El edificio se fecha en el siglo XII, siendo utilizada durante más de seis centurias como iglesia parroquial y capilla conventual. Montmartre también tiene un cementerio en sus cercanías. Este camposanto será la última morada de numerosos genios de las artes creativas desde los primeros años del siglo XIX. Entre otros podemos encontrar los mausoleos de los compositores Héctor Berlioz, del escritor Emile Zola o de la familia del pintor Edgar Degas.

De esta manera, el cementerio de Montmartre se convierte también en una cita necesaria para acercarnos al París de los impresionistas. Ese aire bohemio que adquiere la Ciudad de la Luz en algunos de sus barrios contrasta con la frialdad de sus nuevos edificios, encabezados por el Arche de la Défense, una impresionante construcción de más de 100 metros de altura. Una vez el viajero haya paseado por los lugares que los artistas impresionistas frecuentaron tendrá la oportunidad de vivir más intensamente sus obras, especialmente aquellas que narran escenas de la vida de esta ciudad, de la Ciudad de la Luz, centro del arte mundial a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX.

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