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GUERRAS CELTIBÉRICAS Y RESISTENCIA NUMANTINA A lo largo del siglo II a.C. Roma llevó a cabo la conquista de la Celtiberia, que se extendía desde el valle medio del Ebro, ocupando las cabeceras del Alto Duero, Alto Tajo y Jalón. El avance romano se inició desde la costa mediterránea, remontando el valle del Ebro para atravesar luego las elevaciones de los Sistemas Ibérico y Central, llegando al Alto Duero, conquistando así poco a poco el interior peninsular. En el año 179 a.C., Sempronio Graco mandó sus legiones a reprimir un gran levantamiento celtibérico, que concluirá con la victoria romana sobre los celtíberos en la Batalla de Mons Chaunus (posiblemente el Moncayo). Esto originó el Tratado de Graco, que suponía una paz duradera y el compromiso de los celtíberos del valle del Ebro de no edificar ciudades nuevas, ni fortificar las existentes. La reanudación de las hostilidades, a partir del año 154 a.C., trasladará la guerra más al interior, desplazando la línea de frontera hasta el Alto Tajo-Jalón y Alto Duero. El ejército celtibérico Los celtíberos, reconocidos por su valentía y rapidez en el combate, iban a la guerra en grupos de a pie y a caballo. Utilizaban la táctica que los romanos denominaron concursare, basada en movimientos rápidos y por sorpresa de ataque y huida. Esta estrategia les daba mejor resultado en terrenos abruptos y angostos que dificultaban la movilidad, sobre todo contra un ejército con las características del romano, perfectamente adiestrado, armado y bien disciplinado tácticamente para el combate en formación.

El armamento de los celtíberos era ligero. Como armas ofensivas utilizaban: - La espada de aguda punta y doble filo cortante, adoptada por los romanos: llamada "gladius hispaniensis". - Puñales, con dos tipos de empuñaduras: biglobular o rematada en frontón. - Lanzas, rematadas con punta de hierro, y con las que eran muy hábiles. - Honda, para el lanzamiento de piedras. Como armas defensivas: - Pequeño escudo circular o caetra. - Cascos de cuero y metálicos, a veces de doble cimera. - Pectorales y cotas de malla. Así como - Grebas de cuero o metal para proteger las piernas. En el caso de la caballería, los celtíberos montaban sin silla ni estribos. Unicamente colocaban una manta sobre el lomo del caballo, y usaban correajes de cuero para las riendas. Como armamento empleaban: - Lanzas: con punta de hierro, y regatón también de hierro en el extremo opuesto de un asta de madera. - Espada y escudo: iguales a las empleadas por la infantería. El ejército romano A partir del año 153 a.C., Roma envió a la Celtiberia ejércitos consulares formados por dos legiones de 4.200 hombres cada una, a las que se unían tropas auxiliares de mercenarios, que les permitió movilizar ejércitos de 35.000 y 40.000 hombres, lo que refleja la importancia dada por Roma a la guerra contra los celtíberos. La legión se articulaba en 60 centurias, de 60 soldados cada una, que para ser más operativas se agrupaban en 30 manípulos, compuestos de 2 centurias cada uno.

La formación del ejército romano se articulaba en varias líneas: - Primera línea: infantería ligera, armada con lanzas, que lanzaban al inicio del combate. Luego se retiraban tras la infantería pesada. - Segunda línea: dividida a su vez en tres líneas de infantería pesada: hastati, princeps, y triarii. Estaban armados con dos jabalinas y una espada, y protegidos con casco, coraza, escudo y espinilleras. Los hastati atacaban en primer lugar, siendo reemplazados por los princeps en caso de estar debilitados, y estos por los triarii en caso de ser necesario. Además de la infantería, la formación del ejército de Roma se completaba con la caballería, situada en las alas de la formación, cubriendo así ambos flancos de la infantería. El armamento que empleaban era la "espatha", similar al gladius, pero de mayor longitud; lanzas con punta de hierro y asta de madera, cota de malla y casco. Se protegían con escudos circulares de madera, con umbo circular de hierro. Además del arco, como artillería destacaba la catapulta, para el lanzamiento de saetas, y la balista para el lanzamiento de balas de piedra. Para atacar los muros se utilizaban arietes o vigas con garfios o puntas terebra, que podían arrancar y perforar las piedras. LAS GUERRAS QUE CAMBIARON EL CALENDARIO Con el inicio de las guerras celtibéricas, en el 153 a.

C., Roma se vio en la obligación de adelantar el comienzo de su año oficial, de los idus de marzo (15 de marzo) a las kalendas de enero (1 de enero), de forma que los cónsules que se nombraban cada año, para hacer la guerra en Hispania, tuvieran tiempo suficiente para trasladarse e iniciar la campaña, en primavera. Este cambio de fechas fijó el inicio de nuestro año actual, ya que nuestro calendario es herencia romana. El inicio de las Guerras Celtibéricas vino desencadenado por la iniciativa de la ciudad de Segeda (en El Pueyo de Mara, provincia de Zaragoza) de construir una nueva muralla. Los romanos interpretaron que aquello violaba los términos del acuerdo de paz, firmado tiempo atrás con Graco, por lo que enviaron contra la ciudad un ejército al frente de Nobilior. Como los segedenses no tenían terminada la muralla y estaban desprotegidos, abandonaron su ciudad y se dirigieron a la zona del Alto Duero, llegando a Numancia, donde fueron acogidos como aliados y amigos. De esta manera tan injusta, dice Floro, entró Numancia en la guerra, encabezando la resistencia celtibérica frente a Roma a lo largo de 20 años (153-133 a.C.). La ciudad dominaba y controlaba el amplio reborde montañoso del Sistema Ibérico, que comunica el valle del Ebro y la Meseta, así como su riqueza ganadera; pero era también abastecida a través del Duero por mercaderes que remontaban este río en pequeños barcos de vela, transportando, entre otros productos, vino y cereal.

Estas visitas debían ser esperadas y celebradas por los numantinos, ya que les aseguraba el abastecimiento para pasar el duro invierno. Segedenses y numantinos, que habían elegido como jefe al segedense Caros, consiguieron una gran victoria ante Nobilior, matando a seis mil romanos, el 23 de agosto del 153 a.C., día consagrado a Vulcano, y que fue declarado a partir de entonces nefasto, de manera que ningún general romano libró batalla en el futuro dicho día. Nobilior esperó a recibir refuerzos de Masinisa, rey de Numidia (norte de Africa) y aliado de Roma, compuestos por trescientos jinetes y diez elefantes. Para sorprender a los celtíberos, dispuso en orden sus tropas, escondiendo los elefantes en la retaguardia. Y abriendo la formación, en un momento determinado, aparecieron las fieras por sorpresa, aterrando a los celtiberos y a sus caballos, que huyeron a refugiarse a la ciudad. Desde la muralla lanzaron todo tipo de proyectiles y piedras, impactando una de ellas en la cabeza de uno de los elefantes, que enfurecido contagió a los demás y volviéndose contra los suyos con terribles bramidos, atropellaron, mataron y desbarataron a los romanos. Al ver los numantinos que los enemigos huían, fueron en su persecución, matando a un buen número de ellos y a tres elefantes, apoderándose de sus armas y enseñas. El Cerco de Escipión Los numantinos vencieron sucesivamente a los generales romanos, teniendo que enviar Roma, finalmente, a Publio Cornelio Escipión Emiliano que había destruido la ciudad de Cartago.

Éste, tras derrotar a los vacceos, en el Duero medio, aliados de los numantinos, aisló la ciudad por medio de un cuidado cerco. Dispuso siete campamentos en los cerros próximos, uniéndolos con un sólido muro de 9 kilómetros de perímetro, defendido por delante con un foso y una estacada de madera, y situando dos fortines en los puntos de encuentro de los ríos Tera y Merdancho con el Duero. Varias veces retaron los numantinos al invasor, pero la espera paciente de Escipión fue la respuesta. Habían transcurrido veinte años de guerras y once meses de asedio y los alimentos se habían consumido por completo; por lo que sin granos, sin ganado, sin forraje, comenzaron a comer pieles cocidas; pero enseguida empezaron a escasear también éstas, acudiendo al último y terrible recurso: tener que comerse a los muertos. La ciudad cayó por inanición en el verano del 133 a.C., tomándose la muerte cada uno a su manera y siendo vendidos los supervivientes como esclavos. La ciudad fue arrasada y repartido su territorio entre los indígenas que habían ayudado a Escipión. Epílogo La resistencia numantina frente a la conquista de Roma y su heroico final es uno de los símbolos de referencia universal, por estar vinculada a algo tan esencialmente humano como es la lucha de un pueblo por su libertad y la defensa del débil contra el fuerte. La actitud de los numantinos impactó de tal manera en la conciencia de los conquistadores, que estos a su vez se sintieron conquistados por la causa numantina, glosando su resistencia y final heroico hasta la exaltación, proporcionándole de esta manera una dimensión universal y fundiéndola en el crisol de la leyenda.

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