El mundo de los neandertales
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Datos principales
Rango
Prehistoria
Desarrollo
La amplia variación de las industrias atribuidas al Paleolítico Medio , su reparto desigual a lo largo del Viejo Mundo y la evidente regionalización que las caracteriza dificulta notablemente establecer pautas culturales que tengan validez universal para todas las sociedades de esa época, aunque posiblemente a nivel peninsular el problema sea menor. La mayor documentación disponible y la alta representatividad de sus yacimientos hacen que los rasgos culturales más significativos del Paleolítico Medio sean en realidad los que atañen a la cultura de los neandertales en la última glaciación, que serán los que se expondrán a continuación. El tema clásico en este sentido es, sin duda, la interpretación de las facies musterienses, porque además es una discusión en la que la evidencia de la región cantábrica española participó en épocas tempranas. La coexistencia en territorios restringidos de las diferentes industrias que componen el Complejo Musteriense a lo largo de más de 70.000 años, sin cambios aparentes que denoten algún tipo de interacción entre ellas, suponía hasta hace poco uno de los mayores problemas del Paleolítico Medio europeo. Ello era así porque para algunos investigadores como F. Bordes cada industria era obra de grupos con diferentes tradiciones culturales, cuyos contactos e intercambios todavía desconocemos. Esta interpretación es exagerada por otros prehistoriadores como H. de Lumley, que ven una estrecha vinculación entre industrias y etnias musterienses, cada una de ellas dotadas de potenciales evolutivos diferentes.
En cambio, para L. Binford y L. G. Freeman las distintas facies musterienses son simplemente conjuntos de instrumentos especializados en tareas específicas (trabajar la madera, acondicionar pieles, despedazar animales...), tal vez realizadas estacionalmente, lo que implica que una sola tradición cultural puede ser la responsable de todas las industrias del Complejo Musteriense al utilizar distintos emplazamientos para ejecutar cada actividad. Aunque muy atractiva durante algunos años, esta hipótesis fue duramente criticada por Bordes y Mellars con diferentes argumentos, como, por ejemplo, que los yacimientos al aire libre y los que se encuentran en cuevas y abrigos presentan los mismos instrumentos, aunque es difícil de admitir que en ambos casos se desarrollasen las mismas tareas en ellos o que, según esta hipótesis, debería haber una cierta variabilidad intrasite (áreas especializadas en diferentes actividades dentro de un mismo hábitat estructurado), cosa que empíricamente no sucede. Además, los análisis faunísticos no proporcionan evidencias a favor de una ocupación estacional de los hábitats. La crítica más contundente a las hipótesis funcionales ha venido de los análisis de huellas de uso en los instrumentos líticos, que han demostrado que útiles distintos (por ejemplo, raederas y denticulados) han servido para la misma función. Este argumento es definitivo y hoy en día la hipótesis funcional está prácticamente abandonada. Una alternativa interesante en este debate ha sido la defendida por P.
A. Mellars. Aunque conocida esencialmente por su vertiente cronológica, dicha hipótesis en realidad es bastante más compleja, puesto que parte de la base de que no todos los tipos de Musteriense presentan un potencial interpretativo semejante, ni que su variabilidad responde a una causa única. Así, el análisis de los principales yacimientos musterienses del Perigord llevó a este investigador a descubrir una seriación cronológica a lo largo del Würm central entre el Musteriense de tipo Ferrassie, el tipo Quina, el MTA de tipo A y el de tipo B. Por lo que respecta a los otros tipos de Musteriense, la situación es distinta. El Musteriense Típico resulta ser para Mellars una especie de cajón de sastre donde se clasifican aquellos conjuntos mal caracterizables o pobres, mientras que el de Denticulados parece ocupar una posición marginal dentro de este esquema, al aparecer siempre antes o después de niveles Charentienses. La refutación de las tesis de Mellars pareció producirse a raíz de los trabajos de H. Laville en el Perigord, dado que el geólogo francés propuso un marco cronológico del Würm que invalidaba toda la secuencia. Recientemente, las fechas TL de Le Moustier y otros yacimientos del sur de Francia han dado la razón a la hipótesis de Mellars, que había permanecido abandonada desde inicios de los años 70. El problema del significado de las facies Musterienses sigue produciendo algún que otro trabajo periódicamente, aunque los más recientes parecen enfocarse más hacia aspectos económicos (explotación de los recursos ambientales) y menos hacia hipótesis unidireccionales.
Así, de acuerdo con los resultados alcanzados por los análisis de Callow & Webb, la mayor parte de la variabilidad intrínseca de los conjuntos musterienses en Europa Occidental parece que debería restringirse a tres grandes grupos industriales: el Musteriense de tipo Quina, el MTA y un híbrido Típico-Ferrassie, con porcentajes variables de raederas. El hecho de que el Musteriense de Denticulados no presente ninguna estabilidad tecnotipológica, ni una posición cronológica fija parece abogar por su caracterización como una variedad de cualquiera de los anteriores. Recientemente se ha propuesto que algunos tipos de denticulados son sólo raederas reavivadas, lo que apoya esta hipótesis. La aparición de facies Musterienses distintas de las clásicas en diferentes partes de Europa durante el Pleniglacial Inferior, alternando a veces con ellas, permite suponer que existen componentes cronoespaciales en la variación industrial que todavía no pueden comprenderse bien a causa de la falta de estudios geocronológicos precisos. Las más importantes de estas variedades son el Vasconiense, ya citado, los Musterienses con Blattspitzen o los complejos industriales con puntas foliáceas de Europa Central y Oriental, o el pontiniense italiano, industria en la que las raederas están fabricadas sobre cantos de pequeño tamaño en vez de sobre lascas, y que presenta convergencias con los Musterienses de otros sitios tan alejados como España (Cueva de El Castillo ) o Hungría (Musteriense de tipo Tata).
Este nuevo panorama por tanto, en el que prima la regionalización y el componente cronológico ha sido confirmado para la Península, con la salvedad de que el MTA debe ser sustituido por el Vasconiense en la región cantábrica. En lo que respecta a la economía del Paleolítico , es preciso tener en cuenta que los neandertales europeos colonizaron una amplia gama de entornos geográficos, en los que desarrollaron modos de subsistencia que les permitieron sobrevivir hasta la aparición de los primeros hombres modernos. Estos entornos iban desde las costas mediterráneas, en las que el clima nunca fue mucho más frío que en la actualidad, hasta el borde de las regiones esteparias septentrionales. En todas las zonas parece demostrado que su comportamiento era muy semejante al de los grandes depredadores con los que convivía (león de las cavernas, pantera, lobo...), cazando presas muy diversas o carroñeando ocasionalmente algún animal muerto por causas naturales. En la mayor parte de los yacimientos musterienses las acumulaciones de huesos fracturados son enormes, con algunos casos fuera de lo común como Carihuela o Le Moustier, lo que revela que las proteínas de origen animal debían ser una parte muy importante de su dieta, probablemente como una adaptación a los fríos inviernos europeos, en los que escasearían los productos vegetales. Parece además que los diferentes grupos se especializaban en el aprovechamiento de animales distintos: el caballo, por ejemplo, es la especie más común en yacimientos situados cerca de estepas herbáceas, como se ha documentado en muchos yacimientos peninsulares y extrapeninsulares, mientras que el bisonte es frecuente en las praderas de Europa continental, el ciervo es típico de los entornos arbolados y el reno de las regiones más frías.
En ocasiones aparecen también en abundancia restos de animales grandes como mamuts o rinocerontes lanudos, pero suele ser en hábitats septentrionales, ya que el peligro de su captura los excluye de una caza sistemática si hay otros recursos. En cambio, en algunos yacimientos españoles como Cova Negra o Carihuela, las especies más consumidas durante algunas ocupaciones han sido tortugas y conejos, mientras que en otros parecen haber consumido más cabra montesa (Zafarraya, Los Casares), lo que señala la adaptabilidad de los grupos neandertales al entorno de cada región. Antes de hablar, sin embargo, de que la caza haya sido la actividad subsistencial prioritaria de todos los grupos musterieses ibéricos, es necesario recordar que el hábitat en cueva, que es el más documentado en la Península, implica necesariamente que los restos dejados por el hombre se superponen a los abandonados por hienas, lobos, osos ...que ocupan las mismas cavidades cuando el hombre no está. Los registros arqueológicos de esta época son, por tanto, palimpsestos de diferentes causas, como los análisis tafonómicos más recientes demuestran y cabe la posibilidad de que los restos óseos de un yacimiento determinado no sean el testimonio de la actividad cinegética humana, sino de cualquier otro depredador, incógnita que sólo se puede despejar tras análisis complejos. Siguiendo con el tema de los hábitats de esta época, es evidente que la citada ocupación de las cuevas y abrigos es una diferencia importante con respecto al Paleolítico Inferior .
Además estas ocupaciones tuvieron que ser intensas por fuerza, ya que los neandertales dejaron en ellas grandes acumulaciones de huesos, artefactos y cenizas de sus hogueras. Normalmente no existe una disposición especial de los restos dentro del recinto que permita deducir algún tipo de organización doméstica, pero algunos análisis detallados permiten suponer que alrededor de los hogares se producía la mayor parte de las tareas de los campamentos, tales como fabricar y reparar utensilios, consumir alimentos o descansar, mientras que otras actividades como despedazar animales o curtir pieles se llevarían a cabo aparte, incluso en sitios distantes del hábitat. La desaparición de los kilt sites como yacimientos característicos a partir de los inicios del Würm impide precisar este extremo. Respecto al tamaño y organización social de las bandas de cazadores del Paleolítico Medio se sabe muy poco. Debido a su tipo de subsistencia, parece que debían llevar una vida nómada, especialmente los grupos que se especializasen en la caza de herbívoros migradores, cuyas manadas tendrían que seguir en sus movimientos estacionales. Algunos yacimientos en cambio parece que fueron ocupados durante todo el año, tal vez incluso durante bastantes temporadas seguidas y que se abandonaron al agotarse los recursos próximos. Además, los ocupantes de la Meseta, donde no hay cuevas o abrigos disponibles, tuvieron que adoptar respuestas adaptativas muy distintas a los habitantes de los bosques mediterráneos, tal vez llegando incluso a construir algún tipo de cabaña cuyo modelo podría ser el campamento de Vilas Ruivas (Portugal).
Otro aspecto nuevo de los neandertales respecto a la fase anterior es el nacimiento del pensamiento simbólico, aunque resulta difícil establecer el grado de desarrollo de sus capacidades intelectuales. Sus elementos tecnológicos y el tipo de subsistencia, al igual que los estudios anatómicos, parecen indicar que poseían un lenguaje hablado, aunque fuera rudimentario y fonéticamente más limitado que el nuestro, capaz de permitirles una comunicación de ideas cifradas, pero aparte de esta conjetura no hay muchos elementos que permitan precisar algo sobre su estructura simbólica. Aunque los neandertales europeos no han dejado representaciones artísticas, existen algunos elementos que apuntan hacia lo que podría considerarse el inicio de esta faceta humana: presencia abundante de colorantes en muchos de sus hábitats, tal vez para teñir pieles o hacer pinturas corporales, recogida de objetos extraños como minerales, conchas o fósiles, algún hueso con posibles grabados como los encontrados en Cueva Morín y otras evidencias semejantes. Lo que sí puede afirmarse es que los hombres del Paleolítico Medio desarrollaron las primeras inquietudes religiosas, atestiguadas por la existencia de prácticas especiales con los muertos. Estas prácticas se han interpretado en tres aspectos distintos: los enterramientos, el culto a los cráneos y el canibalismo. Respecto a la primera faceta no existe ninguna duda en la actualidad, aunque el reparto geográfico de las inhumaciones durante el Paleolítico Medio es muy irregular ya que existen posibles sepulturas en el Oeste francés (La Ferrassie, La Quina, La Chapelle-aux Saints.
..), en el sur de Alemania (Neandertal) y sobre todo en Próximo Oriente, en este caso tanto de neandertales (Shanidar, Kebara) como de sapiens arcaicos (Qafzeh, Tabun, Skuhl). También se han citado en Asia Central (Teshik-Tash), pero faltan, en cambio, en todo el ámbito mediterráneo. Las sepulturas, realizadas todas en cuevas, son bastante variadas: las hay tanto simples como múltiples, a veces presentan alguna estructura (los túmulos de La Ferrassie) y otras veces son simples hoyos con el cadáver en su interior. En la cueva de Shanidar (Irán) los análisis de polen han descubierto que el muerto estaba cubierto de ramos de flores de colores que tenían valor medicinal, lo que tal vez esté vinculado con el rango del individuo dentro del grupo al que pertenecía. La cuestión del culto al cráneo ha sido propuesta en más de una ocasión respecto a los neandertales basándose sobre todo en la evidencia proporcionada por el hallazgo de Monte Circeo (Italia), donde se encontró un cráneo aislado, al fondo de una cueva y depositado en medio de un círculo de piedras. Estudios recientes han demostrado que este hallazgo era obra de carroñeros y no un rito humano. El foramen magnum había sido agrandado con la intención de extraer el cerebro. El otorgar un valor espiritual a los cráneos también se ha querido ver bajo un supuesto culto al oso en algunas cuevas alpinas, pero las evidencias aportadas en este caso eran muy poco convincentes y han sido refutadas también. Por último, las prácticas antropofágicas han sido interpretadas para todos los yacimientos en los que se han encontrado restos humanos mezclados con restos de fauna. Su evidencia más fuerte procede de un yacimiento yugoslavo, la cueva de Krapina, donde aparecieron, rotos y quemados, restos humanos pertenecientes a unos 20 individuos. Aunque puede tratarse de una práctica religiosa cuyo significado aún se nos escapa, todos los casos investigados hasta ahora de supuesto canibalismo en la Península parecen tratarse más bien de restos devorados por hienas u otros depredadores.
En cambio, para L. Binford y L. G. Freeman las distintas facies musterienses son simplemente conjuntos de instrumentos especializados en tareas específicas (trabajar la madera, acondicionar pieles, despedazar animales...), tal vez realizadas estacionalmente, lo que implica que una sola tradición cultural puede ser la responsable de todas las industrias del Complejo Musteriense al utilizar distintos emplazamientos para ejecutar cada actividad. Aunque muy atractiva durante algunos años, esta hipótesis fue duramente criticada por Bordes y Mellars con diferentes argumentos, como, por ejemplo, que los yacimientos al aire libre y los que se encuentran en cuevas y abrigos presentan los mismos instrumentos, aunque es difícil de admitir que en ambos casos se desarrollasen las mismas tareas en ellos o que, según esta hipótesis, debería haber una cierta variabilidad intrasite (áreas especializadas en diferentes actividades dentro de un mismo hábitat estructurado), cosa que empíricamente no sucede. Además, los análisis faunísticos no proporcionan evidencias a favor de una ocupación estacional de los hábitats. La crítica más contundente a las hipótesis funcionales ha venido de los análisis de huellas de uso en los instrumentos líticos, que han demostrado que útiles distintos (por ejemplo, raederas y denticulados) han servido para la misma función. Este argumento es definitivo y hoy en día la hipótesis funcional está prácticamente abandonada. Una alternativa interesante en este debate ha sido la defendida por P.
A. Mellars. Aunque conocida esencialmente por su vertiente cronológica, dicha hipótesis en realidad es bastante más compleja, puesto que parte de la base de que no todos los tipos de Musteriense presentan un potencial interpretativo semejante, ni que su variabilidad responde a una causa única. Así, el análisis de los principales yacimientos musterienses del Perigord llevó a este investigador a descubrir una seriación cronológica a lo largo del Würm central entre el Musteriense de tipo Ferrassie, el tipo Quina, el MTA de tipo A y el de tipo B. Por lo que respecta a los otros tipos de Musteriense, la situación es distinta. El Musteriense Típico resulta ser para Mellars una especie de cajón de sastre donde se clasifican aquellos conjuntos mal caracterizables o pobres, mientras que el de Denticulados parece ocupar una posición marginal dentro de este esquema, al aparecer siempre antes o después de niveles Charentienses. La refutación de las tesis de Mellars pareció producirse a raíz de los trabajos de H. Laville en el Perigord, dado que el geólogo francés propuso un marco cronológico del Würm que invalidaba toda la secuencia. Recientemente, las fechas TL de Le Moustier y otros yacimientos del sur de Francia han dado la razón a la hipótesis de Mellars, que había permanecido abandonada desde inicios de los años 70. El problema del significado de las facies Musterienses sigue produciendo algún que otro trabajo periódicamente, aunque los más recientes parecen enfocarse más hacia aspectos económicos (explotación de los recursos ambientales) y menos hacia hipótesis unidireccionales.
Así, de acuerdo con los resultados alcanzados por los análisis de Callow & Webb, la mayor parte de la variabilidad intrínseca de los conjuntos musterienses en Europa Occidental parece que debería restringirse a tres grandes grupos industriales: el Musteriense de tipo Quina, el MTA y un híbrido Típico-Ferrassie, con porcentajes variables de raederas. El hecho de que el Musteriense de Denticulados no presente ninguna estabilidad tecnotipológica, ni una posición cronológica fija parece abogar por su caracterización como una variedad de cualquiera de los anteriores. Recientemente se ha propuesto que algunos tipos de denticulados son sólo raederas reavivadas, lo que apoya esta hipótesis. La aparición de facies Musterienses distintas de las clásicas en diferentes partes de Europa durante el Pleniglacial Inferior, alternando a veces con ellas, permite suponer que existen componentes cronoespaciales en la variación industrial que todavía no pueden comprenderse bien a causa de la falta de estudios geocronológicos precisos. Las más importantes de estas variedades son el Vasconiense, ya citado, los Musterienses con Blattspitzen o los complejos industriales con puntas foliáceas de Europa Central y Oriental, o el pontiniense italiano, industria en la que las raederas están fabricadas sobre cantos de pequeño tamaño en vez de sobre lascas, y que presenta convergencias con los Musterienses de otros sitios tan alejados como España (Cueva de El Castillo ) o Hungría (Musteriense de tipo Tata).
Este nuevo panorama por tanto, en el que prima la regionalización y el componente cronológico ha sido confirmado para la Península, con la salvedad de que el MTA debe ser sustituido por el Vasconiense en la región cantábrica. En lo que respecta a la economía del Paleolítico , es preciso tener en cuenta que los neandertales europeos colonizaron una amplia gama de entornos geográficos, en los que desarrollaron modos de subsistencia que les permitieron sobrevivir hasta la aparición de los primeros hombres modernos. Estos entornos iban desde las costas mediterráneas, en las que el clima nunca fue mucho más frío que en la actualidad, hasta el borde de las regiones esteparias septentrionales. En todas las zonas parece demostrado que su comportamiento era muy semejante al de los grandes depredadores con los que convivía (león de las cavernas, pantera, lobo...), cazando presas muy diversas o carroñeando ocasionalmente algún animal muerto por causas naturales. En la mayor parte de los yacimientos musterienses las acumulaciones de huesos fracturados son enormes, con algunos casos fuera de lo común como Carihuela o Le Moustier, lo que revela que las proteínas de origen animal debían ser una parte muy importante de su dieta, probablemente como una adaptación a los fríos inviernos europeos, en los que escasearían los productos vegetales. Parece además que los diferentes grupos se especializaban en el aprovechamiento de animales distintos: el caballo, por ejemplo, es la especie más común en yacimientos situados cerca de estepas herbáceas, como se ha documentado en muchos yacimientos peninsulares y extrapeninsulares, mientras que el bisonte es frecuente en las praderas de Europa continental, el ciervo es típico de los entornos arbolados y el reno de las regiones más frías.
En ocasiones aparecen también en abundancia restos de animales grandes como mamuts o rinocerontes lanudos, pero suele ser en hábitats septentrionales, ya que el peligro de su captura los excluye de una caza sistemática si hay otros recursos. En cambio, en algunos yacimientos españoles como Cova Negra o Carihuela, las especies más consumidas durante algunas ocupaciones han sido tortugas y conejos, mientras que en otros parecen haber consumido más cabra montesa (Zafarraya, Los Casares), lo que señala la adaptabilidad de los grupos neandertales al entorno de cada región. Antes de hablar, sin embargo, de que la caza haya sido la actividad subsistencial prioritaria de todos los grupos musterieses ibéricos, es necesario recordar que el hábitat en cueva, que es el más documentado en la Península, implica necesariamente que los restos dejados por el hombre se superponen a los abandonados por hienas, lobos, osos ...que ocupan las mismas cavidades cuando el hombre no está. Los registros arqueológicos de esta época son, por tanto, palimpsestos de diferentes causas, como los análisis tafonómicos más recientes demuestran y cabe la posibilidad de que los restos óseos de un yacimiento determinado no sean el testimonio de la actividad cinegética humana, sino de cualquier otro depredador, incógnita que sólo se puede despejar tras análisis complejos. Siguiendo con el tema de los hábitats de esta época, es evidente que la citada ocupación de las cuevas y abrigos es una diferencia importante con respecto al Paleolítico Inferior .
Además estas ocupaciones tuvieron que ser intensas por fuerza, ya que los neandertales dejaron en ellas grandes acumulaciones de huesos, artefactos y cenizas de sus hogueras. Normalmente no existe una disposición especial de los restos dentro del recinto que permita deducir algún tipo de organización doméstica, pero algunos análisis detallados permiten suponer que alrededor de los hogares se producía la mayor parte de las tareas de los campamentos, tales como fabricar y reparar utensilios, consumir alimentos o descansar, mientras que otras actividades como despedazar animales o curtir pieles se llevarían a cabo aparte, incluso en sitios distantes del hábitat. La desaparición de los kilt sites como yacimientos característicos a partir de los inicios del Würm impide precisar este extremo. Respecto al tamaño y organización social de las bandas de cazadores del Paleolítico Medio se sabe muy poco. Debido a su tipo de subsistencia, parece que debían llevar una vida nómada, especialmente los grupos que se especializasen en la caza de herbívoros migradores, cuyas manadas tendrían que seguir en sus movimientos estacionales. Algunos yacimientos en cambio parece que fueron ocupados durante todo el año, tal vez incluso durante bastantes temporadas seguidas y que se abandonaron al agotarse los recursos próximos. Además, los ocupantes de la Meseta, donde no hay cuevas o abrigos disponibles, tuvieron que adoptar respuestas adaptativas muy distintas a los habitantes de los bosques mediterráneos, tal vez llegando incluso a construir algún tipo de cabaña cuyo modelo podría ser el campamento de Vilas Ruivas (Portugal).
Otro aspecto nuevo de los neandertales respecto a la fase anterior es el nacimiento del pensamiento simbólico, aunque resulta difícil establecer el grado de desarrollo de sus capacidades intelectuales. Sus elementos tecnológicos y el tipo de subsistencia, al igual que los estudios anatómicos, parecen indicar que poseían un lenguaje hablado, aunque fuera rudimentario y fonéticamente más limitado que el nuestro, capaz de permitirles una comunicación de ideas cifradas, pero aparte de esta conjetura no hay muchos elementos que permitan precisar algo sobre su estructura simbólica. Aunque los neandertales europeos no han dejado representaciones artísticas, existen algunos elementos que apuntan hacia lo que podría considerarse el inicio de esta faceta humana: presencia abundante de colorantes en muchos de sus hábitats, tal vez para teñir pieles o hacer pinturas corporales, recogida de objetos extraños como minerales, conchas o fósiles, algún hueso con posibles grabados como los encontrados en Cueva Morín y otras evidencias semejantes. Lo que sí puede afirmarse es que los hombres del Paleolítico Medio desarrollaron las primeras inquietudes religiosas, atestiguadas por la existencia de prácticas especiales con los muertos. Estas prácticas se han interpretado en tres aspectos distintos: los enterramientos, el culto a los cráneos y el canibalismo. Respecto a la primera faceta no existe ninguna duda en la actualidad, aunque el reparto geográfico de las inhumaciones durante el Paleolítico Medio es muy irregular ya que existen posibles sepulturas en el Oeste francés (La Ferrassie, La Quina, La Chapelle-aux Saints.
..), en el sur de Alemania (Neandertal) y sobre todo en Próximo Oriente, en este caso tanto de neandertales (Shanidar, Kebara) como de sapiens arcaicos (Qafzeh, Tabun, Skuhl). También se han citado en Asia Central (Teshik-Tash), pero faltan, en cambio, en todo el ámbito mediterráneo. Las sepulturas, realizadas todas en cuevas, son bastante variadas: las hay tanto simples como múltiples, a veces presentan alguna estructura (los túmulos de La Ferrassie) y otras veces son simples hoyos con el cadáver en su interior. En la cueva de Shanidar (Irán) los análisis de polen han descubierto que el muerto estaba cubierto de ramos de flores de colores que tenían valor medicinal, lo que tal vez esté vinculado con el rango del individuo dentro del grupo al que pertenecía. La cuestión del culto al cráneo ha sido propuesta en más de una ocasión respecto a los neandertales basándose sobre todo en la evidencia proporcionada por el hallazgo de Monte Circeo (Italia), donde se encontró un cráneo aislado, al fondo de una cueva y depositado en medio de un círculo de piedras. Estudios recientes han demostrado que este hallazgo era obra de carroñeros y no un rito humano. El foramen magnum había sido agrandado con la intención de extraer el cerebro. El otorgar un valor espiritual a los cráneos también se ha querido ver bajo un supuesto culto al oso en algunas cuevas alpinas, pero las evidencias aportadas en este caso eran muy poco convincentes y han sido refutadas también. Por último, las prácticas antropofágicas han sido interpretadas para todos los yacimientos en los que se han encontrado restos humanos mezclados con restos de fauna. Su evidencia más fuerte procede de un yacimiento yugoslavo, la cueva de Krapina, donde aparecieron, rotos y quemados, restos humanos pertenecientes a unos 20 individuos. Aunque puede tratarse de una práctica religiosa cuyo significado aún se nos escapa, todos los casos investigados hasta ahora de supuesto canibalismo en la Península parecen tratarse más bien de restos devorados por hienas u otros depredadores.