El Paleolítico Inferior
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Datos principales
Rango
Prehistoria
Desarrollo
Tal y como se ha dicho en páginas anteriores , es muy probable que algunos antepasados del hombre hayan utilizado piedras o palos como actualmente lo hacen los chimpancés. Una capacidad instrumental de este tipo ya fue sugerida por L. Leakey en el caso del yacimiento mioceno de Fort Ternan, donde no sería extraño que un antepasado de los homínidos hubiera utilizado piedras para partir frutos. La capacidad, sin embargo, de manipular materiales para darles una forma que se adecue mejor a una función específica y, sobre todo, de conseguir morfologías estandarizadas mediante esas transformaciones, es típicamente humana y ni siquiera los australopitecos , autores de una supuesta industria sobre hueso según R. Dart , la han mostrado. Las primeras industrias, por tanto, son también los indicios culturales de la existencia de un representante del género Homo , aunque no haya dejado restos de sí mismo, y al igual que los homínidos más primitivos sólo aparecen en el continente africano. Hasta ahora los instrumentos más arcaicos que se han encontrado proceden de Hadar, en Etiopía, de la formación Shungura en el río Omo y de otras localidades del Este africano. Tienen una edad comprendida entre 2,5 y 1,8 m. a. y, por tanto, resultan más antiguos que los primeros restos de H. habilis. A partir de esta fecha, según la evidencia aportada por los yacimientos de la garganta de Olduvai y coincidiendo casi con la aparición de los erectus, el Paleolítico Inferior africano se sistematiza tradicionalmente en torno a dos grandes complejos industriales: el Olduvaiense o Pebble culture y el Achelense.
El primero de dichos complejos, según las definiciones clásicas de Clark y Movius, está compuesto casi exclusivamente por cantos rodados con filos cortantes obtenidos mediante algunas extracciones sumarias unifaciales o bifaciales (choppers y chopping-tools). Las lascas casi sin retoques que acompañan a estos cantos proceden con toda probabilidad de su talla. Esta industria parece enriquecerse posteriormente con otros tipos líticos (poliedros, discos, bolas, lascas retocadas...) en lo que M. Leakey ha denominado Olduvaiense Evolucionado. Este complejo industrial está presente en Africa hasta el Pleistoceno Medio. Sin embargo, desde hace 1,4 m.a. (Bed II de Olduvai) en las secuencias africanas comienza a aparecer otra industria distinta: el Achelense. Se trata siempre de industrias que presentan la trilogía bifaces, hendedores y triedros. Su esquema evolutivo teórico, claramente importado de Europa, es tripartito (Achelense Inferior, Medio y Superior, según el grado de supuesta evolución industrial), pero está actualmente en revisión, porque las supuestas fases arcaicas faltan y, sin embargo, el Achelense Superior existe desde hace más de 500.000 años. Parece llegar hasta hace 200.000, para ser sustituido posteriormente por la Middle Stone Age (Paleolítico Medio africano). Geográficamente su extensión es mayor que la del Olduvaiense, aunque en Africa occidental sigue siendo escaso. Al sur del Sahara sólo hay localizaciones esporádicas o bifaces recogidos en superficie.
La mayor concentración de yacimientos bien excavados se da en Africa Oriental y en varias zonas del Magreb. En algún momento de esta evolución, el hombre salió de Africa y colonizó Asia y Europa. El origen del poblamiento de este continente es periódicamente objeto de debates. Para algunos investigadores existen yacimientos desperdigados (Sandalja I, Chilhac, Saint-Vallier, terrazas del Rosellón...) que podrían probar la presencia del hombre entre 2,5 y 1,5 m.a., pero se trata de evidencias que no resisten un examen crítico riguroso. De hecho, la mayor parte de los especialistas está de acuerdo en que la aparición del hombre en Europa se produjo tal vez hace más de 1 m.a., o sea, a finales del Pleistoceno Inferior, pero que sólo los yacimientos datados a partir de 650.000 años comienzan a ser fiables, aunque en el yacimiento de la sierra de Atapuerca se han datado restos alrededor de los 800.000 años. En cualquier caso, las fechas anteriores a 400.000 años son muy escasas y presentan límites cronológicos demasiado amplios como para poder utilizarlos en una secuencia. Únicamente entre 350.000 y 250.000 parece haber un grupo consistente de yacimientos del Paleolítico Inferior, asimilados en este caso al Achelense pleno. Se ha sugerido que este retraso en la colonización europea tal vez tenga una explicación ecológica, ya que el clima de nuestro continente es notablemente más frío que el de Africa, especialmente durante las glaciaciones cuaternarias .
El hombre, por tanto, sólo podría haberse asentado en estas latitudes después de que hubiese alcanzado cierto nivel cultural, sobre todo en lo que respecta al dominio del fuego, nivel que puede que no tuvieran los primeros homínidos que salieron de Africa. Otra explicación posible es que, como parecen demostrar los estudios geológicos, Europa realmente nunca estuvo accesible para estas sociedades, que carecían de embarcaciones, más que a través de Asia Menor o incluso de las llanuras de Ucrania, ya que el estrecho de Gibraltar nunca estuvo emergido durante el Cuaternario. Si esto es cierto, todo parece indicar que Europa quedaría aislada del resto del mundo durante las máximas pulsaciones glaciales, puesto que al sur de Rusia se instalarían condiciones periglaciales que impedirían el paso a cualquier grupo humano no adaptado a vivir en semejante ambiente. Una prueba a favor de esta hipótesis es que las sociedades del Paleolítico Inferior jamás llegaron a colonizar el norte de Europa y sus asentamientos rara vez superan los 52°- de latitud. Desde un punto de vista arqueológico, el Paleolítico Inferior europeo parece responder a pautas semejantes a las africanas en un comienzo para ir lentamente adquiriendo rasgos específicos. Su evolución parece responder a un gran tronco achelense, a veces sin bifaces a causa de condicionantes de la materia prima, que pasa hacia una diversificación clara a finales del Pleistoceno Medio. Es de señalar que esta idea coincide con lo que sabemos hoy en día de la diáspora de erectus fuera de Africa.
Así, el poblamiento asiático tuvo lugar hace casi 1,8 m.a., antes de que se desarrollara el Achelense africano, y por eso esta industria no existe entre los primeros homínidos del Lejano Oriente. Sin embargo, tuvo que haber otra oleada más tardía de emigrantes, porque el Achelense se expandió por Oriente Próximo y Europa en fechas posteriores, curiosamente cuando en Africa ya parece existir un Achelense Superior. Así, aunque las supuestas industrias más arcaicas de Europa hayan sido bastante parecidas al Olduvaiense africano, siempre se evitó utilizar este término para referirse a ellas, prefiriendo los autores clasificarlas en un Complejo de Cantos Trabajados o, de modo mucho más provisional, en un indefinido Paleolítico Inferior Arcaico (Preachelense). Esta indecisión era debida al escrúpulo implícito de considerar esta nomenclatura como equivalente a reconocer una colonización africana de nuestro continente vía Gibraltar o el istmo Sículo-Tunecino en épocas regresivas, toda vez que estos hipotéticos puentes de tierra nunca han estado realmente abiertos, tal y como se ha comprobado por estudios geológicos del fondo del Mediterráneo. A pesar de eso el argumento anterior se ve puesto en duda, aunque con reservas, en los países meridionales (España e Italia), sobre todo al haberse detectado algunas faunas africanas en esta parte de la Península (jerbo en Andalucía, puercoespín en ambos países...) a causa del indudable africanismo de algunos grupos achelenses ricos en hendedores y triedros, instrumentos raros en el resto de Europa.
La evidencia peninsular es del máximo interés para colaborar en esta discusión. En principio, el Paleolítico Inferior, entendido como Achelense más o menos pleno, está bien representado en todos los rincones de la Península bajo la forma de instrumentos líticos esparcidos por las terrazas fluviales y otras formaciones cuaternarias. Estos hallazgos permiten insertar nuestra dinámica industrial con la conocida en el resto de Europa, aunque aquí haya elementos claramente individualizables. Las supuestas industrias más arcaicas que se han citado en numerosas ocasiones, o no superan los 700.000 años, caso de Cúllar-Baza 1 (Granada), o son mucho más jóvenes aún, caso de El Aculadero (Puerto de Santa María, Cádiz), o son poco fiables todavía, como es el caso de Venta Micena (Granada) y cueva Victoria (Murcia). Los conjuntos mejor conocidos de la Península pertenecen al Pleistoceno Medio en todas sus fases. Un grupo importante de ellos procede de depósitos fluviales estudiados en conjunto, como los del Manzanares, Jarama, Tajo, Duero, Tormes, Guadalete o Guadalquivir. Dentro de ellos hay yacimientos bien controlados atribuibles a diferentes estados evolutivos del Achelense, como es el caso de Pinedo (Toledo), La Maya (Salamanca), San Quirce (Palencia), Aridos I y II o Arriaga II. Otros proceden de cuencas sedimentarias en vías de estudio, como Cúllar-Baza 1 o La Solana del Zamborino (Depresión de Guadix-Baza, Granada), Las Gándaras de Budiño (Pontevedra), Cuesta de la Bajada (Teruel) y Torralba-Ambrona (Soria).
A finales del Pleistoceno Medio, y ya clasificables en el Paleolítico Medio , se producirían un grupo de ocupaciones, clasificables como Achelense Superior o Premusteriense, que se darían ya en cueva como Bolomor (Valencia), la base de El Castillo (Cantabria) o de Cueva Horá (Granada) y la cueva de las Grajas (Málaga). También habría que incluir en este capítulo a las ocupaciones superiores del complejo kárstico de Atapuerca , aunque aquí las hay también anteriores al Paleolítico Medio . Es de señalar que, al igual que sucede en el sur de Francia, las ocupaciones detectadas en cuevas y abrigos presentan diferencias instrumentales respecto a las localizaciones al aire libre que sin duda reflejan las distintas actividades realizadas en cada tipo de hábitat y la distinta actitud frente a la materia prima de cada clase de ocupación. Por último, es necesario señalar que los nuevos trabajos realizados en la Península confirman las interpretaciones más modernas, procedentes de A. Tuffreau y G. Bosinski, al reconocer la aparición del Paleolítico Medio como una tendencia evolutiva que cristaliza en toda Europa en el Pleistoceno Medio avanzado. Sus características básicas son la aparición de técnicas de talla especializadas (Levallois y afines), y la diferenciación industrial de base regional cómo adaptación cultural a diferentes entornos. Sólo así puede explicarse que al final del Pleistoceno Medio e inicios del Superior coexistan en el Occidente europeo un número tan grande de industrias distintas (Achelense Superior bajo diversas formas, Epiachelense, varios tipos de Musteriense, complejos de tipo Biache-St. Vaast y otras industrias aún mal definidas, algunas de ellas con técnicas de talla laminar que parecen no perdurar en el Würm).
El primero de dichos complejos, según las definiciones clásicas de Clark y Movius, está compuesto casi exclusivamente por cantos rodados con filos cortantes obtenidos mediante algunas extracciones sumarias unifaciales o bifaciales (choppers y chopping-tools). Las lascas casi sin retoques que acompañan a estos cantos proceden con toda probabilidad de su talla. Esta industria parece enriquecerse posteriormente con otros tipos líticos (poliedros, discos, bolas, lascas retocadas...) en lo que M. Leakey ha denominado Olduvaiense Evolucionado. Este complejo industrial está presente en Africa hasta el Pleistoceno Medio. Sin embargo, desde hace 1,4 m.a. (Bed II de Olduvai) en las secuencias africanas comienza a aparecer otra industria distinta: el Achelense. Se trata siempre de industrias que presentan la trilogía bifaces, hendedores y triedros. Su esquema evolutivo teórico, claramente importado de Europa, es tripartito (Achelense Inferior, Medio y Superior, según el grado de supuesta evolución industrial), pero está actualmente en revisión, porque las supuestas fases arcaicas faltan y, sin embargo, el Achelense Superior existe desde hace más de 500.000 años. Parece llegar hasta hace 200.000, para ser sustituido posteriormente por la Middle Stone Age (Paleolítico Medio africano). Geográficamente su extensión es mayor que la del Olduvaiense, aunque en Africa occidental sigue siendo escaso. Al sur del Sahara sólo hay localizaciones esporádicas o bifaces recogidos en superficie.
La mayor concentración de yacimientos bien excavados se da en Africa Oriental y en varias zonas del Magreb. En algún momento de esta evolución, el hombre salió de Africa y colonizó Asia y Europa. El origen del poblamiento de este continente es periódicamente objeto de debates. Para algunos investigadores existen yacimientos desperdigados (Sandalja I, Chilhac, Saint-Vallier, terrazas del Rosellón...) que podrían probar la presencia del hombre entre 2,5 y 1,5 m.a., pero se trata de evidencias que no resisten un examen crítico riguroso. De hecho, la mayor parte de los especialistas está de acuerdo en que la aparición del hombre en Europa se produjo tal vez hace más de 1 m.a., o sea, a finales del Pleistoceno Inferior, pero que sólo los yacimientos datados a partir de 650.000 años comienzan a ser fiables, aunque en el yacimiento de la sierra de Atapuerca se han datado restos alrededor de los 800.000 años. En cualquier caso, las fechas anteriores a 400.000 años son muy escasas y presentan límites cronológicos demasiado amplios como para poder utilizarlos en una secuencia. Únicamente entre 350.000 y 250.000 parece haber un grupo consistente de yacimientos del Paleolítico Inferior, asimilados en este caso al Achelense pleno. Se ha sugerido que este retraso en la colonización europea tal vez tenga una explicación ecológica, ya que el clima de nuestro continente es notablemente más frío que el de Africa, especialmente durante las glaciaciones cuaternarias .
El hombre, por tanto, sólo podría haberse asentado en estas latitudes después de que hubiese alcanzado cierto nivel cultural, sobre todo en lo que respecta al dominio del fuego, nivel que puede que no tuvieran los primeros homínidos que salieron de Africa. Otra explicación posible es que, como parecen demostrar los estudios geológicos, Europa realmente nunca estuvo accesible para estas sociedades, que carecían de embarcaciones, más que a través de Asia Menor o incluso de las llanuras de Ucrania, ya que el estrecho de Gibraltar nunca estuvo emergido durante el Cuaternario. Si esto es cierto, todo parece indicar que Europa quedaría aislada del resto del mundo durante las máximas pulsaciones glaciales, puesto que al sur de Rusia se instalarían condiciones periglaciales que impedirían el paso a cualquier grupo humano no adaptado a vivir en semejante ambiente. Una prueba a favor de esta hipótesis es que las sociedades del Paleolítico Inferior jamás llegaron a colonizar el norte de Europa y sus asentamientos rara vez superan los 52°- de latitud. Desde un punto de vista arqueológico, el Paleolítico Inferior europeo parece responder a pautas semejantes a las africanas en un comienzo para ir lentamente adquiriendo rasgos específicos. Su evolución parece responder a un gran tronco achelense, a veces sin bifaces a causa de condicionantes de la materia prima, que pasa hacia una diversificación clara a finales del Pleistoceno Medio. Es de señalar que esta idea coincide con lo que sabemos hoy en día de la diáspora de erectus fuera de Africa.
Así, el poblamiento asiático tuvo lugar hace casi 1,8 m.a., antes de que se desarrollara el Achelense africano, y por eso esta industria no existe entre los primeros homínidos del Lejano Oriente. Sin embargo, tuvo que haber otra oleada más tardía de emigrantes, porque el Achelense se expandió por Oriente Próximo y Europa en fechas posteriores, curiosamente cuando en Africa ya parece existir un Achelense Superior. Así, aunque las supuestas industrias más arcaicas de Europa hayan sido bastante parecidas al Olduvaiense africano, siempre se evitó utilizar este término para referirse a ellas, prefiriendo los autores clasificarlas en un Complejo de Cantos Trabajados o, de modo mucho más provisional, en un indefinido Paleolítico Inferior Arcaico (Preachelense). Esta indecisión era debida al escrúpulo implícito de considerar esta nomenclatura como equivalente a reconocer una colonización africana de nuestro continente vía Gibraltar o el istmo Sículo-Tunecino en épocas regresivas, toda vez que estos hipotéticos puentes de tierra nunca han estado realmente abiertos, tal y como se ha comprobado por estudios geológicos del fondo del Mediterráneo. A pesar de eso el argumento anterior se ve puesto en duda, aunque con reservas, en los países meridionales (España e Italia), sobre todo al haberse detectado algunas faunas africanas en esta parte de la Península (jerbo en Andalucía, puercoespín en ambos países...) a causa del indudable africanismo de algunos grupos achelenses ricos en hendedores y triedros, instrumentos raros en el resto de Europa.
La evidencia peninsular es del máximo interés para colaborar en esta discusión. En principio, el Paleolítico Inferior, entendido como Achelense más o menos pleno, está bien representado en todos los rincones de la Península bajo la forma de instrumentos líticos esparcidos por las terrazas fluviales y otras formaciones cuaternarias. Estos hallazgos permiten insertar nuestra dinámica industrial con la conocida en el resto de Europa, aunque aquí haya elementos claramente individualizables. Las supuestas industrias más arcaicas que se han citado en numerosas ocasiones, o no superan los 700.000 años, caso de Cúllar-Baza 1 (Granada), o son mucho más jóvenes aún, caso de El Aculadero (Puerto de Santa María, Cádiz), o son poco fiables todavía, como es el caso de Venta Micena (Granada) y cueva Victoria (Murcia). Los conjuntos mejor conocidos de la Península pertenecen al Pleistoceno Medio en todas sus fases. Un grupo importante de ellos procede de depósitos fluviales estudiados en conjunto, como los del Manzanares, Jarama, Tajo, Duero, Tormes, Guadalete o Guadalquivir. Dentro de ellos hay yacimientos bien controlados atribuibles a diferentes estados evolutivos del Achelense, como es el caso de Pinedo (Toledo), La Maya (Salamanca), San Quirce (Palencia), Aridos I y II o Arriaga II. Otros proceden de cuencas sedimentarias en vías de estudio, como Cúllar-Baza 1 o La Solana del Zamborino (Depresión de Guadix-Baza, Granada), Las Gándaras de Budiño (Pontevedra), Cuesta de la Bajada (Teruel) y Torralba-Ambrona (Soria).
A finales del Pleistoceno Medio, y ya clasificables en el Paleolítico Medio , se producirían un grupo de ocupaciones, clasificables como Achelense Superior o Premusteriense, que se darían ya en cueva como Bolomor (Valencia), la base de El Castillo (Cantabria) o de Cueva Horá (Granada) y la cueva de las Grajas (Málaga). También habría que incluir en este capítulo a las ocupaciones superiores del complejo kárstico de Atapuerca , aunque aquí las hay también anteriores al Paleolítico Medio . Es de señalar que, al igual que sucede en el sur de Francia, las ocupaciones detectadas en cuevas y abrigos presentan diferencias instrumentales respecto a las localizaciones al aire libre que sin duda reflejan las distintas actividades realizadas en cada tipo de hábitat y la distinta actitud frente a la materia prima de cada clase de ocupación. Por último, es necesario señalar que los nuevos trabajos realizados en la Península confirman las interpretaciones más modernas, procedentes de A. Tuffreau y G. Bosinski, al reconocer la aparición del Paleolítico Medio como una tendencia evolutiva que cristaliza en toda Europa en el Pleistoceno Medio avanzado. Sus características básicas son la aparición de técnicas de talla especializadas (Levallois y afines), y la diferenciación industrial de base regional cómo adaptación cultural a diferentes entornos. Sólo así puede explicarse que al final del Pleistoceno Medio e inicios del Superior coexistan en el Occidente europeo un número tan grande de industrias distintas (Achelense Superior bajo diversas formas, Epiachelense, varios tipos de Musteriense, complejos de tipo Biache-St. Vaast y otras industrias aún mal definidas, algunas de ellas con técnicas de talla laminar que parecen no perdurar en el Würm).