Se refiere a la parte central de los órdenes de rezos establecidos en el culto hebreo. Cuando el devoto invoca este rezo, se pone en pie y orientado hacia Jerusalén.
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La mayor parte de los días, Vincent se encaminaba a la naturaleza con sus trastos para recoger en sus lienzos los paisajes de los alrededores de Arles. Durante esta estancia en el sur apenas se relacionaba con la gente por lo que los retratos serán muy escasos abundando las vistas de huertas, trigales o diferentes entornos. En esta ocasión, Van Gogh se presenta con sus lienzos y pinceles camino de la labor diaria, de la misma manera que había hecho hacía unos 30 años Courbet en su afán de mostrarse como un miembro más de la sociedad, no como un parásito. La figura se sitúa entre dos árboles, mostrando al fondo un amplio campo de trigo con ricas tonalidades amarillentas y verdosas. El primer sol de la mañana proyecta una sombra malva que enlaza con el Impresionismo. Vincent emplea una pincelada rápida a base de pequeños puntos para el empedrado mientras que las siluetas de los árboles están marcadas con una línea oscura que recuerda al cloisonismo de Bernard.
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El célebre autor de los Girasoles fue compañero de Toulouse-Lautrec en el estudio de Cormon, convirtiéndose en buenos amigos; su respeto era mutuo, influyéndose respectivamente. Incluso llegaron a exponer de manera conjunta en 1887 en el "Café du Tambourin", donde posiblemente esté ambientada esta imagen. El retrato de perfil ya lo había empleado Henri en la Pelirroja, aunque la técnica y el estilo sean aquí diferentes al emplear pinceladas largas y curvas para definir las formas. El colorido utilizado - con malvas, amarillos, verdes y marrones - se asemeja al que más tarde emplearía Vincent. Toulouse-Lautrec, a través de sus retratos, muestra a los protagonistas de la vida cultural y artística de París. Como ocurre en este caso, sabrá captar la personalidad y la fuerza de sus personajes, lo que le sitúa entre los mejores retratistas de fines del siglo XIX.
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Los amplios espacios que contemplará Van Gogh en Auvers se convierten en sensacionales modelos para trabajos de elevada calidad como este lienzo que aquí contemplamos; en primer plano nos presenta el viñedo y los diferentes campos con sus respectivas cercas para mostrar al fondo las casas de Auvers, cuyos tejados pintados en colores brillantes siempre llamaron la atención al pintor, repitiéndolos en buen número de cuadros. Las montañas del último término adquieren tonalidades malvas, relacionándose con las teorías impresionistas. Como es habitual, la pincelada de Vincent es violenta y su colorido impetuoso, intentando emplear ambos conceptos pictóricos como vehículo de expresión.
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Nos encontramos ante el único cuadro que vendió Van Gogh en vida. Fue expuesto en Bruselas en enero de 1890, momento en el que la obra y la estancia de Vincent en Arles eran admiradas por numerosos jóvenes pintores. La obra fue adquirida por Anne Boch, la hermana de Eugène Boch, por 400 francos. La estampa recoge el momento de la vendimia en un atardecer otoñal que envuelve en tonos rojizos el viñedo. Vincent ha sabido captar con esa gracia casi infantil que le caracteriza una escena de la vida cotidiana de la Provenza. El efecto realista de la imagen resulta difícil de superar, obtenido con una pincelada rápida y vibrante que se distingue claramente en el lienzo. Esa pincelada se torna concéntrica alrededor del brillante sol ejecutado en tonos blanquecinos. Las siluetas de los vendimiadores han sido resaltadas con una línea más oscura, siguiendo el cloisonismo impuesto por Bernard y Gauguin a una parte de la vanguardia. El interés de Van Gogh por captar la luz de cada momento es una herencia del Impresionismo lo que le lleva a mostrarnos los reflejos de la luz solar en el camino de la derecha y los tonos de las sombras del horizonte en malvas. Pero la manera de elaborar la composición sitúa esta obra, como todas las de Vincent, dentro del Post-Impresionismo.
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En el mes de septiembre se inician las labores de recolección de la uva, estando los viñedos en su momento de mayor belleza. Vincent quiere recoger en este lienzo el paseo de varias damas arlesianas por las viñas, ataviadas con sus sombrillas rojas, tomando un aspecto oriental por el que el holandés sentía especial admiración. La escena tiene lugar al anochecer, resaltando las tonalidades verdes y sienas de la plantación, obteniendo una amplia sensación de profundidad al colocar muy baja la línea del horizonte mientras que en el cielo las nubes parecen amenazar lluvia. Precisamente en el cielo encontramos la pincelada rápida y arremolinada que caracterizará las obras de Vincent en un futuro, tomando como modelo la estampa japonesa. En el resto de la composición, una vez más, la pincelada vuelve a definir los diferentes elementos, suprimiendo el dibujo.
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Fotografía cedida por el Servicio de Promoción e Imagen turística del Gobierno de Navarra.
Personaje
Pintor
En 1915 establece con su familia su residencia en Madrid y tres años después vuelve a la ciudad que le vio nacer. Cursa estudios en la Grande Chaumière, bajo los consejos de Lhote y Severini. En un primer momento se siente atraído por las propuestas del Cubismo y sigue la obra de Braque con detenimiento. En la década de los años veinte se siente atraído por la fase clásica de Picasso, pero no tarda en ser cautivado por el Surrealismo. A pesar de los giros que experimenta su estilo conserva algunas características cubistas. Su arte, en constante movimiento, sufre un nuevo giro en 1930 al regresar a la representación de naturalezas muertas. En 1945 se interesa por el estudio de las formas y exagera los contornos. Esta etapa llega hasta 1950, fecha en que suaviza su pintura y comienza a pintar paisajes. La luz y el color son los aspectos que más le interesan. En 1965 regresa a España y expone una retrospectiva de su obra en Madrid. A lo largo de estos años siguió pintando paisajes de la ciudad y la sierra de Guadarrama. A pesar de la grave operación que sufre en 1984 continuó trabajando durante cuatro años más.