Los dos monumentos que más importan a los egipcios son el templo y el sepulcro. Los templos son las casas de piedra eterna que los faraones construyen para sus divinos padres. Durante la historia de Egipto se han construido diferentes tipos de templo pero el de Konsu en Karnak será considerado el prototipo. Antes de acceder al templo, el visitante recorre una larga avenida flanqueada a ambos lados por estatuas de animales divinos, carneros de Amón o esfinges. Se denomina por esto la avenida de las esfinges. Al fondo de ésta se levanta la gran fachada exterior del templo denominada pilono. Está construida en talud, formando una figura trapezoidal y en el centro se sitúa la puerta de acceso, también en forma de trapecio. En dos hendiduras talladas en la parte inferior del pilono se colocan los mástiles. Delante del pilono se ubican los obeliscos cubiertos de inscripciones. Una vez franqueada la puerta se encuentra la sala hipetra, patio cubierto con columnas en los laterales y el fondo, ampliadas a los cuatro frentes en época saíta. A continuación se halla la sala hipóstila, sala de columnas totalmente cubierta, con la nave central más elevada que las restantes y con claraboyas laterales en el desnivel. Al fondo, rodeado de corredores y habitaciones, se sitúa el sancta-sanctorum, sala donde se venera la divinidad y a la que sólo pueden acceder el sacerdote y el faraón. El edificio se dispone alrededor de un eje y las salas manifiestan una progresiva oscuridad y disminución de altura. Cada espacio está destinado a un grupo social. En la avenida de las esfinges se situaría el pueblo, en la sala hipetra los nobles, en la hipóstila la familia real y en el santuario el faraón.
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La estructura ceremonial más grande y más importante de la ciudad de Chichén Itzá es el Castillo o el Templo de Kukulkán (Quetzalcóatl). Se trata de una pirámide escalonada que presenta una escalinata en cada uno de sus cuatro lados, escalinatas que nos conducen a un templo erigido en la zona superior. En el interior de este templete se observan representaciones de jaguares, un chac mool y el trono de jaguar, con incrustaciones de jade y concha y pintado en un brillante color rojo. Gracias a la orientación del Castillo, durante los equinoccios de primavera y otoño, al ponerse el sol se dibuja en uno de los muros laterales el cuerpo de una serpiente deslizándose por él, gracias a un juego de luz y sombra.
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La ciudad de Chichén Itzá está organizada en sentido norte-sur, destacando en su zona central un importante grupo de edificios entre los que destaca El Castillo o Templo de Kukulkán. Se trata de una pirámide de planta cuadrada con 55,50 metros por lado, con nueve cuerpos escalonados y cuatro grandes escalinatas limitadas por alfardas, alcanzando 30 metros de altura. Las plataformas se han construido en talud y están decoradas con rectángulos sobresalientes del lienzo del muro. Cada una de las escalinatas tiene 91 peldaños, lo que en total hace 364, apuntándose a una función calendárica. El templo está situado en la plataforma superior y tiene una cámara central de 6 metros por 4,5. Ante esta cámara encontramos un pórtico que se abre al exterior por tres vanos, creados gracias a dos columnas representando serpientes emplumadas, típicamente toltecas. La decoración exterior del templo es muy simple, consistente en un coronamiento de almenas en forma de caracoles cortados.
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Se trata de una pirámide escalonada que presenta una escalinata en cada uno de sus cuatro lados, escalinatas que nos conducen a un templo erigido en la zona superior.
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En Hatra recogemos algo no muy común, la certeza de una fundación parta. Y en su arte, con independencia de los elementos más puramente clásicos, nos encontramos con las primeras huellas de auténticas manos iranias. Sobre todo en la arquitectura y pintura. En el sector de los templos, por ejemplo, descubrimos una estructura nueva, también presente en la Assur arsácida y en el Irán: el iwan, una gran sala abierta por un lado o no, y cubierta con una soberbia bóveda que encuentra paralelos cercanos en el palacio de Nisa, en el de Assur y en la Ctesifonte sasánida. Muchos historiadores coinciden en señalar que el iwan constituye un tipo de planta sin precedentes conocidos -si acaso, la tienda abierta como quieren algunos-, pero que echará hondas raíces en el Irán, pasando incluso a integrarse en las mezquitas y madrasas islámicas. La monumentalidad de las bóvedas que cubren los iwanes de Hatra carecía de modelos, o al menos los ignoramos.
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La colonia de Agrigento en Sicilia, vivió un momento de máximo esplendor antes su destrucción por parte de los cartagineses en el 406 a. C. Prueba de ello es este templo, uno de los últimos que se construyó siguiendo el canon dórico y que destaca por su buen estado de conservación.
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La colonia de Agrigento en Sicilia vivió un momento de máximo esplendor antes su destrucción por parte de los cartagineses en el 406 a.C. Prueba de ello es este templo, uno de los últimos que se construyó siguiendo el canon dórico y que destaca por su buen estado de conservación.
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El templo de la diosa Isthar en Ishchali se encontraba asentado sobre una plataforma, de considerables dimensiones (101 por 67 m) y seguía en su disposición las plantas del anterior período neosumerio.
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Durante los años que Hatshepsut ocupó el cargo de regente de Tutmosis III levantó este singular edificio, inspirado en el que allí mismo erigiera cinco siglos antes su antecesor Mentuhotep. El emplazamiento de este templo es el más grande circo de la montaña tebana, compenetrándose la arquitectura con el paisaje. La obra se despliega en profundidad, ganando muy poca altura, pero sí un dilatado fondo en sus tres terrazas consecutivas. Orladas de pórticos las tres, van llamando al viajero hacia el núcleo del santuario, socavado en las entrañas de la roca.