Los primeros éxitos japoneses en la guerra en el Pacífico se basaron en gran medida en la excelente preparación de las unidades de tierra del Ejército nipón, convertidas en una fuerza de choque perfectamente adiestrada para el combate en la jungla. La capacidad de resistencia y sacrificio y un acentuado sentido del deber y la obediencia al Emperador Hiro Hito hicieron que muchos de ellos, aislados en islas diminutas del Pacífico, continuaran combatiendo en solitario algunos después de finalizado el conflicto, desconocedores de la derrota de su país. El equipamiento del soldado japonés incluía un fusil modelo 99 (1993) calibre 7,7 mm. o bien uno modelo 1905 de calibre 6,5 mm. Estas armas estaban en desventaja con respecto al Enfield británico, pues su cargador sólo contenía cinco cartuchos, lo que restaba eficacia al disparo. Otro problema era que las municiones de la ametralladora modelo 92 no se adaptaban al fusil modelo 99, a diferencia de las municiones británicas, utilizables tanto en la ametralladora Bren como en el fusil Lee-Enfield. En cuanto al uniforme, el color básico fue el caqui a partir de la Guerra Ruso-Japonesa. Sin embargo, desde 1935, provocado por la experiencia adquirida durante la guerra con China, fueron produciéndose algunas modificaciones. Quizás el más significativo será el gorro de visera, cuya eficacia en los combates en la jungla hará que posteriormente sea adoptado por otros Ejércitos. Otro cambio se produjo en 1939, año en el que las barras macizas de los distintivos de graduación pasaron del hombro al cuello. No cambiaron el sistema de trencillas y estrellas, aunque sí el color, adoptándose a partir de ahora el rojo. El color de un emblema en forma de M servía para conocer el arma al que pertenecía su portador. El emblema se situaba sobre el bolsillo derecho del pecho y en los puños de las mangas de los mando. Para la infantería, el color era el rojo; para la artillería, amarillo; caballería, verde; castaño, ingenieros, y, para las fuerzas aéreas, azul pálido. Algunos mandos llevabn la antigua espada samurai, un símbolo con connotaciones guerreras y religiosas, generalmente heredada. Perfectamente adaptado a climas cálidos y húmedos, el uniforme japonés estaba hecho en algodón, aunque en condiciones extremas se podía reducir a un taparrabos y un gorro de algodón.
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Fortuny se especializará en una temática árabe iniciada durante su estancia en Marruecos como cronista gráfico de las hazañas españolas en la Guerra de Marruecos de 1860. Cuando la Diputación de Barcelona le pensionó fue a cambio de una serie de grandes lienzos de batallas para los que realizó un buen número de apuntes, algunos de ellos a la acuarela como este soldado ante un derruido murete de piedra por cuya apertura podemos ver el mar. La figura aparece de pie, vistiendo el típico traje de soldado rifeño, portando en su mano derecha una espingarda. Lo más significativo de esta imagen es el delicado dibujo exhibido por el maestro así como la minuciosa y rápida pincelada con la que consigue todo lujo de detalles. La luz será otra pieza importante del conjunto, que emplea una iluminación de atardecer con la que consigue crear un ambiente especial. Con este tipo de pinturas orientales obtendrá Fortuny una excepcional fama en Europa, compaginándolas con escenas dieciochescas protagonizadas por personajes con amplias casacas por lo que en España se denominan "pinturas de casacón", siendo su obra maestra La vicaría.