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acepcion
Para los cristianos, después de la muerte aquellos que no están condenados al infierno, pero han pecado deben ser redimidos de sus faltas. Es entonces cuando el alma se purga en este lugar durante un tiempo hasta quedar libre de pecado y entrar en el cielo.
obra
En esta tabla, procedente del monasterio palentino de Támara, León Picardo nos presenta nueve figuras presididas por la Virgen María, san José, el sacerdote Simeón y la profetisa Ana. La obra muestra un estilo ecléctico en el que se aprecian ecos de la pintura flamenca, región en la que se formó el artista, y de Rafael. Las figuras ocupan todo el espacio pictórico, apreciándose en el fondo elementos arquitectónicos de clara inspiración renacentista. Las tonalidades son brillantes, destacando los rojos y los azules.
obra
El Retablo del Mariscal Diego Caballero, contratado en 1555 junto al ayudante o colaborador Pedro Alfian presenta en un marco ya abiertamente renacentista una disposición narrativa correcta y ordenada, pero dentro de la tradición española del momento. No olvidemos que la complicada herencia del políptico, profundamente enraizada en lo hispánico, se desarrollará hasta mucho más tarde. Aquí la composición es más simple. Contando la predela no son más que diez tablas de tamaño regular, dispuestas alrededor de la mayor: la Purificación que centra el retablo. Hay tres planos en profundidad, con los actores situados en una perspectiva arquitectónica con grandes columnas que sostienen dinteles que la acentúan. Según Angulo la tal perspectiva deriva de un grabado de Durero de la serie de la "Vida de la Virgen". Aunque pareciera lógica esta procedencia compositiva, tampoco la veo clara. En el grabado dureriano hay, efectivamente, grandes columnas y dinteles, pero vistos en ángulos completamente distintos. Por otra parte, empezaban a no ser desconocidos en España tratados y estampas arquitectónicas, ni tampoco avanzadas obras ya construidas al estilo moderno y, por ende, muy próximas a Sevilla (Granada). Iconográficamente la pintura es muy rica, pues casi todas las figuras, exceptuando el grupo central, no sólo tienen una misión compositiva para armonizar el conjunto, sino que representan las Gracias de María, es decir, prácticamente todas las virtudes canónicas.
obra
Ésta era la escena central del techo de la cámara nupcial pintada por Tintoretto en Venecia y posteriormente traída a España por Velázquez para decorar una pieza del Alcázar de Madrid. A su alrededor se distribuían seis escenas más, destacando entre ellas Susana y los viejos y José y la mujer de Putifar. En todas ellas aparece reflejada una relación, positiva o negativa, entre los dos sexos. Algunas de las 16.000 jóvenes vírgenes cogidas como botín en la victoria judía sobre los madianitas aparecen en primer plano, mientras al fondo Moisés escucha el mandato divino de purificar a 32 de esas vírgenes para dedicarlas al Señor. Como en sus escenas compañeras, resulta curiosa la perspectiva empleada, que lógicamente viene motivada por su situación en un techo. La composición, escalonada a través de diagonales, es muy utilizada por Tintoretto debido a la influencia del Manierismo, igual que los escorzos de las figuras que caracterizan toda su obra. El maestro demuestra su facilidad para realizar la anatomía femenina desnuda -de gran belleza- así como la riqueza de las telas y utensilios que aparecen distribuidos por el lienzo -los cacharros de cobre o los cestos de mimbre-. El colorido empleado es muy vivo, preferentemente los azules, rojos y naranjas. La luz elegida es algo dorada, posiblemente por la aparición del fondo, mientras que la pincelada es rápida y alegre, como tanto gustaba al maestro.
obra
Menena, escriba empleado en las tierras reales de Tuthmosis IV, recibió sepultura en la tumba número 67 de Tebas, decorada con escenas de trabajos agrícolas y asuntos religiosos como esta purificación del buey para el sacrificio. Las escenas de Menena cazando patos y Segadores y espigadores también forman parte de la decoración de esta tumba. La economía de colores nos permite contemplar el dibujo con más frescura y naturalidad.
termino
acepcion
Celebración judía que festeja la liberación de este pueblo, durante el Imperio Persa, de la conspiración de Hannan.
termino
estilo
El Purismo es una alternativa al cubismo o un avance más decidido en ese mismo cubismo. De ambos modos se puede entender el Purismo, un movimiento liderado por Amedée Ozenfant y C. E. Jeanneret, que más tarde sería conocido por Le Corbusier. En marzo de 1920 ambos publican el Manifiesto purista, en el que se puede leer: "Uno de los mayores placeres del espíritu humano es el de percibir el orden de la naturaleza y sopesar su propia participación en el orden de las cosas; la obra de arte nos parece que es un trabajo de puesta en orden, una obra maestra del orden humano... Resumiendo, una obra de arte debe provocar una sensación de orden matemático y los medios para provocar este orden matemático deben buscarse entre los medios universales". El órgano que difundió esas nuevas ideas espaciales y estéticas era la revista "L' Esprit Nouveau" (1920-1925) y trataba de temas tan diversos como bellas artes, literatura, cine, música, circo, deporte, moda o muebles. Ozenfant y Jeanneret defienden que el orden que proponen era el mismo que residía en la arquitectura clásica. Sus cuadros eran un desarrollo moderno de la tradición de la Grecia antigua. Frente al naturalismo y al impresionismo, el Purismo quería evitar lo transitorio, lo efímero y concentrarse así en lo inalterable, en la esencia de lo real. La Primera Guerra Mundial había conseguido -tal y como anticiparon los futuristas italianos- dejar el camino libre para un nuevo orden, o mejor dicho, para un nuevo espíritu de orden clásico. Hacia 1921 el Purismo se relacionó con otros movimientos europeos, en especial con el neoplasticismo holandés de De Stijl (1917-1933) y con la experiencia alemana de la Bauhaus de Weimar (1919-1932). Por esos mismos primeros años veinte Jeanneret-Le Corbusier empezaba a convertirse en el genial arquitecto que conocemos.
acepcion
Tendencia a producir y conservar únicamente obras que respondan a las características canónicas de un estilo.