Su origen histórico procede del voto que realizó la ciudad de edificarle una ermita a San Francisco de Paula a causa de una epidemia en 1679, lo que se llevó con autorización del señor Duque de Medinaceli D. Francisco de la Cerda el 24 de junio de 1680. Terminada la ermita en 1690, permaneció como oratorio hasta 1696 en que se instalaron en unas casas contiguas, compradas por la ciudad, los religiosos Mínimos o Victorios fundando un "hospicio" con licencia del Obispo de Córdoba, el cardenal Salazar. En Cabildo de 6 de Noviembre de 1711, la ciudad acuerda solicitar permiso al Duque de Medinaceli para que autorice la construcción de un Convento en lugar del "hospicio". En los primeros meses de 1730 se inician las obras, tal vez bajo la dirección de Fray Juan Rodríguez Ocampo. En 1733 se terminaba la cobertura de la media naranja y en 1736 se hallaba casi finalizada la capilla mayor a excepción de los blasones que hoy adornan las pechinas de la cúpula y la bóveda de enterramiento a los que se aludía en la escritura de Patronato realizada entre la Comunidad y el Ayuntamiento lucentino el 8 de noviembre de 1732. Los trabajos finalizaron hacia 1740 incorporando la vieja y ruinosa ermita a los pies del nuevo templo. El Convento, anejo a la iglesia, pasó a propiedad del Municipio tras la Exclaustración, albergando sucesivamente oficinas del Estado, escuelas, así como, en la segunda mitad del siglo XIX, un colegio de segunda enseñanza con el título de Santa Isabel; posteriormente se convirtió en Cuartel de Guardia Civil hasta que trasladada la Benemérita a unas nuevas edificaciones, en los años finales de los años 60 fue enajenado por el Ayuntamiento. De planta rectangular, se compone de una nave con crucero y capillas, comunicadas entre sí a modo de pequeñas naves laterales, abiertas a los brazos del crucero y que tienen acceso a la nave por medio de series de arcos de medio punto de los cuales, cuatro corresponden al lado de la epístola y tres al del evangelio. Siete pares de pilastras de orden dórico, adosadas a los paramentos, dan lugar, traspasada una ancha cornisa, a los arcos fajones de la bóveda de medio cañón con lunetos en algunos de los cuales se abren vanos para proporcionar luz al ámbito. Sobre el crucero se alza la cúpula sobre pechinas, profusamente decoradas con yeserías, enmarcando los blasones de la ciudad, del titular del Señorío de Lucena y de la orden Mínima. La capilla del presbiterio, profusamente decorada con pinturas pone una teatral nota de color, en la sobria desnudez de la nave. En los pies del templo se halla el coro, amplísimo, del cual ha desaparecido la magnífica sillería, y donde hoy se sitúa el órgano. El aspecto externo de este edificio de ladrillo y mampuesto sobre alto zócalo de sillares está condicionado por el trazado de las calles y por el aprovechamiento que se hizo de la fachada de la primitiva ermita del titular, cuyo primer tramo se convirtió en vestíbulo. La estructura de esta portada mantiene aún los elementos manieristas en vigor hasta finales del siglo XVII. Sobre un paramento rectangular articulado en dos cuerpos, de sillería y ladrillo, se alza un frontón triangular en cuyo centro, en vez de óculo tradicional aparece un escudo en piedra, timbrado con corona y orlado de hojas carnosas, reuniendo el blasón de Lucena y el sol con el lema CHARITAS de la Orden. La portada, de piedra, se divide en dos cuerpos: en el primero se encuentra la puerta, rematada con medio punto, en tanto que en el segundo se halla una hornacina también entre pilastras que alberga la imagen pétrea de San Francisco de Paula, rematándose el conjunto con un entablamento con pequeño frontón curvo y partido en volutas. Completan el conjunto dos ventanas rectangulares, a ambos lados de la hornacina, culminadas con frontones triangulares. Posterior es la portada de Nuestra Señora de las Angustias, realizada en 1731 por el cantero Andrés Antonio del Pino, que enmarca el acceso al templo por el muro del lado del evangelio. Su estructura, de dos cuerpos, está realizada en jaspe rojo, dominando exageradamente, por la notoria diferencia de sus dimensiones, el primero sobre el segundo. La puerta, de medio punto, dentro de un cajeamiento muy plano, está flanqueada por pilastras estriadas sobre pedestales prismáticos adosados de orden toscano. Elemento que enlaza las dos portadas de esta iglesia, solucionando de una manera muy elegante el problema de la ubicación urbanística, es la airosa espadaña angular. Sus tres cuerpos de ladrillo, elevados sobre un alto zócalo de sillería, quedan marcados verticalmente en cada una de sus dos caras por pares de potentes pilastras adosadas de orden dórico. Un ancho arquitrabe carente de elementos decorativos y una volada cornisa soportan el segundo cuerpo. La culminación del segundo cuerpo se realiza mediante un frontón partido en cuya cornisa se levanta el tercer cuerpo, con un solo vano abierto en el propio ángulo de la espadaña y también limitado por pilastras. Remata la espadaña un frontón recto y angulado a las dos caras. Aunque se carecen de datos concretos sobre fecha de construcción y autoría esta airosa espadaña puede datarse hacia mediados del siglo XVIII. El Retablo Mayor es de madera tallada y dorada. Construido en torno a 1740 y dorado por el padre Pedro Carmona, de la propia Orden Mínima, en 1762; no se conoce con certeza el autor, aunque estilísticamente puede adscribirse a Francisco José Guerrero. Estructuralmente y en sentido horizontal se divide en un alto banco, en el que se incluyen dos puertas de acceso a la Sacristía, un cuerpo principal y el ático. El principal, vigorosamente marcado en su verticalidad por cuatro robustos estípetes, muestra en su calle central, cubierto por una cúpula y avanzado con respecto al plano general, un gran manifestador flanqueado por esbeltos estípetes, sobre el cual se halla la hornacina-camarín, rematada en medio punto, que alberga la imagen de la Purísima Concepción. Las calles laterales presentan respectivamente dos imágenes de talla sobre repisas, ante unos planos enmarcados que semejan hornacinas, a las que cubren sendos baldaquinos de aspecto muy geométrico. El tránsito al coronamiento resulta señalado por una cornisa que, en el tramo correspondiente a la calle central, se riza en volutas y penetra en el ático albergando un escudete con una maría bajo corona. El cuerpo superior, condicionado por la curvatura de la bóveda, mantiene las tres calles del principal señaladas por dos altos pedestales prismáticos rematados por grandes floreros, que continúan los estípetes exteriores, en tanto que las centrales se prolongan, sorprendentemente para un retablo de casi mediados del siglo XVIII, por medio de columnas salomónicas con unos decorados de pámpanos, enmarcando un Crucificado cuya presencia está potenciada por un par de pilastras a cada lado y un marco dorado en torno a la cruz. Un doselete bajo el que se ostenta el escudo de la Orden, culmina el conjunto. Las calles laterales muestran en el ático dos imágenes de talla de santos relacionados con la Orden, sobre ménsulas y ante planos que simulan hornacinas, rematadas por medio punto decorado de veneras y hojarasca. La decoración mezcla los motivos vegetales con los geométricos sin que, en ningún caso, predomine su importancia sobre la arquitectura.
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monumento
Iglesia levantada en 1590, presenta en planta una única nave con capillas laterales. Se trata de un antiguo templo conventual carmelita, remodelado entre los siglos XVII y XVIII. Entre las obras de arte que alberga en su interior destaca un Ecce Homo al estilo de Alonso de Mena, datado en el primer tercio del siglo XVII.
monumento
El 30 de Abril de 1599 la Majestad de Felipe III comunicaba al señor Corregidor de la ciudad de Antequera el recibo de una "relación" del Procurador General de la Orden de Carmelitas Descalzos, Fray Juan de San Juan, en la que se manifestaba el deseo de D? Ana Enríquez de Medonza, Condesa de Prades, de fundar en Lucena un monasterio de la citada Orden, dotándolo con sus bienes. Por ello se encomendaba al corregidor realizara las "averiguaciones" precisas para saber si la fundación sería útil para las necesidades religiosas del pueblo y no constituiría una carga para Lucena. Esta fundación investigadora, por ausencia del mencionado corregidor, recayó en el Alcalde Mayor de Antequera. Aceptada por el Consejo y los vecinos del común la fundación carmelitana, se iniciaron las obras de lo que será la primera iglesia, en el año de 1600, constituyéndose el convento el 19 del marzo de 1601 bajo la titularidad de San José. En tanto se finalizaron aquellos edificios, hoy desaparecidos, los frailes ocuparon unas casas anejas a los "alhoríes" de los Señores de Lucena, hasta que el "el día de la Asunción de 1605 se dijo la primera Misa y sermón en el Carmen nuevo, iglesia de San José, y este día llevaron el Santísimo Sacramento". Situado entonces en los extramuros de la ciudad, en un altozano sobre el populoso barrio de la Barrera, fue generosamente dotado por D? Ana Enríquez, cediéndole amplio sitio para el convento y huerta así como aguas para el regadío. No obstante, hacia 1620 se iniciaron obras de ampliación de esta iglesia, que se prolongarían al menos hasta 1640. Pocas transformaciones de índole estructural sufrió posteriormente el templo, sede desde 1608 de la cofradía de Nuestra Señora del Carmen; cofradía cuyos estatutos fueron aprobados por el Obispo y que presentaba un doble carácter: penitencial y de gloria. Tras la exclaustración y la posterior venta de los bienes eclesiásticos, desapareció el convento totalmente, excepto lo que fue el albergue de su riquísima biblioteca, transformada en sacristía y casa rectora, tras el levantamiento de la parroquia actual el 1 de enero de 1891. La amplísima huerta pasó a propiedad particular, aunque aún en la actualidad conserva su cerramiento de mampostería. La parroquia de Nuestra Señora del Carmen es un claro ejemplo de la evolución arquitectónica del manierismo al barroco y de la notable influencia de lo herreriano en la arquitectura de la primera mitad del siglo XVII. Constituida como un prisma de mampostería en la fachada en la que se combina el sillar y el ladrillo, su planta es una cruz latina, respuesta a las tendencias contrarreformistas, con bóveda de medio cañón con lunetos y arcos fajones continuados a través de los muros por medio de pilastras. Una sencilla pero amplia cornisa moldurada marca la separación entre las bóvedas los muros, y precediendo a la capilla mayor se encuentra la cúpula, sobre pechinas decoradas con los blasones heráldicos de las casas de Comares y de Segorbe y Cardona. La media naranja ostenta una decoración al fresco con motivos fitomórficos enmarcados por ocho radios que convergen en un gran florón central, motivo éste que se repite en el centro de las bóvedas entre los arcos formeros. La nave central presenta a derecha e izquierda series de cuatro capillas unidas entre sí y comunicadas con los brazos del crucero, en el cual, al lado del evangelio, se abre la puerta claustral, adintelada, que enlazaba el templo con el convento. A los pies de la iglesia y ocupando los dos primeros de sus seis tramos de nave se levantaba el coro, eliminado hacia 1950, y a ambos lados de la nave se hallan sendas tribunas nervadas y de planta mixtilínea, con barandilla de tornería, una de las cuales alberga el órgano. Exteriormente, y hasta la década de los sesenta, presentaba ante la fachada hermoso atrio cerrado con paños de rejería sustentados por columnas y pilastras de piedra, desafortunadamente sustituidos hoy por unos muretes de ladrillo. La portada es un paramento de piedra y ladrillo de dos cuerpos, coronado por un frontón triangular con óculo, rematado por cruz en el centro y bolas sobre pedestales cúbicos en los extremos. El primer cuerpo alberga la puerta flanqueada por pilastras, con arco de medio punto, a los lados de la cual se hallan sendas ventanas y una cornisa que corre horizontalmente desde los arranques del arco de entrada. Una simple faja de piedra marca la separación con el segundo cuerpo, sobre pedestal con almohadillados, donde en una hornacina avenerada aparece el titular del templo, San José, en piedra con el Niño Jesús de la mano. En la partición del frontón se muestra, timbrado con corona ducal, el blasón enlazado de los Enríquez, con el de los Fernández de Córdova, Marqueses de Comares. Dos cuerpos, de menor altura, se adosan a la fachada, a derecha e izquierda, ambos con puertas adinteladas de piedra, con moldurajes rectos culminadas con remates piramidales, que conducían antaño y respectivamente al campanario y al convento. Sobre ambas puertas aparece en piedra el escudo de la Orden Carmelita y sobre ellos, en el cuerpo de la derecha, escudo de armas del Ducado de Segorbe, sustituido en el de la izquierda por una ventana enrejada. En sentido perpendicular a la fachada y sobre el muro de la epístola de la nave se levanta una airosa espadaña de ladrillo con dos cuerpos, el primero de los cuales posee dos huecos para campanas y se remata con un frontón triangular partido con las consabidas esferas. Sobre la partición se yergue el segundo cuerpo, con un solo hueco de medio punto para campana, culminado con un frontón triangular tras arquitrabe y friso. El Retablo Mayor es de madera tallada, dorada y policromada. Por su estilo puede considerarse contemporáneo de la portada de la iglesia, cuyos elementos decorativos de corte escurialense se repiten en su estructura. Consta de tres cuerpos: banco, principal y ático, estando los dos primeros divididos en tres calles separadas por columnas estriadas con capitel corintio sobre pedestales prismáticos. La calle central, muy plana, ostenta en el banco un sagrario con ligeros adornos laterales de talla de carácter fitomórfico; sobre él, traspasada una leve cornisa, se encuentra el manifestador, con arco de medio punto, enmarcado por dos pares de columnillas estriadas con capitel corintio similares a las de orden gigante que conforman las calles del retablo. Sobre el manifestador se abre el hueco de la hornacina-camarín de la titular de la parroquia, Nuestra Señora del Carmen, rematado también por un medio punto sobre el cual una cornisa da paso al coronamiento, ostentando en el centro un sol de talla dorada. Estos tres huecos están flanqueados por dos pilastras adosadas con estrías y capitel corintio. En las calles laterales y sobre los capiteles corintios de las columnas se levantan dos secciones cúbicas separadas por molduras y rematadas por otros a modo de capiteles decorados con dentículos y ovas que sustentan como coronamiento en el ático, dos frontones partidos en cuyos extremos aparecen las clásicas esferas. En el vacío de los mencionados frontones, sobre troncos de pirámides aparecen los escudos de armas de los patronos fundadores del templo, ambos timbrados con la corona ducal, el principal partido: arriba de las tres fajas de gules sobre campo de oro, y abajo, el rey Boabdil encadenado sobre argén; y segundo mantelado, con dos castillos de oro sobre gules y león pasante de gules sobre planta en el mantel. El coronamiento se ciñe en su forma a la curvatura de la bóveda y es de gran planitud, salvo en el centro en donde, entre pilastras, un cajeamiento decorado con guirnaldas de hojas alberga, en una hornacina muy poco profunda y completamente plana, la imagen de talla de San José con el Niño Jesús en sus brazos. El banco presenta en el centro de las calles laterales dos óleos con escenas de la vida de San José: sus esponsales con la Virgen y su Tránsito. Santos relacionados con la Orden Carmelitana aparecen en las caras de los citados pedestales y a ambos lados del Sagrario.
monumento
Templo declarado Monumento Nacional, estuvo anteriormente bajo la advocación de San José. En el siglo XVIII fue reedificada por Remigio del Mármol, siguiendo las pautas del barroco imperante, aunque ya apunta trazas neoclásicas. La iglesia presenta una sola nave con crucero cubierto por cúpula gallonada, apoyando sobre pechinas en las que se abren cuatro ventanas. Su portada, debida a R. del Mármol, es neoclásica, estando compuesta por dos cuerpos. El primero tiene columnas dóricas, correspondiendo al segundo otras de orden corintio, con un relieve de la Virgen del Carmen. Una torre rematada por cúpula se levanta en el centro de la portada. La torre está flanqueada por figuras de personajes del Antiguo Testamento. En su interior, el templo guarda obras de gran valor artístico. El retablo mayor es debido a Santaella, y en él están representada una Virgen del Carmen, flanqueada por San Joaquín y Santa Ana. El camarín es obra de Remigio del Mármol, en estilo neoclásico. Más antigua que la iglesia es la sacristía, anexada como capilla. Se trata de un espacio rectangular, cubierto por bóveda gallonada. En ella se abre una bóveda de menor tamaño, de linterna, reposando todo el conjunto sobre columnas estriadas con capitel corintio. La decoración es plenamente barroca.