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obra
Fotografía cedida por el Servicio de Promoción e Imagen turística del Gobierno de Navarra.
termino
acepcion
Escocia.
fuente
El 7 de diciembre de 1941 Hitler firmó el decreto Nacht und Nebel -Noche y niebla" - según el cual no se debería ofrecer ningún detalle al enemigo ni a sus familiares acerca de las personas detenidas, ya sean civiles o militares. De esta forma, también quedaba prohibido para los prisioneros todo contacto con el exterior, pudiendo ser llevados ante un Consejo de Guerra si las circunstancias militares así lo exigían. Este decreto dio lugar a la creación de una categoría especial de prisioneros, denominada Nacht und Nebel, cuyas condiciones de vida y posibilidades de supervivencia eran ciertamente precarias. Así, por ejemplo, de un total de 100 hombres del SAS británico capturados, sólo 4 lograron acabaron con vida, a pesar de ser apresados llevando uniforme, lo que contravenía la Convención de Ginebra en materia del trato a los prisioneros de guerra militares.
contexto
En la Europa del Setecientos la mujer casada vive entre dos miedos: la esterilidad y el parir un hijo muerto. Ambos nacen del temor a no asumir la función reproductora, a romper el ciclo natural, a no asegurar la continuidad del linaje. La esterilidad era una maldición, un oprobio que recaía siempre sobre la esposa, considerada la única culpable dada la tradicional asociación feminidad-fecundidad. De ahí que en algunas regiones europeas se realicen pruebas a las jóvenes para ver si son o no estériles, como la seguida en Francia de hacerles orinar sobre "la malva durante tres días; si moría, ella(s) era(n) machona(s); si renacía verde y viva, podía(n) concebir" (Laborde). De ahí, también, la generalidad que presentan los ritos de fecundidad, celebrados en la pubertad o con el matrimonio y en los que se mezcla lo religioso -oraciones a santos- con costumbres paganas ancestrales que tienen al agua, el viento, ciertas piedras, árboles, frutos o hierbas como protagonistas al atribuirles propiedades fecundantes. El embarazo era el estado normal de la mujer casada, dadas las altas tasas de mortalidad infantil. Un estado del que no quiere sustraerse, pero del que apenas habla, aunque lo vive colectivamente pues son muchas las mujeres que están encintas al mismo tiempo. La preocupación por la vida en el siglo ilustrado, hace que los médicos se interesen por conocer su desarrollo, debatiendo sobre múltiples aspectos, entre ellos el de si tiene o no un término fijo. Sólo en los años finales quedó demostrada su duración de nueve meses. También se preocuparán por dar a las embarazadas un régimen de vida adecuado para ella y para el bebé. Se denuncia la moda urbana del corsé para ocultar los embarazos; se aconseja a las futuras madres pasear, reposar, hacer de la casa un lugar aireado y agradable, no respirar olores nauseabundos, dormir bien, no tener relaciones sexuales, etc. Para muchos, como el médico francés Nicolás, el ideal de vida en este estado lo representan, una vez más, las campesinas. Ellas, escribe en 1775, "no interrumpen sus trabajos aunque estén seguras de haber concebido. La costumbre que tienen de trabajar les protege de los accidentes ligados a la molicie; sus fibras tienen más fuerza; más energía; resisten mejor a la fatiga que las de las mujeres del gran mundo que, voluptuosamente tendidas sobre un plumón, encuentran extraordinario que se pueda traer al mundo bellos hijos sobre la paja o la misma tierra". Idea generalizada es la de dar a las embarazadas cuanto deseen para evitar que el niño nazca con antojos o, lo que es peor, con "conformaciones mostruosas". Los antojos más comunes eran los alimentarios, apareciendo, durante la centuria, por todos lados los relacionados con el café y el chocolate. El parto era uno de los momentos más temidos en la vida de la mujer dados los riesgos que entrañaba y que intentaban paliarse haciendo decir, durante los dolores, misas o novenas; mandando traer cíngulos de la Virgen o de santa Margarita, a los que se atribuyen poderes de acortar la hora y suavizarla; incluso, alguna llegaba a prometer liberar a un prisionero si todo iba bien. Solía tener lugar en el domicilio familiar, generalmente en la pieza común, aunque en el campo algunas elegían el establo. Era un acto público, al que asistían de cuatro a seis mujeres, alguna de las cuales era una matrona cuyo saber tenía un carácter eminentemente práctico. Se trataba de una mujer casada, elegida para el puesto entre las que tenían más hijos por suponérsele mayor experiencia. En los países católicos está bajo el control del párroco porque en los casos graves había de administrar el bautismo. Hasta la segunda mitad de siglo vive de la caridad y los servicios que presta sólo se le retribuyen, a veces, en especie. Será a partir de esta fecha que su actividad se profesionaliza: se crean cursillos y escuelas -París, Londres, Estrasburgo, Góttingen- donde adquieren los conocimientos médicos y anatómicos que les faltan al tiempo que comienzan a recibir remuneración en dinero. Sin embargo, para entonces han de competir ya con los cirujanos tocólogos que entre las capas sociales superiores y en los medios urbanos van desplazándolas en sus cometidos, pues se les supone mejor preparados. Ellos son los que perfeccionan algunas técnicas -los fórceps- y quienes imponen, aún en círculos restringidos, la posición horizontal de la mujer para parir, hasta entonces sólo usada en los casos más difíciles, mientras las más comunes eran "...de pie, los codos apoyados en una tabla; (o) en una silla,... de rodillas,..." Una vez terminado el parto, a comienzos del siglo XVIII se recomienda, todavía, no dejar dormir a la madre por miedo a las hemorragias. Será más adelante cuando se cambie tal recomendación por la del silencio, el aislamiento y la inmovilidad como elementos esenciales de su recuperación junto con una alimentación adecuada. Alimentación que en algunos lugares, como La Marche, era diferente según se hubiese dado a luz un niño o una niña, pues si el nacimiento de un vástago era siempre motivo de alegría, mucho más si se trataba de un varón. Una vez nacido, se lavaba al niño con mantequilla fresca o agua caliente con aguardiente. Rousseau recomendaba hacerlo en agua tibia que poco a poco se iría enfriando; los rusos, en cambio, lo pasaban de una a otra sin transición para templar su cuerpo. La placenta y el cordón umbilical se enterraban, y sólo se le daba para beber agua mezclada con miel. Aún no se le otorga existencia real ni se le puede besar; todo ello llegará con el bautismo, realizado al día siguiente en la parroquia, auténtico rito de socialización así como esperada primera prueba de los sentidos del neófito. A partir de este momento se inicia la infancia, período que durará hasta los siete años si bien se encuentra dividido en dos etapas distintas separadas por un hecho trascendental para sus protagonistas: el destete, que tiene lugar a los veinte, veinticuatro o treinta meses.
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Al final de la Edad Oscura ha tenido lugar ya el nacimiento de la civilización griega como cultura capaz de expresarse, aunque sea muy parcialmente, por escrito. Entre las condiciones necesarias para ello se encuentra tanto la posibilidad objetiva de los griegos de cobrar en contacto con los fenicios como la subjetiva de asimilar y adaptar el correspondiente préstamo exterior. Así, da la impresión de que las diferentes variedades de escritura que se difunden en Grecia al principio de la edad arcaica se derivan de una sola, resultante de los contactos de los griegos asentados en Siria antes del final del siglo VIII. Éstos fueron capaces de difundirla entre varias ciudades de Grecia gracias a sus viajes y al desarrollo de las formas de cambio que también favorecían la difusión del instrumento representado por la escritura, que facilitaba el registro y los cálculos. La tradición que atribuye al legendario Cadmo la introducción del alfabeto sirve de testimonio, tanto para reconocer entre los griegos la conciencia del origen fenicio del mismo como para determinar algunos de los puntos por los que se extendió en primer lugar, Creta, Rodas y las Cícladas, presentes en el recorrido legendario del héroe. Los materiales escritos más antiguos conservados son lógicamente los duros, en que hay huellas de actividades económicas y expresiones de propiedad sobre objetos de uso y prestigio. Ahora bien, también comenzaron a utilizarse materiales blandos, como las pieles, que permitían una mayor agilidad para la redacción, favorecida por el nuevo tipo de escritura, de signos sencillos y de valor multiplicativo, gracias a las posibilidades combinatorias, con valores fonéticos abstractos adaptables a las sílabas. Ahora bien, esto sólo era posible gracias a las modificaciones introducidas en el sistema a través de las vocales y de los sonidos que no existían en la lengua semitica. Por ello, el alfabeto griego fue, a pesar de todo, una creación original, la única que permitió que la tradición oral de ricos matices se plasmara en creaciones literarias duraderas y modélicas, para constituir la base canónica de los instrumentos ideológicos donde se asentaba la nueva sociedad, la que igualmente se ha confinado a lo largo de los siglos oscuros.
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La relación entre Tiziano y Giorgione se estrecharía con motivo de la decoración del "Fondaco dei Tedeschi" en 1508. Esta sería la primera y única vez que ambos artistas aparecen documentados trabajando juntos. Sobre la posibilidad de que Tiziano fuera alumno de Giorgione no existen ninguna referencia documental. Lo que sí es cierto es que el estilo del de Castellfranco revolucionará la manera de trabajar del joven Tiziano, apreciándose en estas obras tempranas su admiración por la naturaleza.La atribución de este trabajo -al igual que la Leyenda de Polidoro- está siendo discutida por la crítica. Se trata de un "cassone", paneles que decoraban los frontales de los baúles de madera. Tiziano se inspira en la "Metamorfosis" de Ovidio y nos presenta el momento del nacimiento de Adonis, joven de gran belleza que fue depositado por su madre en el árbol de la mirra.La escena se presenta casi en el centro de la composición, distribuyendo las figuras en el paisaje, convirtiéndose éste en el principal protagonista. El motivo de los amantes en la izquierda es una referencia a su concepción mientras que la figura de Venus en la derecha será una alusión a su futuro enlace con Adonis. A diferencia de algunas imágenes quatrrocentistas, el paisaje adquiere un mayor verismo y las perspectivas empleadas son más acertadas. El color y la luz también ocupan un papel relevante, utilizando el maestro vivas tonalidades que resaltan gracias a las iluminaciones empleadas. El resultado es un trabajo cada vez más renacentista.
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El Retablo del Nacimiento de la catedral de Sevilla es la más antigua de las obras de Vargas en Sevilla y, sin embargo, está datada ya en 1555 (la misma fecha de algunas importantes obras de Campaña). La tabla central que da nombre al conjunto ha de figurar entre lo más granado que se hiciera en España en pintura religiosa a mediados del siglo XVI. A la vista de esta espectacular obra y si tenemos en cuenta las otras pinturas sevillanas de Luis de Vargas, no dudaría en calificarle de ecléctico. Es indudable que el ímpetu italiano domina superficialmente la tabla, pero no me parece un italianismo estrictamente romano. Hay una especie de manía, a la hora de referirse a la pintura italiana del siglo XVI, en abocarse a Miguel Angel, Rafael y acólitos, sin tener en cuenta que en Italia a mediados del siglo XVI existe, trabaja y crea una buena cantidad de artistas que, en mayor o menor medida, dejan su huella dentro y fuera de la península, lejos de lo estrictamente romano. Nada encuentro de rafaelismo ni de miguelangelismo en este bellísimo Nacimiento (en realidad la Adoración de los ángeles y los pastores). La acumulación de volúmenes en un espacio exiguo, armónicamente vertebrado, puede remitir a Giulio Romano, a Salviati y al propio Vasari, pero hay una buena cantidad de elementos que han de tener otra procedencia. El desplazamiento a la izquierda del punto fundamental del interés -el Niño- nos remite a recursos venecianos, de la misma manera que la muchacha con niño que se asoma a la derecha tiene un aire marcadamente tizianesco. Particular atención merecerían los dos pastores del primer plano. La cabeza del que lleva el cabritillo al hombro y sujeta la cabra por los cuernos, me parece de lo más correcto y bello jamás pintado aquí en el Renacimiento. Si a ello sumamos el movimiento añadido por el juego de la cabra y el niño, el pastor de primer plano, el perro jadeante a sus pies, la gavilla de paja y el canasto de los pichones, nos encontramos en las antípodas de lo que un italiano pudiera imaginar fuera de Venecia. Pero hay que pensar que esto está pintado en Sevilla en 1555 y con un importantísimo flamenco de por medio que es Pedro de Campaña, habilísimo conocedor y observador de compatriotas como Hemessen y Aertsen. El grupo de la Virgen, el Niño y san José resulta más convencional, pero a mi entender tiene importancia capital en el desarrollo del arte andaluz inmediatamente posterior. Angulo apuntó ya, acertadamente, el influjo que la imagen de la Virgen pudo tener en las esculturas de Martínez Montañés y otros artistas sevillanos, pero a mí me parece que el eco más llamativo de la bellísima imagen mariana es Bartolomé Esteban Murillo.