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monumento
El Monasterio de San Jerónimo se inicia en estilo gótico bajo el patronazgo de los Reyes Católicos pero en 1523 Carlos V cedió la capilla mayor de la iglesia a la duquesa de Sesa para que estableciera en ella su propia sepultura y la de su marido, don Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Esta decisión supone la formación de un centro ideológico en un nuevo núcleo urbano de carácter aristocrático (en el claustro encontraremos numerosas capillas funerarias correspondientes a enterramientos señoriales: Francisco de Bobadilla, Díaz Sánchez Dávila, Ponce de León...). La remodelación funeraria se encargó al decorador italiano Jacopo Florentino, el Indaco, cuya intervención, pese al corto periodo en que estuvo al frente de sus obras, supone un cambio del proyecto hacia horizontes plenamente italianizantes continuados posteriormente por Diego de Silóe. En el crucero sitúa dos capillas colaterales con abundante decoración. En el exterior también dejan su huella tanto el Indaco como Silóe, colocando un entablamento con hojas de acanto sobre cartones en el friso; en el centro, escudos del Gran Capitán y su esposa sostenidos por tenantes vestidos a la romana, programa que será completado con las alegorías incorporadas a la parte superior, de la Fortaleza y de la Industria, sosteniendo una cartela dedicatoria al Gran Capitán; así quedan sólidamente unidas la Alegoría y la Historia como soportes para las nuevas exigencias expresivas de la conmemoración. A Diego de Silóe corresponderán, dentro de la remodelación de la cabecera, las cubiertas del crucero y la capilla mayor, completadas con casetones en los que aparecen figuras, monstruos y florones. En el centro, un cimborrio sobre trompas se resuelve con una bóveda de resabios goticistas, también decorada con bustos y querubines, adquiriendo un valor excepcional el ciclo iconológico de escultura aquí desarrollado.
obra
El modelo tradicional con bóvedas estrelladas decoradas con claves figuradas lo encontramos en el claustro del ex monasterio de San Juan de Burgos, con magnífica sala capitular, obra del cantero Domingo de Azas, que lo levantó alrededor del año 1585, si bien el estilo propio del momento se aprecia más en el diseño de los muros del patio que en el abovedamiento del claustro.
monumento
El monasterio soriano de San Juan de Duero pertenecía a la orden de San Juan de Jerusalén, tal como consta en un documento de 1243, apuntándose a un origen templario. La primitiva iglesia del siglo XII tiene una sola nave con cabecera de arco de cañón apuntado y ábside cubierto con bóveda de horno. Llaman la atención los dos cimborrios en ambos lados de la nave, añadidos posteriores al siglo XIII. Uno de los cimborrios está cubierto con cúpula semiesférica mientras que el otro se cubre con cúpula cónica. La ornamentación de los capiteles es muy interesante. Pero lo más llamativo de este antiguo monasterio emplazado entre el río Duero y el monte de las Ánimas es el claustro, ejemplar único en la arquitectura de la época. Se trata de un claustro realizado en el siglo XIII por arquitectos mudéjares ya que cuenta con cuatro tipos de arcos: de medio punto y capiteles vegetales en el noroeste; apuntados de herradura sobre dobles columnas en la zona noreste; calados, entrecruzados y secantes, sin capitel, en el paño sureste; y calados, entrecruzados y tangentes en el suroeste. La unión de los dos tramos de arcos en la zona sur se realiza a través de un arco doble entrecruzado y sin columna. En tres de los vértices del claustro se abren sendas puertas mudéjares de arcos apuntados.