En la campiña cretense han sido excavados y estudiados numerosos edificios minoicos descritos como villas nobiliarias, granjas o casas de campo. Estos edificios, equivalentes a un palacio en miniatura y sin patio central, cumplían la misma función económica, con sus molinos, telares, alfares y almacenes, amén de habitaciones suntuosas, en ocasiones incluso decoradas con pinturas al fresco. Su relación con los palacios es aún discutida ya que, si bien la mayoría de ellos reflejan un contacto intenso con los centros palaciales, su forma, posición geográfica alejada y dominante sobre vías de comunicación, así como el material arqueológico aparecido, indican una condición de cierta independencia con respecto a los principales centros de poder. Algunas de estas villas cuentan con una aldea a su alrededor, llegando a alcanzar una gran extensión, como es el caso de Gurniá, donde las habitaciones y los almacenes de un pequeño palacio se disponen en torno a un pequeño patio central. Incluso existe allí una reducida área teatral y diversas plazas en la aldea. Las casas son de pobre aspecto y no resisten ningún tipo de comparación con las existentes alrededor de los palacios, pues se trata de un emporio comercial más que de un complejo residencial, como sucede también en el caso de Palaikastro, en la costa oriental, o Niru Jani y Amnisos, cerca de Cnosós. Estas mismas características pueden verse en otras casas nobiliarias tales como Tilisós o Slavokampos, al oeste de Cnosós, Vatípetron, en el centro de la isla, o de Vrokastro, Mojlos, Pyrgos y la isla de Pseira, en el golfo de Mirabello. Estas villas rurales se encuentran aisladas en el paisaje, dominando un exiguo territorio y un caserío disperso por las colinas. Son casas construidas con cierta calidad, donde prima el empleo de grandes sillares, muros de mampostería, recubiertos de estuco y suelos pavimentados con losas de piedra. Las habitaciones son numerosas y, en general, dispuestas en dos pisos con cubiertas planas, con terrazas o azoteas y balcones. Existen algunas maquetas de barro, depositadas como ofrendas en santuarios, que nos dan una buena idea de cómo eran estas viviendas rurales; su empleo subsiste tras el período de destrucción de los palacios minoicos ocasionada por la catástrofe de la isla de Thera, hacia 1480. Otros ejemplos de este tipo de casas fueron construidos más allá de la isla de Creta y llegan hasta donde lo hizo su expansión marítima. De entre ellos destacan las aldeas de Akrotiri en Thera, Kastri en Citerea, Ialysos (Trianda) en Rodas y Mileto, en la costa de Asia Menor. Los pueblos actuales del Egeo siguen conservando numerosos ejemplos de arquitectura primitiva mediterránea, cuyas características generales se ven ya en el período minoico.
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contexto
Muy pocos años después de la llegada de los españoles a las islas del Caribe se iniciaron tanto la exploración como los primeros asentamientos de franceses e ingleses (y, más tarde, holandeses) en las costas de América del Norte, aunque durante los primeros cien años eran aún núcleos muy reducidos. Ya en el siglo XVII, la llegada de una constante corriente migratoria desde el Viejo Continente produjo muy notables y trascendentales transformaciones en el paisaje demográfico, económico, urbano y cultural de los territorios que bordeaban el Atlántico desde la península de Florida hasta la de Labrador. Pero será en los dos primeros tercios del siglo XVIII cuando esas transformaciones adquieran un carácter espectacular: se dobló entre 1700 y 1763 el área geográfica de las colonias británicas hasta alcanzar unos 700.000 kilómetros cuadrados y la población se multiplicó por ocho hasta rebasar la cifra de 2 millones de habitantes, lo que supone la elevadísima tasa de crecimiento anual del 3 por 100, cifra que muy pocas veces se ha dado en la historia. (Entre ellos, la población esclava, que también había crecido profusamente: los 70.000 negros de 1720 eran 350.000 en los años sesenta.) Cambió, asimismo, el lugar de procedencia de muchos de estos hombres y si hasta 1700 llegaban de Inglaterra en su gran mayoría, a lo largo del siglo XVIII fueron decenas de miles los alemanes, holandeses, escandinavos, irlandeses, escoceses, galeses, hugonotes franceses y suizos quienes llegaron a los puertos de Virginia, Georgia, Pennsylvania o Maryland, dejando en minoría a los oriundos de Inglaterra, aunque éstos siguieron conservando un papel preponderante en la vida económica, social y política de las colonias. La principal razón de este cambio cualitativo estaba, precisamente, en la actitud restrictiva que Londres comenzó a aplicar; siguiendo las doctrinas poblacionistas-mercantilistas vigentes que consideraban el aumento de población como una inequívoca muestra de vigor económico y salud política del Estado, las autoridades pusieron trabas a la salida de las islas de gentes honradas, si bien enviaban a las colonias a todo tipo de "indeseables a la Corona" (vagos, pobres, presos políticos). A esta fortísima corriente migratoria se unió otro factor positivo para el desarrollo demográfico de América del Norte: la sorprendentemente baja tasa de mortalidad de esas comunidades. Apenas se dieron hambrunas ni epidemias y la alta productividad de la agricultura permitió mejorar la dieta de los todavía súbditos de la Corona inglesa, que vivían más años y estaban en general mejor alimentados que los propios habitantes de la metrópoli, y que el resto de los europeos.
obra
José Gutiérrez Solana es un pintor que recupera la tradición tenebrista de la pintura barroca española y la utiliza para retratar los aspectos más únicos y macabros de la España del siglo XX. Solana comparte muchos de los ideales de la generación del 98 y los une a una cierta atracción por lo morboso. El tema de su obra es lo que él llamaba "la España negra," el mundo inusual, terrible y a la vez apasionante, lleno de crueldad y de tristeza que era, en su opinión, la esencia de lo español.
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Con respecto a las viviendas en la India, debido a las diversas condiciones ambientales y físicas, además de las culturales, existen grandes diferencias regionales, como las casas de adobe y barro con techos planos del Punjab o las de mimbre, barro y estiércol con techos de paja de Bengala. Las viviendas del común de la población eran sencillas, estando agrupadas en las aldeas en función de la casta a la que pertenecen sus moradores y dispuestas alrededor de un patio cuya única abertura se cierra de noche. Dentro de la vivienda lo hombres tenían asignado un lugar, veranda, situado en la parte frontal. También es su espacio la sala, el lugar de trabajo. Para las mujeres quedan las estancias más apartadas de la calle y la cocina. La gran impregnación de lo ritual en la vida doméstica hace que se guarden algunas prescripciones. Así, la estufa ha de mantenerse alejada de posibles contaminaciones, como las puertas abiertas. También ocurre con la comida, una fuente de pureza espiritual, por lo que todo lo que con ella se relaciona debe estar rodeado de precauciones para evitar la contaminación El suelo de las casas está cubierto por estiércol seco de vaca, animal sagrado, lo que confiere al hogar protección y santidad. El mobiliario es austero. No se usan sillas ni mesas, siendo los principales muebles el charpoy, una especie de catre de usos diversos, y el baúl, de hierro forjado, en el que son guardadas las pertenencias familiares más queridas, como joyas o ropas especiales.
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Las condiciones materiales de existencia para el hombre y la mujer medievales serán bastante precarias debido a su dependencia del medio natural. Sería lógico pensar que estas condiciones variaban en relación con las diferencias sociales. Fuertes diferencias encontramos entre las casas o las ropas de los señores feudales y los altos clérigos respecto a las de los labriegos o humildes artesanos. Aún así también las clases altas tenían amplias carencias que, de esta manera, igualaban a la sociedad. Las casas desempeñaban diversas funciones; eran refugio ante las inclemencias naturales, residencia de la familia y el centro de las actividades productivas. La vivienda de los campesinos también era granero y establo mientras que en los núcleos urbanos la casa de los artesanos incluía también el taller. La chimenea era uno de los elementos fundamentales de la casa al representar el hogar y la unidad de percepción fiscal. Los documentos de la época hacen referencia a fuegos por lo que los estudios demográficos difieren a la hora de aplicar el número de personas que habitaba ese fuego. Las viviendas humildes eran tremendamente sencillas: constaban de un amplio espacio donde se vivía y trabajaba, se comía y se dormía. Las casas solían ser de madera aunque también podían incluir ladrillo, adobe o piedra. Debemos advertir que en las ciudades se empiezan a manifestar importantes transformaciones en cuanto a la división del espacio. En este ámbito urbano las casas tenían dos pisos, estando la zona a pie de calle destinada a la tienda o taller y a zona de cocinas, donde también se comía. Al fondo de la planta baja encontramos un patio con un pozo. La segunda planta es la zona de habitaciones comunicada con la planta baja por una escalera. Sobre este primer piso estaba el granero y en el subsuelo hallamos la bodega. En buena medida repite el esquema de los chalets adosados de la actualidad. Las baldosas que cubren los suelos, las letrinas o los cristales que cierran las ventanas serían signos evidentes del progreso económico y social de los habitantes de la vivienda. Hablando en términos númericos, los habitantes de esta casa modelo urbana dispondrían de unos cien metros cuadrados de vivienda. Otro tipo de viviendas urbanas serían los típicos corrales castellanos donde gente de condición modesta organizaban sus casas alrededor de un patio donde estaba el pozo común. Las viviendas eran pequeñas y las letrinas de uso conjunto. En Sevilla las casas también se organizaban en torno a patios, evidencia de la influencia musulmana. Las limitaciones caracterizaban el mobiliario medieval. La cama, la mesa, los asientos o bancos y las arcas eran los cuatro muebles básicos en una casa. El más importante era la cama -en Castilla decir que alguien "no tiene más que la cama sobre la que se echa" era sinónimo de pobreza"-, generalmente de gran tamaño ya que la familia solía dormir conjuntamente. En numerosas ocasiones la cama se construía con unos bancos o tablas sobre las que se colocaban las colchas, siendo un mueble desmontable. En las casas nobles la cama era una estructura estable que se adornaba con un dosel. Los colchones eran de paja -los más pobres- o plumas. La ropa de cama también variaba en función de la condición social. Las mesas cumplían un importante papel en la vivienda medieval. También podían ser desmontables -un tablero sobre caballetes que se quitaba cuando acababa la comida, de donde viene la expresión "quitar la mesa" - o fijas, incluso adosadas a la pared. El médico sevillano Juan de Aviñón establece que la altura óptima de las mesas debía ser de tres palmos. Acompañando a la mesa encontramos los bancos. Este mismo médico también hace referencia a sus medidas ideales: dos palmos de anchura y entre uno y medio y dos de altura. Para amortiguar la dureza de la madera con que estaban construidos se utilizaban cojines. Los enseres de la familia se guardaban en arcas, desde los vestidos a los utensilios, alimentos o los escasos libros. Podíamos considerar que realizaban la función de los actuales armarios y también eran utilizados como asientos. Se cerraban con complicados herrajes. Braseros, candiles, alfombras, esteras, espejos, cubas, jarras, tinajas y un amplio etcétera formaban el catálogo de objetos existentes en las viviendas.
contexto
Los cerca de 1.000 pueblos diferentes que existen en África hacen difícil hablar de un sólo y único tipo de vivienda tradicional. Aún así, se advierten ciertas características comunes que permiten ofrecer unas pocas generalizaciones respecto a las actitudes que inspiraron su arquitectura. La construcción de la propia casa constituía una tarea que implicaba a todo el grupo familiar, debiendo consagrar a la vivienda un gran esfuerzo. La casa es un símbolo de la familia y una herramienta imprescindible para su sentimiento de identidad. Las viviendas solían formar un conjunto de edificios similares, conectados mediante una pared o cerca, donde cada edificio venía a ser una estancia de la casa madre y contaba con una cocina, un dormitorio, un almacén, etc. La forma de las casas tradicionales africanas varía a lo largo del continente. Generalmente cada casa integra un conjunto de edificios o habitaciones, rodeados por una cerca. Las viviendas de los nupe, de Nigeria, son conjuntos de edificios de barro, de planta redonda, encerrados en murallas de barro. Las casas comprendían normalmente una habitación para cada esposa, así como para hijos solteros y visitantes. Las viviendas más pequeñas solían apoyarse en unas piedras de soporte. También un esquema circular siguen los pueblos zulúes del sur de África. Las viviendas se situaban en el interior de dos vallas concéntricas. El círculo interior servía para guardar el ganado. Las casas consistían en un armazón de aros recubierto con esteras y hierba seca. Los pueblos nuba, del Sudán, construyen agrupaciones de viviendas siguiendo un esquema anular. Las edificaciones estaban conectadas por medio de murallas. Las casas eran de arcilla roja, apoyadas en grandes piedras. Los yoruba nigerianos construyen sus casas, hechas de barro y grava, alrededor de uno o varios patios. Los laterales de las habitaciones que daban a los patios solían ser abiertos, y se disponían entre postes ricamente tallados. Las viviendas de los somolo de Burkina Faso son más complejas, aglutinando varios edificios circulares. Con varios pisos y paredes de barro y grava, los tejados son de hoja de palma. En estas casas podía haber hasta 20 habitaciones. Por último, las viviendas de los ashanti de Ghana presentan una mayor riqueza ornamental. Sus casas, con tejados de palma a dos aguas, estaban dispuestas alrededor de un patio, rodeado por cuatro habitaciones unidas entre sí por un tabique. Las paredes y los pilares solían estar recubiertas por complicados relieves geométricos.
Personaje
Político
Cursa sus estudios en Alemania y más tarde se traslada a París, donde entra en contacto con pensadores de la talla de Heine, Proudhon, Engels y Marx. En principio es afín a las ideas de éste último, aunque más tarde cuestiona algunos puntos de la doctrina marxista. En 1862 crea la Asociación General de las clases trabajadoras. Como ensayista escribió: "Sistema de derechos adquiridos", "La guerra italiana y la misión de Prusia" y "Programa de trabajo".
acepcion
Piedras labradas a partir de un núcleo, mediante desprendimiento por presión o percusión.