La llamada Arqueta de Hixam II es una caja de madera con tapa en forma de bóveda. El alma de madera se reviste de plata repujada y nielada, es decir, ennegrecida por un sulfuro de plata y plomo. Está formada por una base rectangular, cuatro rectángulos verticales, cuatro trapecios inclinados y un rectángulo horizontal en el que se sujeta el asa. En la zona de la unión de la tapa y la caja encontramos una inscripción donde se solicita la bendición de Dios y prosperidad para Hixam II. Roleos de palmas dobles ahorquilladas terminados en hojas en forma de corazón y rosas forman la decoración. En el dorso de la charnela que hace de cierre está grabada la inscripción: obra de Badr y Tarif, sus siervos. Posiblemente la arqueta pasó a manos cristianas cuando, en tiempos de Hixam II, los mercenarios del gobernador de la Marca Superior llegaron a Córdoba para apoyar a un enemigo del califa, llevándose la pieza como botín.
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Esta pequeña caja tiene forma rectangular y se cubre con una tapa con bisagras. En el borde de la tapa se halla una inscripción en la que se hace referencia a la destinataria de la caja, la "Noble Hija" de Abd al-Rahman III. El resto de la arqueta se decora con elementos vegetales. La técnica del tallado la vincula con el taller de Madinat al-Zahra.
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Esta caja de forma prismática y tapadera piramidal es conocida con este nombre porque las siete placas de marfil que forran su estructura de madera representan este tema, interpretado en un estilo artístico propio del primer románico. Cada una de las bienaventuranzas aparece escrita en los arcos que enmarcan la escena repetida de un ángel que bendice a un personaje, probable alegoría de cada una de ellas. Estas piezas de marfil se fabricaron en el taller real de León en la primera mitad del siglo XI. Las placas de época taifa que recubren la parte posterior fueron añadidas a principios del siglo XIX.La arqueta fue donada por los reyes Fernando I y Sancha (1032-1065) a la colegiata de San Isidoro de León, donde seguramente fue empleada para guardar reliquias y depositada en la capilla, con cuyas pinturas presenta semejanzas de estilo. Permaneció allí desde la fecha de su donación (1063) hasta su ingreso en el Museo Arqueológico Nacional, en 1871, junto con otras piezas del tesoro. Durante la invasión francesa sufrió el robo de la placa que falta y quizás de otras de diferente tema que completa completarían el conjunto. Posteriormente, la arqueta fue recompuesta con el añadido de los marfiles andalusíes, que debieron pertenecer a otras piezas de la propia colegiata, quizás en mal estado.
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La llamada Arqueta de Leire es una caja rectangular con tapa en forma de pirámide truncada formada por 19 placas de marfil, talladas todas ellas excepto dos. La mayoría de la decoración se muestra en 21 medallones de ocho lóbulos mientras que el resto son motivos vegetales entre los que aparecen pájaros, animales y dos bustos. La base de la tapa presenta una inscripción. Los medallones de la parte frontal nos muestran escenas cortesanas. El panel posterior presenta escenas de lucha y de caza mientras que en los paneles laterales se representan animales. En la tapa aparecen escenas de caza y pavos reales. En una de las inscripciones se puede leer que es obra de Faray y sus discípulos. Durante muchos años esta arqueta fue utilizada como relicario en el monasterio de Leyre, pasando después a la iglesia de Santa María la Real de Sangüesa y después al tesoro de la catedral de Pamplona.
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El primer maestro esmaltador de Silos se supone formado en Aquitania, según los procedimientos del primer taller de Conques, de tiempos de Begón III. Sería llamado a trabajar a la abadía en época de Alfonso VII, rey de Castilla y León (1126-1157), para completar un cofre de marfil con sendas placas de esmalte. Dicho cofre (Museo Provincial de Burgos), obra del taller de Cuenca, está firmado por Mohamma ben Ziyan en 1026. Es de forma rectangular con tapa troncopiramidal. Sus marfiles representan escenas de caza, leones cruzados y medio levantados sobre sus cuartos traseros, leones mordiendo en el cuello a toros, grifos, atauriques, unicornios, etc. En uno de sus costados se insertó una placa de cobre dorado y esmaltado, que muestra a Santo Domingo entre dos ángeles y la inscripción identificatoria en color rojo. El santo, sin nimbo y tonsurado, viste sobre el alba la dalmática de diácono y la casulla de abad. Asimismo, muestra estola perlada y báculo abacial con voluta de marfil. A ambos lados, sendos ángeles con las alas desplegadas se preparan a elevar al santo hacia la gloria, el Cordero, que ocupa el techo de la arqueta. Uno de ellos sostiene la vara florecida, símbolo de la virginidad, mientras el otro extiende la mano, mostrando su palma, testimonio de una teofanía. La tipología de las figuras puede emparentarse con algunas de las miniaturas de tradición hispánica, especialmente de estilo leonés. La placa que constituye la techumbre de la arqueta presenta una composición simétrica, cuyo centro lo ocupa el Cordero Apocalíptico. Con nimbo crucífero, el libro entre sus patas delanteras y el alfa y omega invertidas, está encerrado dentro de un círculo. Esta inversión del alfa y omega, convertidas en omega y alfa, tiene, tratándose de obras con carácter funerario, pilas bautismales o, como el caso que nos ocupa, arquetas para contener reliquias, una evidente intencionalidad. El difunto se aproxima al comienzo mediante el fin, es decir, a la vida a través de la muerte. Esta doble vía de alfa (principio) a omega (fin) y viceversa aparece repetidamente en el pensamiento de algunos Padres de la Iglesia, como Clemente Alejandrino, Tertuliano y Paulino de Nola. A los lados, dos seres fantásticos, de largo cuello, alados, bípedos y con las colas enroscadas, acabadas en florones, cierran la composición. Los puntos de contacto con las placas de temática similar en la Urna de Santo Domingo son evidentes. Distintas bandas metálicas con variedad de motivos decorativos, desde complicados tallos ondulantes con hojas, pájaros y flores, pasando por sencillos cuadrados de varios colores, hasta bandas de diversos adornos sin esmaltar, vienen a reforzar y consolidar el cofre. Los colores utilizados para los esmaltes son el verde, el rojo, el blanco y distintas tonalidades de azul. Es significativa la ausencia de amarillo.
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Esta es la pieza más importante de los talleres de marfiles de Cuenca durante la época de las taifas, impulsado por la dinastía Banu Dil-nun de Toledo. La pieza fue realizada para el hayib Husam al-Dawla Ismail, hijo del rey al-Mamun. La arqueta está decorada con elementos vegetales mezclados con pájaros y gacelas, enmarcado todo ello con elementos arquitectónicos, lo que sugiere que podría tratarse de una alusión al Paraíso.
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De la primitiva urna de las reliquias de San Millán de la Cogolla nos queda su estructura original de madera. La parte interior está forrada con tela árabe fechada a mediados del siglo XI mientras que al exterior se decoraba con 22 placas de marfil donde se narraba la vida del santo. La arqueta se mantuvo intacta esta el expolio francés al Monasterio en 1809. los invasores la despojaron de sus placas de marfil, de los metales y de las piedras preciosas. Recientemente se ha realizado una minuciosa reconstrucción.
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Recientemente se ha realizado una exacta reproducción de la primitiva arqueta de San Millán en la que se contenían las reliquias del santo y que fue expoliada en 1809 durante la invasión francesa.