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No emprenderemos una descripción detallada de la organización gubernamental y administrativa del califato. El personal del gobierno central y de la administración provincial se conoce gracias a las listas de dignatarios y gobernadores que proporcionan varias fuentes y en particular el Muqtabis. Las fuentes han permitido efectuar estudios prosopográficos que permiten reconstruir la carrera de muchos personajes. Levi-Provencal ha dibujado las líneas principales de esta organización califal, progresivamente acrecentada, perfeccionada y cada vez más compleja, y Joaquín Vallvé proporciona un cuadro minucioso de esta administración cuya característica más destacada era la movilidad. Esta administración estaba muy personalizada. Los visires, numerosos, supervisados al principio por un hayib (chambellan), luego por uno de ellos investido con el dhu l-wizaratayn (doble visirato) sometido finalmente al control directo del califa después del 942, parecen haber sido una especie de jefes de oficina, secretarios superiores encargados de un sector de las actividades gubernamentales que las fuentes no definen. Sólo hacia finales de su reinado, en el año 955, se racionalizó esta organización: "Los despachos de la secretaría del Estado fueron asignados a cuatro visires: el primero (...) fue encargado del examen de toda la correspondencia que se recibía de los funcionarios de las provincias; el segundo (...) de las cartas de las marcas fronterizas y de los puertos de la costa; el tercero (...) recibió la misión de controlar la ejecución de las decisiones administrativas ratificadas por el soberano como decretos reales; el cuarto (...) dirigía la instrucción de las demandas que llegaban al Palacio y aseguraba la aplicación de medidas en el caso de reclamaciones bien fundados" (Vallvé). La administración provincial, al menos en las regiones interiores, ofrece pruebas de la misma movilidad, como se ve por las listas de gobernadores proporcionada anualmente por el Muqtabis, en la que se manifiesta un movimiento constante de nombramientos y de revocaciones. Estas listas -tenemos las de los años 317/929-930 hasta 330/341-342- merecerían un estudio específico aún sin hacer. Mostrarían probablemente ciertas evoluciones, pero habría que analizarlas profundamente. Sin embargo, incluso un examen superficial ya resalta hechos interesantes: por un lado el casi-monopolio del núcleo duro omeya-qurayshí que constituía la baza del poder desde la época del emirato sobre los distintos gobernadores y, por otro, la importante posición de los beréberes y el papel menor de los muladíes.
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En 1950 el Régimen de Franco estaba más asentado que en la década anterior. Había acabado con la oposición y no existía presión alguna para que se liberalizara el Régimen. Aunque Franco siempre sería persona non grata para la Europa occidental democrática, se estaban empezando a establecer relaciones normales con su Gobierno y la oposición interna comenzaba a desistir de que se le pudiera derrocar. Este afianzamiento no llevó al Generalísimo a considerar la posibilidad de introducir medidas liberalizadoras. Según su ex Ministro del Ejército, José Enrique Varela, Franco le habló en privado en 1949 sobre su reciente visita a Portugal y lo que le había aconsejado Salazar: "Cuando estuve en Portugal, Salazar me dijo que, como iba a entrar en un periodo constituyente, debería conceder alguna mayor libertad al país. Yo no daré a España ninguna libertad en los próximos diez años. Pasado ese plazo, abriré algo la mano" (citado en J. M. Gil Robles, La monarquía por la que yo luche, Madrid, 1976, 318-19). Aunque no hay pruebas de que tuviera un plan específico, así fue como transcurrieron los acontecimientos y no hubo cambios significativos hasta finales de los 50. El Régimen no abandonó su retórica triunfalista. Hacía alarde de su victoria a la mínima ocasión y presentaba a Franco como verdadero líder de la civilización occidental y a España como punto de mira de la atención internacional por su lucha contra el comunismo y su representación de los valores espirituales. En este punto se hacía especial hincapié al considerar que el país era moralmente superior a todos los sistemas divididos y multipartidistas del resto de Europa. A Franco le gustaba hablar a los corresponsales americanos -que cada vez eran más numerosos- de la decadencia moral de los países europeos. En España, el nivel de vida estaba mejorando y el ambiente que se respiraba en los años 50 era mucho más tranquilo que el de la década anterior. El único problema relevante de los siguientes años tuvo lugar en Barcelona en marzo de 1951. Con motivo de la subida del precio del transporte se hizo un boicot a esta empresa pública, para protestar por el racionamiento y los salarios bajos, que terminó en una huelga masiva en la industria. Varios cientos de miles de trabajadores dejaron su trabajo en lo que sería el acto más numeroso del sector industrial en la historia del Régimen, y al que se siguieron pequeñas huelgas en Vizcaya y Guipúzcoa. Al principio la reacción de la policía fue débil, ya que les había cogido por sorpresa. Además, el capitán general de Barcelona, Juan Bautista Sánchez, conocido por su tendencia monárquica y por tener buena relación con la sociedad catalana, negó una petición para que intervinieran las tropas del ejército. Después de varios días se aplicaron métodos de fuerza y los trabajadores empezaron a regresar a sus trabajos, pero habían obtenido ventajas económicas. Se nombró entonces gobernador civil de Barcelona al general Felipe Acedo Colunga, de la línea dura, y gobernó con firmeza durante los 10 años siguientes. El primer cambio gubernamental desde 1945 se anunció el 19 de julio motivado por el deseo de fortalecer la administración nacional y liberalizar ligeramente la política económica. En realidad, propugnaba la continuidad mucho más que el cambio, aunque daba ciertas oportunidades a los católicos reformistas. Los cuatro ministros más importantes que mantuvieron su puesto fueron el valiosísimo Martín Artajo en Exteriores, el casi igual de valioso Blas Pérez en Gobernación, el muy útil y leal Girón en Trabajo y el de las Fuerzas Aéreas Eduardo González Gallarza. A la subsecretaría de la Presidencia de Carrero Blanco se le dio rango de ministerio. El renombrado católico civil, Joaquín Ruiz Giménez, que había ayudado al Régimen en 1945, recibió la cartera de Educación como un acto de deferencia con la opinión católica reformista, pero se redujo considerablemente el poder del ministerio. Por primera vez en tres años, en noviembre de 1948 se nombró un Secretario General del Movimiento: Fernández Cuesta, que mantendría también la cartera de Justicia. En el ambiente más relajado de 1951 Franco convirtió esta secretaría también en ministerio. El General Muñoz Grandes, quizá la figura más sobresaliente y prestigiosa de la jerarquía militar, que en las grandes ocasiones seguía luciendo la cruz de hierro de Hitler, recibió el cargo de Ministro del Ejército.
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A finales de 1913 se produjo un cambio en la vida pública española que tuvo la suficiente envergadura como para que, a partir de este momento, fueran otros sus protagonistas. Después de la muerte de Canalejas no volvió a existir un liderazgo unido del partido liberal y, aunque los nuevos jefes del mismo -en especial, Romanones- fueron en realidad bastante mejores de la imagen tópica que de ellos ha quedado, la disgregación se multiplicó hasta el infinito. En el verano de 1913 el liberalismo aparecía dividido en una tendencia encabezada por el citado y otra por García Prieto, pero diez años después había siete u ocho. Pero a esta situación se le unió, además, la inutilización de Antonio Maura al frente del partido conservador. La herida de lo que éste interpretó como desvío del monarca y conversión de los liberales en poco menos que revolucionarios resultó perdurable. Después de haber mantenido una fuerte reticencia contra uno y otros en octubre de 1913, cuando la disgregación de los liberales era ya patente, se negó a ocupar el poder y el Rey tuvo que recurrir al nombramiento de otra persona. En adelante Maura, con un reducido grupo de fieles, mantuvo una actitud negativa respecto a unirse al resto del partido conservador. Sus seguidores durante algunos años animaron la vida pública reclamando la participación en ella de las masas neutras pero, en realidad, en su mayor parte sesgaron hacia una derecha clerical y autoritaria las tradicionales tesis conservadoras; otros, en cambio, evolucionaron en un sentido más centrista. Maura, que siempre permaneció en el marco del liberalismo, se mantuvo como el político español más respetado, al que se recurría en ocasiones críticas, pero a quien se impedía ejercer el poder en plenitud. Eduardo Dato se convirtió en el sucesor de Antonio Maura en la jefatura del partido conservador. Hábil y dúctil ante las circunstancias, fue uno de los introductores de la legislación social en España, pero sin embargo fue acusado por los mauristas de aplazar los problemas más graves. Desde octubre de 1913 a diciembre de 1915 ocupó el poder con un gobierno conservador que agrupaba todas las tendencias a excepción del maurismo. Eludió el enfrentamiento con las Cortes por el sistema de mantenerlas cerradas durante 18 meses de los 25 que duró su mandato. Quizá la medida más importante de Dato fue la aprobación por decreto de las Mancomunidades: se llegaba con ellas a una cierta forma de autonomía regional. Las diputaciones provinciales podrían asociar sus servicios y así lo hicieron en Cataluña bajo la presidencia de Prat de la Riba. Pero la verdad es que esta solución no satisfizo por completo a Cambó y a la Lliga. Al estallar la guerra mundial los catalanistas exigieron una legislación económica que Dato no estaba dispuesto a conceder porque hubiera provocado la protesta de otras regiones de la Península. Antonio Maura y los mauristas criticaron agriamente la política de Dato, que fracasó en su intento de reconstrucción del partido. Su gobierno cayó cuando en las Cortes todas las oposiciones solicitaron al ejecutivo unas disposiciones relativas al problema económico. Sucedió a Dato el Conde de Romanones, jefe de los liberales, con un gobierno que agrupaba a lo mejor de ese partido como expresión misma de su reconstrucción, a pesar de que tuvo dificultades para ser formado. Pronto destacó ante la opinión pública y el Parlamento la figura de Santiago Alba, probablemente el político liberal de más talla por su talento, preparación e izquierdismo que practicaba, intentando atraer a los republicanos a las filas de la monarquía. Desde el Ministerio de Hacienda propuso un amplísimo programa de medidas económicas que iban desde la reforma fiscal al desarrollo de la industria mediante un presupuesto extraordinario. Pieza imprescindible de este proyecto fue una contribución sobre los beneficios extraordinarios producidos por la guerra. Desde el punto de vista social este proyecto hubiera podido resultar muy positivo, pero no salió adelante por la oposición de los sectores conservadores del país, sobre todo de Cambó y La Cierva. Estos proyectos tampoco contaron, en definitiva, con un apoyo entusiasta del jefe de gobierno, centrado en los problemas de política exterior, que serían los que provocarían su pérdida del poder. El Conde de Romanones fue relevado en la jefatura del gobierno por García Prieto: se trataba de un puro cambio de personas que carecía de identidad ideológica. Sin embargo, García Prieto tuvo que enfrentarse con dos problemas fundamentales, que más tarde llevarían a la revolución de 1917: la protesta social y la de los militares. Uno y otro constituyen ya claros antecedentes del período de crisis del sistema constitucional.
Personaje Científico Literato
Educado en un ambiente selecto, inicia su carrera como diplomático en Irán, Alemania y Brasil, entre otros países. A parte de su actividad política, dedicó su vida a la literatura y la filosofía. Su línea de pensamiento antisemita constituiría la base filosófica del movimiento nazi. Entre 1853 y 1855 escribe "Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas", donde proclama la superioridad de la raza aria. De esta premisa se valieron muchos de los escritores germanos y especialmente Adolf Hitler.
fuente
Sobaquera de la armadura. Rodete de hierro que se clavaba en la manija de la lanza.
Personaje Arquitecto
Consiguió el título de arquitecto el 19 de enero de 1905 y fue estrecho colaborador de Puig i Cadafalch. Goday centró buena parte de su obra en los edificios escolares, construcciones en los que sigue los dictados del Noucentisme. Entre estas obras destacan los grupos escolares "Milà i Fontanals", "Baixeres", "Ramón Llull", "Lluís Vives", "Mossèn Jacint Verdaguer", "La Farigola" o la Escola professional del Districte VIII. Entre sus proyectos también destaca el edificio del Casal cátala de Els Hostalets de Pierola. Como arquitecto municipal de Barcelona diseñó el pabellón de la Ciudad de Barcelona para la Exposición Universal de 1929.
Personaje Militar
Ingresa en la Academia de Infantería cuando todavía es un adolescente. En estos años consigue varios ascensos hasta que le nombran Capitán de Estado Mayor con tan sólo veinticuatro años. Destinado en Marruecos, participó en el desembarco de Alhucemas y tuvo una destacada actuación en las campañas que se realizaron en Africa. Todos estos éxitos le permitieron llegar a General en 1926 y poco después a Jefe del Estado Mayor del Ejército de Africa. Durante la dictadura de Primo de Rivera le prestó su ayuda, aunque en alguna ocasión llegó a intrigar en contra de él. Con Azaña en el poder llegó a ser Jefe de Estado Mayor Central del Ejército, pero debido a los enfrentamientos que protagonizó con los republicanos, perdió su cargo. Estando el general Franco ya en el poder fue requerido por Gil Robles para que sofocara la revolución de Asturias. Gracias los éxitos que recaba con este tipo de actuaciones vuelve a disfrutar del prestigio de antaño, y en 1936 llegó a protagonizar un levantamiento en Cataluña pero el 11 de agosto se produjo su rendición y fue fusilado en el castillo de Montjuich.
Personaje Científico
Astrónomo francés, se trasladó a Perú, junto con Bouguer y La Condamine, para impartir clases de matemáticas en Lima. Residiendo de esta ciudad presenció el terremoto acontecido en 1746. Al regresar a su país natal, le ofrecieron la dirección del colegio de guardias marinas de Cádiz. Precisamente, en 1755 se encontraba en esta localidad cuando un nuevo terremoto asoló Lisboa. De su producción cabe destacar "Historia de la Academia de ciencias", "Apéndice a las tablas astronómicas de Lahire" y "El conocimiento de los tiempos".