Fotografía cedida por la Oficina Nacional Israelí de Turismo. Copyright Ministerio de Turismo de Israel.
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monumento
<p>Se trata de una fortaleza en el desierto mandada construir por Herodes entre los años 37 - 31 a.C. La situación de Massada en la cima de una meseta llana entre montañas, la convertía en fortaleza ideal. Un muro de casamatas rodeaba su perímetro y se construyeron torres a intervalos estratégicos. Además de cumplir funciones militares, también fue equipada con todo tipo de construcciones para uso personal del rey, como el Palacio Suspendido, de tres niveles, encaramado en la parte norte de la cima. El conjunto estaba separado por una muralla del resto de la meseta y, además del palacio en sí, tenía un edificio administrativo, una gran sala de baños y los depósitos. La fortaleza contaba con todo tipo de recursos para su subsistencia en caso de asedio, ya fueran cisternas o estanques que recogían y almacenaban el agua procedente de los valles cercanos. Se ingenió un sistema de drenaje que transportaba el agua desde presas de valles próximos hasta una red de doce cisternas, pudiendo contener hasta 40.000 metros cúbicos. Si el palacio suspendido servía para el esparcimiento, el del Oeste era más funcional y, además de los aposentos reales, habitaciones para el servicio, talleres y almacenes, había salas que prestaban funciones administrativas, como podían ser recepciones de jefes de Estado. Al lado se construyeron otros tres palacios que incluían uno de los baños más impresionantes y mejor conservados de Israel. Contiguo a la casa de baños encontramos un complejo de depósitos para guardar alimentos y vino. A pesar de que la fortaleza era casi inaccesible se fortificó con altas murallas que rodeaban todo el recinto, excepto el extremo norte de la montaña. Se construyó un muro interior y otro exterior, sumando en total 1,5 kilómetros de largo. La fortaleza de Massada fue uno de los últimos lugares de resistencia de los judíos durante la segunda guerra judaica, siendo actualmente un símbolo para el pueblo judío.</p>
obra
El plano de la fortaleza se ha identificado con la cabeza de un puma o la de un halcón con las plumas erizadas, mientras que el resto de la ciudad de Cuzco sería el cuerpo de dicho animal.
monumento
El norte de Cuzco, la capital del imperio inca, estaba dominado por la fortaleza de Sacsahuaman, una serie de edificaciones de las que no quedan más que los cimientos pero de la que todavía permanecen tres enormes murallas, que, de forma escalonada y situadas en tres niveles, se enlazan armoniosamente formando una imponente obra de defensa. Sin embargo, antes que un lugar puramente defensivo, parece que Sacsahuaman fue un centro de gobierno, cuyas murallas eran tanto simbólicas como funcionales. Era el lugar donde el Inca, rodeado de una espléndida majestad, impartía sus órdenes a todos los rincones del imperio. Era un lugar magnífico donde el sol en la tierra legitimaba de continuo su poder e inaccesibilidad ante los asombrados y respetuosos ojos de sus súbditos; pero también la fortaleza podía defender al Inca contra una posible rebelión en la ciudad. Los edificios de Sacsahuaman revelan todo tipo de funciones, desde palaciegas hasta defensivas, pasando por las de almacenamiento y aunque la función religiosa podía descansar simplemente en la presencia del Inca, se puede hablar también de un altar propiamente, el llamado Trono del Inca, situado al otro lado de la plaza frontal, en forma de una especie de dobles escaleras talladas en la roca viva formando un usnu o lugar de sacrificios. El plano de la fortaleza se ha identificado con la cabeza de un puma o la de un halcón con las plumas erizadas, mientras que el resto de la ciudad de Cuzco sería el cuerpo de dicho animal.
fuente
Cuando a partir de principios de 1943 la II Guerra Mundial comienza a dar un giro negativo para los intereses del Eje -especialmente Alemania e Italia, con derrotas o fuerte resistencia aliada en África del Norte, Rusia, el Mediterráneo, el Atlántico y una más que previsible amenaza de invasión-, la nueva situación cada vez más defensiva hace que las autoridades militares y políticas se esfuercen en transmitir a la población y a sus enemigos la idea de que Europa es una fortaleza inexpugnable, fuertemente defendida además por una masa ingente de partidarios del nacionalsocialismo. La propaganda nazi asegura que el suelo de Alemania se halla a resguardo de las incursiones aliadas, que chocarán, caso de producirse, con un muro inaccesible. Así, por el Oeste, alcanza desde el Cabo Norte hasta el golfo de Vizcaya -el "muro" del Atlántico-; por el Mediterráneo, las costas e islas se hallan fuertemente fortificadas; por el Este, las defensas escalonadas establecidas por el Estado Mayor alemán aseguran la impermeabilidad frente a un ataque soviético; por el Sur, por último, puntos estratégicos de la costa norteafricana proveen al Eje de posiciones sólidamente defendidas. Sin embargo, la realidad distaba mucho de la idea ofrecida por la propaganda, pues ésta aseguraba nada menos que se encontraba fortificado un litoral de 15.000 kilómetros, del Cabo Norte a Vizcaya, o que las defensas alemanas en el Este dominaban una línea imaginaria que iba de norte a sur desde Finlandia a Crimea. Tampoco las costas del Mediterráneo estaban a cubierto, como demostrarán los desembarcos en Italia, ni las plazas norteafricanas eran inexpugnables. El objetivo de fortificar tan extensa cantidad de territorio, como quedó demostrado, era demasiado pretencioso. Si bien es cierto que la Muralla del Atlántico ofrecía posiciones fuertemente defendidas gracias a los esfuerzos de Rommel, como se demostrará con ocasión de los desembarcos en Francia, y que muchos puntos estratégicos ofrecieron una tenaz resistencia al avance aliado, el punto débil del sistema defensivo alemán llegó por el aire. La triunfal Luftwaffe de los primeros momentos de la guerra no pudo asegurar la suficiente protección contra las incursiones aéreas aliadas, cada vez más frecuentes. Así, fueron castigadas industrias, ciudades y, especialmente, importantes nudos de comunicaciones que resultaban de gran utilidad para que las tropas alemanas pudieran trasladarse a los múltiples frentes abiertos. La Fortaleza Europea, pues, se demostró mucho menos eficaz que lo que la propaganda alemana decía.