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obra
El artista Alfred Stevens presentó a Eva Gonzalès y Manet en el año 1869. La joven burguesa deseaba aprender a pintar, por lo que entró en el taller de Manet para iniciar sus enseñanzas artísticas. Allí se encontraría con Berthe Morisot, surgiendo rápidamente los celos de ésta, que escribe algunas cartas a su hermana en las que habla de este retrato, comentando que se prolongaba demasiado tiempo. Es cierto que el pintor tardó más de un año en realizar esta obra, de febrero de 1869 a marzo de 1870. Algunas opiniones plantean que dicha tardanza vendría motivada por la relación sentimental existente entre profesor y alumna; otras se inclinan por la idea de que, al no ser una modelo profesional, Manet encontró muchas dificultades para concluir la obra, especialmente el rostro. La bella joven se sienta en una especie de sala de dibujo, retocando un cuadrito de flores que ya está enmarcado. Su mirada se pierde fuera de la composición, en lugar de atender a su tarea. La postura de las manos - concretamente el dedo meñique de la mano izquierda - sugiere que está más preocupada por no mancharse el delicado vestido blanco que por dar los últimos toques a la obra. Sería pues, el excelente retrato de una dama de la alta sociedad francesa del Segundo Imperio, en el que el intimismo de otras escenas ha sido suprimido. Un recurso tradicional en la pintura de Manet es el contraste entre tonalidades claras y oscuras, al igual que recortar las figuras sobre un fondo neutro, omitiendo toda sensación de profundidad. Esto no quiere decir que las imágenes sean planas, ya que se dedica a distribuir diferentes elementos por el lienzo, de manera que el efecto de perspectiva está garantizado. La blancura del vestido puede estar inspirada en el artista norteamericano Whistler, una de cuyas obras había sido expuesta en el Salón de los Rechazados en 1863. Presentada en el Salón de 1870, recibió en cambio comentarios muy satisfactorios de los críticos Duranty y Duret.
contexto
La evacuación de la industria soviética hacia el Asia Central, el país del Volga, los Urales y la Siberia Occidental se inició el 24 de junio de 1941, a sólo tres días de la fulgurante invasión nazi. La mayor parte de las fábricas transportadas eran de los núcleos industriales directamente amenazados, aunque también instalaciones de otros puntos más lejanos. De forma más organizada, la gigantesca operación de transporte por ferrocarril se aceleró muchísimo el 2 de julio de 1941, con el traslado a Magnitogorsk -detrás de los Urales- de la gran factoría siderúrgica de Mariupol -Ucrania del Sur-, dedicada a producir planchas blindadas, y eso que el frente de lucha aún estaba situado a muchos cientos de kilómetros. Al día siguiente, el Comité de Defensa del Estado decidía el traslado al este de 26 fábricas de armamento de las regiones de Leningrado, Tula y Moscú. En esa misma semana partía en tren una parte importante del equipo de ingenieros y operarios del departamento de motores Diesel de la enorme fábrica Kirov -Leningrado- y la Tractor -Jarkov-, junto a la más vital maquinaria. De la misma forma, otra colosal factoría, dedicada a la fabricación de motores para carros de combate, salió con toda urgencia de Jarkov a Chelyabinsk, más allá de los Urales. También a primeros de julio, cuando estaba a pleno rendimiento la mayor evacuación industrial de la historia, el Comité de Defensa del Estado decidió la urgentísima reconversión de diversas industrias. La gran fábrica Gorki de automóviles -situada al este de Moscú- fue transformada en productora de motores de tanques. Esta medida resultó a la larga muy beneficiosa, pues permitió formar las bases del vasto centro de fabricación de carros blindados que se extendía de la capital rusa a la zona del Volga y los Urales. De igual forma, la industria de aviones civiles se vio sometida a la misma ordenanza para lanzar aparatos de guerra. Sin embargo, el esfuerzo de mayor mérito en materia de reconversión industrial sería para una ciudad sitiada por tierra: Leningrado. A medida que el rápido avance alemán hacía peligrar más factorías, se aceleró la evacuación de Ucrania oriental, siendo desmontada íntegra la gigantesca empresa de Altos Hornos de Zaporozhie, y el 7 de agosto tocaba el turno a la planta productora de acero situada en Dniepropietrovsk, con destino a los Urales, dedicada a laminación de tubos. Otro colosal esfuerzo resultó la implantación en el este de las plantas de acero de Zaporozhstal -Ucrania oriental-. El desmantelamiento y la carga en camiones hasta la más cercana estación de ferrocarril se realizaba sin interrupción, las veinticuatro horas del día, y a un ritmo frenético. Las cifras proporcionan ya una idea de esta increíble operación de transporte, pues precisó 8.000 vagones de carga y 152 convoyes ferroviarios. Moscú fue la última zona industrial evacuada en gran escala, ya que no se inició ningún movimiento hacia el este hasta el 10 de octubre de 1941, cuando ya el peligro alemán era un hecho. A finales del mes siguiente habían sido evacuadas 498 fábricas y con ellas, a un tiempo, 210.000 operarios especializados. Semejante movimiento necesitó un total de 71.000 vagones de tren. También se procedió a la urgente salida de las instalaciones fabriles de otras áreas amenazadas, tal como Voroniezh, Kursk y las provincias situadas arriba del Cáucaso, y en esta ocasión se evacuó hacia el este hasta las producciones agrícolas que podían aprovechar los invasores nazis. Desde el 24 de junio hasta finales de septiembre de 1941, un total de 419 fábricas salieron desde Ucrania a la lejana y segura retaguardia soviética. La zona de Bielorrusia sufrió más dificultades de las previstas al ser ocupada por los alemanes en un tiempo realmente récord, y así se debió realizar la evacuación industrial casi ante los ojos del enemigo. La poderosa Luftwaffe bombardeaba constantemente Bielorrusia con terrible precisión, sobre todo las vías férreas, provocando hasta 48 interrupciones importantes en el tráfico entre el 24 de junio y el 25 de agosto del primer año de guerra. Es así como unas cien industrias de Bielorrusia fueron trasladadas a los Urales, sobre todo desde las poblaciones de Vitebsk y Gomel, aunque en unas condiciones caóticas y a costa de demasiadas vidas. La fabulosa emigración de personal y maquinaria hacia el inmenso este -que entonces se hallaba casi deshabitado- produjo en toda la parte europea de la URSS enormes atascos en ciertos nudos ferroviarios; así, en Chelyabinsk (Urales), paso obligado hasta Siberia, y el Kazakstán. Aunque gran parte de los viajes se hicieron antes del invierno, lo anticipado de éste hizo sufrir lo indecible a cientos de miles de personas. Las dificultades con que hubo de enfrentarse la industria soviética de armamentos trasladada al este fueron enormes. No todos los trabajadores de las plantas evacuadas pudieron viajar al mismo tiempo que la maquinaria. En muchos casos, y por razones diversas, apenas si un 40 ó 50 por 100 de los obreros acompañaban al equipo. La rapidez de la blitzkrieg nazi desbordó en parte la evacuación de la zona del Donbass, al sorprender a los rusos en plena tarea. De esta forma se empezó a aplicar con todo rigor la política de tierra quemada, ordenada por Stalin para situaciones extremas en que no fuera posible salvar las fábricas, a fin de impedir que el invasor sacara beneficios de las instalaciones industriales. La gigantesca presa situada sobre el río Dnieper fue demolida en parte. El sabotaje de esa construcción y algunas más de tipo más pequeño, hizo que los alemanes no lograran reorganizar la producción eléctrica. El desmontaje de los aparatos electrotécnicos de las centrales hidroeléctricas resultó todo un esfuerzo de carácter épico, ya que se llevó a cabo casi en el último instante, para no dejar sin fluido eléctrico a amplias zonas de la parte europea de la URSS que lo necesitaban para sobrevivir. Sin embargo, hubo ocasiones en que se esperó demasiado, pues costaba de ocho a diez días sacar los equipos. La presa de Kurakhouka fue destruida por los obreros al no ser evacuada a tiempo. En otra enorme instalación hidroeléctrica -la central de Donbass- volada parcialmente con dinamita, los alemanes no consiguieron poner en marcha las distintas instalaciones ni en el año y medio que la ocuparon. Mientras tanto, no todo eran malas noticias, pues al Kremlin iban llegando continuos informes de cómo se desarrollaba la gigantesca evacuación industrial. L. Korniez -jefe del Gobierno autónomo de la República Soviética de Ucrania- afirmaba el 21 de septiembre de 1941: "Todas las fábricas de Zaporozhie han sido evacuadas. El último transporte se llevará a cabo el 2 de octubre".
obra
En esta miniatura del "Evangelario de Ebbon", observamos la intención del artista de aproximarse a una estética de verosimilitud naturalista. Sin embargo también se ha interesado en reproducir cierta interiorización del personaje, con un acusado expresionismo especialmente en el rostro, que parece estar redactando el evangelio en pleno éxtasis. La misma intención de aproximación a una estética de verosimilitud naturalista que se manifiesta en el Cristo de Godescalco se da en la imagen del evangelista de Ebbon, aunque los recursos cromáticos sean diferentes; sin embargo, al artista le ha interesado también el reproducir una cierta interiorización del personaje, parece como si estuviese redactando en pleno éxtasis, la expresividad del rostro y la ciclónica movilidad de líneas contribuye a ello.
obra
Ilustración perteneciente al Evangelario de Lotario donde se observa el dinamismo propio de la escuela carolingia de Reims, y sin embargo, está realizada por los ilustradores de Tours, quienes tomaron como modelo la gran Biblia de San Pablo Extramuros así como la escuela Palatina de Carlos el Calvo.
obra
La corporeidad y el volumen que se aprecian en el Cristo de Godescalco pretenden crear unas formas verosímiles, que se aproximen a la naturaleza, algo, evidentemente, propio de una estética antigua.